Resumen: En la Argentina, la mayor producción de hortalizas frescas se encuentra localizada en el cinturón hortícola de La Plata. El incremento del sector, durante los últimos años, ha sido considerable a partir de la mano de obra de trabajadores migrantes bolivianos. Actualmente, organizaciones de productores y profesionales de diferentes dependencias estatales promueven una transición agroecológica que modifique la producción convencional de hortalizas. Entre 2016 y 2018 la combinación de la crisis económica y los temporales climáticos adversos propició que el discurso agroecológico se instale en las organizaciones de productores. Si bien trabajan desde hace tiempo en la región, los profesionales técnicos del Estado tuvieron un lugar preponderante en ese proceso. A partir de la realización de entrevistas etnográficas a técnicos agrónomos, problematizamos sus intervenciones en estos contextos. En este artículo se indaga el trabajo que realizan profesionales estatales, la circulación de saberes y la construcción de vínculos que realizan con productores. De esta manera se pudo reponer tres ámbitos de intervención de estos técnicos: el discurso agroecológico como innovación, la dimensión organizacional y la trama de afectos que construye confianza.
Palabras clave: Transición agroecológica, comunicación, Estado, innovación, migración.
Abstract: In Argentina, the largest fresh vegetables production is located at La Plata horticultural belt. In recent years, there has been a considerable increase in the sector based on the labor of Bolivian migrant workers. Currently, producer and professional organizations from different government agencies promote an agroecological transition that modifies the conventional vegetable production. Between 2016-2018 the combination of the economic crisis and the adverse climatic storms led to the agroecological discourse being installed in the producer organizations. State´s technical professionals played an important role in this process, although they have been working for a long time in the region. Based on ethnographic interviews with agricultural technicians, we problematize their interventions. This article explores the work performed by state professionals, the knowledge circulation and the construction of links made with the producers. In this way, three areas of intervention of these technicians could be specified: the agroecological discourse as innovation, the organizational dimension and the affection network that builds confidence.
Keywords: Agroecological transition, communication, State, innovation, migration.
Articles
Agroecología, organizaciones y afectos. Las intervenciones de técnicos agrónomos en el cinturón hortícola platense (Argentina)
Agroecology, organizations and confidence. The interventions of agronomist technicians in La Plata (Argentina) horticultural belt
Recepción: 30 Junio 2022
Aprobación: 20 Octubre 2022
Publicación: 27 Diciembre 2022
Nos proponemos analizar las características de las intervenciones de los técnicos/as agrarios con las familias de horticultores platenses. En esta oportunidad enfatizaremos en los aportes que se realizan desde las múltiples dependencias estatales en el periurbano de la ciudad de La Plata para problematizar la circulación de saberes y la construcción de vínculos en escenarios de transición agroecológica (Sarandón y Flores 2014, Marasas 2012) y de crisis económica.
El contexto de incidencia de las acciones de estos profesionales ocurrió cuando se incrementó el número de organizaciones de productores, al mismo tiempo que se encarecían los insumos y las tarifas de los servicios públicos, junto con una consolidación de los discursos que sustentaban las prácticas agroecológicas. Si bien resulta complejo señalar un origen, a pesar de venir trabajándose desde antaño, la agroecología cobró mayor densidad en adhesiones de productores/asa partir del año 2016. Esto pudimos constatarlo en nuestro trabajo de campo, al mismo tiempo que observábamos las destrucciones en invernáculos y las pérdidas de verduras ocasionadas por los temporales climáticos.
Para contextualizar, el cinturón hortícola de la ciudad de La Plata es uno de los más relevantes de la Argentina. En los últimos 20 años, la región fue creciendo en el volumen de la producción obtenida, en el porcentaje de la superficie cultivada y en el acceso a mercados para la comercialización. Uno de sus elementos distintivos consiste en la implementación del invernadero, como una innovación tecnológica. Se estima que el 60% del total de invernaderos del país se encuentra alojado en la zona de La Plata y esto permite realizar varias cosechas en un mismo año (García 2011). Según el Censo Nacional Agropecuario de 2018, del total de 206,7 millones de hectáreas en 594.064 terrenos, el 91% de las unidades censadas es gestionada por el productor y el 52% que reside en explotaciones agropecuarias son familiares del productor. Para el cinturón hortícola de la ciudad de La Plata, podemos afirmar que esta tendencia se intensifica a tal punto que la mayor parte de la gestión de las quintas es llevada a cabo por familias migrantes bolivianas que residen en el mismo lugar donde trabajan (Feito 2013, García 2014, Benencia y Quaranta 2007, Ringuelet 1991).
La mayoría de las familias que trabajan y viven en la zona oeste de La Plata (Melchor Romero, Olmos, Abasto, Etcheverry, El Peligro) no son propietarios de la tierra. Alquilan las propiedades en condiciones de alta informalidad y precariedad de los contratos. Algunos de ellos se agrupan con familiares o paisanos y comparten los gastos para garantizar una superficie de tierra, generalmente una hectárea, para empezar a producir hortalizas. Los dueños de la tierra les impiden construir viviendas de materiales. Por lo tanto, sus condiciones habitacionales son de extrema fragilidad donde, por ejemplo, no pueden contar con un baño dentro de la vivienda.
