Dossier
¿La Monja Alférez, Jeanne Baret, Jane Dieulafoy (y otras más) fueron viajeras ocultas en busca de otra identidad?
Were La Monja Alférez, Jeanne Baret, Jeanne Dieulafoy (and others) hidden women travellers searching for other identity?
¿La Monja Alférez, Jeanne Baret, Jane Dieulafoy (y otras más) fueron viajeras ocultas en busca de otra identidad?
Educación artística: revista de investigación, vol. 12, pp. 258-268, 2021
Universitat de València

Recepción: 22 Junio 2021
Aprobación: 10 Octubre 2021
Publicación: 22 Diciembre 2021
Resumen: La Monja Alférez, Jeanne Baret y Jane Dieulafoy no coinciden en tiempo histórico, pero sí, al haber viajado travestidas en hombre. Las motivaciones para emprender viaje, peregrinaje o trotamundeo, dependía de causas personales que las trascendían o, al contrario, correspondían a anhelos ocultos. Así ocurrió con las tres viajeras que se entiende cumplen situaciones que se relacionan a otros casos cartografiados en la teoría y literatura de viajes de mujeres en la historia occidental de los siglos XVII, XVIII y XIX. En sus desplazamientos o residencias al extranjero, las tres viajeras se liberaban de las restricciones de sus países de origen. Dependiendo de la nacionalidad, sus acogidas cambiaban, por razón histórica, diplomática y geoestratégica. El caso de la francesa Jane Dieulafoy, en siglo XIX, al participar en una misión arqueológica a Persia, se distinguía muchísimo de la viajera travestida de marino, Jeanne Baret, cruzando los mares a finales del siglo XVII. Aún más, se diferenciada de Catalina de Erauso, quien, escapándose de España, quería sobrevivir con todas sus ganas. Por cierto, fue una arriesgada aventura, para quien quiera mujer u hombre. Travestirse al viajar y al residir, lleva implicaciones de género, de raza, de profesión y de cultura intelectual, también en plan postcolonialista. Las circunstancias se tradujeron, para cada una, en distintas tipologías de relación intersubjetiva y en la comunidad. Por su entereza y convicción solicitan estudios interdisciplinares, expandiendo axiologías críticas en la actualidad.
Palabras clave: viajeras travestidas, la Monja Alférez, Jeanne Baret, identidad de género, identidad cultural.
Abstract: La Monja Alférez, Jeanne Baret and Jane Dieulafoy did not coincide in the historical period, but they had travelled in crossdressers. The motivations to undertake travel, pilgrimage or to be a globe-trotter, depended on personal causes that transcended the women or, on the contrary, corresponded to hidden goals. It happened with the three traveling around that we intend to fulfil paradigmatic situations that will allow us to understand other cases mapped in the theory and literature of women’s travel in the occidental in the 17th, 18th and 19th centuries. In travels as for their residences, the three travellers liberated themselves from the restrictions of their countries. Depending on their nationality, they had different welcoming for historical, diplomatic and geostrategic reasons. For the 19th century Frenchwoman Jane Dieulafoy, who participated at archaeological missions in Persia, it was different from the woman voyager dressed as a sailor, Jeanne Baret, who crossed the seas at the 17th century and was the first woman to circumnavigate the globe. More so ever, they differentiated themselves from Catalina de Erauso, who, escaping from Spain, survived against all odds. In fact, she lived a risky adventure – either woman or man. Crossdressing, while traveling and living abroad, had implications of gender, reason, profession and intellectual culture, also in a colonialist plan. Circumstances meant for each one, different types of intersubjective relationship and with their communities. For their conviction and inner strength, they request interdisciplinary studies, expanding critical axiologies in the present time.
Keywords: crossdressed travellers, la Monja Alférez, Jeanne Baret, Jane Dieulafoy, gender identity, cultural identity.
PRÓLOGO
Todos os limites existem pura e simplesmente para serem ultrapassados – e assim por diante. (Novalis, 1992, p.87)
Pourquoi voyager quand on n’y est pas forcé? C’est qu’il ne s’agit pas tant de voyager que de partir. (Sand, 1856, p.1033)
Las máximas de Novalis y George Sand se aplican de maravilla a las mujeres-viajeras reseñadas, propasando sus enigmas y hallazgos. Jeanne Baret y Jane Dieulafoy partieron hacia destinos improbables y que anhelaban: la primera escondida en el buque, la segunda asumiendo su papel profesional. A su vez, la Monja-Alférez huyó para sobrevivir. Como señalo Manu Leguineche: “No por azar aventura es del género femenino. Las correrías con riesgo han sido y son dominio de la mujer tanto como del hombre” (Morató, 2020, p.13).
