Resumen: Este artículo responde la pregunta ¿cuáles son los testimonios laborales de algunos voluntarios caleños y habitantes de la región sobre el dolor y el sufrimiento de los nativos de Providencia, Colombia, ante la crisis generada por el huracán IOTA en noviembre de 2020? Se inicia indagando sobre la interrelación entre trabajo, religión, dolor y sufrimiento en Occidente desde una perspectiva socio-histórica, para comprender los significados y sus transformaciones acontecidas en el tiempo. Metodológicamente y siguiendo a Veena Das, se emplean los diferentes testimonios construidos a partir del proceso de ayuda humanitaria prestada por los bomberos y la Brigada de Emergencia de las Empresas de Servicios Públicos. El análisis gira en torno al lenguaje ritual, corporal y verbal accionado por los afectados para manejar las pérdidas, analizado desde la óptica de la antropología del dolor y el sufrimiento. Se complementa con información generada por los medios de comunicación en el aniversario de la tragedia, además de una jornada de trabajo de campo en la región afectada.
Palabras clave: sufrimiento, huracán Iota, Providencia (Colombia).
Abstract: This article answers the question, what are the testimonies that some caleño’s volunteers and inhabitants of this region have, regarding the pain and suffering of residents of Providencia, Colombia, due to the crisis caused by the hurricane IOTA in 2020? It begins by inquiring about the interrelation between work, religion, pain, and suffering in the west from a socio-historical perspective, to understand the meanings and the transformations that have occurred over time. Following Veena Das, the different testimonies obtained from the humanitarian help process, which was provided by firefighters and the Emergency Brigade of Public Service Companies; were used as methodology. The analysis was based on the ritual, body, and verbal language shown by those affected in order to manage their losses, which were analyzed from the perspective of the anthropology of pain and suffering. It is complemented with information generated by the media on the anniversary of the tragedy, as well as a day of fieldwork in the affected region.
Keywords: suffering, hurricane Iota, Providencia (Colombia).
Resumo: Este artigo responde à pergunta, quais são os testemunhos trabalhistas que alguns voluntários de Cali e habitantes da região têm, sobre a dor e o sofrimento dos nativos de Providência, Colômbia, diante da crise gerada pelo furacão IOTA em novembro de 2020? Inicia-se indagando sobre a inter-relação entre trabalho, religião, dor e sofrimento no Ocidente a partir de uma perspectiva sócio-histórica, para compreender os significados e suas transformações ocorridas ao longo do tempo. Acompanhando a proposta de Veena Das, foram utilizados como metodologia os diferentes testemunhos construídos a partir do processo de ajuda humanitária prestado pelos bombeiros e pela Brigada de Emergência das Empresas de Serviço Público. A análise girou em torno da linguagem ritual, corporal e verbal utilizada pelos afetados para gerenciar suas perdas, que foram analisadas sob a ótica da antropologia da dor e do sofrimento. É complementado com informações geradas pela mídia no aniversário da tragédia, bem como um dia de trabalho de campo na região afetada.
Palavras-chave: sofrimento, furacão Iota, Providência (Colômbia).
Artículos
Trabajo, religión y sufrimiento. Siguiendo los pasos de la reconstrucción en Providencia (Colombia)
Work, religion and suffering. Following in the footsteps of reconstruction in Providencia (Colombia)
Trabalho, religião e sofrimento. Seguindo os passos da reconstrução em Providencia (Colômbia)

Recepción: 28 Diciembre 2021
Aprobación: 24 Mayo 2022
Introducción
Los últimos años han sido críticos por los cambios suscitados con las emergencias sanitarias generadas con el COVID-19. A las crisis sociales, laborales, económicas, ambientales y políticas, se le sumaron otras: “los desastres naturales”1. Las acciones para salir de estas crisis han dependido del trabajo conjunto de organizaciones públicas y privadas para mitigar estas situaciones de sufrimiento. Los efectos de las crisis dependen del país, la región o la comunidad. Si se comparan diferentes indicadores sanitarios, económicos, sociales y de desigualdad, América Latina y el Caribe es la región más golpeada del mundo. Existe un aumento de los niveles de desempleo y pobreza, así como de desigualdad, lo que podría intensificar las tensiones sociales latentes (CEPAL: 2020).
La temporada de huracanes del año 2020 fue intensa. En tan solo dos semanas, Eta e Iota golpearon fuertemente el norte de Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala y el sur de México. El 16 de noviembre el huracán Iota impactó en la zona insular de Colombia, y posteriormente se dirigió hacia Centroamérica. Los vientos alcanzaron los 240 kilómetros por hora, con acumulaciones de hasta 635 milímetros de agua, que indicaron su clasificación como huracán de categoría 5 en la escala de Saffir-Simpson2. En el término de ocho días este fenómeno dejó a su paso miles de pobladores sin hogar, electricidad, agua potable o alimentos.
El suelo continental de Colombia no sufrió los mismos efectos de devastación, comparado con lo ocurrido en el departamento de San Andrés, Providencia y Santa Catalina. Y a su vez, San Andrés no experimentó de forma dramática los estragos del huracán en comparación con Providencia, debido a la presencia de la tercera barrera de coral más grande del mundo. Los medios de comunicación y los nativos explicaron que los arrecifes de coral en San Andrés son una barrera natural de huracanes (Quintero, 2020).
El objetivo de este artículo es estudiar los testimonios laborales de algunos voluntarios pertenecientes a organizaciones caleñas, así como de habitantes de la región, sobre el dolor y el sufrimiento vivido por los moradores de Providencia (Colombia), ante la crisis desencadenada por el huracán IOTA, en noviembre del año 2020. Estos testimonios fueron construidos a partir del trabajo de ayuda humanitaria prestado por los bomberos de Cali y la Brigada de Emergencia de las Empresas de Servicios Públicos de Cali (EMCALI). Realizar trabajo de campo en la isla de Providencia fue imposible, debido a que su acceso se restringió para turistas y visitantes hasta marzo de 2022. Las dos aerolíneas que prestan el servicio de San Andrés a Providencia limitaron sus tiquetes a trabajadores y nativos de la isla. Lo anterior no fue impedimento para realizar observación-participante en San Andrés.
