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Foucault, Esposito y las posibilidades de una biopolítica afirmativa: supuestos, tensiones e implicancias

Foucault, Esposito and the possibilities of an affirmative biopolitics: assumptions, tensions and implications

Sebastián Botticelli [a]
Universidad de Buenos Aires (UBA), Argentina

Foucault, Esposito y las posibilidades de una biopolítica afirmativa: supuestos, tensiones e implicancias

Revista de Filosofía Aurora, vol. 34, núm. 61, pp. 221-243, 2022

Pontifícia Universidade Católica do Paraná

Recepción: 29 Enero 2022

Aprobación: 01 Marzo 2022

Resumen: Dentro del amplio campo problemático que configuran las diversas indagaciones en torno a la biopolítica, se destacan aquéllas que estipulan la necesidad de ampliar, profundizar, completar e incluso enmendar las significaciones que Michel Foucault le imprimiera a este concepto durante la década de 1970. El presente artículo tomará en consideración la “biopolítica afirmativa” desarrollada por Roberto Esposito, la cual aparece caracterizada como el pasaje desde una política sobre la vida hacia una política de la vida. A partir del establecimiento de algunas tensiones entre los lineamientos generales del pensamiento foucaultiano y la biopolítica de Esposito, se buscará explicitar los supuestos de esta última y ponderar algunas de sus implicancias.

Palabras clave: Foucault, Esposito, Biopolítica crítica, Biopolítica afirmativa.

Abstract: Within the wide problematic field that configure the various inquiries about biopolitics, those that stipulate the need to broaden, deepen, complete and even amend the meanings that Michel Foucault gave to this concept during the 1970s stand out. This article will take into consideration the "affirmative biopolitics" developed by Roberto Esposito, which appears characterized as the passage from a politics over life to a politics of life. Starting from the establishment of some tensions with the general guidelines of Foucauldian thought, it will seek to make explicit the assumptions of Esposito's biopolitics and consider some of its implications.

Keywords: Foucault, Esposito, Critical biopolitics, Affirmative biopolitics.

Como citar: BOTTICELLI, S. Foucault, Esposito y las posibilidades de una biopolítica afirmativa: supuestos, tensiones e implicancias. Revista de Filosofia Aurora, Curitiba, v. 34, n. 61, p. 221-243, jan./abr. 2022

Desde la impronta que le imprimiera Michel Foucault durante la década de 1970, el concepto de biopolítica ha tenido una importancia creciente y se ha convertido en una referencia central para muchos de los desarrollos de la filosofía política, la filosofía social y la teoría política. Entre otros motivos, su éxito radica en la captación de un rasgo particular del funcionamiento del poder dentro de las sociedades occidentales herederas de la modernidad, rasgo que no es tenido suficientemente en cuenta por las teorías liberales y marxistas: la inclusión directa de la vida humana en la dinámica de las relaciones de saber-poder a partir de una serie de procesos históricos que la convierten en un objeto plausible de ser manipulado, administrado, gobernado (FOUCAULT, 1976 y 1997).

La relevancia de la biopolítica y sus nociones asociadas ha justificado la elaboración de historias conceptuales que recuperan el detalle de los usos que esta idea había tenido antes de Foucault, permitiendo ampliar y complejizar el conjunto de predicados articulados en los trabajos del pensador de Poitiers (LEMKE, 2007; CASTRO, 2011). También se redactaron manuales y glosarios que aportan rigurosidad al campo de los estudios biopolíticos, el cual se muestra en constante ramificación y amplificación (RABINOW & ROSE, 2006; BAZZICALUPO, 2010; SALINAS ARAYA, 2015; PROZOROV & RENTEA, 2017).

Las reflexiones que proliferan dentro de dicho campo pueden diferenciarse a partir de dos ejes interpretativos que se superponen y complementan. Dentro del primero de estos ejes, se discute el trasfondo filosófico desde el cual pueden y deben leerse los textos foucaultianos, la pertinencia de la inclusión de la problemática biopolítica dentro de tradiciones diversas y la constelación de autores con los cuales resulta plausible establecer diálogos y comparaciones. De este modo, según el enfoque que se adopte, los aportes de Foucault aparecen involucrados con las filosofías de Hobbes y Spinoza, Nietzsche y Marx, Heidegger y Arendt, Canguilhem y Simondon, Deleuze y Derrida. El segundo de estos ejes apunta a identificar el predicado clave de la biopolítica, su característica central o más eminente, aquello que no podría dejar de considerarse al momento de intentar una cabal comprensión de sus alcances. Así, son señalados como claves de la biopolítica el propósito de mantener la vida biológica y social a partir del exterminio de los individuos defectuosos y amenazantes, la inmunización jurídica y la conducción de conductas que se establecen en la intersección entre vida y política, la dirección destinal que asume la modernidad desde la captación y cooptación del cuerpo y de la vida por parte de un poder instrumentalizante, la regulación homeostática de la circulación mercantil y de la producción económica que emplea fuerzas bióticas, entre otras.