En la historia feminista de los viajes, se nombran casos singulares, donde una de las primeras fue Egeria (o Etaria)1 quién, en el siglo IV DC durante la Pax Romana, cruzó 80.000ms por las carreteras del Imperio. Se cree que Egeria nació de una familia privilegiada en Galicia, así pudo haber viajado con las mejores condiciones. Las etapas de su peregrinación, entre el 381-384, fueron planteadas con anterioridad. La aventura de Egeria, porque escrita en voz propia - Itinerarum – inauguro una sugestiva literatura femenina de viajes, aunque solamente se conoce el descriptivo del último año. Antes de Egeria, las eremitas (Santa) Paula de Roma, (Santa) Melania, la Vieja, así como su nieta (Santa) Melania, la Joven, habían peregrinado, impulsadas por sus creencias. Sus periplos fueron registrados por historiadores, no por las propias. Propasando Europa, hasta entrar en las tierras santas, Melania quiso conocer la vida de los eremitas en el norte de África. Los peregrinajes a Tierra Santa, empezaron solo en el siglo IV, cuando se creó “toda una geografía sagrada que comprende tanto los lugares del Antiguo como del Nuevo Testamento. Sin embargo, las fuentes bíblicas no siempre ofrecen datos claros y fiables que permitan situar un hecho en un lugar concreto de la geografía de la Tierra Santa.” (Pereira, 2018, p.18)
Viajar, por entonces, suponía enfrentarse al imprevisible, arriesgarse la vida, o sea, era una aventura que seducía y atemorizaba a la vez. Las mujeres se incluyen en esos grupos primeros de viajeros. Eran en número significativo, sea por convicciones religiosas, sea por impulsos sociales o personales. Por supuesto, en las sociedades patriarcales, viajar suponía liberarse, ultrapasar sus límites y circunstancias de género, independiendo de clase social. No todas las mujeres profesaban este impulso: viajar era (y es) cuestión de identidad, encarnando la verdad substantiva de su persona.
Las nombradas tres viajeras proceden de clases sociales diferenciadas. Son mujeres blancas, nacidas en países europeos con historia colonial:
Catalina de Erauso, La Monja Alférez (1592-1650), española, fue militar en Perú, hija de hidalgo y capitán, al tiempo de Felipe III. Su familia vivía en San Sebastián.
Jeanne Baret (1740-1807), francesa, hizo la circunnavegación del globo, su familia era de campesinos y trabajó para un botanista del que fue, años después, compañera afectiva y profesional.
Jeanne Paule Henriette Rachel Dieulafoy [Jane Dieulafoy] (1851-1916), francesa, estaba casada con un arqueólogo de renombre y pertenecía a la burguesía intelectual. Desarrolló carrera profesional como científica, afamada en la sociedad parisina.
En tiempos diferentes, las tres viajeras tuvieron impactos y consecuencias improbables, al tener en cuenta las mentalidades de sus respectivas épocas.
La primera, Catalina/Francisco/Antonio/Monja Alférez no tuve compañero o marido, fue hombre de otras mujeres, inspirando ficciones literarias, dramaturgias y famosas películas de cine. Elucida analizar cómo, en cada película, las actrices enfocaban el personaje. La primera ocurrió el 1944, con María Félix y dirección de Emilio Gómez Muriel. El 1987, la actriz Esperanza Roy fue la protagonista elegida por Javier Aguirre. Los padrones ideológicos y estéticos determinaban la trama y caracterizaban (manipulando) contenidos de la Autobiografía de La Monja. A destacar, la pieza dramática del 20132 entre otras producciones, también, fuera de España.
Por designio propio, Catalina prosiguió carrera y asumió de hombre, después de huir de España. Las otras dos viajeras trajeando de hombre, desarrollaron tareas profesionales junto a sus compañeros, en igualdad de actuación, pero lograron reconocimiento desigual. Jeanne Baret tomó carrera de botanista, travestida para obtener sus propósitos. Solo en el siglo XX fue agradecida como la primera mujer que hizo la circunnavegación. Al contrario, Jane Dieulafoy fue gran protagonista de los hallazgos arqueológicos de la pareja, “deificada” por sus contemporáneos parisinos. Impactaba su trajear masculino, considerado exótico y chic.
El travestir, en la cultura occidental, deriva de la mitología y sugestiono distintos episodios históricos y/o ficciones literarias. Dioses y héroes se permitían iludir cuanto a su género intrínseco y/o sexualidad. En la mítico-poética griega, travestir cumplía retos superiores y pulsiones individuales. Los sucesos mitológicos eran alumbrados por la dualidad de género (confundida con orientación sexual). Estas leyendas detallaban significativos cambios en la apariencia sexual de protagonistas fémales o varones. A menudo, diosas y dioses se imponían metamorfosis de género, que persistían durante períodos efímeros o definitivos - cumpliendo puniciones o premios. Las mutaciones eran estratégicas o imputadas, aceptadas por la moral mitológica. Al tiempo mito-poético sucedió una historia racionalista, aunque determinada por dogmas religiosos. Pero, en la creación literaria y artística, la arquetípica imaginaria persistió hasta la actualidad, combinada a hechos mundanos. Mujeres y hombres trajearan “al revés”, por opción o estrategia al largo de la Historia y Cultura del Occidente. Fueron casos como el de Santa Juana de Arco, de peregrinas, de mujeres en ejércitos o de notables en Cortes europeas3.