La pregunta de investigación que guió el presente trabajo fue: ¿cuáles son los testimonios laborales de algunos voluntarios caleños y habitantes de la región sobre el dolor y el sufrimiento de los nativos de Providencia (Colombia), ante la crisis generada por el huracán IOTA en noviembre de 2020?
Para dar respuesta a la pregunta y al objetivo presentado, el texto se divide en cuatro partes. Si bien los estudios del trabajo y la religión son abundantes de forma separada, y desde las ciencias sociales gozan de una larga tradición, se complejizan al integrar la visión socio-histórica del pensamiento occidental. Esta articulación como objeto de análisis es novedosa y cuenta con pocas referencias bibliográficas para su perspectiva de desarrollo. Entre ellas se resalta el aporte generado por el desaparecido intelectual español Ignacio Sotelo (2008). Algunos vacíos fueron completados con la obra de Max Weber (1906) y Alfred von Martin (1946), que se incluye en el primer aparte.
La investigación se ubica en la intersección poco común que vincula además una antropología del dolor y del sufrimiento. Para el concepto de sufrimiento social, se partió principalmente de las propuestas realizadas por la socióloga de origen hindú Veena Das (2008), que se complementan con los trabajos de Kleinman y Kleinman (1991), Fassin (2005), e Inocente (2019), abordados en el segundo aparte.
En el tercer fragmento se presenta el examen de los datos recogidos mediante los testimonios de tres voluntarios y dos habitantes de la zona. A esta información se le sumó la revisión documental de periódicos y noticias generadas por distintos medios de comunicación al cumplirse un año de la tragedia. Y para triangular estos datos, se realizó una jornada de trabajo de campo en la Isla de San Andrés ante la imposibilidad de visitar Providencia, ubicada a 93 kilómetros, desarrollando observación participante durante una semana en noviembre de 2021. Estos elementos se organizaron siguiendo los planteamientos teóricos expuestos por los autores referenciados anteriormente. En este sentido, el estudio fue cualitativo, de carácter exploratorio, ya que con él se procura conocer en profundidad la particularidad y la complejidad presentada. Finalmente se exponen las conclusiones del proceso investigativo.
Trabajo, religión y sufrimiento
Existen documentos que realizan una revisión teórica de los conceptos de religión y trabajo (Galán & Martínez, 2016), trabajo y sufrimiento (León, 2002; Dejours, 2006), así como su aplicación a la crisis generada por los huracanes Eta e Iota en América Latina (Varón & Reyes, 2021). Estudiar la interrelación entre trabajo, religión, dolor y sufrimiento en Occidente desde una perspectiva socio-histórica permite comprender los significados y sus transformaciones acontecidas en el tiempo. Para este ejercicio se parte de la sociedad griega clásica, entendida como la cuna de la civilización occidental, donde el trabajo era considerado sufrimiento. Posteriormente se retoman las enseñanzas bíblicas sobre la dignificación de la vida laboral, mediante el sufrimiento. Los subsiguientes procesos de la Edad Media permitieron que el trabajo y la religión adquirieran un valor social relevante, para finalmente estudiar los cambios generados en la modernidad con las organizaciones voluntarias.
En el contexto griego, el ciudadano libre desarrollaba distintas actividades militares, sociales, políticas, culturales; sin embargo, no trabajaba explícitamente. El condenado a trabajar, como el esclavo o el ciudadano caído en desgracia, debía hacerlo por necesidad. El ciudadano libre quedaba excluido, porque realizar lo que le mandara otro suponía una dependencia incompatible con su status de libertad. Para los griegos, el trabajo manual constituía una actividad secundaria, casi desvalorada, por lo menos en la época antigua, en los períodos arcaico, clásico y helenístico.
Especialistas como el francés Jean Pierre Vernant señalaron que los griegos no tenían una palabra que se correspondiera con la categoría contemporánea de trabajo. La actividad intelectual era producto del ocio, del amor al conocimiento. El ocio permitía el cultivo de virtudes, permaneciendo por encima de los trabajadores. El vocablo cercano apónosse utilizaba para designar “todas las actividades que exigen un esfuerzo penoso, no solamente (…) las tareas que producen valores socialmente útiles” (1989: 253).
Para Aristóteles, la concepción del trabajo era clara: sólo existen tres actividades dignas de ser desempeñadas por los hombres: la contemplación de las esencias universales a través de las ciencias, como la matemática o la filosofía; la ética, que agrupa a las actividades que tienen un fin en sí mismas; y la política, que permitía hacer uso de la humanidad, la razón y la palabra para habitar la ciudad. Actividades como las anteriores se desenvuelven en el ámbito de la libertad y por esto resultan deseables. El trabajo, por el contrario, ata a los hombres con la necesidad, con las condiciones materiales de la existencia (Méda, 1995; Saavedra, 2007).
Es difícil resumir en un único concepto la idea de sufrimiento, partiendo del complejo sistemas de creencias constituido por el politeísmo griego. Sin embargo, siguiendo la ética propuesta por los socráticos, se enuncia que el justo medio se orienta hacia la felicidad y no hacia el sufrimiento. Para el mentor de Alejandro Magno, el dolor es una forma particular de emoción, una dimensión afectiva que testifica su valor de forma negativa; por lo tanto, el dolor es la medida del hombre tocado en lo más profundo de su intimidad y esto ocurre cuando el sujeto cognitivo padece “la privación de un bien natural” (Le Breton, 1999; Bustos, 2000).
El ciudadano libre decide por sí mismo qué hace, cómo y cuándo, sin obedecer más que a la ley. Aquellos liberados del trabajo pueden dedicar sus energías a la filosofía, la ciencia o las labores del espíritu, como se señaló anteriormente. Los hombres realizan actividades ergon, del latín opera, pero no trabajan ponein, porque además de incluir el sometimiento a la voluntad de otro, conlleva un ponos, un esfuerzo doloroso. Así que trabajar significa “sufrir, y se trasluce también en el vocablo latino de labor, que viene de labare, desfallecer ante una carga” (Sotelo, 2008).