Este entramado de exégesis, comentarios y definiciones da lugar a diversas líneas de indagación. Entre ellas, cabe mencionar las que buscan dar cuenta de las actuales dinámicas de gobierno de la vida biológica del viviente humano, las formas en las que esa vida es representada y los tratamientos e intervenciones científico-tecnológicas que dichas representaciones habilitan (FOX KELLER, 2000 y 2002; IACUB, 2004; DIGILIO, 2008; RODRÍGUEZ, 2019). De aquí también se desprenden los trabajos que reflexionan sobre las consecuencias de la supuesta perfectibilidad técnica que la vida humana podría alcanzar, y que exploran los horizontes del transhumanismo como promesa de lo por venir (HARAWAY, 1995; SLOTERDIJK, 1999; BRAIDOTTI, 2015). Otra línea se centra en la extensión de la biopolítica hacia el problema del gobierno desplegando una analítica que atiende especialmente a los regímenes de verdad, los modos de subjetivación y las tecnologías gubernamentales (ROSE & MILLER, 1992; ANDREW, OSBORNE & ROSE, 1996). Otras investigaciones hacen foco en las formas de aprovechamiento de la vida y de las capacidades del viviente humano en tanto fuerza productiva dentro de las nuevas características que estaría adquiriendo el modo de producción capitalista (HARDT & NEGRI, 2002; VIRNO, 2003; GUATTARI, 2004; LAZZARATO, 2005). Por último, vale destacar dentro de este listado –que no pretende ser exhaustivo– los desarrollos en los que la biopolítica aparece como una clave explicativa que permite iluminar de un modo diferente los problemas centrales de la historia del pensamiento político, como por ejemplo el ejercicio de la soberanía, la relación entre “ley” y “norma” o las condiciones de la inclusión y exclusión de la ciudadanía (AGAMBEN, 1995; ESPOSITO, 2004; NANCY, 2014).

Ninguna de estas líneas se despliega al modo de un compartimento estanco y entre ellas pueden establecerse críticas, afectaciones, desafíos e interpelaciones. Sin embargo, resulta llamativo el hecho de que, a menudo y en más de un aspecto, el diálogo entre estas diversas líneas de indagación resulte dificultoso. En efecto, la multiplicidad de sentidos que, a partir de sus diversos usos, quedan involucrados dentro de la biopolítica empujan a este concepto hacia el peligro de terminar convirtiéndose en una buzzword (LEMKE, 2010, p. 421).

Afirmando la importancia de profundizar y ampliar el campo de las problematizaciones biopolíticas, pero advirtiendo a la vez que dicha tarea debe llevarse a cabo con rigor y precisión, el presente artículo tomará en consideración uno de los desarrollos que buscan desplegar y profundizar las supuestas vacancias que quedaron pendientes tras los planteos que Michel Foucault alcanzó a presentar antes de su temprana muerte: la “biopolítica afirmativa” propuesta por Roberto Esposito. Se revisarán los supuestos sobre los que se despliega esta noción buscando deslindar sus implicancias conceptuales así como también sopesar las tensiones que a partir de ella pudieran suscitarse en lo que respecta a la posibilidad de dar cuenta críticamente de nuestra actualidad en transición.

En vistas de este objetivo, se retomará esquemáticamente el tratamiento de la biopolítica ofrecido por Foucault procurando recuperar los trazos que resultan significativos para trabajar el problema que aquí se plantea. Luego se precisarán las características de la biopolítica afirmativa espositiana atendiendo especialmente a lo desarrollado por el filósofo italiano en Bíos. Biopolitica y filosofía (2004). Por último, en un apartado final, se articularán comparaciones y se establecerán algunas ponderaciones críticas.

Antes de iniciar este recorrido, será menester explicitar un par de precisiones correspondientes al orden del método.

No se intentará aquí desandar caminos interpretativos asumiendo la existencia de derivas que hayan podido eventualmente extraviar semántica, conceptual o metodológicamente el camino de la biopolítica foucaultiana. Una tarea semejante supondría la existencia de una suerte de sentido originario, correcto e incluso verdadero de la biopolítica, estimación que resulta contraria en más de un aspecto a las tradiciones involucradas en el campo problemático dentro del cual el presente artículo pretende insertarse[2].

Sin embargo, toda vez que se involucre a la biopolítica en una argumentación crítico-reflexiva, hay dos precauciones que convendrá ­tener presentes: siendo los trabajos de Foucault una referencia ineludible, será menester no adjudicar al autor francés predicados que él no haya formulado. En el mismo sentido, será importante considerar como marco conceptual las formas de trabajo y los objetivos generales de la filosofía de Foucault a fin de comprender sus aportes dentro de un contexto más abarcativo.

Por último, cabe destacar que el camino que aquí se buscará articular encuentran su motivación en la apuesta por la capacidad crítica que pudiera conservar la perspectiva biopolítica para dar cuenta de nuestra actualidad en transición. En ese sentido, se aspira a reforzar la reflexión en torno a la biopolítica buscando mayores precisiones pero sin desconocer los límites que esta perspectiva pudiera tener.

Las tres etapas de la biopolítica en el recorrido intelectual de Foucault

Para comprender la biopolítica foucaultiana en su dimensión efectiva resulta necesario ubicar esta temática en el horizonte de los propósitos generales que orientan el recorrido intelectual del autor francés. Dicho recorrido es impulsado por el afán de diagnosticar el presente, rastrear las condiciones ontológico-políticas que hacen a la constitución del “nosotros mismos” que habita la actualidad: ver qué hay de contingente en aquello que se presenta como universal y necesario, y experimentar con las posibilidades éticas y políticas de superación de esos límites (FOUCAULT, 1984 y 1990).