El impacto de las viajeras, asumiendo profesiones de hombre, oscilaba entre la conquista y la lucha ideológica hacía el patriarcado que las aplastaba. Demostraban capacidades, superando las constricciones impuestas. Algunas, disfrutaban de indiscutible apariencia masculina al trajear, cumpliendo su asunción de género – por identidad o más bien pragmática. Las tres viajeras tratadas, aunque en tiempos diferentes, fueran tachadas de “extremadas”, heroínas y/o excéntricas.
Tres mujeres en viaje
En Europa Occidental, travestir fue condición necesaria para cumplir expediciones, por parte de algunas viajeras, pero en otros casos, representaba mucho más para las propias. Con respecto al estatuto de la mujer, principalmente en término de capacidad física, estaba considerada de inferior al hombre: “Solamente en el espiritual es capaz de acercarse al varón; entonces se convierte en una mulier virilis, tópico recurrente en estas biografías.” (Pereira, 2018, p.44). Por supuesto, tuvieron de transfigurarse para minorar cualquier impacto negativo, al viajar hacia el Oriente. Adoptaban códigos de vestuario local, incluyendo ropas de hombre, por cuestiones de protección personal o bien para comodidad propia, mientras se desarrollaban las estancias. Al regresar a Europa volvían a sus modales de ropa femenina, de acuerdo al gusto o costumbre vigentes. Esto solía pasar a la mayoría de las viajeras, también las que se destinaban hacia África o Sud América. Así, la iconografía de viajeras travestidas en hombre era un hecho aceptado por condición sinequanon.
Las decisiones de cualquiera viajera, trajeada de mujer u hombre, estaban dirigidas por estrategias exteriores, introspectivas, o bien por ambas, ajustándose a su idiosincrasia. Un denominador común entre las tres viajeras confluye en la ambigüedad vivida, al arrastrarse por sus propios impulsos. Considérense: el deseo de superar su papel de mujer; la proyección situacional hacía las mujeres de los países colonizados, aunque al tiempo, destacaba su condición de mujeres blancas europeas y sobresalía el predominio de raza. La actuación de cada, en tales circunstancias, suponía obligaciones sociales y políticas: Catalina de Erauso, Alférez del ejército colonial, cumplió su deber militar en el Nuevo Mundo. Su actitud respectaba el protocolo de ocupación, en relación a los pueblos autóctonos. Jeanne Baret, actuó de científica (botanista), al tiempo que cumplía distanciamiento hacia la gente local. Jane Dieulafoy, cumplió su tarea de arqueóloga, recaudando informaciones y materiales para amplificación de conocimiento. Más bien estaba enfocada en el registrar ruinas y memorias de tiempos antiguos, aceptándose, entonces y sin más, recoger bienes patrimoniales ajenos, muchas veces para rellenar museos y colecciones europeas.
La comprensión, por parte de estas tres mujeres, cuanto a la situación de la mujer colonizada, no estaba totalmente aclarada, se percibe encuadrada en mentalidades estereotipadas. Cualquiera diferenciación crítica dependía de conciencia y personalidad propias. O bien, se percibe: la ignorancia observante acerca de la condición colonial, atendiendo al desempeño militar compartido, como sucedió a La Monja Alférez; la pasividad, por algo que consideraban no les decía directamente respecto, como se deprende en la situación de Jeanne Baret. También, porque, en su caso, se ceñía a contactos para el desempeño de su trabajo científico. La comprensión, a finales del siglo dieciocho, sería distinta de lo que podía pensar, un siglo más tarde, Jane Dieulafoy. La ropa, femenina o masculina, no disolvía la superioridad cultural. Los tres casos difieren, entre lo que fuera la agresión en tiempo dominado por la Inquisición – La Monja Alférez; el temor por su condición personal, cuando se vio rodeada por los isleños de Tahiti – Jeanne Baret, o la actuación justificada en el territorio, protegida por los códigos profesionales - Jane Dieulafoy. De no olvidarse las axiologías impuestas, en cada periodo histórico, por moral social, cultural y religiosa.
