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Capital erótico y expectativas de género: criterios de selección en mujeres y varones heterosexuales
Capital erótico e expectativas de gênero: critérios de seleção em mulheres e homens heterossexuais
Erotic capital and gender expectations: selection criteria in heterosexual women and men
Sociedade e Cultura. Revista de Pesquisa e Debates em Ciências Sociais, vol. 22, núm. 2, pp. 187-203, 2019
UFG - Universidade Federal de Goiás

Artigos Livres


Recepción: 16 Abril 2018

Aprobación: 05 Febrero 2019

DOI: https://doi.org/10.5216/sec.v22i1.e52483

Resumen: En este artículo analizo, desde una metodología cualitativa, dos de los criterios de selección que intervienen al momento de sociabilizar erótica y/o afectivamente: el capital erótico y las expectativas de roles de género, en mujeres y varones cis heterosexuales adultos/as de sectores medios que residen en el Área Metropolitana de Buenos Aires, Argentina, que no están en pareja y que buscan, en espacios formales de búsqueda -cara a cara y virtuales-, vínculos eróticos y/o afectivos.

Palabras claves: Capital erótico, feminidad, masculinidad.

Resumo: Neste artigo abordo, a partir de uma metodologia qualitativa, dois dos critérios de seleção que intervêm no momento da socialização erótica e/ou afetiva: o capital erótico e as expectativas de papéis de gênero, em mulheres e homens cis heterossexuais adultas/os, de classe média, que residem na Região Metropolitana de Buenos Aires, Argentina, que não estão em vivendo em conjugalidade e buscam, em espaços formais de busca - face a face e virtual - laços eróticos e/ou emocionais.

Palavras-chave: Capital erótico, feminilidade, masculinidade.

Abstract: This article analyzes, based on a qualitative approach, two of the selection criteria that intervene at the moment of erotic and/or affective socialization: erotic capital and expectations of gender roles in adult cis heterosexual females and males from middle class, residing in the Metropolitan Region of Buenos Aires, Argentina, who are single and seek, in formal face to face and virtual spaces of search for erotic and/or emotional meetings.

Key words: Erotic capital, femininity, masculinity.

Introducción

En el contexto de modernidad tardía (Illouz, 2009) las trayectorias de los sujetos devienen heterogéneas y zigzagueantes. Las personas transitan por diferentes vínculos o parejas a lo largo de su vida y conforman vínculos que se adecuen a sus expectativas individuales (Lipovetsky, 2000, p. 78).

Un elemento central que aparece en este estadio de la modernidad, desde la década del 2010, es la proliferación de redes sociales y aplicaciones de distintos tipos, entre ellas las de búsquedas de encuentros eróticos y/o afectivos.2 La virtualidad genera nuevos modos de sociabilidad para los sujetos (Maffesoli, 2009) y son espacios desde los cuales mujeres y varones logran nuevos tipos de agencias y expectativas.

Las perspectivas desde las cuales este artículo se enmarca entienden la virtualidad como generadora de vínculos sociales (Brea, 2007; Machado, 2009; Vilches, 2010). Además, se contraponen a las perspectivas de Bauman (2013) y Sibilia (2008), quienes explican que estamos ante un contexto de modernidad líquida (Bauman, 2013) signado por una sacralización de la individualidad y una pérdida de los lazos sociales. Considero que en el mundo virtual hay sociabilidad y continuidad de experiencias y sensaciones con el mundo no virtual. Los individuos se relacionan entre sí a través de medios virtuales para posteriormente encontrarse cara a cara, y viceversa (Rodríguez Salazar; Rodríguez Morales, 2016). Es decir, hay una interrelación entre los vínculos online (en línea) y offline (fuera de línea) (Constable, 2008; Kaufmann, 2012; Linne; Basile, 2014; Rodríguez Salazar; Rodríguez Morales, 2016). Esta vinculación es denominada onlife por Briones Medina (2016) y Floridi (2015).

A la luz de este marco, en este artículo abordo, de manera interrelacionada, dos de los criterios de selección3 que intervienen al momento de sociabilizar erótica y/o afectivamente: el capital erótico y las expectativas de roles de género en mujeres y varones cis4 heterosexuales adultas/os, que no estén en pareja y que busquen vínculos eróticos y/o afectivos.

