Bibliographia
La Historia y su apreciación en sus fuentes inmediatas: el Saco de Roma en el carteggio de Francesco Guicciardini y los Diarii de Marino Sanudo
Appreciation of History in its Immediate Sources: The Sack of Rome, the Carteggio by Francesco Guicciardini and the Diarii by Marino Sanudo
La Historia y su apreciación en sus fuentes inmediatas: el Saco de Roma en el carteggio de Francesco Guicciardini y los Diarii de Marino Sanudo
Bibliographica, vol. 1, núm. 1, pp. 25-56, 2018
Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas
Recepción: 30 Octubre 2017
Aprobación: 23 Enero 2018
Resumen: El Saco de Roma cimbró la confianza de Occidente en la intangibilidad de los territorios vaticanos. En un ejercicio de comparación entre diversas fuentes ―centrado en la visión de dos autores que contribuyeron a la escritura de la historia en el Renacimiento― este artículo desmonta el mecanismo por el cual ambos relatan para dar cuenta de las exacciones de las tropas imperiales, invasores indeseables de la península itálica. Con énfasis específico en la relación diacrónica entre el epistolario de Guicciardini, sus discursos apologéticos y la reflexión que subyació a la redacción de su Historia de Italia, se apuntala la visión de la lenta gestación de una escritura destinada a explicar razonadamente las decisiones tomadas para deslindar responsabilidades en los hechos narrados, y la importancia de las epístolas escritas al calor de los sucesos. Por otra parte, la profusión de fuentes y el rechazo explícito de una hermenéutica de las mismas, en el caso de los Diarios de Marino Sanudo, es leída como testimonio de la confusión vivida por la población italiana en los días posteriores, la imagen negativa de los soldados y su crueldad. Estas miradas cruzadas representan un ejercicio de cómo el análisis de las fuentes sincrónicas en su proceso de gestación permite arrojar nuevas luces e interpretaciones sobre la escritura de la Historia.
Palabras clave: Francesco Guicciardini, carteggio, Marino Sanudo, Diarii, Saco de Roma, 1527.
Abstract: The Sack of Rome shook the Western world’s confidence in the intangibility of Vatican territories. In a comparison exercise several sources, focused on the points of view of two authors who contributed to the writing of history during the Renaissance, this paper disarms the mechanism through which both authors built their narrations, to account for the exactions of imperial troops, undesirable invaders of the Italian Peninsula. With specific emphasis in the diachronic relation between Guicciardini’s epistolary, his apologetic speeches and the underlying considerations of the writing of his Historia de Italia, this article enhances the view of the slow development of a writing destined to reasonably explain the decisions taken to demarcate responsibilities for the facts narrated, and the importance of letters written in the heat of the moment. The abundance of sources and the patent rejection of its hermeneutic approach in the case of the Diarios, a work by Marino Sanudo, are read here as a testimony of the confusion experienced by the Italian population in the aftermath of the event, the negative image of the soldiers and their cruelty. These contested visions represent an example of how a synchronic sources analysis during their development process provides new light and interpretations on the writing of History.
Keywords: Francesco Guicciardini, carteggio, Marino Sanudo, Diarii, Sack of Rome, 1527.
Escritores activos en la época de transición entre los siglos XV y XVII, Francesco Guicciardini y Marino Sanudo comparten la misma voluntad de plasmar sobre papel y diseccionar por medio de la escritura los conflictos que sacudieron la península itálica a partir de la llegada de las tropas de Carlos VIII durante la primavera de 1494. También comparten, además de la autoría de textos históricos, una importante producción a la que se puede tachar de “informal” ―puesto que no responde ni a un cuidado específico de construcción de relato ni a imperativos estéticos―, material informativo que da acceso a la historia en pleno desarrollo durante uno de los periodos críticos del pasado europeo.
En el caso de Guicciardini se trata de su carteggio, la abundante correspondencia que redactó a lo largo de su carrera política; Marino Sanudo se refiere a sus Diarii, amplio conjunto documental que construyó esperando que le fuera encargada la redacción de la historia oficial de la república de Venecia.1
En este artículo2 me propongo cruzar la mirada de estos dos hombres coetáneos acerca de un acontecimiento preciso, particularmente doloroso, el Saco de Roma de 1527, el cual daría pie a una producción histórica y literaria muy abundante en los años subsecuentes,3 la cual analiza documentos de gran actualidad que reflejan la visión sin mediación de dos patricios de origen muy diverso que se vieron implicados de distintos modos en los asuntos de su tiempo. Esta confrontación nos permitirá, a la vez, medir el grado de conciencia de ambos frente a los acontecimientos que narran, y analizar el modo en el que dan cuenta ―o no― de ellos en sus escritos inmediatos y/o posteriores, según el caso. La narración de las “extremas miserias y calamidades”,4 de la “ruina de Roma”,5 por retomar dos de las expresiones empleadas por nuestros autores en referencia a la situación romana, será, pues, el punto de partida para una reflexión sobre las modalidades del tratamiento de la información.
Se io non volessi prima essere morto che vedere tanta crudeltà6
Francesco Guicciardini y el carteggio
Francesco Guicciardini (1483-1540), de origen florentino, antes de ejercer la pluma fue un actor político de primera importancia, primero al servicio de su ciudad ―que lo nombró embajador en España―, luego fue gobernador de la Romaña (actual Emilia-Romaña) y, finalmente, ministro del papa Clemente VII, para quien fungió en primer lugar como consejero y posteriormente en calidad de lugarteniente general, un papel clave en el que brilló por su capacidad estratégica y autoridad.7 Guicciardini se convirtió así en uno de los principales artífices de la Liga de Cognac, cuyo destino se selló en dicha ciudad a principios de 1526 para resistir la influencia imperial en los asuntos de la península itálica. Esta misma alianza será puesta en entredicho por el Saco de Roma en 1527.8 La correspondencia fue para Guicciardini el modo de acción más importante: escribió para informar, recibir la aprobación de sus superiores acerca de las decisiones tomadas o por tomar, obtener fondos y refuerzos, desplazar a las tropas, etc. Aunque aún se espera su edición completa, las cartas de Guicciardini cubren el periodo de 1499 a 1540 y brindan a los lectores una ojeada a la historia de los poderosos tal y como se concibió desde las antesalas del poder, inaccesibles al común de los mortales. Resulta de gran interés ver cómo Guicciardini, quien más adelante en su Consolatoria, Accusatoria y Defensoria,9 así como en su monumental Historia de Italia,10 evocaría el Saco de Roma, acontecimiento de gran trascendencia tanto para Italia como para su carrera política; con una distancia crítica, a modo de un intelectual arrepentido, de cierto modo, da en su correspondencia, aún parcialmente inédita,11 una imagen completamente distinta en sus escritos producidos al fragor de la acción.
