Artículos
Habitabilidad doméstica en condiciones de confinamiento. Una visión prospectiva postpandemia
Domestic habitability in conditions of confinement. A prospective post-pandemic vision
Habitabilidad doméstica en condiciones de confinamiento. Una visión prospectiva postpandemia
Ehquidad: La Revista Internacional de Políticas de Bienestar y Trabajo Social, núm. 22, pp. 113-142, 2024
Asociación Internacional de Ciencias Sociales y Trabajo Social
Recepción: 01 Febrero 2024
Revisado: 25 Febrero 2024
Aprobación: 19 Marzo 2024
Publicación: 30 Marzo 2024
Resumen: El objetivo de esta investigación fue analizar las habitabilidades domésticas vividas por jóvenes mexicanos durante la pandemia y el confinamiento por Covid-19, a partir de los usos, adecuaciones, percepciones y significaciones que hicieron de sus casas, con el propósito de acceder a una comprensión más amplia de la realidad social en torno al acontecimiento. Desde un enfoque cualitativo, descriptivo y exploratorio, mediante la técnica de relatos de vida, se recabaron los datos que luego fueron codificados y categorizados para construir la información. Los resultados revelan experiencias de habitabilidad diferenciadas, en algunos casos ambivalentes e incluso contradictorias entre los/as jóvenes. Se concluye que la pandemia y el confinamiento constituyen un fenómeno sociocultural complejo que dista de ser tema superado. Por eso es pertinente repensar la forma en que se produce y reproduce el espacio arquitectónico, como medio para atender las necesidades de habitabilidad doméstica postpandemia, que el mundo demanda y no han sido resueltas.
Palabras clave: Casa, Habitabilidad, Juventud, Confinamiento, Covid-19.
Abstract: The objective of this research was to analyze the domestic habitability lived by young mexicans during the pandemic and confinement due to Covid-19, from the uses, adecuations, perceptions and meanings that they made of their houses, with the purpose to access a broader understanding of the social reality around the event. From a qualitative, descriptive and exploratory approach, through the life story technique, the data was collected and then coded and categorized to construct the information. The results reveal differentiated and in some cases ambivalent and even contradictory experiences of habitability among young people. It is concluded that the pandemic and confinement constitute a complex sociocultural phenomenon that is far from being an overcome issue. That is why it is pertinent to rethink the way in which architectural space is produced and reproduced, as a means to attend the post-pandemic domestic habitability needs, which the world demands and have not been resolved.
Keywords: Home, Habitability, Youth, Confinement, Covid-19.
1. INTRODUCCIÓN
La pandemia por Covid-19, que inició en el año 2020 y terminó oficialmente en el año 2023, si bien en términos sanitarios fue controlada o mitigada, en otros ámbitos, en los albores del año 2024 (cuando se redacta este artículo), muchos de sus efectos aún permanecen. Eso es parte del problema que aquí se advierte, ya que al disiparse la amenaza de la enfermedad y regresar a la aparente normalidad, muchos de los tópicos que cobraron relevancia durante la pandemia, al paso de ésta volvieron a ser invisibilizados y soslayados sin haber sido atendidos ni comprendidos. Por lo tanto, sería un error considerar que la pandemia y sus efectos son objeto de estudio superado. De acuerdo con lo dicho, como premisa, se afirma que independientemente de que la crisis sanitaria por Covid-19 haya sido controlada, la pandemia y el confinamiento constituyen un acontecimiento sociocultural trascendente, que se mantiene vigente, pues es contenedor de experiencias que subyacen latentes y a la espera de ser develadas para aprender de ellas.
Parte de estas experiencias están relacionadas con la habitabilidad de los espacios, entendida como la forma en que las personas utilizan, perciben y significan los espacios arquitectónicos, urbanos y otros, apropiándoselos y transmutándolos en sus lugares de vida. Entre sus variantes, la que aquí se estudia es la habitabilidad doméstica, concerniente al espacio doméstico, de uso cotidiano, propio de la casa o vivienda (aquí consideradas como sinónimos).
El estudio de la habitabilidad doméstica abarca, por un lado, aspectos tangibles, funcionales y técnicos, de índole cuantitativa, a partir del manejo de indicadores que evalúan, por ejemplo: tamaño de la vivienda y sus espacios, calidad de los materiales constructivos, disponibilidad de servicios como agua potable, energía y conectividad, criterios bioclimáticos, entre otros. Por otro lado, el concepto de habitabilidad doméstica "hace referencia a la cualidad de habitable que posee una vivienda" (Ziccardi, 2015, p. 34); es decir, la consideración de aspectos cualitativos, simbólicos, intangibles y subjetivos, inherentes al acto de habitar la casa.
Para evitar sesgos y aproximaciones parciales, es conveniente estudiar ambas componentes: la cualitativa y la cuantitativa, aunque no necesariamente de forma simultánea. Empero, en la práctica, se encuentra que los temas de vivienda y habitabilidad doméstica han sido abordados mayormente desde una "visión cuantitativista que prevalece tanto en el mercado habitacional como en las instituciones gubernamentales" (Ziccardi, 2015, p. 35). Es una postura cuantitativa y pragmática, que se ha tomado ya sea para alcanzar el objetivo mercantil de obtener utilidades, para cubrir criterios mínimos de habitabilidad o para abatir el déficit de vivienda, pero, sin atender adecuada ni suficientemente los aspectos cualitativos que envuelven al objeto.
La situación no fue distinta en el marco de la pandemia, pues la mayoría de los estudios se centraron en aspectos funcionales de las viviendas, relacionados directa e indirectamente con cuestiones sanitarias e higienistas. Ello fue así al menos dentro del contexto Iberoamericano, particularmente mexicano, que es el que aquí se aborda. En términos metodológicos y de enfoque, este tipo de investigaciones se ha conducido principalmente desde la estadística, con manejo de datos e indicadores cuantitativos y mediante la aplicación de encuestas y formularios en línea (Marcús et al., 2020, Alonso et al., 2021, López et al., 2021, Ramos, 2021, Zicardi et al., 2021, y Salazar y Vázquez, 2021). Sin embargo, por las mismas limitaciones metodológicas que tuvo la práctica investigativa durante la contingencia, junto con otros factores, "es de esperar que los resultados de [estos] trabajos no sean generalizables" (Ramos, 2021, p. 31), ni necesariamente representativos en términos estadísticos (Ordóñez, 2020). Además de que, como ya se mencionó, son estudios que soslayan o no abordan suficientemente la componente subjetiva y experiencial de las personas.
Como alternativa, en esta investigación se pondera "la necesidad de estudiar a la persona y su cultura, así como su relación con el espacio que habita y el cómo lo habita" (De Hoyos y Albarrán, 2022, p. 51), mediante la inclusión de "indicadores subjetivos [que consideren] la apreciación de los habitantes" sobre sus casas (Hernández y Treviño, 2021, p. 9). Y es que, aunque se han hecho algunos estudios afines, estos aún son escasos (Galeana, 2020 y Verdugo, 2021). Por lo tanto, para tener una mejor comprensión del desarrollo de la habitabilidad doméstica durante la pandemia, especialmente bajo condiciones de confinamiento, hacen falta "investigaciones cualitativas que rescaten la experiencia [subjetiva] de los meses de encierro" (Giglia, 2020, p. 299), y estudios que revelen simultáneamente el "pensar y sentir" de las personas (Silva, 2020, p. 228). Así, de manera intrínseca e integral, se estaría estudiando a la casa como objeto arquitectónico material y se podría "repensar su forma de organización y funcionamiento, [pero,] con las herramientas de las ciencias sociales" (Giglia, 2020, p. 294), y las humanidades, lo cual es algo que en este trabajo se hace.
En cuanto a sujetos de estudio, la investigación se enfoca en jóvenes, ya que conforman un grupo etario que durante la pandemia fue considerado poco vulnerable y, consecuentemente, ha sido menos atendido, escuchado y comprendido. En ese tenor, se busca "empoderar a los sujetos como agentes que construyen, deconstruyen y resignifican los saberes [sobre la pandemia,] abriéndose paso entre las voces del academicismo o la univocidad de la ciencia" (Ascencio y Ramírez, 2020, p. 114). Bajo el precepto de que los "estudios basados en mediciones realistas [cientificistas,] muchas veces se equivocan por no tener presente los estados emocionales" (Silva, 2020, p. 229), en este caso, de los/as jóvenes.
