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Organización productiva y economía solidaria: la comuna urbana Dom Hélder Câmara, una propuesta autogestiva urbana para vivir bien en la ciudad de São Paulo, Brasil
Rebeca de la Rosa Zapata
Rebeca de la Rosa Zapata
Organización productiva y economía solidaria: la comuna urbana Dom Hélder Câmara, una propuesta autogestiva urbana para vivir bien en la ciudad de São Paulo, Brasil
Productive organization and solidarity economy: The Urban Commune Dom Hélder Câmara, an urban self-management proposal to well living in the City of São Paulo, Brazil
Organização produtiva e economia solidária: a Comuna Urbana Dom Hélder Câmara, uma proposta de autogestão urbana para viver bem na cidade de São Paulo, Brasil
Revista Latinoamericana de Antropología del Trabajo, vol. 6, núm. 13, pp. 1-20, 2022
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
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Resumen: Este artículo busca presentar el proceso de construcción de una propuesta autogestiva urbana: la comuna urbana Dom Hélder Câmara, una de las expresiones urbanas del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra en São Paulo, Brasil, uno de los movimientos latinoamericanos históricamente más importantes. A partir del despojo de cientos de familias de la favela Vila Esperanza, se configuró un movimiento urbano apoyado en las banderas de la lucha campesina brasileña de esta organización y de la economía solidaria como medios para construir otra racionalidad en el contexto de alienación de la ciudad. Ambas banderas constituyeron una vía para el desarrollo del proyecto comunitario, pues facilitaron la producción de cambios organizativos y técnicos de los participantes, protegiendo su autonomía, identidad, cultura y patrimonio a través del análisis de herramientas que fueron producto del trabajo en comunidad para el desarrollo económico y social del grupo. La propuesta de trabajo y organización de esta comuna, así como de subsistencia y abastecimiento dentro de las condiciones de la ciudad de São Paulo, ofrecen una perspectiva transformadora en la que se reconocen nuevas formas de colectividad, bienestar y emancipación, que en conjunto contribuyen a generar formas de vivir bien en la ciudad. La investigación que aquí se presenta es el resultado del trabajo de campo realizado durante el periodo de noviembre a diciembre de 2013 en la comuna, así como en otros de los asentamientos campesinos y en la Secretaría General del Movimiento. De la misma manera se apoya en distintos reportajes y testimonios publicados sobre el particular.

Palabras clave: MST, organización alternativa del trabajo, ciudad, economía solidaria.

Abstract: This article seeks to present the construction process of an urban self-management proposal: the Dom Hélder Câmara Urban Commune, one of the urban expressions of the Landless Rural Workers Movement in São Paulo, Brazil, one of the most historically important Latin American movements. From the dispossession of hundreds of families from the Vila Esperanza favela, an urban movement was configured supported by the banners of the Brazilian peasant struggle of this organization, as well as the solidarity economy, to build another rationality in the context of the alienated city. Both instances constituted a way for the development of the community project since they facilitated the production of organizational and technical changes of the participants, protecting their autonomy, identity, culture, and heritage, through the analycis of tools that were the product of community work for economic and social group development. The proposal of work and organization of this Commune, as well as of subsistence and supply within the conditions of the city of São Paulo, offers a transforming perspective where new forms of community, well-being, and emancipation are recognized. These as well contribute to generate ways of well living in the city. The research presented here is the result of fieldwork carried out during the months of November and December, 2013, in the Commune, as well as in other peasant settlements and the General Secretariat of the Movement. In the same way it is supported by different reports and testimonies published on the subject.

Keywords: MST, alternative work organization, city, solidarity economy.

Resumo: Este artigo busca apresentar o processo de construção de uma proposta de autogestão urbana: a Comuna Urbana Dom Hélder Câmara, uma das expressões urbanas do Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra em São Paulo, Brasil, um dos mais historicamente importantes movimentos latino-americanos. A partir da desapropriação de centenas de famílias da favela Vila Esperança, configurou-se um movimento urbano sustentado pelas bandeiras da luta camponesa brasileira dessa organização, bem como a economia solidária como meio de construir outra racionalidade no contexto da cidade alienada. Ambas bandeiras constituíram um caminho para o desenvolvimento do projeto comunitário, pois facilitaram a produção de mudanças organizacionais e técnicas dos participantes, protegendo a autonomia, identidade, cultura e patrimônio, por meio da análise de ferramentas que foram produto do trabalho comunitário para o desenvolvimento social e econômico do grupo. A proposta de trabalho e organização desta Comuna, bem como de subsistência e abastecimento nas condições da cidade de São Paulo, oferece uma perspectiva transformadora onde são reconhecidas novas formas de comunidade, bem-estar e emancipação que juntas contribuem para gerar caminhos de viver bem na cidade. A pesquisa aqui apresentada é o resultado de trabalho de campo realizado durante o período de novembro a dezembro de 2013 na Comuna, como em outros assentamentos camponeses, assim como na Secretaria Geral do Movimento. Da mesma forma, é sustentado por diversos relatos e depoimentos publicados sobre o tema.

Palavras-chave: MST, organização alternativa do trabalho, cidade, economia solidária.

Carátula del artículo

Convocatoria temática

Organización productiva y economía solidaria: la comuna urbana Dom Hélder Câmara, una propuesta autogestiva urbana para vivir bien en la ciudad de São Paulo, Brasil

Productive organization and solidarity economy: The Urban Commune Dom Hélder Câmara, an urban self-management proposal to well living in the City of São Paulo, Brazil

Organização produtiva e economia solidária: a Comuna Urbana Dom Hélder Câmara, uma proposta de autogestão urbana para viver bem na cidade de São Paulo, Brasil

Rebeca de la Rosa Zapata
Maestra en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México. Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, México
Revista Latinoamericana de Antropología del Trabajo, vol. 6, núm. 13, pp. 1-20, 2022
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas

Recepción: 16 Febrero 2022

Aprobación: 08 Junio 2022

Introducción

En los años posteriores a la década de 1970 la crisis mundial del Estado de bienestar se trasladó a los regímenes dictatoriales por medio de los cuales se aplicaría el modelo neoliberal, que combina teoría y economía política para disponer al mercado como núcleo principal de la organización social, una práctica que a su vez facilita la distribución de riqueza de una manera desigual. Junto con otros factores de control, poco a poco el neoliberalismo fue ganando terreno en la atmosfera latinoamericana (Mignolo, 2009). Frente a este panorama, distintos movimientos sociales latinoamericanos han planteado luchas e identidades que han trastocado realidades a favor de los explotados y oprimidos y en contra la clase dominante.