Este afán lleva a Foucault a buscar claves que permitan dar cuenta del funcionamiento del poder más allá de los resultados habituales a los que conducían las analíticas de la alienación y de la represión. Así, el autor francés se aboca a analizar arqueológica y genealógicamente los procesos de sedimentación histórica que habilitaron las diversas racionalidades y prácticas que hicieron al desarrollo de la cultura occidental:

Me parece que la verdadera tarea política en una sociedad como la nuestra es realizar una crítica del funcionamiento de las instituciones que parecen neutrales e independientes; hacer una crítica y atacarlas de modo tal de desenmascarar la violencia política que se ha ejercido a través de éstas de manera oculta, para que podamos combatirlas (CHOMSKY y FOUCAULT, 2006, p. 23)

Estos propósitos subyacen en las analíticas que Foucault despliega sobre las disposiciones epistémicas, discursivas e institucionales que hacen al surgimiento de la modernidad europea, así como también en los rastreos de los diversos sentidos involucrados en las prácticas propias del horizonte cultural greco-romano. Dentro de este contexto, el interés de Foucault por el gobierno de lo biológico, lo somático y lo corporal impulsa un tipo de interrogación histórico-política que busca distanciarse de la analítica de la ideología, y que aspira a desbloquear la polarización intelectual que, desde el final de la Segunda Guerra, se había establecido entre liberalismos y marxismos. Teniendo en cuenta estos señalamientos, cabe distinguir tres momentos dentro del tratamiento foucaultiano de la biopolítica.

El primero de estos momentos se corresponde con el análisis de los procesos de medicalización de la vida referidos en las tres conferencias pronunciadas en Río de Janeiro: “La politique de la santé au XVIIIe siècle”, de octubre de 1973; “Crise de la médecine ou crise de l'antimédecine?” y “La naissance de la médecine sociale. Histoire de la médicalisation”, ambas de octubre de 1974. Allí, Foucault refiere a la biopolítica en términos de una “estrategia” (stratégie) que convirtió a la salud en el “objeto de una verdadera lucha política” apuntada, principalmente, al cuerpo individual comprendido desde su condición somática y biológica. El despliegue de esta estrategia biopolítica se expresó en la organización institucional del hospital moderno y en el surgimiento de la anatomía patológica como saber que media el acceso bio-médico del poder político a lo somático. Estas transformaciones habilitaron el surgimiento de tres líneas que comenzaron a mostrar variaciones histórico-geográficas: la medicina de estado en Alemania, la medicina urbana en Francia y la medicina de la fuerza de trabajo en Inglaterra (FOUCAULT 1994 [1974]; SALINAS ARAYA, 2013).

En estas conferencias, Foucault señala que el desarrollo de la biopolítica resulta indisociable del despliegue del capitalismo, en particular en lo referido a la necesidad de restaurar y regularizar las condiciones de vida de las poblaciones de trabajadores.

Je soutiens l’hypothèse qu’avec le capitalisme on n’est pas passé d’une médecine collective à une médecine privée, mais que c’est précisément le contraire qui s’est produit; le capitalisme, qui se développe à la fin du XVIIIe siècle et au début du XIXe siècle, a d’abord socialisé un premier objet, le corps, en fonction de la force productive, de la force de travail. Le contrôle de la société sur les individus ne s’effectue pas seulement par la conscience ou par l’idéologie, mais aussi dans le corps et avec le corps. Pour la société capitaliste, c’est le bio-politique qui importait avant tout, la biologique, le somatique, le corporel. Le corps est une réalité bio-politique; la médecine est une stratégie bio-politique (FOUCAULT, 1994 [1974], p. 209-210).

La medicalización de la vida aparece así como un conjunto de relaciones de saber-poder involucradas en la configuración de una nueva economía de la salud que plantea una reorganización simultánea de las políticas sanitarias y de la producción económica. Se trata de un despliegue particular de relaciones de saber-poder que buscan organizar y racionalizar los procesos propios de una sociedad capitalista por la dimensión biológica y somática de las poblaciones humanas (SALINAS ARAYA, 2013). La reproducción de la fuerza de trabajo, el desarrollo de las técnicas de gestión sanitaria y el nacimiento de los mercados de salud constituyen, en definitiva, el núcleo de la relación biopolítica-capital, como quedará luego especificado –con otra terminología– en Surveiller et Punir. Naissancede la prison de 1975 (CHIGNOLA, 2014, p. 53-82).

El segundo momento de este recorrido comprende la formulación más prolija y menos ambigua que Foucault propone respecto de la biopolítica y sus nociones asociadas. Esto se expresa en el curso “Il faut défendre la société” y, especialmente, en el capítulo final de La volonté de savoir. En esos trabajos, el autor francés muestra que, desde la época clásica, asistimos en Occidente a una profunda transformación de las lógicas del poder: diferenciándose del antiguo derecho del soberano de hacer morir o dejar vivir, surge la posibilidad de un ordenamiento social que funciona haciendo vivir o abandonando a la muerte.

Según la reconstrucción de Foucault, a partir del siglo XVII el poder se organiza en torno a la vida bajo dos formas principales que no son antitéticas sino que están atravesadas por un plexo de relaciones: por un lado, las disciplinas (una anatomo-política del cuerpo humano), que tienen como objeto el cuerpo individual, considerado como una máquina; por otro lado, a partir de mediados del siglo XVIII, una biopolítica de la población, del cuerpo-especie en tanto viviente y soporte de los procesos biológicos (nacimiento, mortalidad, salud, duración de la vida) (FOUCAULT, 1976, p. 187-188). Allí, la cuestión del biopoder aparece luego de la descripción de la formación del dispositivo de sexualidad y conduce a la cuestión del racismo moderno.

La tercera etapa de la biopolítica en el derrotero foucaultiano comprende los años 1978 y 1979. En Sécurité, territoire et population (2004a) y Naissance de la biopolitique (2004b), la cuestión de la biopolítica se inserta en una perspectiva analítica que procura dar cuenta de un problema más amplio: las características de la racionalidad política moderna, en particular, en lo concerniente al despliegue de la Razón de Estado y al surgimiento del liberalismo.

