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Mujeres indígenas, formas de trabajo y política colectiva Una etnografía colaborativa del "hacer juntas" en contexto de pandemia (Salta, Argentina)
Indigenous women, forms of work and collective politics: a collaborative ethnography of "doing together" in the context of pandemic (Salta, Argentina)
Mulheres indígenas, formas de trabalho e política coletiva: uma etnografia colaborativa do "fazer junto" no contexto de pandemias (Salta, Argentina)
Revista Latinoamericana de Antropología del Trabajo, vol. 7, núm. 16, 2023
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)

Convocatoria temática

Los autores conservan sus derechos

Recepción: 21 Junio 2023

Aprobación: 23 Octubre 2023

Resumen: Este artículo da cuenta de una experiencia de organización política de mujeres indígenas del pueblo kolla en el municipio de Nazareno (provincia de Salta, Argentina) quienes, en el marco de la pandemia por el COVID-19, conformaron un colectivo de trabajo artesanal en base al tejido, denominado Warmis de Nazareno. Con el objetivo de abordar la imbricación entre formas de trabajo y política colectiva, el artículo se centra en las prácticas cotidianas y colectivas mediante las cuales las mujeres sostienen la vida y producen agendas políticas singulares, construyendo y disputando sentidos de un hacer juntas. Para ello se describen y analizan sus prácticas como colectivo de mujeres, los modos en que articulan sus trabajos cotidianos ylas discusiones en torno a los lugares que desean ocupar en ámbitos donde se pone en juego la construcción de estrategias en torno a la lucha por el territorio. A su vez, el escrito presenta algunos lineamientos metodológicos sobre los que se asienta nuestra perspectiva, inscripta en el campo de la etnografía colaborativa y comprometida. Los insumos del trabajo son las trayectorias y voces de las mujeres registradas en diversos encuentros, producciones audiovisuales, informes y proyectos relativos al grupo de mujeres en los cuales participamos, intervenimos y colaboramos.

Palabras clave: mujeres indígenas, reproducción de la vida, lucha por el territorio.

Abstract: This article reports on an experience of political organization of indigenous women of the Kolla people of the municipality of Nazareno (Province of Salta, Argentina) who, in the context of the COVID-19 pandemic, formed a collective of artisan work based on the fabric, called Warmis de Nazareno. With the aim of addressing the overlap between forms of work and collective politics, the article focuses on the daily and collective practices through which women sustain life and produce singular political agendas, building and disputing meanings of doing together. To do this, their practices as a group of women are described and analyzed, the ways in which they articulate their daily work and the discussions about the places they want to occupy in areas where the construction of strategies around the struggle for the territory. At the same time, the writing presents some methodological guidelines on which our perspective is based, inscribed in the field of collaborative and committed ethnography. The inputs of the work are the trajectories and voices of the women registered in various meetings, audiovisual productions, reports and projects related to the group of women in which we participate, intervene and collaborate.

Keywords: indigenous women, reproduction of life, struggle for territory.

Resumo: Este artigo relata uma experiência de organização política de mulheres indígenas do povo Kolla do município de Nazareno (Província de Salta, Argentina) que, no marco da pandemia de COVID-19, formaram um coletivo de trabalho artesanal baseado no tecido, chamado Warmis de Nazareno. Com o objetivo de abordar a imbricação entre formas de trabalho e políticas coletivas, o artigo enfoca as práticas cotidianas e coletivas por meio das quais mulheres sustentam a vida e produzem agendas políticas singulares, construindo e disputando sentidos de fazer juntos. Para isso, são descritas e analisadas suas práticas como grupo de mulheres, as formas como articulam seu cotidiano de trabalho e as discussões em torno dos lugares que querem ocupar em espaços onde se desenvolve a construção de estratégias em torno da luta pelo território. Por sua vez, a escrita apresenta algumas orientações metodológicas em que assenta a nossa perspectiva, inscrita no campo da etnografia colaborativa e empenhada. Os insumos do trabalho são as trajetórias e vozes de mulheres registradas em diversos encontros, produções audiovisuais, reportagens e projetos relacionados ao grupo de mulheres do qual participamos, intervimos e colaboramos.

Palavras-chave: mulheres indígenas, reprodução da vida, luta por território.

Introducción

En Argentina, en las últimas cuatro décadas, diferentes organizaciones indígenas han protagonizado luchas políticas en pos de que se reconozcan y garanticen sus derechos como pueblos indígenas, exigiendo especialmente la regularización de las tierras habitadas. En un contexto signado por la modificación de los marcos normativos en derechos humanos desde el retorno de la democracia en 1983 [1], las luchas por el territorio han repercutido en la revisión y transformación de las políticas de reconocimiento. En ese marco, la figura de la mujer indígena cobró mayor relevancia como sujeto de las políticas, en general promovida por programas y proyectos financiados por organismos de cooperación internacional y organizaciones no gubernamentales (Gómez, 2014). Al mismo tiempo, comenzó a emerger un movimiento de mujeres indígenas que hizo eco dentro de las agendas de los feminismos, planteando múltiples problemáticas que afectan no sólo a las mujeres en particular sino también a sus pueblos [2].

En ese devenir de la construcción y visibilización del protagonismo de la mujer indígena como parte de disímiles experiencias organizativas, distintas investigaciones académicas provenientes de las ciencias sociales y humanidades han incorporado abordajes sobre la relación entre política y género, repensando las agencias de las mujeres y disidencias de pueblos indígenas. Un aspecto relevante que señalan estos trabajos es la forma en que las mujeres indígenas pertenecientes a organizaciones de base en sus comunidades han logrado ocupar progresivamente un lugar en otros ámbitos políticos. En ese marco, destacan cómo las mujeres indígenas han incorporado a las agendas y discusiones de los feminismos sus problemáticas y realidades cotidianas desde una identidad diferenciada y posicionada, por ejemplo frente a temas como la violencia de género y el aborto (Sciortino, 2014b; Gómez y Sciortino, 2015; Gómez, 2017). Otras investigaciones dan cuenta de cómo, dentro de las organizaciones y/o comunidades indígenas, las mujeres disputan lugares en espacios organizativos e institucionales tradicionalmente ocupados por varones, buscando revertir las asimetrías respecto a su representación o participación en dichos espacios (Sciortino, 2014a; Gómez y Sciortino, 2018; Gigena, 2019 y 2022; Gómez, 2020). Asimismo, algunos trabajos recuperan estas experiencias políticas para analizar cómo se han conformado nuevos espacios de encuentro, intercambio y discusión sobre temas y conflictos que conciernen no sólo a las mujeres indígenas en su individualidad, sino también en relación a sus pueblos, desde una enunciación colectiva (Tarducci y Daich, 2018; Natalucci y Rey, 2018; Gómez y Trentini, 2020; Trentini y Pérez, 2021).

Estas dimensiones de análisis permiten entrever una multiplicidad de prácticas políticas llevadas adelante por mujeres indígenas que buscan fortalecer su participación y representación dentro de estos colectivos, a la vez quevisibilizar cómo articulan sus acciones políticas con una multiplicidad de prácticas y tareas cotidianas –agropastoriles, de cuidados, de venta de mano de obra, entre otras– que permiten la sostenibilidad de sus vidas y familias. Esto se relaciona con planteamientos y discusiones sobre cómo abordar las relaciones y dinámicas de poder a las que se enfrentan las mujeres cuando intentan garantizar el bienestar en sus hogares, comunidades y pueblos.

En esta dirección, algunas investigaciones proponen abordar la relación imbricada entre (re)producción de la vida, formas de trabajo, género y política, problematizando la frontera entre qué es o cómo se concibe el trabajo y la política. Se trata de miradas sobre la política colectiva de sectores subalternos que apuestan por un abordaje más amplio de las formas del trabajo, analizando aquellas prácticas que recurren a categorías con carga normativa sobre lo social, colectivo y comunitario –tales como movimiento social o economía social–, y se reconfiguran como parte de proyectos políticos que se tensionan y negocian cotidiana y colectivamente. En este sentido, inspiradas en la propuesta de Férnandez Álvarez, retomamos el concepto del hacer juntos (as) “cuyo carácter es siempre contingente, contradictorio, fluido y parcial” (2018, 12). Aquel hacer juntos (as) fluctúa entre su porosidad y cristalización en prácticas y categorías que permiten disputar, negociar, clasificar o definir modos de relacionarse, participar o simplemente estar en espacios de organización política. Esta categoría, además, permite reflexionar sobre los modos en que procesos de organización, demanda y disputa local son modelados y a su vez inciden en la redefinición de categorías, lenguajes y prácticas que traspasan el ámbito local y llegan a tener una circulación académica, invitando a conceptualizar la política colectiva como un hacer juntos o juntas (Fernández Álvarez, 2016).