Este es el caso del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra, que surgió en el contexto de la desigualdad social entre los años 1970 y 1980 en Brasil a causa de la apropiación de grandes tierras a manos de un grupo privilegiado, y que resultó en el aumento y empobrecimiento de los campesinos en todo el país. El camino que transitó la sociedad brasileña hacia esta transformación fue la respuesta al contexto político donde ebullían luchas de campesinos y trabajadores, tanto sindicatos del suroeste como “ligas campesinas” del nordeste (Stédile, 2014).

Por su dimensión e importancia en la sociedad brasileña, y la repercusión que tiene el movimiento no sólo en América Latina, sino en todo el mundo, se ha vuelto un referente para hablar de movimientos contrasistémicos, principalmente por las conquistas generadas desde su fundación (Fernandes, 2005). En años recientes se ha reconfigurado para trasladar la lucha popular, frente a la inminente migración de personas del campo a la ciudad como respuesta a la búsqueda de medios de subsistencia y mejores condiciones de vida. En 2008 se creó la comuna Dom Hélder Câmara en la zona metropolitana de la ciudad de São Paulo, el primer asentamiento urbano de un movimiento campesino como el MST. Junto con una propuesta de economía solidaria, la comuna configuró un modelo democrático e igualitario de lucha a través de un nuevo modo de producción, de redistribución solidaria de la renta, así como de la autogestión e igualdad. Con el propósito de construir una nueva lucha colectiva y soberana, desde la cual se configuran nuevas visiones sobre el trabajo y la comunidad, este espacio cuenta con su propia producción de hortalizas, panadería comunitaria, producción de instrumentos musicales, así como una guardería y escuela con métodos y propuestas alternativas donde se forman día a día los hijos del Movimiento.

En este artículo propongo que la trayectoria de la Comuna representa un instrumento para la transformación de las clases subordinadas, mediante el cual se consigue superar las condiciones de vida dictadas por el contexto social y económico. La importancia de dar a conocer estos procesos está en mostrar de qué manera la configuración de relaciones sociales alternativas a la reproducción del capital como la economía solidaria necesita contraponer discursos para establecer diálogos y conciliaciones entre la realidad y la teoría en los que se reconozcan posibilidades de nuevos horizontes (Mészáros, 1998).

Para reconocer las condiciones en que se desarrolla este movimiento, es necesario contextualizar las circunstancias históricas en las cuales se ha configurado la organización de este espacio, producto de la crisis de los años setenta, y cómo la desigualdad social ha contribuido a incrementar el volumen de poblaciones en situación de escasez y precariedad, así como de menores posibilidades de trabajo asalariado (Quijano, 1998).

Cambio de orden económico

En el contexto de la guerra fría, la sociedad civil brasileña se encontraba dividida en una clase trabajadora y campesina organizada y una burguesía representada por los empresarios también organizados. El Instituto de Pesquisas e Estudos Sociais, IPES por sus siglas, fue fundado en noviembre de 1961 por empresarios paulistas y cariocas que patrocinaban diferentes organizaciones de derecha, como la Campanha da Mulher pela Democracia (Camde) y la Unión Cívica Femenina. (Bueno, 2013: 391). Fueron organizaciones de la sociedad civil desde las que se atacó al gobierno de Joao Goulart, cooptando a la ciudadanía, la contraofensiva para llevar a cabo el golpe de Estado, como con la “marcha de la familia” en la que más de 500.000 personas marcharon “por la salvación de la democracia” (Bueno, 2013). Sin embargo, en 1961 Goulart fue elegido presidente de Brasil por una arrasadora victoria, gracias al apoyo de los sectores medios de la burguesía industrial, del proletariado, así como campesinos y otras fuerzas progresistas.

Durante el mandato de Goulart, se pusieron en práctica medidas que notablemente desfavorecían al creciente sector privado, y que a su vez beneficiaba a la clase trabajadora: las llamadas reformas de base1, algunas de las cuales se encaminaban tanto a la reforma agraria como a la reforma urbana. En ellas se incluía el aumento de impuestos a capitalistas, así como el control de la inversión extranjera. Empero, este fue el parteaguas para la concreción de una conspiración en la que “los ministros, militares y conservadores fueran complacientes en dejar al político más destacado de la era de Vargas tomar el poder” (Bueno, 2013:383).

La reforma agraria significaba la posibilidad de otorgar el voto a los analfabetos, así como la desapropiación de tierras improductivas ubicadas al borde de las carreteras y vías del ferrocarril, bajo la consigna de “detener a los explotadores del pueblo” (Bueno, 2013). Su fundamento consideraba detener el primer estatuto de la tierra o ley de Tierras2, promulgado en 1850, en el que se establecía que la compra era el único acceso a la tierra, lo que consolidó el modelo de la gran propiedad rural:

En ella se encuentra el origen de una práctica trivial del latifundio brasileño: el grillaje de tierras – o la apropiación de tierras sin reclamar a través de documentación falsa- que reglamentó y consolidó el modelo de la gran propiedad rural y formalizó las bases para la desigualdad social del territorio que hoy conocemos” (MST, 2010:8).

Asimismo, la reforma urbana tuvo una importante significación, pues representaba la expropiación de inmuebles en la ciudad y el control del Estado sobre las rentas, con el objetivo de extender la apropiación de inmuebles en ella. De esta manera se trabajaría contra la especulación inmobiliaria, y se vería por la ejecución de una política de habitación popular en cual la base se produjera desde el acceso al crédito, el incremento de servicios públicos de la ciudad y la inminente mejora del transporte colectivo (Bercovici, 2014).