Desde esta perspectiva ampliada, la emergencia de la población señala el lugar de coincidencia de dos problemas: el surgimiento de la gubernamentalidad liberal entendida como una limitación al poder soberano, y la irrupción de lo biológico –aquello que instituye a la especie humana como objeto de gobierno– al interior de la dinámica de las relaciones de saber-poder (FOUCAULT, 2004a, p. 77-78).

La población –comprendida como superficie de agarre que permite la operación de las tecnologías del poder político– coincide con lo que, en Naissance de la biopolitique, Foucault denomina “realidades de transacción” (réalités de transaction) o “interfaces” (interfaces) (FOUCAULT, 2004b, p. 301). Toda razón gubernamental lleva aparejado el despliegue de un conjunto de tecnologías que tienden a reagrupar ciertos emergentes en conjunciones que permitan darles la cualidad de realidades eminentemente gobernables, como ejemplifica la figura subjetiva del homo oeconomicus. La indagación foucaultiana busca dar cuenta de la emergencia de estas realidades transaccionales, las cuales conllevan la inserción de objetos en un régimen de veridicción donde las prácticas se regulan desde su vinculación con las reglas de verdad o falsedad (FOUCAULT, 2004b, p. 21-22). En el marco de la historia de la gubernamentalidad, el funcionamiento de dichos regímenes –los cuales, desde ya, no están exentos de limitaciones– remiten al par conceptual gobernantes-gobernados, y su autonomía o independencia recíproca y parcial resulta siempre dinámica en tanto que involucra indefectiblemente a la libertad en sus sentidos correlativos con las dinámicas del poder pero también contrarios a éstas (CASTRO ORELLANA, 2008; RAFFIN, 2019; SFERCO & BOTTICELLI, 2021).

Así, mientras que en el segundo momento la biopolítica aparecía íntimamente imbricada con el surgimiento del capitalismo, en el tercero aparece íntimamente relacionada, además, con el surgimiento de la estatalidad y del liberalismo comprendidos como formas correlativas de la gubernamentalidad moderna (FOUCAULT, 2004a y 2004b; BOTTICELLI, 2016). En ese sentido, la perspectiva gubernamental engloba a la biopolítica y la reubica junto con otro conjunto de consideraciones que adquieren equivalente importancia a partir del establecimiento de objetivos de indagación más generales (FOUCAULT, 2004a y 2004b; CASTRO-GÓMEZ, 2010):

Mais il me semble que l’analyse de la biopolitique ne peut se faire que lorsque l’on a compris le régime général de cette raison gouvernementale dont je vous parle, ce régime général que l’on peut appeler la question de vérité, premièrement de la vérité économique à l’intérieur de la raison gouvernementale, et par conséquent si on comprend bien de quoi il s’agit dans ce régime qui est le libéralisme, lequel s’oppose à la raison d’État,— ou plutôt [la] modifie fondamentalement sans peut-être en remettre en question les fondements —, c’est une fois qu’on aura su ce que c’était que ce régime gouvernemental appelé libéralisme qu’on pourra, me semble-t-il, saisir ce qu’est la biopolitique (FOUCAULT, 2004b, p. 24).

Sobre la base de esta reposición esquemática cabe recuperar algunos señalamientos.

Estos tres momentos que muestran el tratamiento foucaultiano de la biopolítica entre 1973 y 1979 suponen un conjunto de desarrollos no completamente integrados entre sí pero al mismo tiempo complementarios en más de un sentido. Para su cabal comprensión, cada una de estas etapas debe ser vinculada con la importancia que tiene el surgimiento de la biología en la configuración de la episteme moderna. De este modo, puede establecerse una continuidad con los resultados de indagaciones tempranas como Histoire de la folie à l'âge classique (1961) y Naissance de la clinique: une archéologie du regard médical (1963), así como también con las argumentaciones que componen la comúnmente denominada etapa arqueológica del pensamiento foucaultiano, en particular, con Les Mots et les Choses (1966). Sin ir más lejos, en el curso de 1978, Foucault recupera las tres grandes transformaciones referidas en Les Mots… (los pasajes de la historia natural a la biología, del análisis de las riquezas a la economía política y de la gramática general a la filología histórica) para confirmar la importancia de “la población” como nuevo sujeto político (FOUCAULT, 2004a, p. 80-81).[3]

El concepto de biopolítica le permite a Foucault ir más allá de la representación ideológica de la sociedad que mantenía como irrebasables la polaridad capitalismo-comunismo. Foucault muestra como, por encima o por detrás de éstos, la modernidad occidental apunta al gobierno biológico de las poblaciones humanas desde la base de una vinculación científico-institucional. Dicha vinculación articula dentro de una misma racionalidad a los cuerpos somáticos, los dispositivos de producción material y económica, las tecnologías de medición e intervención sobre los flujos poblacionales para volverlos correlativas con las necesidades del gobierno, la promoción de la vida de la población en las direcciones y los sentidos que resultan correlativos con las necesidades del gobierno; en definitiva, hace vivir a quienes encarnan los valores propios de la racionalidad productiva y hace morir a quienes encarnan un peligro biológico para el entramado social.

En su relación con las modificaciones y desplazamientos en la conceptualización de la guerra y el surgimiento de los racismos modernos, la biopolítica aparece estrechamente emparentada con la noción de soberanía, como una de las transformaciones posibles del derecho soberano del ya mentado hacer morir o dejar vivir, lo que suele ser comprendido como la forma que tiene el poder de tomar la vida a su cargo. Muchas de las reflexiones postfoucaultianas sobre la biopolítica hacen eje en esta distinción.