Para el periodo seleccionado, el mes de mayo de 1527, sólo encontramos un número relativamente limitado de cartas, unas 30, cuando por lo general el lugarteniente de Clemente VII redactaba un promedio de 100 misivas al mes.12 Esta disminución en la producción epistolar se explica, entre otras razones, por los incesantes movimientos del ejército en campaña en el cual se encuentra Guicciardini, que le dejan poco tiempo para escribir, siempre “con las botas puestas”13 y en situación de total carencia de los medios adecuados; en efecto, Guicciardin acota en otra carta que escribiría diariamente si estuviera en sus manos hacerlo, pero no tiene a su disposición “ni correos, ni diligencia, ni orden”;14 Subraya, asimismo, lo complicados que son los intercambios epistolares cuando las carreteras están cerradas por todas partes,15 y los sobres son regularmente interceptados. Entre las cartas que subsistieron de dicha época encontramos cuatro que evocan de manera significativa la toma de la Ciudad Eterna por los enemigos de la Liga.16 La primera tiene fecha del 8 de mayo de 1527, dos días después del inicio del pillaje, mientras que la última es del 16 de mayo, apenas una semana después. En las cartas que siguen, la preocupación principal será la manera de liberar al papa de su encarcelamiento en el Castillo Sant’Angelo. Esta relativa austeridad de la descripción, dada la importancia que revistió el evento para sus contemporáneos, contrasta con la prolijidad que le dedica Sanudo en sus Diarii. Sin embargo, resulta fácil comprender por qué Guicciardini no desea explayarse acerca de un desastre del que puede ser considerado parcialmente responsable, al menos por su falta de anticipación, y que aprovechó más bien sus escritos para influir en el desarrollo de los acontecimientos. El encargo principal del lugarteniente del ejército coalicionado es liberar el Sumo Pontífice, para lo cual no es necesario describir las atrocidades de las que él mismo ha sido víctima, y es muy probable que considerara que sus otros interlocutores podrían haber recibido noticias por canales alternativos.17 En fin, de su discurso se infiere rápidamente que pormenorizar las fechorías de los saqueadores no tendría más efecto que acrecentar el dolor, y que las palabras no bastan para describir la amplitud de los daños, como veremos más adelante.18
Si en su correspondencia Guicciardini no da rienda suelta a su opinión sobre la masacre, refleja, sin embargo, la capacidad de análisis del florentino in media res. En una carta del 24 de abril dirigida al datario papal Gian Matteo Giberti, Guicciardini da a conocer el carácter inminente de un desastre político y militar en Florencia, ciudad que desde Milán el ejército imperial aún podría convertir en blanco. En dicha carta observa que solamente el temor de un ataque sangriento impide al pueblo florentino, cansado de financiar las campañas militares, derribar el gobierno que sólo conserva la apariencia de una república.19 Para prevenir cualquier asalto Guicciardini vigila durante un tiempo los desplazamientos de las tropas enemigas. El 29 de abril, cuando los lansquenetes se aprestan a marchar sobre Roma, el lugarteniente sigue sin conocer sus designios y escribe de nuevo al datario: “Per li avisi che s’hanno insino a hora non pare che li inimici siano per venire sì presto alla via di Roma, ma per travagliare le cose di Thoscana. Dove se forse trovassimo difficoltà, potrebbono voltarsi di costà” (carteggi, 12).20
Cada nuevo día da lugar a nuevas conjeturas basadas en parámetros muy diversos, tales como las condiciones climáticas, susceptibles de alentar los desplazamientos; la viabilidad de los caminos con la artillería, la consecución de los recursos financieros necesarios para la retribución o la sustitución de los soldados:
Le gente sue [del duca di Urbino] sono vicine a 3 migla a Firenze, e Svizeri et Franzesi tra el Borgo et Decomano; et havevano insino non hierlaltro a accostarsi a Firenze, con ordine di passare hieri tucti innanzi et unirsi; ma perché non ci era danari da pagare, e Svizeri non si vollono muovere né non hierlaltro né hieri; né sono certo se lo faranno hoggi (carteggi, 9).21
Nada parecía favorecer la empresa del florentino. A las limitaciones logísticas se suma la falta de informaciones recientes y confiables, la ambición de los capitanes con los que Guicciardini debía convivir ―en particular Francesco Maria della Rovere, duque de Urbino, comandante de las tropas venecianas― y la incompetencia del cardenal Passerini, responsable de la contribución florentina a la Liga de Cognac, que “quiere estar en todo y no sabe hacer nada”,22 sobre todo cuando de abrir la bolsa se trata; todo ello sin contar las negociaciones que habían empezado y culminado en Roma en marzo, para ser retomadas en Florencia en abril, y siempre sin impacto real en la resolución del conflicto.23 De este modo, conforme avanzan las cartas Guicciardini se muestra particularmente perspicaz al poner por delante los elementos que lo hacen dudar de una salida positiva del conflicto. En efecto, subraya la incapacidad de los soldados del ejército de la coalición ―sin paga y exhaustos― para llevar a cabo una guerra de larga duración. En sus palabras: “Le cose sono reducte in luogo che non si può più sperare di accordo: o vincere o morire; bisogna non perdonare a niente et non tardare più, poi che el tardare ci ha condocti in luogo che né pace possiamo havere né sostenere la guerra senza l’aiuto o di Dio o del caso” (carteggi, 13).24