Tanto la reforma agraria como la reforma urbana requerían de modificaciones constitucionales. Esto incrementó el propósito de la derecha de impedir que se llevaran a cabo y lo que finalizó con el golpe de Estado en el año 19643. Fue así como Brasil quedó habilitado para la introducción de políticas neoliberales, mientras que las dificultades impuestas históricamente por la concentración e improductividad en tierras propiedad de enormes latifundios cobraban un importante significado en uno de los países con mayor territorio en el mundo, ya que por medio de la apropiación de tierras -en algunos casos de manera arbitraria- se formalizaría el recurso de obtener enriquecimiento inmediato, acumulando capital por medio de los rasgos altamente lucrativos del agronegocio.

El orden social neoliberal, así como el poder e ingresos de las clases más favorecidas, se vieron reforzados enormemente. Las políticas que se preocupaban por el crecimiento y el empleo se encargaron de aumentar la precariedad, frenando el crecimiento de los salarios y disminuyendo la protección social (Zapata, 1990). El poco crecimiento económico se dirigió a potencializar la clase dominante, a costa de detener el crecimiento salarial y causar una agresiva falta de empleo. Para el capital esto significó imponer al trabajo los costos de la crisis: menor trabajo asalariado, desregulación de las relaciones laborales, abaratamiento de la mano de obra, así como tercerización, es decir, la vuelta a la subordinación del trabajador a través de mecanismos afines a la plusvalía absoluta (Marini, 1991).

La crisis de rentabilidad capitalista y las derrotas de los sindicatos de trabajadores en la disputa por sus derechos resultaron en la utilización de más tecnología, que desplazaba la mano de obra y le hacía perder terreno ante la aplicación intensiva de desarrollos tecnológicos, y la paulatina disminución del control del Estado sobre el mercado. Las condiciones de la urbanización, junto con la imposición del neoliberalismo, contribuyeron a un descontento general que motivó múltiples protestas, ya que la severa concentración de población en los centros urbanos más importantes con servicios insuficientes, así como el recorte del gasto social y la privatización de empresas estatales entre otras, trajeron consigo una tasa de desempleo “natural” y una creciente marginalidad, la cual comprendemos como el proceso que se fue gestando para la crisis que vino a determinar una nueva configuración económica, social y política, mediante protestas reivindicativas que buscaban principalmente que se detuviera la decadencia de las condiciones de vida urbana.

La migración del campo a la ciudad

La ciudad se inserta en la división social del trabajo al alterar, desde la base, una nueva clase de productores urbanos originalmente desplazados del campo para incrementar las fuerzas productivas, permitiendo así la inmensa expansión de la división social laboral. Este proceso de composición de la ciudad llevó consigo la transformación paralela del campo por diversos factores, además de la migración: el abastecimiento inmediato de alimentos para cumplir con las necesidades de las grandes urbes y la disminución de la actividad primaria a causa de esta nueva realidad (Singer, 2012).

En conjunto, la vida del campo brasileño se vio afectada por la concentración de tierras en manos de pocos, así como por los términos comerciales en contra de los agricultores a causa de la sustitución de importaciones en el contexto de la crisis, la desigualdad y las condiciones en que las decisiones del gobierno dejaron a los campesinos, provocando

“una migración acelerada del campo a la ciudad que de una manera improvisada fue generando nuevos espacios para absorber estos nuevos habitantes, si bien en condiciones de precariedad, como una oportunidad más de supervivencia” (Gilbert, 1997: 63).

En el contexto urbano de la ciudad, a su vez, el descontrol de la expansión del capital llevó a densificar las zonas populares con mano de obra obrera sin posibilidad de acceso a una vivienda digna, lo cual acrecentó las condiciones de marginación, generalizando el hacinamiento y aglutinamiento en espacios originalmente creados para una sola familia. Asimismo, el cambio de uso de suelo en espacios abiertos, así como la especulación en bienes inmuebles con fines comerciales, llevaron entre sus proyecciones la desaparición de barrios y colonias tradicionales enteras.

La demanda de tierra y de vivienda en las condiciones de urbanización improvisada dio lugar, además de la conformación de barrios pobres (favelas), chabolas y poblaciones clandestinas, a movimientos populares organizados. La participación de estos movimientos, a su vez, configuró la creación de instituciones asesoras y a políticas de reforma agraria y vivienda de interés social (Percassi, 2009: 2). Por ello, a pesar de que la demanda de tierra no es una necesidad específica de la ciudad para la producción, ésta va a contener al número de desplazados que han salido de sus tierras sin un lugar donde vivir.

En São Paulo, la ley de Inquilinato que instituía el congelamiento de los valores de uso de suelo, y las relaciones entre propiedades e inquilinos indirectamente, significó la suspensión del derecho a la propiedad, dejando en los particulares las condiciones de especulación. El desalojo arbitrario, que se apoyaba en la mala interpretación y brechas judiciales de los arrendatarios, dejó pocas salidas para los trabajadores, tales como viviendas de autoconstrucción o la ocupación de espacios abandonados (Bonduki, 1994). La proliferación de las periferias urbanas fue casi inmediata. Ante condiciones de pobreza extremas, las construcciones fueron elaboradas con lo que los habitantes encontraron a su paso, en algunos casos madera, en otros lámina o cartón. Consecuentemente, carecieron de drenaje y electricidad que, por negligencia o desinterés del gobierno, los pobladores terminaron robando.

La emergencia de un movimiento como el de los Trabajadores Rurales Sin Tierra representó un parámetro determinante para la sociedad brasileña, tanto como resistencia a la improductividad individualizada y latifundista del agronegocio, como para la configuración de nuevas urbes latinoamericanas en las que podía ser viable trazar como características principales los principios de comunidad y bienestar social, que son los mismos objetivos bajo los cuales se define el MST.

A continuación, haré un breve repaso del surgimiento del MST, para mostrar cómo el movimiento acompañó el ejercicio de resistencias a la organización económica neoliberal en el contexto alienado de la ciudad por medio de las Comunas de la Tierra.

