Artículos
La autogestión energética ante la guerra capitalista. El caso de la resistencia en México
La autogestión energética ante la guerra capitalista. El caso de la resistencia en México
Revista CoPaLa. Construyendo Paz Latinoamericana, vol. 8, núm. 17, p. 42, 2023
Red Construyendo Paz Latinoamericana
Recepción: 26 Julio 2022
Aprobación: 26 Septiembre 2022
Resumen: Este artículo interpreta el discurso de la Red Nacional de Resistencia Civil (RNRC) en términos de la guerra que opera tanto el estado como la corporación empresarial (nacional y transnacional) sobre la población mexicana durante el periodo neoliberal. Una de las propuestas de esa red: autogestión energética, es interpretada como una postura que desestabiliza la dicotomía liberal: propiedad estatal-propiedad privada, y, por otro lado, como una fuente objetiva de incremento del bienestar de la población. Esto resulta en un gesto de la democracia plebeya llevada al campo económico vía la resistencia.
Palabras clave: capitalismo, guerra, transición energética, bienestar, autogestión.
Abstract: This article interprets the discourse of the National Network of Civil Resistance (RNRC) in terms of the war that both the state and the business corporation (national and transnational) operate on the Mexican population during the neoliberal period. One of the proposals of this network: energy self-management, is interpreted as a position that destabilizes the liberal dichotomy: state property-private property, and, on the other hand, as an objective source of increasing the well-being of the population. This results in a gesture of democracy commoner brought to the economic field via resistance.
Keywords: capitalism, war, energy transition, welfare, self-management.
Introducción
Vladimir Illich Ulanov ¡Lenin!, creador de una corriente revolucionaria que inspira aquella consigna que se escuchaba hace años en las marchas de México: “¡A un lado, a un lado, a un lado reformistas, que aquí vienen marchando marxistas-leninistas! definió al socialismo como la sumatoria de soviets y electrificación. Definición que normó la formación de un territorio: ex federación de repúblicas socialistas; y en cuyo proceso las consideradas minorías fueron aplastadas por Stalin.
Lejos de ahí, Adolfo López Mateos destacado miembro del PRI, en su embestidura de Presidente de la República, nacionalizó la industria eléctrica hace sesenta y dos años, al mismo tiempo que durante su sexenio reprime una de las pocas luchas obreras independientes gestadas en la historia del México post-revolucionario: la ferrocarrilera, y encarcela a varios de sus dirigentes, entre ellos, Demetrio Vallejo.
En el proceso mexicano también ocurre el despoblamiento de algunas regiones del país para la consolidación de la electrificación. El caso de la población mazateca para la construcción de la presa Miguel Alemán en los límites Veracruz y Oaxaca es una muestra de ello.
La doctrina liberal considera que ese sacrificio es necesario para generar progreso económico y consolidar al estado-nación. En el caso de México para la formación de un estado centralista que al tiempo que disminuye el poder regional de caciques, lleva al país a la modernización económica con un régimen político autoritario.
Pasarían varias décadas, ya finalizado el paréntesis histórico abierto por las luchas sociales que originaron la predominancia en la gestión de gobierno de la socialdemocracia en los países avanzados, y derrumbado el socialismo realmente existente en el epicentro de esa doctrina: Rusia, y México registrado como país con procedimiento democrático (pluralista elitista); sin duda ejemplos del fin de la historia declarado por el hegeliano Francis Fukuyama, para que el sector eléctrico pasara a considerarse parte de la rectoría del sector privado.
Rectoría que en el caso mexicano condujo al monopolio del sector privado en la generación de energía limpia con la reforma constitucional del dos mil; la reforma más importante del sexenio de Peña Nieto sin repercusiones en el crecimiento del país (Bizberg, 2020); aunque de haberse aprobado la reforma promovida por el actual gobierno (2018-2024), el régimen de propiedad privada se habría mantenido intacto, alterando solamente la distribución de la cuota de participación de mercado.
Estos hechos muestran el carácter histórico institucional del sector eléctrico. Exhiben al principal problema contemporáneo transversal de la humanidad: cambio climático global, con variedades en la nomenclatura de las condiciones generales de producción de la que forma parte la transición energética.
Como cualquier transición, como cualquier tecnología considerada dispositivo social, subyacen posibilidades en el presente sobre la forma social que adoptaría la resolución a ese problema civilizatorio. Situados desde el análisis global-sistémico, Mann y Wainwright (2018) presentan al respecto cuatro posibles trayectorias.
La primera trayectoria hegemonizada por la lógica corporativa empresarial que llama Behemoth climático. Su característica principal la entendemos como la institucionalización de la propiedad privada en cada una de las medidas que la ciencia descubre para contener el cambio climático global. Lo que expone al calentamiento global como un nuevo nicho de mercado.
