Dossiê
Wittgenstein y la Filosofía
Wittgenstein and Philosophy
Wittgenstein y la Filosofía
Revista de Filosofía Aurora, vol. 34, núm. 63, pp. 123-140, 2022
Pontifícia Universidade Católica do Paraná

Recepción: 19 Septiembre 2022
Aprobación: 05 Noviembre 2022
Resumen: En este ensayo reconstruyo y contrasto las dos concepciones de la filosofía desarrolladas por Ludwig Wittgenstein en sus dos grandes periodos filosóficos. Uno de mis objetivos es resaltar la importancia de Bertrand Russell en la gestación de ambas concepciones. Hago ver que el elemento común a ambas concepciones es la convicción de que la filosofía tradicional brota por incomprensiones concernientes, respectivamente, a la lógica o a la Gramática del lenguaje. Sostengo que Wittgenstein inventó una nueva actividad intelectual, internamente vinculada con la filosofía aunque radicalmente diferente a ella, para la cual quizá el mejor epíteto sea ‘anti-filosofía’.
Palabras clave: Filosofía, Anti-filosofía, Actividad, Lenguaje, Metafísica.
Abstract: In this essay I reconstruct and contrast Ludwig Wittgenstein’s conceptions of philosophy, which he developed during his two great philosophical periods. One of my goals is to highlight the significance of Bertrand Russell in both cases. I emphasize the fact that the common element to both conceptions is the conviction that traditional philosophy arises out of misunderstandings concerning, respectively, the logic or the Grammar of our language. I hold that Wittgenstein invented a new kind of intellectual activity, internally linked up to traditional philosophy although radically different from it and for which the best label is probably ‘anti-philosophy’.
Keywords: Philosophy, Russell, Anti-philosophy, Activity , Language, Metaphysics.
Cómo citar: BASSOLS, A. T. Wittgenstein y la Filosofía. Revista de Filosofia Aurora, Curitiba, v. 34, n. 63, p. 123-140, out./dez. 2022
Introducción
Creo que es mi deber dar inicio a esta presentación con una trivialidad, una trivialidad que, sin embargo, nos permitirá extraer algunas consecuencias importantes para nuestro tema. La trivialidad en cuestión es que en general, por lo menos los grandes filósofos desarrollan cada uno de ellos su propia concepción de la filosofía. Esto es obvio: dependiendo de cuáles hayan sido sus temas, los métodos de los que se hayan servido, los objetivos que se habían fijado, las tesis que más ansiaban refutar, etc., es en el trabajo de cada filósofo que, de uno u otro modo, se plasma su concepción de la filosofía, puesto que ésta no es otra cosa que el reflejo de lo que de hecho fue su labor filosófica tal como él la entendió. Por otra parte, es importante señalar que de hecho los grandes filósofos han sido en general parcos, por no decir ‘avaros’, en sus pronunciamientos sobre la naturaleza de la filosofía. Hasta donde logro ver, encontramos a lo largo y ancho de la historia de la filosofía occidental multitud de exaltaciones, loas, contrastaciones, muchos adjetivos y epítetos, pero difícilmente podría afirmarse que abundan las caracterizaciones exhaustivas de su naturaleza. Descripciones como ‘la madre de todas las ciencias’, ‘la vanguardia de la ciencia’, etc., pueden ser impactantes, pero en el fondo son de contenido más bien pobre. Y aquí nos topamos con un primer dato curioso: quien más nos proporciona una cantidad extraordinaria de pensamientos lúcidos y precisos en torno a la naturaleza de la filosofía tuvo es quien con justicia podría ser descrito como ‘el gran destructor de la filosofía’, esto es, Ludwig Wittgenstein. Por ello es importante llamar la atención sobre el hecho de que Wittgenstein es el único pensador que tenía y se servía simultáneamente no de una sino de dos concepciones de la filosofía. En sus escritos, en efecto, la palabra ‘filosofía’ tiene dos sentidos y sirve para referir tanto a la clase de especulación que desemboca en sinsentidos como a la clase de investigación conceptual que culmina en la disolución de enredos filosóficos. Ahora bien, la aclaración de los dos conceptos de filosofía que Wittgenstein manejaba exige que efectuar una labor de reconstrucción. El asunto es intrincado entre otras razones porque el segundo concepto mencionado de filosofía sufrió una evolución en forma correspondiente a la evolución del modo de pensar de Wittgenstein. En todo caso, mi objetivo en este ensayo no es tanto volver a decir lo que todo el mundo ya sabe. Desde luego que tendré que servirme de lo mucho que Wittgenstein tiene que decir sobre lo que es nuestro tema y que en general es bien conocido – aunque se corre un riesgo en ello si no se está prevenido, que es el de reducir los pronunciamientos de Wittgenstein a meros slogans que se repiten a diestra y siniestra – pero lo que me propongo es más bien plantear algunos interrogantes, despejar algunas confusiones, combatir algunos prejuicios y sobre todo dejar bien en claro por qué con Wittgenstein y a partir de él la filosofía, en uno de los sentidos de la palabra, dejó de ser un modo atractivo de pasar la vida.