En relación con la elección del corte etario del análisis, examino al segmento etario entre 35 y 50 años de edad. Esto se debe, en primer lugar, a que la concentración de los divorcios, al momento de su sentencia, está dada en los grupos de 35-39, 40-44 y 45-49 (Dirección General de Estadísticas y Censos. Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, 2014). En segundo lugar, a que los espacios de sociabilidad cara a cara observados son promocionados por sus organizadores/as, principalmente y/o exclusivamente, para un público específico de mayores de 35 ó 40 años.

Los varones y las mujeres cis heterosexuales son de sectores medios y residen en el Área Metropolitana de Buenos Aires.5 Retomo la caracterización y tipología de clase media que desarrolla Sautu (2016), a partir de un abordaje estructural, para la Argentina. Para la autora, la clase media comprende fracciones compuestas por ocupaciones que se desempeñan en el sector privado y en el sector público de la economía. Su rasgo común es que no se insertan dónde está el poder económico y político, pero tampoco en el otro extremo de la estructura de clase. Los gerentes operativos, los profesionales, los propietarios y los agentes de sector privado conforman la clase media junto con diversos niveles de la burocracia nacional, provincial y municipal (Sautu, 2016, p. 180).

El capital erótico de los sujetos (Hakim, 2010, 2012) es analizado desde una visión de la corporalidad interaccionista y no esencialista, en pos de observar cuáles atributos hacen a los/as usuarios/as deseables y “consumibles” en relación con la dimensión de género. La negociación de los deseos entre las personas será exitosa, entre otros aspectos, cuando haya reciprocidad de gustos.

La metodología del artículo es de corte cualitativa. Empleé la técnica de observación participante y entrevistas en profundidad. Concurrí a clases de salsa y bachata6 y catas de vinos durante un año y medio (2015-2017). Estos tres ámbitos de sociabilidad cara a cara fueron elegidos en base a distintos criterios. Representan una variedad de consumos culturales propios de sectores de clase media y son accesibles para los sujetos que los frecuentan, tanto económica como geográficamente. Estos ámbitos de sociabilidad son pagos, pero económicos para los/as entrevistados/as. Además, están ubicados en barrios mayoritariamente de clase media de la Ciudad de Buenos Aires donde ellos/as circulan.

Respecto al ámbito virtual, observé cuatro sitios web y aplicaciones, con características diferenciadas, que tienen como finalidad la generación de vínculos eróticos y/o afectivos entre personas: Match, Badoo, Tinder y Happn. Las observaciones -solo de los perfiles públicos de los/as usuarios/as, pero no de sus conversaciones y coincidencias con otros/as usuarios/as, dado que son privadas- me permitieron analizar los criterios de selección de los sujetos, cómo se presentan en las imágenes, lo que escriben sobre ellos/as mismos/as y las referencias que hacen en relación a qué tipo de persona buscan, qué tipo de vínculo desean y las características de las páginas.

Asimismo, se llevaron a cabo 30 entrevistas en profundidad a personas que concurren a los espacios de sociabilidad especificados, tanto cara a cara como virtuales. Sus nombres fueron modificados.

Perspectiva corporal

En este artículo parto de una perspectiva fenomenológica del cuerpo basada en la teoría de Merleau-Ponty (1970), la cual comprende que el mundo es entendido a través del cuerpo, como experiencia sensible atravesada y generadora de emociones (García Andrade; Sabido Ramos, 2014). Esta propuesta se vincula a la noción de embodiment, propuesta más adelante por Csordas (1999, p. 143), que implica “una condición existencial en la cual el cuerpo es la fuente subjetiva o el terreno intersubjetivo de la experiencia”. El embodiment es un entrecruzamiento entre la cultura y el sujeto, anidado en la condición corporal existencial. Supone una forma de conocimiento desde la experiencia no solo desde una dimensión textual, sino también sensorial (Aguilar Díaz, 2014, p. 323).