Un movimiento rural en la ciudad

En la década de 1970 las contradicciones del modelo agrícola se vuelven más intensas y con la violencia de Estado -producto de la dictadura- se produce una fuerte fragmentación de los grandes movimientos como las Ligas Campesinas, la Unión de los Trabajadores Agrícolas de Brasil (ULTAB), además del Partido Comunista (PCB) que tenía una fuerte injerencia en los sindicatos rurales, lo que depositaba en los campesinos el papel central de la lucha social. Si bien esta violencia empeoró con el régimen militar, los gobiernos civiles posteriores continuaron con este carácter autoritario (Pinassi, 2007). Sin embargo, como se menciona en la historia de la fundación del MST, la lucha por la tierra no comienza entonces, sino con los primeros levantamientos indígenas contra la mercantilización y apropiación de sus tierras (MST, s/f) que atenta contra su cultura y modo de subsistencia, por lo que los Sin Tierra se llaman herederos de estas luchas. Junto con la lucha por la tierra y la reforma agraria, este movimiento significa la modificación de la estructura de la sociedad cuya prioridad es la búsqueda del desarrollo de país por medio de la justicia social (MST, 2010).

En septiembre de 1979, luego de una detenida planeación y estudio, ocurre la primera ocupación de agricultores en dos granjas en la ciudad de Rio Grande do Sul, pero no es sino hasta 1981 que agricultores impedidos por las fuerzas armadas de entrar a las haciendas y remanentes de la reserva indígena, cercanas a la ocupación anterior, llevaron a cabo un nuevo campamento llamado “Encruzilhada Natalino”, la primera instalación de tiendas de lona a la orilla de la carretera (MST, S/F), que se convirtió en un símbolo de resistencia a la dictadura militar. Esta concentración, localizada en un cruce de ferrocarril por el que circulaba una gran cantidad de transporte, logró una importante visibilización, que sirvió luego para incluir en la lucha a la sociedad civil que exigía un régimen democrático (MST, S/F). Esto dio pie a la organización formal del Movimiento en el año de 1984.

La fundación del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra tuvo lugar en el primer encuentro nacional realizado en Cascavel, Paraná, en 1985. En él se plantearon tres objetivos principales: la lucha por la tierra, la reforma agraria y la transformación social (MST, 2010). Las distintas expresiones de lucha contribuyeron a la formación de un proyecto popular que, como consecuencia de la movilización de los necesitados, pudiera encontrar las soluciones para transformar sus realidades. A través de la búsqueda de estas trasformaciones, se conseguiría una sociedad sin desigualdades sociales ni económicas, sin discriminación ni explotación, y se generaría una respuesta política de la lucha colectiva a través de la reivindicación del socialismo. A partir de estas ocupaciones, la instalación de campamentos se convirtió en una de sus principales herramientas para la lucha por la reforma agraria y la mejora de las condiciones de vida de los asentados, para vivir de una manera distinta a la propuesta dominante del capital.

La lucha por la reforma agraria radica en la distribución masiva de tierras a campesinos, para democratizar la propiedad de la tierra en la sociedad al garantizar su acceso, así como al incluir a todo el que quiera hacerla producir y disfrutar. La lucha por la transformación social significa la transformación de la estructura de la sociedad brasileña, por una sociedad más justa y fraterna, que solucione los grandes problemas estructurales de Brasil, como la desigualdad social y de renta, la discriminación de etnia y género, la concentración de la comunicación, así como la explotación del trabajador urbano (MST, 2010).

La Comuna Urbana Dom Helder Cámara

En la zona oeste de la región metropolitana de São Paulo se encuentra Jandira, un municipio fundado recién en los años sesenta, que funciona especialmente como habitación de miles de trabajadores de la ciudad. El principal medio de conexión de este municipio con el centro de São Paulo es la línea 8 de los trenes pertenecientes a la Compañía de Transporte Paulista Metropolitano (CTPM), empresa privada ligada a la Secretaría de Transportes Metropolitanos de este estado. Por la cercanía y accesibilidad a la ciudad, Jandira es una de las periferias del medio laboral paulista que alberga una importante cantidad de trabajadores que diariamente se desplazan a sus centros de trabajo. Como muchos otros centros urbanos, su principal característica es la de ciudad-dormitorio de estos individuos, quienes debido a condiciones de marginalidad social y económica son orillados a vivir en estas zonas no privilegiadas, ya que en su mayoría han sido expulsados de la ciudad a causa de la imposibilidad de cumplir con las altas cuotas de arrendamiento o adquisición de vivienda.

En el año 2000 alrededor de 250 familias fueron ocupando de manera improvisada uno de los terrenos abandonados de la CTPM, configurando la favela Vila Esperanza. Las condiciones de este terreno no eran las mejores para la ocupación, pues estaba ubicado en una parte “baja” de la ciudad, constantemente sujeta a inundaciones por el desbordamiento del río Baruerui Mirim. Esta situación de riesgo que afectaba a los ocupantes también pone en riesgo a familias que habitaban en edificaciones regulares, ya que por las condiciones de lluvia severa y poca infraestructura para contenerlas, las inundaciones de calles, viviendas y lotes baldíos en esta zona de la ciudad son un problema constante.

La falta de ocupación de algunos de los pobladores limitaba las alternativas para buscar otras formas de supervivencia. Por otro lado, la situación de precariedad en los servicios de salubridad, así como los altos índices de violencia y fragilidad social complicaban la forma de vida de los habitantes de la favela, que era la única posibilidad de techo, lo que también se traducía en una marginalidad amenazante. Todos estos factores contribuyeron a que los pobladores comenzaran a organizarse. Laércio Moreira, dirigente general del Movimiento al momento de la entrevista, señala de qué manera:

sin saber sobre el rumbo que querían tomar y sus posibilidades, comenzaron a trabajar en grupos haciendo labores de trabajo y formación, casi de manera espontánea e intuitiva” (entrevista a Laercio, dirigente general de la Comuna, diciembre de 2013).

Es indispensable reconocer que la configuración social que se da en los espacios de marginalidad contribuye a la formación de una nueva identidad unificadora. Plantear una solución a la situación de vivienda en la que prevaleciera el sentido comunitario se volvió el objetivo común a perseguir. No es ninguna casualidad que las dificultades contribuyeran a la unidad del grupo, desde el instinto de supervivencia hasta un recurso en el que conjuntan fuerzas de lucha y resistencia.

Luego de un año de la ocupación, comenzaron las amenazas para la reintegración de la compañía de trenes, situación que se extendió durante cuatro años, en los que los habitantes permanecieron en resistencia. El tiempo transcurrido en la lucha fue resultado del apoyo de la Pastoral de Moradía, un movimiento religioso brasileño que promueve la integración comunitaria, a través del trabajo en conjunto para la construcción de vivienda digna.