Del mismo modo, pone de manifiesto la grave escasez de dinero, mientras que se suceden las promesas de donaciones y los errores sucesivos del duque de Urbino, quien antepone sus intereses personales a los de los aliados cuando decide, al dirigirse hacia Módena, “abandonar la cabeza, lugar en situación de peligro tan evidente, para salvar el meñique de la mano, que aún no está padeciendo”.25
Todo concurre, pues, hacia la ruina, el “gran desorden”26 que el lugarteniente teme y que, para él, tomará forma en una carta del 8 de mayo (aunque el 5 del mismo mes Gian Matteo Giberti ya haya dejado vislumbrar un desplazamiento de las tropas imperiales hacia Roma). Al recibir noticia del ataque Guicciardini ordena que Guido Rangoni, capitán del ejército francés de la Liga, conduzca sus tropas hacia la ciudad santa, y al mismo tiempo manda que los soldados franceses y venecianos restantes se le unan a la mayor brevedad. El 7 de mayo, el historiógrafo florentino aún piensa que la dificultad inherente al asalto de Roma podría haber orillado al enemigo a voltear hacia Siena y la Toscana,27 donde todavía se encuentran las fuerzas aliadas, que no se deciden a abandonar del todo el área sin planear una eventual retirada hacia Florencia: como lo dice Guicciardini, “dejar la Toscana en un peligro tan evidente no está bien, y no brindar ayuda [al papa] con todas nuestras fuerzas está mal”.28
Si bien Guicciardini no se detiene mucho en el tema, es posible reconstituir a partir de sus cartas una cronología precisa de los hechos que iniciaron con la entrada a Roma por el Borgo el lunes 6 de mayo, al alba. Después de dos horas de combate, el Borgo y el Palazzo cayeron en manos enemigas. El mismo día, los soldados españoles se apoderaron del Trastevere y entraron a su vez a la ciudad, a las 11 de la noche, pasando por el Puente Sixto. Si nos atenemos a las misivas de los días 10 y 13 de mayo, saquearon la ciudad con numerosos homicidios e infinitas impiedades,29 cometiendo muchas ejecuciones y echando mano de toda índole de crueldad y acciones sacrílegas.30 El papa, al ver a las tropas de Carlos de Borbón acercarse peligrosamente, se marchó hacia el Castillo Sant’Angelo. Guicciardini desaprobó esta decisión, considerando que la tragedia podría haberse evitado si el pontífice hubiera recibido el consejo de un colaborador prudente. Se puede, por tanto, inferir que achaca la suerte de la ciudad a una falta de previsión por parte del papa y sus ministros. Escribe al respecto: “Nostro Signore la mactina medesima si era ritirato in Castello, et era stato in opinione di andarsene a Hostia; ma per havere inteso da uno prigione la morte di Borbone, et che non confidavano di piglare Roma, si era lasciato, el povero Signore, volgere da quelli che lo consiglorno che non partissi” (carteggi, 23).31
En efecto, el condestable Carlos de Borbón, quien encabeza los ejércitos enemigos, muere de un arcabuzazo durante el primer asalto; numerosos soldados imperiales perecen, mientras que entre los aliados las pérdidas son limitadas. Según Guicciardini el pueblo romano, al que se le propuso huir, decide quedarse para proteger al papa, lo cual sin duda representa para él una luz de esperanza, de igual modo que las informaciones según las cuales aún se puede pensar en una victoria, dado que “li inimici per la grandeza della preda, alla quale sono tucti intenti, et per le lascivie (ché hanno a boctino tucte le donne di Roma) sono in grandissimo disordine et in roptura tra loro, et che ne sono morti in questi assalti circa a 1500 de’ buoni” (carteggi, 27).32
Las cartas que cubren el resto del mes dan cuenta de las negociaciones llevadas a cabo por Clemente VII con el propósito de conseguir la liberación de la ciudad, para la cual las propuestas que le habían sido hechas ponían como condición un precio exorbitante y un exilio del pontífice a España con sus prelados. Guicciardini y Guido Rangoni intentan elaborar una estrategia para salvar al papa, al tiempo que le garantizan una retirada sin complicaciones. Sin embargo, los problemas endémicos de la Liga no han desaparecido y la lentitud del flujo de dinero ―acentuados por el derrocamiento del gobierno florentino, que Guicciardini aprueba y de cuya defensa ha sido uno de los principales adalides― no facilita la empresa. Entonces escribe el lugarteniente muy contrariado: “Et nondimanco in tanta confidentia vegga Vostra Signoria Reverendissima quanto vilmente si è perduta in uno dì a bactagla di mano Roma, et rovinato el mondo” (carteggi, 23).33 Después afirma que desea llevar a cabo lo que emprendió liberando al papa ―puesto que de éste depende la salvación o destrucción de todo―34 antes de poner fin a su misión. El asalto duraría ocho meses y el papa tardaría hasta junio de 1528 para volver a instalarse en el Vaticano.
Sarebbe impossibile non solo narrare ma quasi immaginarsi le calamità di quella città
Los escritos post res perditas: Orationes e Historia de Italia
Me parece importante, sin embargo, para entender mejor al hombre cabal que es Francesco Guicciardini y la perspicacia que lo caracteriza al enlistar las causas del fracaso de la Liga de Cognac, poner su correspondencia en perspectiva con los otros escritos en los cuales el autor hace referencia al drama del que fue, muy a pesar suyo, una especie de guionista. Se trata, por una parte, de las orationes fictae y, por la otra, de la Historia de Italia.