La segunda trayectoria corresponde al estado capitalista. Entidad que de hegemonizar la partitura de iniciativas sobre el cambio climático, daría lugar a una especie de “New Deal Green” en el que el estado nacional participaría en la reproducción con un criterio de protección ambiental. Esta es una trayectoria que rehabilita aquella configuración keynesiana en el manejo macroeconómico, y se piensa entonces el retorno de la época de oro de la historia del capitalismo: el paréntesis histórico, ahora propulsado por la inversión “verde”.
La tercera trayectoria consiste en la hegemonía marcada por un estilo de gobierno socialista maoísta. Grosso modo significa generar una especie de revolución cultural, ejecutada en un régimen de socialismo vertical donde el estado comanda la propiedad de los medios de producción. Por eso la denominación Mao climático.
Y la cuarta trayectoria que no resulta en hegemonía porque se piensa en procesos de autogestión articulados, y para esos autores por el momento no existen ejemplos de su configuración. De ahí que sea nombrada simplemente X; aunque al rastrear en la historia de las formas de organización territorial es plausible que la realización de X se asemeje a la forma confederalista.
Este artículo se encuentra circunscrito en esa trayectoria denominada X. Recupera un lacónico discurso emitido desde la resistencia en voz de la Red Nacional de Resistencia Civil (RNRC). Una red con aproximadamente veinte años de existencia, con presencia en los cuatro puntos cardinales del territorio nacional, y un historial de diversas acciones; incluyendo tomas de instalaciones del organismo descentralizado del estado encargado del servicio de electricidad: Comisión Federal de Electricidad (CFE), y que en su reciente pronunciamiento plantea la postura sobre la autogestión energética.
Esa postura se encuentra al margen de la reproducción discursiva y material de la hegemonía caracterizada por la acumulación de espectáculos (grandes obras y la historia “hecha” por un único hombre). Por lo que encuentro un gesto de importancia en esa propuesta, como alternativa al tiempo y espacio hegemónico, aunque resulta ser propuesta y práctica en más lugares del mundo como lo exponen Burke y Stephens (2018).
Gracias a esa voz colectiva –y muchas otras y en otros ámbitos- se interrumpe ese silencio propio del universo infinito que horrorizaba a Pascal, ya que de permanecer el silencio, la traducción de ese universo infinito en la máquina capitalista que produce destrucción de vidas humanas y no humanas volvería ese resultado en un proceso naturalizado.
Esa voz que irrumpe el contenido discursivo y la dirección de la acción que el marco liberal restringe a menos o mas propiedad privada versus estatal; una visión estática de la historia que resulta reflejada en el discurso político: ¡Viva el tata Lázaro! ¡Viva Pearson!, coreado al mismo tiempo por el actual titular del poder ejecutivo, oculta la promoción del pensamiento burgués: eficiencia y productividad al servicio de la ganancia; expoliación de recursos y fuente de dominación sobre la población al servicio de la ganancia. Y envuelve la temática de la transición energética en el manto liberal que corresponde al binomio estado-mercado.
Este artículo busca atravesar ese binomio, desestabilizarlo llevado de la voz (discurso) de unos plebeyos que proponen la autogestión energética, comprendida como práctica social discursiva que implica el derroche del excedente. Acto que de manera simbólica dinamita a la economía restringida caracterizada por regular la producción y reproducción de lo social por medio del utilitarismo.
Esa práctica social la presentamos como un acto de resistencia a la actual guerra capitalista que se efectúa sobre la población. La métrica de esa guerra se encuentra en la precariedad de las condiciones de vida de la población, acotada su presentación en este artículo al caso de México.
Como aporía, la propuesta de la resistencia, el derroche del excedente, es pensado que contribuye a incrementar el nivel de bienestar. Ese derroche que es constitutivo de la economía general se contrapone a la acumulación del capital desde el planteamiento de teoría social realizado por George Bataille, el bibliotecario catalogado por Sartre como un nuevo místico, expulsado del círculo surrealista por André Bretón, y valorado por autores postestructuralistas como Deleuze, Derrida, y Foucault.
En ese sentido, la propuesta de la resistencia a la guerra capitalista proyecta al campo social como topológico. Resulta así fragmentada la totalidad al presentarse la multiplicidad de actos en el tiempo.
El artículo está organizado en tres secciones. La primera sección expone los términos de la guerra capitalista a la población. La dimensión civil de esa guerra se explica por el origen y distribución del plusvalor que de manera fenoménica se presenta en algunas variables del discurso económico-social. La segunda sección muestra el discurso de la RNRC cuya propuesta de autogestión energética se interpreta como autodefensa del bienestar. En la tercera sección se presentan las principales conclusiones.
El alcance del análisis, a pesar de estar acotado aún a lo discursivo, lo justifico a partir de lo que Rosanvallon (2016) dice citando a De Certeau: “[…] los relatos marchan por delante de las prácticas para abriles un territorio” (p, 47). ¡El caminante herido, conmigo!¡A un lado, a un lado, a un lado reformistas, que aquí vienen marchando !