En síntesis, el trabajo físico mediado por el cuerpo tenía una connotación negativa, relacionada con el sufrimiento y el desfallecimiento. El “trabajo estaba asociado con labores repetitivas que poco o nada contribuían al adecuado desarrollo de las facultades humanas” (Saavedra, 2007: 233). Este asunto viene a ser discutido a partir de la Revolución industrial. Con la adopción del cristianismo como religión del Imperio romano, “el trabajo, la obediencia y el sufrimiento adquieren una dimensión positiva” (Sotelo, 2008). En el mundo griego clásico el trabajo impide la independencia.
Para la religión judeo-cristiana, el trabajo adquiere una dimensión positiva vinculada con el sufrimiento. Estas ideas cobran importancia después, en el siglo III de nuestra era, cuando el cristianismo se convirtió en la religión exclusiva del Imperio romano. Debido al pecado originado por la rebeldía de Adán y Eva en el jardín del Edén, la desobediencia al consumir el fruto del árbol del conocimiento del mal y el bien, Dios condenó a los primeros padres "a ganar el pan con el sudor de la frente" (Génesis 3:19). Del mismo modo, los padecimientos del Hijo de Dios, muerto en la cruz para redimir al género humano, sacralizan también el sufrimiento.
El trabajo supone un esfuerzo doloroso, máxime si para algunos sistemas de creencias como el cristianismo, la especie humana ha venido a este mundo a sufrir. Tal como lo decidió Jesucristo, quien padeció en la cruz por un amor infinito. Muchas de las enseñanzas bíblicas orientan la reflexión para comprender el papel del sufrimiento tanto en el trabajo como en la vida diaria, porque este “produce perseverancia; la perseverancia, entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza” (Romanos 5:3-4). Tal como señalaba siglos atrás Josemaría Escrivá de Balaguer “el dolor es la sal de nuestra vida. Bendito sea el dolor. Amado sea el dolor. Santificado sea el dolor... ¡Glorificado sea el dolor!".
San Pablo en la segunda carta a los Tesalonicenses plantea sus ideas sobre la necesidad del trabajo y el rechazo del ocio..(El…) que no quiera trabajar que no coma. Tenemos noticia de que algunos de vosotros viven ociosamente, sin otra preocupación que curiosearlo todo”. En el mismo texto bíblico, se invita a trabajar con el fin de subsistencia. “De parte de Jesucristo, el Señor, les mandamos y exhortamos a que trabajen en paz y se ganen el pan que comen" (2 Tesalonicenses, 3: 10-13).
Para simplificar, el cristianismo rechaza vivir un ocio con sentido, como sí sucedía entre los griegos: curiosos de todo lo que pasa a su alrededor, con tiempo libre, y deseos de cuestionarse a sí mismos y a los demás. Educar en la fe cristiana implicó incluir en el trabajo, el esfuerzo doloroso, sumado a un control estricto de las pasiones y una recia disciplina en el comportamiento, elevando la obediencia a virtud relevante. El cristianismo es una religión abiertamente orientada al trabajo (Sanchiz, 2004).
En la Edad Media, para Santo Tomás de Aquino, la pereza era una de las siete pasiones del alma que la tradición eclesiástica fijó como “pecados capitales”. Se reconoce como la fuente de muchos vicios; por lo tanto, la falta de ganas para trabajar o de hacer cosas debía evitarse con urgencia: la persona debía permanecer ocupada. Por esto, una de las reglas de San Benito, planteada a principios del siglo VI se resumía en “ora et labora”. Esta regla monástica destinada a los monjes dividía la jornada con un horario estricto.
Mientras que en el monasterio se inventa el reloj como el instrumento que impone orden y disciplina a la cotidianidad, con la Revolución industrial se propone el cronómetro como mecanismo de control. Basta recordar pasajes de la novela El nombre de la rosa de Umberto Eco, donde se recrean los avances de la Edad Media.
“Las máquinas, decía, son producto del arte, que imita a la naturaleza, capaces de reproducir … su modo mismo de actuar. Así me explicó los prodigios del reloj, del astrolabio y del imán” (Eco, 1980: 22).
La concepción del trabajo como penitencia, propia de la alta Edad Media, empieza a ceder paso a la idea del trabajo como un medio positivo para la salvación. El feudalismo se orientó según estamentos claramente definidos: siervo, señor feudal y rey, estructura social que empieza a transformarse con las nuevas dinámicas generadas principalmente en Florencia (Italia) a mediados del siglo XV. Al cambiar las clases sociales, el surgimiento del nuevo tipo de “empresario” individualista, una nueva mentalidad basada en el riesgo, la aparición del saber técnico, las nuevas tendencias en el arte, la función del saber y de la educación, entre otros, generan diferencias con la Edad Media (Von Martín, 1946). Lo anterior provoca un punto de inflexión que producirá movimientos como el Renacimiento italiano y la Reforma protestante, esta última propiciada por las ideas de Martín Lutero (Sanchiz, 2004). Se podría profundizar en los significados de sufrimiento para las derivaciones producto de esta reforma.
Con el cambio del modelo basado en la tierra, propio del feudalismo medieval, a otro apoyado en el movimiento de metales preciosos, la búsqueda de nuevas rutas comerciales y la generación de ganancias posibilitaron el cambio hacia la modernidad. Las primeras formas de acumulación del capitalismo mercantil resultaron de una vida ascética, dedicada a la oración y el trabajo. Max Weber (2006) señala que el surgimiento del "espíritu del capitalismo" obedeció al ascetismo intramundano del calvinismo y el puritanismo. Sin ninguna duda el cristianismo contribuyó de manera decisiva a la posición central que el trabajo ha ocupado en la sociedad capitalista moderna cuyo principal epicentro será la ciudad.