Traje-audacia-hombridad-aventura
En la historia hispana se conoce la audacia de la mujer que ascendió a Almirante de la flotilla de Felipe II. Isabel Barreto (1567–1612) viajo a Perú, con su familia, saliendo de su Pontevedra natal. En Perú, más tarde, se casó con el Adelantado Álvaro Mendaña. “No huya del peligro ni del riesgo y unió sus fuerzas a las del marido” (Castañeda, 2003, p.11), integrando la expedición hacia las Islas Salomón. Se sabe que Mendaña permitió a bordo, contrariando la costumbre, a un grupo de mujeres. Lamentablemente, el comandante enfermó de malaria y se murió, dejando a su cuñado el título de comandante y nombrando Isabel gobernadora en tierra. Por supuesto, Isabel asumió de almiranta, al morir su hermano pocos meses después. Salió adelante con su tarea. Después de aplastar una rebelión a bordo, rumo a las Islas Filipinas, cumpliendo su designio. Casaría con el general Fernando de Castro, planteando nueva expedición. Su acción fue reconocida por el Rey Felipe III. La primera almiranta del mundo, de quién no se conoce imagen que la represente. ¿Qué trajear habrá lucido la Almiranta?
La evocación de la Almiranta Barreto contrasta respecto al contexto más solitario de Catalina, La Monja-Alférez, cuyos episodios biográficos parecen ficciones “à la Alexandre Dumas”. No obstante, esta mujer salió adelante, al tiempo en que nadie imaginaria que una doncella, huida del convento de monjas, sobreviviría a tales sucesos. Catalina [o Antonio como fue conocida] vivió, casi toda su vida, como hombre: “sí llego a ver la monja alférez vestida de hombre, toledana en mano, esgrimiendo tal sonrisa, hubiera sentido flaquear las piernas y el ánimo.” (Nicólas Ortega citado en Ibañez, 2003, p.11).

En el siglo XVII español, una mujer travestirse en hombre, tenía significados e implicaciones (Mendieta, 2010, p.235). El disfraz permitió a Catalina sobrevivir, y lo largo de los años, correspondió siempre a su identidad. La cuestión, no sería tanto la homosexualidad, porque “nos encontramos en una disociación total entre género y sexo, es decir, nos encontramos ante un individuo que es biológicamente mujer, pero psicológicamente hombre” (Mendieta, 2010, p.238). Fue su efectividad tenaz de su realidad, probada en situaciones dramáticas, siempre escapando de quien la denunciara mujer, como a menudo consta en Historia de La Monja-Alférez escrita por ella misma. La asunción de identidad no se reducía a la apariencia.
Las aventuras narradas, puede que ultrapasen la realidad, pero por cierto hubo episodios que existieran y los superó. Según su relato, momentos hubo en los que podría asumir su naturaleza primera. Decidió siempre, convicta, los hechos y condiciones del desarrollo de toda una vida de hombre, aunque la Autobiografía es escrita en persona literaria femenina. Finalmente, consiguió tolerancia frente a una situación que, por entonces, implicaría punición legal. Sucedió que, al presentarse como hombre, explicando su vida, termino autorizada por la Iglesia a seguir trajeando así, y hasta el Obispo se emocionó al escucharla, como escribió en su autobiografía. (La Monja apudEstebán, 2020, p.161).
Jeanne Baret, nacida en la Francia rural del siglo XVIII, desde muy joven conocía bien a las plantas y sabia cuidarlas. Al necesitar trabajo para subsistir, se fue de preceptora a casa del botanista Philibert Commerson. Cuando la mujer de este murió, se relacionaron como pareja, al tiempo que Jeanne le asistía de botanista. La conexión era tan imbricada, que cuando Commerson fue invitado para integrar la expedición del Almirante Antoine de Bougainville, Jeanne lo siguió como asistenta. Vistió, como estrategia, el uniforme de la marina francesa, ocultándose como mujer. Embarcó en el Étoile, buque que la llevó a lugares inimaginables. Riley (2012, p.60) deduce que la pareja tuvo la idea del disfraz, al plantearse la expedición. Por entonces, acostumbraba que las mujeres interpretaran, de manera bien convincente, jovencillos en piezas teatrales y operas (Riley, 2012, p.61). Quizás así le salió la idea del disfraz. Sin saberlo, Jean/Jane sería la primera mujer en hacer la circunnavegación, ocupándose de tareas botánicas. Durante dos años, aparentemente, nadie sospechó que una mujer integraba la tripulación. Pero, llegando al Tahití, los locales, de inmediato, la identificaron como mujer.
On the beach a single woman stood surrounded by a group of men whose looks required no translation. Fearing herself in danger of an imminent rape, she screamed an appeal to a French officer to save her. But to the wonder of the French, the woman was not an islander but one of their own crew. (Ridley, 2011, pp. 1-2)
Al regresar a bordo, Jeanne confeso su identidad al Comandante y los porqués de lo ocurrido.
Elle m’a avoué, les larmes aux yeux, qu’elle avait trompé son maître en se présentant à lui sous des habits d’homme à Rochefort au moment de son embarquement. Elle savait, qu’en embarquant, il était question de faire le tour du monde, et ce voyage avait piqué sa curiosité. Elle sera la seule de son sexe et j’admire sa résolution, d’autant qu’elle s’est toujours conduite avec la plus scrupuleuse sagesse. (Bougainville, 1768) 4.