I.- La guerra capitalista
El mercado es considerado por los economistas liberales una instancia de pacificación. Este es el argumento político que justifica el triunfo del capitalismo hace un par de siglos, expuesto de manera magistral por los primeros economistas con un toque de milagro en aquella figuración presente en la mano invisible del escocés Adam Smith. (Hirschman, 1978)
La promoción del intercambio mediado por el dinero como fuente de la armonía social y de la felicidad; equiparando ese espacio social al funcionamiento de una máquina que su plena consolidación fue pensada como impedimento del ejercicio del poder centralizado; razonamiento que produce la ideología de expansión del mercado a semejante del universo en expansión, ya que al incrementarse el número de precios, ningún poder centralizado puede controlar eso que tiende al infinito; salvo las decisiones endógenas que como la ley de la gravedad producen la convergencia hacia un punto de equilibrio. Eso es lo que en la vida cotidiana se espera de la ley de la oferta y la demanda.
Una notable implicación de esa expansión es realizar la satisfacción de las necesidades a través del mercado. Lo cual rompe aquella identidad producción-reproducción intrínseca al modo de producción campesino-artesanal que rigió durante siglos. La economía resulta tema de comunicación de la esfera pública, lo que a juicio de Moscovici (2013) marca ese campo disciplinario como notable constructor de la historia universal del siglo XX, junto con la psicología.
Dichos saberes posicionan a la cobertura de las necesidades básicas en criterio del bienestar de los individuos y de la población. Un déficit en la adquisición de la canasta de satisfactores básicos es considerado la condición de pobreza relativa y absoluta. La doctrina liberal presenta como medio de superación de esa condición al fomento del crecimiento económico que en el siglo XX es medido por la construcción de la categoría contable conocida como Producto Interno Bruto (PIB).
Si un país cae en una trampa de crecimiento se anticipa la pobreza de la población, lo que activa medidas que dependen de las consideradas fuentes del crecimiento, las cuales exhiben posturas en conflicto que plasman la existencia de corrientes de pensamiento económico y social; aunque éstas son convergentes en el ethos de la modernización: los liberales promueven el ascetismo con la promoción de la productividad; los socialistas la productividad por medio de la propiedad estatal de los medios de producción; los keynesianos estimulando el gasto desde el sector público cuando el gasto del sector privado se contrae junto con la promoción de la productividad.
Esas posiciones serán llevadas en la década de los setenta del siglo pasado con la versión hegemónica neoliberal a la formación de capital humano; la palabra más fea del 2004 según la academia de la lengua alemana (Lemke, 2017), siendo la principal implicación de la conjunción de esas dos palabras, traspasar la responsabilidad de la condición de la pobreza a la elección individual. De esa manera se exenta al funcionamiento macro estructural de cualquier responsabilidad.
Así, la principal predicción de la modernización -convergencia del nivel de ingresos entre países- asociada con el crecimiento económico pende desde entonces de la medida de acumulación de capital humano. Lo que deriva en un marco institucional que produce y reproduce aquella orientación en la conducta individual. A diferencia del periodo del paréntesis histórico donde la intervención gubernamental expansiva se dio para garantizar la cobertura social como fuente de reconocimiento de la ciudadanía social, ahora la prescripción de responsabilidad individual establece el criterio de la intervención que se orienta por el control del excedente de la población, al tiempo que fomenta la conducta del autocontrol.
Si bien este fugaz repaso del liberalismo como doctrina del capitalismo que posiciona al mercado como fuente de crecimiento y bienestar de la población, como instancia de pacificación, y que se piensa es logrado en la medida que las esferas que la modernidad resultan separadas con el funcionamiento de cada una acorde con su código, y donde el individuo se adapta de manera funcional siguiendo el criterio de la racionalidad (Caillé, 2010), el descubrimiento del plusvalor desde el siglo XIX desmonta dicha lectura liberal.
Como una especie de contrahistoria elaborada desde la explotación de la fuerza de trabajo y de los recursos naturales como la base del crecimiento económico, el curso de la historia llevado por la hegemonía de la lógica del capital se expone como un proceso de empobrecimiento de la sociedad y degradación cultural (Marx, 2013; 2014). Ya sea porque la riqueza de la minoría se da por la pobreza de la mayoría, y por la reificación que adquiere el conjunto de la humanidad en la medida que opera la condición de reproducción de expansión del mercado como criterio rector de la vida social, el mercado capitalista es un acto de guerra contra la población.
Esa guerra inicia con el despojo originario que constituye al modo de producción y reproducción capitalista, y que organiza la producción y circulación del capital. Pero también organiza al estado que concentra las armas dándose una especie de acumulación originaria en el campo de la política. (2014)
Una vez formado el mercado laboral, el trabajo impago es la manifestación de esa guerra que se da sobre la fuerza de trabajo, cuya medida de reproducción está por debajo de la riqueza generada lo que produce su pauperización relativa y absoluta. Sin duda también la pugna competitiva entre los capitalistas por la distribución del plusvalor explica ese resultado que durante la crisis desecha a un segmento de la población que Marx (2014) nombra ejército industrial de reserva.
