Resumen: La investigación se propone mostrar que existe una relación estrecha entre los ámbitos del trabajo y la familia, en la que los significados de cuidado, los ciclos de vida, las transiciones familiares, las relaciones sociales y afectivas representan componentes que constriñen fuertemente las decisiones que se toman en la construcción de las trayectorias ocupacionales y de vida. Se abordan las condiciones y transformaciones que presentan las propias concepciones del trabajo, su retribución, la manera en que se experimenta y valora dentro de los núcleos familiares y de las identidades que construyen a su alrededor. Como punto aglutinante se toma el concepto de trabajo para comprender la configuración entre los ámbitos familiares, la construcción de las trayectorias y de las identidades ocupacionales en un entorno que reclama cuidado constante. El marco teórico metodológico se estructura con el enfoque del curso de vida desde un abordaje etnográfico con entrevistas en profundidad. Como resultado se observa que las transiciones en las trayectorias ocupacionales no solo se relacionan con la identidad profesional, sino también con el rol ejercido dentro de la estructura familiar y los significados de cuidado que de ella emanan.
Palabras clave: curso de vida, trabajo de cuidado, trayectorias ocupacionales.
Abstract: The research aims to show that there is a strong relationship between the fields of work and family, where the meanings of care, life cycles, family transitions, social and affective relationships represent components that strongly constrain the decisions that are taken in the construction of occupational and life trajectories. The conditions and transformations presented by the very conceptions of work, its remuneration, the way in which it is experienced and valued within the family nuclei and the identities that they build around them are addressed. As a binding point, the concept of work is taken, which makes it possible to understand the configuration between family environments, the construction of trajectories and occupational identities in an environment that demands constant care. The methodological theoretical framework is structured with the life course approach from an ethnographic approach with in-depth interviews. As results, it is observed that transitions in occupational trajectories are not only related to professional identity, but also to the role played within the family structure and the meanings of care that emanate from it.
Keywords: life course, care work, occupational trajectories.
Resumo: A pesquisa visa mostrar que existe uma forte relação entre os campos do trabalho e da família, onde os significados do cuidado, os ciclos de vida, as transições familiares, as relações sociais e afetivas representam componentes que condicionam fortemente as decisões que são tomadas na construção da vida ocupacional e trajetórias de vida. São abordadas as condições e transformações apresentadas pelas próprias concepções de trabalho, sua remuneração, a forma como é vivenciado e valorizado dentro dos núcleos familiares e as identidades que constroem em torno deles. Como ponto de ligação, toma-se o conceito de trabalho, que possibilita compreender a configuração entre os ambientes familiares, a construção de trajetórias e identidades ocupacionais em um ambiente que demanda cuidados constantes. O referencial teórico metodológico está estruturado com a abordagem do curso de vida a partir de uma abordagem etnográfica com entrevistas em profundidade. Como resultados, observa-se que as transições nas trajetórias ocupacionais não estão relacionadas apenas à identidade profissional, mas também ao papel desempenhado na estrutura familiar e aos significados de cuidado que dela emanam.
Palavras-chave: percurso de vida, trabalho de cuidado, trajetórias ocupacionais.
Artículos
Familia y sentidos de cuidado en la configuración de trayectorias ocupacionales. El caso de profesionistas egresados de la UNAM, México
Family and senses of care in the configuration of occupational trajectories. The case of UNAM graduates, Mexico
Família e sentidos de cuidado na configuração de trajetórias ocupacionais. O caso dos graduados da UNAM, México

Recepción: 21 Febrero 2022
Aprobación: 21 Junio 2022
Introducción
La familia representa una estructura basada en normas y reglas que repercute notablemente en el curso de vida de las personas (Therborn, 2004). Es fruto de una labor de institución, ritual y técnica, orientada a establecer en sus miembros los sentimientos adecuados para garantizar su existencia, integración y persistencia (Bourdieu, 1994: 131). Sin embargo, la familia no solo representa una estructura o institución aislada, ya que, como asegura Jelin (2012), forma parte orgánica de procesos sociales más amplios, que involucran sistemas políticos, patrones culturales, dimensiones productivas y reproductivas de las sociedades, etc. Por ende, el marco histórico mantiene una influencia en ella.
La familia es la institución encargada del cuidado de infantes, personas enfermas, de la tercera edad o con alguna condición especial. Por ello, y ante la escasa seguridad social con la que cuentan países como México, la familia representa un capital social y un recurso estratégico de valor imponderable, pues se ubica “como la única institución de protección social frente a los eventos traumáticos”, aunque no solo responde a las crisis sino también a situaciones ordinarias (Arriagada, 2004: 45). El cuidado, como práctica y significación, es un trabajo que se lleva a cabo en la esfera pública, en la privada, o en ambas.
Según Comas (2019), los cuidados se han invisibilizado sobre todo por tres razones. Primero, porque la familia ha sido la principal institución que los realiza de forma gratuita y altruista. Segundo, porque su clasificación como forma de trabajo resulta difícil al estar impregnados de afecto y obligación moral. Tercero, por el proceso de naturalización que los asocia a un trabajo propio de las mujeres, pues cuidar conlleva acciones como alimentar, proporcionar vivienda y vestido, criar a niños y niñas, asistir en la enfermedad, aconsejar, proporcionar ayuda práctica y emocional. En estas actividades llevadas a cabo principalmente en el ámbito familiar y comunitario el género y el parentesco constituyen, marcan y activan las relaciones para proporcionar dichos cuidados. Desde esa perspectiva, la responsabilidad del cuidado se restringe no solo al ámbito familiar, sino que se “considera sus actividades como propias de las mujeres, ancladas en su naturaleza y en las dimensiones morales y afectivas” (Comas, 2017: 61).
La posición social y la trayectoria de posiciones y disposiciones, como sugiere Cragnolino (2003), permiten comprender, a través de sus condiciones objetivas y subjetivas, el lugar que ocupa el trabajo en la vida de las personas. En ese sentido, el género presenta una fuerte incidencia en las posiciones ocupadas dentro de la familia, pues define
“el quién, el qué, el cuándo y el cómo, es decir, los responsables, los ámbitos de acción, los momentos oportunos y el tipo de implicación y esfuerzo dedicado a las distintas actividades por parte de las mujeres y los hombres”. (Cragnolino, 2003: 216)
El género se relaciona con la posición de clase, la trayectoria de la familia dentro de cierta clase social, la generación, y las condiciones sociohistóricas que imprimen un marco específico de representaciones, condiciones y posibilidades para la acción. Las posiciones que ocupan las personas integrantes del núcleo familiar en los procesos de producción y reproducción, dentro y fuera del ámbito doméstico, y la representación del lugar que le corresponde a cada quien suelen estar mediadas por los procesos del ciclo vital, el género y la edad. De ahí que el planteamiento de Cragnolino (2003) refleje la importancia del vínculo entre los modos de reproducción social, las condiciones sociales de existencia de las familias y las relaciones familiares.
Hablar del cuidado como categoría fundamental para la vida social, económica y política resulta crucial para superar la distinción entre producción y reproducción (Fraser, 2016). El cuidado, como cualquier trabajo, refleja construcciones sociales originadas desde las concepciones y experiencias diferenciadas y cambiantes -sin que ello niegue las posibles convergencias- en tiempos y espacios específicos, cruzadas por conflictos, negociaciones, acuerdos y desacuerdos en las relaciones que las originan. Dichas construcciones, como sostiene Prieto (2007), se encuentran mediadas por las clases sociales, cuyas concepciones son heterogéneas a la hora de concebir un orden social específico. Pero los ordenamientos también pueden ser producto de consecuencias no deseadas, que finalmente son interpretadas normativamente por las clases sociales e integradas, objetiva y subjetivamente, en el ordenamiento social concreto. Por lo que, en la experiencia, las personas enfrentan y responden de diferentes maneras a los ordenamientos sociales.
