Resumen: Desde los años setenta América Latina ha transitado profundas transformaciones en el patrón de acumulación consistente en una creciente mercantilización de la tierra, el trabajo y los modos de vida de las poblaciones. El mundo del trabajo también se reconfiguró y con él las múltiples estrategias para garantizar los medios de subsistencia, en los que las condiciones de precariedad, explotación y despojos son crecientes y brutales. En este trabajo focalizamos la mirada en el caso de una zona rural del valle de Punilla, en el territorio de Cochatalasacate, Córdoba (Argentina), durante los primeros meses de la pandemia de COVID-19, ya que nos permite identificar las estrategias de producción y reproducción de la población en un escenario de multi-emergencia. La particularidad radica en que el proceso organizativo da origen a una cooperativa de trabajo que se enmarca en un proceso más amplio de recuperación y defensa de un territorio ancestral. El objetivo de este trabajo es analizar las formas de organización y las estrategias de producción y reproducción para la subsistencia de la comunidad organizada en el territorio de Cochatalasacate en el marco de la pandemia. Para ello, proponemos una estrategia cualitativa de abordaje de los datos a partir del análisis de registros de campo, observaciones en el territorio y entrevistas en profundidad realizadas durante los meses de febrero de 2019 y diciembre de 2020 a los sujetos involucrados.
Palabras clave: territorio, economía popular, autonomía.
Abstract: Since the 1970s, Latin America has undergone profound transformations in the accumulation pattern consisting of a growing commodification of land, work, and the ways of life of the populations. The world of work was also reconfigured and with it the multiple strategies to guarantee the subsistence, where the conditions of precariousness, exploitation and dispossession are increasingly growing and brutal. In this work, we focus our attention on the case of a rural area in the Punilla Valley, in the territory of Cochatalasacate, Córdoba, during the first months of the Covid-19 pandemic, given that it allows us to identify production and reproduction strategies of the population in a specific scenario of multi-emergency. There, the particularity lies in the fact that the organizational process gives rice to cooperative work that is part of a broader process of recovery and defense of an ancestral territory. The objective of this work is to analyze the forms of organization and the strategies of production and reproduction for subsistence by the organized community in the territory of Cochatalasacate in the context of the pandemic. To do this, we propose a qualitative data approach strategy based on the analysis of field records and observations made in the territory and in-depth interviews conducted during the months of February 2019 and December 2020 with the subjects involved.
Keywords: territory, popular economy, autonomy.
Resumo: Desde os anos 70 a América Latina tem transitado profundas transformações no padrão de acumulação consistente numa crescente mercantilização da terra, do trabalho e dos modos de vida das populações. O mundo do trabalho também se reconfigurou e com ele as múltiplas estratégias para garantir os meios de subsistência, onde as condições de precariedade, exploração e despojos são cada vez mais crescentes e brutais. Neste trabalho focalizamos o olhar no caso de uma zona rural do vale de Punilla, no território de Cochatalasacate, Córdoba, durante os primeiros meses do Covid-19 pandemia, já que nos permite identificar as estratégias de produção e reprodução da população em um cenário de multi-emergência. Aí, a particularidade reside no facto de o processo organizacional dá origem a uma cooperativa de trabalho que faz parte de um processo mais amplo de recuperação e defesa de um território ancestral. O objetivo deste trabalho é analisar as formas de organização e as estratégias de produção e reprodução para a subsistência por parte da comunidade organizada no território de Cochatalasacate no âmbito da pandemia. Para isso, propomos uma estratégia qualitativa de tratamento dos dados a partir da análise de registros de campo e observações realizadas no território e entrevistas em profundidade realizadas durante os meses de fevereiro de 2019 e dezembro de 2020 aos sujeitos envolvidos.
Palavras-chave: território, economia popular, autonomia.
Convocatoria temática: Trabajo en ámbitos rurales
Neoliberalismo y pandemia: estrategias de producción y reproducción para la subsistencia de los sectores populares en la ruralidad. La experiencia del territorio de Cochatalasacate, Punilla (Córdoba, Argentina)
Neoliberalism and pandemic: production and reproduction strategies for the subsistence of popular sectors in rural areas. The experience of the Cochatalasacate territory, Punilla (Córdoba, Argentina)
Neoliberalismo e pandemia: estratégias de produção e reprodução para a subsistência de setores populares em áreas rurais. A experiência do território de Cochatalasacate, Punilla (Córdoba, Argentina)

Recepción: 07 Junio 2022
Aprobación: 27 Septiembre 2022
Introducción
En las últimas décadas América Latina ha sido escenario de múltiples conflictos sociales ligados a una desigualdad histórica estructural. En este marco, son numerosos los y las autoras (Gago y Mezzadra, 2015; Svampa y Viale, 2014) que identifican transformaciones en el modo de acumulación capitalista a partir de los años setenta con la reestructuración neoliberal, dando cuenta de una lógica extractivista basada en la creciente y extrema mercantilización de la tierra, el trabajo y los modos de vida de las poblaciones.
Este patrón de acumulación del capitalismo neoliberal se sustenta sobre la base del despojo de territorios y poblaciones enteras para su valorización, lo que ha llevado, a su vez, a transformar profundamente las relaciones en el mundo laboral donde la dinámica de explotación se hibrida con la expropiación de la propia fuerza de trabajo mediante el endeudamiento, la usura, la renta, etc. En este contexto, la pandemia global por COVID-19 puso al desnudo, en una coyuntura concreta, una multiplicidad de crisis que la atraviesan.
La provincia de Córdoba (Argentina) no es ajena a ello. En un informe realizado en el marco del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio1 (en adelante, ASPO) damos cuenta de un escenario de múltiples crisis: sanitaria, laboral, alimentaria, habitacional, ambiental, de violencia institucional y violencia de género (Ciuffolini et al. 2020), que no es particular de nuestra provincia o país, sino que caracteriza a un escenario global atravesado por condiciones de precariedad, explotación y despojos -no nuevas- sino crecientes y brutales.