La primera concepción wittgensteiniana de filosofía
Difícilmente podría pasar desapercibido que es desde las primeras líneas del Prólogo del Tractatus que Wittgenstein rechaza la legitimidad de los problemas filosóficos. Afirma:
El libro lidia con problemas de filosofía y muestra – así lo creo – que el planteamiento de estos problemas surge de incomprensiones concernientes a la lógica de nuestro lenguaje.
Pero si los problemas filosóficos surgen de incomprensiones, entonces
No hay que sorprenderse de que los problemas más profundos no sean realmente ningún problema.[3]
Si no fuera porque el tono del Tractatus no admite no digamos ya bromas sino ni siquiera ironías o sarcasmos, podría tomarse lo que Wittgenstein dice como si fuera una burla de quien se aboca a resolver problemas filosóficos, puesto que la filosofía está plagada:
de las confusiones más fundamentales.[4]
Con lo que en cambio sí contrastan las elucubraciones de la filosofía es con los problemas de las ciencias.
La filosofía no es una de las ciencias naturales.
(La palabra ‘filosofía’ debe designar algo que esté por encima o por debajo de las ciencias naturales, pero no junto a ellas).[5]
Ahora bien, queda claro que al separar tajantemente a la filosofía de las ciencias la filosofía no tiene nada que ver con el conocimiento. Para Wittgenstein el conocimiento reviste sólo una modalidad, a saber, la científica y, consiguientemente, él rechaza toda pretensión por parte de los filósofos de un conocimiento especial, de una naturaleza superior, más sublime, a priori, etc.
Sin duda estos pronunciamientos son muy claros en un sentido, pero habría que reconocer que son también difíciles de calibrar. Resulta increíble, por fantástico que sea su libro, que en unas cuantas oraciones Wittgenstein se hubiera atrevido a condenar el todo de la filosofía, la filosofía en su conjunto! Yo no estoy tan convencido de que si se le hubiera preguntado si en su opinión efectivamente todo lo que dijeron Platón, Aristóteles, Sto. Tomás, Leibniz, Kant y tantos otros eran meros sinsentidos, él hubiera respondido afirmativamente. Lo menos que podemos decir es que no está en lo más mínimo claro que esa hubiera sido la intención de Wittgenstein en la época del Tractatus. Pero entonces ¿de qué habla y a quien tiene en mente? Yo creo que podemos responder con relativa seguridad que se refiere fundamentalmente a los productos filosóficos de los únicos filósofos con quienes él de uno u otro modo había interactuado y que eran básicamente G. Frege, G. E. Moore y sobre todo y muy especialmente B. Russell. Pero entonces serían ante todo los problemas filosóficos de Russell los que desde la perspectiva de Wittgenstein eran meros pseudo-problemas, problemas que se le habrían planteado a Russell por no haber entendido la naturaleza y las implicaciones de su propia lógica. En mi opinión, es obvio que el universo filosófico del Tractatus es esencial mas no únicamente russelliano y si esta percepción es correcta, entonces habría que admitir que el Tractatus Logico-Philosophicus en su conjunto es ante todo una lección de filosofía correctiva dirigida en primer término al propio Russell. Más aún: estoy plenamente convencido de que este mismo fenómeno se reproducirá, con las variaciones correspondientes, en el segundo periodo de Wittgenstein, si bien tendrá ello otras presuposiciones y otras consecuencias e implicaciones.