El aporte de estos trabajos gira en torno a mostrar el modo en que la experiencia de la precariedad conforma la base del despliegue de estrategias individuales y colectivas en pos de ganarse la vida, involucrando mejoras en su bienestar material y emocional –en el presente y a futuro– y formas de aprovisionamiento o cuidado consideradas no económicas, que por lo general involucran sistemas y redes colectivas para sostener la vida. En ese marco, reflexionan sobre cómo las personas producen modos de garantizar lo que consideran una vida digna (Fernández Álvarez y Perelman, 2020), proponiendo abordar la reproducción social en el actual capitalismo e incluso las recientes mutaciones asociadas a la crisis de la expansión del COVID-19 (Palermo y Capogrossi, 2021). Esto implica identificar y analizar las prácticas concretas y cotidianas de ganarse la vida, contemplando su carácter histórico y culturalmente situado (Narotzky y Beznier (2020 [2014]) en términos materiales, sociales, afectivos y políticos; sin olvidar “los contornos que cobra la forma en que se define una vida que vale la pena ser vivida y las expectativas o los proyectos a futuro” (Fernández Álvarez y Perelman, 2020: 9). De tal forma, autores como Smith (2020) se enfocan en lo concreto de los diferentes modos de subsistencia o “livelihoods”, señalando que las formas en que la gente lucha para mejorar su calidad de vida son inherentes a la reproducción social. A grandes rasgos, estos antecedentes advierten sobre la importancia de analizar las conexiones entre las formas en que las personas se ganan la vida y sus modos de expresión política “en la que se involucran para defender esa forma de vida” (Smith, 2020: 74).

En el marco de estos procesos de organización política de mujeres indígenas y sus heterogéneas formas de trabajo abocadas a la reproducción de la vida, nos centramos en este artículo en una experiencia de mujeres del pueblo kolla del municipio de Nazareno [3] en la provincia de Salta (Argentina), quienes en 2020, en el marco de la pandemia por COVID-19, conformaron un colectivo denominado Warmis de Nazareno [4]. Estas mujeres organizaron un lugar de encuentro para compartir la práctica del hilado y tejido en telar, en una coyuntura sociosanitaria que no permitía la realización de asambleas comunitarias, usualmente convocadas por la Organización de Comunidades Aborígenes de Nazareno (OCAN), la cual muchas de las mujeres integran desde su conformación en 1990. Ante la falta de reuniones de tratamiento colectivo de temas como el acceso, los usos y la permanencia en las tierras, las Warmis habilitaron un espacio de apoyo, contención y diálogo en torno a intereses y preocupaciones de las mujeres del municipio, entre ellas el trabajo y su relación con la lucha por el territorio. Al respecto, es importante señalar que la OCAN y otras comunidades y organizaciones indígenas del departamento de Santa Victoria, están involucradas en una acción judicial colectiva de reconocimiento de posesión y propiedad comunitaria contra el Estado nacional y provincial. La causa inició a fines del año 2012 y continúa en trámite, siendo su demora una expresión de inseguridad jurídica que atraviesa a los habitantes respecto al reconocimiento de las tierras, agravando un conjunto de conflictos asociados al desigual acceso a terrenos y los acuerdos sobre su uso con distintos fines (agrícolas, ganaderos, turísticos) [5].

En lo que se refiere al proceso político del grupo Warmis, en el año 2021, una integrante nos solicitó colaboración para acceder a un financiamiento que les permitiera sostener las reuniones de tejido, aportando equipos, insumos y ayuda técnica. En la búsqueda de convocatorias afines, el Fondo de Mujeres del Sur (FMS) [6] y su programa Liderando desde el Sur (LDS) resultó una alternativa que podía fortalecer tanto la participación política de las mujeres como el trabajo artesanal de los tejidos. El proyecto fue presentado y resultó ganador por un periodo de cuatro años (2021-2024).

Con el foco en esa experiencia, en este artículo reflexionamos sobre la imbricación entre formas de trabajo y política colectiva, centrándonos en las prácticas cotidianas y colectivas mediante las cuales las mujeres sostienen la vida y producen agendas políticas singulares. Entendiendo que dichas prácticas y tareas se (re)crean de múltiples formas y constituyen un “hacer juntas” (Fernández Álvarez, 2016; Taruselli, 2016) que permea singularmente las relaciones en el territorio y configura un espacio-tiempo que actualiza las dinámicas organizativas, partimos del supuesto de que la experiencia cotidiana de juntarse a tejer supone más que una práctica de trabajo e inaugura una nueva modalidad de política colectiva, permitiendo dar cuenta de una recreación de las relaciones de género en ámbitos comunitarios, organizativos e institucionales, en un campo de fuerzas asociadoa luchas por el reconocimiento y ampliación de derechos de pueblos indígenas.

El objetivo es dar cuenta de estas recreaciones desde ese hacer juntas, recuperando sus prácticas como colectivo de mujeres, los modos en que articulan sus trabajos cotidianos, y las discusiones en torno a los lugares que desean ocupar en ámbitos donde se pone en juego la construcción de estrategias en torno a la lucha por el territorio. A su vez, pretende avanzar en algunos lineamientos metodológicos sobre los que se asienta nuestra perspectiva, apostando a construir conocimiento desde la etnografía colaborativa y comprometida mediante la participación, intervención y colaboración en las reuniones y talleres organizados con las Warmis. Esto supone una forma específica de realizar investigación que, además de producir saber científico, pone en juego la construcción de articulaciones interinstitucionales con los procesos políticos propios de los territorios donde trabajamos (Katzer, 2011 y 2019). Los insumos del artículo son las trayectorias y voces de las mujeres registradas en encuentros, producciones audiovisuales conjuntas y proyectos e informes narrativos relativos a la propuesta que financia el FMS. En este marco, recuperamos conversaciones y testimonios brindados en cuatro talleres, que permiten abordar cómo un conjunto de prácticas asociadas a esta experiencia construyen y disputan sentidos de un hacer juntas que no sólo se restringe al colectivo situado en Nazareno, sino que nos convoca e interpela como parte del proyecto del grupo: como colaboradoras, técnicas y académicas responsables de su ejecución y rendición, pero también como coproductoras de producción de información en el marco de esta iniciativa.

El artículo se estructura en tres partes. En primer lugar, describimos algunos acontecimientos que identificamos como claves en la conformación del grupo Warmis de Nazareno, focalizándonos en los espacios creados para abordar discusiones sobre el trabajo y la participación política de las mujeres. Aquí también nos referimos a nuestras prácticas como investigadoras y colaboradoras para mantener contacto con las mujeres, las articulaciones para realizar los viajes de campo y las gestiones relativas al otorgamiento y administración del proyecto. En segundo lugar, abordamos los modos en que temas tales como la reproducción de la vida, el trabajo y la política colectiva se articulan transversalmente con la práctica del tejido, lo cual puede analizarse a través de los talleres en los que se abordó tanto la recuperación de saberes como el fortalecimiento económico y político de las mujeres. A modo de cierre, reflexionamos sobre las implicancias de hacer juntas aunando el proceso organizativo de las Warmis y nuestros roles de acompañamiento y participación desde la etnografía colaborativa, en el marco de investigaciones y prácticas políticas de pueblos indígenas de mayor temporalidad.