En el año 2016 una serie de temporales, de fuertes lluvias y vientos, afectaron considerablemente la región. Se produjeron roturas de los invernaderos, caídas de postes, cortes de electricidad y anegamiento de las calles. La producción se perdió en gran parte, en la etapa de cosecha y de siembra. Algo se recuperó y pudo comercializarse en el mercado central de La Plata o en otros que, mediante intermediarios, tienen acceso para vender la producción. Los esfuerzos de los productores/as eran infructuosos para reponerse económicamente, ya no para salvar la superficie cultivada sino para garantizar sus condiciones de subsistencia. La ayuda de las diferentes esferas estatales tardó en llegar a las unidades productivas o cuando lo hizo era escasa en relación con el volumen de las pérdidas económicas de las familias quinteras. Por ejemplo, los rollos de nylon entregados eran pocos para reparar la totalidad de los invernaderos destruidos. Los quinteros/as lograban arreglar algunos, pero los restantes debían costearse de sus propios ingresos si querían continuar produciendo hortalizas.
Es necesario agregar otros aspectos relacionados con la orientación política del gobierno de Mauricio Macri (2015-2019). Los incrementos siderales de las tarifas de los servicios públicos fue un aspecto de impacto ineludible en todos los sectores sociales. En el caso de las familias de productores, el costo de la electricidad afectó la provisión de agua para riego y para consumo humano en las quintas. Por otra parte, los precios de los insumos agroquímicos se elevaron considerablemente por el incremento del dólar. Los productores/as se endeudaron aún más para obtener semillas sintéticas y fertilizantes que estaban destinados a reponer el circuito productivo afectado por los temporales. Así, el trabajo en las quintas se enfrentaba a una doble constricción: una originada por los eventos climáticos adversos y otra causada por las decisiones de política económica del gobierno de la Alianza Juntos por el Cambio, cuya incidencia impactaba en el alquiler de la tierra y en la baja rentabilidad de la producción para garantizar las condiciones de vida.
La situación compleja amplificó el proceso de organización de los productores/as, que se nucleaban a partir de intereses comunes para peticionar soluciones al Estado. Si bien el incremento de las organizaciones ocurría paulatinamente desde 2010 (Ferraris y Seibane 2017), a partir del 2016 este proceso se intensificó con la mayor participación de productores en organizaciones que los convocaban. Las reuniones, las asambleas, las movilizaciones y los talleres de capacitación fueron prácticas novedosas para muchos de ellos. Estas actividades, entre otras, permitieron que se trabaran vínculos fluidos con profesionales técnicos/as que ya tenían incidencia y trabajo territorial en las quintas del cinturón hortícola platense.
Las condiciones económicas adversas para los quinteros/as y la emergencia de una modalidad productiva agroecológica situaron a los técnicos/as en un escenario al que debían afrontar. En este sentido, las preguntas que guiaron el trabajo fueron las siguientes: ¿qué características tienen las acciones de los técnicos/as que trabajan con productores hortícolas? ¿Cómo fue el proceso para que la agroecología se instale como una modalidad posible? ¿Qué acciones les demandan los productores/as? ¿Qué aportes sienten que realizan? ¿Qué saberes se ponen en circulación? ¿Cómo construyen los vínculos?
En primer lugar, el artículo se ordena a partir de una breve descripción de la metodología y el trabajo de campo realizado. Un segundo momento desarrolla sucintamente antecedentes que dialogan con esta problemática. Luego, en tercer lugar, se cuenta algunas instancias del proceso de transición agroecológica que los técnicos/as de las dependencias estatales acercaron a personas interesadas en modificar sus prácticas y abaratar los costos de producción. En cuarto lugar, se expresan las dimensiones burocráticas y organizacionales que los técnicos/as con las cuales respondieron a las demandas de los productores/as. En un quinto momento, se describe el crecimiento de las organizaciones, las tensiones y las tramas afectivas que acontecen entre técnicos/as y productores/as. Para finalizar, se presentan unas conclusiones provisorias acerca de los ámbitos de intervención de estos profesionales en el cinturón hortícola platense.
El proceso de este trabajo de campo se realizó durante el periodo 2018-2020 con entrevistas en profundidad a profesionales técnicos de las diversas institucionalidades que tenían asiento en el cinturón hortícola de La Plata. Uno de los propósitos consistió en reconstruir la densidad de las intervenciones que realizaban estos profesionales con los productores/as, a partir de los escenarios de crisis climática y económica que afectaba estructuralmente a la producción hortícola.
La metodología para la realización de este trabajo fue cualitativa. Se combinaron fuentes primarias con otras de carácter secundarias, como también el análisis de diferentes documentaciones de políticas públicas. De esta manera, se pudo reponer el horizonte de sentido expresado en las entrevistas con la direccionalidad de la política estatal a desarrollar en el territorio.