Cuando Commerson fue inquirido, denegó que su asistente fuera una mujer. Habían vivido en Paris (Jeanne se denominaba Bonnefoy), tubieron un hijo en común que murió prematuro el 1765 (Ridley, 2012, p.56). ¿Porque negó Commerson que su asistente era una/su mujer? Quizás porque era el “naturalista del Rey” (Christinat, 1996, p.86), quien le consigno como botanista de la expedición. Commerson sabía lo arriesgado del disfraz; conocía la “Ordennance de la Marine” (1765) prohibiendo la presencia de mujeres a bordo, aunque que no fuera concluyente cuanto a puniciones (Mouchard, 2020, p. 125). Probablemente, Bougainville sabía de Jeanne Baret y calló para evitar conflictos.

El mito estaba creando, añadiendo substancia para que surgieran biografías fantasiosas de Jeanne Baret5. Se cuestiona su silencio, después de saberse quien era. No escribió relato del viaje, lo que es raro, porque las narraciones de viajes estaban de moda. Por cierto, su escrita significaba la fama, asumiéndose como primera mujer a cumplir tal hazaña. Señálese que, finalizada la expedición, Baret, Commerson y otros se quedaron en las Mauricias, continuando sus pesquisas. Fragilizado, Commerson se murió en Madagascar y Jeanne abandonó su labor botánica. Tiempo después, se casó con Jean Dubernat, oficial francés con quien volvió a Francia.
El hecho de no haber escrito, se entiende por el tardío y conturbado regreso. Seis años después del Almirante, la oportunidad de su libro había pasado, ya no cumpliría impacto (Ridley, 2011, p.8). ¿Además, al estar muerto Commerson, quien testimoniaría a favor suyo, validando sus palabras? ¿Podría una mujer de clase inferior competir con el héroe Bougainville, quien había publicado sus Diarios en 1771? Todavía Diderot, en 1775, la celebro en su Supplément au Journal de Bougainville6(Christinat, 1993, p.41). Enhorabuena, la actividad de Beret fue reconocida en la Historia Botánica y sus descubiertas adjudicadas. Una nueva especie ganó su apellido: Solanum baretiae (Tepe, 2012, pp.44-45)7. En la actualidad, mismo en artículos científicos acerca de botánica, la condición travestida de Baret es subrayada, alabados los constreñimientos de asumir una profesión de hombres y como actuó junto a Philibert: “Expedition records show that Commerson was frequently unable to collect specimens in the field because of his health issues (Vivès 1766-1769) and, at these times, Baret took the part of the expedition’s chief botanist.” (Tepe, 2012, p.45).
Jane Dieulefoy, la tercera travestida aquí nombrada, fue viajante, exploradora e arqueóloga en Oriente. Al introducirse en territorios musulmanes, si se presentara vestida de europea, restricciones insuperables la aguardaban y no podría desarrollar su labor. Así, cuidó de cortarse el pelo y trajear como hombre, lo que le permitía cumplir las tareas trazadas. Pero, ya antes solía vestirse de hombre en Paris, lo que sucedió cuando regresó de la guerra franco-prusiana, en que había participado junto al marido, sin nunca dejarlo solo.
Certes Jane Dieulafoy n’appartient pas – à cause de son déguisement – aux voyageuses classiques qui ont accompagné leur mari, mais à travers son personnage il est possible d’évoquer le terme polyssemique de «masquerade » et les conséquences d’un tel gender trouble pour sa perception du monde et donc pour ses écrits. (Ueckmann, 2012, p.90)
En Francia, al tiempo de Baret, estaba prohibido que una mujer luciera trajes masculinos. Todavía, Jane logró permiso de la policía para lucir travestida, en cuanto volvió del Oriente Medio. En sus palabras, plasmaba el porqué de haber elegido vestidura de hombre: “I only do this to save time. I buy ready-made suits and I can use the time saved this way to do more work.”(Adams, 2010, p.57)
Su apariencia tenía impacto, expresando su improbable y vehemente personalidad: “Ses vêtements sont révélation et affirmation de ce qu’elle est devenue : femme d’action, «libérée» de l›assujettissement des vêtements féminins, femme de « tête » plus proche des hommes, ses compagnons, que de ses sœurs par le sexe…”(Gran-Emeric, 1990, p.157).
Subrayase que las viajeras, al aproximarse de comunidades tan ajenas, incluyan en sus escritos descripciones de las condiciones vividas por las mujeres, lo que no ocurre, según Natasha Ueckmann (Estelman, 2012, p.88), en la obra de Jane Dieulafoy, quien se interesaba más por las ruinas y hallazgos arqueológicos. Todavía, describió personas con quien se relacionaban en plan de trabajo, así como gente desconocida, locales tradicionales y relatos de contexto diplomático o con los franceses de Persia.