Los tres textos, que redactará en el otoño de 1527, conforman ―como bien lo mostró Fournel― “un análisis inmediato de la derrota” que es al mismo tiempo personal, puesto que Guicciardini se ve forzado a abandonar sus funciones públicas, y colectiva, en la medida en que el Saco significó para los estados italianos el fin de su autonomía.35 Al asumir sucesivamente las posturas del amigo que consuela, del fiscal y de la defensa en un proceso ficticio donde él es el acusado y en el cual debe rendir cuentas ante el pueblo de Florencia de lo que ocurrió bajo su mandato como lugarteniente, Guicciardini sólo se refiere brevemente al Saco, al inicio de la Consolatoria y posteriormente en la Accusatoria:
La calamità, la ruina di tutto el mondo non nasce da altri che da te. Per te è sbandito da tutti el nome santo della pace, el mondo tutto è in guerra, in arme, in fuoco. Per te è stata data in preda agl’infideli l’Ungheria; per te è andata Roma a sacco con tanta crudeltà, con tanta ruina universale e particulare di tanti nostri cittadini; per te gli eretici dominano e’ luoghi santi; per te hanno gittate a’ cani le reliquie.36
Abundan en estos textos las imágenes de la ruina, también recurrente en las cartas, pero lo que importa para el autor en ellos no es tanto el resultado desastroso de la campaña, sino la determinación de su propia responsabilidad al respecto. Aquí el procedimiento de la confrontación de los puntos de vista se revela particularmente útil, pues permite que aflore el punto central de su razonamiento: al lugarteniente se le puede ciertamente reprochar un error de apreciación, pero no se le puede imputar razonablemente la suerte funesta de la Liga:37
le arme non si pigliorono né per ambizione né per altro fine che per liberarsi da questo pericolo; chi considererà, dico, queste ragione, sarà sforzato a confessare che rare volte fu per alcuno principe presa impresa né si giusta né si necessaria, né con maggiore speranza della vittoria. Né si gridava allora altro per ognuno e non manco per e’ savi, che contro alla timidità ed irresoluzione del papa che pareva che andassi più lentamente che non si doveva a questa deliberazione; nella quale se lo evento è stato diverso dal giudicio, non per questo si debbe dare colpa a chi avessi consigliato la guerra, poi che le ragione erano tale che lo persuadevano a ogni savio...38
La introspección a la que se dedica el autor en estos textos, así como el análisis sistemático de los argumentos de sus detractores (basados en un discurso referido y que dejan al descubierto un desconocimiento profundo de los hechos y su encadenamiento lógico) apuntan al propósito de Guicciardini para aceptar la derrota. Con base en esta interpretación, la escritura de la historia, que permite evidenciar el enmarañamiento de las causas y consecuencias de un acontecimiento, puede ser considerada como un intento distinto de racionalización de lo ocurrido. Cuando Guicciardini regresa, años después, en el décimo octavo libro de su Historia de Italia a los acontecimientos terribles del mes de mayo, es resultado de una larga reconstrucción de la cadena de causalidades iniciada en 1494; no es, por tanto, de extrañar que en ella haga gala del espíritu de análisis que lo caracteriza y por el cual su obra ha sido alabada en numerosas ocasiones.39 Enumera entonces retrospectivamente las causas del fracaso, en una lista que completa y precisa sin que desaparezcan aquellas que fueron puestas de manifiesto en el momento de los hechos. Así, según el historiógrafo, Roma había sido señalada a los soldados imperiales como objetivo para saciar su codicia y garantizar su progresión en el territorio de la Liga de Cognac, y fue sacrificada para salvar Florencia. Justifica el Saco como resultado de la imposibilidad para el ejército aliado de llevar a cabo una guerra de frente (más que una guerra de asedio, lo cual llevó a seguir al enemigo, más que a adelantársele), del empecinamiento de un capitán que antepuso su propia ganancia al bienestar de Italia y del papa, de la incapacidad del propio papa para tomar las decisiones necesarias a debido tiempo40 y, finalmente, por los golpes que cimbraron los cimientos del gobierno florentino e impidieron al ejército de dicha ciudad reconocer con anticipación el terreno de la campaña. La toma de la Ciudad Eterna se explica además debido a la confianza ciega de Clemente VII, quien despidió a su ejército cuando el enemigo estaba en las puertas de la ciudad, a causa de la falta de discernimiento que mostró al dejar su defensa en manos de Renzo da Ceri y por la rapidez con la que el enemigo actuó para llevar a cabo sus designios. El día fatídico los soldados imperiales fueron favorecidos por la suerte (emplea en toscano la palabra “fortuna”)41 y las condiciones climáticas, mientras que la muerte del condestable de Borbón, elemento inicial, dejó a los soldados privados de mando y libres de sus actos:
o diffidando, poiché alla difesa di Firenze erano condotte le forze di tutta la lega, di potere fare frutto in quella impresa, né potendo anche sostentare più l’esercito senza denari, condotto insino a quel dì per tante difficoltà con vane promesse e vane speranze, e però necessitato o a perire o a tentare fortuna, deliberò di andare improvvisamente e con somma prestezza ad assaltare la città di Roma; dove e i premi della vittoria e per Cesare e per i soldati sarebbono inestimabili, e la speranza del conseguirgli non era piccola, poi che [il papa], con cattivo consiglio, aveva licenziato prima i svizzeri e poi i fanti delle bande nere, e ricominciato sì lentamente (disperato che fu l’accordo) a provedersi che giudicava non sarebbe a tempo a raccorre presidio sufficiente.42
El ejército de la Liga de Cognac, conducido por Rangoni, llegó aquel mismo día de la entrada de las tropas imperiales a Roma pero, impotente ante lo ocurrido, renunció a intervenir, esperando una mejor ocasión que no llegaría sino hasta mucho después. Por tanto, se esforzó en evacuar hacia Orvieto al Sumo Pontífice, que había quedado encerrado en el Castillo Sant’Angelo con los más altos dignatarios de la Iglesia.
De aquí se desprende con claridad que, si bien con un ropaje más sustancioso, los elementos mencionados en la correspondencia de Guicciardini son retomados para la redacción de la Historia de Italia, a veces incluso con términos muy similares, como aparece de manera indudable en estos dos fragmentos, extraídos el primero de la carta del 13 de mayo a Silvio Passerini, ya aludida, y el segundo del libro 18 de la Historia de Italia:
et più al tardi entrorono in Roma. La quale hanno sacheggiata, factovi occisione assai, et usato ogni spetie di crudeltà et di sacrilegii, non havendo rispecto non solo a quella degnità che tucto el mondo adorava, ma né alle chiese né a Dio.43
***
Entrati dentro, cominciò ciascuno a discorrere tumultuosamente alla preda, non avendo rispetto non solo al nome degli amici né all’autorità e degnità de’ prelati, ma eziandio a’ templi a’ monasteri alle reliquie onorate dal concorso di tutto il mondo, e alle cose sagre.