De acuerdo con lo planteado, el objetivo es analizar las habitabilidades domésticas vividas por jóvenes mexicanos durante la pandemia y el confinamiento por Covid-19. Ello con el propósito de acceder a una comprensión más integral de la realidad social en torno al acontecimiento. Como parte de la organización del manuscrito, se inicia por explicar el método utilizado, el cual incluyó la recolección de datos a partir de la técnica de relatos de vida (Cornejo, 2008, Grinberg y Verón, 2021 y Leal, 2015). Enseguida, como producto de un análisis cualitativo (Gibbs, 2012), los datos recabados se tradujeron en resultados que se muestran de acuerdo a los tópicos más recurrentes referidos por los/as jóvenes; es decir, derivados de un ejercicio inductivo. De manera imbricada, pero debidamente diferenciada, conforme se exponen dichos resultados se contrastan con algunos planteamientos teóricos y se hacen reflexiones propias a manera de discusión. Por último, se emiten conclusiones y recomendaciones.
El estudio de la habitabilidad doméstica abarca, por un lado, aspectos tangibles, funcionales y técnicos, de índole cuantitativa, a partir del manejo de indicadores que evalúan, por ejemplo: tamaño de la vivienda y sus espacios, calidad de los materiales constructivos, disponibilidad de servicios como agua potable, energía y conectividad, criterios bioclimáticos, entre otros. Por otro lado, el concepto de habitabilidad doméstica "hace referencia a la cualidad de habitable que posee una vivienda" (Ziccardi, 2015, p. 34); es decir, la consideración de aspectos cualitativos, simbólicos, intangibles y subjetivos, inherentes al acto de habitar la casa.
Para evitar sesgos y aproximaciones parciales, es conveniente estudiar ambas componentes: la cualitativa y la cuantitativa, aunque no necesariamente de forma simultánea. Empero, en la práctica, se encuentra que los temas de vivienda y habitabilidad doméstica han sido abordados mayormente desde una "visión cuantitativista que prevalece tanto en el mercado habitacional como en las instituciones gubernamentales" (Ziccardi, 2015, p. 35). Es una postura cuantitativa y pragmática, que se ha tomado ya sea para alcanzar el objetivo mercantil de obtener utilidades, para cubrir criterios mínimos de habitabilidad o para abatir el déficit de vivienda, pero, sin atender adecuada ni suficientemente los aspectos cualitativos que envuelven al objeto.
La situación no fue distinta en el marco de la pandemia, pues la mayoría de los estudios se centraron en aspectos funcionales de las viviendas, relacionados directa e indirectamente con cuestiones sanitarias e higienistas. Ello fue así al menos dentro del contexto Iberoamericano, particularmente mexicano, que es el que aquí se aborda. En términos metodológicos y de enfoque, este tipo de investigaciones se ha conducido principalmente desde la estadística, con manejo de datos e indicadores cuantitativos y mediante la aplicación de encuestas y formularios en línea (Marcús et al., 2020, Alonso et al., 2021, López et al., 2021, Ramos, 2021, Zicardi et al., 2021, y Salazar y Vázquez, 2021). Sin embargo, por las mismas limitaciones metodológicas que tuvo la práctica investigativa durante la contingencia, junto con otros factores, "es de esperar que los resultados de [estos] trabajos no sean generalizables" (Ramos, 2021, p. 31), ni necesariamente representativos en términos estadísticos (Ordóñez, 2020). Además de que, como ya se mencionó, son estudios que soslayan o no abordan suficientemente la componente subjetiva y experiencial de las personas.
Como alternativa, en esta investigación se pondera "la necesidad de estudiar a la persona y su cultura, así como su relación con el espacio que habita y el cómo lo habita" (De Hoyos y Albarrán, 2022, p. 51), mediante la inclusión de "indicadores subjetivos [que consideren] la apreciación de los habitantes" sobre sus casas (Hernández y Treviño, 2021, p. 9). Y es que, aunque se han hecho algunos estudios afines, estos aún son escasos (Galeana, 2020 y Verdugo, 2021). Por lo tanto, para tener una mejor comprensión del desarrollo de la habitabilidad doméstica durante la pandemia, especialmente bajo condiciones de confinamiento, hacen falta "investigaciones cualitativas que rescaten la experiencia [subjetiva] de los meses de encierro" ( Giglia, 2020, p. 299), y estudios que revelen simultáneamente el "pensar y sentir" de las personas (Silva, 2020, p. 228). Así, de manera intrínseca e integral, se estaría estudiando a la casa como objeto arquitectónico material y se podría "repensar su forma de organización y funcionamiento, [pero,] con las herramientas de las ciencias sociales" (Giglia, 2020, p. 294), y las humanidades, lo cual es algo que en este trabajo se hace.
En cuanto a sujetos de estudio, la investigación se enfoca en jóvenes, ya que conforman un grupo etario que durante la pandemia fue considerado poco vulnerable y, consecuentemente, ha sido menos atendido, escuchado y comprendido. En ese tenor, se busca "empoderar a los sujetos como agentes que construyen, deconstruyen y resignifican los saberes [sobre la pandemia,] abriéndose paso entre las voces del academicismo o la univocidad de la ciencia" (Ascencio y Ramírez, 2020, p. 114). Bajo el precepto de que los "estudios basados en mediciones realistas [cientificistas,] muchas veces se equivocan por no tener presente los estados emocionales" (Silva, 2020, p. 229), en este caso, de los/as jóvenes.
De acuerdo con lo planteado, el objetivo es analizar las habitabilidades domésticas vividas por jóvenes mexicanos durante la pandemia y el confinamiento por Covid-19. Ello con el propósito de acceder a una comprensión más integral de la realidad social en torno al acontecimiento. Como parte de la organización del manuscrito, se inicia por explicar el método utilizado, el cual incluyó la recolección de datos a partir de la técnica de relatos de vida (Cornejo, 2008, Grinberg y Verón, 2021 y Leal, 2015). Enseguida, como producto de un análisis cualitativo (Gibbs, 2012), los datos recabados se tradujeron en resultados que se muestran de acuerdo a los tópicos más recurrentes referidos por los/as jóvenes; es decir, derivados de un ejercicio inductivo. De manera imbricada, pero debidamente diferenciada, conforme se exponen dichos resultados se contrastan con algunos planteamientos teóricos y se hacen reflexiones propias a manera de discusión. Por último, se emiten conclusiones y recomendaciones.
2. Los relatos de vida como medio de acceso a las experiencias de habitabilidad
En este apartado se explica el proceso metodológico que siguió la investigación. Para empezar, acorde con el posicionamiento cualitativo, exploratorio y descriptivo del trabajo, como técnica para la recolección de datos se utilizaron relatos de vida, que son "enunciaciones escritas u orales por parte de un narrador, de su vida o parte de ella" (Cornejo, 2008, p. 30). Los relatos de vida son narraciones experienciales y subjetivas acerca de un acontecimiento, generalmente social más que individual, suficientemente identificado, caracterizado y delimitado espacial y temporalmente, como en este caso lo fue la pandemia.
Como fuente de información se tomó el repositorio digital del Tecnológico Nacional de México (TecNM), institución pública de educación superior, que tiene una de las matrículas estudiantiles más grandes de Latinoamérica y que cuenta con sedes en distintas partes del país. Dicho repositorio, denominado "Memorias de Cuarentena", pasa a formar parte de los archivos históricos que pueden ser consultados libremente, vía internet, sin requerir de una autorización especial para su utilización, cuando los motivos son académicos y sin fines de lucro (TecNM, 2020).
El material fue producto de una convocatoria que lanzó el Instituto el día 11 de mayo de 2020, donde se invitó a los/as jóvenes estudiantes a escribir, de forma voluntaria y anónima, en el portal institucional, sus experiencias, percepciones y valoraciones acerca de la pandemia que se vivía. Ello en el marco de la campaña denominada "Quédate en casa", implementada por el Gobierno de México, como medida de aislamiento de la población para contener la propagación de los contagios. Por lo tanto, fueron relatos de vida escritos durante los momentos más álgidos de la pandemia, bajo las condiciones físicas, mentales y emocionales impuestas por el sorpresivo confinamiento, ese "plan de intervención comunitario que implicó permanecer refugiado el mayor tiempo posible, bajo nuevas normas socialmente restrictivas" (Sánchez y De La Fuente, 2020, p. 74).