Las institucionalidades estatales con las cuales se forjaron contactos para realizar entrevistas fueron las siguientes.1
De esta manera, se efectuó un barrido por las diferentes agencias estatales, con diversos grados de incidencia y posibilidades de transferencias de recursos, que tienen asiento en la zona hortícola de La Plata. Esta selección de informantes se reconstruyó a partir de la palabra de los propios quinteros/as que indicaban los nombres de las personas. En otra etapa del trabajo de campo que apuntaba a recomponer el acceso a la tierra y sus significaciones, allí indicaban quiénes eran los profesionales que se acercaban a las quintas, conversaban con ellos y les respondían las consultas o demandas que tenían en virtud del contexto de crisis.
Además de la mención que hacían los productores/as, el otro criterio que se tomó en cuenta fue que hayan tenido una participación en territorio luego de las tormentas de vientos y lluvias ocurridas en 2017 y 2018. Todos los equipos técnicos se involucraron, desde sus orientaciones y diseños de políticas públicas, en atender con la gestión de recursos a las unidades productivas del cordón. La mayoría de estos técnicos/as son profesionales que vienen trabajando desde hace tiempo en cuestiones relacionadas con la economía popular, la agricultura familiar, la agroecología, el acceso a mejores condiciones productivas, la problemática de la tenencia de la tierra para producir y vivir, entre otras. En total se realizaron 10 entrevistas que atravesaron los siguientes ejes de preguntas: las formas de la estatalidad, las construcciones de vínculos con productores, las estrategias de organización y la canalización de las demandas de los productores y los horizontes futuros de la horticultura.
Algunos antecedentes señalan que, en ciertas regiones de nuestro país a principios del siglo XX, los profesionales técnicos tuvieron un lugar destacado en la expansión de las fronteras agrícolas, al mismo tiempo que se construían institucionalidades destinadas a la investigación y la canalización de las demandas de productores (Almirón 2017). El ensanchamiento de las superficies productivas requería de agentes que acompañaran a las familias de colonos. Es decir, a medida que se instalaban en los territorios y obtenían mayores capacidades productivas, el Estado creaba institucionalidades que acompañaran ese proceso. Dependencias tales como las estaciones experimentales, las agencias regionales de Ministerio de Agricultura y los propios agrónomos de las compañías ferroviarias (Martocci 2014), junto con los productores, proyectaban innovaciones de formas y modalidades de producción. Dentro de esos contextos, las aptitudes de la tierra, sus características, eran validadas por estos técnicos para sostener estos propósitos.
Desde una perspectiva historiográfica, Martocci (2014) expone que, a mediados del siglo XX en La Pampa (Argentina), hubo una divulgación de saberes por parte de los técnicos agrónomos para que los colonos adoptaran una innovación tecnológica para el cultivo en secano. Llevar a cabo esta acción implicó procesos de disuasión para que los colonos dejaran a un lado prácticas que desarrollaban para dar lugar a otras. Sin embargo, los documentos señalan que los productores pampeanos se mostraban poco predispuestos a continuar, en ocasiones, con las sugerencias de innovación de los agrónomos. Los saberes empíricos obtenidos en otras provincias o en los países de origen todavía perduraban en las prácticas de los productores, de allí la reticencia a la modificación productiva que fue posible alcanzar a partir de los vínculos de confianza que construyeron los técnicos para que escucharan sus recomendaciones y llevarlas a la práctica. Martocci (2014) agrega que los propietarios de la tierra fueron quienes tuvieron mayores posibilidades de “ensayar nuevas técnicas y métodos debido a que su situación económica era más sólida que la de aquellos que arrendaban las tierras”.
La construcción de las relaciones vinculares entre técnicos y productores fue uno de los aspectos nodales para la modificación de prácticas. También hubo resistencias y experimentaciones que los propios productores hicieron. Estas observaciones fueron atendidas en el estudio clásico de Paulo Freire (1997), quien pretendía marcar una diferenciación con la imposición de prácticas que los agrónomos le hacían a los campesinos en el contexto de los años 60 en América Latina. La comunicación, según sus palabras, debía prevalecer por sobre la extensión para alcanzar una reciprocidad entre las partes involucradas en una práctica educativa. En esos momentos la noción de desarrollo rural se definía a partir de las interrelaciones entre las estrategias del desarrollo de la comunidad, reforma agraria (Cepal, Alianza para el Progreso) y desarrollo rural integrado (Barsky 1990). Estas estrategias perduraron hasta la década de 1980.
La propuesta freireana discutía con las versiones del desarrollo de la reforma agraria y buscó eludir las visiones más tecnocráticas. A pesar de contar con esta intencionalidad, Freire continuaba entrampado en las modalidades enunciativas del desarrollismo más tecnicista que consideraba como “mágicos” los saberes de los sectores campesinos. Por ejemplo, basta recordar la narración que hizo de las prácticas para combatir la plaga de las orugas en el nordeste brasileño por parte de algunos campesinos. Describe que ponían tres estacas en el ángulo más lejano del cultivo afectado, en una de ellas clavaban a una de las orugas y el resto de “las demás, con miedo, se retirarán en ‘procesión’, entre una estaca y otra” (Freire 1997, 31). A estas formas de captación de la realidad, en esta publicación, Freire las denominó ingenuas o formas desarmadas de conocimiento pre-científicos.