Collins establece que los sujetos buscan energía emocional, para lo cual la dimensión corporal posee, también, un papel central. Para ese autor (2009, p. 56), “la sociedad es, ante todo y por encima de todo, una actividad corporal”. Para el enfoque de la microsociología de Collins (2009), las personas sienten las situaciones repulsivas de acuerdo con la cantidad de energía emocional que los rituales de interacción pueden proveerles. Por su parte, para Goffman (1979), quien al igual que Collins (2009) se enmarca en perspectivas interaccionistas, durante las interacciones se intercambian dos tipos de información: la que da una persona voluntariamente y la que “delata”. La información que delata, a pesar de lo que quiera mostrar, depende de las formas emanadas de su cuerpo (voz, ojos, posturas corporales). “Desde los gestos corporales se deducen otros aspectos, no apreciables de otro modo, de su situación” (Goffman, 1979, p. 30). A partir de esta “externalización” o “glosa corporal”, los individuos en una determinada situación, en este caso las interacciones en espacios de citas y de encuentros, desarrollan corporalmente un “display (despliegue) de intenciones”, que son interpretables y predecibles por el resto de los individuos (Goffman, 1979, p. 30).

La percepción sobre el otro está atravesada por “modos somáticos de atención”. Estos son “modos culturalmente elaborados de prestar atención a, y con, el propio cuerpo, en entornos que incluyen la presencia corporizada de otros” (Csordas, 2010, p. 87). Los modos somáticos de atención incluyen, además de la atención a y con el propio cuerpo, la atención a los cuerpos de las otras personas. Percibimos y evaluamos, desde nuestra propia experiencia, los movimientos, la posición corporal, los gestos, los olores de los otros. Las formas de percibir qué es agradable y qué es desagradable no son naturales, sino están definidas social y culturalmente. Dependen del habitus de los sujetos (Bourdieu, 1987) y de las expectativas de roles de género que posean, propias y ajenas.

Es decir, la apreciación sobre lo corporal que esbozo en este artículo se aleja de visiones esencialistas e inertes y comprende que lo corporal se entiende desde una visión relacional de los sujetos en comunicación. El sujeto y su cuerpo se van constituyendo en relación con quienes interactúan en determinado espacio-tiempo (Collins, 2009; Giddens, 1997; Grosz, 1994; Le Breton, 1995; Turner, 1984). Son cuerpos vivientes dotados de energía que afectan y son afectados, generadores de emociones y atravesados por ellas, que resisten y actúan.

Esta idea de cuerpo vivo, que afecta y es afectado (Grosz, 1994), no es aplicable sólo a los encuentros cara a cara entre los sujetos. Entiendo que, en el registro virtual, el cuerpo también genera sentires y deseos. Retomo la propuesta de Donna Haraway (1991), quien comprende que hay una ruptura de los dualismos modernos y lo que prevalece entre ellos son límites fluidos, que generan la existencia de sujetos y organismos híbridos, que pueden ser englobados dentro de la metáfora de cyborgs. Por ejemplo, la búsqueda de un encuentro erótico en una aplicación como Tinder puede llevar a sensaciones concretas como la excitación o el aburrimiento.

Sex appeal y expectativas de roles de género

En esta sección analizo, desde una perspectiva interaccionista y relacional del cuerpo, a los distintos componentes del capital erótico planteado por Catherine Hakim (2010, 2012). Retomo la conceptualización de la autora teniendo en cuenta las críticas existentes a su noción de capital erótico. Adam Green (2013) indica que el concepto es problemático en tanto se aborda desde una óptica que tiende al esencialismo y al biologicismo. Por otro lado, para Green, Hakim le otorga al capital erótico una capacidad emancipatoria y de subversión de la inequidad de género que desconoce estructuras más amplias. Asimismo, el autor postula que Hakim examina a este capital como una propiedad individual en la cual se puede invertir, con iniciativa propia, para su maximización. Esto implicaría, desde una lectura de Bourdieu, a la cual él abona, un análisis sesgado de la interrelación y coexistencia que existe entre los diferentes capitales dentro de un campo.