La pandemia como contexto de (re)organización: tejiendo la trama desde un hacer juntas

Durante el contexto suscitado en el año 2020 a raíz de la pandemia de COVID-19, se implementaron un conjunto de medidas estatales para frenar las consecuencias de la crisis sociosanitaria en distintos ámbitos y grupos sociales. Respecto a los colectivos indígenas, dichas medidas –lejos de estar situadas y contextualizadas en base a cada pueblo y región– impactaron sobre la vida cotidiana, las movilidades espaciales y las formas de trabajar. En los Valles interandinos, espacio que agrupa los departamentos de Iruya, una parte de Orán y la totalidad del departamento Santa Victoria, al que pertenece el municipio de Nazareno (junto a los municipios de Santa Victoria Oeste y Los Toldos), los efectos de la pandemia visibilizaron la infraestructura precaria de los hospitales y salas médicas, así como la escasez de medicamentos y de personal.


Mapa 1.
Valles interandinos del norte de la Provincia de Salta conformado por los municipios de Santa Victoria, Nazareno, Los Toldos, Iruya, Isla de Cañas y Orán.
Fuente: elaboración propia en base a datos de Google Earth, Infraestructura de Datos Espaciales de la Provincia de Salta (IDESA) e Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI).

En el caso de nuestros trabajos de investigación, luego de nueve años de articular colaborativamente con organizaciones indígenas de los valles interandinos [7], la situación de emergencia nos condujo a la suspensión de los viajes de campo. Para sostener los vínculos, recurrimos a la comunicación telefónica y a redes sociales, aportando en la redacción y difusión de informes y diagnósticos sobre los efectos de la pandemia (Abeledo et. al, 2020) así como de comunicados y relevamientos de las organizaciones indígenas producidos durante asambleas y reuniones virtuales, en su mayoría convocadas desde el Qullamarka: la Coordinadora de Organizaciones y Comunidades Kollas Autónomas de la Provincia de Salta [8]. De este modo, fuimos acordando algunas actividades no sólo vinculadas a nuestras investigaciones sino también a las demandas organizativas, asociadas a la reformulación y ejecución de diversos proyectos gestionados desde 2019 en adelante.

La coyuntura, atravesada por las fases de Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO) y Distanciamiento Social, Preventivo y Obligatorio (DISPO) según la situación epidemiológica detectada en cada provincia o municipio, derivó en la imposibilidad de que las asambleas de las organizaciones pudieran realizarse de manera presencial por casi dos años, afectando la continuidad de los proyectos y la resolución de múltiples demandas. Por otro lado, si bien se crearon los Comité Operativos de Emergencia (COE) para abordar las problemáticas locales, incluyendo en algunos casos a integrantes de las organizaciones, no se lograron implementar políticas estatales territorializadas. En Nazareno, la dependencia municipal se limitó a colaborar con la implementación de programas nacionales, como el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), junto a la distribución de una pequeña tanda de módulos alimentarios. Con la abrupta retracción de los ingresos económicos de muchas familias, el IFE fue una de las medidas más significativas, aunque con limitaciones para implementarse por la falta de información y conectividad. En este sentido, el ASPO trajo consecuencias no sólo en el despliegue de las políticas públicas dirigidas a pueblos indígenas, sino también repercusiones directas en sus diversas actividades de sostenimiento de la vida.

Con respecto a las movilidades espaciales, luego del primer momento de ASPO y el desabastecimiento general de productos básicos usualmente transportados por comerciantes desde La Quiaca (Jujuy), en Nazareno se dio un retorno al territorio de algunas familias [9] que reactivaron tareas agrícolas y prácticas de intercambio de bienes o mano de obra, a fines de contar con mayores recursos para su subsistencia. En ese contexto signado por la incertidumbre económica, se produjo una multiplicación de conflictos territoriales entre vecinos, relativos a la regulación del riego y pastoreo, acceso a terrenos y tendido de alambrados. Ante esta situación caracterizada por el “miedo al virus” y “a la autoridad”, un grupo de mujeres de Nazareno, muchas de ellas fundadoras e integrantes de la OCAN, comenzaron a organizar reuniones para compartir la práctica del tejido, denominándose a sí mismas Warmis de Nazareno. Las mujeres empezaron a reunirse para hilar y tejer, “hablar despacito, bajito” y acompañarse durante actividades agrícolas, tales como sembrar, cosechar, “conchabarse” con vecinos y generar ingresos monetarios para sus familias, intercambiando productos y ayudándose, dispuestas “a seguir trabajando porque había que seguir viviendo” (Voces de varias mujeres. Taller Mujeres de Nazareno. Agosto de 2021).

“Yo digo nos juntemos aquí, en el 2020, por qué vamos a estar encerrados todos, si tenemos que seguir trabajando igual, tenemos que comer y seguir sembrando (...) Empezamos con el tejido. Acá todas las mujeres trabajan, desde temprano, y momentitos libres estamos tejiendo. No tenemos en cantidad, pero tenemos. Estamos pensando dónde poner para la venta, no solo nuestros tejidos, sino nuestra producción que es la papa”(A. T. Taller La mujer originaria en defensa del territorio. Mayo de 2022).

“Nos juntábamos todos los sábados y tejíamos. Había cosas bonitas y entonces nos empezamos a comprar entre nosotras (...) Igual estaba la tristeza, el miedo, entonces yo digo bueno, tenemos que cantar, cantar para sanarnos el alma, no sólo por la pandemia sino por otros temas que una sufre (...) Nos emocionábamos, por el ruido del agua (...) en la tierra, la pachamama la ha creado. Cantamos y lloramos, hasta que la aprendimos bien. Ahora ya no lloramos. Nos curamos”(A. T. Taller Mujeres y mapas de nuestro territorio. Agosto de 2021).

En el año 2021, ante un panorama sociosanitario similar al año anterior y debido al hecho de haber estado acompañando desde 2014 procesos organizativos de la OCAN, una de las mujeres del grupo nos solicitó colaboración para continuar con sus reuniones de tejido y para “que hagamos proyectos”(A.T. Taller Mujeres de Nazareno. Agosto de 2021). Tras conversar con las mujeres sobre sus experiencias durante la pandemia, nos propusimos elaborar un proyecto para sostener y fortalecer los encuentros entre las mujeres e impulsar la producción y comercialización de los tejidos. Esto logró agilizarse al concretar una reunión presencial con una integrante del grupo en la ciudad de Salta y al avanzar en un documento colaborativo en que volcamos estas demandas, además de otro tipo de información derivada de los intercambios, resultados de proyectos anteriores y de nuestras investigaciones, así como de comunicaciones telefónicas. A partir de la identificación de una problemática asociada a la escasa visibilidad de las mujeres y sus roles, tareas y demandas; presentamos el proyecto en la línea Liderazgo, agencia-voz y participación política de las mujeres del programa LDS del FMS. De 126 propuestas presentadas en esa convocatoria, se seleccionaron 21 localizadas en Argentina y Paraguay, entre las cuales figuraba nuestro proyecto Warmis de Nazareno por un Buen Vivir: fortaleciendo nuestras voces y prácticas [10].

Luego iniciamos las gestiones para el otorgamiento del subsidio, asumiendo el rol de articuladoras institucionales: como el grupo de mujeres no contaba con personería jurídica ni tenía una cuenta bancaria habilitada, además de las restricciones bancarias para crear una cuenta a nombre de las responsables del proyecto, acudimos a una organización intermediaria que pudiera alojar el financiamiento, mediante previo acuerdo con el FMS y las Warmis. La solicitud fue realizada a la Fundación Somos Parte, un espacio que aglutina investigadores, docentes y estudiantes de la Universidad Nacional de Salta y el CONICET, quienes trabajan en proyectos destinados a poblaciones rurales de la provincia de Salta. Luego de la aceptación por parte de la comisión directiva, establecimos un vínculo que nos permitió dialogar en torno a posibles actividades colaborativas y comprometidas con otros actores sociales con los que la fundación se relacionaba [11].