La misma confluencia textual se encuentra un poco más adelante en el relato historiográfico, cuando se pone de manifiesto la imposibilidad de narrar los hechos (Però sarebbe impossibile non solo narrare ma quasi immaginarsi le calamità di quella città; Impossibile a narrare la grandezza della preda),44 que hace eco a una carta del 15 de mayo a los Ocho de Práctica (De’ danni et ribalderie facte in Roma et della preda inestimabile che hanno facta non si potrebbe dire tanto che non sia decto molto più).45 Una de las explicaciones de estas similitudes reside sin duda alguna en el hecho de que cuando emprende explícitamente un regreso a las fuentes para redactar su Historia, Guicciardini consulta, entre otras, las cartas que redactó durante su misión como lugarteniente.46
Sin embargo, cabe observar que Guicciardini distingue, en su monumental historia, entre dos tipos de integrantes de la infantería enemiga, algo menos evidente en el carteggio. Por un lado los españoles quienes, apostados en el Trastévere, dejados sin órdenes ni noticias de la otra parte del contingente, deciden penetrar en la ciudad por el Puente Sixto y no muestran respeto por el nombre y la dignidad de los prelados ni por los templos, conventos y reliquias, a tal punto que Guicciardini los compara con los godos, aquellos bárbaros que saquearon la ciudad en el año 410.47 A estas fechorías se añade el robo de las riquezas romanas, cuyo valor era incalculable (Guicciardini habla de más de un millón de ducados, a los cuales se puede añadir el dinero de los rescates posteriores de numerosos personajes que habían sido puestos en cautiverio).48
Del otro lado están los alemanes, luteranos, que se oponen a la iglesia romana y sobresalen por su barbarie, particularmente en lo relativo a los objetos del culto; añadieron a estas fechorías crueldad e insolencia, obligando a los prelados a recorrer la ciudad montados en animales viles, lo cual, por la vergüenza que les provocó, acortó sus vidas.49 En su correspondencia, en cambio, Guicciardini retoma este último acto atribuyéndoselo nada más a los españoles: “Sono prigioni la Valle, Cesarino et Araceli. Et questo fu condocto pubblicamente in su uno asino dove piacque a certi Spagnoli che l’avevano preso”.50 Esta larga lista de calamidades se ve aún aumentada por los daños materiales: destrucción de los palacios de prelados y ricos y ―mientras los españoles solían mostrar cierto grado de piedad a cambio de sumas de dinero significativas― los alemanes, que pasaban después de ellos, daban muestras de máxima crueldad al no dejar en pie ningún palacio o exigiendo para perdonarlo un segundo monto de rescate. No hacían excepción con nadie, incluso quienes por tradición se habían sumado a las fuerzas del emperador (como, entre otros, los Colonna). Y finalmente sigue la descripción de los malos tratos infligidos a las mujeres.
Esta última evocación del Saco de Roma es la del hombre de acción que, después del negozio, ve que toma forma el ozio e intenta relatar los acontecimientos terribles de los cuales ha sido a la vez actor y espectador, es decir, según sus propios términos, “una llama y una peste que no sólo transformó los estados, sino también los modos de gobernarlos y de guerrear”,51 cuando Italia tenía a “dos aves de presa en sus entrañas”.52 Resulta interesante que la descripción que da Guicciardini del Saco con la distancia de la reflexión, aunque más completa, no deja de coincidir con el análisis fino de las causas y consecuencias que entregó en vísperas y en los días inmediatamente posteriores a los hechos.
La (più) terribile tragedia che si sentisse mai53
Marino Sanudo y los Diarii
El caso de los Diarii de Marino Sanudo (1466-1536) es muy distinto. Sanudo o Sanuto, apodado “el joven” ―para distinguirlo de su homónimo Marino Sanudo Torcello, llamado “el viejo”― era un patricio veneciano y hombre de letras que da cuenta de los acontecimientos presenciados, esperando ser considerado algún día para el puesto de historiógrafo oficial de la República de Venecia. Elabora un inventario minucioso de las cosas que ocurrieron en Italia y fuera del país, insertando en su texto materiales muy dispares tanto de índole oral como escritos, que recopila para este fin. Toma así nota de diversas cartas y, por medio de ellas, de las decisiones que vehiculan.54 Conforman sus Diarii 56 volúmenes que cubren el periodo de enero de 1496 a septiembre de 1533 y proporcionan un informativo reporte de los acontecimientos que tuvieron lugar durante su vida, desde el más insignificante, a veces incluso de índole casi privada, hasta las decisiones más relevantes de política interior y exterior, a lo cual se añaden numerosos detalles de la vida diaria en Venecia, así como algunos juicios muy personales.
