Artículos

Recepción: 08 Junio 2021
Revisado: 12 Enero 2022
Aprobación: 18 Enero 2022
Publicación: 01 Julio 2022
Resumen: Las tecnologías de la información y la comunicación (TICs) proporcionan un acceso constante e inmediato a una amplia gama de información y recursos. Los/as adolescentes, habitualmente considerados/as nativos/as digitales, utilizan los medios tecnológicos y los espacios virtuales para explorar su dimensión sexuada accediendo a contenidos pornográficos. La revisión bibliográfica que se presenta en este trabajo tiene un doble objetivo: evaluar el consumo de pornografía entre los adolescentes españoles y analizar las variables asociadas desde una perspectiva de género. El estudio consiste en una revisión sistemática de trabajos sobre adolescentes españoles publicados entre 2016 y 2020. Los resultados muestran que acceden a contenidos pornográficos por primera vez alrededor de los 12 años, y que el consumo de pornografía se consolida durante la adolescencia, especialmente en el caso de los varones, que son los principales consumidores. También muestran que la pornografía es una fuente de información para muchos adolescentes que no reciben suficiente educación sexual ni en casa ni en la escuela. El consumo de pornografía durante la adolescencia está asociado a una serie de consecuencias, como el sexismo, la violencia y el consumo de sustancias, y puede conducir a una visión distorsionada de la sexualidad. La situación que revelan estos resultados pone de manifiesto la necesidad de apoyar la educación sexual en la familia y en la escuela para dotar a los jóvenes de las herramientas necesarias para disfrutar de su sexualidad de forma plena y responsable.
Palabras clave: adolescentes, consumo de pornografía, perspectiva de género, educación sexual.
Abstract: Information and Communication Technology (ICT) provides constant, immediate access to a wide range of information and resources. Adolescents, usually considered digital natives, use technological media and virtual spaces to explore their sexual selves by accessing pornographic content. The literature review presented in this paper has a twofold objective: to evaluate the consumption of pornography among Spanish adolescents, and to analyse the associated variables from a gender perspective. The study consists of a systematic review of papers on Spanish adolescents published between 2016 and 2020. The results show that users access pornographic content for the first time at the age of 12 on average, and that consumption of pornography becomes established during adolescence, especially in the case of men, who are the main consumers. The findings also show that pornography is a source of information for many adolescents who do not receive sufficient sexual education either at home or at school. The consumption of pornography during adolescence is associated with a range of consequences, including sexism, violence and substance use, and can lead to a distorted view of sexuality. The situation revealed by these findings highlights the need to support sexual education within the family and at school in order to equip young people with the necessary tools to enjoy their sexuality in a full and responsible way.
Keywords: adolescents, pornography consumption, gender perspective, sexual education.
Los y las adolescentes han nacido y crecido con las tecnologías a su alcance. El espacio virtual, las interacciones a través de redes sociales y la comunicación mediada por aplicaciones de mensajería instantánea les ofrecen posibilidades de información, socialización y comunicación infinitas (Alonso et al., 2017). Esta situación ha generado una realidad de híper conectividad que se plasma en las cifras.
En los últimos años el incremento de tenencias y usos de las Tecnologías de la Información y la Comunicación Social (TICS) entre los y las más jóvenes ha sido una constante (ver, por ejemplo, Smahel et al., 2020). Los estudios internacionales apuntan la universalidad del uso del smartphone en el colectivo de adolescentes, un dispositivo que utilizan para acceder multiplicidad de veces cada día a sus perfiles en redes sociales (Chassiakos y Stager, 2020). En el caso de España, la tendencia es similar. El Instituto Nacional de Estadística (2020) informa de la generalización del uso de internet ya en edades de entre 10 y 15 años. Además, a pesar de que de forma mayoritaria en esta franja de edad los/as adolescentes son también usuarios/as habituales de ordenador, la principal puerta de acceso a la red es el smartphone (Alonso et al., 2015; INE, 2020). De hecho, la disposición de móviles a estas edades apunta que más del 88 % de los/as adolescentes de 13 años tienen este dispositivo para su uso personal (INE, 2020). De esta forma, la amplia mayoría de jóvenes admite estar conectado/a a internet casi constantemente (Chassiakos y Stager, 2020).