En el marco del proyecto del FMS coordinamos el primer taller, denominado Mujeres de Nazareno. Mapeo colectivo sobre trabajos, tareas y cuidados cotidianos. Para ello, la presidenta del grupo Warmis, una de las responsables ejecutoras del proyecto, acondicionó su casa para disponer de un espacio al aire libre que cumpliera con las restricciones socio-sanitarias vigentes en aquel momento. Con la participación de mujeres de distintas comunidades del municipio, reflexionamos sobre relaciones de género, roles y estereotipos, así como dificultades y dilemas laborales que enfrentan las mujeres a diario y en particular los que surgieron durante la pandemia. El eje común que atravesó los testimonios brindados a lo largo de la jornada fueron las memorias sobre los modos de vida agro-pastoriles en las comunidades de Nazareno y su relación con la importancia de recuperar el tejido, así como de problematizar el acceso a la tierra:

“Yo me he criado como antes, se trabajaba, si no trabajábamos no teníamos qué comer, si no hilábamos no teníamos qué vestir, no teníamos ninguna cosa (...) Me gustaría que la gente vuelva a vivir como antes, a sembrar y cosechar, vivir con lo que tenemos, con lo que cosechamos, valorar lo que hacemos (...) A mí me gusta criar ovejas y vacas y también hacer tejidos, tenemos la cultura de sembrar”(Voces de varias mujeres. Taller Mujeres de Nazareno. Agosto de 2021).

“A mi me gusta sembrar, me gustan las plantas, la verdura, me gusta practicar de tejido, me gusta la hacienda pero no tengo lugar para tener aquí, por eso no crío, porque no tengo lugar (...) Hay muchas familias que no tenemos adonde sembrar y para comprar un terreno vale carísimo; y para poder cultivar nuestros propios alimentos, como ser maíz, papas y otros frutos más” (T.G. y V.G. Taller Mujeres de Nazareno. Agosto de 2021).

El taller pretendió incrementar la participación de las mujeres del municipio, otorgar visibilidad al proyecto y generar un espacio para dialogar sobre problemas comunes vinculados a la reproducción de la vida en el territorio, el trabajo cotidiano y las formas de participación política, así como derechos de las mujeres en general, considerando que “muchas veces las mujeres, porque somos mujeres, no tenemos participación. Tanto como hacer política y otras cosas” (T.G. Taller Mujeres de Nazareno. Agosto de 2021).

Esta iniciativa, junto a otros encuentros enmarcados en el proyecto, permitió recabar un conjunto de voces, miradas y demandas que posteriormente incorporamos en la elaboración de un podcast, denominado Mujeres de Nazareno. Tejiendo historias, saberes y prácticas del pueblo kolla [12]. El enfoque de esta pieza sonora estuvo centrado en las vivencias de las mujeres durante la pandemia, aunando narrativas sobre sus aspiraciones –o lo que les “gustaría”– y recuperando testimonios sobre las implicaciones que tendría para ellas disponer de más tiempo para sembrar y otras tareas agrícolas. Además, se puso de relieve la situación crítica de quienes carecen del acceso a un terreno para “poder sustentar a las familias” (T.G. Taller Mujeres de Nazareno. Agosto de 2021). Los relatos de las mujeres dejaron al descubierto las desigualdades vivenciadas en el acceso al trabajo, ya que el sostenimiento de las familias no se limita únicamente a generar ingresos monetarios, sino que también implica asumir el rol de cuidadoras. Esta responsabilidad es asignada exclusivamente a ellas en tanto garantes de la economía familiar, tanto en el ámbito doméstico como en actividades que se realizan fuera del hogar.

“La pasé muy mal porque no tenés ninguna ayuda ni del gobierno (...) Con lo que tenía en mi casa, con eso he sostenido a mi familia hasta que he vuelto a trabajar para volver a comprar (...) No hay trabajo para mujeres, son muy pocas las mujeres que trabajan y todos son hombres, la mayoría son hombres. A nosotras nos gustaría que haya trabajo para cada mujer según el talento, la habilidad que tenga” (V. G., M. P y G.T. Taller Mujeres de Nazareno. Agosto de 2021).

“Yo iba en tren desde La Quiaca, al Tabacal.. en San Martín. Llevaba comida, cocinaba para los hombres que trabajan ahí… y los hombres hachaban cañas” (V. Taller Mujeres de Nazareno. Agosto de 2021).

En paralelo, una cuestión relevante a señalar de esta primera etapa del proyecto es la formación de un colectivo que, además de organizar reuniones y talleres sobre temas específicos, empezó a discutir internamente situaciones relacionadas con la violencia de género en el municipio. En este contexto, las Warmis se sintieron motivadas a participar en actividades e iniciativas locales, como las I Jornadas sobre Erradicación de la Violencia de Género realizadas por la policía de Nazareno, y asistieron a una capacitación sobre la ley Micaela destinada a docentes y estudiantes del municipio. También estuvieron presentes en la marcha denominada No a la violencia, organizada por la escuela primaria en conmemoración por el día internacional de eliminación de la violencia contra la mujer. Allí participaron con cartelería alusiva al maltrato, la discriminación, la desigualdad y el acoso sexual, con el objetivo de incidir en un abordaje de la realidad cotidiana de las mujeres que sufren la violencia física, verbal, sexual, psicológica y política sin tener acceso a espacios ni personal capacitado al que puedan acudir para plantear dichos problemas.

Narrativas en torno a formas de trabajo, política colectiva y lucha por el territorio

A partir de febrero de 2022, el proyecto comenzó su segunda etapa en un contexto sanitario más controlado, con acceso a campañas de vacunación contra el COVID-19 y a protocolos municipales más flexibles. Si bien una de las Warmis seguía habilitando su casa para la realización de actividades, la condición sociosanitaria empezaba a dejar de ser un obstáculo. En ese nuevo escenario, el grupo había incorporado otras prácticas vinculadas a un tema de gran importancia para las mujeres, en palabras de una de ellas: “recuperar la cultura porque la estamos perdiendo (...) Y un pueblo sin cultura es nada” (M. A. Taller Mujeres de Nazareno. Agosto de 2021). Esto implicaba la realización de algunas ceremonias en determinadas fechas, como la ceremonia al agua o la semilla, prácticas que las integrantes del grupo empezaron compartiendo entre sí, pero que con el tiempo se transformó en una acción que incluía la participación de sus familias.

Por su parte, la producción de los tejidos experimentó un crecimiento, en gran medida debido a que el proyecto facilitó la compra de telares, hiladoras y lanas, mejorando la calidad del producto y aumentando la cantidad de piezas confeccionadas. Además, la adquisición de equipamientos posibilitó que las mujeres pudieran trasladarlos temporalmente a sus casas y tejer sin depender exclusivamente de sus reuniones periódicas. Del mismo modo, las reuniones se transformaron en un espacio de acompañamiento, para estar juntas también con quienes estaban aprendiendo a hilar o manipular un telar mediante el saber y la experiencia de aquellas más avanzadas.

En cuanto a la ejecución del proyecto, este adquirió mayor autonomía, en parte debido a la vinculación con la Fundación Comunes como organización intermediaria y en la que una de nosotras ocupa el rol de secretaria, lo cual facilita articulaciones más fluidas [13]. En esta nueva instancia, las reuniones de las mujeres incorporaron discusiones y decisiones vinculadas no sólo a los gastos del proyecto en equipamiento sino también en cuanto a honorarios, servicios contractuales, comunicación y viáticos. En este sentido, el pago de honorarios por el tiempo dedicado a coordinar los talleres y reuniones mensuales otorgó un valor positivo tanto al proyecto como al trabajo de las mujeres, siendo significativa la experiencia de obtener un ingreso económico por los esfuerzos de tejer individual o colectivamente, organizar y acondicionar los espacios de encuentro, preparar almuerzos y meriendas comunitarias, alojar a talleristas o participantes de otras comunidades, difundir información de las actividades o participar en reuniones institucionales representando a las Warmis. Dicha retribución se repartía de acuerdo con los roles y tareas desempeñadas, fluctuando según las posibilidades de cada mujer para participar. Esto refleja el carácter dinámico del grupo, integrado por algunas mujeres que desde el inicio han planificado y facilitado actividades, mientras que otras alternan su presencia en este espacio con trabajos temporarios, migraciones por motivos laborales o familiares hacia la ciudad de Salta u otros destinos más alejados, el cuidado de sus hijos e hijas, entre otras responsabilidades asociadas al trabajo en la tierra y los cuidados. Estas circunstancias inciden en la actitud de apertura y flexibilidad del grupo ante el ingreso de alguna mujer, aunque anteponiendo como requisito indispensable su interés en tejer o aprender a hacerlo.