En 1531 Sanudo obtiene de la República una renta de 150 ducados por mes y acceso a los archivos secretos de la Serenísima, con el compromiso depermitir a Pietro Bembo, recientemente designado para el puesto que Marino codiciaba, la compulsa y utilización de sus notas.55 Este acceso privilegiado que Sanudo tuvo a los documentos secretos de Venecia confiere a su trabajo un carácter único; el mismo Bembo dirá de los Diarii que contienen “mucho material muy útil, tanto como información superflua”.56 Según Guiglielmo Berchet, quien redactó el prólogo de la edición más reciente de los Diarii, es
la inagotable riqueza y la infinita variedad de los detalles que allí se narran la que hace de los Diarii una pintura viva, verídica, real, palpitante de su tiempo […]; el hilo de la historia se desprende de las noticias que se suceden con el transcurrir de los días, pero es una historia viva e inspiradora que se deduce de los documentos diplomáticos y de las cartas confidenciales, de las conversaciones de los príncipes, de los discursos del Senado, de las voces del pueblo, de anécdotas, de sátiras, todo ello reunido con máximo cuidado.57
Material muy variado, pues, testimonio privilegiado de la reticularidad de la información veneciana y polifónica por naturaleza, puesto que Sanudo se borra ante los personajes ―cualquiera que sea su rango― de los cuales da a leer los textos e intervenciones. El análisis que aquí propongo no puede de ninguna forma apartarse de este punto de partida, que constituye la esencia misma del trabajo de Sanudo.58
Si Guicciardini, en sus cartas, no es nada prolijo acerca del Saco, no pasa lo mismo con Sanudo, quien le dedica la casi totalidad del tomo 45 de sus escritos, en el cual los acontecimientos romanos son descritos unas veces de modo anecdótico, otras en un relato atiborrado de detalles. Así, “durante dos semanas en mayo de 1527, Sanudo transcribió 42 cartas recibidas de 13 corresponsales acerca del espantoso saqueo de Roma por las tropas imperiales”.59 Como en las cartas de Guicciardini, los días iniciales del mes de mayo se ven copados por las negociaciones llevadas a cabo para el ingreso de Florencia en la Liga de Cognac y Sanuto, del mismo modo que relata con precisión los puntos tratados por el Senado veneciano, no deja de describir las intervenciones de cada uno de los participantes presentes para el cierre del acuerdo, incluyendo a Francesco Guicciardini. El veneciano igualmente da cuenta de todos los desplazamientos decididos por los dirigentes de la Liga, con lo cual corrobora los hechos referidos por el historiógrafo florentino. Empero, y sin aviso explícito, estas descripciones ceden paso al relato de las “cosas de Roma” y a la información que circula al respecto: “La mattina tutta la terra fù piena di tal nove di Roma, chi la credeva et chi non, et maxime fin nona non esser venuto alcun avixo; di che tutti se meravegiava” (Diarii, 77).60
Sanudo incluso no repara en manifestar la divergencia de opiniones del Colegio y de los Diez en cuanto a la veracidad de los hechos; de ahí surge que incluso en las más altas instancias del poder veneciano se complicaba el establecimiento de un diagnóstico expedito y una ponderación justa entre los rumores y las informaciones veraces:
Et non essendo nulla di novo, a tutti pareva gran cosa, ogniun diceva la soa; io sempre d’opinion che la cosa era vera. Et vene una voce esser lettere. Fo mandato per la Signoria Lorenzo Roca secretario dal Serenissimo per saper, qual tornato, referì esser aviso di l’orator di Fiorenza ha per uno partì di Pexaro a dì 10, con nove vechie; siché tutti restono confusi. Et disciolto il Conseio apena, vene voce inimici esser intrati in Roma, morto il duca di Borbon et taià a pezi più di 4000 de inimici. Et questo era per lettere del Proveditor Pixani… (Diarii, 86).61
El mismo Sanudo vacila en cuanto al crédito que es oportuno dar a los relatos que transcribe. De entrada, en vez de sumarse a una versión o seleccionar la información pertinente, el veneciano confronta todos los rumores, todas las voces que tenderían a confirmar o desmentir la noticia que acababa de llegarle. En este proceso de selección deja lugar a la duda y expresa, por este mismo hecho, el ambiente de angustia y curiosidad que debía reinar en Venecia ante el anuncio de un acontecimiento de tal importancia simbólica: la toma rápida de Roma suscitó estupor y asombro, lo cual hizo que durante cierto tiempo los habitantes de la ciudad lacustre se sintieran incapaces de tomar posición frente a los hechos que les eran relatados. Una carta del Proveedor Pisani, que Marino Sanudo reproduce en sus Diarii, parece frenar en seco las vacilaciones:
avisa come a dì 6 inimici in Borgo erano presentati, et era stà gran difesa et morto il duca di Barbon di uno arcobuso nel peteneio, et di loro da numero 4000, i quali erano intrati. El Papa è redutto in castello con li cardinali. Sichè vadino presto per soccorrer Soa Santità. Poi scrive esso zerca danari, et caminavano avanti (Diarii, 86-87).62
[...]
Scrive esser venuto uno fratello da Lenso da Perosa contestabile nostro, qual parti da Roma a dì 7. Referisse inimici esser entrati in Roma per il Borgo del castello per Belveder, et sachizavano Roma, brussando etc. Il Papa era intrato in castello con li cardinali, excepto do, il cardinal Valle et Cesarin, i quali sono di la fazion Colonese, et li oratori, tra li quali il cardinal Pixani suo fiol. Et haver visto portar morto da tre archibusate il duca di Barbon, et tuttavia sachizavano Roma, mettendo foco in molte case” (Diarii, 87).63
Mientras que la transcripción de esta misiva podría dejar pensar que se acabó el debate acerca de la veracidad de la toma de Roma, Sanudo transcribe otro fragmento del que toma conocimiento el día 12 de mayo: cuando el Señor Baldissera preguntó al mensajero del duque de Urbano si era cierto que los españoles habían entrado a Roma, le dijo que no.64
Al principio Sanudo recibe información de la caída de la Ciudad Eterna sin más detalles, lo cual le deja el campo libre para relatar las exacciones cometidas también por los soldados aliados, de lo cual Guicciardini no hacía eco. Esta elección denota una voluntad de describir los hechos sin concesión alguna hacia sus protagonistas ni intención de transmitir una verdad oficial de cualquier tipo. De este modo, menciona las exacciones del ejército de la Liga de Cognac ―grisones y suizos, franceses guiados por Michel-Antoine de Saluces, italianos de Juan de las Bandas Negras―, que considera no menos crueles que las que serían infligidas al pueblo romano:
Li capitani di francesi sono la più parte mantoani, zoveni che non pensano se non robar. Di loro non potria scriver ben niuno, et sono malissimo pagati. De li fanti de la Chiesia et fiorentini, io non li ho visti, per esser aviati alla volta di Roma; ma pur ho inteso la verità. Quelli fo del signor Zanin di Médici, che si chiama la Banda negra, sono da 2500 et più tosto manco, et sono pezo che turchi. Hanno sachizato in Valdarno tre castelli de fiorentini, et forzato femene et fatto altre cose crudelissime (Diarii, 75).65
Una de las cualidades innegables de Sanudo es que no parece partir de ninguna idea preconcebida. En efecto, si bien el veneciano no vacila en dar cuenta de los hechos imputables a las tropas aliadas de la Liga, tampoco se abstiene de atestiguar los actos de crueldad de los enemigos, siempre y cuando tenga acceso a los hechos. Las informaciones ocupan su lugar en los diarios de Sanudo en el orden en el que van llegando a Venecia y el patricio toma conocimiento de ellas. Si el orden cronológico suele ser el eje rector de la organización del material bruto, en el caso del Saco de Roma que aquí nos interesa se suceden informaciones nuevas y noticias que ya tienen algunos días. Se vislumbra que Sanudo persigue la exhaustividad sin prestar demasiada atención a la calidad de la información, a las repeticiones o contradicciones. Resulta interesante observar que ningún comentario del autor acompaña los documentos transcritos.