Jane Dieulafoy fue admirada por la sociedad esclarecida de su época. En su casa parisina, recibía quien quisiera escuchar sus experiencias de Persia. Sus libros de arqueología expresan su obsesión por las ruinas de Susa, local mítico a cercanías del rio Tigre. Cuestionada en relación a las características de sus relaciones conjúgales, Jane contestó muy sencillamente al periodista que su libertad, la había conquistado dentro del matrimonio, y no huyendo hacia una independencia como, por entonces, la mayoría de las mujeres solía hacer. Se atribuye a Vita Sackesville-West la famosa sentencia cuanto a la pareja Jane-Marcel: “Não era tanto ela que acompanhava o marido, mas o marido que a acompanhava e ela” (Serrano, 2014, p.156).
En 1900, recorrieron España y Portugal. Jane publicó el volumen Aragon et Valence: Barcelone, Saragosse, Sagonte, Valence; les beaux-arts, les moeurs, les coutumes8. Fue una autora prolífera, con inúmeras publicaciones de viaje y textos científicos, lo que era frecuente en el XIX. Las escritoras-viajeras testiguaban su capacidad en libros, para justificar presencia, en plan de actividad profesional, junto a los maridos y ganar aprobación social del viajar (Ueckmann in Estelman, 2012, p.89). Las propias escritoras asumían en los prefacios, que los contenidos de sus obras eran modestos subsidios al conocimiento, expresando retórica de humildad (Monicat, 1994, p.68). No sería el caso de Jane Dieulafoy.
Sus libros eran considerados y cumplían un propósito edificativo de su personae. Siempre fue respetada como autora e arqueóloga.
Las viajeras al Oriente introdujeran la problematización de género en el discurso cultural (Ueckmann, 2012, p.87). Su aportación contribuyo para que, en el siglo XX, se cruzaran los estudios de género al post-colonialismo. El contacto de las mujeres viajeras con “la alteridad colonial” (Ueckmann, 2020, p.p.13) elucidó sobre sus propias condiciones. Algunas viajeras, todavía, porque distanciadas de su país, se asumían en plan dominador, disfrutando la superioridad que no detenían en sus países de origen. Pero, al tratarse de misiones científicas y culturales, por veces las axiologías cambiaban. Ciertas viajeras- autoras europeas se inquietaban por el esclavitud y situación de las mujeres autóctonas dirigidas por manifiesta empatía hacía la Otra, que también era dominada.: “A ascensão de uma escrita feminina de viagem relaciona-se com a subjetividade ocidental, e mais em particular devido à transição do período iluminista para o romantismo, com o nascimento do “íntimo” e da exploração do “eu”. (Bassetto, 2017, p.13)
POSFACIO
Además de Catalina, La Monja-Alférez, Jeanne Baret . Jane Dieulafoy, destacan otras escritoras, aventureras y viajeras históricas como Lady Ann Fanshawe (1625-1680), George Sand (1804 — 1876), Annie Smith Peck (1850-1935), Octavie Coudreau (C. 1870 c. 1938), Isabelle Eberhardt (1877 – 1904) o Ena Bazin-Foucher (1889-1952).
| Nombre | Profesión;Actividad | Viajes; Destinos | Autora; Libros |
| Catalina de Erauso, la Monja- Alférez | Militar, Viajera sola, autora. | San Sebastián, España, Sud América | Autobiografía |
| Lady Ann Fanshawe | Viajera con su marido (embajador), autora, cocinera. | Inglaterra, Francia, Holanda, España y Portugal | Libros de memorias, libros de culinaria |
| Jeanne Baret | Botanista, viajera con su compañero, autora (?) | Francia, Sud América, Circunnavegación | Estudios de Botánica |
| George Sand | Poeta, escritora, viajera sola y con los compañeros o familia. | Francia, Suiza, Italia, Baleares (estancia con Chopin) | Poesía, romance, dibujos y acuarelas |
| AnnieSmith Peck | Montañista, exploradora, viajera sola, autora. | Norte América, Sud América | Escritora, periodista especialidad |
| Jeanne (Jane) Dieulafoy | Arqueóloga, viajera con marido, autora, periodista, fotógrafa amadora. | Francia, Persia [Susa], España, Argelia, Egipto, Marrocos (Rabat) | Libros científicos y de viaje, Diarios |
| OctavieCoudreau | Exploradora, viajera con marido, escritora (geógrafa). | Francia, Guanea Francesa, Norte de Brasil (Amazónia) | Libros científicos y de viaje |
| IsabelleErberhardt | Exploradora, viajera sola, escritora, periodista, casó con un norte africano. | Suiza, Norte África, Sahara, Argelia | Correspondencia, libros de viajes, romance (el marido reunió su obra). |
| Ena Bazin- Foucher | Arqueóloga, viajera con marido, autora, fotógrafa amadora. | India, Oriente | Archivos con datos científicos y de viaje. |
Entre estas nueve mujeres, ocho viajaran con compañero, excepción de Catalina, por Europa, África, Sud América u Oriente. La mayoría disfrutó de condiciones favorables en sus periplos. Al identificar este grupo de viajeras-aventureras-exploradoras, que compartieron las ganas de asumir sus decisiones, se destaca el impacto simbólico de sus hazañas. La cuestión del poder masculino las condicionaba, fuera por apoyo, legitimación, constricciones o incertidumbre que impartidas. Se emancipaban, aunque no todas trajearon de hombre.