Afortunadamente, las reflexiones de Wittgenstein sobre la naturaleza de la filosofía no se reducen a una mera crítica, por justa o apropiada que sea. Es claro que Wittgenstein tenía también algo positivo que decir al respecto y lo que sostiene es a la vez original y de primera importancia. En efecto, lo que Wittgenstein hace es realmente espléndido, porque lo que hace es asignarle a la filosofía un nuevo rol o, mejor dicho, su verdadero rol. Y aquí quiero enfatizar una cuestión que es, en mi opinión, de primera importancia para entender su punto de vista: Wittgenstein discute directamente con Russell y lo critica, pero su rechazo del pensamiento russelliano tiene dos consecuencias importantes:
a) lo obliga, para deslindarse de Russell, a desarrollar un punto de vista propio y,
b) su punto de vista es tan certero que traspasa el marco de la filosofía de Russell y, sin que ello formara parte de los planes originales de Wittgenstein, se extiende al todo de la filosofía.
Podemos ahora sí despejar la confusión de pensar que Wittgenstein tenía en mente algo que en realidad no tenía en mente. Como trataré de hacer ver, este cuadro se repetirá en el segundo periodo pero como el pensamiento de Wittgenstein se habrá para entonces perfeccionado, la concepción que Wittgenstein tenía de la filosofía quedará mucho mejor articulada y será mucho más potente y convincente. Sobre esto regresaremos. Antes de ello, sin embargo, quisiera considerar rápidamente la faceta positiva de la concepción de la filosofía que Wittgenstein esboza en el Tractatus y la primera aclaración que éste hace es que
La filosofía no es una doctrina, sino más bien una actividad.[6]
y el objetivo de dicha actividad es
la aclaración lógica del pensamiento[7]
La tarea de aclarar lógicamente nuestros pensamientos, o mejor dicho, nuestras proposiciones no desemboca en nuevas tesis filosóficas sino en elucidaciones. Las elucidaciones son aclaraciones hechas desde la perspectiva de la lógica y que se tienen que hacer para evitar que se elaboren tesis filosóficas. Hay que tratar de impedir la formulación de tesis filosóficas, porque de lo contrario la filosofía estaría compitiendo con la ciencia, generando así un supuesto ámbito propio de conocimiento que, desde el punto de vista del Tractatus, sería totalmente ilegítimo. Por eso una de las funciones de la filosofía es delimitar nítidamente el horizonte de la ciencia que es precisamente el de lo que se puede legítimamente decir. No es que haya algo más allá de dicho horizonte, sino que la pretensión de hablar como si lo hubiera, que es lo que se logra con el discurso filosófico, a lo único a lo que puede dar lugar es a sinsentidos. Lo que se quiere hacer pasar como cayendo más allá de lo atrapable en el lenguaje, de lo decible, del conocimiento científico, no es una realidad misteriosa e inefable. Es simplemente el reino del sinsentido, del absurdo lógico-lingüístico.