La lectura con raíz del plusvalor, convierte así al campo económico en un escenario de guerra civil, cuyo código surge del funcionamiento económico, mientras que en el terreno de las relaciones internacionales la guerra adquiere el código del poder asociado a la política (Marc Guillaume. Citado en Fontanel y Chatterji, 2009).
Los efectos de esa guerra civil que resulta del código del funcionamiento de la economía regular: la ganancia (o utilidad), se expresan de manera fenoménica en la disminución del ingreso real cuando la productividad laboral crece más que el crecimiento del salario real. O cuando la inflación en ausencia de incremento de los salarios nominales genera la pérdida de valor del ingreso. O cuando el desempleo resulta del nuevo promedio del tiempo de socialmente necesario. O cuando se despoja de los medios de producción comunes. Estos cuatro movimientos operan de manera simultánea con la ejecución de la ley del valor.
Dicha acción en el campo social conduce al escenario de reducción del poder de compra –o de imposibilidad - del conjunto de bienes catalogados como necesidades básicas, cuyo mínimo es expresado en términos de la reproducción biológica, aunque su métrica está definida por la activación del conflicto social que la vuelve moral social.
Esto se ejemplifica con la crisis de 1929 que gracias a la confrontación de clase llevaron a la formación de la época del paréntesis histórico, elevó la participación relativa del ingreso de la fuerza de trabajo, así como generó el ingreso indirecto al obligar al estado a reconocer la ciudadanía social.
Aunque el reconocimiento de la riqueza generada por la fuerza de trabajo, y de lo que soporta su creación misma: la reproducción, a la luz del presente fue un reconocimiento excluyente del trabajo doméstico y de las minorías étnicas, aspecto marcado en el debate contemporáneo sobre reconocimiento y redistribución.
Aquel avance resultado de la lucha de clases tradicional se revirtió cuando la crisis del funcionamiento del capitalismo es identificada por las funciones sociales del gobierno, y la fuerza de trabajo es desorganizada por medio de la flexibilidad laboral, al tiempo que la conformación de una estructura productiva fragmentada deslocaliza la presencia de la patronal, lo que imposibilita el sabotaje de la clase trabajadora al capital que había sido efectiva en la lucha obrera en los setentas en el recuento que hace Negri (1979).
Entonces la transformación que comanda el neoliberalismo reconfigura al estado que se caracteriza por dotar de cobertura a la población vía las transferencias que resultan de una estructura fiscal que al interior de los países cuenta con distintas gradaciones progresivas, pero cuyo denominador común es que la intervención es externa al resultado del mercado. Esto es que no ocurre ni antes, ni durante el intercambio de mercado, sino que opera una vez finalizado el mercado.
La política sobre lo social es entonces pensada como medida de contención y control, cuyo mayor éxito es alcanzado cuando se forma una subjetividad que asocia la pobreza con la mala elección individual. Esto es lo que Foucault (2007) denomina como la subjetividad de la gubernamentalidad neoliberal, que se distingue del tipo de intervención del paréntesis histórico donde las fallas de mercado se reconocían.
Ese tipo de intervención neoliberal, nombrado también como liberal de mercado redistributivo desmonta, por un lado, el contenido de reconocimiento de la ciudadanía social, y, por el otro, la incidencia directa en el mercado de factores y de bienes. La reproducción social es así llevada a un mercado constituido sin cortapisa que se da en una estructura productiva a nivel sectorial caracterizada por la concentración y centralización de la propiedad.
Este hecho se ha convertido en una fuente productora de poder estructural de las grandes corporaciones. No solamente en cuanto a la generación de plusvalor, sino también en cuanto a su capacidad de apropiación, ya que mantienen una mayor cantidad de stock de capital monetario, fijo y circulante; y, sobre todo, producción simbólica de poder que se exhibe con intensidad durante las crisis.
En ese escenario para garantizar el flujo permanente de mercancías que se codifican por el capital, resultan rescatadas aquellas corporaciones, lo que es logrado con la disminución de la condición de vida de la fuerza de trabajo para evitar tensar el equilibrio de las finanzas públicas que resulta en la austeridad.
Esto es una economía política del sacrificio de la generación presente y futura de la clase popular resultado del rescate de las grandes corporaciones financieras e industriales, Brown (2017) lo define en el caso de la crisis mundial del 2008 como el sacrificio de la ciudadanía.
Estamos en presencia de una guerra materializada en el desplome de la condición de vida de la mayoría para hacer funcionar a la máquina, lo que exhibe el carácter reificante de las relaciones sociales del capitalismo que para Honneth (2007) presenta tres dimensiones: subjetiva, objetiva e intersubjetiva.