No solo la ropa hace la persona, dice el proverbio portugués: “el hábito no hace el monje”. Pero también existe la versión contraria: “el hábito hace el monje”. La tipología del traje es un indicador ambiguo, pero indicia. Se mira alguien, se construye una imagen observando datos inmediatos: el rostro, los ojos, el cuerpo vestido que permite juicios infundados sobre la persona. La tipología de vestuario aporta indicadores del estatuto social de quien lo lleva, su profesión, identidad de género, entre otras representaciones. Cualquier diagnóstico visual, a través del análisis de la ropa, está plagado de estereotipos, encarnando las convenciones de género, permitiendo razonamientos que a menudo pueden ser ilusorios y apresurados. Los códigos del vestir, en la cronología sociocultural europea, resultan ambiguos, si observados fuera del contexto histórico. El vestuario introduce un vocabulario simbólico, además del gusto estético o de dictámenes socioculturales. Los tres casos de viajeras, permiten abrir el entendimiento atribuido por la forma de trajear. Supone la búsqueda de identidad personal, emancipación de la sociedad al encubrir su género; permitirse capacidades y desempeños en plan profesional.
Jeanne Baret, como Jane Dieulafoy fueron izadas, de alguna manera, por la condición social de sus compañeros, pero con consecuencias desiguales. En sus épocas, ni una, ni otra, cumplieran los padrones morales de la sociedad. El mensaje transmitido al “vestirse hombre” significaba algo diferente del “vestirse a la manera de hombre”. No era solo la interiorización de un aspecto exterior que se ofrecería. Traduciría el impacto entrañado en/ por una misma, al experimentar su propia imagen. Quien contempla, manosea estereotipos y representaciones de género y/o identidad y/u orientación sexual.
Los casos de Catalina de Erauso y Jane Dieulafoy difieren. De común, la compulsividad que les acudía al romper padrones y cumplir misiones. Catalina, reiterase, asumiese interna- externa-internamente como hombre. Su apariencia, desde joven, fue tan convincente que ni Madre, ni Padre la identificaran. En su Autobiografía, Catalina recuerda que, apellidándose de Francisco Loyola - aun viviendo en la región vasca - su Padre visito al catedrático para quien trabajaba, y cuando ella surgió, no fue reconocida. Otra vez, en la iglesia, se cruzó con su Madre que tampoco se apercibió que el joven era su hija (La Monja apudEstebán, 2020, p.96). Pronto confirmó su asunción de género, lo que no sucedió al mismo nivel con las otras. Travestir, para Baret, fue condición para superarse, ascendiendo del campesinado a la cientificidad: “loin d’apparaître grotesque ou garçon manqué, Jeanne est une femme qui a su faire face à des situations Son attitude s’éclaire si on la replace dans le contexte d’alors — il fallait qu’elle se protège dans un monde dominé par des valeurs masculines” (Christinat, 1995, p.55).
Travistieron identidad cultural, migrando sus apariencias. La militancia del trajear configuro la representación que el mundo hizo de ellas, concreto sus imágenes propis en plan de constructo pictórico y/o iconográfico. Al mirar los retratos de Catalina y los grabados o fotografías de Jane Dieulafoy, se analizan las fisionomías, las miradas, posturas y gestualidad. Hay testimonios in loco, que documentan su presencia en sitios arqueológicos. La figura de Jeanne Baret no está plasmada en pintura célebre. En el Suplemento a los Diarios, Diderot cita Bougainville refiriese a su aspecto: “elle s’appelait Barré; ni laide, ni jolie, âgée de vingt-six ans. Elle n’était jamais sortie de son hameau; et sa première pensée de voyager fut de faire le tour du globe: elle montra toujours de la sagesse et du courage” (Diderot, 1775, p.220). François Vives, médico de la expedición, fornece pocos detalles caracterizadores. (Ridley, 2012, p.63). En el siglo XIX, se popularizó un grabado una joven trajeada de marino, difundida como Jeanne Baret. No sería su traje de botanista, pero se adecuaba al imaginario cultural, una iconografía romántica, protagonista de su odisea.
En el siglo XX se recuperaron las viajeras del pasado, entre las cuales, las presentadas en este artículo. Cabe adoptar una actitud que promueva aproximaciones, suponiendo la desconstrucción de estereotipos. Importa, igualmente, revisar poéticas socio antropológicas, generando estéticas hacía la diversidad en sus múltiples planes.