En todo caso se reconoce la necesidad de visibilizar las formas en que los hombres se han ido involucrando, paulatinamente, en el trabajo de cuidado, lo cual puede implicar una modificación o reinterpretación de los roles impuestos para que sean más acordes con la propia subjetividad, aunque sigan constreñidos por aspectos como las características de las familias, las clases sociales, la educación formal, etc. Así, los significados que las personas asignan a las tareas de cuidado y la interpretación sobre quiénes tienen la responsabilidad de llevarlas a cabo estarán mediados, aunque no determinados, estructuralmente.
Por tanto, en estas reflexiones, más que plantear desigualdades de género, se parte de ellas para profundizar en las relaciones, motivos y significados que dan impulso al cuidado, y para preguntarse por las diversas identidades que se configuran en el entorno familiar. De esa forma, es posible abordar las condiciones y transformaciones que representan las propias concepciones del trabajo, de su retribución, de la manera en que se experimenta y valora dentro de los núcleos familiares y de las identidades que construyen a su alrededor. Todo esto teniendo como punto de partida el concepto de trabajo, que faculta comprender la configuración entre los ámbitos familiares, la construcción de las trayectorias y de las identidades ocupacionales en un entorno que reclama cuidado constante.
La presente investigación centra su análisis en las trayectorias de dos profesionistas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) -hombre/ actor y mujer/ arquitecta-, que debido a diversos puntos de inflexión han visto modificadas sus trayectorias ocupacionales. Desde una aproximación sociológica y antropológica, basada en entrevistas en profundidad y en el enfoque de curso de vida, se busca explicar las formas en que influyen las relaciones familiares -y sus afectos- en la configuración de significados de cuidado e identidades sólidas, capaces de construir/modificar sus trayectorias ocupacionales y (re)significar su actividad profesional.
El documento se divide en tres apartados, además de esta introducción. Primero, se desarrolla el enfoque teórico metodológico, después se presentan los dos casos en los que se basa este estudio y, por último, se exponen algunas reflexiones finales que pretenden mostrar la complejidad de la relación entre las configuraciones familiares y las trayectorias ocupacionales.
Marco teórico metodológico
Familia, ocupación y construcción de identidades
Las complejidades que emanan de las condiciones económicas, sociales y culturales propias de tiempos y espacios concretos arrojan escenarios particulares en la conformación, aceptación, rechazo, negociación o reconfiguración de relaciones sociales específicas. Entre ellas, las del trabajo, en las que se origina la elección de la ocupación, la construcción de la trayectoria y de la identidad. Esta última se comprende dentro de una serie de prácticas simbólicas que originan una construcción social dinámica diversificada en función de diversos elementos relativos a una red de relaciones sociales no estáticas (Portal, 1991).
El trabajo es una de las partes más importantes del sentido de sí mismas de las personas, por lo que juega un papel trascendental en las narrativas que éstas -y sus familias- tejen sobre sus propias vidas -y trayectorias- (Bain, 2005: 27). El trabajo -que no solo comprende al empleo remunerado, sino también actividades de cuidado, domésticas, voluntariado, entre otras, para las que no necesariamente hay una retribución económica- representa una parte esencial en la construcción de las identidades y de las formas en las que las personas dan significado a las acciones que forman parte significativa en sus vidas y trayectorias específicas. Igualmente, las identidades que se construyen en torno a la ocupación no necesariamente son coincidentes con las de la profesión. Las representaciones que se han construido de la profesión y la ocupación -a través de diversas relaciones sociales- se solidifican en las decisiones que se toman en el curso de vida de las personas y, en general, bajo las diferentes estructuras que constriñen su potencial de acción.
En ese punto resulta importante entender la forma en que se construye socialmente la identidad profesional, no solo en su relación con los pares, las instituciones laborales y la formación universitaria, sino también desde las propias relaciones afectivas. Los vínculos solidarios, jerárquicos o de poder están cruzados por componentes éticos, morales, cognitivos, emocionales e incluso estéticos, que dan cabida a diversas formas de percibir el ejercicio de la profesión en un tiempo y espacio específicos, en el entendido de que ésta puede ser significada como un logro académico o social, un estatus diferenciador, una forma de conseguir movilidad social o incluso, como un estigma al no conseguir integrarse “exitosamente” en el mercado laboral.
En la construcción social de las identidades que giran en torno a la ocupación, según autores como Carper y Becker (1957), influyen, sobre todo, las expectativas culturales generalizadas de cierta sociedad que establecen criterios específicos en relación con el tipo de éxito esperado, las expectativas particulares del grupo ocupacional y las expectativas específicas de la familia, con un alto poder sancionador. Como es de esperarse, este conjunto de expectativas puede presentar contradicciones e incompatibilidades que suelen reflejarse en la trayectoria profesional y la movilidad ocupacional.
Además, la educación que se recibe dentro de la familia de origen es, por mucho, responsable de la transmisión de intereses, expectativas y habilidades relacionadas con la elección de la ocupación, en la que si bien intervienen aspectos como la tradición y el apego cultural a ciertas ocupaciones, otros aspectos como la condición de clase y sus contextos derivados representan factores decisivos para la definición de las preferencias -y herencias- en las ocupaciones de las personas (Castillo y Vela, 2013). Como sostienen Pérez Islas y Urteaga (2001), mediante las relaciones se construye un aprendizaje social que configura un sentido de ética del que forman parte las expectativas y modos de entender al mundo. Asimismo, de la relación con la familia de origen se obtienen, mayormente, los capitales sociales y culturales que, mediados por la localización geográfica, el género, la etnia y la clase social proporcionan las bases para enfrentar, de un modo particular, las relaciones sociales. Esto no implica que los significados y las capacidades de agencia de las personas no se involucren, pues de éstos dependerán las formas de interpretar y enfrentar al mundo.
En la mayoría de los casos, la familia y las redes amicales mantienen un rol activo, desalentando los comportamientos anómalos y recompensando las acciones consideradas socialmente como las más convenientes (Becker, 2005: 136). Sin embargo, ello no implica que las personas no puedan mostrar sus propios intereses, gustos, deseos y decisiones, que inclusive pueden ser cambiantes a lo largo de su vida e influenciados por otras relaciones, interacciones, experiencias y aprendizajes obtenidos fuera de los ámbitos familiares. Por ende, en la construcción de las trayectorias e identidades ocupacionales, las relaciones familiares y los posibles sentidos de cuidado que de ellas emanan no son determinantes, pero sí mantienen un rol crucial que es necesario estudiar.
En lo que respecta a la trayectoria ocupacional, se opta por entenderla como el “tránsito particular de las experiencias de un individuo en el campo laboral”, en el que el recorrido de “las sucesivas posibilidades que ha ocupado a lo largo del tiempo” en el espacio socio laboral establece sus posiciones dentro del mercado laboral (Orejuela, 2008: 74). Con la salvedad de que el trabajo de cuidado se considera también una ocupación, no siempre reconocida en ese mismo mercado debido a su falta de remuneración cuando se realiza en la esfera privada -generalmente en el hogar- por compromiso, responsabilidad, afecto, solidaridad o, simplemente, porque alguien lo tiene que hacer1. En cambio, las trayectorias profesionales se enfocan, casi exclusivamente, en los caminos que siguen en el mercado de trabajo quienes egresan del estudio de una profesión, de ahí que esta investigación tome como eje de la discusión las trayectorias ocupacionales.