Sin embargo, es importante señalar dos aspectos que condicionan la participación de las mujeres en el grupo. El primero se relaciona con sus responsabilidades laborales, de crianza y de desplazamiento geográfico en busca de mejores oportunidades de trabajo, mayores ingresos económicos y acceso a la educación. Algunas migran para estudiar en ciudades cercanas o se desplazan junto a sus hijas e hijos para garantizar sus estudios. El segundo aspecto está ligado a dinámicas políticas y adhesiones previas que las mujeres han tenido en la OCAN, siendo parte de procesos de organización colectiva, incluso como gestoras y constructoras del espacio desde 1980 en adelante. Esta cuestión constituye un antecedente que permite reconocer prácticas políticas preexistentes a la formación del grupo de las Warmis.

En lo que refiere a la agenda de temas abordados desde 2022, se llevaron a cabo dos encuentros con modalidad de taller, con el objetivo de fortalecer la memoria colectiva y visibilizar el lugar de las mujeres en las luchas territoriales. De esta manera se realizó un taller denominado Hierbas y plantas nativas. Técnicas de recolección, limpiado, secado, deshidratado y preparado para uso medicinal, en el cual sus participantes elaboraron macerados en tintura madre, jarabes y aceites, a la par de intercambiar saberes sobre los beneficios y contraindicaciones de las plantas locales, compartiendo percepciones y sensaciones respecto a los usos que hacen de las mismas [14]. En tiempos de pandemia, esto resultó una propuesta interesante para conversar sobre las propiedades antifúngicas de diversas hierbas, como el laurel, que según una de las asistentes “cuando te enfermás del Covid, la azúcar se eleva arriba… y salís con una azúcar tremenda del hospital. Entonces vos tomás el laurel y te baja enseguida”. También afloraron recuerdos de la infancia asociados a cómo las abuelas preparaban remedios caseros para combatir inflamaciones, dolores de cabeza o estómago, calmar náuseas, dolores menstruales o de muelas, mediante, por ejemplo, el uso de la tusca “para los pies hinchados” o del llantén “porque los abuelos antes cuando se quemaban, lo molían y se lo ponían sobre la piel”. Además de compartir estas vivencias, también se relevó el origen de algunas plantas y sus distintos nombres según la zona geográfica, como el palán palán que en la zona de Nazareno se conoce como kajkala (Voces de varias mujeres. Taller Hierbas y plantas nativas. Abril de 2022). A su vez, esta instancia fortaleció el intercambio de recetas, así como buenas y malas experiencias sobre sus usos, incluido el del ajo.

“Cuando vos sentís dolores de cabeza, yo tomo un dientecito y se te pasa. Yo no tomo pastillas para el dolor de cabeza, a mí se me pasa con el ajo. Y al ajo no lo podés comer solo porque te puede agarrar gastritis (…) lo tenés que tomar con agua” (Taller Hierbas y plantas nativas. Abril de 2022).

Posteriormente se llevó a cabo el taller Las mujeres originarias en la defensa del territorio, orientado a visibilizar formas de trabajo y política de las mujeres en ámbitos comunitarios, organizativos e institucionales. En esa ocasión, las Warmis convocaron a mujeres del municipio en general aunque ampliando la invitación a delegados de la OCAN [15]. Al igual que en el taller sobre trabajos, tareas y cuidados cotidianos de 2021, nos ocupamos de coordinar la actividad, la cual consistió en facilitar un espacio de intercambio sobre las narrativas de vida de las mujeres, focalizándose en sus experiencias políticas, proyectos en los que participaban y actores con los que articulaban prácticas de trabajo con la tierra, cuidados de infancias, formación en derechos humanos de pueblos indígenas y derechos de las mujeres. Durante ese encuentro se pusieron de relieve historias muy disímiles, vinculadas a trayectorias que abarcaban desde quienes que habían mermado su participación política debido a la maternidad hasta las que habían enfrentado separaciones de pareja por situaciones de violencia de género, las que vivenciaron conflictos familiares por “estar en política” (P. C. Taller Las mujeres originarias en la defensa del territorio. Mayo de 2022), o las que tuvieron que migrar por tiempo indeterminado a otras ciudades por razones de trabajo. Sin embargo, todos los relatos convergieron en recuerdos sobre los esfuerzos cotidianos que debían emprender para mejorar sus vidas, las de sus familias y la comunidad en general.

Basándonos en estas narrativas, identificamos tres ejes transversales que marcaron dicho encuentro, también presentes en reuniones anteriores y que reflejan la interrelación entre la lucha por el territorio, la política colectiva y las formas de trabajo. Disponer de las tierras significa tener la posibilidad de sembrar, criar animales y generar un excedente económico que beneficia no sólo a las mujeres sino también a sus familias. El hecho de no contar con los títulos de propiedad y tenencia de la tierra –para realizar estas u otras prácticas– se traduce en una inseguridad jurídica que impacta tanto en las oportunidades de trabajo como en la autonomía de quienes históricamente han habitado dichas tierras, siendo este el principal motivo que impulsó la conformación de la OCAN, para demandar el reconocimiento jurídico y político de sus derechos.

En ese marco, el primer eje identificado en el taller remite a los comienzos de la participación política de las mujeres desde fines de 1980, asociada a grupos bíblicos, tratándose de encuentros que se convocaban desde “la olla” y al calor de las manos en pos de realizar actividades tales como bordar, coser o pintar. Esto les permitía salir de sus casas y “perder el miedo de pedir permiso al marido (...) porque antes era imposible que una mujer salga de su casa sin permiso del marido” (E. E. Taller Las mujeres originarias en la defensa del territorio. Mayo de 2022). Luego, en el contexto de conformación y consolidación de la OCAN en la década de 1990, las mujeres participaban de las asambleas exigiendo igualdad de condiciones en relación al trabajo comunitario que debían realizar para sostener y llevar a cabo las actividades convocadas por la organización.

“En esa época me iba a pelear con los varones, eran muy servidos, llegaba la hora del almuerzo y a mí me gustaba que vengan a buscar, a sacar de los tachos y empecé a decir que había que lavar todos los platos. Y algunos decían ‘yo en mi casa no lo hago’; ‘en tu casa no lo harás, pero aquí sí, aquí todos ganamos, todos colaboramos’. Hemos creado la OCAN comiendo de un solo tacho… Echábamos arroz, habas, fideos, carne fresca, charqui (...) Si yo iba a la OCAN más trataba eso, que los hombres comiencen a ponerse en el lugar de la mujer, hay muchos machistas (…) Llegábamos a las comunidades y los hombres rápidamente picaban y ayudaban hasta que lleguen los demás delegados” (E. E. Taller Las mujeres originarias en la defensa del territorio. Mayo de 2022).

El segundo eje se relaciona con un proceso de comunalización que ha sido enunciado como la construcción del ayllu y la comunidad compartida, mediante prácticas que pusieron en valor distintas formas de trabajo considerando los procesos históricos que las reconfiguraron. En este sentido, es posible observar un doble esfuerzo por dimensionar no sólo lo que significó la conquista española, sino también la construcción del Estado-nación, invalidando modos de comunicarse e idiomas como el quechua y aymara “porque no nos dejaban ni hablar las palabras que hablábamos”.

“Cuando iba a la escuela, la palabra indio era como que una persona totalmente desconocida (con plumas). Nos han sacado nuestras palabras en la escuela (...) El maestro te decía ‘a ver, volvé a decir lo que has dicho’ (…) y si volvías a hablar era como que te ponía de plantón” (P. C. Taller Las mujeres originarias en la defensa del territorio. Mayo de 2022).