Ya situado en las discusiones en los años de 1990 y 2000, Gabriela Schiavoni (2005) repone los debates entre los técnicos y los productores en el contexto de la provincia de Misiones. Su punto de partida es la definición de sujetos rurales a “productores que por su menor disponibilidad de recursos no tienen acceso regular a las políticas corrientes dirigidas a los productores agrarios de cada país" (Barsky, 1990, p. 57). Identifica dos posturas en este sentido: una miserabilista y otra populista.
Impregnada por los aportes de Grignon y Passeron (1992), la postura miserabilista del desarrollo sostenía que era necesario convertir a la economía agraria legítima (revolución verde, maximización capitalista, etc.) a los pequeños productores con la presunción de su carácter incompleto y que su transformación productiva ocurriría por la aplicación de saberes expertos. La postura populista afirmaba que las limitaciones de los productores son vistas como virtudes donde “las estrategias de subsistencia y las tecnologías tradicionales son expresiones de una cultura popular que le permite a los sujetos no permanecer subordinados al sistema dominante” (Schiavoni 2005, 435).
La entrada en los años ’90 marcó la presencia de las ONGs en determinadas áreas de incumbencia pública que antes recaían en la centralidad estatal. Esto produjo una reorientación de los saberes. Las estrategias de capacitación técnica a productores se convirtieron en algo frecuente, al mismo tiempo que implicó la administración de las tensiones que se generaban a partir de la recuperación de los saberes populares. Esta lógica luego se trasladó a las esferas estatales y se extendió como una modalidad. “Esta tensión entre la recuperación de los saberes nativos y el encuadre técnico de los pequeños productores también se evidencia en la difusión del modelo agroecológico, planteado en oposición a la agricultura productivista” (Schiavoni 2005, 447).
Una de las propuestas que se desprenden de la recuperación de los saberes de los productores/as se enlaza directamente con la representación que ejercen los técnicos/as de aquellos productores pequeños, que tienen una baja escala de producción o no son propietarios de la tierra. Lo socioproductivo se vinculó con una lógica de administración de los saberes puestos en acto que planteó un cuestionamiento de las intervenciones que tuvo el Estado en otros momentos históricos.
En este sentido, buscamos dialogar con estos trabajos previos a partir de las intervenciones que realizan técnicos/as en un contexto de transición agroecológica y de crisis económica en el cinturón hortícola. Las dinámicas de construcción de tramas organizacionales que requieren de la consolidación de vínculos son aspectos que requieren profundizarse.
Durante nuestro trabajo de campo, relevamos que los productores/as reconocían que lxs técnicos de las diversas institucionalidades los acercaron a la problemática de la agroecología. Las formas de producción que conocían con detalle eran las convencionales (Sohaie y García 2021, Martínez 2021). Son aquellas que privilegian el uso productivo intenso de la tierra y la utilización asidua de agroquímicos para obtener mejores rindes. Tuvieron su momento fundacional en lo que se identifica como la Revolución Verde, que implicó la confianza ilimitada en la tecnología y la poca capacidad para percibir el agotamiento o degradación de los recursos productivos (Sarandón y Flores 2014).
Una conjunción de factores se relacionó para que lo agroecológico fuera considerado por los productores/as. La presencia de técnicos/as que se acercaron a conversar, a proponer ensayos y transformaciones de ciertas modalidades productivas se complementó con el crecimiento de las organizaciones que nucleaban a las familias de productores. El restante, más claramente identificable, se alojó en el incremento de los precios dolarizados de los insumos y el aumento exponencial de las tarifas de los servicios públicos. A lo que también es necesario agregar la rotura de invernaderos por los temporales climáticos adversos que acontecieron en la región en 2016 y 2017.
Si bien la presencia de los técnicos/as era constante en la zona hortícola de La Plata, el contexto descripto fue proclive al inicio de una reorientación hacia las modalidades agroecológicas. Los productores/as identificaron que los técnicos/as llevaron a cabo este proceso, que se intensificó en un momento económico adverso para garantizar las condiciones de vida de las familias productoras. Así conocieron la posibilidad de fabricar fertilizantes o bionsumos con materiales que tenían en sus propias quintas o con elementos de bajos costos. En el caso de las prácticas convencionales aprendieron mirando a otros productores (Martínez 2021), mientras que aquí se crearon talleres de capacitación en agroecología que se realizaron en dependencias estatales, en lugares de las organizaciones o en las quintas de algunos productores anfitriones (Gómez et al. 2015). Los técnicos/as estuvieron al frente de estas capacitaciones y posteriormente dejaron el lugar para que fuera ocupado por productores/as, replicando una estrategia que tuvo su punto inicial en los años 90 (Schiavoni 2005).
También destacaron las estrategias de comercialización como propuestas de innovación que eludían a intermediarios. Se trataron de aportes que se articularon a partir de las sugerencias de los técnicos, con el incremento de las capacidades logísticas y de crecimiento de las organizaciones que nucleaban a los productores. Esas estrategias involucraban a la confección de un bolsón de verduras de estación y la instalación de ferias itinerantes en diversos puestos de la ciudad. Los bolsones constaban de entre 5 y 7 kilos de hortalizas variadas que se confeccionaba a partir de las cuotas de producción repartidas entre los miembros de una organización. Por su parte, las ferias itinerantes buscaban llegar directamente al consumidor y evitar las especulaciones que implementaba el camionero que le compraba las verduras para luego revenderla en los mercados regionales.