En resumen, la articulación de trabajo y religión en el Occidente medieval se transforma. En la alta Edad Media el trabajo se plantea como antítesis de la pereza. En los monasterios, abadías y otras instituciones religiosas predominantes de la época, se innova con bienes como el reloj y otros artefactos, que buscan medir el tiempo. El trabajo entendido como penitencia cede espacio a una concepción religiosa vinculada con la salvación. En los orígenes del capitalismo, el trabajo para los protestantes se une a las ideas ascéticas de formación educativa, ahorro, riesgo y sacrificio. Era necesario postergar el descanso en aras de ganar aceptación divina.
Con el paso del tiempo, el sentido de la palabra trabajo se amplió para dejar de ser una actividad que causa dolor físico y asociarse al trabajo en el campo. Posteriormente su uso se extendió a otras actividades humanas. En el inglés del siglo XIV, la palabra “job” (trabajo, empleo) se usaba para designar un pedazo o fragmento de algo que podía acarrearse (Sennett, 2000). Los debates intelectuales a mediados del siglo XVIII señalan el trabajo repetitivo, que generó dos posturas intelectuales diferentes. Para Denis Diderot el trabajo rutinario era positivo y fructífero. La rutina en el trabajo podía ser como cualquier otra forma de memorización, siendo un profesor necesario. De otro lado, Adam Smith consideraba que las rutinas en el trabajo generarían consecuencias destructivas para el ser humano, ya que “la rutina embotaba la mente” (Sennett, 2000:32).
La administración racional del dolor no se produce en contextos especiales. Para Marx, su objetivo pedagógico es crear cuerpos dóciles en congruencia con el capital, rutinizando el trabajo diario de hombres y mujeres en las fábricas. Para beneficiar al capitalista, el trabajador desgastaba su propio cuerpo, su único medio de supervivencia. Así, la Revolución industrial incluye la educación basada en disciplina y obediencia, característica del cristianismo. Pero con la reducción del trabajo físico se transforman los significados que tuvo en el pasado. La contribución de Marx a la comprensión del sufrimiento sitúa al cuerpo en la economía política, definiendo las condiciones en las cuales se produce y se distribuye el sufrimiento.
“Aquí hay diversos cambios, de la religión a la economía política, de lo sagrado a lo mundano, y de las profundas dudas intelectuales acerca de cuestiones metafísicas a la supervivencia” (Das, 2008: 443).
En los últimos años, son las organizaciones voluntarias las llamadas a generar mayor equidad social, mediante el trabajo para reducir el dolor y el sufrimiento producto de las inequidades del sistema económico. Si bien valores medievales como el altruismo, la caridad, la beneficencia y la solidaridad pueden ser cuestionados en las sociedades individualistas, “la caridad está de regreso”, aunque en sociedades laicizadas: ya no se presenta como una virtud teologal (Godelier, 1998). En el siglo XIX aparece la corriente filantrópica que busca atenuar la carencia material característica del estado de las clases inferiores, siendo su mayor preocupación de carácter moral. En la actualidad, la caridad es uno de los pilares centrales del voluntariado (Araque, 2009). Las asociaciones voluntarias pueden existir sin estar inscritas en algún registro público y/o legal; deben tener algún grado de formalización o institucionalización para ser reconocidas como tales (Reigadas, 2007).
En esta investigación se eligieron dos organizaciones caleñas con el fin de comprender el trabajo desarrollado después de ocurrida la emergencia. Estas organizaciones fueron los bomberos voluntarios de Cali y la Brigada de emergencia de EMCALI. Su trabajo ha consistido en asistir a la población afectada por el huracán mediante el restablecimiento de los servicios públicos, el saneamiento básico ambiental y la reconstrucción de viviendas. Con estos aportes, se buscaba reactivar la economía de la isla. Por ejemplo, la caridad se evidencia en el apoyo a los pescadores, para que al tener energía pudieran conservar sus productos. El trabajo del cuerpo voluntariado permitió reducir el sufrimiento de la población afectada, al trabajar junto con organizaciones del estado y otras de la sociedad civil.
El presidente de Colombia, Iván Duque, manifestó que nunca “un huracán tan poderoso” había impactado este departamento con alrededor de 61.280 habitantes. Este huracán permitió que entidades como la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), tomara medidas de acuerdo con la ley 1523 de 2012. Iota será recordado como el huracán con mayor intensidad que ha recorrido el Caribe colombiano. Posterior al reconocimiento de los daños materiales, el gobierno nacional declaró zona de desastre todo el departamento mediante el decreto 1472, firmado el 18 de noviembre de 2020, en congruencia con el marco de Sendai para la reducción de riesgos de desastres 2015-2030, adoptado por la Conferencia Mundial de Naciones Unidas.
A partir de estas regulaciones internacionales el trabajo sigue modificándose con el desarrollo del pensamiento laico y los cambios legislativos y de valores orientados al corto plazo, como la adaptación, la flexibilidad y la innovación, las nuevas estructuras organizaciones, la aparición de la automatización, entre otros. Actualmente en el nuevo capitalismo hay un mayor acento en la flexibilidad, lo cual ha implicado un desplazamiento del trabajo rutinario a uno flexible. Se aumenta la eficiencia con la diversificación, el trabajo por resultados, la autorregulación mediante varias técnicas, estableciendo un mayor control sobre el cuerpo y la mente, propios de los cambios generados con la Revolución industrial. También se aumentó el control dentro de las organizaciones, mediante la división y la especialización de la mano de obra, y con esto, el incremento de su productividad por medio de una mayor precisión del tiempo a través del cronometro, cámaras de seguridad y otros artefactos (Coriat, 1985).