Pero ¿cuáles son las causas de la popularidad de las TICS entre la generación Z? Las investigaciones más recientes visibilizan la importancia de los entornos online en las dinámicas sociales de los y las adolescentes (Jassogne y Zdanowicz, 2020). Porque la vida de los/as más jóvenes no transcurre solo en el mundo offline, para ellos/as la virtualidad es un espacio de gran importancia por el que transitan de forma paralela a la realidad no digital (Alonso, 2017). Las TICS son parte natural de su vida. Así, los/as adolescentes utilizan internet por diversos motivos como: usar las redes sociales, buscar información académica, descargar contenidos o comunicarse con otras personas, entre otros (Fundación Telefónica, 2015; Rial et al., 2014).
En este contexto de hiperconectividad, es necesario tener en cuenta que los y las adolescentes se encuentran en una etapa vital caracterizada por profundos cambios físicos, psicológicos y socioemocionales (Güemes et al., 2017). Los/as jóvenes experimentan durante los años de adolescencia momentos de autoafirmación personal y social e inician las primeras relaciones afectivo/sexuales (Lameiras et al., 2013).
Teniendo en cuenta esta realidad de efervescencia emocional y sexual característica de la etapa vital adolescente, y en un contexto relacional marcado por la virtualidad, no es extraño que los y las jóvenes experimenten con su dimensión sexuada, tanto en el plano físico como el plano virtual (Alonso, 2017). Emergen, así, multiplicidad de actividades sexuales online que los y las adolescentes llevan a cabo desde edades tempranas (Ballester et al., 2021). No obstante, también es necesario considerar que la red es infinita y existen multiplicidad de contenidos online a los que los y las más jóvenes pueden acceder voluntaria o involuntariamente. Uno de los riesgos que más preocupa a la comunidad educativa por las consecuencias asociadas es el acceso a contenidos pornográficos.
A pesar de que la pornografía no ha nacido con internet, sí ha permitido que el espacio social de los y las adolescentes en el plano online esté invadido por ella (de Miguel, 2015a, b). La conceptualización de la pornografía no es tarea sencilla, sin embargo, no es difícil reconocer qué es pornografía (Stewart, 1964 citado en Ogien 2005). La etimología del término pornografía, proviene del francés “pornographie” y hace referencia a los dibujos o publicaciones obscenas (RAE, 2021). Sin embargo, este concepto poco tiene que ver con la multiplicidad de formas que abarca hoy en día la pornografía, en gran medida, gracias a las tecnologías. Podríamos decir que la pornografía hace referencia a materiales sexuales, imágenes o vídeos, producidos de forma profesional con el objetivo de excitar sexualmente a los/as espectadores/as (Peter y Valkenburg, 2010).
Pero, la pornografía también es una realidad social, un negocio internacional que busca enriquecerse constantemente ofreciendo más y mejores productos (de Miguel, 2015a, b). Al mismo tiempo, el porno conceptualiza y construye la sexualidad, define el placer a través del poder, así como la masculinidad y la feminidad (Cobo, 2020). La pornografía “está sujeta a un proceso de erotización de la violencia que puede convertirse en el nuevo espacio de legitimación de la desigualdad entre chicas y chicos” (de Miguel, 2021, p.379). Y es, en este este punto, en el que el discurso de la pornografía es peligroso para el colectivo adolescente.
En la actualidad, los y las adolescentes pueden acceder a contenidos pornográficos con un solo click a través de su smartphone, un dispositivo que los/as acompaña durante todo el día en cualquier lugar. Esta realidad que puede incrementar el consumo de porno desde edades tempranas. En este sentido, la teoría de la Triple A Engine explica el aumento en el consumo de este tipo de contenidos online, incidiendo en la accesibilidad, la asequibilidad y el anonimato de la pornografía en la red (Cooper, 2000; Serrano et al., 2020). Una realidad que se plasma en las cifras.