Así, en las últimas décadas sobrados son los casos de luchas y conflictos en defensa de los medios de subsistencia y producción para garantizar las condiciones de vida (Avalle y Reinoso, 2021). Un ejemplo de ello es el caso del territorio ancestral de Cochatalasacate, ubicado geográficamente en las inmediaciones de la localidad de Bialet Massé, en la provincia de Córdoba. Allí, una diversidad de sujetos y grupos sociales (indígenas, campesinos/as, artesanos/as, productores/as vecinos y vecinas) habitan y construyen estrategias de producción para la subsistencia, a la vez que se organizan para resistir el avance del cercamiento contemporáneode tierras -en zonas rurales y áreas protegidas- por parte del capital inmobiliario y el Estado.
En ese marco, las dinámicas desplegadas por el capital en el contexto de la pandemia de COVID-19 nos resultan particularmente interesantes, ya que, por un lado, el escenario de multi-emergencia ha empujado a las familias productoras y comercializadoras de la zona a diseñar o acelerar procesos organizativos, no sólo para sostener su vida sino también para construir redes de solidaridad y economías de reciprocidad con familias vecinas y otras organizaciones e instituciones. Por otro lado, la novedad radica en la diversidad de sujetos que componen dicho entramado, ya que si bien el territorio-base es un territorio indígena, muchas participantes son familias de la zona, de sectores populares urbanos y campesinos.
El objetivo propuesto aquí es analizar las formas de organización y las estrategias de producción y reproducción por parte de la comunidad organizada en el territorio de Cochatalasacate en un contexto pandémico. Para ello, diseñamos una estrategia cualitativa consistente en un análisis de registros de campo y observaciones en el territorio, además de diez entrevistas realizadas en 2019 y 2020 a los integrantes de la comunidad.
El artículo está dividido en tres partes: en primer lugar, construimos un marco analítico que nos permite identificar de manera crítica dimensiones teóricas para analizar fenómeno; en segundo lugar, hacemos una presentación del caso y de la estrategia metodológica para su abordaje; por último, desarrollamos un análisis que contempla tres dimensiones: las trayectorias de los sujetos, las condiciones de precariedad y profundización de las múltiples crisis en el marco de la pandemia y la forma de organización cooperativa como estrategia de subsistencia.
La producción y reproducción de la vida ¿para quién?: debates contemporáneos sobre extractivismo y explotación capitalista
La crisis sanitaria generada por el COVID-19 ha expuesto con crudeza la situación crítica en la cual se encuentra gran parte de la población global, signada por condiciones de precariedad, explotación y despojo crecientes. La gobernanza neoliberal que ofrece el modelo de producción y acumulación capitalista desde los años 1970, ha ido mostrando a través de sucesivas crisis (deuda a finales de la década de 1980, reformas laborales en la de 1990, financiera en 2008/9, sanitaria en el presente) un creciente desmejoramiento de las condiciones de vida de la población, y una también creciente expropiación y concentración de la riqueza en cada vez menos manos.
América latina es uno de los territorios más arrasados por esta dinámica extractivista –al decir de Gago y Mezzadra (2015)-: el nivel de mercantilización de la tierra y el trabajo llevó a niveles inmanejables la gobernabilidad o el control político del capital, más aún, en un territorio donde la alianza entre capitalismo y democracia, gestada en el escenario de posguerra, se vio resquebrajada tempranamente con la instauración de dictaduras militares que impusieron localmente lo que en los países del norte se implementó de la mano de gobiernos liberales y conservadores.
Este proceso de mercantilización extremo lleva a un escenario en el que el trabajo y el territorio quedaron casi por completo subsumidos al mercado. Como señala Ciuffolini (2021), si bien los gobiernos de corte progresista intentaron poner una regulación o control político a la lógica extractiva del capital, no lograron desmontar todo el andamiaje institucional y normativo que las reformas de los años setenta y noventa implantaron en la región. Las fuerzas liberalizadoras consolidaron una dinámica extractiva sobre la tierra a partir del despojo de las poblaciones de sus lugares de hábitat y subsistencia, y una dinámica de explotación laboral y de los cuerpos en el mundo del trabajo.
El mundo del trabajo: el adentro y el afuera de una relación salarial
La noción de trabajo a la que hacemos referencia no solo remite al modelo salarial predominante en el siglo XX y a las instituciones de protección social a él vinculadas, sino a un concepto y un mundo que suponen la transformación de las relaciones sociales y la naturaleza puestas al servicio de la subsistencia y reproducción de las condiciones de vida de los sujetos. En ese sentido, es necesario superar la reducción del concepto trabajoal ámbito de la producción. Ocurre que, en el marco del capitalismo, estas prácticas son colonizadas por los mecanismos de valorización y mercantilización del capital.
Así, nos encontramos con un escenario en el que el trabajo asalariado se encuentra hace tiempo amenazado y explotado producto de las reformas laborales, los cambios en los modos de producción y el desmantelamiento de los principales mecanismos de protección social (seguros, jubilaciones, obras sociales) y representación (sindicatos), generando un tránsito ininterrumpido hacia un terreno no salarial. Lorey (2018) explica esta situación en términos de inclusión-exclusión, lo que le permite inscribir a esta masa trabajadora en un proceso creciente de desafiliación social, económica y política. Este tránsito, este intermedio permanente entre estar dentro y estar afuera, o ese riesgo de perder la estabilidad de un trabajo asalariado y entrar en ese derrotero, es lo que Lorey define comoestado de precariedad.