En el capitalismo flexible el trabajo ya no se orienta hacia ganar experiencia en una sola actividad. El sistema ha implicado que la carrera laboral signifique el cambio de un trabajo a otro y la multifuncionalidad. Al aumentar la flexibilidad, aumentan los riesgos y la incertidumbre laboral. Es por ello que el trabajo está asociado con el grupo o equipo, debe ser colaborativo, se prefiere el trabajo intelectual más que el físico, y con la influencia de las redes computacionales y el disfrute, se ha desarrollado el teletrabajo, el trabajo desde casa o virtual y el trabajo en red, entre otras innovaciones (Himanen, 2002; Castells y Himanen, 2014), orientado en muchos casos, a una “sociedad del cansancio” (Chul-Han, 2012).
Junto con la equiparación de la mujer, la transformación del trabajo es otro de los cambios mayúsculos que se presenta en las sociedades avanzadas. El trabajo físico doloroso que exigía una obediencia ciega pertenece al pasado; ahora se requieren personas cada vez mejor cualificadas, que disfruten con lo que hacen de manera autónoma y responsable, que se exijan y motiven constantemente. En resumen, la antropología del sufrimiento incluye el trabajo de integrantes de organizaciones voluntarias, quienes arriesgan su tranquilidad y tiempo de ocio, para ayudar a los más necesitados, basados en valores como la solidaridad, la cooperación, la caridad, en situaciones de emergencias como las guerras y los conflictos, las hambrunas y las plagas, las inundaciones, huracanes, entre otros desastres que pueden ser gestionados por organizaciones e instituciones (Romero y Maskrey, 1993; Narváez, Lavell y Pérez, 2009).
Antropología del dolor y el sufrimiento social
Para el análisis del sufrimiento vivido por los habitantes de Providencia (Colombia) a partir del desastre generado por el huracán Iota en noviembre de 2020, se abordaron los datos recogidos de primera mano, desde los planteamientos elaborados por la investigadora de origen indio Veena Das (2008) y su propuesta nominada “antropología del dolor”. Ella la entiende desde el trabajo cultural de los lenguajes rituales, corporales y verbales accionados para manejar las pérdidas. En sus propias palabras, “las limitaciones y las incongruencias que afloran cuando los acontecimientos desbordan la capacidad de las prácticas culturales para lidiar con ciertas experiencias” (Das, 2008: 268).
Estudiar situaciones dolorosas y de sufrimiento producto de las masacres, los secuestros prolongados, la tortura, la desaparición, la migración ilegal, o una catástrofe para este caso, necesariamente constituye una apropiación del sufrimiento para usos políticos, usos determinados por discusiones locales y globales. Si bien Das (2008) lo plantea de forma general, Fassin (2005) lo había definido como las formas en que los cuerpos y los discursos sobre el sufrimiento son puestos en escena, con el objetivo de sostenerse en determinado momento de la historia (Inocente, 2019).
En palabras de Kleinman y Kleinman (1991), el dilema interpretativo del antropólogo consiste en que, al dar “una definición exclusivamente cultural de sufrimiento, termina también participando en esa transformación profesional” (Das, 2008: 412). Aunque los dilemas en el ejercicio profesional son una constante en el trabajo de campo, al no poder entrevistar de primera mano a los raizales afectados, se analizó la interpretación de integrantes de organizaciones voluntarias entrevistados, que también son profesionales en psicología y comunicación social.
La autora avanza, en compañía de otros dos investigadores, hacia una definición de sufrimiento social entendido como el conjunto de problemas humanos que tienen sus orígenes y consecuencias en las heridas devastadoras que las fuerzas sociales imponen a la experiencia humana (Kleinman, Das y Lock, 1997). El sufrimiento social se refiere a diversas dimensiones de la experiencia humana, como la salud, la moral, la religión, la legalidad y el bienestar, y
“resulta de lo que los poderes políticos, económicos e institucionales le hacen a la gente y, recíprocamente, de cómo estas formas de poder influyen en las respuestas a los problemas sociales” (Ortega, 2008: 26).
El sufrimiento social no está distribuido de forma igualitaria entre todos los grupos poblacionales. La posición social, el género, el origen étnico, la ubicación geográfica, son algunos determinantes que condicionan la ubicación dentro de las jerarquías de poder, prestigio y acceso a los recursos, y con ello la probabilidad de evadir o no el sufrimiento social. “Cuanto más lejos se esté del poder económico, político y social, mayores son las posibilidades de ser objeto de sufrimiento social” (Anderson, 2014:11).
Como el sufrimiento es producido socialmente, se recurre al testimonio. Este invoca la verdad como garante y sustento del enunciado, es la evidencia de una crisis generalizada de la verdad. Tiene un lugar central en las investigaciones antropológicas. Surge de contextos terriblemente complejos, desgarrados y violentos, lleva sobre sí la marca de los acontecimientos y atestigua a la vez la experiencia de vida de quien lo enuncia. Los testimonios “deben entenderse desde la cotidianidad de los hablantes, anclados en procesos subjetivos y colectivos, estructurados por tradiciones simbólicas y encauzados por géneros discursivos” (Ortega, 2008: 40).
Una de las fuentes de datos para el análisis del sufrimiento vivido por los habitantes de Providencia, Colombia, como resultado del paso del huracán Iota fueron algunas noticias por televisión y prensa, que durante días y en varios programas, se dedicaron a describir el suceso. Sin embargo, fue necesario analizarlos cuidadosamente, porque los medios están propensos a la mediatización del sufrimiento a través de la difusión de imágenes superficiales. La transmisión de imágenes de los desastres y del sufrimiento se ha convertido en un producto de consumo para los telespectadores en la comodidad de sus hogares y poco contribuye a generar solidaridad con los afectados: “el sufrimiento es transformado por los medios de comunicación en bien de consumo” (Kleinman y Kleinman, 1996).
Por lo anterior se valoraron con mayor peso los testimonios recogidos en el trabajo de campo de tres integrantes de organizaciones sociales con presencia en Cali (Colombia) y de dos habitantes de San Andrés que realizan actividades de construcción y turismo. Los testimonios fueron recogidos un año después del desastre. Los testigos pertenecen al grupo de bomberos de Cali y a la Brigada de EMCALI que formaron parte del proceso de ayuda humanitaria a los pobladores de Providencia. Los tres se trasladaron a la isla inmediatamente después del paso del huracán Iota, permaneciendo junto a los habitantes un promedio de dos semanas, momento que les permitió conocer la magnitud del desastre y los primeros relatos de los pobladores, insumos con los que construyeron los relatos del sufrimiento.