La labor de la Pastoral con el grupo fue indispensable para que las familias se organizaran y comenzaran a defenderse, pues el despojo fue inminente. Dada esta situación, el padre Joao Carlos Pacchin, miembro de la comisión de la Pastoral de la Tierra, un brazo de la izquierda católica en Brasil, sugirió el acercamiento del grupo al MST, uno de los movimientos sociales a los que se vincula la Pastoral.

La dirección regional del MST estudió el caso y decidió respaldarlo, pues aunque ya se habían acercado a algunas otras experiencias urbanas, las condiciones de la ocupación diferían de las que hasta entonces había desempeñado el MST: en ocupaciones en las áreas rurales brasileñas se realiza un estudio previo sobre las condiciones de los espacios, y después de algunas semanas se procede al campamento de manera provisional hasta que pueda convertirse en asentamiento.

En este caso, las circunstancias eran contrarias, por lo que el MST tuvo que reconocer las especificidades y dificultades de este grupo; este despojo distaba de la causa de la reivindicación de la reforma agraria y sin embargo, por sí mismo representaba el reconocimiento de la necesidad de la tierra y de un techo para vivir con dignidad de quienes se habían trasladado del campo a la ciudad por la expulsión de la fuerza de trabajo:

“La entrada del MST en el proyecto fue fundamental en términos organizacionales. [Sin] esa asociación no hubiéramos conseguido un tercio de lo que tenemos aquí. Hoy todos los habitantes de aquí entendemos al MST como el Movimiento de lucha y levantamos esa bandera dentro y fuera de la comuna” (Silva, 2015).

El MST, como movimiento campesino, defiende la lucha por la tierra en el campo, cuyas características se concentran en esta realidad. Sin embargo, cuando el grupo se acerca al MST reconoce la necesidad de que el movimiento se traslade a la ciudad en vez de llamar al grupo a apoyar la lucha agraria, pues desde un nuevo contexto, trae a colación la modificación de la relación capital-trabajo y las nuevas formas de reproducción social en las que queda inserta la comuna. En este caso, el trabajo conjunto hará posible construir nuevas alternativas para la autogestión y por lo tanto para la construcción de una economía solidaria.

Este fue uno de los factores para que el MST evaluara que los conflictos urbanos debían ser enfrentados en la propia ciudad y no fuera de ella. La ocupación de este terreno se mantuvo en resistencia, hasta que en 2005 fue desalojada por la policía militar. Las casas autoconstruidas fueron derrumbadas, orillando a las familias a llevar a cabo una nueva ocupación. Esta experiencia fungió como una primera oportunidad de organización, en la que el grupo comenzó a buscar alternativas para la situación de vivienda, ya que el desalojo ocurrió sin que el Estado hubiera provisto ningún tipo de inclusión de las familias en programas de habitación social o inclusión laboral (Stédile, 2014).

La ocupación de un segundo inmueble fue organizada por el MST y se llevó a cabo en una estructura de concreto originalmente proyectada para ser seminario de la orden salesiana. Esta construcción inconclusa había sido abandonada ya treinta años atrás ante la imposibilidad de la orden de llevar a término la obra civil. El último propietario afirmaba mantener el proyecto de instalar una fábrica de chocolates, pero la deuda que acumulaba en impuestos en aquel entonces ya era de 300.000 reales (USINA, 2011). Durante un año la concentración del grupo dentro de este predio no trajo mejoras a sus condiciones de vida. La situación tanto laboral como de vivienda no progresaba; sin embargo, propició una organización más compacta y unificada, trazando simbólicamente lo que años después sería la Asociación Comuna Urbana Dom Hélder Câmara, formalizada legalmente en 2013.

En coincidencia con uno de los objetivos del Movimiento de los Sin Tierra, la comuna se propuso convertir sus condiciones de vida en condiciones soberanas y dignas, por medio de la unidad, el trabajo y la colaboración de sus habitantes, es decir, una forma de vivir bien en la ciudad.

Nuevo proyecto participativo

La comuna organizó una asamblea general en la cual se discutieron los objetivos que perseguirían en conjunto: la vivienda, el trabajo, la ocupación y la forma de vida que para llevar a cabo en la comuna. En este sentido, es necesario comprender que la propuesta del grupo surge como una comuna porque la solución no sólo debía plantearse para la situación de la vivienda, sino como un esquema completo para transformar, desde el sentido comunitario, la situación de vida de cada habitante. Mediante la organización de comités –un sistema que ya se venía poniendo en práctica desde la favela- comenzaron las negociaciones con distintos órganos de gobierno. Con esta estrategia, además de adquirir recursos para la compra de un terreno comunitario, se buscaba hacer viable un proyecto habitacional inclusivo en el que sus habitantes pudieran desarrollarse también como trabajadores. Este proyecto incluía distintos ejercicios colaborativos, utilizando principalmente los principios de la la economía solidaria, un instrumento cuyos términos posibilitan configurar alternativas de autogestión en la realidad urbana:

“El principio o fundamento de la economía de solidaridad es que la introducción de niveles crecientes y cualitativamente superiores de solidaridad en las actividades, organizaciones e instituciones económicas, tanto a nivel de las empresas como en los mercados y en las políticas públicas, incrementa la eficiencia micro y macroeconómica, además de generar un conjunto de beneficios sociales y culturales que favorecen a toda la sociedad” (Razeto, 1993).

Dentro de la economía solidaria las organizaciones con actividad económica son un modelo democrático e igualitario, que luchan a través de un nuevo modo de producción, con igualdad, redistribución solidaria de renta y autogestión, ya que el trabajador es dueño de sus medios de trabajo; significó el punto de partida para la organización del grupo.

En el momento en que las familias consiguieron la liberación del terreno y la aprobación de un crédito para la construcción de las casas, la infraestructura del proyecto se apoyaba en la propuesta que la Companhía de Desenvolvimiento Habitacional e Urbano (CDHU), un proyecto patrón de vivienda que no combinaba con la idea que se estaba formando de la comuna pues la construcción que sugería era la de un edificio vertical sin posibilidades para desarrollar la comunidad y por lo tanto, el trabajo colaborativo.