El macroproyecto europeo Eu Kids Online realizado hace más de una década, apuntaba que muchos niños y niñas de entre 9 y 16 años se encontraban de forma habitual con pornografía en internet (Livingstone y Haddon, 2009). Sin embargo, los estudios internacionales identifican una horquilla de prevalencia muy amplia, tanto en relación al consumo voluntario como involuntario (Peter y Valkenburg, 2016). En el caso de España, en torno al 15-33 % de los y las estudiantes de 15 y 18 años admitía buscar materiales sexuales en internet (Ballester et al., 2011). Siendo la franja de edad de entre los 12 y los 17 años la que identifica a los/as mayores consumidores de pornografía (Casas y Ceñal, 2005; Yen et al., 2007). Los progenitores no están al margen de esta realidad, ya que la recepción de contenidos pornográficos era uno de los riesgos que más preocupaba a padres/madres/responsables legales ya en el año 2010 (INTECO, 2010).
Estas evidencias manifiestan una realidad peligrosa: los y las adolescentes pueden acceder a pornografía de forma rápida, inmediata, a cualquier hora del día y en cualquier lugar a través de su teléfono móvil. Un escenario que puede colocar a los/as adolescentes en situaciones de vulnerabilidad. Fundamentalmente porque la pornografía se está convirtiendo en “escuela de sexualidad” (de Miguel, 2021, p.380) para los y las más jóvenes. Frente a esta realidad, y teniendo en cuenta el avance imparable de las tecnologías, cada vez existirán más y mejores plataformas de acceso a la pornografía online. Ahora bien ¿cuál es la prevalencia actual del consumo de pornografía en el colectivo adolescente en España? ¿cuáles son las variables relacionadas con el consumo de pornografía en adolescentes españoles/as? Así, el objetivo de este trabajo es indagar en la realidad actual del consumo de pornografía y las variables asociadas en el colectivo de adolescentes españoles/as, desde una perspectiva de género.
Metodología
Revisión bibliográfica
Para garantizar la calidad, el presente trabajo se ha realizado bajo las indicaciones establecidas en la declaración PRISMA (Liberati et al., 2009). La búsqueda de literatura científica se realizó durante el mes de abril de 2021. Se seleccionaron diferentes bases de datos, teniendo en cuenta su accesibilidad, la cantidad y diversidad de artículos científicos. Se ha recurrido a la revisión de las principales bases de datos internacionales: Scopus, Web of Science (WOS), Dialnet y Google Academic.
Criterios de inclusión
Partiendo de la pregunta de investigación de este trabajo, y teniendo en cuenta el objetivo del mismo, la revisión ha incluido trabajos centrados en el colectivo de adolescentes españoles. Se utilizaron los términos “pornography”, “ponografía”, “pornography and adolescents”, “pornografía y adolescentes”, “pornography and spanish adolescents”, “pornografía y adolescentes españoles”, “sexual content” y “sexual imagery”.
La búsqueda inicial identificó 18.964 estudios en las bases de datos seleccionadas. Los criterios de inclusión utilizados fueron: el trabajo informa de la prevalencia de pornografía y/o de variables relacionadas; el trabajo presenta datos empíricos cuantitativos o cualitativos originales, en lugar de un resumen o crítica de los datos previamente publicados; y el trabajo se ha realizado con una muestra de adolescentes españoles/as. Además, para garantizar el análisis de propuestas actuales, esta revisión se ha centrado solo en la literatura reciente y directamente vinculada con los objetivos del estudio (Sampieri et al., 2010). En concreto, se han revisado trabajos publicados entre el 2016 y el 2020.
De esta forma, a través de un proceso de cribado en el que se han utilizado limitadores temporales, idiomáticos (investigaciones publicadas en inglés o español) y espaciales (centrados en adolescentes españoles/as) se han seleccionado los trabajos revisados. Así, a lo largo de este proceso se fueron descartando artículos hasta llegar a la revisión de 220 estudios para valorar su idoneidad en función a los objetivos planteados. Finalmente, han sido 12 los estudios incluidos en la revisión final ya que muestran una relación directa con el consumo de pornografía en adolescentes españoles/as (ver Figura 1).