En resumen, los aportes de Das (2008) sobre la antropología del dolor y el sufrimiento actuaron como marco analítico para analizar los datos. La comprensión antropológica del sufrimiento involucra tres elementos: la dimensión social, los usos políticos del sufrimiento y la falta de una consulta previa. Desde esta posición, se entiende que la agencia humana está situada en un campo de relaciones de poder e inscrita en contextos estructurantes, pero no sobredeterminados (Ortega, 2008).
Analizando el caso del huracán Iota y su huella en Providencia
Dos de las organizaciones que tuvieron presencia en la reconstrucción3 de Providencia fueron los Bomberos de Cali y la Brigada de EMCALI. El Benemérito Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Cali fue creado en julio de 19284, y está comprometido en prestar servicios de:
“gestión integral del riesgo contra incendio, otros incidentes y eventos masivos, comercialización de equipos de seguridad, protección del ambiente, formación técnica y operativa en emergencias, de manera oportuna y confiable”.5
Se escucharon los testimonios de dos de los 22 integrantes que viajaron en noviembre de 2020 a Providencia: Marco Gómez, comunicador social (testimonio 1) y Lucas Arias, psicólogo y tecnólogo en atención pre hospitalaria (testimonio 2).6
De otro lado, las empresas municipales de Cali fueron creadas en 1931 para centralizar la prestación de servicios como acueducto, alcantarillado, recolección de basura, administración de las galerías y recaudos de espectáculos públicos. Han pasado por un proceso de transformación. En 1944 se agregó la prestación del servicio de energía y teléfonos, y en la actualidad es una Institución Comercial e Industrial del Estado (IECE), y una Empresa de Servicios Públicos (ESP), convirtiéndose en uno de los referentes institucionales de servicios públicos para el suroccidente colombiano (Varón, 2018).
Juan Pablo, quien estuvo en el proceso de reconstrucción de Providencia, señala que la brigada de emergencias de EMCALI se creó un año después del terremoto de Popayán. En ese momento, un grupo de técnicos viajó a la ciudad blanca para restablecer los servicios esenciales de energía, agua y comunicaciones. Un año después, es decir en 1984, el río Cali tuvo una crecida, saliéndose de su cauce e inundando los sótanos del Centro Administrativo Municipal (CAM). Tras la pérdida de documentos históricos y daños materiales cuantiosos, se creó la brigada de emergencia (testimonio 3, diciembre 22 de 2021).
Además de los tres testimonios recogidos en Cali, se incluyeron otros dos recabados en San Andrés durante el trabajo de campo. El testimonio 4 correspondió al administrador de una ferretería y el testimonio 5 retoma las conversaciones sostenidas con un lanchero que participa de la economía formal de la isla, suministrando información sobre los arrecifes coralinos como barrera natural contra los huracanes (Quintero, diciembre 11 de 2020)7 y la suspensión temporal del transporte marítimo hasta Providencia. A continuación, se analizan los testimonios a partir de la teoría trabajada.
Marco Gómez señaló que después de desembarcar encontró población a la intemperie. El grupo llevaba recursos para estar 14 días en la zona, apoyando los procesos de reconstrucción. Tuvo una experiencia fuerte al ver que, de las 1550 casas en la isla, máximo 100 permanecieron en pie. Solo los baños, construidos con materiales más duraderos como ladrillo y cemento permitieron que los raizales se protegieran. Los techos, las entradas, totalmente en ruinas. Las vías completamente asoladas. En el piso estaba el tendido de alta tensión (testimonio 1, septiembre 15 de 2021).
La primera percepción del grupo de bomberos no fue nada alentadora. Nos recuerda lo que Das (2008) señaló sobre el dolor y el sufrimiento desde el trabajo cultural, que vincula los lenguajes rituales, corporales y verbales. Los rituales cotidianos se vieron transformados debido a que muchas de las construcciones comunitarias, como el aeropuerto, el hospital, las iglesias entre otras, se vinieron al piso. Algunas de las que se mantuvieron en pie fueron utilizadas como zonas de campamento para los voluntarios, así que los rituales religiosos, culturales, y cotidianos se vieron interrumpidos durante meses.
Tenía razón Juan Pablo cuando comentaba que el día en que llegó a Providencia, el grupo de brigadistas estuvo emocionalmente afectado. Sufrieron al ver desde el avión tanta destrucción. Todas las casitas estaban en el suelo, fue algo impactante, comentó (testimonio 3, junio 22 de 2021).
Aunque no fueron muchos los muertos generados por Iota, el cuerpo también se expresa ante las ausencias y las cuatro víctimas son recordadas por sus familiares. “Encontramos un cadáver dentro de un congelador” (testimonio 3, septiembre 15 de 2021); supuestamente ahí se refugió pero fue arrastrado por la corriente y se detuvo cuando quedó atascado en un hueco.
Los raizales son muy alegres, pero poco comprendidos. Hablan en su lengua nativa, el creole. Esta es una variante del inglés con el que se identifican a los habitantes de muchas islas del Caribe, desde tiempos coloniales. Los raizales hablaron en su lengua añadiendo matices a sus expresiones locales, para que los foráneos no pudieran comprender plenamente sus emociones y su sufrimiento8. Un ejemplo es la expresión “así como es la espina, así será el pescado”, o “no hay una familia de la isla que no haya llorado su drama” (testimonio 5, noviembre 15 de 2021). Para poder contextualizar la anterior frase será necesario profundizar en los usos políticos del sufrimiento.