Si bien reconozco las limitaciones de la noción de capital erótico de Hakim desarrolladas por Green, a los fines de este artículo considero que la definición conceptual de capital erótico y la centralidad que la autora le otorga a la corporalidad permiten examinar a los criterios de selección corporales de varones y de mujeres cis heterosexuales al momento de la búsqueda de vínculos eróticos y/o afectivos. Realizo este análisis sin perder de vista la intersección que se da entre los guiones de la heterosexualidad, la corporalidad y el criterio de clase social. Asimismo, examino cuáles son los modos somáticos de atención que configuran idearios en torno a la masculinidad y feminidad de los sujetos.

Sex appeal

En el diseño de los perfiles virtuales de las personas, como en la forma a partir de la cual nos presentamos cara a cara ante cierto auditorio (Goffman, 1970), denotamos un display de intenciones en base a nuestros modos somáticos de atención y sobre aquellos que creemos que poseen las otras personas. Es decir que nos autodiseñamos como sujetos de deseo en base a nuestras propias representaciones sobre lo deseable y aquella que creemos que cierto auditorio tiene. Un capital central en el diseño, al momento de las búsquedas de vínculos eróticos y/o afectivos, es lo que Hakim (2010, 2012) denomina capital erótico.

He acuñado la expresión “capital erótico” para definir una mezcla nebulosa pero determinante de belleza, atractivo sexual, cuidado de la imagen y aptitudes sociales, una amalgama de atractivo físico y social que hace que determinados hombres y mujeres resulten atractivos para todos los miembros de la sociedad, especialmente los del sexo opuesto. (Hakim, 2012, p. 9).

Comencemos por la dimensión corporal. En Match, las personas pueden indicar su “tipo de físico” y cuál desean que tenga el/la candidato/a posible. Las mujeres se diseñan a sí mismas con cuerpos delgados o curvilíneos, y como excepción con “un par de kilos extras” o con cuerpos de tipo “medio”. Las que seleccionaron delgados buscan, también, varones con cuerpos delegados, atléticos y tonificados, y/o “medios”. En cambio, las que se definen como “un par de kilos extras” o cuerpos “medios” amplían sus rangos de búsqueda desde delgado hasta “un par de kilos extras”.

Los varones, que se definen como delgados, atléticos y tonificados o medios, no marcan preferencias o eligen todas las opciones. Pero, al presentarse como personas deportistas y sanas, sugieren que en base a sus modos somáticos de atención les interesa que la otra persona posea características similares.

Trabajo y estudio. Extrovertido, sociable, carácter imponente, honestidad brutal. Soltero, sin hijos, altura 1,8 metros y pico. 83 kilos, atlético, sano, no fumo. Voy al GYM. Mis fotos son actuales. Tengo todos los dientes en su sitio (perfil de Tinder de un varón de 43 años).7

En la anterior descripción aparece una marca de clase al indicar que tiene todos los dientes en su lugar, y al decir que todas sus fotos son actuales demuestra que su look age, juvenil y atlético, se condice con su edad, 43 años (Featherstone; Hepworth, 1991). Otro eje que sobresale en el siguiente fragmento, y que aparece en las entrevistas a varones y a mujeres, es haber tenido citas con personas cuyas fotos en los perfiles no se corresponden con la imagen cara a cara, ya sea porque es directamente otra persona o porque las fotografías no son actuales. Estas situaciones son vividas como una falta de honestidad y una mentira y llegan a generar escenas signadas por la agresión.

E.: ¿Te pasó alguna vez que fuiste a una cita y la persona no coincidía con su perfil?