Resultados
Los resultados de la revisión realizada evidencian que el consumo de pornografía está asentado en la etapa adolescente (ver Tabla 1). En relación a las prevalencias, la mayoría de las investigaciones informan de cifras relacionadas con la búsqueda intencionada o exposición involuntaria a este tipo de contenidos online. La horquilla de prevalencia para el consumo voluntario de pornografía online se sitúa entre el 17.3 % (Golpe et al., 2017) y el 74.6 % (Villena et al., 2019). Así, los estudios que informan de prevalencias medias sitúan el consumo voluntario entre el 28.5 % y el 43.6 % (Ballester et al., 2016; Farré et al., 2020; Sanjuán, 2020). Asimismo, otras investigaciones apuntan cifras elevadas, situando el consumo de pornografía entre adolescentes en una prevalencia del 66-74.6 % (Blanco et al., 2019; García et al., 2017; Serrano et al., 2020; Siria et al., 2020; Villena et al., 2019).

Detalle de los estudios incluidos en la revisión.
Particularmente con relación a los trabajos que se centran en la exposición involuntaria a contenidos pornográficos en el colectivo adolescente, las cifras señalan que entre el 22.8% y el 85.9 % (García et al., 2017; Gil et al., 2018; Serrano et al., 2020) ha vivido este tipo de situaciones durante sus conexiones online. El tipo de contenidos sexuales a los que han estado expuestos/as abarca: juegos sexuales que implican sometimiento (14.9 %), actividades sexuales con adolescentes (7.9 %), actividades sexuales entre personas y animales (5.4%), escenas de violaciones o violencia sexual (2.5 %) y actividad sexual con niños/as pequeños/as (1.7 %) (Gil et al., 2018).
Paralelamente, la investigación de Garmendia et al. (2019) indaga sobre el visionado de contenidos sexuales online, sin especificar si se trata de búsquedas voluntarias o involuntarias, e identifica una prevalencia del 42 % entre adolescentes de 9 a 17 años. En esta misma línea, los resultados de Sanjuán (2020) señalan un consumo global del 62.5 % incluyendo aquellos/as jóvenes que ven porno porque se lo enseñan sus compañeros/as, familiares o porque la buscan ellos/as mismos/as.
Con relación a las investigaciones que analizan las diferencias entre hombres y mujeres, los resultados apuntan a que son ellos los consumen más pornografía de forma voluntaria (Ballester et al., 2016; Farré et al., 2020; Garmendia et al., 2019; Golpe et al., 2017; Sanjuán, 2020; Serrano et al., 2020; Villena et al., 2019). Igualmente son ellos también los que más admiten una exposición involuntaria a contenidos pornográficos (Gil et al., 2018). En este sentido, la horquilla de prevalencia del consumo voluntario entre los adolescentes se sitúa entre el 62.6 % (Serrano et al., 2020) y el 66 % (Ballester et al., 2016). Mientras que en el caso de las adolescentes las cifras descienden al 7.6-37.4 % (Ballester et al., 2016; Serrano et al., 2020). No obstante, los resultados de Golpe et al. (2017) apuntan diferencias mayores entre el consumo de pornografía de hombres (29.8 %) y mujeres (4.7 %). Otras investigaciones revelan que este comportamiento es más frecuente entre los adolescentes (49 %) que entre sus compañeras (34 %) (Garmendia et al., 2019). La misma tendencia se mantiene en los resultados de Gil et al. (2018) sobre la exposición involuntaria a contenidos pornográficos, revelando diferencias entre la prevalencia revelada entre los (90.1 %) y las (82.4 %) adolescentes. Al mismo tiempo, son ellas las que más expresan sentimientos de incomodidad o molestia en relación a este tipo de contenidos online respecto a sus compañeros (Garmendia et al., 2019).
En el mismo sentido, Ballester et al. (2016) demuestran que los jóvenes son usuarios de riesgo en relación a las prácticas de cibersexo y son ellos, también, los que llevan a cabo más comportamientos sexuales online compulsivos y no compulsivos, conductas sexuales online de carácter social y los que más gastos por motivos sexuales hacen en internet.
Respecto a la edad, los resultados apuntan que podemos situar la edad media de la primera exposición a pornografía en torno a los 12 años (Sanjuán, 2020; Siria et al., 2020). Igualmente, las conclusiones de Gil et al. (2018) señalan que la primera exposición involuntaria a contenidos pornográficos se produce a los 12 años, en el caso de los adolescentes incluso a edades más tempranas. Además, el consumo de pornografía se incrementa con la edad, de forma que el 24 % admite ver pornografía online ya a los 9/10 años, mientras que a los 13/14 la prevalencia se eleva al 53% y al 75% en el caso de jóvenes de entre 15 y 17 (Garmendia et al., 2019). Asimismo, la investigación realizada por Siria et al. (2020) muestra la relación de causalidad entre un inicio temprano al consumo y la presencia inadecuada de sexualización en la niñez (en el 96 % de los casos).