En este contexto, la construcción de la confianza entre técnicos/as y productores/as se articuló a partir de la fabricación de bioinsumos y las estrategias de comercialización mencionadas. Esto ocurrió dentro de un escenario económico adverso y de temporales climáticos que ocasionaron pérdidas -totales o parciales- de la producción y de infraestructura. La intencionalidad de los técnicos/as apuntó hacia una transición agroecológica que redundaba en réditos económicos para los productores/as, además de mejores condiciones de salud porque no tenían que aplicar agroquímicos que podían afectar las vías respiratorias de quien trabajara la parcela y en más calidad nutritiva de la verdura cosechada (Martínez 2021). Las estrategias planteadas tuvieron una buena recepción entre las familias de productores, aunque no llegan a que toda la modalidad agroecológica sea la preponderante en el cinturón hortícola platense. Existen combinaciones de las modalidades de producción, convencionales y agroecológicas, de acuerdo con las necesidades de siembra, cosecha y comercialización que los productores/as tengan en un momento específico. Dentro de una misma unidad productiva conviven surcos de producción convencional, con otros de características agroecológicas.
La problemática de la agroecología fue bien recibida en un momento económico desfavorable para la producción de hortalizas. Los técnicos/as señalaron que, además, el modelo productivo de monocultivo de tomate en verano y lechuga en invierno ya no era rentable en la zona de La Plata. Junto con ello, el encarecimiento de los insumos generó un escenario propicio para buscar alternativas con diferentes experimentaciones. La persistencia de la modalidad agroecológica está en duda ante una posible modificación de las condiciones económicas adversas.
Pruebo con el purín de ortiga porque la verdad no puedo comprar dimetoato. No puedo comprar otra cosa. Por suerte pruebo y más o menos me va. Como que no les queda otra, [tienen] que dar una vuelta de rosca. Y la gran duda en los debates que hay es... bueno, cuando la situación económica cambie, ¿qué va a pasar con todo esto? Porque la agroecología también plantea los debates respecto a los rendimientos. (Entrevista a agrónoma de una dependencia nacional, 1 de octubre de 2019)
Las tensiones que se abren paso aquí consistieron en la adhesión de sólo algunos componentes de lo que implica la agroecología como modalidad de producción. Los técnicos/as observaron que los productores/as toman aquellos que les permiten abaratar costos: “Yo no me puedo comprar los remedios, quiero que me enseñes a hacer remedios más baratos” (Entrevista a agrónomo de una dependencia nacional, 25 de octubre de 2019). Esa lógica es la que primó entre los productores/as para la recepción de lo agroecológico, que derivó en una multiplicación de las estrategias de capacitación, pero que se pone en duda su continuidad si se revierten las condiciones económicas que les permitan adquirir los agroquímicos a menor precio. Los técnicos/as, con incidencia en la zona de La Plata, traccionan para que la agroecología se convierta en una modalidad productiva extendida, al mismo tiempo que son conscientes de los condicionamientos que los productores/as atraviesan para instalar este proceso.
Como se mencionó, desde el año 2011 las organizaciones de productores crecieron notablemente en cantidad y en volumen de participantes. Se trató de un proceso al cual muchos técnicos/as contribuyeron a su formación y que también les implicó una modificación de los vínculos con los productores/as. El agrupamiento consistió en una instancia que, un momento, el Estado favoreció para potenciar la trama productiva del cordón y que luego, ante el cambio de rumbo de su orientación estratégica, sirvió para peticionar demandas a los gobiernos nacional y provincial. En este sentido, se pudo identificar a un conjunto de técnicos que colaboraron con la creación de organizaciones y otros profesionales que formaban parte de diversas instituciones del Estado que comenzaron a relacionarse con estas noveles cooperativas de productores hortícolas.
El entramado creciente de organizaciones se implementó inicialmente a partir del Programa Cambio Rural que gestionaba el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca junto con el Instituto de Tecnología Agropecuaria (INTA). Algunos productores se acercaron a estas oficinas estatales para formar cooperativas y así entraron en relación con profesionales técnicos. Lo socioproductivo, es decir, la conformación de una cooperativa fue la demanda embrionaria que tuvieron que atender estos técnicos por parte de los productores.
Las primeras intervenciones fueron para gestionar administrativamente la creación de cooperativas ante el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES). Las destrezas informáticas, tales como manejar un procesador de textos o completar formularios por internet, fueron los primeros saberes que desplegaron estos técnicos/as. La pertenencia a sectores medios escolarizados, con manejo de las lógicas escriturales, hizo que pusieran en juego un saber hacer propio de su habitus de clase (Bourdieu 2008), antes que de su estricto perfil profesional.