La relación entre la trayectoria profesional y la trayectoria ocupacional no se puede concebir como un proceso causal en el que la formación profesional define a la ocupación. Sin embargo, en las experiencias de las personas que han cursado una profesión, como en la construcción de su trayectoria ocupacional, interfieren aspectos que conllevan una compleja construcción de vínculos subjetivos y simbólicos en los que la familia, la escuela, la identidad, el género y la clase se expresan en los motivos, decisiones, significados e intereses de las personas. Así, a lo largo de la vida, éstas van adquiriendo experiencias y van construyendo vínculos sociales, que no se originan en abstracto, pues éstos se desarrollan en tiempos y espacios que dan contenido a sus trayectorias de vida. En éstas, las experiencias en torno a la profesión, lo laboral u ocupacional, resultan centrales en la vida de las personas, pues en relación con ellas se configura gran parte del tiempo y los espacios de vida.
El enfoque de curso de vida
Las transiciones familiares -cruzadas por necesidades de cuidado, afectos y por los ethos aprendidos en su núcleo- mantienen un papel crucial en las decisiones ocupacionales en las trayectorias de las personas (Feregrino y Cadena, 2019). Las trayectorias se entienden como diferentes rutas de vida que suceden dentro de un proceso no lineal y dinámico a largo plazo, originadas en tiempos y espacios específicos que configuran distintas agendas y designación de roles sociales inmersos en contextos culturales, familiares y ocupacionales heterogéneos. Las trayectorias están así constreñidas, en diferentes niveles, por condiciones diferenciadas como la edad, el género, la etnia, la clase social, las condiciones socioeconómicas, las características familiares, los valores, la profesión, la ocupación, entre otras.
Según el enfoque del curso de vida (Elder, 1998) es apremiante cuestionarse sobre las diferentes transiciones que las personas experimentan como normativas a lo largo de su historia y sobre aquellas que podrían ser interpretadas como puntos de inflexión para sus trayectorias (Caballero y García, 2007). Se requiere establecer los momentos -y disposiciones- específicos, según los cuales es posible experimentar e interpretar eventos de diferentes maneras en función de los contextos en los que ocurren y de acuerdo con las tradiciones o las rupturas que dentro de ellos se originan.
Este enfoque posibilita cuestionarse cómo varían las dinámicas familiares y ocupacionales, de acuerdo con el proceso de envejecimiento -entendido como un proceso que involucra la totalidad de la vida de las personas- y con los roles establecidos socialmente en tiempos y espacios específicos. De ahí que el análisis temporal sea medular dentro del enfoque de curso de vida, pues los sucesos que se estudian se plantean desde el pasado, aunque cada uno de ellos presenta diversos impactos posibles en las trayectorias. Por ende, si bien en este texto se entiende al curso de vida como un estudio retrospectivo, también se resalta la importancia del planteamiento del futuro que conlleva aspiraciones, significados, interpretaciones y diferentes búsquedas de caminos posibles para el devenir de las personas que, repetidamente, contrastan con sus realidades o que promueven la resignificación de las decisiones tomadas a lo largo de la trayectoria.
Esta investigación retoma el planteamiento metodológico del curso de vida con la pretensión de analizar la forma en que los puntos de inflexión (turning point) -giros significativos, positivos o negativos, en la dirección del curso de vida- y las transiciones -o cambios de situación de vida- que se originan en momentos específicos de las vidas de las personas (timing) configuran, en gran medida, sus decisiones familiares y laborales en un contexto sociohistórico dado. Siempre con la intención de distanciarse de un planteamiento esquemático, sincrónico, lineal y continuo a la hora de aplicar sus categorías de análisis.
Por otro lado, el enfoque del curso de vida parte de establecer una relación fuerte entre trabajo y familia (Elder et al., 2003) mediante la cual es posible observar cómo interactúan y se influencian estos dos ámbitos de la vida. Sin embargo, muchas veces el análisis de los puntos de inflexión (turning points) suele orientarse más hacia los aspectos laborales que producen alteraciones en las trayectorias de las personas (Elder et al., 2003). No obstante, en esta investigación se privilegia el estudio de las transiciones familiares como componente que constriñe las trayectorias profesionales y ocupacionales.
En ese mismo sentido, dicha relación no se plantea como una condición dicotómica que, de forma simplista, determinante e interesada, explica la realidad y la vida de las personas en función exclusiva de su influencia. Por lo contrario, el análisis se centra en la construcción de significados en las trayectorias profesionales y ocupacionales desde una perspectiva de interpretación etnográfica, orientada principalmente a entender su vínculo con las relaciones familiares, los sentidos de cuidado y la construcción de sus identidades, en el entendido de que las decisiones que se toman no son meramente utilitarias, ni están determinadas por las estructuras, sino que existe un espacio importante en el que puede desplegarse la agencia y concretarse la acción. Por último, se reconoce que el vínculo trabajo-familia, sus significados y las experiencias que se construyen a su alrededor representan condiciones cambiantes, constreñidas por dimensiones espacio-temporales y culturales concretas.
Los casos que alimentan el análisis en este documento fueron seleccionados por su riqueza, en cuanto a la complejidad que muestran los sentidos que se conceden a la profesión, a la ocupación, al trabajo de cuidado y a los afectos en la familia; todo esto en relación con los vínculos posibles que se solidifican bajo las experiencias generadas en lo que las propias personas significan como trabajo y cuidado. Se trata de una arquitecta y de un actor de profesión, quienes egresaron de la UNAM y construyeron sus trayectorias ocupacionales en función de las necesidades de cuidado de sus familias, bajo las condicionantes que supone el género, la edad y la clase social. Ambos casos fueron resultado de investigaciones independientes desarrolladas por las autoras de este texto, pero que, por su profundidad etnográfica y por sus grandes similitudes, decidieron emprender la aventura de un análisis conjunto.
En dichos casos interesó comprender, adicionalmente, el nexo entre la construcción de la identidad profesional y las trayectorias ocupacionales, pues se consideró la posibilidad de que su vínculo estuviera influenciado por las relaciones familiares, construidas socialmente desde la experiencia práctica y afectiva. A partir de las experiencias, se analizaron las trayectorias, transiciones y momentos de inflexión en los que se experimentaron cambios, se transformaron y (re)significaron las acciones, las decisiones y las personas. De esta manera, a través de los resultados obtenidos mediante entrevistas en profundidad, se identificaron tramas de significación que reflejaron sentidos de cuidado, identidades de género y de clase mediante los cuales las personas toman decisiones, muestran motivaciones y fundamentan la relación posible entre la identidad profesional, la trayectoria ocupacional y la familia.
Dos cursos de vida basados en los sentidos de cuidado familiares
Los sentidos del cuidado desde la maternidad y la arquitectura: la trayectoria de Berenice
Berenice es una mujer que al momento de la entrevista tenía 61 años y profesionalmente se identifica como arquitecta. Es egresada de la UNAM. En la década de 1960 llegó a la Ciudad de México para estudiar arquitectura y posteriormente la maestría en urbanismo. En la ciudad vivió con un tío, pero quien se hizo cargo de sus gastos fue su abuelo. Durante sus estudios universitarios se casó y nacieron sus dos hijos. En su niñez y hasta su juventud, en su estructura familiar, Berenice vivió con su mamá y sus hermanos; sin embargo, la presencia de su abuelo en la familia fue fundamental.