Al momento de su consulta, el día 1º de diciembre de 2022, el repositorio estaba compuesto por 320 relatos, cada uno con una extensión promedio de media cuartilla. A partir de eso, se procedió con la fase analítica e interpretativa de la investigación. Primeramente, ante la imposibilidad de ser descargados del portal de internet, los relatos fueron transcritos manualmente para poder trabajarlos como datos, o sea, como datos textuales. Enseguida, dada la ingente cantidad de material textual obtenido, se optó por elaborar un muestreo teórico, no aleatorio, sino sustentado en la selección de elementos de análisis por conveniencia; es decir, acordes con la temática y el objetivo que se perseguía. Así, del total de 320 relatos fueron elegidos 50, en los cuales se hace referencia directa a los usos, adecuaciones, percepciones y significaciones de la casa y sus espacios habitables. Además, se incluyeron otros 15 relatos donde se mencionan algunos espacios de la ciudad que, aunque externos, ayudaron a contextualizar y comprender mejor, precisamente, lo que sucedía al interior de la casa. Finalmente, acorde con el criterio analítico propuesto por Gibbs (2012), se hizo la reducción de los datos textuales mediante su codificación y categorización (agrupación) por temas.
Así fue como se construyeron, de manera inductiva, tres categorías: 1) las relaciones interpersonales que se entablaron; 2) las significaciones espaciales que se elaboraron; y 3) los usos que se hicieron de los espacios arquitectónicos al interior de la casa. Estas categorías no se exponen por separado, sino transversalmente a lo largo de los resultados, los cuales muestran los tópicos más importantes y recurrentes entre el estudiantado. Este criterio de organización y presentación de los hallazgos no necesariamente atiende a un orden jerárquico en términos de representatividad (cuantitativa) y tampoco es reflejo de un juicio de valor por parte de quien investiga. Como se verá, aunque se hace alusión a tópicos y significaciones ya sea en sentido negativo o positivo, no quiere decir que las experiencias y opiniones de los/as jóvenes estén estrictamente polarizadas o perfectamente delimitadas. Simplemente, fue la manera que se encontró más conveniente e ilustrativa para mostrar lo imbricado de las narrativas y lo complejo de sus contenidos. A lo largo del texto, los relatos que se citan son identificados mediante una simbología numérica: el primer número indica la página (pestaña) en la que se encuentra en el portal web (de la 1 a la 64) y luego, separado por un punto, un segundo número corresponde al lugar que ocupa dentro de dicha página (del 1 al 5).
Solo resta decir que el método implementado tuvo fortalezas y limitaciones. En lo primero, la condición de anonimato y el formato de escritura libre, sin preguntas dirigidas, permitieron que los/as jóvenes se expresaran con mayor libertad y, por lo tanto, se obtuvieron relatos más genuinos y naturales (al menos eso se piensa). Sin embargo, como limitante, la misma libertad de escritura y la carencia de preguntas guía u orientadoras, condujo a la narración de temáticas múltiples, muchas de las cuales tuvieron que ser discriminadas ya que no abonaban al objetivo. Además de que, en este tipo de ejercicios trabajados de manera virtual y asíncrona, al no haber contacto visual entre el/la investigador/a y los sujetos de estudio, se pierde la oportunidad de registrar información de otro tipo, por ejemplo, el lenguaje no verbal. No obstante, el método particular elegido fue de utilidad y pudo arrojar resultados.
3. Resultados
3.1. La casa como lugar de encierro
El análisis e interpretación de los relatos de vida reveló distintas formas de habitar y significar la casa. En principio, habrá que decir que la pandemia, y sobre todo el confinamiento, pusieron "en el centro de la vida cotidiana a la vivienda" (Giglia, 2020, p. 296), o lo que es igual, a "la vivienda como espacio cotidiano" (Guillén, 2021, p. 13), donde se objetiva "el sentido del habitar en cuanto construcción social de lo doméstico" (Giglia, 2020, p. 299). Dentro de ese marco de construcción de sentidos, aunque hubo quienes asimilaron positivamente al confinamiento (lo cual se detallará más adelante), en esta primera parte se muestran las experiencias de jóvenes para quienes la consigna de quedarse en casa fue significada, negativamente, como un encierro. Y es que, a partir de la experiencia vivida, una parte del estudiantado descubrió que "estar en casa [por decisión propia] no es lo mismo que estar por obligación" (38.1), ya que "nadie nos dio a escoger si queríamos [o no,] estar encerrados" (7.3).
Esta situación ha sido objeto de reflexión por parte de otros autores y autoras, como Giglia, quien explica que lo que se vivió fue un encierro doméstico, donde el eslogan "quédate en casa" fue interpretado por una parte de la población como "una invitación enérgica a no salir" (2020, p. 295). El confinamiento fue una medida restrictiva que incluso, como encontró Silva, a algunos individuos les generó la sensación de estar "aprisionados en [sus propias] casas" (2020, p. 231). Como se dijo en los relatos: "jamás imaginé, ni en mis sueños más locos, que pasaría por una situación donde tendría que quedarme [sin salir de] casa" (17.1); "la reclusión me está afectando" (11.4).
La sensación de encierro no fue homogénea ni estable entre el estudiantado, sino sentida y percibida a distintas intensidades, agudizándose conforme transcurrían los días de confinamiento. En ese transitar, uno de los primeros niveles y efectos fue el estado o condición de aburrimiento, donde "un día [estabas] feliz por no hacer nada y al otro te [parecía] de lo más aburrido" (17.1). Ello quizás podría entenderse mejor en los casos de jóvenes que manifestaron comportamientos sedentarios en sus casas; sin embargo, de acuerdo con otras memorias, se encontró que, aunque se permaneciera en actividad, la repetición de rutinas rápidamente se transformaría en monotonía y eso también se traduciría en aburrimiento; por el hecho de estar "en casa realizando las mismas actividades a diario" (10.3).
Cabe señalar que eso no necesariamente tiene que ver con las posibles carencias materiales al interior de la casa, pues incluso, según se explica, aunque se contara con medios de distracción y "entretenimiento como la televisión, libros, internet, entre otros, poco a poco te empezaban a hartar" (8.3). Fue una experiencia paradójica en la que se "deseaba estar en casa [pero al mismo tiempo se quería] salir" (38.1). Además del aburrimiento, esta incertidumbre de "quedarse en casa día tras día, sin saber cuándo [acabaría] la situación" (63.1), trastocaría la noción del paso del tiempo y ocasionaría, por ejemplo, que "las noches se hicieran cortas y los días largos" (17.1) y que se presentaran alteraciones del sueño e insomnio, entre otros trastornos y afectaciones a la salud.
3.2. Calidad de vida, afectaciones a la salud y violencia doméstica
El hecho de habitar la casa permanentemente, bajo confinamiento, con el paso del tiempo repercutió de forma negativa en la calidad de vida y en la salud física y mental del estudiantado. Por experiencia propia, los y las jóvenes confirmaron que "el aislamiento afecta a las personas, [por eso es que] la cuarentena me tiene realmente mal" (17.3). Como consecuencia, "después de tantos días de encierro [...] nuestra calidad de vida se vio afectada, además de manifestarse sentimientos encontrados en mi persona, [los cuales] se vieron reflejados en mi comportamiento" (15.3). Como parte de estos sentimientos, "una se siente cabizbaja, [al grado que] me ha costado hallar mi motivación" (17.3). Esto de permanecer encerrados en casa todo el día "ha sido frustrante" (24.4), "estresante y hasta cierto punto deprimente" (16.5), y es la razón por la que "a veces lloro mucho o tengo mucha ansiedad" (62.3). Así mismo, en algunos casos estas afectaciones a la salud mental alcanzaron niveles superlativos, pues según relatan, "muchos compañeros no [soportaron] estar más tiempo encerrados" (22.2) y hubo "días en los que [daban] ganas de tirar todo por la borda" (23.1). Incluso, alguien dijo: "emocional y psicológicamente estoy por los suelos […] cada vez este encierro se vuelve tentador al suicidio […] no le deseo esto a nadie" (40.1). Cabe señalar, que, las experiencias de este tipo fueron narradas casi en su mayoría por mujeres.
Las alteraciones conductuales y afectaciones a la salud mental no solo se presentaron en lo individual, sino también a nivel del grupo o familia que cohabitó la casa. Sobre este tópico, en el repositorio son recurrentes las memorias de estudiantes que tuvieron "conflictos con familiares" al interior de su vivienda (27.5). Algunos de estos altercados derivaron en "peleas en casa" (28.1), que incluso a veces llegaban hasta los golpes y daños físicos entre los ocupantes del espacio doméstico. Fueron "situaciones de tensión y de violencia intrafamiliar" (Ziccardi, 2021, p. 23), que también puede ser entendida como "violencia doméstica" (Silva, 2020, p. 232).