Los detalles referidos por Sanudo corroboran varias veces el relato de Guicciardini. Entre éstos no puede dejar de mencionarse la alusión al valor del pueblo romano, cuando afirma que “el pueblo estaba decidido a compartir la suerte de Nuestro Señor, tomando las armas y la defensa de su Beatitud y de la ciudad, por voluntad propia”.66
El 10 de mayo Venecia divulga por fin la noticia de la toma de Roma, entre otras razones para acelerar la provisión, poniendo fin a la incertidumbre. El día 11, el Colegio debate con vehemencia acerca de la liberación del papa y el Consejo de los Diez decide brindarle auxilio. Sanudo toma nota de forma resumida ―al contrario de lo que acostumbra― de varias cartas que dan cuenta de los sinsabores de Roma, lo cual permite imaginar la abundancia de noticias que estaban llegando a Venecia:
Summarii di lettere venute di la nova di Roma, in lettere del secretario Rosso da Suggillo, a lì 10 Mazo, a hore 24. Alcuni fuziti da quella misera città di Roma, partiti il Marti avanti dì, a dì 7, affirmava il Papa esser in castello con quasi tutti li cardinali et oratori. Li inimici tutti esser intrati in Roma, sachegiando, et amazando senza perdonar né a donne né a puti, et brusavano qualche caxa. Et che nel suo ingresso et da poi ne sono stà morti cerca 4000. Affermano la morte del signor Camillo et del figlio del signor Renzo; de lui, non sapersi altro. El signor Orazio Bagion esser in castello. Barbon morto de uno arcobuso. Et esser tanta la confusion tra soldati, che se l’exercito de la liga arrivasse presto, se ruineriano l’inimici (Diarii, 90).67
Non si verifica la morte di Borbone, et non si crede, et dicono fu fatta quella fama per dare animo a questo exercito che si facesseno avanti, pensando che privi del capitanio havessino ad pensare poterli più facilmente rompere et trovare in disordine (Diarii, 123).68
Donde Guicciardini sintetizaba la información e iba directo al grano, es decir, la estrategia militar que se debía adoptar, Sanudo, como reportero de su tiempo, da cuenta pormenorizada sobre los actos de crueldad cometidos por los enemigos, a los cuales añade un resumen de su propio cuño. En la misma óptica, al infausto destino del Borbón y al encarcelamiento del papa y los cardenales añade el detalle de los malos tratos a los que fueron sometidas las mujeres romanas. Y es aquí donde se encuentra el verdadero nudo de la escritura de Sanudo: lejos de narrar una historia, la Historia, el autor se entrega por completo a un trabajo de redacción de memorias que lo lleva a consignar la totalidad de las informaciones recogidas y justifica que se dé lugar a un rumor infundado como una opinión que desmiente la muerte de Carlos de Borbón. Mientras que Guicciardini, sin duda confiado en la calidad de sus fuentes, da cuenta de la muerte del condestable francés en cuanto se entera de ella, preocupándose exclusivamente por la organización de las tropas imperiales privadas de su mando, Sanudo transcribe miles de versiones de la muerte del traidor y de su entierro, no sin haber dudado ―durante un lapso breve― de la veracidad de dicha defunción. En efecto, según los datos consignados sobre este hecho en los Diarii resulta que Carlos de Borbón murió en algunos casos de un solo arcabuzazo en el pecho, en otros después de una salva múltiple que le desgarró el muslo y explotó sus intestinos, en otros más solamente había muerto debido al rumor al servicio de los poderosos.
Tales hechos en la presentación de las informaciones consignadas le valieron a Sanudo el calificativo de “reportero” y justifican que se haya puesto de manifiesto el carácter pintoresco y naturalista69 de su crónica: no se encuentra en ella ningún intento de explicar las causas y consecuencias del Saco, ningún análisis ni puesta en perspectiva, ninguna conclusión que se pudiera sacar de la confrontación de las fuentes, sólo una colección de informaciones destinada a ofrecer una vista en conjunto de los acontecimientos, una fotografía de la palabra y la escritura en Venecia, en un momento preciso y alrededor de un tema específico.
Por último, cabe destacar en los Diarii de Sanudo la abundancia de relatos que denuncian las exacciones de las tropas imperiales ―a las que suele referirse como “los españoles”― y la insistencia con la que el cronista reproduce los documentos que atestiguan saqueos, masacres y atrocidades cometidas en contra de la Iglesia, sus prelados y, más aún, las reliquias cristianas. La amplia acogida que hizo a los documentos que atestiguan estos actos anti heroicos debe ser revisada en la perspectiva antiespañola predominante en Venecia,70 dando como característica general para los Diarii la acumulación de testimonios destinados a desacreditar a los imperiales. El relato hecho por un fraile de San Pietro in Vincoli al Dogo y referido por Sanudo es un ejemplo clarísimo de ello:71
Che intrati inimici in Roma la comenzono a sachizar, et quelli si defendevano nelli palazzi et caxe, poi presi erano tutti taiati a pezi, usando contro di loro grandissima crudeltà, et li puti morti li butavano fuora di le porte su la strada, et le done erano strasinate et menate per la terra, dico di le principal, da zente vilissima et altri, con grandissimi pianti et ululati che si sentiva per la città [...].
Che tutti hanno atteso a far butini, et è stà grandissimo saco con gran strage, et esser stà morti da 14 in 15 milia, et de inimici da 3 in 4000, secondo il suo iuditio.
Che li butini loro li redusevano in Borgo tenendo lì esser più sicuri che in Roma, et continue sachizavano, usando grandissima crudeltà, maxime contra preti et frati.
Che del suo monastero di S. Piero in Vincula, hanno sachizato tra arzenti el paramenti et altro per la valuta di scudi 30 milia.
Che hanno aperti et roti li monasteri di monache Observante et quelle vergognade, imo roto muri dove stavano done santissime richiuse, et quelle menavano per Roma vergognosamente.
Che uno crocefixo d’arzento era in la chiesia di S. Piero, li hanno dato et rotto in 4 parte, et a uno S. Pietro datoli 3 ferite.
Che la capella di S. Piero era fatta stalla di cavalli, nè hanno alcuna religion, nè timor di Dio.