En este marco, el trabajo colectivo que las mujeres hacían a nivel comunidad, acompañadas por un grupo de misioneros de la Obra Claretiana para el Desarrollo (OCLADE) [16], fortaleció el sentido de comunidad a través de la construcción de espacios comunes tales como salones, comedores, iglesias, escuelas o puestos sanitarios, desde los cuales se pretendía ampliar el acceso a derechos y mejoras en la calidad de vida. Una de las mujeres contaba lo siguiente:

“En Santa Rosa empezamos con un bañadero comunitario hecho para todos los de ahí, y ahí dejamos de participar en Poscaya (...) pero no teníamos terreno, nada. Eso nos ha pasado a nosotros, dentro de nuestra comunidad, pero yo creo que a todos les ha sido lo mismo. Esa colaboración era obligatoria, era obligación, no esperabas que te citen, colaborabas, limpiabas acequias” (P. C. Taller Las mujeres originarias en la defensa del territorio. Mayo de 2022).

A su vez, mediante el trabajo con la OCAN, la comunidad compartida se construyó mediante la recuperación o puesta en valor de prácticas locales. Una de las más importantes es la minga, una forma de trabajar colectiva presente en el proceso de construcción del espacio organizativo, como comentaba una de las mujeres del grupo Warmis:“para sembrar la hicimos ahí arribita de la OCAN, ese terreno, no estaba todavía la casa (…) Los abuelos no iban a trabajar, solamente iban a sentarse y a decirnos cómo teníamos que trabajar la tierra” (A. T. Las mujeres originarias en la defensa del territorio. Mayo de 2022). Otra práctica colectiva es la realización de ceremonias y la recuperación de vestimentas tradicionales en instancias y espacios más allá del ámbito familiar, como por ejemplo en las asambleas realizadas en distintos lugares de Nazareno o de los Valles interandinos, donde las mujeres se encargaban de diversas tareas: “preparábamos los sahumerios, dábamos la bienvenida… ¿de la faja te acordás, Elsa? Para fajarse, para que no te duela, y para seguir caminando, era para la lucha” (E. E. Taller Las mujeres originarias en la defensa del territorio. Mayo de 2022).

El tercer eje que destacamos se vincula con las movilizaciones como pueblo kolla, es decir, acciones concretas en la cabecera municipal o en la ciudad de Salta para reclamar por el reconocimiento de las tierras y por la aplicación de políticas adecuadas en materia de educación, salud, comunicación, entre otros temas. Según las narrativas de las mujeres, las movilizaciones fueron estrategias efectivas que permitieron evitar desalojos, mejorar las instalaciones edilicias de las escuelas y el hospital, crear un instituto de educación superior, entre otros hitos que aseguraron que su voz fuera escuchada y tenida en cuenta. Sin embargo, también son descriptos como instancias conflictivas de las cuales muchas veces han debido tomar distancia para evitar que sus hijos sufrieran consecuencias [17].

“Nosotras cuando tomamos la escuela fuimos amenazadas por el gobierno de Salta (…) teníamos nuestras hijas que iban a terminar el primario y nos habían amenazado que nuestras hijas iban a tener problemas si iban a la ciudad, por eso bajamos un poco la guardia para seguir con esas manifestaciones. La última fue la del colegio y ya no fui más… así que de la marcha me volví de La Quiaca y me decían ´vas a caminar y estar adelante y vos ya sabes que el gobierno te va a reconocer’. Entonces dije ‘tengo hijos’ y me tuve que volver” (E. E. Taller Las mujeres originarias en la defensa del territorio. Mayo de 2022).

Estas son sólo algunas de las narrativas que permiten entrever los temas que las mujeres consideran importantes recuperar en torno al lugar de la mujer en la lucha por el territorio. Sus relatos permiten comprender cómo se articulan las dimensiones de la agencia política y el trabajo, y se encuentran atravesados por múltiples tareas y trabajos cotidianos que despliegan en pos de sostener y reproducir la vida. En muchos casos, estas prácticas se entretejieron con las de actores externos tales como OCLADE, generando estrategias que les permitieron lograr ciertas mejoras en sus condiciones de vida y, al mismo tiempo, consolidar una política colectiva que pusiera de manifiesto sus demandas en tanto pueblo kolla de Nazareno.

Cabe destacar que luego de su realización comenzaron a producirse con mayor dinamismo y concurrencia las asambleas de la OCAN, así como la renovación de autoridades, en cuyo marco se dio el nombramiento de una integrante de las Warmis como vice-coordinadora de aquella organización, siendo la primera vez que una mujer ocupa un puesto directivo. Consideramos que su incorporación expresa la incidencia que las mujeres han tenido mediante actividades públicas y temas que fueron instalando desde el proyecto, lo cual ha contribuido a un mayor reconocimiento de sus capacidades organizativas y de gestión en ámbitos políticos.

Por último, al igual que en 2021, sistematizamos las conversaciones sucedidas durante ambos encuentros, el taller de hierbas medicinales y el de mujeres en defensa del territorio, y produjimos dos podcasts con el fin de registrar y difundir información sobre estos temas [18]. Nuevamente nuestro rol consistió en el armado y producción de las piezas. Cabe señalar que la segunda producción contó con financiamiento del Ministerio de Cultura de la Nación y formó parte de su programa Identidades, un sitio web que alberga contenido y saberes culturales comunitarios. A raíz de la repercusión de la primera producción de 2021, desde ese programa se nos invitó a formar parte de la serie La historia estaba alrededor. Relatos locales de la comunidad coral, lo que condujo a una articulación interinstitucional entre el Ministerio de Cultura, las Warmis, y nosotras como colaboradoras académicas, participando así en la realización de un nuevo episodio centrado en recuperar las narrativas y experiencias de política colectiva de las mujeres.

Reflexiones finales: el trabajo colaborativo y comprometido en los procesos políticos

En este artículo analizamos la imbricación entre formas de trabajo y política colectiva como dimensiones inherentes a los procesos de organización política de las Warmis de Nazareno. Para llevar a cabo el análisis recurrimos a un criterio cronológico, considerando distintas etapas y coyunturas políticas marcadas por la situación sociosanitaria de la pandemia. Por un lado, nos centramos en un primer momento del proceso organizativo, signado por las reuniones de las mujeres en espacios donde se juntaban a tejer en pos de “hacer valer lo que sabemos hacer” (T. G. Taller Mujeres de Nazareno. Agosto de 2021), un saber comúnmente aprendido y practicado en los hogares. Allí también se habilitaba la palabra para expresar miedos, angustias y deseos, además de poner en común situaciones o percepciones en torno al acceso, uso y permanencia en las tierras. Por otra parte, profundizamos en las dimensiones del trabajo y la política colectiva a través de la recuperación de las narrativas de las mujeres sobre sus experiencias de lucha por el territorio y de cómo articulan sus labores con la tierra, así como los actores con los que han mantenido vínculos y construido estrategias hasta consolidar la OCAN a fines de la década de 1990. En ese marco, destacamos el lugar de las mujeres, quienes desempeñaron un papel central durante su conformación y aun lo siguen haciendo en pos de su sostenibilidad.

Con la intención de visibilizar la agencia política de las mujeres, ahondamos en las tensiones entre ambos espacios –OCAN y Warmis–, mostrando algunas de las luchas internas que las mujeres están dando para poder ocupar espacios de representación y liderazgo, e incorporar sus problemas, demandas e intereses en la agenda política local. Estas luchas abrieron camino a la consolidación del colectivo Warmis como espacio político exclusivamente destinado a la participación de mujeres que quisieran acercarse a discutir propuestas en torno a mejorar la calidad de vida y ampliar el acceso a sus derechos. Esto incluye demandas que interpelan a la OCAN, así como reclamos hacia la gestión municipal en relación a la creación de programas y proyectos destinados específicamente a las mujeres de Nazareno. Esto también permite poner en primer plano cómo se produce la distribución de trabajos según el género, problematizando tanto el presente como el pasado, como por ejemplo la labor en la zafra en los ingenios azucareros y en las cosechas del tabaco, pero también las cargas asignadas socialmente a la mujer, como el hecho de cocinar. Así, recuperando una voz de las participantes, “capaz que en la casa cocina la mujer sola (...) Porque más están las mujeres (...) Siempre están las mujeres, enseñando a cocinar o cocinando” (Voces de diversas mujeres. Taller Mujeres de Nazareno. Agosto de 2021).