Por otro lado, los eventos climáticos también involucraron gestiones técnicas. Los temporales de lluvia y vientos que afectaron al cordón sumieron a productores en pérdidas económicas de consideración. Los técnicos/as colaboraron en la inscripción de los afectados en los registros de emergencia agropecuaria, que les permitió acceder a créditos sin tasas de interés, adquirir herramientas e insumos, reponer el plástico de los invernáculos. Nuevamente, las inscripciones por internet, llenar formularios y presentar certificaciones de las organizaciones son acciones que llevan a cabo los técnicos/as. Un capital burocrático fue desplegado por estos profesionales: lo hicieron en el momento fundacional de algunas organizaciones y también en los episodios de crisis económica. Operaron como interfaces (Long 1999) de las capas estatales que articulan demandas y posibles respuestas.
Estas lógicas preeminentemente administrativas que impactan en lo organizacional es el mayor activo que los técnicos/as reconocieron que los productores/as valoran de sus trabajos. Inclusive marcaron que están por encima de las cuestiones técnico-productivas.
Tenía así ese preconcepto, como ingeniera agrónoma, que me iban a preguntar por lo productivo. Entonces, yo me repasaba todos mis apuntes de tomate, de morrón y qué sé yo. Y de repente [para] ellos lo productivo, en ese momento, era... no secundario, cuaternario. Lo que más les interesaba era formar la cooperativa. Tenían problemas de tierra, problemas en la comercialización. Algunos que eran trabajadores, que eran medieros, tenían problemas con sus patrones. Entonces a mí me cambió la cabeza, porque esa cosa del asesoramiento técnico a ver qué bichito tenés, qué le podés aplicar, en ese primer momento que fueron 2, 3 años, para ellos era... nada. Era secundario. Lo tenían resuelto. Ellos si hay algo que saben es producir. Mal, bien, qué sé yo, pero ellos lo que saben es sacar verdura de la quinta. (Entrevista a técnica agrónoma de dependencia nacional, 30 de septiembre de 2019).
El prejuicio consistió en entender que lo productivo sólo eran aquellas dimensiones relacionadas con la gestión de cultivos, control de plagas y fertilizaciones. Las demandas de los productores/as estuvieron en fortalecer lo organizacional como una manera de mejorar sus condiciones de vida, ya sea por el acceso a beneficios económicos directos o por ampliar solidaridades con otros productores de la región. Aquí el testimonio reconoció que los quinteros sabían producir (“sacar verduras”) y que sus problemáticas requirieron que los técnicos/as administraran nuevos saberes y ampliaran sus horizontes de formación hacia lo socioproductivo.
Se consolidó un crecimiento de organizaciones de productores, a partir de las gestiones de técnicos/as que implicó un tratamiento distinto a las posturas desarrollistas y populistas (Schiavoni 2005) que presentamos anteriormente. Aquí los productores/as señalaron lo que necesitaban y los técnicos/as tuvieron que aceptar sus peticiones, aunque contradijeran sus sugerencias para el beneficio de la organización. Los componentes organizacionales son privilegiados antes que los técnico-productivos. Sin embargo, la labor de los técnicos/as se circunscribió a las interfaces estatales y a la redacción de proyectos para acceder a beneficios de acceso a créditos e insumos. Su participación en las asambleas de socios, como un nuevo dispositivo, era nula, aunque podían asistir. En esas circunstancias señalaron que permanecían en silencio, sin intervenir en las tensiones entre miembros y tampoco interferían en las decisiones que surgían de allí. También eludieron situaciones donde algunos socios en conflicto con otros buscaron su colaboración para que terciaran en favor de ellos. Es decir, colaboraron una vez que la resolución estratégica planteada por el conjunto de la asamblea decidió el rumbo a seguir.
El respeto a las decisiones resultó un aspecto que los técnicos/as sostuvieron en sus entrevistas. Intervenir para hacer prevalecer una posición fue descartado como opción porque eso alteraría las dinámicas de una confianza en construcción. Una técnica relató la siguiente afirmación para ilustrar la recepción de propuestas y las desigualdades en el interior de la organización.
Yo nunca intenté forzar ningún proceso. Entonces siempre respetando sus decisiones, porque en definitiva eran ellos los que las iban a llevar a cabo. Entonces yo tengo muchos compañeros que por ahí se enojan porque proponen cosas, que están copadísimas, están rebuenas y los productores no las ven. Entonces todo a su tiempo. Entonces un poco respondiendo a sus demandas, en la medida de mis posibilidades, y laburando, y escuchándolos y viendo... y también equivocándome en un montón de cosas. Por ahí había cuestiones entre ellos...porque hay por ejemplo mucha diferencia... hay un par de productores que tienen camiones, que tienen puestos en el mercado, que tienen una posición económica muy superior a otros que son medieros y que trabajan cinco canteros -que no es nada- haciendo radicheta, que viven el día a día. Pero están en la misma cooperativa. Entonces para mí son socios y son todos iguales. Y bueno, y se genera conflicto, porque obviamente cuando llega un subsidio un rollo de nylon para el que tiene 3 camiones no significa nada, pero le cambia la vida al que tiene 4 canteros trabajando, que ni siquiera alquila, él trabaja para otro. (Entrevista a técnica agrónoma de dependencia nacional, 30 de septiembre de 2019).