Del otro lado, desde categorías como la exclusión o el mundo laboral no asalariado, el sujeto protagonista de estas relaciones es aquel que no solo está excluido de todo sistema de protección y resguardo del mercado, sino que la relación de explotación se transforma en una relación de expropiación de la propia fuerza de trabajo y de los cuerpos. Ese mundo no salarial se va configurando a la par de la reestructuración capitalista, e importa consecuentemente un conjunto de relaciones sociales diversas y heterogéneas “al interior de las cuales se advierte una multiplicidad de formas y sujetos trabajadores” (Marega, Vogelmann y Vitali, 2019: 11). Es aquí donde entra a jugar un término polisémico y multidimensional, ampliamente trabajado, como el de los “comunes” (Laval y Dardot, 2015; Saidel, 2017; Gutiérrez Aguilar, 2015; Fernández Álvarez, 2018), que nos permite complejizar o abrir el concepto de trabajo hacia espacios y relaciones no salariales. Esto es, la construcción de lo común como un espacio de socialidad, y a su vez el terreno donde lo privado se torna público, y la producción se bienes y servicios es una tarea colectiva, al igual que su uso o consumo posterior.
Los sujetos excluidos: notas características para seguir pensando
En este marco, el sujeto excluido –el informal, la precarizada, el trabajador golondrina– se encuentra expuesto a múltiples tipos de despojos y expropiaciones que lo mantienen en ese espacio de borde debido a su itinerancia entre diferentes experiencias laborales, y a su vez, atravesado por una lógica de extracción financiera que opera mediante el endeudamiento, y que no tiene como garantía la solvencia del mercado de trabajo, sino la percepción del algún tipo de asistencia estatal de los sujetos (Gago y Mezzadra, 2015), y la hipoteca de cualquier ingreso por trabajo futuro. Incluso las experiencias que se erigen como alternativas, encuentran en el endeudamiento financiero una vía para concretar sus proyectos productivos y reproductivos.
Ahora bien, si el capital está logrando totalizar las relaciones sociales ¿hay, en este sentido, algo inapropiable del trabajo? Para Fraser (2014) la mercantilización y monetarización nunca es completa; para Gago y Mezzadra (2015) ya no hay espacios no mercantiles, lo que ocurre es una reorganización violenta del capital; como señala Davies (2016) “los enemigos contra los que se dirige están en gran medida desprovistos de poder y se hallan dentro del propio sistema neoliberal” (141).
Ello nos lleva a reconocer que las relaciones sociales del trabajo exceden su espacio tradicional de producción de valor, la fábrica, y se desplazan a los propios espacios de vida, a los territorios y al cuerpo, evidenciando o denunciando el avance del capital sobre espacios antes no mercantilizados. En un artículo Fraser (2020) resalta dos contradicciones fundamentales del capitalismo: por un lado, la del capital-naturaleza; por el otro, la del capital-reproducción social. Así, es importante resaltar que cuando hablamos de despojos y expropiaciones de los territorios, no significa únicamente el desplazamiento de los sujetos de su medio de producción, sino de su vida y reproducción social. En las sociedades capitalistas la producción de mercancías, relación en la que el capital explota el trabajo asalariado, descansa previamente sobre el trabajo de cuidados (no remunerado) que ha estado a cargo históricamente de las mujeres. No obstante, si bien el capital depende de tales actividades socio-reproductivas para desplegarse y desarrollarse, no las reconoce como trabajo en un incesante impulso hacia la acumulación que, como dice Fraser (2020), lo expone siempre al peligro de desestabilización de los procesos de acumulación.
Posiblemente acá encontramos un lenguaje a través del cual reflexionar sobre esta noción de trabajo no salarial. Ese lenguaje que intentamos poner en diálogo es el de los medios de subsistencia y los medios de producción de un sector de la economía que marcha en paralelo al mercado capitalista y que tiene con éste múltiples conexiones, y que involucra también la dimensión de la reproducción social o la economía de los cuidados. Son términos que requieren ser puestos en contexto para exponer las relaciones de dominación, las jerarquías sociales y las desigualdades que producen, por más que podamos pensarlas por fuera de una relación mercantil. El primer movimiento se produce en la forma cooperativa, que ofrece el caso de estudio para comprender la relación trabajo y medios de producción (Singer, 2011), donde tanto uno como otro no se muestran separados, sino que se corresponden mutuamente; el segundo lo conforman los medios de subsistencia que se encuentran estrechamente ligados para enfrentar las necesidades diarias mediante actividades múltiples, variadas, y escasamente remuneradas, que como indican Follegati y Peretti (2022) levantan una “economía popular de subsistencia, que (...) alteró en la práctica, las relaciones de género” (61).
La subsistencia, la producción y los cuidados involucran prácticas sociales de trabajo que están acompañadas por relaciones de dominación, patriarcado, sumisión y dependencia. Es justamente ese lugar el que pretendemos exponer acá a partir de mirar con esos reparos epistémicos las experiencias de un grupo de trabajadores y trabajadoras de la provincia de Córdoba. En esta instancia problematizamos entonces al trabajo como parte de la trayectoria de vida de los sujetos, sus inscripciones en el mundo salarial, las múltiples desafiliaciones y exclusiones; al mismo tiempo, extendemos la mirada a las expresiones colectivas de organización del trabajo que proponen en el presente, a modo de contramovimientos al decir de Fraser (2014) para resistir a ese estado de precariedad.
El territorio de Cochatalasacate: una experiencia comunitaria y familiar desde la diversidad indígena, popular y campesina
Presentación del caso
El caso que aquí presentamos es el de una experiencia organizativa en Cochatalasacate, que nace en el marco de una articulación en defensa del territorio de la comunidad indígena Ticas del pueblo comechingón2, que desde la década de 1980 ha iniciado un proceso de auto-reconocimiento y de reivindicación y ocupación del territorio de manera pública, pacífica, tradicional y ancestral, en las inmediaciones de Bialet Massé, en una zona rural, de monte nativo y área natural y cultural protegida3 en el valle de Punilla (Gran Córdoba). Esta región, según datos del último censo disponible (2010), es la que ha tenido mayor crecimiento poblacional en términos relativos en la provincia (llegando a alcanzar el 47, 2% entre 1991 y 2010), lo cual ha tenido un fuerte impacto en el mercado inmobiliario y de la construcción.