La dimensión subjetiva se expresa cuando se interioriza la pretensión de que lo humano es capital. Basta pensar en la consigna de vida: “vivir para trabajar” que en el escenario de la relación salarial desemboca en la intensidad de la explotación; y en el escenario de la ausencia de contrato laboral a la explotación le acompaña la violencia estructural.
Esa reificación también adquiere su presentación objetiva en la acción del poder para ampliar el mercado ahí donde aún no es dominante; donde existen condiciones de reproducción social que lo desfiguran. Un ejemplo al respecto es la oferta del estado-capital llamada megaproyectos, que anula la ruta de reproducción de las economías practicadas durante cientos de años.
Se exhibe así el carácter reificante al recrear la lógica del capital como eje exclusivo del desarrollo, lo que también se manifiesta en la negación de los efectos destructivos sobre los sistemas biológicos y vivos no humanos. Por ende, al excluir otras relaciones que se han construido con la naturaleza, como la de los pueblos originarios, la reificación intersubjetiva es fuente de desprecio hacia esa población.
De ahí la supresión de la voz de quienes se resisten. De ahí desestimar la voz de los habitantes de esos lugares para cogobernar el desarrollo. Lo que lleva la condición humana a la de un esclavo que Popitz (2019) caracteriza por poseer lenguaje pero no voz.
Esa guerra a la población bajo la norma del capitalismo neoliberal, en el caso de México se refleja en las cifras de algunas variables. Si bien el ethos de la economía capitalista es el crecimiento económico, su incumplimiento no significa la ausencia de normas para su obtención. Y es que el gráfico 1 muestra el estancamiento crónico de la economía mexicana durante la fase neoliberal.
El crecimiento del PIB en ese periodo es apenas del 1 por ciento promedio anual (1990-2020), a diferencia de la época de oro que en el gráfico está representado por el periodo 1940-1979 donde la tasa de crecimiento anual es positiva en cada uno de los años (por eso los nexos en ciertos analistas que no salen de pensar que ese pasado sea el futuro).
En el mismo gráfico se aprecia que en la fase neoliberal han ocurrido cuatro crisis que se reflejan en las tasas de crecimiento negativas, donde destaca la de 1994 como la más profunda; aunque hay que decir que la ocurrida por la pandemia es la mayor.
En el gráfico número 2 se muestra la participación de la estructura productiva neoliberal que promueve el crecimiento de las exportaciones del sector industrial, sin duda propulsado desde la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio (TLC) en el año de 1994. Se observa el crecimiento de las exportaciones no petroleras cuya cifra es casi del 40 por ciento del PIB. Sin embargo, ese ingreso generado por el comercio internacional está desligado del ingreso que percibe la población trabajadora nacional; una de las características del colonialismo interno como lo explica González Casanova (2006).
Este aspecto se refleja en el gráfico 3 donde la economía mexicana durante el periodo 2008-2018 ha creado empleos compensados con 1 o 2 salarios mínimos. El monto de un salario mínimo en el año 2020 fue de 186 pesos para la zona fronteriza del país, y 123 pesos en el resto del país. Ese monto desde el cálculo que realiza el Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM) no cubre la canasta alimentaria adecuada valuada en 245 pesos diarios al año 2017.
A esto hay que añadir la evidencia de un patrón alimentario alto en calorías generado por el impacto del TLCAN en la productividad del campo, así como por la caída del salario real que obliga a la población a un consumo de productos sin valor nutrimental.
La evidencia científica correlaciona ese patrón alimentario con el surgimiento de enfermedades crónico-degenerativas que vulneran el cuerpo de la población, aspecto evidente con la presencia del reciente virus pandémico donde las defunciones a mediados de mayo 2021 acumulan un total de 219 089, principalmente en hombres (62,44 %) con padecimientos como hipertensión (45,05 %), diabetes (37,23 %), obesidad (21,70 %) (ver gráfico 4).
Los principales resultados del modelo de economía mexicana siguiendo la lógica de acumulación de capital en un marco institucional neoliberal son: un crecimiento del PIB promedio anual casi nulo. Una alta exposición al comercio exterior que vuelve dependiente al sector productivo al ciclo de la economía mundial, y desligado del ingreso percibido por la fuerza de trabajo, cuya retribución no alcanza para adquirir una canasta alimentaria recomendada, además con un patrón alimentario que enferma al cuerpo. Esto exhibe la guerra de la economía capitalista a la población.
A estos resultados hay que añadir el crecimiento de la población encarcelada de México, que además de ser expresión de la desintegración social, conllevan al control de la población excedente que la lectura afroamericana radical vincula con el cumplimiento del equilibrio macroeconómico liberal logrado en ese país con la opresión racial.
En el caso de México, la organización civil Ciudad Digna. Identidad y memoria social (13 de agosto, 2021) identifica que millares de personas han sido encarceladas por el llamado robo famélico, en particular mujeres, quienes además se encuentran viviendo en un estado de guerra ante el crecimiento de los feminicidios. Lo mismo sucede con los defensores del territorio que han sido asesinados, lo que muestra el rostro presente de la acumulación originaria que funda a la lógica del capital.