Referencias bibliográficas
Adams, A. (2010). Ladies of the Field: Early Women Archaeologists and Their Search for Adventure. Greystone Books.
Bassetto, B. F. (2017). Introdução, Egéria, Uma Narrativa de Viagem aos Lugares Santos. [EDUFU] Universidade Federal de Uberlândia.
Bougainville, L. A. (1772). Voyage autour du monde par la frégate du roi La Boudeuse et la flûte L’Étoile en 1766, 1767, 1768 & 1769. Seconde édition, augmentée. Tome premier [-second]. https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/btv1b8602974k/f9.image
Bourguignat, N. (2008). Le Voyage au féminin. Perspectives historiques et littéraires (siècles XVIIIe- XXe). Strasbourg : Presses Universitaires de Strasbourg.
Castañeda, Paloma (2003) Viajeras. Aldebarán.
Christinat, C. (1995). Une femme globe-troteur avec Bougainville : Jeanne Baret (1740- 1807). Annales de Bourgogne. 67.41-55.
Christinat, C. (1996). Une femme globe-troteur avec Bougainville : Jeanne Baret (1740- 1807). Outre-Mers. Revue d’histoire, 310. 83-95.
Diderot, D. (1775). Supplément au Voyage de Bougainville ou Dialogue entre A. et B.sur l’Inconvenient d’attacher des idées mmorales a certaines actions physiques qui n’en comportent pas. Texte établi par J. Assézat et M. Tourneux. Garnier, vol. II.
Dieulafoy, J. (1901). Aragon et Valence : Barcelone, Saragosse, Sagonte, Valence; les beaux-arts, les moeurs, les coutumes. Libraire Hachette.
Dieulafoy, J. (1888). A Suse – Journal des fouilles. 1884-1886. Libraire Hachette.
Dieulafoy, J. (1887). La Chaldée et la Susiane. Libraire Hachette.
Dieulafoy, J. (1890). Parysatis. Alphonse Lemerre Éditeur.
Esteban, A. (Ed.) (2020). Historia de la Monja Alférez. Catalina de Erauso, escrita por ella misma. Catedra.
Estelman, F., Moussa, S. & Wolfzettel, F. (2012). Voyageuses Européennes au XIXe. Siècle – Identités, Genres, Codes. PUPs.
Gran-Emeric, E. & J. (1990). Jane Dieulafoy – une vie d’homme. Perrin.
Ibañez, R. (2004). La Monja Alférez. Poland [Wrocklaw]: Amazon Fullfilment.
Lapeyere, F. (2011). Quand les voyageuses decouvrent ‘esclavage. Payot.
Mendieta, E. (2010). En busca de Catalina de Erauso- Identidades en conflicto en la vida de la Monja Alférez. Ediciones Universidad Jaume I.
Monicat, B. (1996). Itinéraires de l’écriture au féminin: voyageuses du 19e siécle. Editions Rodopi B. V.
Monicat, B. (1994). Problématique de la préface dans les récits de voyages au féminin du 19e siècle. Nineteenth-Century French Studies, Fall—Winter 1994-95, Vol. 23, No. 1/2 (Fall—Winter 1994-95). Nebraska University, pp. 59-71 in https://www.jstor.org/stable/23537319
Morató, C. (2020). Viajeras Intrépidas y Aventureras. Plaza y Janes.
Mouchard, C. (2020). L’Aventurière de l’Étoile. Éditions Tallandier.
Novalis, F. (1992). Fragmentos. Assírio & Alvim.
Pereira, E. O. (2018). Mujeres viajeras de la Antigüedad – Los relatos de Egeria y otras peregrinas a Tierra Santa. Ed. Sígueme.
Reverzy, C. (2003). Femmes d’aventure – du Rêve à la réalisation de soi. Éditions Odile Jacob.
Ridley, G. (2011). The Discovery of Jeanne Baret . A Story of Science, the High Seas, and the First Woman to circumnavigate the Globe. Broadway Papersback.
Robinson, J. (1990). Wayward Women – a Guide to Women travellers. Oxford Presses. Sand, G. (1856). “Un hiver à Majorque”. Oeuvres autobiographique, t. II. Ed. J. Hetzel. Serrano, S. (2014). Mulheres Viajantes. Tinta-da-China.
Tepe, E., Ridley G & Bohs L. (2012). A new species of Solanum named for Jeanne Baret, an overlooked contributor to the history of botany. PhytoKeys 8: 37–47. doi: 10.3897/phytokeys.8.2101.
Ueckmann, N. (2020). Genre et Orientalisme – Récits de Voyages au féminin (XIXe et XXe siècles). UGA Éditions (géneré online le 25 juin 2020). http://books.openedition.org
Notas