La auténtica filosofía, desde el punto de vista del Tractatus, es enteramente a priori. Todo lo empírico es redundante (filosóficamente), como por ejemplo la teoría darwiniana de la evolución y de la selección natural. Pero ¿podría afirmarse de alguien en concreto que recurría a resultados empíricos, científicos u otros, para hacer filosofía? Sí, evidentemente: de Russell. Su “teoría del conocimiento” (e.g., su teoría de las construcciones lógicas) requería no sólo de un amplio conocimiento de lógica, sino también de análisis introspectivos, de análisis del campo visual, etc. Es contra él que va dirigida la aclaración de Wittgenstein en el sentido de que
La teoría del conocimiento es filosofía de la psicología.[8]
Y es en este contexto que Wittgenstein hace una afirmación que es de suma importancia: sostiene que
Toda filosofía es “crítica del lenguaje” (si bien no en el sentido de
Mauthners). El mérito de Russell es que él mostró que la forma lógica superficial no tiene por qué ser su forma real.[9]
¿Por qué sería tan importante el dictum de Wittgenstein? Porque afirmar que toda filosofía nueva es “crítica del lenguaje” es lo mismo que decir que toda filosofía nueva tiene que proceder vía el estudio (lógico) del simbolismo. En otras palabras, toda genuina filosofía es básicamente filosofía del lenguaje. Con Wittgenstein se inaugura el periodo de lo que podríamos denominar la ‘filosofía lingüística’.
En todo caso, una cosa es cierta: el ideal de Wittgenstein era que del trabajo de elucidación de los conceptos que nos interesara aclarar emergiera de modo natural o espontánea la “visión” correcta de los asuntos considerados. La ambición filosófica de Wittgenstein era esclarecer sin teorizar.
En resumen: tenemos por una parte lo que podríamos llamar la ‘filosofía clásica’, representada eminentemente por Bertrand Russell, la cual se compone de pseudo-problemas y de sinsentidos lógicos: y está, por la otra, la nueva filosofía que es básicamente filosofía del lenguaje en el sentido de que aborda los problemas filosóficos desde la perspectiva de los fundamentos lógicos del lenguaje. El objetivo de la nueva filosofía es ofrecer diagnósticos claros de los errores y confusiones cometidos por quien no comprende la lógica del lenguaje.
Como veremos, algo parecido se volverá a plantear en el segundo gran periodo filosófico de Wittgenstein, como veremos ahora.
“Filosofía” en el segundo periodo
Aunque también se pueden discernir etapas en él, aquí consideraremos que el segundo periodo filosófico de Wittgenstein va de 1929 a su muerte (puesto que todavía dos días antes de morir logró escribir algunas entradas de lo que posteriormente sería publicado como ‘On Certainty’, ‘Sobre la Certeza’). Filosóficamente, dicho periodo representa un genuino e inmenso progreso frente al Tractatus y es desde luego mucho más fructífero que el primero. Si bien es innegable que Wittgenstein fue madurando a lo largo de este periodo, también lo es que él inició su nuevo periodo con una idea muy clara respecto la dirección en la que de ahí en adelante habría de moverse su pensamiento.
Una vez dicho eso, me parece que la primera observación que habría que hacer es que en la medida en que Wittgenstein fue modificando su concepción del lenguaje y del puesto de éste en la vida humana su concepción de la filosofía, en los dos sentidos mencionados, también se fue modificando. Esto requiere ser matizado con precisión. La concepción de la filosofía tradicional se fue haciendo más precisa, al igual que los diagnósticos de enredos filosóficos concretos; asimismo, su concepción de lo que para él era hacer filosofía también se alteró drásticamente. Sin embargo, hubo algo que nunca cambió, a saber, su convicción de que los problemas de la filosofía son en última instancia pseudo-problemas. Esta idea, sobre cuyo origen sólo podemos especular, constituye la columna vertebral del wittgensteinianismo. Sobre lo que en mi opinión se debe entender por ‘wittgensteinianismo’ diré algo hacia el final del trabajo.