A la par del trabajo analítico, en ambos apartados nos hemos referido a nuestro compromiso y participación en carácter de colaboradoras. En este sentido, consideramos que para que una experiencia resulte en un trabajo colaborativo, debe tener un carácter situado y localizado, así como mantener cierta continuidad en el tiempo. Creemos que sólo de esta manera se enriquece el resultado, permitiendo desplegar estrategias para relevar y sistematizar lo realizado durante un periodo de tiempo prolongado. Este aspecto merece ser destacado para reflexionar sobre las implicancias de articular la investigación y la colaboración, aristas constitutivas de nuestra labor profesional y académica. Nuestra contribución en dicho proceso se orientó a acompañar la gestión del proyecto, durante un período en el que debimos idear nuevas estrategias para sistematizar lo realizado en cada taller, captando las voces y los diálogos y luego ubicándolos en un entramado que tomaría forma de episodios de podcast, memorias, balances e informes anuales del proyecto.

Sin embargo, cabe señalar que también se presentaron algunas dificultades durante su ejecución, en un contexto sociosanitario que restringió la realización de actividades, especialmente las capacitaciones abiertas, difíciles de organizar debido a las normativas municipales para eventos con más de 20 personas y que debían seguir protocolos de distanciamiento social. Con escaso apoyo político por parte de la municipalidad y de la comisión directiva de la OCAN, junto a las Warmis solicitamos los permisos correspondientes elevando notas, presentando avales institucionales y realizando llamadas telefónicas a miembros del COE de Nazareno y al propio intendente del municipio, tratando de garantizar un espacio físico para llevar a cabo las actividades del proyecto.

Tras una década de trabajo en Nazareno, reconocemos que nunca nos habíamos preguntado específicamente por el lugar de las mujeres en las luchas territoriales, en la política y en el trabajo, aun considerando cómo éstas sostienen distintas acciones y espacios, la mayoría de las veces en condiciones desiguales a las de los varones. Este aspecto resultó fundamental para comprender las demandas y exigencias actuales de las Warmis, quienes han formado parte de los procesos históricos y políticos locales, y también se han ocupado del sostenimiento colectivo de la OCAN, en espacios menos visibles de su estructura política, pero no por ello menos importantes. Estas cuestiones nos desafían a incorporar en nuestras investigaciones abordajes teóricos y metodológicos comprometidos con la visibilización de los procesos políticos de pueblos indígenas desde una perspectiva de género, aunque evitando encorsetar o comparar estas luchas con las experiencias del movimiento amplio de mujeres en Argentina o incluso América Latina, sino más bien para preguntarnos qué piensan ellas mismas de su participación en las organizaciones indígenas, tanto a nivel individual como colectivo. De esta manera, nos centramos en sus narrativas de vida y en la disrupción que estos relatos permitieron entrever, dando cuenta de las implicancias de disputar un lugar en esos espacios colectivos, pues para algunas eso condujo a “perder el miedo de pedir permiso al marido” y a “que los hombres comiencen a ponerse en el lugar de la mujer” (E. E. Taller Las mujeres originarias en la defensa del territorio. Mayo de 2022).

En Nazareno, la coyuntura que surgió durante la pandemia representó un punto de inflexión que llevó a las mujeres a construir un lugar de encuentro que, sin intenciones de solaparse los espacios de organización ya consolidados en el municipio, habilitó momentos para juntarse con el propósito de tejer, acompañarse, escucharse y contenerse en un contexto de incertidumbre. En este sentido, “juntarse a tejer” fue más allá de una práctica de hilado y urdido, inaugurando una nueva forma de trabajo e incluso de política colectiva que permitió hilvanar deseos y anhelos expresados en lo que les “gustaría”, enfrentando miedos tanto “al virus” como “a la autoridad” en tiempos donde estaba prohibido juntarse. Así se gestó el colectivo, motivado por el interés de convocar actividades abiertas y de interés comunitario que, entre sucesivos momentos de aislamiento y distanciamiento, emprendió un proyecto en pos de fortalecer la participación política y el trabajo artesanal de las mujeres. A través de esta propuesta, la práctica del tejido trajo aparejada la posibilidad de contar con un espacio que por primera vez no las reconocía e incluía por sus roles como cuidadoras o madres, sino por su inquietud, saber y oficio.

En el curso de este proceso de organización singular, las mujeres han incidido en la agenda local y en los debates públicos. Al convocar reuniones y talleres abiertos, su visibilidad y representación local ha crecido, permitiendo canalizar desde su espacio temas relevantes a nivel comunitario y municipal. En ese marco, algunas problemáticas como la violencia de género empiezan a cobrar mayor visibilidad pública, instalando de manera más firme la discusión sobre las desigualdades que sufren las mujeres y disidencias ante la falta de políticas públicas en torno a salud sexual y (no)reproductiva, violencia sexual, cuidados comunitarios, entre otras. Es importante destacar que todas las actividades que se han realizado desde el proyecto aluden a la cuestión del trabajo, dimensión intrínsecamente vinculada con un modo de hacer: al juntarse a tejer, además de realizar un trabajo artesanal también recrean memorias, comparten experiencias y recuperan saberes, configurando una agenda de temas basada en necesidades enunciadas por las propias mujeres. Lo importante pasa por politizar el espacio doméstico y comunitario, sus formas de trabajo, los contextos que limitan o amplían sus posibilidades de participar, decidir o incidir en espacios comunitarios, organizativos e institucionales, potenciando su lugar como actoras políticas, activas y con capacidad de agencia desde distintos roles, dimensiones y espacios que transitan cotidiana y simultáneamente.

En ese devenir, desde nuestro lugar como participantes y colaboradoras, las estrategias que fuimos desplegando para relevar y sistematizar el trabajo realizado permitieron reconstruir las prácticas y sentidos que el colectivo le fue otorgando al proyecto. En este sentido, el podcast fue una herramienta útil para contar y sonorizar historias, destacar testimonios empapados de memorias individuales y colectivas, así como recuperar narrativas y aspectos poco conocidos o menos visibles de las experiencias indígenas de lucha por el territorio. En ese marco, los talleres habilitaron ámbitos propicios para la construcción colaborativa del conocimiento, permitiendo identificar lugares ocupados o que se desean ocupar, así́ como roles de cuidado a nivel familiar y comunitario. Esto significó poner en valor prácticas locales, recurrir al saber-hacer de mujeres de otras comunidades u organizaciones y proyectar una mayor autonomía en la búsqueda de ingresos para la economía familiar, entre otras cuestiones.

Finalmente, resta subrayar que la escucha atenta, la colaboración y el compromiso significan pilares en la construcción de un hacer juntas que no sólo incluye a las mujeres en tanto Warmis de Nazareno, sino también a nosotras, permitiéndonos aunar prácticas académicas y profesionales para pensar y apostar por formas heterogéneas de estar juntos (as) y, como señala Briones (2020), a veces también separados (as). Desde esa clave interpretativa, reconocer la existencia de múltiples disensos y partir de la historización y contextualización de procesos políticos singulares permite ampliar la idea de lo político, recuperando otras propuestas de convivencia que más que definir a qué movimiento político pertenece o qué es o debería ser un colectivo de mujeres indígenas, se presenta como una invitación para trazar ideas que reparen en la construcción de otros mundos posibles, desde otras miradas y subjetivaciones posibles.