Los integrantes del grupo comenzaron la labor de diseño del proyecto junto con USINA4, un colectivo de arquitectos que se caracteriza por la intención social de sus obras. En el proyecto incluyeron las necesidades que para ellos resultaban indispensables para poder desarrollarse en comunidad, como la vivienda, el trabajo, el placer y la educación en un mismo sitio.

El mutirão como instrumentación del trabajo colaborativo

El análisis para la concreción del proyecto se basó en la definición de una estrategia tripartita: la organización de la construcción, la metodología participativa y el mutirão (USINA, s/f). El mutirão es una palabra tupí que significa “reunión de fuerza de trabajo de personas para fines de cosecha, ayuda o trabajo en común”. Es el nombre que se da en Brasil a las movilizaciones colectivas para lograr un fin, basándose en la ayuda mutua provista gratuitamente. Es una expresión usada originalmente para el trabajo del campo, en que todos son beneficiarios, y concomitantemente prestan auxilio en un sistema rotatorio sin jerarquía. Actualmente, por extensión de sentido, mutirão puede designar cualquier iniciativa colectiva para la ejecución de un servicio no remunerado (Navarro, 2005).

De esta manera, la participación del grupo es activa, ya que el proyecto fue discutido en su totalidad por los integrantes del grupo y USINA, poniendo en debate las dificultades y retos. Este es uno de los rasgos del MST necesario para el éxito del proyecto: si se trabaja en un proyecto colaborativo, es necesario eliminar las jerarquías, conocer las capacidades de cada integrante para hacer las tareas en equipo y superar las adversidades.

Con esta organización los habitantes elaboraron la lista de actividades que realizarían en comunidad: cocina comunitaria, futbol, lavandería, panadería, etc. La asamblea se dividió en cuatro grupos, cada uno con la participación de un arquitecto-mediador que planteaba los temas de discusión sobre los espacios de la casa y luego de la comunidad. Con la participación de la Incubadora Tecnológica de Cooperativas Populares5 (ITCP) de la UNICAMP se conformó la primera cooperativa para trabajos remunerados de la mano de obra, llamada “Treme-Treme”, conformada por trabajadores de la comuna que ya tenían experiencia en la construcción.

Para efectos prácticos y de remuneración, fueron concertados por un contratista, que, reproduciendo las precariedades del sistema capitalista como el financiamiento insuficiente, el retraso en el pago de los salarios y la falta de cumplimiento de plazos, provocó que abandonaran la obra luego de un año. Se volvió necesaria la autogestión de recursos. Las familias se organizaron en grupos de construcción que fueron remunerados, además de su aportación por medio del mutirão. De esta manera, además de conseguir la construcción de las viviendas de una manera más eficaz y práctica, la administración del proceso productivo quedó en manos de las familias. La supervisión y calidad de las edificaciones fue garantizada por el espíritu colaborativo, que además de la profesionalización de la mano de obra posibilita un nuevo aprendizaje en la generación de recursos económicos para quienes participan de él.

A pesar de la continuación en paralelo de los esfuerzos en la incubación de cooperativas para cubrir una parte del porcentaje del trabajo, se llevó a cabo una segunda organización que también, con muchas contradicciones internas, fue disuelta. Luego, apostando por una nueva cooperativa, pero esta vez sin jerarquías de por medio, con una remuneración más horizontal y la rotación de las labores de trabajo, la experiencia continúa en proceso de condensación con varias dificultades prácticas.

El proyecto se diseñó considerando un importante espacio comunitario, por lo que las viviendas se conformaron por núcleos conectados de 10 unidades, diseñando pequeñas plazas sin acceso de automóviles y con balcones encontrados. En estas plazas, las puertas y ventanas abiertas son el testimonio de que la disposición arquitectónica permite una mayor y mejor interacción entre vecinos, lo que invita a los niños a salir a jugar de una forma segura a la vista de su familia. Esta disposición, además de permitir la organización y comunicación de vecinos, facilitó la circulación mientras se llevó a cabo la autoconstrucción de las viviendas, pues en la confluencia de las plazas, la calle central conecta a la plaza grande, el anfiteatro y la guardería, que también fue pensada como apoyo a las actividades políticas y culturales.

Esta respuesta de unión y trabajo en grupo se destaca en relación con las condiciones presupuestas por el capitalismo para una comunidad en desventaja; con marginalidad, desigualdad y segmentación resulta comprensible la unidad de sus integrantes. Estos núcleos de trabajo existen sin muros, con múltiples espacios comunes, sin límites más que la organización cooperativa. Según Singer, la economía solidaria se desarrolla con las crisis sociales como una alternativa real al capitalismo, si aquellos actores que no son propietarios del capital organizan la producción social de manera alternativa y sin el fin principal de enriquecerse, sino desde el gran valor de la democracia y la igualdad dentro de los emprendimientos, la autogestión y el rechazo a la precarización del trabajo asalariado (Singer 2002).

Al reconocer la constante necesidad de resignificación del espacio en las ciudades, se denominó comunas de la tierra6 a los asentamientos conformados dentro de las grandes ciudades brasileñas, surgidos a partir de una lucha por el derecho a la vivienda, y que mediante una nueva propuesta comunitaria y social, buscan trabajar una nueva base de producción, una nueva matriz tecnológica y un nuevo medio de subsistencia ambiental por medio de la agroecología. Estos asentamientos son la llamada a flexibilizar la lucha por la reforma agraria con las causas urbanas, con el reto de conseguir una configuración específica del Movimiento de los Sin Tierra urbano.

Actualmente hay varios asentamientos urbanos, como la comuna Dom Tomás Balduíno, ubicada en la región de Grande São Paulo, que cuenta con 60 familias asentadas. La particularidad de este asentamiento agrícola en la ciudad es que se configura simultáneamente como rural y urbano, y la organización de núcleos permite el predominio del espacio para la producción doméstica. Alrededor de ellos cuentan con tierras mayores en las que se lleva a cabo la producción comunitaria y cooperativa, ubicada en la zona limítrofe de la región metropolitana de São Paulo.