Yo creo que el primer paso para entender lo que Wittgenstein tiene que decir sobre la filosofía durante su segundo periodo consiste en entender qué fue realmente lo que lo llevó a dejar Viena y regresar a Inglaterra. ¿Por qué después de un año de estar encontrándose con diversos miembros del Círculo de Viena Wittgenstein no había dado muestras de querer volver a ocuparse de filosofía de tiempo? La respuesta es muy simple: ninguno de ellos ni todos juntos representaban un reto para las ideas del Tractatus. Al contrario: con la excepción de Otto Neurath prácticamente todos (Carnap incluido) se volvieron acólitos de Wittgenstein. Fue sólo cuando escuchó a L. E. J. Brouwer que Wittgenstein por primera vez contempló seriamente la posibilidad de que quizá no todo lo que se había dicho en el Tractatus era tan definitivo como lo había pensado. Y, naturalmente, si no la única persona sí la persona ideal para volver a examinar con ella los temas de los que se había ocupado hasta hacía 10 antes era quien lo había introducido a la filosofía, su ex-maestro, Bertrand Russell. Wittgenstein regresó entonces a Cambridge con la esperanza de volver a discutir filosofía con Russell y de resolver las dudas que la conferencia de Brouwer había suscitado en él. No obstante, como se dice en la gran obra Don Quijote de la Mancha, nunca segundas partes fueron buenas y el regreso a Cambridge tuvo efectos insospechados que hubiera sido absolutamente imposibles de predecir. La primera desilusión fue que Russell ya no residía en Cambridge, por lo que el contacto cotidiano ya no sería factible. Por otra parte, se planteó la cuestión de trabajar en la universidad, lo cual llevó a Wittgenstein a preparar un texto, posteriormente publicado como ‘Observaciones Filosóficas’, a fin de que Russell pudiera emitir un dictamen, un dictamen que todo mundo consideraba de entrada que sería aprobatorio. Y aquí se produjo una segunda sorpresa: el dictamen de Russell no era suficientemente positivo como para que se le pudiera contratar. G. E. Moore tuvo entonces que volver a solicitar cartas de recomendación y en esa ocasión fueron F. P. Ramsey y el matemático J. E. Littlewood quienes las emitieron, ambas laudatorias en grado sumo. O sea, Wittgenstein logró entrar como “fellow” a la universidad de Cambridge, a partir de 1930, a pesar del voto sutilmente negativo de Russell.
Lo sucedido en Cambridge es algo más que una mera anécdota. Russell no tenía nada de ingenuo y es obvio que al leer el texto de Wittgenstein él ha de haber sentido que el piso se abría a sus pies. Russell con toda seguridad percibió que un nuevo modo de hacer filosofía, que acarreaba consigo nuevos e intrigantes resultados, se vislumbraba en el horizonte y que representaba un grave peligro para para su filosofía, una filosofía que él pensaba que con la ayuda del Tractatus había quedado sólidamente establecida. Desafortunadamente para Russell, no había nada que pudiera hacer para detener la avalancha filosófica que se le venía encima. Wittgenstein, por su parte, muy rápidamente entendió que los problemas que gracias a Brouwer él había empezado a percibir en el Tractatus eran mucho más graves y profundos de lo que había imaginado y que tenían ramificaciones de alcances que él no había vislumbrado. Ya no era suficiente imaginar que lo que había que hacer era ofrecer algunas precisiones y corregir algunas inexactitudes. A Wittgenstein ahora le quedaba cada vez más claro que el conflicto no era nada más con el Tractatus, sino con quien había puesto los elementos para que la filosofía del Tractatus viera la luz. A partir de ese momento y hasta la primera versión de la primera parte de las Investigaciones Filosóficas, terminada por allá por los años 1936-1937, en quien Wittgenstein en gran medida se inspira para ir elaborando su nuevo modo de pensar es Bertrand Russell, pero esto significaba que la primera fase de su nueva misión no podía ser otra que el desmantelamiento de la filosofía russelliana mediante la aniquilación de sus premisas ocultas, de sus presuposiciones fundamentales. Fue entonces sobre la base de la destrucción del russellianismo y de lo que Wittgenstein llama en el Prefacio de las Investigaciones su “antiguo modo de pensar” que brotó su nuevo modo de pensar y lo que por el momento llamaré su ‘nueva filosofía’. Por qué ya no se debería seguir hablando de filosofía en relación con la labor del segundo Wittgenstein es lo que ahora trataré de dilucidar.