En su trayectoria de vida se identifican momentos importantes que provocaron algunas transiciones, que se reflejan en su trayectoria ocupacional. En lo siguiente se abordan dos aspectos de su trayectoria ocupacional: a) la relación del género con la identidad profesional, expresada en las limitaciones y decisiones que profesionalmente vivió Berenice por ser mujer y/o madre; y b) los significados del cuidado que se expresan a lo largo de su trayectoria ocupacional, relacionados con el cuidado de sus hijos, de la familia, con la identidad profesional y con sus actividades laborales.
Género, clase e identidad profesional: ser mujer, profesionista, arquitecta y madre
En la trayectoria ocupacional de Berenice se observó la relación entre su condición de género y la construcción de su identidad profesional a través de diferentes momentos (timing), que fueron marcando algunas decisiones y elecciones de vida. En principio, Berenice recuerda que su elección de estudiar arquitectura se debió a que su abuelo, el “patriarca de la familia” -como ella lo identificaba en la estructura familiar-, le negó la posibilidad de estudiar agronomía por ser mujer. Recuerda que su abuelo le contestó
“hija, quiero que escoja una carrera adecuada a su sexo, porque agronomía es andar en el campo, como va a estar usted en el campo, con campesinos, no hija busque usted otra cosa” (comunicación personal, Berenice, 2010).
La restricción por parte de su abuelo representó un primer punto de inflexión que marcó su elección profesional, distinta a la anhelada. Finalmente, eligió estudiar arquitectura y esta elección fue valorada positivamente y aprobada por su abuelo. Sobre esta decisión, Berenice recuerda que su abuelo estaba muy contento “arquitectura sí era una carrera para mujeres, estar sentada en un escritorio y no en el fango y con los campesinos...”
Esta valoración expresa una oposición simbólica en la que la arquitectura es concebida como una actividad femenina y la sgronomía como una actividad masculina. Sin embargo, a finales de la década de 1960, cuando Berenice incursionó como oyente en las clases de arquitectura en la Ciudad de México, se dio cuenta de que quienes integraban los grupos en su mayoría eran hombres. Es decir que estudiar arquitectura, en la práctica, constituía un ámbito mayoritariamente masculino. Posteriormente, cuando ingresó a la carrera en 1968 se dio cuenta de que la presencia de mujeres había aumentado, pero seguían siendo minoría.
El segundo punto de inflexión en la trayectoria ocupacional de Berenice se refiere al momento en que se casa y empieza a trabajar. Su esposo también estudió arquitectura y ambos comenzaron a trabajar en oficinas. En este momento, se identifica un cambio en la posición familiar: Berenice transita de ser un miembro dependiente en su familia, como hija, nieta o sobrina y se modifica su rol principal para ser esposa y trabajadora. Con esta transición, uno de los cambios que se generaron fue que Berenice pudo trabajar pues, antes de casarse, sus familiares no le daban permiso,
“para ellos, era malo trabajar porque te distraías. Sin embargo, era muy importante el trabajo, muchísimo, no sabes... Empecé a trabajar, pero ya casada, en un despacho;2 [antes de casarse] mis tíos me decían: no, no necesitas el dinero, porque mi abuelo era quien me mantenía y un tío me regaló un coche” (comunicación personal, Berenice, 2010).
Un tercer punto de inflexión fue cuando nació su primer hijo y posteriormente su hija. Para el momento histórico en el que vivía -década de 1960- la condición de madre la llevó a suspender sus estudios en la universidad -por cinco años-, para dedicarse al cuidado de sus hijos. Para Berenice,
“uno como mujer no puede descuidar esas labores, bueno, en ese entonces; ahora es más fácil, uno puede desarrollarse mejor, puede dejar a los hijos en una guardería o que los cuide un familiar, pero a mí me tocó eso” (comunicación personal, Berenice, 2010).
A pesar de todo, para Berenice fue difícil ser madre y profesionista. En su experiencia ser madre implicó un gran esfuerzo que requirió dedicación completa, comenta:
“debí haberme recibido en 1973 [de la carrera de arquitectura], bueno, me recibí como mamá que fue cuando nació mi primer hijo, mi marido se recibió como arquitecto, el empezó a trabajar y hasta que mis hijos fueron al kínder yo pude regresar a la universidad y empezar a trabajar otra vez” (comunicación personal, Berenice, 2010).
Desde su experiencia, el esfuerzo de graduarse profesionalmente y tener a su primer hijo es equiparable, aunque reconoce que el cuidado de los hijos y de la familia no es reconocido económica, institucional y profesionalmente.
Otro aspecto importante que se identificó en la formación profesional de Berenice es la posición social. A las condiciones en las que cursó sus estudios de Arquitectura (como nieta, esposa, trabajadora y madre) se suma también la posición social o de clase, en la que los recursos económicos, sociales, culturales y simbólicos le permitieron moverse, acceder o limitarse socialmente y en su formación profesional y laboral. Durante las décadas de 1960 y 1970, pese a que no todas las mujeres podían ingresar a las universidades, ella pudo elegir continuar sus estudios en la universidad y su familia -particularmente su abuelo- aportó los recursos económicos para que Berenice pudiera radicarse y estudiar en la ciudad, donde vivió con sus tíos, quienes le prestaron un auto para trasladarse. Desde estas condiciones, Berenice recuerda que arquitectura:
“era una carrera elitista, la mayoría de los compañeros tenía un nivel alto, muy pocos tenían nivel bajo […] tenía compañeros que venían de escuelas privadas con dinero que te hablaban del museo de Guggenheim y yo decía, ¡ay dios mío! ¿Cuál será ese? y hablaban de todos los museos que habían conocido, o sea, ya habían estado en New York y en miles de ciudades. Y ahí era donde decía, ¡ay dios mío, por qué nunca salí de mi pueblo! ¿por qué nunca hice por aprender más? Me sentía en desventaja […] yo me sentía entre los burros porque nunca había visto los museos de los nuevos arquitectos famosos” (comunicación personal, Berenice, 2010).
Esta experiencia de clase no es menor; con el tiempo, le generó a Berenice un anhelo por viajar y conocer otros lugares. Estos anhelos se convirtieron en propósitos de vida que pudo cumplir por medio del trabajo y la idea de ser independiente económicamente.
Como arquitecta, su primer trabajo fue en el área de mantenimiento; allí se encargaba de un equipo de trabajadores (albañil, cerrajero, plomero y carpintero) para hacer modificaciones o arreglos necesarios en los bancos. Posteriormente, el cuarto punto de inflexión en su trayectoria, se da cuando ingresa como funcionaria pública, hace 26 años, y se desempeñó como arquitecta en diferentes puestos; entre ellos, jefa técnica especializada, después como parte del grupo asesor del alcalde y posteriormente en el área de participación ciudadana y en el área de servicios urbanos.
A partir de estos cargos, Berenice tuvo la inquietud de saber más sobre ciertos temas; sobre la base de esta necesidad, decidió estudiar la maestría en urbanismo. Esto le requirió esfuerzo, pero también le permitió ampliar su perspectiva para concebir su profesión y relacionarla con el cuidado de la vida, de la casa, de la familia y de la ciudad.