Desde la vinculación entre la biopolítica y el surgimiento de la estatalidad moderna, la relación entre el poder pastoral (que se ejerce jurídicamente en el horizonte de la salvación de una comunidad existencial), el poder disciplinario (físico-mecánico, capaz de individualizar mediante su poder de producir, componer y descomponer cuerpos-máquina en el horizonte de la competencia entre monarquías absolutas entre los siglos XVI y XVIII) y el poder gubernamental (ejercido mediante los dispositivos securitarios) termina por otorgarle al gobierno de la vida el rol de “umbral de la modernidad biológica”: momento en que la especie entra como apuesta del juego en sus propias estrategias políticas, correlato histórico de un nuevo arte de gobierno que Foucault identifica con la gubernamentalidad liberal (FOUCAULT, 2004a, p. 112-113).

En definitiva, en las reconstrucciones foucaultianas la biopolítica aparece como un movimiento “interdisciplinario” que surgió en Europa entre los siglos XVII y XVIII, y que consistió en hacer de la vida biológica un objetivo de la política. Este movimiento tiene para Foucault una especificidad histórica que, a la hora de caracterizar las variaciones que pueden distinguirse entre las diversas estrategias biopolíticas, obliga a considerar los marcos epocales y los contextos geográficos. En ese sentido, la biopolítica aparece como una hipótesis de interpretación histórico-política que afirma que la inclusión de la vida como objetivo político –comprendida en sus sentidos biológicos, tanto en el cuerpo individual como en el colectivo poblacional–, supone un emergente propio y fundante de la modernidad.

Roberto Esposito y la biopolítica afirmativa

Para comprender las implicancias de la propuesta de una biopolítica afirmativa tal como aparece en los trabajos más recientes de Roberto Esposito es necesario tomar en consideración los grandes ejes a los que el autor italiano se ha abocado durante las últimas décadas: el problema de la conformación de la comunidad y el funcionamiento del paradigma inmunitario al interior de las relaciones entre vida y política (SAIDEL, 2011).[4]

En Communitas (1998), Esposito propone una revisión de los vínculos entre “lo común” y “lo propio” a partir de una etimología del término munus que remite a un don de particulares características, un don que se da porque se debe dar y que no puede no darse, un don que implica un compromiso antes que una posesión. De este modo, la comunidad deja de ser aquello que sus miembros tienen en común, una propiedad por todos compartida, para convertirse en el resultado de una agrupación articulada en torno a un deber, una deuda, una obligación. Así comprendida, la comunidad se vincula con la substracción y con el sacrificio (ESPOSITO, 1998, p. XVII). Esposito explora los diferentes modos de darse de la relación entre comunidad y sacrificio dentro de la tradición de la filosofía política moderna y contemporánea desplegando estimulantes relecturas del pensamiento de grandes autores (Rousseau, Kant, Heidegger, Bataille).

EnImmunitas. Protezione e Negazione Della Vita (2002), el autor italiano propone un nuevo análisis etimológico-conceptual que viene a complementar lo realizado en torno al munus. Desde esa etimología, inmune es quien está dispensado de atender a una obligación o a un deber. Por contraposición al compromiso que supone el munus, lo inmune aparece como un concepto negativo que supone una comparación seguida del establecimiento de una diferencia: quien es inmune está exento de cumplir con aquello a lo que todos los demás permanecen obligados (ESPOSITO, 2002, p. 8). Desde esta acepción, el paradigma inmunitario funciona como una explicación transversal que permitirá componer el espacio jurídico con el ámbito bio-médico, donde la inmunidad expresa la refractariedad del organismo respecto del peligro de contraer una enfermedad, como puede verificarse en el despliegue de las prácticas vacunatorias durante el siglo XIX (p. 9-12).

La vacunación supone la inducción atenuada de la infección buscando la prevención de la enfermedad; en otras palabras, proteger la vida exponiéndola controladamente a su contrario, la muerte. Según Esposito, esta aporía resulta constitutiva de la modernidad política. Así, por ejemplo, la violencia funciona como un componente indispensable dentro del aparato jurídico-institucional destinado a reprimirla. Por tanto, Immunitas… buscará dar cuenta de las formas que asume la relación entre protección y negación de la vida dentro del pensamiento político moderno, en las continuidades y rupturas que éste supone respecto de la Antigüedad.

La propuesta de una biopolítica afirmativa aparece centralmente en Bíos. Biopolitica e filosofia (2004). En esta obra, Esposito aclara inicialmente que sus objetivos no pasan por convertir a la biopolítica un manifiesto revolucionario o reformista que sirva de nueva base para un conjunto de acciones políticas. Antes bien, lo que él pretende es comprender los problemas políticos de nuestra actualidad de un modo alternativo. En ese sentido, reconoce que si bien la biopolítica afirmativa aparece como un bosquejo de contornos aún inciertos, se impone la necesidad de profundizar su exploración.

Desde su primer predicado, la biopolítica afirmativa invita a dejar de pensar la vida en función de la política para pasar a pensar la política en la misma forma de la vida (ESPOSITO, 2004, p. XVI). Dicha invitación se articularía, en principio, invirtiendo el signo negativo que, según la caracterización del paradigma inmunitario, ha marcado el desarrollo histórico de la biopolítica hasta nuestra actualidad.

El recorrido con el que Esposito sustenta su propuesta comienza con una reposición detallada de la comprensión foucaultiana de la relación entre vida y política, la cual, según el autor italiano, es necesario desambiguar para evitar que la biopolítica pierda su identidad y termine convertida en un enigma (p. 27).