Referencias

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Notas

* Instituto de Investigaciones en Ciencias Sociales y Humanidades; Universidad Nacional de Salta; Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (ICSOH-UNSa-CONICET). Doctora en Antropología (UBA) y Licenciada en Antropología (UNSa). Actualmente Becaria Postdoctoral (ICSOH-UNSa-CONICET) y Docente Auxiliar (UNSa-IEM).
** Instituto de Estudios en Comunicación, Expresión y Tecnologías; Universidad Nacional de Córdoba; Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (IECET-UNC-CONICET). Resumen biográfico: Doctora en Ciencia Política (UNC) y Licenciada en Ciencias de la Comunicación (UNSa). Actualmente Becaria Posdoctoral (IECET-UNC-CONICET) y Profesora Asistente (FCC-UNC).
[1] Junto al corpus jurídico internacional derivado de la ratificación de los instrumentos centrales de derechos humanos, la reforma de la Constitución nacional en 1994 reconoció la preexistencia cultural, étnica y territorial de los pueblos indígenas en el país, convirtiéndose en una herramienta clave para los proyectos políticos de estos grupos.
[2] Por ejemplo, en 2009, un grupo de mujeres provenientes de la ciudad salteña de Embarcación arribó a la ciudad de Buenos Aires reclamando el cese de los desmontes ilegales, denunciando el incumplimiento de leyes de protección ambiental y exigiendo mayor acceso a la educación, salud y vivienda digna (Gómez, 2014). Luego, desde 2012 el Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir (MMIBV) ha organizado acciones de protesta y denuncia contra la opresión estatal, la violencia de género y lo que comenzó a denunciar como terricidio. Actualmente, este espacio ha ampliado su agenda de demandas, resultando entre otras cuestiones en su cambio de denominación a Movimiento de Mujeres y Diversidades Indígenas por el Buen Vivir (MMIDBV) (Gómez, 2020; Soria, 2022).
[3] El municipio de Nazareno ocupa el extremo noroccidental de dicha provincia, limita al oeste con la provincia de Jujuy, al este y al norte con Bolivia y al sur con los departamentos de Orán e Iruya. Se encuentra habitado por 22 comunidades indígenas del pueblo kolla, nucleadas por la OCAN desde 1998. Allí se practica la agricultura y ganadería para el autoconsumo, con excedentes destinados al intercambio o eventualmente a su comercialización. Esta economía de subsistencia se combina con la venta de trabajo en el municipio, la agroindustria, minería, u otras actividades que conllevan migraciones estacionales de un importante porcentaje de familias.
[4] La palabra Warmi en idioma quechua se refiere a mujer.
[5] Esta demanda exige un título único, indisponible e inajenable de 240.000 hectáreas de la finca Santa Grande de Santa Victoria, asociada al Marquesado de Tojo o Yavi, caso paradigmático de la persistente falta de acceso a los derechos de propiedad (Madrazo, 1982). Esta demanda se retrotrae a las asambleas de la OCAN a fines de 1990, que luego inicia judicialmente con el acompañamiento de Qullamarka, Coordinadora de Organizaciones y Comunidades Kollas Autónomas de la provincia de Salta en 2007 (Milana y Villagra, 2020).
[6] El Fondo de Mujeres del Sur (FMS) es una ONG que financia a organizaciones que promueven el ejercicio de los derechos de las mujeres y personas LBTIQ+ en países de América Latina y el Caribe. Por su parte, el programa LDS se aboca a fortalecer capacidades organizativas y activismos en pos de la igualdad de género, la incidencia política, la justicia ambiental y los derechos de las mujeres. Para mayor información verhttps://www.mujeresdelsur.org/.
[7] Nuestras investigaciones remiten a una articulación interdisciplinaria entre antropología, comunicación y ciencia política con perspectiva etnográfica, implicando también proyectos académicos y colaborativos con organizaciones del Qullamarka, especialmente con la OCAN. En diálogo con esta última hemos articulado nuestro trabajo, incluyendo la labor de archivo con fuentes locales y la participación en asambleas, reuniones y talleres diversos en Nazareno desde 2014 hasta la actualidad. En ese marco, realizamos nuestras tesis de grado y doctorado.
[8] l Qullamarka actualmente agrupa seis organizaciones: Comunidad Indígena del Pueblo Kolla Tinkunaku (CIPKT), Asociación de Comunidades Aborígenes de Nazareno (OCAN), Unión de Comunidades Aborígenes Victoreñas (UCAV), Consejo Indígena Kolla de Iruya (CIKDI), Comunidad Indígena Alta Cuenca del Río Lipeo (CIACRL) y Unión de Comunidades Kollas de Yungas-Orán (UCKYSA).
[9] Según estadísticas recientes del Hospital Municipal de Nazareno, entre fines de 2019 e inicios de 2020 se contabilizaron 709 familias en el municipio (414 en su cabecera); mientras que entre enero y marzo de 2023 ese número ascendió a 789 (485 en su cabecera).
[10] Luego, en 2022 ejecutamos la propuesta Hilando saberes, tejiendo memorias: hacia el fortalecimiento del trabajo colectivo y la participación política de las Warmis de Nazareno (2022-2023), actualmente denominada Warmis de Nazareno: saberes y memorias de nuestro territorio (2023-2024). El financiamiento otorgado contempla una renovación anual durante cuatro años, durante los cuales el FMS solicita a las organizaciones co-partes rendiciones anuales y renovación de presupuesto, objetivos y actividades. Se contempla que el proyecto tendrá una última etapa en 2024-2025.
[11] Al respecto, en octubre coordinamos un encuentro de tejido en telar entre mujeres de Nazareno y de la comunidad Kondorwaira de Potrero de Castilla (departamento La Caldera), con la que trabaja la fundación. Allí se intercambió en torno a prácticas de teñido de hilos de oveja, llama y vicuña con tintes naturales. Por su parte, las invitadas compartieron saberes del tejido de peleros, urdimbres y diseños. El encuentro finalizó con una ceremonia de bendición de las semillas e intercambio de papa, maíz y habas, lo cual fue acompañado con cantos de coplas a la pachamama.
[12] El podcast también presentó algunos fragmentos sonoros del taller de tejido en telar y tintes naturales, recuperando el intercambio con las mujeres de la comunidad Kondorwayra, cuya reflexión compartida indicó que “nos dimos cuenta que somos muy parecidos en nuestra forma de vivir, en nuestras costumbres y nuestros quehaceres” (Mujeres de Potrero de Castilla. Encuentro de intercambio sobre teñido y tejido. Octubre de 2021).
[13] La fundación Comunes es un espacio que apuesta por trabajar colaborativamente articulando proyectos vinculados a la investigación-acción participativa con espacios institucionales y territorios donde habitan pueblos indígenas.
[14] Este taller fue coordinado por una emprendedora de la ciudad de Salta que trabaja produciendo té, tisanas y condimentos a base de variedades de té, frutas, verduras y raíces.
[15] Cabe señalar que este encuentro sucedió en una circunstancia en que un grupo de familias –entre las cuales se encontraban algunas Warmis– había elevado una nota de pedido de asesoramiento sobre el tema “tierra y territorio” a la Prelatura de Humahuaca de la provincia de Jujuy, lo cual convocó a una reunión en la sede de la OCAN en la que participaron representantes de la Prelatura, delegados de comunidades, autoridades locales, vecinos, y el grupo Warmis. Uno de los temas discutidos fue el incumplimiento de las ordenanzas municipales en relación con los terrenos y los alambrados, y se presentaron diversas posturas para intentar regular los conflictos internos.
[16] OCLADE es una fundación sin fines de lucro comprometida con el trabajo social de la Iglesia católica, el desarrollo humano y la caridad religiosa, dependiente de la Prelatura de Humahuaca. Desde 1983 ha articulado proyectos en los municipios de Nazareno, Iruya y Santa Victoria. En el marco de estas acciones, a principios de la década de 2000 impulsó los primeros Encuentros de Comunidades Aborígenes de Nazareno y Santa Victoria en pos de avanzar con el reclamo por los títulos de sus tierras, que fueron claves en la conformación de diversas organizaciones indígenas.
[17] Un ejemplo de estas acciones fue cuando en 2010 el gobierno provincial intentó inaugurar una hostería turística en Nazareno sin el consentimiento de los pobladores. Allí fueron las mujeres de la OCAN –hoy muchas de ellas del grupo Warmis–, quienes mediante la toma del edificio impidieron que se llevara a cabo el acto, logrando que el entonces gobernador, Juan Manuel Urtubey, llamara a un referéndum para que el pueblo votara si el destino del inmueble sería un albergue estudiantil o una hostería turística. Finalmente, ganó el “no” y la propiedad se convirtió en un albergue para estudiantes del secundario de Nazareno.
[18] Las producciones se encuentran disponibles en https://open.spotify.com/show/7mobKmercWo7Q1AZuwVbaK.


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