Esta especificidad de la violencia, si bien no es problema nuevo, se incrementó exponencialmente durante la contingencia. Por lo tanto, con base en los hallazgos tanto de ésta como de otras investigaciones, es posible aseverar que "la cuarenta impuesta por la pandemia […] profundizó comportamientos como el conflicto y la violencia" (3.3) al interior de la vivienda.
De acuerdo con lo relatado, a reserva de la existencia de otros factores, se puede afirmar que, para una parte del estudiantado, el hecho de permanecer sin salir de casa, por sí mismo, trastocó la calidad de vida, afectó la salud física y mental, y actuó como catalizador de la violencia doméstica. Además, habrá que agregar que, "las características concretas de la vivienda favorecen o dificultan la relación dentro del hogar y la salud psicosocial de las personas que lo habitan" (Serrano, 2021, p. 41). Por eso, para esta investigación resulta importante resaltar la existencia de cierta correlación de variables, pues en gran parte de las memorias en las que se narran situaciones adversas como las citadas, también se menciona, o en su caso se infiere, que los espacios arquitectónicos de la casa no presentan condiciones de habitabilidad adecuadas. Con ello, "el confinamiento social [y físico] ha puesto de manifiesto la importancia de las condiciones de habitabilidad en los hogares" (Verdugo, 2021, p. 106).
Ahora bien, el que la habitabilidad doméstica adquiera un significado u otro, dependió en gran medida de las características materiales y constructivas de la casa, así como de sus cualidades menos tangibles. Entre las primeras, por ejemplo, está el tamaño de los espacios arquitectónicos que, cuando son muy reducidos, limitan la habitabilidad y consecuentemente repercuten negativamente en la calidad de vida de las personas. Dicho en palabras de Serrano, "el encierro físico repercute de manera directa en la salud psíquica de aquellas personas con espacios muy reducidos para vivir" (2021, p. 41).
Precisamente por eso, como menciona Ziccardi, "en términos generales puede afirmarse que el confinamiento es extremadamente difícil cuando se habita en pequeñas viviendas que ofrecen precarias condiciones de habitabilidad" (2021, p. 22). Por otro lado, como parte de las cualidades, está el hecho de que la casa cuente con espacios abiertos como son jardines, patios, terrazas, balcones, etc., independientemente de su tamaño. Esto es de suma importancia en términos psicológicos, ya que, luego de permanecer dentro de casa por largos periodos, "la falta de espacios abiertos provocó sensaciones de ansiedad y angustia" (Serrano, 2021, p. 41), entre otras afectaciones.
3.3. La casa como lugar de resguardo
Sin ser ajenos a las adversidades que implicó el confinamiento, una parte del estudiantado recibió la consigna de quedarse en casa no necesariamente como una imposición, sino como una estrategia que consideraron adecuada y conveniente para contener la propagación del virus y la enfermedad. Fue un posicionamiento fundamentado en el precepto de que la búsqueda del bienestar colectivo justificaba las posibles limitaciones e incomodidades que se tuvieran que afrontar al habitar y cohabitar la casa durante tiempos prolongados. Precisamente por eso, estos/as jóvenes significaron su casa como el lugar que les brindó resguardo y actuó como barrera de protección contra esa amenaza externa e invisible que representa el virus.
La experiencia vivida durante el confinamiento, sobre todo en su primera fase, se podría decir que fue una especie de retorno a los orígenes de la humanidad, cuando la caverna, la choza o cualquier otro tipo de habitáculo, desempeñaron un papel fundamental para la supervivencia al brindar refugio y protección contra amenazas externas. Así es como la medida de contención sanitaria condujo "ineludiblemente a pensar en la importancia de las condiciones de habitabilidad de los hogares para brindar seguridad y protección a las personas" (García, 2021, p. 201) y, con ello, "la vivienda se convirtió en un refugio" (Guillén, 2021, p. 12) que brindó protección contra el Covid-19.
De acuerdo con lo dicho, es de entender que, dada la amenaza que representaban el virus y la enfermedad, aunque se tuviera la "enorme necesidad de salir a la calle y seguir realizando actividades habituales […] la situación dictaba estar en casa" (9.3). Inclusive, no fueron pocos/as los convencidos/as de que, de ser necesario, la medida debía ser asumida como ordenanza, es decir, "acatar la orden de quedarse en casa" (17.4). Fue entonces que muchas personas (no solo jóvenes), por convicción propia, atendieron al pie de la letra las indicaciones oficiales y siguieron "los lineamientos para así, [colectivamente,] contribuir al cuidado de todos" (50.3). Principalmente, atender la indicación de "quedarse en casa, porque en casa no estábamos expuestos al Covid-19" (15.4), lo cual era "por nuestro bien, para que [la] pandemia [llegara] a su fin" (17.1).
En cuanto al tiempo de duración de la medida de contención de los contagios, muchos de los/as jóvenes estuvieron de acuerdo en que habría que permanecer bajo confinamiento el tiempo que fuera necesario, hasta que las autoridades competentes informaran que ya se podía salir de casa "de forma tranquila y segura, sin miedo [y sin riesgo] a contagiarse" (20.1). Sin embargo, asimilar el cambio abrupto que provocó la pandemia Covid-19 en el modo de vida de las personas, no fue asunto menor ni espontáneo, sino un proceso de adaptación paulatina que cada quien vivió a su propio ritmo e intensidad. Como alguien explicó: al comienzo, "como uno no estaba acostumbrado a estar tanto tiempo así, [encerrado en casa], los días se hacían eternos, [pero] después de unas semanas me empecé a acoplar" (16.1).
Fue precisamente en esa fase de acoplamiento, o si se quiere de resignación, cuando una parte del estudiantado cayó en cuenta de que quedarse en casa no era del todo malo. Por eso, hubo relatos que reflejaban posturas optimistas ante la adversidad, como el de una joven, quien dijo: "al principio me sentía muy desesperada o reprimida por el hecho de no salir [;] sin embargo, conforme fue transcurriendo el tiempo, mi familia y yo fuimos encontrando formas […] de ver el lado positivo" de la pandemia (12.5). "Debo sacar algo de provecho de esto" (1.3), dijo alguien más.
3.4. La casa como lugar de oportunidades
Como parte de este lado positivo de la pandemia y el confinamiento, en muchas de las memorias se encontró que el acto de habitar y cohabitar la casa, permanentemente, también representó la oportunidad de llevar a cabo actividades diversas. Se trató de actividades que fueron realizadas tanto de forma individual como grupal o en familia, que anteriormente no se hacían o al menos no de forma habitual. Digamos que, "esta pandemia destapó áreas de oportunidad que no habrían podido observarse desde la comodidad de la normalidad" (9.1). Por eso, alguien recomendó: para que el hecho de quedarse en casa no se torne "agobiante y aburrido […] mi consejo es estar siempre ocupados" (51.4); "dediquemos tiempo a todo eso que [antes] no hacíamos" (7.3). En grado superlativo, hubo quien consideró a "la cuarentena [como] una oportunidad única y probablemente irrepetible, para realizar actividades que en circunstancias normales perdemos de vista o no tenemos tiempo para realizar" (9.3).
Incluso, bajo esta postura optimista, hubo casos de estudiantes a quienes no se les dificultó el hecho de permanecer bajo confinamiento, pues como alguien dijo: "en realidad, el hecho de mantenerme en casa no me resulta difícil, pues no acostumbro mucho a salir" (17.4). En sentido similar, otros jóvenes comentaron: a mí "no me afectó tanto el no salir [...] así que me puse de acuerdo con varios amigos para jugar videojuegos online" (10.1); "al pasar el tiempo me di cuenta de que ya estaba acostumbrado a estar encerrado, jugando videojuegos con mis amigos" (23.3). Cabe señalar que los relatos en los que se alude a la práctica de videojuegos fueron recurrentes y redactados en su totalidad por hombres.
3.5. La casa como espacio multifuncional emergente
Aunque son escasos los relatos en los que se hace mención directa de los espacios arquitectónicos que conforman la casa, las que sí son recurrentes son las descripciones de usos y actividades realizadas, a partir de las cuales pueden deducirse o inferirse, precisamente, los espacios donde dichas prácticas se llevaron a cabo. Entre las distintas funciones de los espacios que se mencionan, además de aquellas para las cuales fueron destinados desde su origen (independientemente de que se trate de viviendas diseñadas profesionalmente, adaptadas o incluso auto construidas), en las narrativas destacan las funciones que, durante el confinamiento, convirtieron a la casa "de un día para otro […] en un lugar altamente multifuncional" (Giglia, 2020, p. 297).