Dado que no es mi objetivo en este trabajo argumentar en detalle acerca de la presencia de Russell en el pensamiento del segundo Wittgenstein y en particular en las Investigaciones Filosóficas, me limitaré a hacer unos cuantos señalamientos, señalamientos que en mi opinión sin problemas podrían expandirse pero que para nuestros propósitos bastan. Obsérvese primero entonces que además de las menciones explícitas a Russell – como cuando Wittgenstein habla de lo que Russell llamaba ‘individuos’ y el Tractatus ‘objetos’ – y de la Teoría de las Descripciones, en las Investigaciones hay multitud de alusiones tácitas a Russell a lo largo y ancho del texto. El ataque inicial a la teoría del lenguaje identificada como “agustiniana” es desde luego un ataque directo al Tractatus, pero lo es por igual a la filosofía del lenguaje de Russell. La prueba de ello es que Wittgenstein se ocupa explícitamente de desmantelar la concepción russelliana de la definición ostensiva, de los nombres propios en sentido lógico (noción exclusivamente russelliana) y de los demostrativos, temas russellianos típicos. Vale la pena llamar la atención, asimismo, sobre el hecho de que los ejercicios filosóficos concernientes a conceptos psicológicos, como pensamiento, expectativa, el “yo”, la voluntad y demás contenidos en las Investigaciones están claramente dirigidos en contra de lo que Russell había sostenido en The Analysis of Mind. Por último, a mí me resulta evidente que el tercer párrafo de la sección 253 contiene una clara alusión por parte de Wittgenstein a su adversario jurado, esto es, Russell, a quien de paso le hace implícitamente un reconocimiento.[10] En verdad, es absurdo negar la importancia de la contribución (positiva o negativa) de Russell a las filosofías de Wittgenstein, un hecho que no sólo no ha sido debidamente apreciado sino que más bien ha sido deliberada y sistemáticamente ocultado.
Regresemos al concepto de filosofía. Tenemos que tener presente que, una vez más, también en la obra del segundo Wittgenstein dicho concepto es usado de dos maneras diferentes, viz., una para referirse a la filosofía tradicional, convencional, clásica o russelliana y otra para hablar de la nueva clase de producto intelectual que resulta del nuevo modo wittgensteiniano de pensar. Cuantitativamente, Wittgenstein alude relativamente pocas veces a la filosofía tradicional. Lo que hace es más bien ofrecer diagnósticos muy generales. Por ejemplo, nos recuerda que
Cuando hacemos filosofía somos como salvajes, gente primitiva, que oye las expresiones de hombres civilizados, les ponen una falsa interpretación y luego extraen las más extrañas conclusiones de ella.[11]
Esto hace ver que hay una permanente tensión entre las aplicaciones normales de las palabras en los más variados contextos con las simplistas interpretacionesque los filósofos fabrican y con las cuales se entretienen. En otros textos, como por ejemplo en Zettel, Wittgenstein parece identificar a la filosofía con la metafísica. Dice:
Investigaciones filosóficas: investigaciones conceptuales. Lo esencial de la metafísica: borra la distinción entre investigaciones factuales y conceptuales.[12]
Aunque este no es un punto de vista enunciado explícitamente por Wittgenstein, me parece que podría defenderse con cierto grado de plausibilidad la idea de que en el fondo todo en filosofía es básicamente metafísica sólo que como son muy variados los temas entonces se introducen distintos apelativos, distintas etiquetas. Por ejemplo, la teoría del conocimiento sería metafísica del conocimiento, la estética metafísica del arte, la ética metafísica de la moral o de las costumbres, la filosofía de las matemáticas sería metafísica de las matemáticas, la filosofía de la mente metafísica de la psicología y así sucesivamente. Esto es interesante por cuanto permite entender en dónde se produce el rompimiento con el lenguaje y por qué y cómo surge la “metafísica” en el sentido amplio en el que la estoy usando. Es cuando con el lenguaje se pretende ir más allá de lo prácticamente real, en el ámbito que sea, que surge la metafísica. Ahora bien ¿cuándo pasa eso? Wittgenstein responde a ello a mi modo de ver de manera perfecta. Dice:
los problemas filosóficos surgen cuando el lenguaje se va de vacaciones.[13]
Confieso que no logro imaginar una fórmula mejor que esa para resaltar la esencial conexión que se da entre los problemas filosóficos y la ociosidad lingüística. Qué implicaciones tenga esta conexión en otros contextos es asunto de debate.