Los sentidos del cuidado en la trayectoria ocupacional
En la trayectoria ocupacional de Berenice, la inserción y deserción profesional y laboral se observa orientada por sentidos contrapuestos: libertad/restricción, independencia/necesidad y gusto/esfuerzo. Estos sentidos intervienen orientando sus decisiones, influyendo en sus prácticas y en la construcción de significados de pertenencia y del cuidado.
En la primera transición de Berenice, relacionada con la elección de carrera, es posible señalar que el cuidado de su abuelo sobre ella se expresa mediante la restricción para estudiar agronomía y el sentido de libertad mediante el cual Berenice elige estudiar arquitectura. Para ella, estudiar arquitectura está relacionado con el gusto que tenía por las matemáticas, por lo artístico y con la idea de que arquitectura sería una carrera “no tan rígida” que le permitiría “desarrollarse por el lado de la pintura, el arte, el diseño”; pero, sobre todo, recuerda que eligió arquitectura en la Ciudad de México porque anhelaba “salir de [la ciudad de] Tampico”.
En la segunda transición de Berenice, el significado del cuidado se expresó, nuevamente, con una restricción. Para sus tíos y su abuelo el trabajo representaba una distracción en los estudios de Berenice. Sin embargo, cuando ella se casa, el sentido del trabajo y del cuidado familiar adquiere otra significación, pues para ella y su esposo trabajar mientras estudiaban les permitió adquirir experiencia profesional, solventar gastos familiares y ahorrar para viajar. La experiencia del cuidado familiar fue distinta como nieta, sobrina, esposa y profesionista. De esta manera, el cuidado parece estar relacionado con los sentidos de restricción o de libertad, pero depende del momento, de las condiciones, de la experiencia y de las relaciones con los otros.
En el tercer momento de transición, cuando nace el primer hijo de Berenice y ella interrumpe su carrera de Arquitectura, el sentido de cuidado se expresa como necesidad, al decidir ocuparse del cuidado de sus hijos. Esta decisión fue difícil para Berenice, pues es atribuida a una obligación social que tienen las mujeres, aún más, por el momento histórico en el que no era común dejar a las hijas y los hijos al cuidado de otras personas. En este caso, su cuidado se suma a la satisfacción maternal que, en su experiencia, se equipara a “graduarse como madre”.
En cuanto al cuidado de sus hijos, Berenice experimentó cambios significativos. Identifica que el cambio surgió cuando al viajar conoció diversos hogares, culturas y otras formas de relacionarse. Menciona que antes ella cuidaba de sus hijos, de su familia e inclusive de sus amistades cuando iban a su casa, desde la idea de atender y servir. Pero en la resignificación sobre el cuidado, aprendió que una manera de cuidar a sus hijos era haciéndolos independientes y responsables. Al respecto recuerda la siguiente anécdota sobre su hijo:
“a los dos hijos los acostumbré a que siempre en coche, a la escuela en coche, no sabían cruzar calles. Ya grandulones eran unos burros en trasporte público, no sabían. Entonces, pensé en que tenían que aprender y [en las vacaciones de su hijo] le busqué trabajo, primero quería meterlo en una reparadora de llantas, pero su papá me dijo que no porque lo iban a atropellar. Así que le conseguí trabajo en una oficina, no fue lo máximo, pero a los dos meses con su sueldo se compró una impresora” (comunicación personal, Berenice, 2010).
En este caso, se observa que el cuidado puede estar vinculado con la necesidad de atención y cuidados que las hijas y los hijos requieren de sus padres. Pero también puede relacionarse con el sentido de independencia que se espera de ellas y ellos en su crecimiento y formación. Entonces, desde la experiencia de quien cuida, el tiempo que conlleva la atención y las actividades que se desarrollan en torno a la formación de las hijas y los hijos forman parte del trabajo de cuidado que, a su vez, se vincula con diversos sentidos orientadores en el transcurso de la vida, como puede ser el sentido de necesidad o de independencia.
En el cuarto momento de transición, se observa que el cuidado se expresa en su identidad profesional como arquitecta y urbanista de maneras diferentes. Berenice relaciona su profesión con el cuidado de la familia, pero también con la calidad de vida y de la naturaleza. Para ella, ser arquitecta y urbanista remite al diseño y cuidado de los espacios a escalas diferentes: la casa y la ciudad.
Desde la experiencia de Berenice la arquitectura, en la práctica profesional y laboral, se bifurca en trabajo de diseño, administrativo y en obra. Aunque en su trayectoria laboral se ha dedicado principalmente al ámbito administrativo, tuvo la experiencia de diseñar y supervisar la construcción de su casa. Para aprender a diseñar -explica- un arquitecto debe tomar en cuenta la orientación y el recorrido que hace la luz del sol durante el día, así como el flujo del viento en los diferentes espacios y considerar las necesidades y gustos de los habitantes; relaciona estos elementos con la construcción de espacios que permitan mejorar la calidad de vida. Incluso menciona que para construir una casa es importante tomar en cuenta elementos como la privacidad, pues una familia o una pareja, pueden desintegrarse/separarse por falta de privacidad. De esta manera, las ideas vinculadas con el cuidado, que expresa a través de su práctica y profesión como arquitecta, suben de escala cuando las compara con el urbanismo, pues explica que:
“un arquitecto puede diseñar bellamente el espacio donde tú vives y un urbanista es como si la ciudad fuera tu casa… [la ciudad] es como una casota en donde vivimos todos… la ciudad tiene sus espacios y servicios, los grandes hospitales están en las ciudades y dentro de esa gran ciudad hay espacios pequeños… Estudiamos arquitectura, desde la luz, el sol, el viento… un ambiente interior necesita tener ventilación y luz natural…” (comunicación personal, Berenice, 2010).
En el ámbito administrativo, se inició cuando ingresó a una institución pública como jefa técnica especializada. Posteriormente, estuvo en el programa de Participación Ciudadana, en el área de servicios urbanos, como encargada del área de ecología. En este puesto, reconoce que aprendió mucho de las actividades, pues se dedicaban a tratar el cuidado del medio ambiente. Las actividades que desempeñó durante tres años le permitieron reencontrarse con aprendizajes que tuvo en su niñez, en el campo, y con el tema del consumismo:
“mi formación de niña fue del cuidado del medio ambiente, vengo de provincia y por la edad que tengo, antes no había tanto plástico, yo no soy consumista, así también les enseñe a mis hijos a no comprar por comprar...” (comunicación personal, Berenice, 2010).
Otro puesto que desempeñó por seis años fue el de asesora técnica del alcalde. Durante este tiempo, trabajó en la implementación de programas urbanos; uno de ellos se llamó “A mejorar nuestra cuadra” y tuvo por objetivo propiciar la organización vecinal para mejorar las banquetas, jardineras, alumbrado, etc. El trabajo que realizó en ese tiempo es una de las experiencias que recuerda con más agrado. Finalmente, regresó al área de participación ciudadana -donde ya había estado anteriormente- pero ahora encargada específicamente de un taller sobre reciclado y el cuidado del medio ambiente.
Sobre su trayectoria laboral como funcionaria, Berenice comenta que su trabajo la ha llevado a relacionarse con las plantas, la producción y el cuidado de huertos y áreas verdes, como lo habría querido si hubiera estudiado agronomía. Asimismo, se observa que la trayectoria ocupacional de Berenice da cuenta de cómo su identidad profesional no podría comprenderse sin las relaciones familiares, la construcción del género y la mediación de las relaciones de poder.