Dicha multifuncionalidad, si bien en algunos casos ya se presentaba antes de la pandemia, con la llegada de ésta se potenció, se visibilizó, y, sobre todo, se asumió de manera consiente por parte de quienes habitan las viviendas. En este proceso de adaptación multifuncional, el mobiliario y la disponibilidad de servicios en la casa desempeñaron un papel fundamental, pues hasta cierto punto condicionaron la manera de utilizar los espacios y "adaptarse a las circunstancias" (58.3). Eso tiene que ver con "lo que Hall denominaba los espacios de caracteres semifijos, compuestos de elementos que pueden moverse [o adaptarse] según las necesidades de cada momento del día o de cada situación" (1972, p. 133 citado en Giglia, 2020, p. 297).
Como parte de estas necesidades y usos emergentes, dada la crisis económica y la pérdida de empleos que trajo consigo la pandemia y que afectó a gran parte de la población, en muchos casos la vivienda se transformó en lugar para el trabajo. Es así como la casa, sin perder su uso habitacional, también albergó las funciones de oficina, taller, establecimiento comercial, etc. No obstante, fueron las actividades conocidas como virtuales o a distancia, las que quizás mejor caracterizaron a la pandemia.
Entre estas actividades destaca el teletrabajo, modalidad laboral que hasta antes de la emergencia sanitaria mucha gente desconocía y que consiste en "trabajar desde casa" (10.5), además de las clases en línea, modalidad educativa en la que el espacio doméstico se convierte en aula escolar. Ambas prácticas se fundamentan en la utilización de tecnologías de información y comunicación, como el internet y dispositivos como las computadoras, tabletas, teléfonos inteligentes, etc., además de la disponibilidad de una fuente de energía eléctrica, como requisito imprescindible para el funcionamiento de lo demás.
Las clases en línea, con sus ventajas, condicionantes y limitantes de diversa índole, fueron tópico que no pudo faltar en las memorias estudiantiles del repositorio; sin embargo, abundar en ello no es la intención de esta investigación. A cambio, es de interés destacar otro tipo de actividades, más triviales, comunes y corrientes, pero que no por eso dejan de ser importantes, sobre todo para quienes las realizan y las significan como parte de sus vidas cotidianas. Se trata de actividades que, como dicen los y las jóvenes, antes de la pandemia "no solían hacer" (12.5). Entre estas, hay quienes decidieron que al estar en casa era buena opción aprender a "hacer repostería" (12.5), preparar "postres y comidas" (12.4), entre otras actividades que, aunque no se declaró fehacientemente (quizás por considerarlo obvio), es de suponer que se llevaron a cabo en la cocina.
Fue así como el cocinar y la cocina, como actividad y como espacio, respectivamente, ganaron importancia y protagonismo durante la pandemia. Esto no solo por el hecho de que la cocina es el espacio funcional y de servicio donde se cubre la necesidad básica de preparar y consumir alimentos, sino porque durante el confinamiento la cocina fue un espacio doméstico que ganó centralidad y reivindicó su papel como lugar donde se lleva a cabo el acto de habitar, en un sentido integral e incluso holístico, que transmuta a la casa en hogar.
El hogar, entendido "en su acepción ontológica más profunda, la cual va más allá del mero espacio físico de la vivienda" (García, 2021, p. 201), donde se ejerce "el acto simbólico de habitar un espacio (la casa, la vivienda) que organiza el mundo de los que viven ahí" (Pallasma, 2016 citado en García, 2021, p. 201).
Empero, entre los/as jóvenes, no fue el acto de cocinar, sino el hacer ejercicio en distintos espacios de la casa, una de las actividades más citadas en las memorias de cuarentena. Fue un tipo de actividad que se llevó a cabo no solo por los beneficios físicos que conlleva, sino también para mantener una buena salud mental, y así se relata: luego de "aceptar que estaría mucho tiempo sola, comencé a hacer actividades para mantenerme activa física y mentalmente; establecí una rutina para no caer en depresión o ansiedad" (16.5). "Para no aburrirme en mi casa me puse a hacer ejercicio" (12.1); "en la cochera" (28.1). "Para relajarnos y liberar la tensión de sentirnos encerrados, mi mamá, mi hermana y yo realizamos ejercicio por las tardes [y] en ocasiones juego voleibol con mis hermanos" (12.5).
En este último testimonio, en particular, puede inferirse que quien relata habita en una casa con al menos un espacio suficientemente amplio, quizás un patio o jardín, que posibilita la realización de la actividad que se indica (jugar voleibol); sin embargo, esa no es la regla sino la excepción, pues la mayor parte del estudiantado señaló que tuvo que adaptarse a "realizar actividades físicas en espacios reducidos" (58.3). Lo anterior coincide con lo que explica Serrano, sobre el por qué "las familias con viviendas de mayor superficie y las que disponen de amplias terrazas, balcones y jardines, han valorado positivamente la experiencia de confinamiento" (2021, p. 42).
Como pudo observarse, ante la necesidad de adaptarse y adaptar la casa y los espacios a las habitabilidades emergentes, las personas recurrieron a "soluciones improvisadas y obligadas por las circunstancias" (Guillén, 2021, p. 14), que no siempre resultaron adecuadas o satisfactorias.
En ese sentido, como apunta Verdugo, "la vivienda […] ha pasado a ser durante el confinamiento un recinto ampliado que alberga la escuela, el trabajo, los negocios, los cuidados médicos y lugar de múltiples actividades para las cuales no fue diseñada" (2021, p. 106). Y aunque hay viviendas en las que las adaptaciones de los espacios arquitectónicos lograron satisfacer adecuadamente o al menos medianamente las múltiples necesidades de habitabilidad, también, en otros casos, esta misma multifuncionalidad se ha traducido en "saturación de funciones en los espacios habitables [lo cual] ha llevado a consecuencias físicas, sociales, económicas y psicológicas que afectan la calidad de vida de las personas" (Galeana, 2020, p. 59).
Como quiera que sea, la investigación encontró que, junto con Serrano, "el confinamiento ha servido para que los [y las] residentes de los hogares tengan una mayor percepción de las ventajas o las carencias presentes en el espacio que habitan" (2021, p. 34), con la consecuente significación o resignificación del mismo. A la vez, se reveló que más allá de la transformación de la casa en sentido de su materialidad tangible, "el reacondicionamiento del espacio doméstico permite descubrir nuevas posibilidades para el habitar" (Giglia, 2020, p. 297).
3.6. La casa como lugar para la convivencia grupal y familiar
Como parte de estas posibilidades en cuanto a la forma de habitar la casa, algo característico del confinamiento fue la intensificación de las relaciones interpersonales entre los/as integrantes del grupo o familia que compartieron los espacios. Se encontró, al igual que en otras investigaciones, que "la dinámica de relaciones intrafamiliares cambia, es más intensa por el solo hecho de estar confinados" (García, 2021, p. 201), pues eso implica, ineludiblemente, "la presencia de los sujetos en el espacio en relación con otros sujetos" (Espinoza et al., 2015, p. 6 citados en Galeana, 2020, p. 61).
Como ya se explicó, aunque dicha interacción social permanente y prolongada en algunos casos desencadenó situaciones de estrés y violencia doméstica, también, en sentido inverso, en otros casos representó la oportunidad para convivir armoniosamente y con ello reforzar los vínculos afectivos familiares y de grupo.
Por eso es que, a una parte del estudiantado, la pandemia "dejó como enseñanza el valor de la familia" (6.1), "esa que tanto descuidamos y que solo veíamos poco tiempo" (7.3). En igual sentido, luego de enterarse que entraría en cuarentena, alguien comentó: "me sentí bien porque sabía que estaría con mi familia […] realmente me faltaba estar más cerca de ellos" (45.4); aprovechar el tiempo en casa para "conocernos más y llevarnos mejor" (13.2). De hecho, un participante aseguró: "lo único bueno que he visto de esta cuarentena ha sido la convivencia con mi familia" (38.1).
Este tipo de experiencias sacó a la luz el papel crucial que desempeñó la vivienda durante la contingencia, pues como alguien afirmó: durante la pandemia, "la convivencia familiar se reforzó, [precisamente,] por el [solo] hecho de estar en casa" (17.4). O sea que, más allá de su carácter funcional, emergió la importancia de "la vivienda como espacio relacional vinculado con el desarrollo individual y familiar" (Serrano, 2021, p. 43), donde el acto de cohabitar la casa incluyó, además del uso común de los espacios, la percepción de "sentimientos y emociones compartidos" (Galeana, 2020, p. 61).