Fassin (2005), Das (2008) e Inocente (2019) señalan la importancia de entender el uso político del sufrimiento. Aquí los medios de comunicación, donde el sufrimiento es puesto en escena, son una fuente inagotable para su análisis. La polarización política que vive Colombia no es ajena a las acciones emprendidas por el gobierno de Iván Duque y defendidas por los medios de comunicación oficialistas y empresariales que apoyan su gobierno. Del otro lado están los medios alternativos de información, que denuncian las malas prácticas en la reconstrucción de las viviendas y la infraestructura en general.
Frente a este punto, los testimonios de los bomberos fueron herméticos y no permitieron conocer lo que pensaban al respecto. En comunicación personal, muchas de las preguntas realizadas a los bomberos de Cali, relacionadas con las donaciones o la administración de los recursos generados por el Estado, fueron desviadas para evitar comprometer a la organización con percepciones personales o políticas sobre el manejo de la emergencia.
Una vez ocurrida la catástrofe generada por Iota, el presidente Duque sobrevoló la zona, señalando que Providencia había quedado destruida en un 98%. Se comprometió ante los medios de comunicación a su reconstrucción en 100 días. Posteriormente señaló que los 100 días empezarían en enero de 2021. Y el 6 de septiembre, en debate con un medio nacional de televisión, le preguntaron por la promesa incumplida dos veces, ante lo que el mandatorio aclaró que “su compromiso” era “dejarla recuperada antes de terminar su mandato en agosto de 2022” (Sarmiento y Saavedra, septiembre 7 de 2021)9. En efecto los medios hicieron seguimiento a las promesas, así como las acciones desarrolladas por Susana Correa, política caleña y gerente interventora del proceso de reconstrucción.
Duque señaló en la entrevista “yo no dije nunca reconstrucción en 100 días”. Y más adelante menciona:“Yo hablé de un Plan 100. Y el Plan 100 contemplaba: remoción de escombros, atención y restablecimiento de los servicios e inicio de la reconstrucción de las viviendas” .El tiempo. Septiembre 7 de 2021)10.
Se coloca en juego el uso político del sufrimiento, se muestran imágenes de familias que aún viven en albergues temporales después de pasado un año. También los medios divulgaron la ineficiencia del Estado, por lo que habitantes del archipiélago salieron en múltiples oportunidades a protestar. “Los habitantes del archipiélago aseguran que el gobierno nacional los ha abandonado y se refleja en que solo han entregado dos de la totalidad de casas que quedaron destruidas” (Montoya, junio 22 de 2021)11.
Además de los escándalos por corrupción, los medios de comunicación informaron que al gobernador de turno la fiscalía le investigó por malversar los recursos de la reconstrucción, destinándolos al alumbrado decembrino y otras nimiedades. Se celebraron unos 318 contratos por valor de 7.035 millones de pesos (casi unos 2 millones de dólares) para obras no asociadas directamente a la recuperación (Varón y Reyes, 2021). En marzo de 2021 un medio de comunicación alternativo recogió varios testimonios en los que se preguntaba por la idoneidad de Susana Correa, su eficiencia y las malas prácticas gerenciales, vinculadas con una mala burocracia. Señala un nativo: “nos sentimos impotentes, bajo un gobierno neocolonialista e indolente. ¿A qué están jugando? ¿Acaso quieren convertir a Providencia en un nuevo Cancún?”, se pregunta el pastor Alberto Gordon May, presidente de la Autoridad Raizal de San Andrés y Providencia (La liga contra el silencio, marzo 24 de 2021)12. En este mismo medio se señalaba el temor por la expropiación de tierras y propiedades de los nativos, así como el control de su economía, para asignarlos a empresarios de turismo intensivo y establecer megaproyectos hoteleros mediante la ampliación de la pista de aterrizaje, generando daños irreversibles a los manglares de la isla.
Dadas las características del trabajo de campo que impidieron realizar un ejercicio hermenéutico de forma directa en el que el sufrimiento fuera evidenciado desde la visión emic, se analizó la interpretación de integrantes de organizaciones voluntarias que también son profesionales de las ciencias sociales. Algunos medios ocultan las contradicciones presentadas por los testigos. “Tenemos que deshumanizarnos, para solidarizarnos con las víctimas” (testimonio 3, junio 22 de 2021). Este acto de “blindar” los sentimientos propios, significa cortar con la “empatía” de colocarse en la posición del otro, justamente para empezar a transmitir señales de fortaleza, y no sufrir en medio de la tragedia. Asuntos que fueron socializados una vez regresaron a Cali, durante la terapia grupal dirigidos por psicólogos. Esta deshumanización del dolor, permite desarrollar capacidades como la resiliencia, necesaria en momentos de tragedia, con pérdidas materiales y sociales.
En resumen, los raizales tenían miedo a que su isla se convirtiera en un destino turístico masivo como San Andrés o Cancún. Ya habían escuchado rumores de la destrucción del manglar para ampliar 100 metros de pista y permitir el aterrizaje de aviones más grandes, además de la construcción de hoteles, y que por eso tenían que reubicarlos e iban a construir viviendas uniformes, similares a las de una urbanización. ¡Eso les causaba dolor y sufrimiento! (testimonio 3, junio 22 de 2021).
La consulta previaes el derecho fundamental que tienen los pueblos indígenas y los demás grupos étnicos, consagrado constitucionalmente, cuando se toman medidas legislativas y administrativas, o cuando se realizan proyectos, obras o actividades dentro de sus territorios, buscando proteger su integridad cultural, social, ambiental, económica y de salud, de forma que se garantice el derecho a la participación. Es un mecanismo de participación, un derecho constitucional colectivo y un proceso de carácter público especial y obligatorio, que debe realizarse previamente, siempre que se vaya a adoptar, decidir o ejecutar alguna medida administrativa o proyecto público o privado susceptible de afectar directamente las formas de vida de los grupos étnicos nacionales.