Otra de las ocupaciones urbanas es la comuna Irma Alberta (Hermana Alberta), desde 2002 en el área de la Compañía de Saneamiento Básico del Estado de São Paulo (Sabesp) que serviría para la construcción de un depósito de basura. Actualmente cuenta con 50 familias asentadas que colaboran en la producción de maíz, hortalizas, legumbres, plátano, entre otros alimentos sin la utilización de agrotóxicos. Así también la llamada Dom Pedro Casaldáliga en Cajamar, São Paulo, que sustenta una interesante lucha ambiental y territorial, ya que están evitando que se construya un parque industrial con edificios de lujo poniendo en evidencia el debate sobre si el asentamiento, donde hay una comunidad fraterna, afecta más al ambiente que una construcción multimillonaria industrial (Correa, 2009).

Economía Solidaria y Organización productiva

Según esta investigación, reconocemos que hoy la conquista de la tierra presenta nuevos retos para los asentados. Uno de ellos es la organización de la producción que, continuando en la lucha por la transformación social, permita la autonomía en la posesión de los medios de producción,

“para eso, la propuesta de organización de producción colocada por el Movimiento es el Sistema Cooperativista de los asentados (SCA). Es la forma a la que llegó el MST para, al mismo tiempo, viabilizar económicamente los asentamientos y continuar existiendo mientras el movimiento político y de aglutinación de esa parte de la población, aun después de que se concrete la posesión de la tierra” (Dal Ri, Vieitez: 2008: 161).

Definir la particularidad de la transformación de un movimiento campesino hacia uno de carácter urbano responde a la concreción de los objetivos comunes en la lucha por una mejor sociedad. El interés de esta distinción reside en asignar la debida relevancia a los movimientos que surgen de nuevas causas a partir de una problemática social y cultural, y que corresponden al contexto de la modernidad urbana. De esta manera, podremos distinguir los motores de estas luchas, cuya problemática se sitúa en el orden neoliberal y en las dificultades impuestas a las ciudades latinoamericanas por circunstancias históricas.

La comuna consigue trasladar un movimiento campesino a la ciudad: la comuna urbana Dom Hélder Câmara ha conseguido configurar una nueva sociedad con su propuesta de organización, nuevas formas de hacer comunidad y de subsistencia y abastecimiento. Con esta estructura contribuye a presentarnos una forma de vivir bien en la ciudad, no solo para reivindicar el bienestar cotidiano, sino también para resistir a los medios impuestos por el sistema económico neoliberal y representar la posibilidad de transformar el espacio en el que vivimos.

Puede decirse que la economía solidaria es el recurso por medio del cual se construye este vivir bien: la soberanía, la reciprocidad, la solidaridad, y en el caso específico de la comuna urbana, el autoabastecimiento, el intercambio educativo. No solo se trata de un movimiento social, sino de un movimiento político que acompaña un proceso de recreación de formas de vida. De esta manera, la lucha del Movimiento de los Sin Tierra, que representa la lucha campesina por la transformación social, se mueve a la ciudad con el mismo propósito, pero trasladando la cultura e identidad del movimiento hacia la causa ciudadana de la falta de vivienda, de la necesidad de comunidad y de la práctica de la soberanía de vida y alimentación.

Luego de conocer la experiencia de la Comuna comienzan a surgir las preguntas sobre las condiciones que el grupo ha construido para mantenerse en comunidad, tanto en lo político como en lo comunitario. Del examen personal es posible afirmar que uno de los símbolos de lucha que se muestra constantemente y se puede comprobar de manera tangible, es la mística. Sobre ella se teje la unidad del movimiento, y puede reconocerse a través de la cultura o la esperanza que aglutina al MST. En estas condiciones, la lucha y las dificultades con las que se enfrenta el grupo se sobrellevan por la conjunción de símbolos que representan este espíritu.

En particular, la mística del grupo en Dom Hélder Câmara fue trabajándose a partir de las motivaciones de las Comunas de la Tierra, una propuesta ya generada sobre los asentamientos que se estaba llevando a cabo en grandes centros urbanos. Las comunas de la tierra resultan en una “nueva perspectiva de inclusión colectiva y politizada, en un “espacio rur-urbano” (Gomes, 2013: 16). Estos asentamientos se conformaron bajo distintas circunstancias, pero tienen como factores comunes la necesidad de vivienda y de gestionar por sí mismos sus recursos productivos para generar un espacio donde llevar a cabo el trabajo colaborativo. Son experiencias en las que anteriormente se reconocería la necesidad de integrar en el mismo espacio el acceso al trabajo, la vivienda y la comunidad.

El trabajo en la comuna, de acuerdo con la organización que existe en el MST, propone el intercambio de algunos días de servicio mientras otros comercializan o forman parte de una producción en común; simboliza una nueva conciencia de solidaridad y colectividad, ya que no existe aprehensión sobre el control del trabajo o sus actividades. El trabajo es comunal y de él depende el bienestar personal, que generará el bienestar común.

La organización de la comunidad corresponde a las necesidades de los habitantes. Los núcleos de diez viviendas están compuestos por alrededor de 130 familias. Hay una característica que sí existe en el campo y se reconoce como una dinámica del entorno, y es la familiaridad que existe entre quienes ahí habitan. Esto puede ser producto del tipo de actividades que se desarrollan en el campo, como el cultivo, la cosecha, las fiestas religiosas o las celebraciones familiares. Estas prácticas, como núcleos comunitarios, hoy se distinguen en la misma Ccmuna, ya que partiendo de las condiciones de comunidad, quienes participan en ella las han trasladado a la ciudad.

Los vecinos de la Comuna se relacionan con confianza para dejar a sus hijos encargados o convidarlos a la comida del día, pues se conocen y confían entre ellos. La solidaridad y la amistad van más a allá del parentesco. Las madres que pueden quedarse en casa mientras otras salen a trabajar a la ciudad se hacen cargo de los niños y las niñas en la guardería, realizando un intercambio de labores y tiempo que mantiene en resguardo a los hijos de la comunidad.

Los habitantes de la Comuna realizan la producción de hortalizas y la panadería, de manera que el entorno en el que viven les permite crear como forma alternativa prácticas económicas y relaciones sociales que consiguen proveerles de lo necesario para vivir, asumiendo esta labor desde su desarrollo personal y colectivo a través de la gestión responsable de sus recursos en su trabajo. De la misma manera, se busca satisfacer de manera recíproca las necesidades de los actores que se involucran dentro de la organización, creando relaciones equitativas que permiten crear beneficios sociales a través de la generación de proyectos sociales y nuevas iniciativas de trabajo colaborativo.

