Editorial

REPENSANDO LA EDUCACIÓN PARA UN MUNDO POSPANDEMIA
Colombia hace esfuerzos por alinear su sistema de educación con las recomendaciones de la OCDE, las cuales incluyen el inicio de un proceso participativo de largo plazo para desarrollar un marco curricular nacional y un enfoque más integral con respecto a la evaluación escolar; promoviendo aún más el desarrollo de una nueva visión de profesionalismo docente basado en el compromiso y consenso efectivos de las partes interesadas y mejorando la provisión de educación para satisfacer las necesidades e intereses de los estudiantes (Radingeri et al., 2018). Uno de los esfuerzos del gobierno se centra en mejorar los resultados de los estudiantes en el Programa de Evaluación Internacional de Estudiantes —PISA— (por sus siglas en inglés). PISA está diseñado para medir la capacidad de los estudiantes para pensar críticamente y resolver problemas, habilidades clave del siglo XXI. Los resultados de PISA para 2015, el último año disponible, clasificó a Colombia —uno de los 72 países incluidos— en el nivel de rendimiento más bajo al lado del Perú. Para aumentar el rendimiento en las pruebas PISA, hoy se están realizando esfuerzos para mejorar las calificaciones y el rendimiento de los docentes y mejorar la infraestructura y los recursos en las escuelas (Radingeri et al., 2018).
Con todos los esfuerzos realizados, el gobierno tiene un enorme desafío para mejorar el sistema educativo. Los problemas que se enfrentan incluyen: acceso a la educación en la escuela intermedia y superior; reducir la tasa de deserción escolar; aumentar los recursos asignados para implementar programas; mejorar los resultados en pruebas nacionales e internacionales tales como PISA y pruebas estandarizadas nacionales (por ejemplo, pruebas Saber); aumentar la calificación de los docentes y mejorar las instalaciones y los recursos de las escuelas (Radingeri et al., 2018). Estos retos descritos se incrementaron durante estos casi dos años de pandemia.
Al final de los años 90 del siglo pasado el Colegio de Guerra de Carlisle, en Pensilvania, Estados Unidos, acuñó el término de entornos VUCA[1] (por sus siglas en inglés). Este es el tipo de entorno en el que hemos vivido desde que la pandemia empezó hace casi dos años, en donde las condiciones bajo las cuales operábamos cambiaron totalmente de un día para otro. Según la UNESCO cerca del 70 % de los estudiantes no pudieron continuar sus estudios, bien por la falta de infraestructura en sus zonas de residencia o por falta de preparación de los centros educativos. Con la pandemia también salieron a flote algunas asignaturas pendientes que la educación no había decidido abordar, bien por qué no se habían identificado o simplemente no se consideraban importantes.
La pandemia fue un catalizador para la innovación educativa, la incorporación de las tecnologías de la información y la comunicación—TIC— pasó de ser una opción o una modalidad de la educación a la única alternativa posible para continuar prestando el servicio educativo. Sin lugar a dudas esta transición forzada al mundo digital generó un impacto en la calidad de la educación en el que tan solo algunos pocos salieron bien librados, creando un impacto negativo mayor en la educación básica primaria y secundaria que en la educación terciaria. Varios organismos multilaterales empiezan a estudiar el impacto de la pandemia en los resultados de aprendizaje, desafortunadamente los resultados no son los mejores.
En Estados Unidos hay un dicho que es pertinente para este momento, a saber: “es fácil ser entrenador de cualquier equipo el lunes en la mañana”. Explicar por qué algunas instituciones fueron tomadas por sorpresa al no estar preparadas para enfrentar una situación como la pandemia de la COVID-19, hoy, es fácil. Lo que sería lamentable es no capitalizar los aprendizajes adquiridos durante estos, casi, dos años. Es pertinente identificar los diferentes tópicos que salieron a relucir en este intervalo de tiempo, entre los que se encuentran: estamos preparando a los estudiantes para una sociedad que ya no existe y por ello muchos jóvenes no encuentran oportunidades laborales; el papel de los profesores y las metodologías con que enseñamos; la incorporación de las TIC en los procesos de enseñanza y la legislación educativa.
Este breve recuento nos debe ayudar a definir prioridades, repensar algunos postulados que pensábamos que eran una verdad revelada y transformar el sistema educativo.
Lo primero que se debe repensar es el propósito de la educación. La educación es un sueño, una promesa, una oportunidad, por la que tanto se lucha con la esperanza de alcanzar las metas; por ello no debería tener más fin que el desarrollo del potencial del ser, para que al enfrentar las oportunidades la elección sea siempre en pro de la construcción de un proyecto de vida del cual nos sintamos orgullos y así al final de nuestros días posamos decir con alegría: “este tiempo ha valido la pena, ya que como persona nos hemos realizado plenamente”. Si el único fin de la educación es potenciar el ser, es oportuno recordar las bellas palabras del Dr. Antonio Mazo Mejía —en diversos escenarios— sobre el ser persona:
ser persona es ser consciente de que somos una realidad inacabada, una necesidad de ser todos los días y cada vez más, una potencialidad permanente y angustiada desde la cuna hasta el sepulcro; estamos permanentemente escribiendo el libro de nuestra vida, y es trágico pero inevitable, que al dejar el tiempo en esa transición del ser que se llama muerte, en nuestro propio libro quedarán para siempre muchas páginas en blanco.
La educación ha estado al servicio de muchos intereses en los últimos siglos, basta con mirar el origen de gran variedad de claustros universitarios para entender que es necesario volver a centrar la educación en el desarrollo del ser.