El gerente de una ferretería en San Andrés señaló que la escasez de insumos para la reconstrucción de casas en la isla generó un sobreprecio en los productos por el acaparamiento. Los contratistas de la obra los estaban llevando directamente del continente a Providencia, sin pasar por San Andrés, lugar tradicional de distribución. Muchos de los materiales son de baja calidad y no reúnen los requisitos para una zona con altas probabilidades de nuevos huracanes. Se han presentado conflictos entre los raizales y las empresas de construcción por la readaptación de las casas.
El gerente argumentó que se pudo evitar este conflicto mediante el uso de la consulta previa. Se hubiera podido avanzar más en la reconstrucción de la isla. Las empresas de construcción desean un mismo diseño para todas las casas, principalmente en cemento porque son más duraderos, mientras que los nativos no quieren cambiar el estilo de sus casas. Prefieren la herencia británica, materiales livianos, principalmente en madera y coloridos, pero paradójicamente de poca resistencia: no soportarían otro huracán (testigo 4, noviembre 16 de 2021).
Debido a que los raizales son una minoría étnica, se pudo haber consultado a tiempo y no imponer desde la mirada oficial una vivienda estandarizada. Los diseños de estas construcciones rompen con los patrones culturales tradicionales. El 10 de junio del 2020, la Comisión Sexta de la Cámara de Representantes aprobó, entre otros proyectos, la declaración como patrimonio cultural inmaterial de la nación la arquitectura de San Andrés, Providencia y Santa Catalina.
“El proyecto, de la autoría de la congresista isleña Elizabeth Jay-Pang Díaz, fue probado en primer debate y fue presentado en compañía de la Representante del Valle del Cauca, Adriana Gómez Millan”13
Como se pudo evidenciar, la dimensión social del sufrimiento, los usos políticos y la falta de una consulta previa se manifestaron en las poblaciones que sufrieron el impacto del huracán Iota durante el 2020. Para cerrar se presentan algunas consideraciones finales.
Conclusiones
Se resalta que la relación entre trabajo, religión y sufrimiento, desde una perspectiva sociocultural que incluye la tradición occidental, se caracteriza por su permanente transformación. En el mundo moderno emergen las organizaciones voluntarias con un sentido religioso basado en valores como la caridad, la solidaridad y la ayuda desinteresada al otro, mediante la figura de la filantropía. No obstante, como punto de partida se tiene a Aristóteles de Estagira, quien señaló que el sufrimiento se presenta por “la privación de un bien natural”. A diferencia del trabajo que genera sujeción y dependencia, el realizado por los grupos de voluntarios, promueve el apoyo a quienes más lo necesitan, y las recompensas no están mediadas exclusivamente por el salario.
Entender el sufrimiento generado tras el paso del huracán Iota debe trascender el valor económico exclusivo de perder una simple “casa”. Simbólicamente, es más que un valor material y económico; se debe entender “el hogar” como bien fundamental dotado de significados socioculturales, que incluye valores patrimoniales, que el desastre les arrebató y el Estado intenta borrar mediante la estandarización de las viviendas. Es ineludible el papel político del sufrimiento, que los medios de comunicación transmiten una y otra vez, imágenes que plantean la desposesión, cuando en realidad ocultan las disputas por el poder.
El sufrimiento social entre los habitantes de Providencia se generó tras la pérdida de su patrimonio: sus casas, sus enseres domésticos, los medios de trabajo, los animales, prácticamente todo, pero aun así se mantenían optimistas. Como lo explica Juan Pablo, probablemente se debió a que, de forma inmediata, tuvieron el apoyo de varias instituciones del Estado, instituciones privadas, algunas ONG, que les suplieron lo básico como comida, agua, carpas, ropa, entre otros, o posiblemente y sin caer en un determinismo geográfico, ese comportamiento tranquilo y sosegado que mostraban los raizales sea el resultado de vivir en un lugar lleno de encanto. Aunque hay momentos de tempestad, después vuelve la calma.
Además de este tipo de sufrimiento generado por la pérdida de cosas materiales, la vida social sufre cambios. Los lenguajes rituales, corporales y verbales fueron alterados en su cotidianidad. Los lugares comunes cumplieron la función de albergar a los voluntarios. Muchos nativos que viven del turismo a pequeña escala, la pesca artesanal, los servicios de transporte, no se reactivaron hasta marzo de 2022. A lo anterior se le sumó la ineficiencia del Estado en la reconstrucción de las viviendas. La falta de una consulta previa para definir los criterios mínimos de construcción, que trataron de ser impuestos desde las entidades oficiales, generó un retraso en las obras y consecuentemente, un malestar entre los habitantes. A esto se le suman las continuas denuncias de corrupción, vivida también en la zona insultar, que muestran los medios de comunicación. Los usos políticos del sufrimiento se evidencian continuamente con el fin de llamar la atención del resto de ciudadanos, sin ser generadores de solidaridad de los espectadores. Los medios muestran la capacidad de “resiliencia” que tienen los habitantes del archipiélago, y festejan los avances de las obras, aunque muchos de sus habitantes cuestionen su veracidad.
Las organizaciones voluntarias en los últimos años se han convertido en una pieza clave en sociedades con grandes inequidades. Sus integrantes están dispuestos a arriesgar su tranquilidad, tiempo de ocio e incluso su vida para ayudar a los más necesitados durante un percance; pero esto significa que tienen la posibilidad de correr el riesgo de sufrir una alteración física o emocional durante o posterior a la emergencia. Por tanto, para poder afrontar situaciones agobiantes, de alta tensión, los bomberos y brigadistas de EMCALI reciben capacitaciones sobre estrategias para enfrentarse al dolor y al sufrimiento, es decir, para “bloquear” esas emociones. Aunque reconocen que el primer contacto con el que sufre es desconcertante, deben reponerse rápidamente para realizar las acciones de rescate, salvaguardia o asistencia. La deshumanización frente al dolor y el sufrimiento de los nativos es un trabajo psicológico que requiere preparación continua, de manera que el trabajo voluntario tiene unas altas exigencias para poder empezar a edificar donde todo se ha derrumbado.
ARK: http://id.caicyt.gov.ar/ark:/s25912755/a29fmgg31