En relación con las conclusiones de la edad media del consumo de pornografía por parte de los y las adolescentes, los estudios indican que la principal puerta de acceso a este tipo de contenidos es el teléfono móvil (Blanco et al., 2019; Serrano et al., 2020; Villena et al., 2019). Paralelamente, Garmendia et al. (2019) señalan que en el 78 % de los casos acceden a contenidos sexuales a través de diversos dispositivos como ordenadores, móviles o tablets entre otros.
La situación sentimental de los y las adolescentes es una variable que solo ha sido analizada en una de las investigaciones. Así, los resultados de Sanjuan (2020) apuntan tres conclusiones interesantes en este sentido: solo el 1.3 % de los/as adolescentes ve pornografía acompañado por la pareja sentimental; el 89.7 % ha puesto en práctica escenas de pornografía sin consultarlo con la otra persona; y tener pareja sentimental en la etapa adolescente es un “condicionante” en relación con el consumo de pornografía, ya que las prácticas sexuales reales (offline) sustituyen el consumo de pornografía y, en consecuencia, no sienten la necesidad de recurrir a este tipo de contenidos.
En cuanto al consumo de pornografía y prácticas sexuales, los resultados de Ballester et al. (2016) muestran correlación positiva entre el consumo de pornografía y el cibersexo, de esta forma ambos comportamientos online están relacionados. Así, internet es un espacio para la interacción sexual de los/as más jóvenes al que recurren para experimentar sexualmente (36.5 %) o para masturbarse (79.7 %) (García et al., 2017). En este sentido, el 15-27.8 % de las mujeres y el 80-87 % recurre a prácticas sexuales como la masturbación (Ballester et al, 2016; Cerretti y Navarro, 2018). Paralelamente al consumo de pornografía, la red permite a los/as jóvenes otro tipo de conductas sexuales online como descargar contenidos sexuales (9.5 %), participar en chats sexuales (6.2-32 %) y acceder a líneas telefónicas eróticas (6.1 %) (Farré et al., 2020; García et al., 2017).
En lo que concierne a las motivaciones que impulsan a los/as adolescentes al consumo de pornografía, emergen fundamentalmente causas sexuales. Particularmente, se pone de relieve que muchos y muchas adolescentes ven pornografía online como método de aprendizaje sexual. Así, en torno al 28-39 % consume pornografía para aprender sobre sexualidad o porque les proporciona ideas para tener relaciones sexuales (Blanco et al., 2019). Particularmente las adolescentes la utilizan para “aprender” lo que se espera de ellas —como gestos y posturas —, mientras que los varones consumen pornografía para satisfacer “necesidades instintivas” (Sanjuan, 2020).
Respecto al consumo de pornografía como fuente de aprendizajes, diversos estudios identifican baja formación en la esfera sexual. Así, entre el 47 % y el 61 % de los/as más jóvenes no ha recibido educación sexual ni en la escuela ni en el hogar (Blanco et al., 2019; Siria et al., 2020; Villena et al., 2019). No obstante, el 61-64 % expresa interés por recibir educación sexual (Blanco et al., 2019; Villena et al., 2019).
Las investigaciones apuntan diferentes consecuencias derivadas del consumo de pornografía. En primer lugar, las relaciones y dinámicas de poder transmitidas por la pornografía: el 59.4 % de la población adolescente prefiere la pornografía en la que no existen dinámicas de poder; sin embargo, a medida que aumenta el consumo de pornografía aumenta el interés en los contenidos pornográficos de este tipo (Sanjuan, 2020). En esta dirección, entre el 37 % y el 52.8 % admite que la pornografía cosifica y les hace ver a las personas como objetos (Blanco et al., 2019; Serrano et al., 2020; Villena et al., 2019).