En términos de la distribución espacial, Fernández, Fernández, y Soloaga (2019), muestran que casi el treinta por ciento de la población total del país habita en los territorios clasificados como rural aislado (menos de 15 mil habitantes) y rural urbano tipo I (entre 15 mil y 60 mil).
En el caso del territorio rural aislado, el cuarenta por ciento de su población se considera en condición de pobreza alimentaria, mientras en la población rural-urbana tipo I, el treinta y cuatro por ciento se encuentra en esa condición. En relación al acceso a los servicios de salud, estos autores a su vez registran que a medida que aumenta el tamaño de la población, el porcentaje de la población con acceso a la salud se incrementa. Esa correlación expone que la cobertura de esa necesidad básica va en detrimento de los territorios con menor población.
En conjunto, las cifras presentan la reproducción de la economía capitalista como producción de muerte; una especie de necro-economía que en este artículo es expuesto como la guerra del capitalismo sobre la población a través del código de su funcionamiento: la rentabilidad o utilidad.
A continuación se presenta una respuesta a esa guerra desde la postura de la resistencia organizada en un ámbito de la producción y reproducción social: la electricidad.
II.- Resistencia a la guerra capitalista
La RNRC es una organización que opera en forma de red. Cuenta con al menos veinte años de existencia. Y a lo largo de su presencia en los cuatro puntos cardinales del territorio nacional han efectuado acciones en protesta a las tarifas de electricidad fijadas por el organismo autónomo del estado: CFE.
En su reciente pronunciamiento, a raíz de los sesenta y un años de nacionalización de la industria eléctrica, la RNRC señala la injusticia social que resulta del servicio de provisión de electricidad que:
[…] se refleja en los recibos de más de 5 mil o hasta de 10 mil pesos bimestrales en uso doméstico, y de 100 mil o hasta un millón de pesos para pequeños negocios locales. Esto escudándose en la tarifa “Doméstica de Alto Consumo (DAC)” y los medidores digitales impuestos por los expresidentes Vicente Fox y Felipe Calderón. Ya que la lectura de medición de consumo se dispara al instalar estos nuevos instrumentos de medición, marca de más y se rebasa el tope tarifario de 250 kwh mensuales para entrar a dicha tarifa DAC, con la que el costo por cada kilowatt/hora rebasa los 4 pesos (Red Nacional de Resistencia Civil, 27 de septiembre 2021).
La lectura que realizan identifican que la nueva tecnología introducida atenta contra el bienestar social al sobreestimar el consumo de los hogares y de los pequeños negocios. Lo que sin duda afecta la cobertura de las necesidades básicas de los hogares con menores ingresos que destinan una mayor proporción de su ingreso a esos satisfactores.
La exigencia de tarifa social justa es una táctica que se encuentra presente en la historia social de algunos países desarrollados en la década de los setenta y ochenta del siglo XX. Por ejemplo, en los “años de plomo” en Italia se conoció como la acción colectiva directa de la autorreducción de la tarifa y renta de la vivienda y electricidad, que la izquierda partidista en ese país (PCI) interpretó como acción a favor de la derecha al contribuir con la tensión financiera del estado-nacional (Cherkij y Wieviorka, 1980), mientras que para sus participantes directos representó la apropiación de la riqueza social (Ramírez, 1975).
Al igual que en aquellos años, la cobertura de las necesidades básica resulta menor en la medida que el ingreso real se reduce a causa del alza de la inflación promedio que analizada de manera desagregada encuentra su principal ponderación en los bienes que conforman la canasta básica, como los alimentos.
En ese sentido, el pronunciamiento que hace la RNRC dice que:
“[…] ahora más que nunca es necesario una tarifa social que tome en cuenta no sólo las condiciones climáticas, sino el ingreso de las familias mexicanas y las condiciones sociales tales como pertenecer a algún sector vulnerable, la necesidad de impulsar pequeños negocios, el bombeo de agua para la comunidad, etc.” (FUENTE)
Esa postura nos está diciendo que la nacionalización no ha sido fuente de justicia social. No ha contribuido a la igualdad social, ya que hay una afectación diferenciada entre los diferentes estratos sociales, en particular, en aquellos hogares que perciben ingresos bajos.
En ese mismo pronunciamiento, la resistencia plantea algo más. Exigen una ley que genere…reconociendo y respetando el derecho a la autogeneración eléctrica a pequeña escala, en las poblaciones que así lo determinen”.
Esa exigencia de la resistencia está ubicada en el contenido de la nueva matriz energética y lleva a plantear la desconcentración de la generación de electricidad limpia que el marco jurídico vigente ha institucionalizado el monopolio privado nacional y transnacional. Donde además la resistencia desborda el manto liberal dicotómico: liberal nacionalista y liberal libertaria (neoliberal), ya que postula des-mercantilizar el viento y el sol para la autogeneración de electricidad. Esto hace aparecer la parte maldita como denominó Bataille (1987) al gasto colectivo del excedente, autor que referenció al sol como el auténtico Potlach por ser una fuente de donación permanente. O también el doble movimiento de Polanyi expresado en el apoyo mutuo que delinea una relación horizontal (Sola, 2021).