Según esta reposición, pueden encontrarse en Foucault dos modelos interpretativos. En el primero de ellos, la biopolítica aparece como una articulación interna de la lógica de la soberanía; en el otro, la soberanía funciona sólo como una máscara formal de la biopolítica (p. 35). La oscilación que Foucault habría mantenido entre estas dos interpretaciones sería consecuencia de ciertas insuficiencias presentes en los análisis que el pensador de Poitiers desplegó respecto de la modernidad. Estas insuficiencias generarían confusiones en la comprensión de las relaciones entre soberanía, biopolítica y totalitarismo. Por ello, los desarrollos foucaultianos quedarían entrampados en una duplicidad que obligaría o bien a reconocer al genocidio como el resultado inevitable de la modernidad, o bien a admitir que la muerte se proyecta indefectiblemente dentro del círculo de la vida, lo que invalidaría la concepción del biopoder, especialmente en su particularidad histórico-moderna. En efecto, si el totalitarismo fuese la consumación de la modernidad, el poder habría encerrado a la vida dentro de sus redes de una manera inexorable. Si, en cambio, el totalitarismo pudiera comprenderse como una situación contenida dentro de las pautas racionales de la biopolítica moderna pero no como destino indefectible, si pudiera interpretarse como una suerte de deformación eventual y contingente, quedaría abierta la posibilidad de que la vida retenga la capacidad de superar a cualquier poder que quiera encapsularla, regularla, violentarla y anularla. En la primera acepción, la biopolítica se convertiría en un poder absoluto sobre la vida; en el segundo, en un poder absoluto de la vida (p. 38). El filósofo italiano apuesta por las potencias que pudieran encontrarse al recorrer este segundo camino.

Según Esposito, resulta comprensible que, en el propio pensamiento foucaultiano así como también dentro de los estudios post-foucaultianos, cobre preponderancia una acepción negativa de la biopolítica que daría lugar invariablemente a derivas tanatopolíticas, es decir, aquellas en las que la política y la medicina biológica aparecen imbricadas indefectiblemente. Esto se debe a que Foucault habría obtenido su noción de biopolítica por oposición con el paradigma soberano –biopolítica sería aquello que no es soberanía–. Se verificaría así el carácter paradojal que detentaría la biopolítica dentro de las indagaciones que adoptan este punto de partida: la política de la vida se mostraría siempre propensa a transformarse en acción de muerte –se hace morir para hacer vivir–, característica que la historia del siglo XX vendría a constatar.

Pero Esposito insiste en que no debería ser ésta la única deriva imaginable. De allí que se vuelva fundamental pensar una biopolítica que permita afirmar una vida desde las formas que le son propias y una política capaz de adoptar esas formas; una política ya no sobre la vida sino de la vida (ESPOSITO, 2004, p. 22).

Una biopolítica tal debe modelarse como el reverso de la normalización absoluta de la vida, una de las características centrales del paradigma inmunitario del nazismo (p. 292). En definitiva, para Esposito la biopolítica afirmativa se configurará a partir de la inversión de los dispositivos inmunitarios de la semántica nazi: el doble cierre del cuerpo, la supresión anticipada del nacimiento y la normativización de la vida (p. 252).

En ese sentido, será importante hacer lugar a las nuevas politizaciones de la vida que no remiten necesariamente a una semántica del cuerpo sino a una materia mundial que resulta tanto anterior como posterior a la constitución del sujeto de derecho, como ocurre en las filosofías de la multitud (p. 267). Será menester afirmar al nacimiento como un umbral donde debe fundarse una antropología que no necesita recurrir ni a naturalismos ni a esencialismos, como ocurre en el pensamiento de Arendt o de Simondon. Será necesario evitar el formalismo moderno de la obligación sin caer en sustancialismos biologicistas, como procuró hacer Spinoza (p. 297). Será indispensable afirmar una modalidad del bíos que no quede circunscripta en los confines del sujeto consciente y, por tanto, no pueda ser atribuida a la forma del individuo o de la persona, como propone Deleuze en su último texto, «L'immanence: une vie...» (p. 308)[5].

Estas apreciaciones, tomadas en conjunto, muestran con bastante claridad en qué sentido la biopolítica afirmativa de Esposito –puesta en estrecha relación con el paradigma inmunitario– se diferencia de otras perspectivas que pudieran parecer afines. No se trata ya de pensar cómo el poder actúa sobre la vida, al modo de Agamben, ni tampoco cómo la vida y la multitud pueden escapar al poder, al modo de Negri, Hardt o Lazzarato. Antes bien, se trata de afirmar que la vida y el poder están íntima e históricamente entrelazados, y que dicha relación da lugar a normas bio-históricas que habilitan ciertas formas de la comunidad al tiempo que restringen otras. No basta con poner la vida en el centro teórico del entramado de las relaciones que la configuran, afirmará Esposito; será preciso, además, ubicarla dentro.

Consideraciones finales

La propuesta de autores como Roberto Esposito que aquí fue recuperada esquemáticamente transmite la impresión de que la biopolítica y sus nociones asociadas muestran un carácter epistémico paradojal: aportan una clave explicativa que permite dar cuenta de una gran parte de las cuestiones que hacen a la tradición del pensamiento político, al tiempo que configuran una cartografía conceptual incompleta cuyos intersticios deben ser rellenados, un rompecabezas que debe ser armado aun cuando todo parezca indicar que hay piezas faltantes. Así lo destaca el propio Esposito:

Lejos de haber adquirido una sistematización definitiva, el concepto de biopolítica aparece atravesado por una incertidumbre, una inquietud, que impiden toda connotación estable. Es más: podría agregarse que está expuesto a una creciente presión hermenéutica que parece hacer de él no sólo el instrumento, sino también el objeto de un áspero enfrentamiento filosófico y político respecto de la configuración y el destino de nuestro tiempo. De aquí su oscilación –bien se podría decir: su dispersión– entre interpretaciones, y antes entre tonalidades, no sólo diferentes, sino incluso contrapuestas (ESPOSITO, 2004, p. 24).