Paralelamente, los y las adolescentes relacionan la pornografía con la violencia y el machismo. De hecho, el 31-48 % de los/as estudiantes cree que la pornografía aumenta el sexismo (Serrano et al., 2020; Villena et al., 2019). Igualmente, no solo admiten que la pornografía es violenta (Sanjuan, 2020), sino que el 28.2 % de las mujeres y el 17.6 % de los varones creen que el consumo de pornografía incita a las violaciones y otros delitos sexuales (Cerretti y Navarro, 2018). No obstante, aquellos/as que menos pornografía consumen identifican con mayor claridad la desigualdad de la pornografía (Sanjuan, 2020).
Las investigaciones también informan del impacto en la dimensión sexuada de los y las adolescentes. Así, las mujeres (35.6 %) y los varones (19.9 %) consideran que la pornografía tiene efectos perjudiciales en la sexualidad de las personas (Cerretti y Navarro, 2018). De hecho, el 47.4 % imita las escenas vistas en pornografía, el 36.8% no distingue entre pornografía y sus experiencias sexuales y el 16.6 % ha dejado de realizar actividades por ver pornografía (en mayor medida los varones) (Sanjuan, 2020).
Finalmente, las investigaciones informan consecuencias para la salud y la vida diaria de los/as más jóvenes. Las conclusiones indican que no solo hay mayor probabilidad de consumo de sustancias entre aquellos/as adolescentes que consumen pornografía, sino que además el 11.7 % de los/as adolescentes admite que la pornografía interfiere en su vida diaria y el 37.1 % está despierto/a después de medianoche para acceder a pornografía (Farré et al., 2020, Gil et al., 2018).
Manteniendo esta tendencia, los/as jóvenes también sufren consecuencias negativas de la exposición a pornografía involuntaria, así, el 17.8 % evita recordar la exposición, el 1.9 % admite tener fantasías sexuales con objetos o situaciones poco habituales y al 9.5% le producen rechazo las relaciones sexuales a posteriori (Gil et al., 2018).
Discusión
La revisión que se presenta ha permitido indagar en el consumo de pornografía y las variables asociadas en el colectivo de adolescentes españoles/as revelando varios hallazgos relevantes en este campo de estudio. Por un lado, en los 12 trabajos revisados se evidencia que el consumo de pornografía está normalizado en el colectivo adolescente. El artículo más antiguo incluido en esta revisión indica que 1 de cada 3 adolescentes consume pornografía de forma voluntaria (Ballester et al., 2016), un número que casi se duplica en los resultados del trabajo revisado más reciente (Sanjuán, 2020). Paralelamente, las cifras revelan que las prevalencias de la exposición involuntaria a pornografía online no son una cuestión baladí, ya que en torno al 39-85 % de los y las adolescentes se han topado con este tipo de contenidos (Gil et al., 2018; Serrano et al., 2020). Estos resultados ponen de relieve que, independientemente de la voluntad los/as jóvenes, la pornografía está presente en sus dinámicas online.
En este trabajo constatamos que la edad media de la primera exposición a pornografía se sitúa en torno a los 12 años (Gil et al; 2018; Sanjuán, 2020; Siria et al., 2020). Ahora bien, algunos de los estudios revisados identifican que el primer contacto con la pornografía desciende a los 8-10 años (Garmendia et al., 2019; Villena et al., 2019) o incluso, a los 6-12 años (Sanjuán, 2020).
Pero ¿cómo acceden los y las más jóvenes a los contenidos pornográficos? La revisión que aquí se presenta evidencia que lo hacen fundamentalmente a través del smartphone (Blanco et al., 2019; Serrano et al., 2020; Villena et al., 2019). Un dispositivo que tiene una presencia casi universal en el colectivo de adolescentes (91.7 %) (Golpe et al., 2017). Además, se pone de manifiesto que los/as adolescentes que consumen habitualmente pornografía (por ejemplo, más de una vez a la semana) son aquellos/as que tienen menos normas en casa respecto al uso de internet (Sanjuán, 2020). Es decir, los/as adolescentes pueden acceder a contenidos en cualquier lugar con conexión a la red y en cualquier momento del día. Además, pueden hacerlo sin apenas vigilancia por parte de sus progenitores, tal y como revelan los resultados de Golpe et al. (2017). En este sentido, a pesar de que la supervisión parental online es un factor protector frente a situaciones de cibervictimización (Martin et al., 2021) la escasa supervisión parental de las actividades online ha sido puesta de manifiesto en investigaciones internacionales y nacionales (Alonso et al., 2015; Baldry et al., 2019).