Asimismo, esa iniciativa reivindica la propiedad comunal que es parte orgánica de la historia de México que se encuentra en las profundidades de la trayectoria histórica; incluso antes de que fuera México, como recordaba Octavio Paz (Televisa (1984). El laberinto y el liberalismo. Conversaciones con Octavio Paz. [Archivo de vídeo], y él mismo decía siempre atacada por la doctrina liberal, pero también defendida con vehemencia por los pueblos, como en la revolución encabezada por Zapata y Villa, y reaparecido ese horizonte de posibilidad a partir de la rebelión y resistencia abierta por el alzamiento armado de 1994 en Chiapas.
Esa propuesta de autogeneración como capacidad de aspiración proviene del reconocimiento de la voz de los pobladores de las comunidades y pueblos que conforman la RNRC. Entonces de lograrse esa iniciativa se asistiría a un uso colectivo del excedente del viento y del sol, al derroche del excedente sin remuneración; un despropósito a juzgar por el utilitarismo, y en la lectura de regímenes de economía política que expone Théret (1999) se robustece al orden doméstico que es una característica del socialismo civil; a diferencia del rol subordinado que ese orden tiene en el capitalismo y en el socialismo estatal.
Lo destacado es que la construcción de esa demanda de la RNRC produce una subjetividad constructiva de la historia, y no su repetición, presente en la postura público (estatal)-privado de la doctrina liberal. Siguiendo a Gibson-Graham J.K (2002), se deconstruye una de las dicotomías estáticas que funcionan para el mantenimiento del vigente poder, ahora repetido cada mañana en este país.
Este discurso de la resistencia se encuentra en la definición de economía general, ya que el acceso al excedente es libre. La cobertura de la energía sería de manera gratuita[2]. Lo que trasciende la definición de bien público que se provee vía los impuestos, arribando a un bien social autogestivo cuya provisión está condicionado al proceso organizativo y al trabajo cooperativo sin el imperativo de la estructura fiscal.
En ese sentido, estamos en presencia de la formación de un consumidor activo, en cuanto que es colectivo, además de productivo en cuanto que participa también con su cooperación en la producción de lo comunitario, y donde se trasciende al pensamiento burgués caracterizado como recuerda Malabou (2015) a propósito de la lectura de Marx que la producción es un acto pre-económico y el consumo un acto post-económico.
Ese acto cotidiano de insertarse en lo que llama Anguiano (2019): la posibilidad del sueño, genera una estrategia, ya que confronta el monopolio de administración de la electricidad, y al signo de la mercancía: la tarifa, la cual dejaría de existir cuando se apropie y derroche del excedente proveniente del sol y del viento.
Este escenario amplifica las posibilidades de elección que Screpanti (2004). Lo que amplia cardinalmente el alcance del excedente económico que surge de la cooperación en la apropiación del excedente. Lo que hace retornar de manera simbólica las capacidades de cooperación de formaciones sociales pre-capitalistas, que aún subsisten, y que en la latitud de América Latina ha sido nombrado de varias maneras, cuyos gobiernos, incluyendo los llamados progresistas, destruyen esa capacidad.
Al igual que la versión liberal de gobierno al promover una población racionalizada, en la fase neoliberal en la lectura que presenta Sutton (2006) sobre la alteridad, retomando a Marc Guiilaume, resulta que el prójimo es producido, pero sin la cualidad de otredad radical que puede expresarse también en ausencia de capacidad de reproducción material.
Esa lectura se refleja en el despojo del territorio convertido en un poder sobre los recursos naturales y la capacidad de trabajo nativa para convertirla en fuerza de trabajo, o la de otras regiones más periféricas cuyos territorios son sacrificados (Aguilera-Mellado, 2018). La concepción sobre el territorio manejada por la lógica del capital y del Estado es siguiendo a Clare, Habermehl, Mason-Deese (2018) un ejercicio de poder sobre. Esa concepción anticipa que el nuevo proletario no tendrá voz para participar en la toma de decisiones, ni las comunidades incidirán en los usos de los territorios ocupados por la inversión capitalista.
En la figura 1 se proyecta esa visión sobre el territorio, que demás de la mediación social que desempeña el territorio, agregamos la política social que en México ha sido conceptualizada como intercambio político para el control y la dominación (Anguiano, 2019), y de manera histórica Valencia (2019) demuestra su carácter dual y excluyente.
Entonces la postura de la resistencia promueve la libertad a través de la autogestión. La medida vista por el conjunto de oportunidades que se encuentra por debajo de la recta presupuestaria, y donde el consumo individual se traduce en oportunidad de elección, es ampliada con el acceso a un bien de manera libre.