3.7. La casa como lugar para la introspección
Precisamente sobre lo sentimental y emocional, en un sentido más existencial, para algunos/as jóvenes el espacio doméstico se transmutó en lugar para la reflexión e introspección personal. Como parte de esto, mientras una joven trató de "relajarse dibujando" (11.4), otra comenzó "a leer y [a dedicarse] tiempo a [sí] misma" (16.5) y una más aseguró: "me gusta el silencio, me gusta estar sola, prefiero quedarme en casa leyendo […] así que el no salir a mí no me incomoda para nada" (41.1). Bajo dicha asimilación, otros/as jóvenes dijeron: el permanecer en casa "todo este tiempo me ha dado la oportunidad de pensar (más de lo que quisiera) y reflexionar sobre algunas cosas" (17.3); "empecé a crecer como persona" (16.5); "este encierro ha provocado encontrarme a mí mismo [y] he comprendido más [a mi madre], la he amado más, [aunque,] también, he sentido más la ausencia de mi padre" (10.2). Relatos como el anterior dan cuenta de que la casa, aparte de ser lugar donde se objetivan relaciones afectivas en tiempo presente, es lugar de memoria, donde los recuerdos y experiencias vividas encuentran anclaje en los espacios físicos y objetos materiales.
De acuerdo con estas narrativas juveniles, queda claro que, la casa trascendió de una denotación utilitaria a una connotación simbólica. Como muestra de ello, una joven encontró que "el hogar es un lugar poderoso para todos" (12.4), mientras otros mencionaron: "esta cuarentena me ha servido para reflexionar sobre lo privilegiados que somos algunos de tener salud, comida y donde dormir" (22.1); el "privilegio de tener donde dormir y que comer" (24.2). Además de entender, por supuesto, que "es un privilegio muy grande estudiar desde casa" (18.4); "desde mi casa en una zona de confort" (24.2). Por todo esto, una estudiante se sintió "feliz y agradecida de tener una casa" (13.2), e incluso, alguien más sostuvo: "mi casa es mi vida" (22.4). Es ésta, entonces, la relevancia de la casa como objeto de investigación, y "la importancia del estudio del habitar en cuanto hecho cultural que hace posible la relación con nuestro entorno [en primera instancia con el entorno doméstico], dándole sentido a nuestra posición en el mundo y a la relación con los demás" (Giglia, 2012, p. 143). Una relación en la que, "los espacios que habitamos pasan a formar parte de nosotros mismos y […] dan continuidad a nuestra identidad y a nuestras distintas formas de estar en el mundo que se van desarrollando a lo largo del curso de vida" (De Alba, 2022, p. 434).
3.8. La casa como lugar de privilegios y marcador social
Empero, para otra parte del estudiantado, estos mismos aprovechamientos del tiempo y del espacio doméstico fueron significados, más que como oportunidades, como privilegios clasistas. Es así como se comenta que, mientras "algunos disfrutaban de sus lujosas casas [y] el tiempo en familia" (17.3), y a la vez lamentaban la prohibición del "uso de albercas en el club" privado (44.4) o "el no poder ir al gimnasio" (34.1), otros/as estaban "desempleados sin poder llevar alimento a sus hogares" (17.3), enfrentándose con "la ineludible necesidad de salir a trabajar para allegarse de medios para subsistir" (Rea, 2020, p. 21). De esta forma, el confinamiento sacó a la luz las desigualdades socioeconómicas que existen entre los/as estudiantes que radican en distintas ciudades y localidades de México, reflejadas directamente en los estilos de vida y en las características materiales, arquitectónicas y de habitabilidad de sus casas. En palabras de Giglia, se reveló el papel que desempeña "la vivienda como un marcador de la posición social de sus habitantes" (2020, p. 297).
Asociado a lo anterior, en algunas de las memorias se lamentó el hecho de que solo "las clases [socioeconómicas] altas pudieron darse el lujo de no salir [de casa] y realmente cumplir con la cuarentena" (15.2). Al mismo tiempo, se acusó: fue "indignante" darse cuenta de que había personas que, aunque contaban (al menos en apariencia) con medios económicos que les permitían acatar la indicación de no salir, paradójicamente, fueron "las primeras en romper las reglas saliendo de casa cuando no era necesario" (14.4). Esto sacó a relucir el hecho de que entre los individuos y grupos subyace la necesidad de satisfacer necesidades que trascienden a las básicas o de supervivencia, por ejemplo, la "necesidad sociocultural de [establecer] contacto [físico] con el otro (sic) sin importar el riesgo" (Rea, 2020, p. 21), en este caso, el riesgo a contagiar o ser contagiado.
3.9. La casa como espacio interior desde donde se añora el espacio exterior
Como pudo identificarse en gran parte de los relatos, el hecho de estar permanentemente en casa, aparte de develar aspectos sobre la habitabilidad doméstica, también motivó a los/as jóvenes a reflexionar acerca de la ciudad y los espacios exteriores, cuyo uso fue restringido como parte de la estrategia de contención sanitaria. En ese sentido, junto con la necesidad de socialización y el echar "de menos el contacto con las personas" (11.3), en las memorias se expresa la añoranza por acudir a lugares y espacios públicos, principalmente con fines deportivos, de ocio y diversión. Según se relata, fue una situación que afectó mucho, pues mientras hubo quienes extrañaron "salir los fines de semana con [sus] amigas e ir al cine" (23.1), otros lamentaron no poder ejercitarse en instalaciones deportivas (5.2), "ya que todo tipo de [lugar de] entretenimiento fuera de casa [estuvo] cerrado" (10.3).
Junto con los citados lugares y espacios arquitectónicos concretos, en algunas narrativas se hace alusión a la calle, donde la libertad de ser, estar y transitar, fue suspendida o limitada por parte de las autoridades. Por eso es que un estudiante relató: "cuando escuche que ya no podríamos salir de casa, fue como si se me hubiera cerrado el mundo, lo digo realmente, pues no es tan fácil aceptar que un día podías caminar libremente por las calles y para el siguiente ya no" (31.1). Mientras alguien más aseguró: "ver todo muy solitario causó tristeza, sin nadie en las calles" (33.4).
Como se aprecia, en las citadas declaraciones no se hace referencia a lugares o edificios en específico, sino en general a la calle, espacio público por excelencia según Jacobs (2011). De allí la importancia y reivindicación que este espacio público adquirió durante la pandemia. Además, se reveló que la esencia de la calle, y de la ciudad en general, no solo radica en su materialidad, sino, sobremanera, en las personas que la habitan, construyen y reconstruyen, de manera utilitaria, simbólica, colectiva y cotidiana.
Lo cotidiano, especialmente, fue objeto de añoranza y puesta en valor por parte de los/as jóvenes. Durante el confinamiento salió a flote la valencia de aquellas prácticas triviales y rutinarias que forman parte esencial de la vida cotidiana y sobre las cuales el estudiantado no había sido suficientemente consciente. Así, por ejemplo, fueron recurrentes las experiencias asociadas a la movilidad en la ciudad. Incluso, se lamentó el no poder "tomar el transporte público" para trasladarse al Instituto (9.1). Como alguien relató: para ir a la escuela, "caminaba para tomar una 'combi' que me dejaba cerca de una estación del metro [...] viajaba por varias estaciones y realizaba un transborde de línea [era algo] complejo y agotador, pero ahora es de las muchas cosas que extraño" (60.4). Allí radica la paradoja, la de añorar algo no obstante haber sido agobiante, monótono o anodino.
De esta manera, la pandemia y el confinamiento "nos obliga a repensar la relación de los seres humanos con el espacio" (Giglia, 2020, p. 301) y nos conduce a "una nueva forma de vincularnos con la ciudad, con el barrio y con la vida cotidiana" (Marcús et al., 2020, p. 98). Por eso mismo, como sugiere Giglia, "es imperativo colocar en el centro de la reflexión las problemáticas de la conexión entre la vivienda y el vecindario mediante la dignificación del espacio público ordinario y cotidiano" (2020, p. 301). En otras palabras, resignificar el papel de los espacios exteriores, especialmente en el barrio o vecindario, como extensión de la casa y como espacio de proximidad donde también se da la habitabilidad.