No forzar los procesos se reveló como clave en la participación de los técnicos/as. Aun así, este testimonio aportó las fricciones que existen dentro de las organizaciones de productores donde se observan desigualdades entrelazadas (Jelin, Motta y Costa 2020). Las relacionalidades en el interior de las organizaciones marcaron que hay heterogeneidades y dinámicas de poder que unos productores ejercen sobre otros. En ese sentido, la obtención de recursos, aunque insuficientes, puede resultar muy provechosa para quienes estén en una posición más subordinada respecto de sus pares con mayor solvencia económica relativa. Si las asambleas de las organizaciones deciden repartir igualmente entre todos sus socios, los técnicos acatan esa resolución aun cuando: “se divide para todos lo mismo también estás repartiendo las desigualdades” (Entrevista a técnica agrónoma de dependencia nacional, 30 de septiembre de 2019).
Se percibe un límite a la intervención de los técnicos/as en las cuestiones organizacionales. Hay una confluencia entre la autolimitación por parte de los profesionales y aquel demarcado, tácita o abiertamente, por los productores/as. Ciertas cuestiones internas y propias de la organización deben resolverse entre quinteros, mientras que los técnicos/as se distancian de ellas para luego regresar y una vez solucionados los eventos que provocaron las fricciones. Aquí no se trató de una desafección, desinterés, más bien respondió a la comprensión de que las tramas organizacionales se refuerzan a partir de una relación entre pares (aunque desiguales) de las que los técnicos/as no forman parte.
Ante el crecimiento de las organizaciones, emergen tensiones en las relaciones entre los técnicos/as y los productores/as. Se manifiestan en las orientaciones de acciones y de diversificación de estrategias, donde los referentes de estas organizaciones trazan un límite a la participación de estos profesionales. Cuando en instancias fundacionales lograron adhesiones a sus propuestas, ante el incremento de integrantes y volumen político alcanzado, los referentes hablaron directamente con las líneas de gestión política nacional y saltean el lugar de intermediarios que tenían los técnicos/as en algunas circunstancias.
Estas situaciones conflictivas no tuvieron una recurrencia significativa en los testimonios relevados, aunque marcan una toma de posición de los referentes de productores. Los casos donde ocurrió esto fueron en las organizaciones de mayor incidencia territorial y capacidad de articulación de otras organizaciones pequeñas: Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) y el Movimiento de Trabajadores Excluidos rama rural (MTE). La orientación de los pasos futuros comenzó a delinearse a partir de los integrantes de esas agrupaciones, sin tener consultas constantes a técnicos/as de las dependencias estatales con quienes habían planificado acciones en otros momentos. En algunas ocasiones, los profesionales intentaron dialogar pero no lograron hacerlo. Entonces optaron por pensar nuevas acciones con otros productores, en un trabajo más próximo, y así obtuvieron receptividades de sus saberes y tampoco colisionan con la trama organizacional gestada en el cinturón hortícola.
La presencia multiactoral es reconocida por los técnicos/as. Una misma familia puede tener, en una misma quinta, al padre que pertenece a una organización y a los hijos/as y sobrinos/as que forman parte de otra. Inclusive es factible hallar que diferentes dependencias estatales trabajen, al mismo tiempo, en una unidad productiva. En esa confluencia de intereses, superposición de tareas y campos de interlocución múltiples los técnicos/as realizan su tarea, en un escenario tensionado por disputas políticas.
A pesar de las controversias y límites que encuentran por parte de algunas posiciones de los referentes de las organizaciones, una red de afectos nutre la intervención de los técnicos/as. En este caso las técnicas, las ingenieras agrónomas, fueron las que pusieron esta dimensión de un relieve significativo para ellas. Las relaciones afectivas ocurren con los productores/as, antes que con los referentes de las organizaciones. Estos son catalogados como cuadros más urbanos, atravesados por “la rosca” (las contiendas y negociaciones políticas) que habilitan y digitan algunas de las intervenciones profesionales. Con los productores/as, sus palabras marcan la confianza lograda a partir de los vínculos logrados en el trabajo sostenido en el tiempo. Las personas entrevistadas son profesionales que concurren a las quintas, dialogan con productores, participan en los dispositivos asamblearios, entre otras acciones. No son profesionales de “oficina o escritorio”, más bien revisten una necesaria itinerancia para desarrollar la tarea. Aquí se enlaza con una tradición recuperada de la vertiente latinoamericana con sectores campesinos que apunta a la realización de propuestas educativas y participación política. La itinerancia les permite reencontrarse con productores/as que hace tiempo no veían. Se reactualiza el vínculo e incluso, a partir de esa confianza, llegan a otros productores/as con los cuales jamás trabajaron. Se allana un camino para realizar propuestas de nuevas prácticas de horticultura en las quintas.
Los tiempos prolongados de trabajos compartidos trazan relaciones solidarias y de compromiso de género entre productoras y técnicas. En una entrevista, una técnica relató una escena donde describe su vínculo con una productora, que atravesaba una situación compleja familiar.