Che hanno brusadi do bei palazi in Roma, quello del reverendissimo cardinal di Como, et quel del signor Renzo, oltra altre case…72
No obstante, como en el caso de Guicciardini, quien dice preocuparse por la “salvación del mundo y de la fe cristiana oprimida por estos herejes”,73 se opera una distinción entre los distintos cuerpos que componen el ejército imperial, y la oposición a la fe cristiana de los lansquenetes no puede más que acentuar sus fechorías. Esta gradación traiciona la representación que hacían los contemporáneos de esos soldados luteranos que viajaron a Italia buscando saciar su afán de lucro. Estas diferencias de comportamiento entre los miembros del ejército imperial parecerían, de hecho, ser causa de disensión interna: “Dice che, per certo lanzchenechi amazorono tutti li frati et preti, et dolendosi spagnoli, dicendo essere homeni da taglie, risposero havere promesso a Dio amazzarli tutti che veranno alle loro mani et non cavare da loro taglie” (Diarii, 122).74
De los escritos analizados emerge la descripción de un enemigo común: el ejército imperial, autor de fechorías de las que los coetáneos hablaron durante mucho tiempo, como lo relata Sanudo, y acerca de lo cual corrió mucha tinta. Aunque llamados genéricamente españoles cuando se habla de los adversarios, se puede observar una distinción entre naciones cuando se mencionan las acciones llevadas a cabo: cristianos, los españoles no son culpables de crímenes en contra de la Iglesia, pero se dejan llevar por la sed de oro y plata, mientras que las acciones sacrílegas y los asesinatos de miembros del clero y profanaciones sólo pueden ser obra de lansquenetes luteranos. Esta apreciación no es enteramente compartida ―o por lo menos explícitamente expresada― por Guicciardini en su correspondencia, pero terminará sumándose a ella en su Historia de Italia, tal vez influido por los numerosos relatos sobre el Saco que circularon en el lapso que medió entre los acontecimientos y su obra historiográfica posterior, en los cuales esta dicotomía se percibe con nitidez.75
Io ho deliberato di scrivere le cose accadute alla memoria nostra
Conclusiones
El carteggio de Guicciardini y los Diarii de Sanudo presentan la particularidad de ser testimonios en contacto directo con los acontecimientos que vivieron sus autores; permiten apreciar sin ninguna mediación, y al lado de cualquier proceso de codificación o sedimentación literaria,76 el impacto sobre dos contemporáneos de un periodo histórico particularmente catastrófico.
Sin embargo, muchos son los puntos de divergencia entre estos hombres que escriben: su origen, capacidad y, por ende, su grado de implicación en el desastre romano. La función que otorgan a la escritura en el momento en el que se dan los hechos también los distingue, así como la diversidad de sus intereses, que los lleva a resultados muy distintos. Guicciardini, cuando redacta sus cartas, actúa en un contexto de urgencia y en pos del bien común, intenta discernir los problemas lo antes posible para anticipar las repercusiones concretas; lleva a cabo un análisis que debe orientar las decisiones prácticas. En tales circunstancias, no puede dar rienda suelta a sus lamentaciones sobre la masacre de Roma. Sanudo, por su parte, no es más que un espectador ilustrado y particularmente bien informado. En su calidad de observador interesado por los acontecimientos de su tiempo, registra minuciosamente las informaciones e intenta, amplificándolas, acercarse lo más que puede a la realidad. Sobre este último punto ambos escritores convergen, dado que Guicciardini a posteriori se dejará guiar por esta misma intención cuando intenta recordar el camino que llevó a la pérdida de autonomía de los estados italianos.
Del mismo modo se puede afirmar que los autores tienen métodos menos divergentes de lo que parecería en un principio. La “verdad” que pretenden restablecer se funde en el cruce de las fuentes. Es cierto para Guicciardini en el momento mismo de los hechos, y lo sigue siendo cuando se pone a redactar su gran fresco de las guerras de Italia. Se deja llevar entonces por una forma de prospección documental metódica tanto en los archivos florentinos como en sus propios escritos epistolares, de los que puede seguir la huella, en filigrana, en las páginas de la Historia (en lo que respecta a las palabras empleadas y en los juicios expresados, del todo coherentes con los primeros análisis entregados por el autor al calor del momento).
Las motivaciones de ambos autores, así como los resultados que alcanzan, difieren sin embargo, y el estudio en conjunto de los numerosos escritos de Guicciardini sobre el Saco de Roma (cartas, oraciones e historiografía) vuelve la brecha que los separa particularmente evidente. En Sanudo ―motivado por su ambición de acceder a un cargo que se le escapa― la recopilación de informaciones nunca cede el lugar a una interpretación o narración, dado que se conforma con registrar los hechos. Para Guicciardini, en cambio, la puesta en perspectiva del carteggio con los escritos posteriores permite comprender el proceso subyacente de la escritura, que se presenta como una necesidad. La implicación personal del autor lo obliga a regresar sobre acontecimientos cuya responsabilidad le es imputada; la narración post res perditas no puede, por tanto, limitarse a una descripción en bruto de los hechos ni a un simple comentario: para “disculpar” a su autor, éste debe restaurar una especie de “verdad” que sólo puede ser alcanzada pasando por una reconstrucción minuciosa de los antecedentes, fundada en el cruce de fuentes confiables.77 Las Orationes de 1527 participan del mismo esfuerzo de racionalización de la experiencia personal del florentino, al igual que la Historia de Italia, que abre con la elección reivindicada por el autor/narrador de relatar las transformaciones que sacudieron la península itálica a partir de 1494: “Io ho deliberato di scrivere le cose accadute alla memoria nostra in Italia…”.78
Así, por una especie de paradoja que le encanta a la Historia, mientras que Sanudo ―quien ambicionaba convertirse en un profesional de la escritura de la Historia y recopiló para estos fines los materiales más dispares― no vio materializarse su deseo y, por tanto, nunca dio el salto cualitativo que distingue al reportero del historiador, Guicciardini fue obligado por las vueltas del destino a componer ―para redimirse― la historia que se convertiría, tal vez en contra de su propia voluntad,79 en una de las mayores obras historiográficas de todos los tiempos.
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Notas