Según los últimos censos agropecuarios (2002, 2008, 2018) ha sido constante la pérdida de producción agrícola-ganadera y las posibilidades de desarrollo de la producción indígeno-campesina allí donde el negocio inmobiliario vinculado al turismo fue acaparando tierras. Por otro lado, grandes obras de infraestructura vinculadas a este crecimiento han tenido también fuerte impacto en cuencas hídricas y zonas protegidas de bosque, y han sido resistidas e impugnadas por las poblaciones4. Todo ello ha generado un contexto difícil para la viabilidad de pequeños y medianos productores5 (Reinoso 2015) que, o fueron expulsados, o tuvieron que reinventar sus medios de vida, o se encuentran constantemente amenazados6.
El escenario de la pandemia global por COVID-19 y el conjunto de medidas de gobierno puso al descubierto las condiciones de despojo, explotación y precariedad de los y las trabajadoras de los poblados de la zona, y las recrudeció. En el territorio de Cochatalasacate un núcleo organizativo integrado por vecinos y vecinas de la zona e integrantes de la comunidad indígena, que se encontraba realizando desde el año 2017 proyectos vinculados a la defensa de la tierra y al trabajo agrícola y artesanal, se vio ante la necesidad de fortalecer su forma colectiva de trabajo como estrategia de subsistencia.
En este marco surge la figura de la cooperativa, que si bien no se origina en el marco de la pandemia, sí se fortalece7 para cubrir las necesidades básicas, en un momento en el cual la mayoría de las familias se encontraba sin salida laboral y sin sus fuentes principales de ingreso. El caso que traemos nos parece interesante en varios sentidos:
*da cuenta del escenario de multi-emergencia sanitaria, alimentaria, habitacional, laboral, ecológica atravesado por múltiples violencias y despojos;
*grafica nuevas formas de inventarse el trabajo, a partir de construir estrategias de autoabastecimiento para las propias familias y las redes locales;
*muestra el desafío y la novedad de lo que implica construir lo común a partir de una diversidad de sujetos y grupos sociales que se articulan en el marco de un proceso de recuperación y defensa de territorio indígena;
y todo ello se da en un escenario de fuerte avance sobre los territorios por parte del negocio inmobiliario, en plena pandemia, que cada vez acapara y expropia más tierra. Ante ello, la comunidad se organiza para resistir, pero también para atender a las demandas sociales allí donde la asistencia estatal no alcanza.
Durante la pandemia, las acciones que asumió la cooperativa de trabajo fueron, sobre todo, de compras comunitarias, de vinculación con los productores del cinturón verde de Córdoba, el armado de bolsones económicos para las familias de la organización y los y las vecinas y el fortalecimiento de las huertas comunitarias y familiares. También, como veremos, se avanzó en la articulación con organizaciones sociales y sindicatos.

Decisiones metodológicas
Para cumplir con nuestros objetivos en este trabajo asumimos una estrategia metodológica predominantemente cualitativa, el estudio de caso, consistente en un abordaje situado, contextualizado, complejo (Yin, 1994; Stake, 1999), que asume un carácter de “estudio de caso intrínseco” (Avalle, 2022), ya que dada su particularidad nos permite poner en tensión la dinámica actual del mundo del trabajo en sectores no asalariados. De ahí que lo que nos interese sea comprender e indagar aquellos discursos y prácticas de los sujetos que se articulan y se organizan en el marco de una cooperativa de trabajo, atendiendo así a sus trayectorias laborales, las condiciones desplegadas en el marco de la pandemia y la construcción de las estrategias para la subsistencia. Analizamos diez entrevistas llevadas a cabo en algunos casos en el marco del ASPO, entre febrero de 2019 y diciembre de 2020, a miembros de la cooperativa. Utilizamos también el análisis de fuentes secundarias, entre las que incluimos algunos informes de investigación en cuya elaboración hemos participado.
Análisis del caso
Sobre el escenario de multi emergencia en el marco de la pandemia en la región
El contexto de pandemia sin dudas planteó un escenario global con importantes desafíos que afrontar por parte de los gobiernos, y con la profundización de una crisis que la mayoría de las poblaciones ya venían resintiendo pero que se develó con mayor crudeza. En ese sentido, no hablamos solamente de una crisis sanitaria o de una crisis económica: en un informe sobre la pandemia en la provincia de Córdoba que realizamos previamente (Ciuffolini et al. 2020) señalamos que:
“La gravedad y urgencia de las situaciones que vive la población cordobesa es laboral, habitacional, alimentaria y de alta violencia y vulnerabilidad ambiental. Esta complejidad trasciende la simple discusión que nos fuerza a decidir la explicación -y por lo tanto, los modos de intervención- de la crisis dentro de los polos ‘salud’ vs. ‘economía’. Este escenario crítico de multi-emergencia no nació en marzo de 2020: se viene mostrando evidente y con alta nitidez desde hace al menos 5 años. Con ello, la llegada de la pandemia a nuestro país y las medidas tomadas en consecuencia no son sus principales causas u orígenes; son, en todo caso, los principales ingredientes de un novedoso y brutal principio activo que revela lo que ya existía” (7).