3.10. La escuela como segunda casa
Entre los diversos espacios urbanos y tipologías arquitectónicas, la escuela es, por mucho, el espacio más referido, evocado y añorado por los/as jóvenes, obviamente, por su condición de estudiantes. De allí la importancia de reflexionar al respecto, no obstante que el objeto principal de la investigación sea la casa. Para explicar lo concerniente a la habitabilidad en la escuela, resulta útil entenderla de tres formas: como espacio social, como espacio físico y como espacio simbólico. Sobre el espacio social, aquel en el que se da la convivencia y el compañerismo, algunos/as jóvenes dijeron: "sufrí cuando vi que no podía regresar a la escuela, cuando me di cuenta que ya no podría estar cerca de mis amigos" (31.1), ya que el "no saber nada de mis amistades es algo desalentador" (1.2). Además de los amigos y compañeros, hubo quienes extrañaron también a "los maestros" (33.5) y a otras personas que indirectamente tienen que ver con la escuela. Por eso es que afirmaron: "hace falta ir a la universidad donde tenemos contacto social directo con las personas externas a nuestro círculo familiar" (20.1), para así "tener ese apoyo emocional que los amigos y maestros te pueden brindar" (43.5). Estas últimas declaraciones dejaron entrever que para algunos/as jóvenes su círculo familiar, nuclear, no satisfizo totalmente sus necesidades de socialización, pero tampoco fue algo que les causara afectación mayor; sin embargo, no en todos los casos fue así, pues hubo quienes vivieron relaciones intrafamiliares violentas y, por eso mismo, dijeron que asistir a "la escuela era una forma de escapar de los problemas que [tenían] en casa" (27.3). En cuanto al espacio físico, hay relatos que evocan a la escuela en un sentido más concreto y con alusión a los objetos materiales. Esto abarca a los espacios arquitectónicos como son aulas, cafeterías y canchas deportivas, así como espacios que en apariencia son menos importantes, como andadores, bancas y otros muebles y objetos, e incluso árboles y áreas verdes. Todos estos son elementos que cumplen con determinadas funciones preestablecidas, pero que, al mismo tiempo, se constituyen en espacios vivenciales para los/as jóvenes. De allí que la añoranza implique querer "ver gente entre los pasillos, riendo, platicando" (41.1) o simplemente "extrañar mucho […] platicar en las bancas" (16.4); "platicar entre clases" (33.5), bajo la sombra de los árboles, tendidos/as en la hierba, como usualmente lo hacen los/as estudiantes.
A lo anterior se suma el espacio simbólico, conformado por las emociones, percepciones, afectos y valoraciones que los/as estudiantes construyen sobre los paisajes y espacios escolares. Ejemplo de ello es el testimonio de una joven que, mientras estaba confinada en su casa, recordaba "lo bello que era ver el atardecer desde algunos edificios del Instituto" (48.2). Ésta y otras declaraciones son testimonio de que, como destaca Verdugo, "en cuanto a la habitabilidad externa, el confinamiento confirmó la importancia simbólica y estética del entorno como ambiente restaurador de las alteraciones del estado de ánimo individual y colectivo" (2021, p. 104). Por eso es que los/as jóvenes dijeron: "estamos deseosos de poder [regresar] a nuestro bello tecnológico" (48.2); "el único lugar que tenía para distraerme todos los días era la escuela" (23.1); "la escuela es el refugio de muchos, necesitamos la escuela, es nuestra segunda casa" (1.1). De acuerdo con lo expuesto, es oportuno aseverar que, la escuela debería ser entendida no solo como un edificio funcional destinado a la educación formal, sino, además, como el lugar de vida que ofrezca a los/as estudiantes la posibilidad de acceder a una educación, auténticamente, integral.
4. Conclusiones
Con el trabajo realizado, el objetivo fue alcanzado. A partir de los relatos de vida que contiene el repositorio del TecNM, fueron analizadas las habitabilidades domésticas vividas por jóvenes mexicanos durante la pandemia y el confinamiento por Covid-19. Las categorías transversales de relaciones interpersonales, significaciones espaciales y usos de los espacios arquitectónicos al interior de la casa, construidas inductivamente, fueron recurso útil para organizar los resultados, identificar hallazgos, y con ello tener una mejor comprensión del acontecimiento.
Primeramente, en lo general, se encontró que la pandemia, si bien repercutió a escala global, no lo hizo de forma homogénea sino con distintas especificidades en las regiones, ciudades y localidades, así como entre grupos sociales e individuos. Por eso mismo, aunque podría pensarse que la juventud, como grupo etario concreto, presenta cierta homogeneidad, en esta investigación no fue así, ya que entre los relatos se detectó una diversidad de posicionamientos. Se trata de experiencias, percepciones y opiniones que no están bien delimitadas entre sí, sino imbricadas; sentimientos encontrados y a veces contradictorios, tanto entre participantes como al interior de los propios discursos individuales. Dicha diversidad de experiencias se tradujo en habitabilidades domésticas, también diferenciadas, que derivaron en significaciones ambivalentes sobre la casa y sobre el acontecimiento pandémico en sí. Por un lado, para una parte del estudiantado, el hecho de permanecer confinado/a en casa fue recibido de forma negativa, como un encierro, no solo porque se vio limitada la socialización y el contacto con el exterior, sino, también, porque se intensificó el contacto interpersonal entre los/as cohabitantes al interior de la casa, lo cual, en algunos casos, más que una interacción armoniosa fue una fricción que generó estrés, afectaciones mentales y violencia doméstica. Sin embargo, por otro lado, otros/as jóvenes significaron a la casa como lugar de resguardo; como el habitáculo que brindó protección contra la amenaza del virus y, a la vez, como el lugar que ofreció la oportunidad para convivir en familia y realizar actividades poco habituales. De cualquier forma, es un hecho que la pandemia y el confinamiento alteraron la vida cotidiana y sacaron a la luz la necesidad de repensar la manera en que se produce el espacio habitable, particularmente, el de uso doméstico. Por eso mismo, se puede afirmar que durante el confinamiento la habitabilidad doméstica fue reivindicada, ya que las personas, desde una postura más integral y holística, tomaron conciencia del acto de habitar la casa y no simplemente ocuparla.
Para comprenderla mejor, la habitabilidad doméstica puede explicarse en dos sentidos: uno utilitario y otro simbólico. Sobre lo primero, fueron reveladas o inferidas algunas de las condiciones espaciales y materiales de las viviendas, las cuales dieron cuenta de las diferencias socioeconómicas que existen entre el estudiantado. Y es que, aunque en algunos relatos se dejó entrever que las casas presentaban características arquitectónicas adecuadas en cuanto a su tamaño y equipamiento, en la mayoría se evidenciaron las carencias y deficiencias espaciales, materiales y de diseño. Ante esta situación, los/as jóvenes y sus familias se vieron obligados/as a hacer adaptaciones e improvisaciones en sus casas, espacios y mobiliario, para poder así, al menos medianamente, satisfacer las necesidades de habitabilidad que emergieron o se intensificaron durante la pandemia.
Asociado a este sentido utilitario, el confinamiento visibilizó el hecho de que los espacios domésticos generalmente son monofuncionales, condición ésta, que limita su utilización para fines distintos a los concebidos desde su origen. Esto forma parte de una tendencia funcionalista, canónica y frecuentemente dogmática, que tuvo su auge durante el periodo de la Arquitectura del Movimiento Moderno, en el siglo XX, pero que aún ejerce influencia. Como alternativa, lo que aquí se propone es generar diseños de espacios arquitectónicos que sean multifuncionales, flexibles y adaptables a los distintos y cambiantes requerimientos de habitabilidad doméstica actuales (posmodernos), donde la casa sea la que se adecue a los modos y estilos de vida de las personas, y no a la inversa. Ello, cabe señalar, con o sin pandemia.
Sobre el sentido simbólico de la habitabilidad doméstica, la investigación reveló algunas de las cualidades que ostentan los espacios de la casa, no solo los destinados a usos principales, sino también aquellos espacios complementarios o de servicio, generalmente no estudiados. Como parte de esto, se encontró que para las personas no basta con cubrir las necesidades básicas y de supervivencia, sino que, tarde o temprano, se vuelve indispensable satisfacer también necesidades afectivas, emocionales y espirituales al seno de la vivienda. Así es como el acto de habitar adquiere una connotación que trasciende a lo meramente utilitario y hace que la casa sea significada como lugar de vida y, sobre todo, como hogar.