Un segundo punto para analizar es el referente a los docentes. Hasta el momento no se puede tener una buena calidad en la educación, ya que no tenemos buenos docentes. A nivel mundial podemos encontrar ejemplos de países que han realizado esfuerzos importantes para que la profesión docente sea no solo bien remunerada, sino también apreciada y valorada por la sociedad. Durante la pandemia a muchos padres de familia les tocó reforzar la labor docente en sus casas, por lo que pudieron vivir en carne propia esta difícil labor. En Colombia es lastimoso que aquellos que entran a las facultades de educación sea solo porque no pudieron ingresar a otras facultades de su preferencia. Lo mismo ocurre con las personas que se están presentando a la carrera docente, muchos de ellos lo hacen porque no encuentran otra alternativa laboral. Bajo estas condiciones es difícil que se pueda tener una buena educación a nivel nacional.
Un tercer aspecto para revisar es el qué estamos enseñando y cómo lo estamos enseñando, esto es, el currículo, los resultados de aprendizaje y las metodologías. Hasta la fecha la mayor parte de los programas académicos están diseñados bajo modelos disciplinares, haciendo énfasis en un aprendizaje memorístico. Hoy el mercado nos demanda un esfuerzo para transformar la fuerza laboral, el World Economic Forum — WEF— en su reporte Upskilling for Shared Prosperity 2021 propone diseñar un currículo just in time en lugar de just in case. La demanda de nuevas habilidades ha aumentado la necesidad de que las escuelas y universidades desarrollen y adopten nuevos modelos pedagógicos y curriculares (Atwell, 2018). Si bien el concepto de habilidades del siglo XXI parece nuevo, siempre ha sido necesario contar con capacidades esenciales como el pensamiento crítico y la resolución de problemas. Con el surgimiento de economías basadas en el conocimiento, estas capacidades han ganado una importancia creciente (Kai Chu et al., 2017). Se han elaborado muchas iniciativas y marcos con el respaldo de organizaciones internacionales, gobiernos, compañías multinacionales y firmas consultoras para apoyar el desarrollo de habilidades del siglo XXI (Ananiadou and Claro, 2009). Generalmente las habilidades del siglo XXI incluyen colaboración, comunicación, alfabetización digital, ciudadanía, resolución de problemas, pensamiento crítico, creatividad y productividad (van Laar et al., 2017). Para el desarrollo de estas competencias es necesario revisar las metodologías de enseñanza, hoy una metodología que está cobrando fuerza es el aprendizaje basado en proyectos. El aprendizaje basado en proyectos es una técnica de enseñanza que organiza una unidad de instrucción bajo una pregunta guía que se le asigna a los equipos de estudiantes para resolver una tarea (Larmer, Mergendoller and Boss, 2015). La pregunta guía es un problema del mundo real, ofrece una gama de soluciones viables, requiere que los estudiantes aprendan los estándares de contenido que deben resolverse y fomenta la colaboración, el pensamiento crítico, la comunicación y la interacción con su comunidad (Moritz, 2018).
Por cerca de dos años las instituciones educativas —IE— se han enfrentado a un cierre de sus instalaciones. El regresar a las aulas se hace en forma gradual a través del modelo de alternancia y continuar prestando el servicio educativo en plataformas digitales. Las inversiones realizadas por las IE para prestar el servicio educativo en las condiciones de pandemia han permitido cerrar el gap entre los programas presenciales y virtuales, implementar nuevas metodologías, modificar transitoriamente el marco legislativo, así como la percepción de los programas bajo la modalidad virtual.
Las restricciones impuestas por la pandemia, la necesidad de enfrentar la cuarta revolución industrial y la demanda de nuevas competencias como consecuencia de la automatización y digitalización de las organizaciones, hacen necesario repensar el sistema educativo y abandonar viejos paradigmas que no han permitido el avance de este. La educación debe repensar su relación entre el tiempo y el espacio, comprender que buena parte del conocimiento que adquieren nuestros alumnos se da por fuera del aula de clase. Asimismo, los campus universitarios enfrentarán procesos de transformación para desarrollar nuevos entornos de aprendizaje. Las viejas metodologías de aprendizaje memorístico y repetitivo deben ser reemplazadas por estrategias didácticas de aprendizaje activo. La adopción de plataformas digitales llegó para quedarse y emprender una transformación que no tiene vuelta atrás. Sin lugar a dudas las condiciones están dadas para una transformación del sistema educativo. Es nuestra tarea como líderes proponer los cambios necesarios para no regresar a un sistema obsoleto que desde hace años estaba clamando por reformas de fondo.
Referencias
Ananiadou, K. and Claro, M. (2009). 21st Century Skills and Competences for New Millennium Learners in OECD Countries. OECD Education Working Papers, 41, 1-33.
Atwell, C.V. (2018). Critical thinking, global mindedness, and curriculum in a Saudi Arabian secondary school. Los Ángeles, USA: University of Southern California.
Kai Chu, S. et al. (2017). 21st century skills development through inquiry-based learning: From theory to practice. Singapore, Singapore: Springer.
Larmer, J., Mergendoller, J.R. and Boss, S. (2015). Setting the standard for project based learning: A proven approach to rigorous classroom instruction. Alexandria, USA: ASCD.
Moritz, L. (2018). An Evaluation of Project Based Learning Implementation in STEM (tesis de posgrado). University of Southern California, Los Ángeles, USA.
Radingeri, T. et al. (2018). OECD Reviews of School Resources: Colombia 2018. Paris, France: OECD.
van Laar, E. et al. (2017). The relation between 21st- century skills and digital skills: A systematic literature review. Computers in Human Behavior, 72, 577-588.
Notas