Sin embargo, tomando en consideración el carácter inacabado y complejo que en la obra de Foucault mantienen no sólo el concepto de biopolítica sino casi todas las nociones de peso por él acuñadas, cabe preguntar hasta qué punto resulta conducente demandar completud a estos desarrollos, hasta qué punto tiene sentido exigirles que sean capaces de convertirse en un paradigma, y a partir de qué momento esa exigencia conduce a las indagaciones que toman a la biopolítica como noción rectora por un camino que aleja a aquellas de sus posibilidades crítico-analíticas.

En ese sentido, resulta significativo recuperar una apreciación de otro de los autores que tallan dentro del campo problemático de la biopolítica, Nikolas Rose, quien destaca la importancia de superar los planteos dicotómicos:

El análisis crítico debe superar las dicotomías –libre albedrío versus determinismo, sociedad versus biología–, pues estos pares binarios no pueden ayudarnos a entender las relaciones de poder, conocimiento, ética y subjetivación que están moldeando en el marco de esas nuevas prácticas de control. Tal vez en cambio sea preciso que una biopolítica crítica del control se pregunte cuáles son los beneficios, cuáles son los peligros, cuáles las ganancias y para quién, y cuáles son los costos y para quién, de las estrategias de control que buscan identificar y gobernar a los individuos biológicamente riesgosos en nombre de la protección del público (ROSE, 2012, p. 493).

En tanto que su punto de partida se sitúa en la inversión de la semántica nazi, la biopolítica afirmativa espositiana no parece abonar a la posibilidad de superar los planteos dicotómicos, lo que implica una limitante para su propuesta. Esta limitante entra en tensión con ciertas nociones foucaultianas fundamentales como las de “resistencia” o “contraconducta”, las cuales suponen mucho más que una inversión de sentidos de las relaciones de poder (FOUCAULT, 1994 y 2004a, pp. 205-207). La biopolítica espositiana tampoco parece considerar interrogantes como los que se mencionan en el citado párrafo de Rose, los cuales responden a una de las características más preponderantes que surgen en las descripciones foucaultianas de la biopolítica: su carácter histórico particular y su estrecha vinculación con la consolidación de modo de producción capitalista, el surgimiento del Estado moderno y la aparición de la racionalidad liberal.

Como se puso de relieve en el segundo apartado del presente artículo, la particularidad histórica que la biopolítica detenta para Foucault configura una condición central. Esposito no desconoce este carácter. Sin embargo, su propuesta necesita afirmar tácitamente la posibilidad de separar a la propia biopolítica de la matriz histórica que encuadra su aparición. Para explicar cómo sería posible una separación tal, Esposito recurre a sus interpretaciones de las obras de otros autores. Restará revisar, en torno a este recurso argumental, cuál es el margen dentro del que resulta eventualmente posible ir más allá de Foucault sin que ese gesto implique a la vez salir por completo de la biopolítica.

Establecer equivalencias entre el “hacer vivir” de la biopolítica que caracterizara Foucault y la afirmación de la vida configura una apuesta arriesgada, válida e interesante. Aun así, pasar por alto la necesidad de indagar en virtud de qué el poder “hace vivir” supone una omisión peligrosa.

La ampliación de la biopolítica foucaultiana que propone Esposito –la cual, en más de un sentido, podría comprenderse como su contrario– comparte supuestos con la distinción trazada por Negri entre el biopoder, definido como un poder trascendente que toma a la vida por objeto, y la biopolítica, comprendida como la potencia creadora inmanente a la vida. En torno a este aspecto clave, se verifica la influencia del pensamiento de Deleuze, la cual queda de manifiesto en la apuesta por el desplazamiento desde una política sobre la vida, donde ella es cooptada como un objeto, hacia una política creadora y plural capaz de producir vida (ANTONELLI, 2013).

Tomando en cuenta esta última constelación de sentidos, la propuesta de una biopolítica afirmativa podría comprenderse como la articulación de una disputa motorizada por el afán de no dar por perdida la vida a manos de capital. Respecto de esta posibilidad, cabe referir que hoy se despliegan diversas líneas de indagación desde las que se plantea la necesidad de repensar esta vinculación entre vida y capital, la cual se presenta como una cuestión acuciante. Sin embargo, todavía debe demostrarse que el gesto intelectual, ético y político de contraponer la significación clásica del bíos comprendido como “forma de vida digna de ser vivida” a la noción de “vida” forjada por la episteme moderna alcance a configurar una forma de resistencia efectiva. De allí que quepa cuestionar la pertinencia de vincular esa posibilidad al despliegue de una cierta biopolítica, aun cuando se tratase de una acepción positiva. Quizás lo que deba plantearse, en vistas de ese objetivo, a saber, que “la vida” escape, resista, se fugue o se contraponga a la apropiación capitalista es justamente intentar un más allá de la biopolítica.