A diferencia del planteamiento teórico de Screpanti (2004) que presenta la conversión de una mercancía en un bien social vía una política fiscal progresiva que grave a los propietarios de los medios de producción, y a las clases que alcanzan un determinado nivel de ingreso, la propuesta de la resistencia presentada en el discurso de la RNRC plantea que el bienestar objetivo depende del derroche del excedente proveniente del sol y del viento para autogenerar electricidad.
Esa respuesta, retomando la lectura que hace Matamoros (2002) de los movimientos sociales, comunica la irracionalidad intrínseca al capitalismo, a su vez posiciona lo cultural como un acto de fundación de lo político, al igual que Caillé (2010) lo registra en la acción del don y la reciprocidad en su lectura del sociólogo Marcel Mauss.
Y es que esa irracionalidad es evidente en el caso del Istmo de Tehuantepec, Oaxaca, expresada durante muchos años por la Asamblea de Pueblos Indígenas del Istmo de Tehuantepec en Defensa de la Tierra y Territorio (APIIDTT)[3], región donde se ha formado un complejo eólico que niega a los pueblos originarios la autogestión, así como hogares que no cuentan con electricidad, y que pagan tarifas elevadas por el servicio proveído por el estado, en medio de la abundancia del viento.
Asimismo, durante la pandemia del Covid-19 esa irracionalidad la presentan las organizaciones de la resistencia de esa misma región al señalar que el gobierno destina una parte substancial del presupuesto público para construir la infraestructura del megaproyecto Corredor Integral del Istmo de Tehuantepec, mientras no destina presupuesto para cubrir de manera digna los servicios de salud en la región (Zárate, 2021).
En ese sentido es plausible expresar que el territorio visto desde la resistencia, recuperando el análisis de Clare, Habermehl y Mason-Deese (2018), expresa la potencia. O sea, el poder para. En este caso para satisfacer las necesidades sociales definidas de manera colectiva. En el caso de la propuesta de autogestión energética poder para elevar la condición de bienestar de la vida.
III.- A modo de conclusión
La respuesta organizada a la guerra capitalista a principios del siglo XX por parte de los explotados fue pensada a través de un partido político dirigido a expropiar a los expropiadores. Ese es el legado de la lectura marxista-leninista que dio pie a la toma del palacio de invierno.
Ante el hundimiento de ese gran relato que gobernó vía el cálculo desde la propiedad estatal de los medios de producción, y que silenció la voz de los que se consideraban objetivo de la emancipación, el capitalismo ha extendido su poder mediado por un estado que se subordina a la extensión del mercado y al criterio de la rentabilidad.
La intervención del estado ahora se refleja en el contenido de una política social caracterizada por el criterio redistributivo austero que no anula la pobreza, ni detiene el crecimiento del número de pobres que ocurre por la presencia cada vez mas frecuente de crisis con orígenes diversos, las cuales desembocan siempre en la crisis de la economía capitalista que se resuelve afectando las condiciones de vida de las mayorías, al tiempo que extiende la lógica del capital en espacios donde no tiene presencia, o donde no existe de manera predominante.
Ahora con la crisis del cambio climático global, se apropia del sol y del viento, configurando una economía restringida sobre ese ámbito de reproducción social tan relevante para el futuro, excluyendo del acceso a esos recursos a la mayoría de la población que se encuentra enfrentando una guerra capitalista.
La resistencia plantea en el ámbito de la energía eléctrica la propuesta de tarifa social, pero también de autogestión energética, interpretada en este artículo como la ampliación del conjunto de oportunidades, es decir, la libertad. Lo que representa a la resistencia como una crítica al presente, que a su vez anula el origen de la guerra capitalista, ya que se propone el gasto del excedente de manera colectiva. Lo que entonces posiciona la gratuidad, el don, el apoyo mutuo, y con ello se registra un acto de deconstrucción a una de las dicotomías que mantiene el actual ejercicio del poder capitalista: propiedad estatal versus propiedad privada; además de ofrecer una deconstrucción material auténtica a la pretensión de trascender el PIB como criterio de bienestar.
Así que la resistencia es vida tal y como lo define Montag: “La vida[…] no es nada más ni nada menos que lo que se resiste a la muerte exigida por el mercado”
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Notas
Información adicional
Agustín Raymundo Vázquez García: Profesor/Investigador en el Departamento de Producción Económica (DPE) de la UAM-X. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), nivel I. Coordinador del libro El desarrollo como conflicto (2021), UAM-X. Ha publicado en revistas especializadas. Ha dirigido tesis en el programa de Maestría y Doctorado en Ciencias Económicas de la UAM, en la Maestría en Sociedades Sustentables de la UAM-X, además de impartir docencia en la licenciatura en economía de la universidad referida. Se interesa en el enfoque substantivo de economía política, y marxismo abierto,conflictos socio territoriales.