En donde Wittgenstein es simplemente soberbio es en su caracterización de la filosofía en el sentido en el que él la practicaba y que yo propondría que se le identificara como ‘análisis Gramatical’. Como todos sabemos, la lógica, tan crucial y decisiva en el Tractatus, fue rápidamente remplazada por la noción de Gramática en profundidad (Tiefen Grammatik), una noción que naturalmente se fue puliendo a lo largo de los años. Así como en el Tractatus se sostenía que los problemas surgían por incomprensiones de la lógica de nuestro lenguaje, así en el segundo periodo el diagnóstico general es que los enredos filosóficos surgen por conflictos no detectados con las reglas de la Gramática, esto es, las reglas de uso. Esto amerita un mínimo de explicación.
La afirmación de que el modo filosófico de usar el lenguaje sólo es viable porque éste puede ser pervertido o inutilizado, es decir, porque se le puede privar de toda utilidad real y emplearlo como mero conjunto de signos sin aplicaciones prácticas, en el sentido más amplio posible de la expresión, no es inocua. ¿Por qué? Porque parecería que a lo único a lo que el lenguaje ocioso puede dar lugar es, primero, a pseudo-problemas y, segundo, como respuesta a ellos a mitos. Las problemáticas y las construcciones filosóficas no son mitos en un sentido literario o religioso sino meramente lingüístico y esto a su vez tiene una implicación importante en relación con el tratamiento apropiado de las tesis y las teorías filosóficas. Aquí es indispensable trazar un paralelismo para poder entender una consecuencia de ello.
El paralelismo que en mi opinión es muy ilustrativo trazar es el paralelismo entre las creencias filosóficas, por una parte, y las creencias irracionales de los sicóticos, por la otra. Obviamente, no son idénticas, pero es innegable que comparten rasgos. Las características de estas últimas son relativamente fáciles de captar. Por ejemplo, las creencias de un esquizofrénico no son ni verificables ni refutables, nadie las acepta, no son congruentes con el cuerpo general de creencias que se tiene, son absurdas, etc. La gran diferencia con los mitos y las creencias filosóficos es que las creencias de personas que presentan disfunciones mentales son declarada o palpablemente falsas, en tanto que a las filosóficas no se les puede adscribir ningún valor de verdad. Quizá no esté de más, para justificar este paralelismo, dar algunos ejemplos de creencias de enfermos mentales y de enfermos lingüísticos, es decir, de filósofos:

Podemos ahora entender que cuando Wittgenstein afirma que
El tratamiento de una cuestión por parte de un filósofo es como el tratamiento de una enfermedad[14]
Wittgenstein no estaba en lo más mínimo exagerando. Obviamente, el filósofo no es un enfermo mental, pero sí es lo que podríamos llamar un ‘enfermo conceptual’. Es por eso que las terapias psicológicas (que son muy variadas) pudieron servir de modelo para la metodología wittgensteiniana. Por eso señala Wittgenstein que
No hay un método filosófico, sino que en realidad hay métodos, como diferentes terapias.[15]
Las “terapias” filosóficas son lo que yo he llamado las ‘estrategias argumentativas’ diseñadas por Wittgenstein para enfrentar dificultades filosóficas. Quizá podamos ahora elaborar un cuadro comparativo entre la filosofía tradicional y la filosofía del análisis Gramatical o, alternativamente, la anti-filosofía wittgensteiniana. Tenemos entonces:

Antes de hacer una presentación sinóptica de la concepción wittgensteiniana de la filosofía se imponen al menos unas cuantas palabras concernientes a lo que Wittgenstein presentó como “terapias” y que yo llamé ‘estrategias argumentativas’. En la práctica filosófica a la Wittgenstein se procede de muy diverso modo y además está en todo momento abierta a la improvisación. Desde luego que uno puede apelar a las estratagemas ya establecidas, como reducciones al absurdo o la búsqueda de inconsistencias implícitas en los puntos de vista del adversario filosófico, pero estrategias así no son específicamente wittgensteinianas. Las propias de Wittgenstein tienen que ver ante todo con la idea de violaciones reglas de la Gramática y, por lo tanto, con lo que tiene o no tiene sentido afirmar. Por eso Wittgenstein constantemente pregunta acerca de:
a) hace constantes recordatorios acerca de aplicaciones concretas de palabras para deslindar lo que tiene sentido decir de lo que no lo tiene.