Esa multi-emergencia profundizó un escenario atravesado por condiciones estructurales de precariedad, explotación y despojo. Respecto del acceso a los medios de vida, del informe se desprende que 4 de cada 10 cordobeses que viven en el área metropolitana no pueden costear con sus ingresos mensuales los gastos básicos para sostenerse y que, en la ciudad capital, una familia tipo necesitó en junio de 2020 unos 40.193,738 pesos (USD 345 para el tipo de cambio de la fecha) para no ser pobre. Asimismo, la investigación dio cuenta de la emergencia laboral en la provincia: en el caso de las relaciones salariales, entre el inicio del ASPO y julio de 2020 se contabilizaron más de 13.000 trabajadoras y trabajadoras despedidas, casi 3.500 suspensiones y casi 32.000 con reducciones salariales; por su parte, la informalidad representaba en marzo de 2020 el 55 por ciento de la fuerza laboral del Gran Córdoba.
Por su parte, un informe sobre la problemática de los pueblos indígenas en el contexto de pandemia mostró también una profundización de la múltiple crisis en lo que refiere a las comunidades a nivel nacional y en el territorio cordobés (Abeledo et al, 2020). En Córdoba se identificó como principal problema la falta de acceso a los alimentos. Para paliar este déficit, si bien se resaltó el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), también se puso en evidencia la dificultad que tuvieron comunidades indígenas de inscribirse por la falta de conectividad y recursos tecnológicos, sobre todo en zonas rurales.
Otro problema relevante tiene que ver con la falta de trabajo y/o sus condiciones. Gran parte de la población registra trabajo informal, precario y cuentapropista, lo que afecta directamente su continuidad en situaciones de crisis, emergencia o freno de la economía:
“En la mayoría de los casos se trata de familias cuyos integrantes trabajan de changas o de forma independiente, algunxs de forma cooperativa: son artesanxs, feriantes, profesionalxs independientes y oficios. En definitiva, componen el sector de trabajadorxs de la economía popular que está viendo particularmente afectado su ingreso y sustento a partir de las medidas de aislamiento por la imposibilidad de salir a trabajar” (Abeledo et al, 2020: 201).
Durante las medidas de aislamiento muchas familias de la zona se quedaron sin sus principales medios de vida al no poder salir a trabajar y al no contar con un ingreso mensual fijo, salvo algunos ingresos estatales. En algunos casos en los que se encontraban trabajando en alguna cooperativa u organización social contaron con el ingreso del Salario Social Complementario (en el marco del programa Potenciar Trabajo) y otros programas provinciales, como la Tarjeta Social en Córdoba, además de la Asignación Universal por Hijo en el caso de las madres. En ese sentido, si bien fue importante el rol del Estado en la regulación de la crisis en los inicios (Ciuffolini et al. 2020), el papel que jugaron las organizaciones sociales para contener a los sectores populares y garantizar el alimento y recursos básicos de higiene y salud fue más que imprescindible en dicho contexto (Cherñavsky, Colla y Reinoso, 2020).
En el mismo sentido, el informe citado (Abeledo et al, 2020) muestra que, en el caso de las comunidades que habitan en zonas rurales de Córdoba, el desarrollo de la agricultura en pequeñas escalas mediante la recuperación de chacras y creación de huertas familiares dio lugar a reorientar las energías de trabajo hacia el autosustento, dado que no podían dirigirse hacia las ciudades para trabajar.
Por otro lado, particularmente en la zona de Punilla, el problema fundamental que se suma es la crisis hídrica. La falta de agua potable, para riego y la cría de animales, y la falta de tierras, son uno de los principales obstáculos para aumentar la escala de la producción: es decir, se trata de trabajadores y trabajadoras de la tierra sin tierra y sin agua. Este problema se exacerba en la pandemia, pues se hace cada vez más necesario multiplicar la producción para el autoabastecimiento, a la vez que, por el otro lado, se acelera el cercamiento de tierras por parte del desarrollismo inmobiliario.
También es importante mencionar la falta de acceso a servicios públicos como el transporte, en una zona donde normalmente escasea y que en los primeros meses de pandemia estuvo suspendido en su totalidad. Las familias quedaron literalmente aisladas, salvo en ocasiones donde se armaron redes de transporte entre vecinos y vecinas haciendo uso de su certificado como trabajadores esenciales: proveedores de alimentos. A ello se suma también la falta de infraestructura hospitalaria y la crisis sanitaria que afectó particularmente a la zona durante la pandemia (ya que solo cuenta con un solo hospital, el Funes, para todo el corredor de Punilla).
Respecto de las violencias, estas recrudecieron sobre los territorios indígenas y campesinos de la zona en Bialet Massé, así como sobre los cuerpos de las mujeres defensoras de esas tierras. El negocio inmobiliario no tuvo ASPO ni pandemia: durante los años 2020 y 2021 se desplegaron numerosos conflictos territoriales con actores privados (empresas o particulares) que avanzaron con emprendimientos ilegales y apropiaciones irregulares de tierras. Así, sucedieron episodios de extrema violencia sobre una familia campesina histórica de la zona, incluyendo amenazas de muerte; también sobre una vecina que intentaron desalojar mediando violencia de género9,10.
En este contexto, la comunidad indígena, familias campesinas y vecinas de la zona asumieron un rol protagónico para resolver sus necesidades básicas y generar su propia autodefensa, con un bagaje diverso de saberes, experiencias, trayectorias y adscripciones disímiles. Estos sujetos se abocaron a resolver desde lo común, las necesidades urgentes que el escenario planteaba.
Sobre la organización: estrategias para resolver lo urgente en una crisis que empuja
Los reclamos y las demandas sociales durante los primeros meses del ASPO han puesto en evidencia las urgencias que experimentan los grupos sociales que se organizan para sostener la vida. La masa de políticas públicas desplegada por el Estado se presentó como un conjunto fragmentado y a veces contradictorio o insuficiente y no logró (ni quiso) resolver las cuestiones de fondo (Ciuffolini et al. 2020). Es por ello que aquí, y atendiendo a esas condiciones, intentamos recuperar de manera crítica y reflexiva la experiencia de una cooperativa en un espacio rural y de las serranías, donde no sólo golpea una crisis sanitaria sino la constante amenaza y despojo de la tierra que deja cercadas las posibilidades de producción y reproducción de la vida de los sujetos.