Los sentidos de cuidado que nacen desde el arte: la trayectoria de Joel
La historia que a continuación se presenta es representativa del trabajo de cuidado en lo público y en lo privado. Joel es actor de profesión, egresado de la licenciatura en Literatura Dramática y Teatro (LLDyT) de la UNAM y al momento de la entrevista tenía 31 años. En cierto punto, sus condiciones económicas, familiares y afectivas lo llevaron a cambiar su ocupación a otra que, a primera vista, puede parecer radicalmente opuesta: la de auxiliar enfermero y cuidador de personas adultas mayores. Sin embargo, como se verá más adelante, para Joel, el quehacer artístico comparte rasgos significativos del trabajo de cuidado, en tanto involucra valores y virtudes orientados a atender las necesidades emocionales de las otras personas.
En su curso de vida se evidencia que no existen patrones únicos ni lineales en las trayectorias de vida, profesionales y ocupacionales, a pesar de que la condición de clase y de género las constriñan. Adicionalmente, se observa cómo las decisiones de vida de las personas pueden seguir criterios diversos en los que, muchas veces, las relaciones familiares y afectivas -además de los contextos que hacen necesarios los cuidados y los planteamientos éticos/morales de las personas- tienen un gran peso en las decisiones profesionales y en las identidades ocupacionales, a tal grado que, por medio de éstas y de diversos puntos de inflexión (turning point), llegan a revalorar y resignificar la ocupación en momentos específicos de la vida (timing).
La configuración de la familia, el género y la clase social
La historia de Joel da cuenta de una configuración familiar basada en una integración nuclear tradicional, conformada por su padre, madre, hermano y él mismo, quienes vivían todos juntos en la misma casa bajo el esquema jerárquico clásico impuesto por el patriarcado. Aunque sus progenitores trabajaban de forma remunerada, la madre -en un ejercicio conocido como doble jornada laboral femenina- exclusivamente se hacía cargo del trabajo de cuidado del hogar y de la familia. Por su parte, Joel y su hermano se dedicaban a los estudios y a sus propios proyectos.
A pesar de que el padre de Joel aparece en su relato como cabeza de familia, no se hacía cargo de sus gastos y prácticamente no figuraba en sus decisiones de vida. En general, cuenta que no mantenía una buena relación con él. A lo largo de su curso de vida mantuvieron diferencias importantes que los separaron emocionalmente, por lo que, desde sus recuerdos, su padre aparece como una entidad sombría, aislada, con la que vagamente podía comunicarse. Así, Joel creció con una imagen paterna bastante desdibujada y fría que, además, no mantenía relaciones emocionales estrechas con otras personas, incluso con familiares. Como su padre había migrado a México muchos años antes, Joel nunca conoció a ningún pariente suyo: “yo nunca he ido a Guatemala, y ellos nunca han venido a visitar a nadie de la familia de mi papá y cuando él falleció, pues, se rompió el único vínculo que había” (comunicación personal, Joel, 2020).
Curiosamente, aunque en su narrativa Joel define a su madre como alguien muy diferente a su padre, ella tampoco parece haber tenido una relación cercana con algún familiar, a pesar de que sus orígenes eran mexicanos. Para Joel la figura materna era el pilar y el medio de cohesión de su familia directa, pues en su representación, la madre era quien poseía la jefatura simbólica, quien proveía de unidad y afecto, aunque también aportaba recursos físicos y económicos para sus diversas prácticas económicas, sociales, culturales, etc. Ella cuidaba de sus hijos en todas sus formas. A diferencia del padre, los escuchaba con interés y los apoyaba moralmente en sus decisiones, mostrándose comprensiva y respetuosa. Joel cuenta que, además, los curaba y atendía cuando enfermaban, ya que la madre había sido enfermera cuando era joven. Después ella se dedicó a otras actividades en servicios, pero siempre buscando que le permitieran seguir haciéndose cargo de su familia. El trabajo remunerado también le dio a la madre la posibilidad de contar con cierta independencia financiera; adicionalmente, pudo hacerse cargo completamente de los gastos de Joel una vez que su padre renunció a ese compromiso paterno muy pronto -como una forma de mostrar su poder sobre él y su inconformidad ante su modo de ver la vida-.
Cuando Joel decidió estudiar la LLDyT se sintió con la necesidad de disculparse con su madre y pedirle su aprobación, pues sabía que -ni tarde ni temprano- le iba a generar suficiente dinero como para que ella pudiera experimentar un cambio económico significativo en su vida. Aunque Joel ingresó al mercado laboral durante la licenciatura (tercera transición), no lo hizo de manera remunerada. En su ámbito laboral es común trabajar por “amor al arte”, por el placer de actuar, por la necesidad de profesionalizarse o por solidaridad, para ayudarle a algún/a colega. Por lo que su madre, además de hacerse cargo de sus gastos de manutención, tuvo que financiar directamente sus proyectos artísticos e, indirectamente, los proyectos de otras personas.
Joel proviene de una familia que, como él mismo afirma, “no es acomodada”; vivía en una de las zonas más pobres y con mayores índices de delincuencia del Estado de México. Para llegar a la Facultad de Filosofía y Letras en la UNAM, donde se imparte esta licenciatura, tenía que invertir al menos dos horas de camino. Lo mismo de vuelta a casa. En general, su elección de carrera representó un condición crítica para la economía familiar, pues además de los tiempos invertidos en los traslados, los horarios de clase eran sumamente extendidos, por lo que difícilmente podía ocuparse en otra actividad que no fueran sus propios proyectos artísticos o escolares:
“pasaba prácticamente todo el día allí en la Facultad. Podía tener una clase a las ocho de la mañana y, no sé, de ahí hasta las tres tener otra clase y mi última clase era a las siete” (comunicación personal, Joel, 2020).
Era evidente que estudiando teatro la movilidad social no se iba a dar o, al menos, no en el corto plazo. Sin embargo, estudiar la LLDyT (segunda transición) fue trascendental para su curso de vida y el de su núcleo familiar, debido a la forma en que (de)construyó sus sentidos de cuidado a través de la (re)orientación de su ethos profesional.
“Pasa mucho en otras carreras tipo medicina, derecho, ese tipo de carreras, que las estudian no por una pasión o por un agrado o por un interés propio del alumno, sino porque sus padres a lo mejor se dedican a eso o siempre quisieron que fueran eso mismo los hijos. Y en esta carrera no. Pasa algo muy peculiar, yo creo que a lo mejor por el entorno social al que estamos acostumbrados o por la cultura, es raro que diga un papá -yo quiero que te dediques al teatro, quiero que seas actor-. No, no pasa. Entonces aquí el que se dedica a esto es por gusto, por interés, por querer saber, por algo que siento realmente sincero” (comunicación personal, Joel, 2020).
Es bien sabido que la LLDyT es muy cara y que las personas egresadas pueden tardar varios años antes de conseguir un empleo que les permita obtener independencia económica y emancipación familiar. Según menciona Joel, nunca se imaginó que en la práctica “la cara cultural, aquí en México, al menos en la ciudad, en el entorno en el que me desenvuelvo, fuera tan cruel”. Aunque diversos maestros ya se lo habían advertido:
“no directamente hacia mí, lo decían en general, para todos los alumnos en la carrera, que si no nos sentíamos aptos, o no nos sentíamos capaces de soportar la carrera porque era una carrera de aguante, más que en otras profesiones, lo pensáramos bien y que lo meditáramos porque íbamos a sufrir más de lo que la íbamos a disfrutar, o de las satisfacciones que nos iba a dejar [la carrera]” (comunicación personal, Joel, 2020).