Por eso mismo, es preciso dejar de ver al diseño arquitectónico habitacional como asunto exclusivo de la técnica, y otorgar la debida importancia a la dimensión simbólica, componente inherente a la casa y a la habitabilidad. Tal planteamiento implica un cambio de paradigma por parte de los/as expertos/as con respecto a la manera de entender y diseñar los espacios arquitectónicos, asunto éste, que debería trabajarse desde las Universidades e Institutos en los que se forma a los/as futuros/as profesionales de la arquitectura, el interiorismo, el urbanismo y disciplinas afines.
Solo resta mencionar que la pandemia y el confinamiento constituyen un fenómeno sociocultural complejo que, como objeto de estudio, dista de ser tema superado. Al contrario, su vigencia y relevancia justifican continuar con la realización de este tipo de investigaciones, sistemáticas, multidisciplinares y prospectivas, para que contribuyan al bienestar social al menos en tres sentidos: 1) para que se reconozca a la juventud (estudiantil o no, mexicana o de cualquier nacionalidad) como grupo social que también tiene necesidades, deseos y aspiraciones que deben comprenderse y atenderse; 2) para impulsar políticas públicas de vivienda con enfoque social, direccionadas sobre todo a las poblaciones más vulnerables; y 3) para implementar estrategias de diseño arquitectónico acordes a las necesidades de habitabilidad doméstica postpandemia, que el mundo demanda y no han sido atendidas.
5. Bibliografía
Alonso, M., Rubio, A., Escrig T., Soto, T., Serrano-Lanzarote, B. y Matarredona-Desantes, N. (2021). Identification of Measures to Strengthen Resilience in Homes on the Basis of Lockdown Experience during COVID-19. Sustainability, 13(11), 1-37. http://doi.org/10.3390/su13116168
Ascencio, R. y Ramírez, M. (2020). Algunas reflexiones desde lo local: COVID-19 y educación superior en Nayarit. En C. Rea (Coord.), Nayarit ante el COVID-19: Crisis y respuestas sociales (pp. 113-130). México, UAN, Ediciones del Lirio.
Cornejo, M., Mendoza, F. y Rojas, R. (2008). La Investigación con relatos de Vida: Pistas y Opciones del Diseño Metodológico. PSYKHE, 17(1), 29-39. http://dx.doi.org/10.4067/S0718-22282008000100004
De Alba, M. (2022). Representaciones sociales y curso de vida. En F. Aliaga (Edi.), Investigación Sensible. Metodologías para el estudio de imaginarios y representaciones sociales (pp. 421-460). Bogotá, USTA.
De Hoyos, J., y Albarrán, V. (2022). Habitabilidad un estudio desde la vivienda social en México como espacio habitado. Vivienda y Comunidades Sustentables, 11, 51-61. https://doi.org/10.32870/rvcs.v0i11.192
Galeana, S., y Maya, E. (2020). Habitar la vivienda en cuarentena. Quédate en casa. Revista RUA, 24, 59-69. https://rua.uv.mx/index.php/rua/article/view/109
García, R. (2021). Habitabilidad en los hogares de Sonora. Repensando el tema durante la pandemia. En O. Contreras (Coord.), Ciencias Sociales en Acción. Respuestas frente al Covid-19 desde el norte de México (pp. 200-217). Tijuana, COLEF.
Gibbs, G. (2012). El análisis de datos cualitativos en Investigación Cualitativa. Madrid, Morata.
Giglia, A. (2012). El habitar y la cultura: Perspectivas teóricas y de investigación. Barcelona, Anthropos, México, UAM-I.
Giglia, A. (2020). Repensar las ciudades desde el encierro doméstico. En G. Delgado y D. López (Edit.), Las ciudades ante el COVID-19: nuevas direcciones para la investigación urbana y las políticas públicas (pp. 294-303). México, INGSA. https://doi.org/10.5281/zenodo.3894075
Grinberg, S. y Verón, E. (2021). #COVID-19: Shock y el derecho a tener derechos en las periferias metropolitanas. Un estudio en la Región Metropolitana de Buenos Aires. En G. Gutiérrez, S. Herrera y J. Kemner (Coord.), Pandemia y crisis: El COVID-19 en América Latina (pp. 232-257). Guadalajara, Universidad de Guadalajara.
Guillén, T. (2021). Prólogo. En A. Ziccardi (Coord.), Habitabilidad, Entorno Urbano y Distanciamiento Social. Una investigación en ocho ciudades mexicanas durante COVID-19 (pp. 9-14). México, UNAM.
Hernández-Rejón, E. y Treviño-Hernández, R. (2021). Análisis de la “vivienda digna y decorosa” en localidades rurales de Tamaulipas a través de un indicador integrado. Vivienda Y Comunidades Sustentables, 9, 9–26. https://doi.org/10.32870/rvcs.v0i9.161
Jacobs, J. (2011). Muerte y vida de las grandes ciudades. Madrid, Capitán Swing.
López-Villanueva, M., Hernández-Ruiz, J., y Ríos-García, D. (2021). Habitabilidad en Espacios de Vivienda de la Ciudad de Oaxaca: Tiempo Pandémico. Procesos Urbanos, 8(2), 1-9. https://doi.org/10.21892/242 2085X.545
Marcús, J., Boy, M., Benitez, J., Berardo, M., Felice, M., Márquez, A., Peralta, M., y Vazquez, D. (2020). La vida cotidiana ante el COVID-19. Modos diferenciales de usar y valorar el espacio en el Gran Buenos Aires durante la fase 1 del ASPO, 2020. Revista Ensambles, 13, 96-129. http://hdl.handle.net/11336/131217
Ordóñez-Barba, G. (2020). Tijuana ante el confinamiento social impuesto por la COVID 19: habitabilidad de las viviendas, entorno urbano y condiciones económicas de los hogares. Espiral Estudios sobre Estado y Sociedad, 79, 303-349. https://doi.org/10.32870/eees.v28i78-79.7209
Ramos-Sanz, A. (2021). Satisfacción de habitabilidad durante el confinamiento por Covid-19. Estudio comparativo de dos tipologías de vivienda en Argentina. Revista CONTEXTO, 15(23), 28-44. https://doi.org/10.29105/contexto15.23-281
Rea, C. (Coord.) (2020). Nayarit ante el COVID-19: Crisis y respuestas sociales. México, UAN, Ediciones del Lirio.
Salazar-Martínez, B.L., y Vázquez-Honorato, L.A. (2021). Percepción de la calidad de vida en la vivienda. Periodo de contingencia por COVID-19 en la ciudad de Xalapa-México. ACE Architecture, City and Environment, 16(46), 1-20. http://dx.doi.org/10.5821/ace.16.46.9492
Sánchez-Villena, A.R., y De La Fuente-Figuerola, V. (2020). COVID-19: cuarentena, aislamiento, distanciamiento social y confinamiento, ¿son lo mismo? Anales de Pediatría, 93(1), 73-74. http://dx.doi.org/10.1016/j.anpedi.2020.05.001
Serrano-Martínez, C. (2021). COVID-19 y vivienda. Experiencias de familias confinadas con menores de cuatro años en el hogar. EHQUIDAD. Revista Internacional De Políticas De Bienestar Y Trabajo Social, 15, 27–46. https://doi.org/10.15257/ehquidad.2021.0002
Silva, A. (2020). ¿Dónde está lo real del virus? En G. Delgado y D. López (Edit.), Las ciudades ante el COVID-19: nuevas direcciones para la investigación urbana y las políticas públicas (pp. 228-235). México, INGSA. https://doi.org/10.5281/zenodo.3894075
TecNM (2020). Memorias de Cuarentena. México: Tecnológico Nacional de México. Disponible en https://www.tecnm.mx (01 diciembre de 2022).
Verdugo-López, M. (2021). Habitabilidad de la vivienda en tiempos de pandemia por Covid-19 en México. El caso de Culiacán. EHQUIDAD. Revista Internacional De Políticas De Bienestar Y Trabajo Social, 15, 77–112. https://doi.org/10.15257/ehquidad.2021.0004
Ziccardi, A. (2015). Cómo viven los mexicanos. Análisis regional de las condiciones de habitabilidad de la vivienda. México, UNAM.
Ziccardi, A. (Coord.) (2021). Habitabilidad, Entorno Urbano y Distanciamiento Social. Una investigación en ocho ciudades mexicanas durante COVID-19. México, UNAM.
Información adicional
Referencia normalizada:: Navarrete Valencia, L. (2024). Habitabilidad doméstica en condiciones de confinamiento. Una visión prospectiva postpandemia. Ehquidad. International Welfare Policies and Social Work Journal, 22, 113-142. https://doi.org/10.15257/ehquidad.2024.0015
Esta obra está bajo una licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional: https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/deed.en