Como dijimos antes, en los discursos se construye la percepción de que la sociedad del presente es una sociedad corrompida y saqueada; una generación rota, sin estabilidad laboral, sin posibilidades; con niveles de violencia creciente por parte de las patronales; una generación entera que post-2001 quedó atravesada por el daño. No obstante, también en ese movimiento surge la necesidad de recuperar los “valores naturales” y otros modos de estar que hacen posible la conservación de la vida y dan mayor estabilidad a la existencia: “y la subsistencia es de alimento, de salud, de economía de vida”.
En este marco de urgencias, garantizar la propia subsistencia, esa economía de vida, es la condición primera para poder generar modos de organización que a la vez no se queden en la práctica de resistir, sino que generen, construyan, creen. A eso le llamamos potencial creativo de las formas organizativas: procesos de los cuales también resultan formas propias de subjetivación política. En el caso estudiado podemos identificar una serie de dimensiones que dan sentido a la construcción colectiva: la autoridad, encarnada en la forma organizativa de la cooperativa; la organización territorial, a partir de la forma asamblearia y las redes que habitan el territorio; y la producción de riqueza en la producción agroecológica, bolsones, productos derivados, etc. A continuación, profundizamos sobre cada una de ellas.
La autoridad: respecto de la forma de trabajo en cooperativa, en los diálogos emerge una idea de recuperar vínculos, de construir formas más sanas y reales de trabajo, con todas las dificultades que eso puede conllevar en un escenario de despojo y expropiación:
“Y bueno en base a eso nos queda algo de aquello que perdimos y que queremos recuperar de la familia en general, de este vínculo que vinimos a hacer y consideramos una de las formas más reales para trabajar, más sanas para trabajar, es en cooperativa (...) Y la cooperativa de trabajo nos parece algo muy lindo, nos da miedo porque te estoy contando una historia de mierda a nivel social e institucional con el cual nunca encontramos un reparo así, siempre fue de lucha viste, fue...siempre fue de defender los derechos, de decir ‘acá estoy, no me mates’; ‘acá estoy, no te abuses’, eh...y todos tenemos una mirada diferente, no todos lo vivimos así”.
En los discursos hay una idea siempre presente de tener que “lucharla” y “resistir”, pero en ese marco, y desde una diversidad de miradas -muchas veces contrapuestas- la apuesta es a la construcción de lo colectivo, con todas las dificultades de ese mundo fragmentado e individualizante que aparece de trasfondo:
“lo que nos pasa es que queremos escapar de un sistema impuesto, patrón-empleado, esa lógica, la queremos romper, pero la rompemos de forma individual (...) hasta que nosotros no podamos ver que eso no alcanza, con salvarme yo, eh…no sé, lo veo complicado”.
En ese marco, el potencial creativo aparece aquí en momentos de crisis donde la necesidad empuja a la constante reinvención para la subsistencia de una misma y de los otros. Cuando dio inicio el ASPO, la cooperativa ya existía, pero cobró impulso dada la situación crítica de falta de alimentos y elementos básicos para cubrir las necesidades por la imposibilidad de salir a trabajar de quienes no se encuentran dentro del mercado formal de trabajo:
“lo de la cuarentena es como que llega a un proceso más concreto, directo, a un trabajo comunitario con el tema de los bolsones, fue como algo más rápido también, como que no era algo que estaba en los planes sino que fue algo que surgió también y que surgió a nivel general por la necesidad digamos del momento y como fue también aprovechar la beta, la oportunidad y poder compartir lo que veníamos haciendo”.
En ese escenario, los y las integrantes de la cooperativa se abocaron a armar bolsones de verduras y sus producciones: por un lado, para ofrecer sus productos, pero por el otro también como forma de generar redes solidarias (“un trabajo comunitario”), colocando productos de primera necesidad en el mercado local-cercano (en el barrio, en la comunidad) a precios accesibles o al costo. Aparece esto como “una excusa para vender lo que producimos, que no alcanza por sí solo; funcionó, a su tiempo”. No obstante, en este proceso también las dificultades, las contradicciones entre lo colectivo-individual aparecen permanentemente; y también las posibilidades o imposibilidades de sostener el proyecto a mediano y largo plazo, más allá de la coyuntura crítica11.
La organización territorial: asimismo, la construcción del espacio organizativo resulta de una serie de prácticas y sentidos que lo configuran de manera determinada en su despliegue y articulación, a partir de la multiplicidad de actores que convergen en el proceso a través de las redes que se tejen y de la figura de la asamblea, que es donde se debate y decide. Ello da lugar a determinadas formas de comprender y abordar cuestiones relacionadas con la construcción del territorio y las formas de habitarlo. Aquí el territorio se presenta como un lugar de disputa y como un organizador de las relaciones sociales, que a su vez lo construyen. Es ahí, en el “estar” en el territorio, donde se van tejiendo los lazos de cooperación social y construcción de lo común, y de/desde donde se ancla y despliega ese potencial creativo del que hablamos:
“me parece que también tiene que ver con un estar más en el territorio y habitar el territorio y desde dónde se lo habita como en el movimiento...entonces bueno cuando empieza (la pandemia), cuando a la cooperativa ya como que se le da un poco más de forma, desde una mirada más de la cooperativa digamos que ya había, venía habiendo un trabajo compartido”.
En ese sentido, se plantea un escenario en el que lo local, lo cercano, el vecindario, el barrio y, en definitiva, el territorio, es organizador y soporte de ese movimiento a la salida colectiva, a solventar las necesidades básicas de la comunidad.