En marzo al hijito de una productora de 2 años le pisó un pie un camión, que no lo mató de recontra pedo porque estaba en un pozo. Le tuvieron que amputar 2 dedos, después lo volvieron a internar, le amputaron un dedo más. La productora tiene 7 pibes, tiene 33 años. Ahora tiene problemas con la nena más grande que se le fue de la casa. […] Tienen el nene de 2 años al que le pasó lo del piecito, tienen un bebito de 3, 4 meses. Entonces estaba internado el chiquitito, el del accidente, y estaba la nena más grande con el otro a upa para que la madre le dé la teta. No sabía lo que era un sacaleche. Entonces yo fui a una farmacia y compré un sacaleche, de los más comunes. Y se le resolvió la vida, porque ella se sacaba [leche]. Ahí, en el Hospital de Niños, hay heladera, tenía... y hay cosas, viste... y bueno, y la chica [la hija] se pudo volver... que la quinta encima queda en Abasto, lejos. Y se pudo volver con el bebé, entonces llegaban 2 o 3 veces... cuando venía el papá llegaba la leche. O alcanzarle un termo con agua caliente. O esas cosas. Cosas... qué sé yo, como si lo hiciera con una hermana, con una amiga, no sé. (Entrevista a técnica agrónoma de una dependencia nacional, 30 de septiembre de 2019).
En este testimonio se condensan las desigualdades que atraviesan los productores/as en el cinturón hortícola, sus complejas tramas familiares, a la dificultad de sostener las tareas de cuidado con un ritmo de trabajo intenso. De la misma forma, se narra que la intervención trasciende una relación de proximidad sustentada en las labores productivas, sino que se amplía en redes de solidaridad extendidas más allá del ámbito de las quintas. Inclusive, para esta agrónoma, estas acciones se inscriben en un vínculo familiar o amistoso al que era necesario responder bajo una suerte de mandato ético.
En el caso del cinturón hortícola platense, las dinámicas de trabajo de los técnicos/as con los productores/as tienen especificidades para destacar. Aquí pudimos identificar que tienen tres ámbitos de incidencia, a veces superpuestos y otras en tensión, a partir de las reconstrucciones de sus prácticas en las quintas.
El primero ámbito de incidencia se encuentra con la agroecología como una innovación productiva para la horticultura (Díaz y Martínez 2022). Los técnicos/as instalaron esta modalidad de producción a partir de un trabajo sostenido en talleres y charlas, que se intensificó a partir de los eventos climáticos adversos y el aumento de los costos de los insumos. Si bien es factible encontrar en una misma quinta hortalizas sembradas bajo la modalidad convencional y la agroecológica, esta última comenzó a tener una mayor presencia en los discursos de productores/as organizados. La realización de remedios caseros, el planteo de nuevas maneras de comercialización y la observación de sus rindes logró que varias familias de productores experimentaran en sus quintas algunas prácticas agroecológicas. La coordinación de profesionales de las dependencias estatales resultó clave para que, en el marco de propuestas de formación, esto adquiera una mayor densidad. Todavía es apresurado afirmar que la producción hortícola se volcó totalmente hacia la agroecología, por esto los testimonios mencionaron el camino hacia una transición.
El segundo ámbito lo constituye la dimensión burocrática y organizacional. Los técnicos/as se encargaron de facilitar el acceso a solicitudes de subsidios, de inscripciones para la formación de cooperativas y la obtención de créditos e insumos ante fenómenos climáticos inesperados. Peticionar a los estados (nacional, provincial o municipal) requería de una serie de destrezas y lógicas organizacionales que los productores/as desconocían por entonces. Completar formularios o redactar proyectos, dispositivos frecuentes en los campos de interlocución estatales, fueron gestionados por técnicos/as que trabajaban conjuntamente con productores. Las necesidades de mejorar las condiciones de producción hicieron que se intensificaran los procesos de organización. Las etapas iniciales requirieron de trámites administrativos que oficializaron la trama organizacional que se desarrollaba entre los quinteros/as. Esta instancia fue traccionada por los profesionales que inscribieron este agrupamiento en las dependencias estatales pertinentes. Una vez oficializada la cooperativa, por ejemplo, dejaron que las instancias de decisiones estratégicas finales o tensiones en la organización las resolvieran los propios productores/as.
El último ámbito se conforma en las tramas afectivas originadas en los vínculos entre técnicos/as y productores/as. Las relaciones de confianza, construidas a lo largo del tiempo, lograron que se replantearan lógicas de la producción hortícola convencional y los proyectos de cooperativas se consolidaran. Los diálogos, las visitas a las quintas y los mates compartidos marcaron la proximidad entre estos agentes estatales y los quinteros/as. Hay un reconocimiento de las condiciones precarias de las unidades productivas del cinturón hortícola: la itinerancia de los técnicos/as hizo que tenga información real y de primera mano. De esa manera, identifican las desigualdades que atraviesan a los productores/as y se involucran afectivamente con ellos, que hasta llegan a colaborar en aspectos familiares que trascienden las actividades productivas.
Las confluencias de estos ámbitos marcan la especificidad de las intervenciones de técnicos/as en el cinturón hortícola platense. El trabajo político que realizan combina estrategias de innovación productiva y de conformación de organizaciones, que necesitan articularse con tramas afectivas y solidarias que las consoliden. Para futuras problematizaciones quedará por observar si es posible tensar algunos modelos de desarrollo horticultor a partir de la estabilización de las organizaciones de productores y la densificación de las prácticas agroecológicas por la que vienen trajinando, desde hace años, estos técnicos/as itinerantes en el cinturón hortícola platense.