La apuesta es que, de ser posible, cada individuo dentro del proceso sea el responsable de su propio desarrollo a través del control de lo que produce, consume, etcétera. El eje principal de la formulación de los planes de trabajo de asentamientos urbanos surge como una respuesta a los altos números de personas en situación de calle que existen en la ciudad de São Paulo. Personas que han perdido su hogar a causa de la falta de empleo, lo que representa una exclusión difícil de retraer y que las condena a la marginalidad absoluta. Consideremos que el concepto de exclusión encierra en él todos los aspectos de la vida social, como la educación, el trabajo y diversión.

La importancia política de la conformación de la Comuna reside en la transformación de personas en situación de calle a participantes de un movimiento social en el que pueden establecer objetivos comunes con su grupo, así como metas coincidentes de lucha para la propia transformación de sus condiciones de vida. Las virtudes cívicas necesarias para el cumplimiento del rol político del sujeto son “la autonomía, la libertad, la crítica razonada, a las que se agregan las condiciones de su realización: libertades de asociación, prensa y horizontalidad organizativa” (Collin, 2012: 181).

De la anterior caracterización de economía solidaria, y de su impacto en términos de generación de empleo e ingreso en comunidades marginadas, se reconoce cómo la economía solidaria es un valioso instrumento que permite hacer converger diferentes sectores sociales para enfrentar sus necesidades y conflictos. De esta manera, vuelven a participar de una comunidad, a formar parte de un espacio en el que tienen un papel y son indispensables para continuar la lucha. Estar en la tierra, sentirse ligado a ella, a trabajarla, a alimentarla y a conseguir que nos alimente. La significación de esta pertenencia y circulación necesaria es una de las representaciones de la mística del Movimiento, es decir, una de las razones por las que sus elementos continúan reunidos en comunidad, luchando.

Conclusiones

La experiencia de la comuna urbana Dom Hélder , como uno de los brazos urbanos de un movimiento originalmente campesino, pone en evidencia la necesidad reivindicativa de un territorio para vivir, pero también para configurar un espacio para hacer comunidad. Esta organización ocurre dentro de una sociedad que busca el cambio y las alternativas que propone nos ayudan a modificar el orden social; como sociedad subalternizada, se mueve para reformar estructuras de la sociedad dominante, es decir la forma de trabajo, de organización, de convivencia que no es la ofrecida por el sistema capitalista.

Tanto el motor de la reivindicación campesina del MST como la de su brazo urbano, la comuna, son respuestas a un mismo contexto: neoliberalismo, desplazamiento, alienación laboral. La comuna entonces no sólo es un movimiento social, político y anticolonial que busca la transformación social, sino también la reconfiguración de una estructura social para conseguir emancipación y soberanía. El capitalismo, como nuevo orden de configuración económica, promueve la exclusión, que en la comuna Dom Hélder Câmara provocó el total sentido de unidad. En su forma de organización se crearon las condiciones de mayor justicia distributiva, de manera democrática y justa.

La economía solidaria, como modo de producción alternativo a la reproducción del capital, consigue que vivir bien en la ciudad sea posible toda vez que los valores de la autogestión, la igualdad y la horizontalidad entre sus integrantes, la redistribución solidaria de la renta y la posesión del trabajador de sus medios de trabajo consigan crear nuevos escenarios con nuevas posibilidades, no solo para quienes habitan dentro de ella, sino para quienes cerca de ella se benefician indirectamente. Experimentar el vivir bien en la ciudad implica también una resignificación del espacio en las ciudades, lo que tiene una reverberación de una escala más importante en la sociedad brasileña.

Si bien las relaciones sociales se han fortalecido dentro de la Comuna, también se ha conseguido la aceptación de vecinos y otros habitantes cercanos. Las posibilidades de la comunidad se ven ampliadas cuando alguien que no pertenece al Movimiento busca formar parte de algún grupo de trabajo o estudio.

Material suplementario
Información adicional

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Referencias
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Notas
Notas
1 Las reformas de base prevenían la reforma agraria, tributaria, administrativa, bancaria y en la educación, la nacionalización de empresas extranjeras y la aplicación de la ley de Control de remesas para controlar el envío de intereses a las matrices de empresas extranjeras.
2 El estatuto de la tierra estaba imbuido del espíritu que dio pie a la política agraria de la dictadura, relacionada con la preferencia del gran capital; no obstante, representó la primera legislación sobre la reforma agraria en el país, definiendo sus marcos, sus límites, expresados en los parámetros legales que restringían la distribución de tierras a las grandes propiedades improductivas (Rodrigues, 2012: 14).
3 El motivo “oficial” para el resultado del golpe de 1964 fue el “espectro del comunismo”. En las Fuerzas Armadas, ese era un sentimiento genuino. Pero fue apenas eso –alimentado por los delirios estadísticos del gobierno de Goulart- lo que movilizó golpistas militares y civiles (…) En la madrugada del 2 de abril de 1964 Joao Goulart fue informado de que los Estados Unidos ya habían reconocido el “nuevo gobierno” de Ranieri Mazzilli (Bueno 2013: 386-397).
4 Una organización fundada en junio de 1990 por profesionales de distintos campos como una asesoría técnica a movimientos sociales, la USINA CTAH ha articulado procesos que comprenden la capacidad de planear, proyectar y construir por parte de los propios trabajadores, movilizando fondos públicos en un contexto de lucha por las reformas urbana y agraria: http://www.usina-ctah.org.br/sobre.html#sthash.YljmEIpU.dpuf
5 Formada para el acompañamiento técnico y educativo de grupos de trabajadores que serían parte de un Programa de Generación de Trabajo y Renta del Ayuntamiento Municipal de Campiñas, sumada a la iniciativa de un grupo de profesores y alumnos que tenían como objetivo fortalecer investigaciones de preparatoria o proyectos de extensión. http://www.preac.unicamp.br/?p=186
6 Las Comunas de la Tierra se denominan Dom Hélder Cámara, Dom Tomás Balduíno, Irmã Alberta, así como Dom Pedro Casaldáliga, en honor a religiosos que tuvieron papeles destacados dentro de la Iglesia católica brasileña en asuntos relativos a la reforma agraria y los pueblos indígenas
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