La producción de riquezas: no solo se trata de sostener o mitigar, sino de producir: los alimentos, la tierra, levantar sus viviendas, generar riqueza; y hacerlo no desde una lógica depredadora y expropiatoria de los bienes comunes y los cuerpos, sino desde lo necesario para el desarrollo de la vida: “lo que tenés límite es al consumo”. En palabras de Pérez Orozco (2017), se trata de “subvertir la economía”: disminución del consumo, desprivatizar y desfeminizar la responsabilidad de sostener la vida y revisar instituciones como la propiedad privada y el dinero.
En ese sentido, la apuesta está en un proyecto laboral-productivo sustentado en la producción agroecológica, mostrando que “la agricultura no es un sacrificio”, sino que es un trabajo, un derecho. Pero que ese trabajo se proyecta además en equilibrio con la naturaleza, libre de violencias, libre de agrotóxicos, recuperando las prácticas ancestrales de producción y recuperando la tierra. Además, el concepto de subvertir la economía implica derribar los sentidos comunes sobre la imposibilidad de otra forma de producción que la que nos impone la agroindustria.
En suma, lo común, lo creativo y lo productivo aparecen aquí como contracara -o efectuación- del proceso expropiatorio del que venimos dando cuenta. En palabras de Negri (2013), asistimos a grandes transformaciones en el ámbito laboral con las que el capital neoliberal debe captar el valor de esa fuerza de trabajo, cada vez más autónoma, y en las que la comunidad del producir consiste básicamente en la materialidad de la vida. En un momento de crisis nos urge reorganizar lo común. Lo que aquí hemos advertido es que lo común no solo es un término más que sirve para comprender el proceso organizativo que estamos analizando, sino que expresa la capacidad para re-pensar el trabajo y los cuerpos desde una inscripción distinta a la salarial: lo común como algo a construir, lo común como posesión de lo producido, la definición común del territorio, la comunalidad como organizadora de sentidos, lo común como criterio de resignificación de recursos públicos, y lo común como criterio de atribución de responsabilidades frente a las tareas de cuidados.
Sobre los sujetos: sus trayectorias, desplazamientos y experiencias laborales
En el escenario de multi emergencia identificamos en la conformación del espacio organizativo algunos hilos que tejen la cooperación social. En ese sentido, de los relatos de la comunidad analizada emergen trayectorias laborales, experiencias organizativas y de vida que nos pueden dar un marco mayor de comprensión al proceso de la cooperativa. A continuación, identificamos algunos aspectos claves de la historia vital de estas personas que hacen a la construcción de subjetividades y a su identificación como trabajadores y trabajadoras de la economía popular.
Una vida migrante. La condición migratoria es una de los primeros aspectos que emergen de los relatos. En efecto, ninguna de las personas entrevistadas es oriunda de Bialet Massé, sino que, por diferentes motivos y desplazamientos terminaron encontrándose en ese lugar en las sierras y se fueron reconociendo a través de las necesidades y proyectos comunes: algunas desde su ancestralidad comechingona y por la defensa del territorio (como el caso de integrantes de la comunidad Ticas); otras por una búsqueda casi nómade de mejores condiciones de vida lejos de la ciudad. En ese sentido, un aspecto común que ha resultado del análisis tiene que ver con esta historia de desplazamientos, propia de la dinámica expulsiva de la ciudad capital generando ciudades.dormitorio como la de Bialet Massé, la flexibilidad laboral y la intermitencia en los empleos, las condiciones de pobreza, la falta de ingresos y el relato de los despojos que atraviesan sus biografías. De esta forma, en las entrevistas aparece la “necesidad de reinventarse” permanentemente para subsistir: migración, crisis y reinvención para (sobre)vivir. La composición migrante de estos sujetos responde, entonces, a desplazamientos experimentados desde las grandes ciudades, desplazamientos dentro de las ciudades producto del precio de los alquileres, vidas nómadas en busca de empleo, e historias de mayor alcance que narran que en cada crisis que sufrió el país, sus vidas sufrieron un nuevo traslado en busca de mejores condiciones de vida.
Las tareas de cuidado. Otro aspecto es la economía de los cuidados, que aparece fuertemente vinculada con la vida doméstica. Cuando los sujetos rememoran su vida en la ciudad, el hogar se muestra como el espacio exclusivo y de anclaje de las mujeres, algunas recuerdan sus días como “ama de casa” y a cargo del cuidado y educación de los hijos. Cualquier referencia al mundo laboral aparece asociada con tareas que pueden realizarse en el mismo hogar, de manera intermitente, por ejemplo, haciendo cursos cortos para aprender a hacer algo en la casa como velas, jabones, souvenirs, etc. La vida en las sierras presenta un desplazamiento: allí la tierra pasa a ser el lugar de trabajo y vida, donde la producción de productos agroecológicos se entremezcla con la vida cotidiana, pero los que bajan de la montaña hacia el pueblo o la ciudad, los que salen, siguen siendo los hombres. Aquí, la cooperativa opera como un nuevo lugar que tensiona el lugar doméstico de la mujer, dado que cada integrante es igual al otro, y todos deben responder a los acuerdos colectivos, todos labran la tierra, todos cosechan, todos comercializan. Los cuidados se hacen más visibles como una tarea a resolver de modo más colectivo o recíproco, sin embargo, esta experiencia no deja de ser un intento de desmontar una práctica de larga data.
La reinvención del trabajo. La inscripción previa de los sujetos en el mundo laboral expresa las condiciones de precariedad e inseguridad de la que estuvimos hablando en apartados anteriores. Los relatos muestran una multiplicidad de trabajos tales como la venta ambulante, los oficios a demanda (plomeros, mecánicos, albañiles), los comercios barriales unifamiliares, la elaboración y venta de artesanías, los talleres a demanda. Esto les ha permitido vivir al día, pero en cada crisis son los primeros en desaparecer y dejar de ser demandados, de ahí que la tarea sea siempre la de “reinventar” los trabajos, buscar nuevas changas, usar el ingenio para volver a tener el ingreso del “día”, situación que en los últimos años está muy ligada al concepto de economía popular12, algo accesible y desprotegido que permite subsistir.