b) Hace preguntas relacionadas con las afirmaciones metafísicas para mostrar que las presuposiciones de la tesis en cuestión son absurdas
c) Investiga los juegos de lenguaje originales para contrastar el significado de un término con su utilización artificial por parte de filósofos
d) Se interroga permanentemente sobre la utilidad concreta o real que prestan los movimientos en los diversos juegos de lenguaje para contrastarla con la utilidad ficticia de las aseveraciones filosóficas
e) Describe minuciosamente los contextos de uso de las palabras para resaltar el típico uso descontextualizado del lenguaje por parte de los filósofos.
a) hace constantes recordatorios acerca de aplicaciones concretas de palabras para deslindar lo que tiene sentido decir de lo que no lo tiene.
b) Hace preguntas relacionadas con las afirmaciones metafísicas para mostrar que las presuposiciones de la tesis en cuestión son absurdas
c) Investiga los juegos de lenguaje originales para contrastar el significado de un término con su utilización artificial por parte de filósofos
d) Se interroga permanentemente sobre la utilidad concreta o real que prestan los movimientos en los diversos juegos de lenguaje para contrastarla con la utilidad ficticia de las aseveraciones filosóficas
e) Describe minuciosamente los contextos de uso de las palabras para resaltar el típico uso descontextualizado del lenguaje por parte de los filósofos.
Síntesis
Me parece que resumir lo que expusimos como sigue:
a) la filosofía wittgensteiniana es una reacción en el plano del pensar. En su primera manifestación fue un esfuerzo por perfeccionar el pensamiento basado en la lógica de Russell, en tanto que en su segunda fase fue en primer lugar un intento por acabar con dicho pensamiento de una vez por todas.
b) El ataque de Wittgenstein a Russell fue tan profundo que atravesó la filosofía de este último y de manera natural se extendió al todo de la filosofía. A través de su crítica Wittgenstein se convirtió en el primer gran anti-filósofo de la historia. Ahora bien, es muy importante observar que su anti-filosofía brota desde el interior de la filosofía tradicional.
c) El modo de hacer filosofía del segundo Wittgenstein tiene una faceta positiva que consiste, básicamente, en efectuar aclaraciones conceptuales. Estas aclaraciones se logran por medio de análisis Gramaticales.
d) La esencia del wittgensteinianismo es la convicción de que la filosofía tradicional se compone de pseudo-problemas. En la medida en que es ante todo un antídoto para la deformación del pensamiento, la filosofía a la Wittgenstein sólo puede existir si hay un mito filosófico concreto que destruir.
e) El wittgensteinianismo no incorpora una sola tesis filosófica. No hay, por lo tanto, nada que memorizar. Lo único que se puede hacer es ejercitarse en el debate filosófico interiorizando, aplicando y (si se puede) ampliando el espectro de tácticas argumentativas diseñadas por Wittgenstein. Wittgenstein inventó una nueva actividad intelectual íntimamente relacionada con la filosofía, pero radicalmente diferente y opuesta a ella. Lo único que podemos asociar con el wittgensteinianismo es la praxis filosófica, entendida básicamente como una labor de análisis Gramatical.
Quisiera pensar que lo que aquí en unas cuantas palabras he sostenido contará con la aprobación de los partidarios del modo wittgensteiniano de pensar, pero si además hubiéramos logrado despertar en los adversarios filosóficos alguna inquietud, por mínima que fuera, respecto a la profundidad, la fuerza y la magnitud del reto wittgensteiniano, yo me daría por plenamente satisfecho.
Notas
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