El “amor al arte” le mostró a Joel un camino de resiliencia, le enseñó a trabajar desde la precariedad con lo que se tiene y con lo que se puede, sacando lo mejor de sí. También le permitió valorar su profesión por el simple disfrute de la misma y por las emociones y sentimientos que, a través de su quehacer artístico, despierta en las demás personas. Es así como desde su posición social y de clase, con las pocas redes de apoyo y casi nulas de parentesco, sin la posibilidad de obtener un empleo remunerado de calidad, tuvo que hacer frente -social y económicamente- a la crisis que experimentó su familia por motivos de salud, situación que comprometió la continuidad de su trayectoria profesional.
Trayectoria ocupacional, identidad profesional y sentidos de cuidado
Joel narra que comenzó a estudiar el programa de Educación Media Superior (EMS)3 en el Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) Oriente de la UNAM de forma tardía, pues ingresó a los 20 años -cuando la mayoría de estudiantes lo hace entre los 15 y los 16 años-. En aquel momento de su vida, su edad avanzada (timing) en relación con la de sus pares, le permitió disfrutar de una experiencia escolar con mayor madurez, de una manera más motivada y positiva. En esta (primera) transición en la vida de Joel -su ingreso a la EMS-, cobra gran importancia el rol formativo de dos profesoras. Según menciona, ellas le ayudaron a desarrollar el gusto por el arte y a encontrar, especialmente en el teatro, formas de expresión que distaban mucho de lo que creía haber visto o sentido antes, principalmente, mediante su referente más cercano en ese entonces: la televisión.
A través de sus profesoras encontró, sobre todo, su vocación. Debido a su gran influencia, a la edad de 23 años resolvió cursar la LLDyT. De acuerdo con Joel, sus profesoras del CCH tenían mucho en común. Primero, eran hermanas. Segundo, ambas también eran egresadas de la LLDyT e impartían, respectivamente, clases de lectura y redacción y análisis de textos, durante el primer y último año escolar. Tercero, las dos tenían un carácter fuerte, eran estrictas, exigentes y muy disciplinadas. Cuarto, y más importante, ellas mostraban un interés genuino por el cuidado y desarrollo intelectual y personal de sus estudiantes. Gracias a ellas Joel recuerda haber encontrado en el arte el placer de cuidar al otro, a la otra.
Ingresar a la LLDyT representó para Joel un punto de inflexión (turning point) que provocó grandes cambios positivos en su vida. En sus palabras, su carrera lo formó en muchos otros aspectos, además de lo correspondiente a la actividad profesional:
“esta carrera lo que me ha enseñado es a ser más sincero también conmigo, con las personas que me rodean, a afrontar los problemas con una forma más positiva. Aunque sea difícil, pero no dejarme caer” (comunicación personal, Joel, 2020).
Durante la carrera aprendió a ser resiliente, pues el teatro es una ocupación de lucha constante de
“no aflojar, de no rendirse, independientemente de que haya tropiezos, de que escuchemos muchas veces un —no— como respuesta, aunque en ocasiones las oportunidades sean muy, muy reducidas para desarrollarse” (comunicación personal, Joel, 2020).
La formación integral y humanística que recibió Joel en la UNAM, le enseñó que en el arte deben prevalecer los actos desinteresados, genuinos, que no persiguen el lucro. Según refiere, el teatro tiene la virtud de modificar mentalmente a las personas, además de que las hace mejores, con más valores, tolerantes y dadivosas. Su actividad puede no proveer dinero, pero le regala experiencias cálidas, afectos y crecimiento personal.
“Las satisfacciones de presentarse en un teatro y dedicarse a esto, de estar en una puesta en escena, es ver las sonrisas de la gente, recibir un aplauso, saber que uno está entregando esto sabiendo de que muchas veces no gana algo material, esa es la satisfacción más grande. Uno también como actor, hasta donde yo pienso y que creo que debería ser lo ideal, se va modificando mentalmente para ser siempre una mejor persona” (comunicación personal, Joel, 2020).
En su paso por la universidad, Joel señala que aprendió que el trabajo en equipo, más que un término conceptual, representa una forma de cuidar y pensar en las otras personas, pero no solo en el teatro, sino en la vida misma, pues
“en el trabajo en equipo, uno siempre tiene que estar pensando en el otro. Y creo que eso también se refleja mucho en la vida y en la forma de pensar de alguien que se dedique a este medio, como el ser más humano, el estar más abierto, el ser más tolerante hacia los demás. Ser más dadivoso” (comunicación personal con Joel, 2020).
Joel terminó su carrera a los 30 años (cuarta transición), edad en la que la mayoría de las personas (timing) comienza a desarrollar su trayectoria profesional, a adquirir independencia, lograr emancipación familiar y, probablemente, pensar en la conformación de la familia propia. Sin embargo, de nada de esto pudo disfrutar Joel, pues casi cuando iba a terminar sus estudios de licenciatura, su padre -quien era hipertenso- sufrió varios infartos y los médicos lo desahuciaron (turning point). En ese momento, tuvo que ingresar a trabajar para ayudar a la economía familiar en actividades que nada tenían que ver con su formación profesional (quinta transición). Al principio tuvo ocupaciones de oficina, como en call centers, en las que, aunque sus horarios le permitían continuar con sus actividades en el teatro, y sus sueldos le ayudaron a solventar los gastos, en realidad, nunca se sintió a gusto y, por lo mismo, los percibió distantes.
La madre de Joel era diabética, padecía de esta enfermedad desde veinte años atrás. Poco tiempo después de la muerte del padre de Joel (turning point), comenzó a sufrir fuertes episodios de insuficiencia renal, además de debilidad visual. La incapacidad de la madre (turning point) trajo nuevos retos consigo, principalmente, el del cuidado. Este punto de inflexión (turning point) provocó un viraje importante en la vida de Joel, pues tuvo que asumir el papel de cuidado que ocupaba su madre, como sostén emocional y económico de la familia. De esta forma, se observa cómo en familia se resuelven los problemas económicos, de desarrollo y de salud de sus integrantes. En este caso, Joel, antes que independizarse económicamente y emanciparse de la familia de origen para construir la suya propia (timing típico), tuvo que proveer las condiciones físicas, económicas y simbólicas a su familia para mantenerla funcional.
La necesidad llevó a Joel a trabajar en un hospital psiquiátrico como auxiliar enfermero y, luego, como cuidador de personas adultas mayores. Para ese momento, ya había abandonado el teatro (turning point) -aunque siempre con la certeza de que iba a ser de forma temporal-. Sin embargo, en su nueva ocupación (re)encontró una de sus grandes pasiones: el trabajo de cuidado. Cuenta que optó por esa actividad porque, en la crisis, se vio con la urgencia de solventar los gastos “que en ese momento fueron fuertes” y cuando se le presentó la oportunidad de trabajar como auxiliar enfermero
“fue de lo que sea, lo que sea. Una vez estando allí, afortunadamente me gustó, porque pude hacer una comparación ahí con el teatro, con ese tipo de artes, estoy entregando parte de mí para el bienestar de una persona. Entonces eso me agradó. Eso me gustó, servirles a las personas que cuido, brindarles mi tiempo, brindarles parte de mi vida, parte de mi esencia, ¿no?” (comunicación personal, Joel, 2020).