Pero incluso en ese caso, resultará indispensable no pasar por alto que la vida que está en discusión no es ni un universal ni un trascendental histórico. Antes bien, se trata de una comprensión particular de la noción de “vida” que surge como correlato de conjunto de representaciones que se acuñan desde la aparición de la biología, pilar de la configuración de la episteme moderna. En ese sentido, la acuciante pregunta a la que nos empuja la revisión de la propuesta espositiana es la siguiente: ¿puede existir la vida fuera de la biopolítica? ¿Cómo pensar la vida al margen de las teorías que la definen y la presentan ante nuestra comprensión, las representaciones que median nuestro acceso a ella y los dispositivos tecnocientíficos que habilitan y fomentan intervenciones de un cierto tipo, las cuales, por cierto, se vuelven cada vez más habituales y difundidas? Convendrá regresar una vez más a Foucault para recordar que los mecanismos del poder no operan a posteriori sobre emergentes que los anteceden cronológica u ontológicamente, sino que son una parte intrínseca de todas las relaciones existentes:

Le pouvoir ne se fonde pas sur soi-même et ne se donne pas à partir de lui-même. Si vous voulez, plus simplement, il n’y aurait pas des relations de production, plus, à côté, au-dessus, venant après coup pour les modifier, perturber, rendre plus consistantes, plus cohérentes, plus stables, des mécanismes de pouvoir. Il n’y aurait pas, par exemple, des relations de type familial, avec en plus des mécanismes de pouvoir, il n’y aurait pas des relations sexuelles avec en plus, à côté, au-dessus, des mécanismes de pouvoir. Les mécanismes de pouvoir font partie intrinsèque de toutes ces relations, ils en sont circulairement l’effet et la cause, même si, bien sûr, entre les différents mécanismes de pouvoir que l’on peut trouver dans les relations de production, relations fami-liales, relations sexuelles, il est possible de trouver des coordinations laté-rales, des subordinations hiérarchiques, des isomorphismes, des identités ou analogies techniques, des effets d’entraînement qui permettent de par-courir d’une façon à la fois logique, cohérente et valable l’ensemble de ces mécanismes de pouvoir et de les ressaisir dans ce qu’ils peuvent avoir de spécifique à un moment donné, pendant une période donnée, dans un champ donné (FOUCAULT, 2004a, p. 4).

Dar por descontada la validez de la biopolítica, es decir, asumirla como una clave interpretativa acertada, nos aproxima al riesgo de fetichizarla hasta convertirla en un universal, lo que anularía la potencia crítica que este concepto y sus nociones asociadas aún podrían conservar en lo que respecta a la tarea de dar cuenta de las condiciones de nuestra actualidad.

Si se hacen a un lado las pretensiones de convertir a la biopolítica en un paradigma, si se apuesta por retener los sentidos que ella pudiera mantener en los desarrollos de Foucault, si se opta por mantenerla como una hipótesis de interpretación histórico-política que afirma que la inclusión de la vida como objetivo político –comprendida en sus sentidos biológicos, tanto en el cuerpo individual como en el colectivo poblacional–, quizás pueda seguir encontrándose en ella una base desde la cual desplegar análisis críticos y fructíferos de los emergentes que marcan el devenir de nuestro mundo contemporáneo.

Justamente como una forma de mantener la apuesta por su potencia crítica, resultará importante retener su carácter hipotético: que cada indagación que pueda fundarse en ella la ponga a prueba, busque detallar qué es lo que ella permite ver y también procure dar cuenta de sus límites, lo que quizás la resguarde del triste destino que supondría su transformación en una buzzword. Dicho poder interpretativo servirá incluso allí donde la perspectiva biopolítica reconozca sus límites, punto a partir del cual estaremos obligados a repensar si existen nuevas vinculaciones entre vida y política, y si ellas pueden pensarse en clave biopolítica o bien será necesario desarrollar nuevas matrices de interpretación.

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Notas

[2] Para ponderar acabadamente las diferentes recepciones e interpretaciones de la biopolítica foucaultiana resulta indispensable tener en cuenta el orden cronológico en el que han sido publicados y traducidos los cursos, entrevistas y otros textos que quedaron inéditos tras la muerte del pensador francés. Por motivos de extensión, no podemos aquí entrar en ese detalle. Se recomienda tomar como referencia los trabajos de Edgardo Castro (2011) y Jorge Álvarez Yagüez (2013).
[3] La división del recorrido intelectual de Michel Foucault en etapas (arqueológica, genealógica y ética) comporta el problema de establecer particiones que no permitirían dar cuenta de la continuidad en los objetivos generales de los trabajos foucaultianos. Aquí se prefiere la caracterización de un método arqueo-genealógico por sobre las interpretaciones etapistas (Cf. VILLACAÑAS Y CASTRO ORELLANA, 2018, p. 5-6; también DALMAU, 2021).
[4] A los fines del presente artículo, resulta relevante destacar que, al momento en el que Esposito termina de redactar la tríada de trabajos que aquí se mencionan, aún no se han dado a conocer los cursos en los que Foucault esboza y problematiza los rasgos de su perspectiva gubernamental, Sécurité, territoire, population y Naissance de la biopolitique, ambos editados en francés en 2004, el mismo año de la publicación de Bíos. Biopolitica e filosofia. Esto explica en gran medida por qué las referencias que Esposito hace a la biopolítica foucaultiana apuntan en su gran mayoría a “Il faut défendre la société” y La volonté de savoir.
[5] En trabajos posteriores, Esposito ofrece nuevas categorías como la de “lo impersonal” o “tercera persona” que persiguen el objetivo de pensar el íntimo vínculo entre bíos y zoé, ese ser singular y plural abierto a aquello que aún nunca ha sido, la persona viviente no separada de la vida ni implantada en ella.

Notas de autor

[a] Doctor en Ciencias Sociales
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