Las investigaciones revisadas muestran que la marca patriarcal es visible en el patrón de consumo de pornografía: los varones son los principales consumidores. Un resultado ampliamente mostrado desde los primeros estudios sobre el consumo de pornografía en adolescentes hasta los más recientes (Cowan y Campbell, 1995; Rodríguez et al., 2021). Tratando de responder a las causas del consumo masculinizado de la pornografía, se ha señalado que la pornografía está diseñada para varones heterosexuales que siguen una masculinidad autoritaria (Sanjuan, 2020). En ella, las mujeres han sido reducidas a meros objetos sexuales, totalmente sumisas, llegando a mostrarse escenas en las que se convierten en víctimas de violencia, creadas para el servicio y disfrute del hombre (de Miguel, 2021) y reduciendo a la mujer “a una cosa que puede y debe ser penetrada” (Aresti, 2012, p.60). De hecho, los artículos revisados confirman esta visión y ponen de manifiesto que los/as adolescentes relacionan la pornografía con la objetivación de los cuerpos (Blanco et al., 2019; Serrano et al., 2020; Villena et al., 2019) o el sexismo (Serrano et al., 2020; Villena et al., 2019). Una evidencia que confirma el vínculo entre pornografía y violencia mostrada en investigaciones previas (Stanley et al., 2018).
Paralelamente, la revisión de los estudios aquí presentada ha permitido visibilizar que los y las jóvenes recurren a la pornografía como vía de “aprendizaje” sexual, particularmente las mujeres quieren aprender “lo que se espera de ellas” (Sanjuán, 2020). Estos resultados deben interpretarse teniendo en cuenta la escasez de educación sexual recibida en este grupo etario mostrada en la revisión aquí presentada y en trabajos previos (Lameiras et al., 2016; Parrón et al., 2020).
En definitiva, la generalización del acceso a pornografía entre el colectivo adolescente evidente en este trabajo muestra una realidad peligrosa, precisamente porque hablamos de una etapa vital de crecimiento en la que la pornografía puede afectar el correcto desarrollo psicosocioemocional de los/as jóvenes por dos cuestiones fundamentales. En primer lugar, la narrativa pornográfica genera una distorsión entre lo que es y lo que debe ser la sexualidad en un grupo etario que no tiene ni capacidad de pensamiento crítico en torno a los mensajes transmitidos por la pornografía (Livingstone y Smith, 2014; Collins et al., 2017) ni la suficiente maduración cognitiva y emocional para comprender lo que ven (Ballester et al., 2020).
En segundo lugar y con gran relación a lo argumentado anteriormente, es necesario tener en cuenta que la pornografía produce y reproduce un canon muy concreto de cuerpos masculinos y femeninos, reforzando los estereotipos de género (Osborne, 1995). Una cuestión para reflexionar si tenemos en cuenta que los y las más jóvenes que se encuentran en un momento de cambio físico en el que han de enfrentarse a un proceso de aceptación de su imagen corporal (Font, 1990). En este sentido, algunas investigaciones han apuntado que niños/as y adolescentes de entre 5 y 19 años se muestran insatisfechos/as con su imagen corporal (Guadarrama et al., 2018; Jiménez et al., 2017). Además, siguiendo la argumentación de Miguel (2021) las mujeres descubren el modelo físico hegemónico en el que prevalecen las protagonistas aniñadas y sin vello púbico, produciéndose un proceso de pedofiliación sustentado en la pornografía.
Las implicaciones educativas de esta revisión son claras: es urgente proporcionar a los y las adolescentes una educación sexual de calidad. De esta forma, la educación sexual debe dejar de ser un derecho en lista de espera para los y las adolescentes, tal y como argumentan Lameiras et al. (2019). En consecuencia, la comunidad educativa debe apostar por una educación sexual dirigida a la vivencia de la sexualidad como una dimensión humana, otorgando las herramientas educativas necesarias a los/as más jóvenes para disfrutar de su sexualidad de una forma plena y responsable.
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