A través del trabajo como auxiliar enfermero y cuidador, Joel tuvo la oportunidad de revalorar y resignificar su actividad, ya que, a la distancia, encuentra en su profesión nuevos significados relacionados con el cuidado y con los afectos desinteresados hacia las personas. Él cuenta que desde el primer momento en que se enfrentó a su nueva ocupación entendió que se trataba de un trabajo de cuidado, al igual que su profesión de actor. Es entonces que todo lo aprendido en su paso por la universidad comenzó a cobrar sentido. Afirma que entendió lo que realmente significa trabajar para los otros, para las otras, apreció lo que significa que una persona dependa de ti para obtener felicidad y bienestar, además de los valores que involucran el trabajo en equipo, que ahora entiende; poco tienen que ver con conseguir fines, sino que es el proceso el que engrandece. Por último, en ese viraje que tuvo su trayectoria ocupacional confirmó que su vocación es la de actor y que su identidad es como cuidador.
Conclusiones
En este artículo se ha presentado un estudio sobre los efectos de las relaciones familiares en la construcción de identidades profesionales y en la configuración de significados del cuidado. Estos efectos, se observó, son capaces de modificar, revalorar o (re)significar las identidades profesionales en el curso de las trayectorias ocupacionales. Se planteó un enfoque teórico metodológico que propuso identificar, en dos casos de estudio, los roles familiares, las identidades profesionales, los significados del cuidado y sus transiciones en el curso de sus trayectorias ocupacionales.
Esta propuesta metodológica, basada en la observación y análisis sobre los sentidos del cuidado que se van construyendo en relación con la familia en el curso de la trayectoria ocupacional, requirió superar al menos dos retos. En un primer momento, implicó romper con la separación entre el ámbito reproductivo y el productivo, y en un segundo momento, fue necesario superar la idea de que el trabajo y el sentido del cuidado sólo se ejercen en y corresponden al ámbito reproductivo.
A partir de este abordaje se advirtió que las trayectorias ocupacionales de las personas se integran con momentos específicos en los que suceden puntos de inflexión, en los que las personas toman decisiones o experimentan momentos de tensión para poder elegir, decidir o actuar. En esos momentos de quiebre suceden procesos de revaloración o resignificación, en los que los significados del cuidado orientan el actuar de las personas y se expresan en sus decisiones y elecciones de vida, muchas veces constreñidas por la necesidad y la obligación.
Esta aproximación a las decisiones y elecciones de vida en ambos casos de estudio, más que remitir a un ámbito de la vida privada, muestra que se construyen socialmente en relación con los otros, en torno a relaciones familiares y de proximidad. Estas relaciones familiares no siempre refieren a vínculos consanguíneos: en el caso de Joel sus profesoras lo guiaron, influyeron y orientaron en sus elecciones profesionales.
Las relaciones familiares y de proximidad, se identificó, están relacionadas con significados del cuidado que las sostienen. Las relaciones familiares se construyen por afectos e intereses, que van fortaleciendo o debilitando lazos sociales de proximidad y lejanía. Como señala Bourdieu (1994), es a través de sentimientos precisos que las familias logran integrar a sus miembros de manera perdurable, para así poder garantizar su existencia y persistencia.
En los dos casos de estudio presentados se confirma una importante participación de las mujeres como pilares familiares, como proveedoras de cuidado, que brindan estructura y estabilidad afectiva, con repercusiones en el ámbito familiar y profesional. Sin embargo, el estudio también muestra que el cuidado puede ser ejercido desde los diferentes roles y posiciones en la estructura familiar o social, y que la carencia de redes familiares dificulta la actividad de cuidado y la hace más extenuante para quien la desempeña en condiciones de crisis.
Igualmente, se encontró que, en algún momento de su trayectoria ocupacional, asumieron el cuidado -Joel de su madre y Berenice de sus hijos- dejando en pausa o abandonando su formación profesional, aunque ello no significara abandonar la identidad profesional. En cada caso, las transiciones observadas en las trayectorias ocupacionales se encuentran relacionadas, particularmente, con el rol ejercido dentro de la estructura familiar y con su identidad profesional; esta relación va configurando condiciones de vida y existencia diferentes.
En el caso de Berenice, se identificaron cuatro transiciones, en las que se destacan las relaciones como: 1) nieta-estudiante, 2) esposa-estudiante de arquitectura-empleada, 3) esposa-madre-dedicada al hogar y 4) madre-arquitecta-funcionaria. Por su parte, en el curso de vida de Joel se encontró que su rol familiar como hijo fue una constante; sin embargo, la variación que se identificó fue en relación con su identidad profesional. De esta manera, en el caso de Joel se distinguieron cinco transiciones, en las que se observan las relaciones como: 1) hijo-estudiante de CCH; 2) hijo-estudiante de LLDyT; 3) hijo-estudiante de LLDyT-trabajador por “amor al arte”; 4) hijo-actor-empleado de call center o de oficina; y 5) hijo-proveedor-cuidador-enfermero. Estas relaciones observadas en las transiciones configuraron contextos distintos, en cada momento, sostenidos por diferentes sentidos del cuidado.
Como dan cuenta los casos de estudio, el cuidado no siempre se expresa de la misma manera, es decir, el cuidado es una construcción simbólica configurada por un entramado diverso de significación, y su comprensión puede lograrse cuando se comprende el contexto de las relaciones que lo producen. Se encuentra que el cuidado se expresa en los motivos, en la identidad de género, en los afectos, y que está relacionado con el trabajo que se realiza, ya sea mediante una ocupación remunerada o no remunerada, productiva o destinada para la reproducción.
Particularmente, en las historias de Berenice y Joel, se encontró que los significados atribuidos al cuidado están relacionados con necesidades, anhelos, afectos, en los que se reelaboran algunos significados como los de libertad, restricción e independencia. No obstante, en cada caso, estas significaciones se relacionan con el sentido de responsabilidad. En cada transición, se identificaron decisiones, motivos y significados del cuidado que fueron ejercidos desde identidades y estuvieron relacionados con cierta responsabilidad. En un primer momento, del abuelo sobre Berenice y de las profesoras sobre Joel; en otro momento, de Berenice sobre su familia (esposo e hijos) y de Joel sobre su madre; pero también se identificó la existencia del sentido de responsabilidad de Berenice desde su profesión como arquitecta y ocupación como funcionaria y, en el caso de Joel, desde su profesión como actor y ocupación de enfermero.
De acuerdo con Massey (2004) la responsabilidad se expresa en el espacio a través de relaciones, interrelaciones y redes, mediante las cuales las identidades se ejercen y conllevan un sentido de responsabilidad social. Las personas siempre están en relación con otros/as, ejerciendo un sentido de responsabilidad aunque ésta no sea y se exprese de la misma manera. El cuidado de otros/as, como se pudo dar cuenta, construye espacios de responsabilidad en el ámbito productivo y de la reproducción. En estos casos también se confirmó que las identidades son cambiantes y están sujetas a una red de relaciones que construyen espacialidades (el hogar, la escuela, el trabajo, etc.) y están siempre en movimiento. Por ello, en este artículo se concluye que el cuidado es una construcción social y sus significados son inherentes al grado de responsabilidad y valores que se generan en las relaciones sociales.
Por último, habría que señalar que el estudio de los efectos que presentan las relaciones familiares en la construcción de identidades profesionales y en el curso de las trayectorias ocupacionales propone contribuir a dar respuesta a las preguntas ¿quién nos cuida? y ¿a quiénes cuidamos?; asimismo, permite reflexionar sobre los límites construidos en torno al cuidado, si es que puede haberlos, y sobre lo gratificante, o su contrario, que puede llegar a ser este compromiso.
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