Del trabajo ajeno al trabajo cooperativo. Allí identificamos otro desplazamiento propio de las trayectorias personales: de trabajar“para afuera”, para otro, “fuera de donde uno vive”, al servicio de patrones, hacia un formato colectivo y comunitario que luego se lo comenzó a mencionar como “cooperativo”. Ese nuevo registro les permite hablar del deseo de vivir de otro modo:
“rescatar aquellos valores naturales que fueron los que nos hicieron sentar las bases de una subsistencia, y la subsistencia es de alimento, es de salud, es economía de vida, y demás. Saber poder desprendernos de algunas culturas, costumbres y cuestiones que fueron adquiridas, no transmitidas”.
Si nos detenemos en este punto de la descripción, podríamos decir que narramos formas romantizadas de la vida comunitaria, en las que aparecen invisibilizadas las principales amenazas de este tipo de experiencias, como la capacidad de autosustento. Pero la novedad aparece o se refuerza, por un lado, cuando se hace explícito el reconocimiento de la asistencia estatal mediante aquella figura de salario social complementario; y por el otro, cuando en un escenario de crisis económicas, acrecentada por la pandemia, se presenta como la única salida posible.
Asimismo, el pasaje de los microemprendimientos al trabajo comunitario-cooperativo se ordena como un modo diferente de producción, poniendo en debate lenguajes como “autoexplotación” y trabajo poco o escasamente sustentable. El trabajo cooperativo y comunitarios ya no es presentado solo como una changa, sino incluso como una experiencia reconocida por el propio estado como un trabajo no formalizado que genera valor y una búsqueda de “construcción de trabajo digno” como señalan (Aguilar y Rátiva, 2022).
“Hasta que un día no fuimos más y las posibilidades de no ir más es respetar todo ese trabajo comunitario que veníamos y poder complementar nuestro trabajo con un salario, existió la posibilidad del Estado de tener un salario complementario y poder hacer cumplir y hacer valer ese salario en lo comunitario. remunerado, en tanto la intervención de la política pública se presenta no solo como una asistencia, sino como el fortalecimiento de otras dinámicas de producción de trabajo distinto al de la economía de ‘libre mercado’”.
La asistencia estatal. En la mayoría de los relatos está muy presente la presencia estatal mediante el salario social complementario, ya sea como undato que muestra un ingreso fijo en el hogar, una ayuda, ya sea como algo a problematizar y resignificar respecto de la relación con el Estado y los recursos. Algunos relatos muestran que la asistencia estatal a través de transferencias monetarias les permitió comenzar a invertir parte de esos ingresos y generar fuentes adicionales de dinero. En otros casos, aparece resignificada a partir de aquella noción de salario social complementario, que permite, sobre todo a quienes se articulan con organizaciones sociales, identificarse como trabajadores y trabajadoras de la economía popular y poner en valor su propio trabajo y el de la comunidad. Sin embargo, la ayuda social, los bienes y servicios públicos, el autoaprovisionamiento, las formas de trueque, entre otras, no se rigen –al menos no exclusivamente- por las lógicas del mercado. Se trata, pues, de formas semi-proletarizadas de las que el capital extrae valor y que se han maximizado en el neoliberalismo, producto de la expulsión de trabajadores/as de la economía formal.
Conclusiones
En este artículo nuestro objetivo fue identificar, en una experiencia concreta de organización en un espacio rural con una diversidad de actores (indígenas, campesinos, productores, artesanas), estrategias de producción y reproducción para la subsistencia en un escenario de multi-emergencia que develó y profundizó la pandemia por COVID-19. Para ello, construimos un marco en el cual repensar el mundo del trabajo a partir de lo que algunos autores y autoras denominan la reestructuración neoliberal de la década de 1970 y la lógica extractivista, que trajeron aparejada una profundización de la mercantilización del trabajo, la tierra, el dinero y los modos de vida, y con ello crecientes y brutales condiciones de precariedad, explotación y despojos de las poblaciones.
El mundo del trabajo ya no puede pensarse desde la matriz salarial, sino que hay una gran masa de trabajadores excluidos, informales, desposeídos, etc. que configuran el mundo no salarial, que importa un conjunto de relaciones diversas y heterogéneas, y va conformando una multiplicidad de formas y sujetos trabajadores. En este marco, la experiencia que traemos aquí da cuenta de toda esa diversidad de trayectorias laborales: de historias migrantes, de despojos, de desplazamientos. Cuerpos marcados por múltiples crisis económicas que golpean y empujan a la reinvención constante del trabajo en otros territorios (de la ciudad a las sierras, al campo, a la ruralidad) y a repensar las relaciones con el Estado y resignificar los recursos públicos valorizando el trabajo propio y comunitario.
Con todo ello, en su complejidad y contradicción, el escenario de crisis particular que plantea la pandemia en 2020 nuevamente hace tambalear el piso y reorganizar los cuerpos y el trabajo: así, empuja a los y las integrantes de una incipiente cooperativa de trabajo, en una zona rural, serrana, protegida, a buscar en ese espacio organizativo una forma de subsistencia, no solo para ellos y ellas, sino para la comunidad local. En ese sentido, el crítico escenario pone en funcionamiento ese potencial creativo de los sujetos organizados a través de la figura de la cooperativa, que con todas sus dificultades, se mueve para garantizar nada más ni nada menos que las condiciones de producción y reproducción de la vida.
ARK: http://id.caicyt.gov.ar/ark:/s25912755/zwxuvje5s