Sandra: Me pasó en una situación con uno que conocí por el chat telefónico. En su perfil decía “tengo 55 años, separado”. Me dice “¿querés que nos encontremos?” […]. Vengo un día de lluvia. Miro, me había dicho 55 años. Veo una mano que levanta. Mil años tiene el hijo de puta (risas). Lo voy a matar. Dije bue, respira fuerte. Yo nunca dejé plantado a nadie, por un tema de educación. Me parecía muy choto irme. Me senté re caliente. Digo “hola, ¿cómo estás?”. “Hola, ¡qué lindo conocerte, sos tan linda!”, me dice. “Gracias”. “Bueno, ¿qué tomás?”. “Un café, un cortado, lo que sea”. Yo me quería ir a la mierda. Le digo “¿te puedo decir algo?”. “Sí, decime”. “Vos no tenés 55 años. Vos tenés 90 y no sé si me quedo corta”. Le digo “no le hagas perder el tiempo a la gente porque es mi tiempo. Entonces decí la edad que tenés y que estás hecho mierda”. “No, no”, me dijo. Yo con el café. Me dice “no sé qué te pasa, te siento alejada”. Le digo “nunca estuvimos juntos, ¿de qué estás hablando?”. Terminé el café y le dije, “disculpame, me voy. Gracias por el café. Me fui re caliente, tenía 90 años el hijo de puta” (risas) (Sandra, 50 años).

El enojo de Sandra se enmarca en el contexto capitalista donde “el tiempo es una mercancía demasiado preciosa para subestimarla” (Thompson, 1979, p. 281). Este precepto podemos verlo en las búsquedas de vínculos eróticos y/o afectivos en las cuales hay una optimización del tiempo, según el deseo de cada quien. A esto Illouz (2012, p. 237) lo denomina “una administración racional de los encuentros”. Dado que los encuentros virtuales suponen un gran volumen de interacciones y que las personas dicen tener poco tiempo entre el trabajo, la familia y otras actividades, intentan administrar eficientemente las citas que tienen cara a cara. El hecho de que no haya una coincidencia entre la imagen real y la virtual -las imágenes en los perfiles implican una experiencia “real” para los sujetos que las observan- hace que Sandra sienta que le hicieron perder el tiempo y ella rechaza inmediatamente al posible candidato.

En relación con los comentarios sobre atributos corporales, en los perfiles de las aplicaciones y sitios de citas los varones no suelen referirse directamente a la corporalidad de las mujeres, salvo en el caso de un perfil de un usuario de Tinder de 35 años, que dice: “Divinas las fotos de tu mascota, el súper zoom en tu ojo izquierdo. Pero si querés un ‘corazón’ déjame ver si al menos te voy a poder hacer upa!”. En las entrevistas comentan que les parecen importantes las características corporales de las mujeres y que haya atracción sexual, pero, aunque yo pregunte y repregunte, no ahondan demasiado en este aspecto. Considero que esto se debe a que soy una entrevistadora mujer y a que dentro de sus guiones sociales sobre la caballerosidad masculina no cuadra hablar negativamente sobre la corporalidad femenina delante de otra mujer, tal como me dijo Santiago, un entrevistado de 47 años, cuando yo repreguntaba sobre este aspecto, “no me hagas perder la caballerosidad”.

En algunas entrevistas a varones aparecen breves descripciones sobre las características corporales de las mujeres que les parecen atractivas, dentro de sus modos somáticos de atención: son bellas, con cuerpos flacos o parecen sexualmente competentes -componentes del capital erótico-, y, en el caso de Pedro, 38 años, él agrega a su descripción sobre una mujer que le atraía, que tenía un color de piel blanco:

E.: ¿Cómo son las mujeres que conociste por la aplicación y con las cuales llegaste a tener una cita?

Ricardo: Una mina que no era demasiado llamativa, no era modelo, pero se la veía copada.

E.: ¿Cómo era?

Ricardo: Era morocha, flaquita, era linda… (Ricardo, 38 años).

E.: ¿Por qué ella te “tenía a 10 centímetros del piso”?

Augusto: Por las salidas, las actitudes de cómo me agarraba, ella muy sexy… El sexo con ella… Después es como que en la medida que fue pasando el tiempo fuimos como generando una cosa más íntima como de pareja, pero al principio era todo así, como muy sexual la relación. (Augusto, 40 años).

Los varones, ante una entrevistadora mujer, tienden a mostrarse como más formales y miden sus expresiones. No obstante, en las observaciones esto se modifica, mi presencia pasa a tener un papel secundario y escucho conversaciones entre ellos que me permiten visualizar la importancia del capital erótico femenino como criterio de selección en los varones. Veamos la siguiente situación. A las clases de salsa y bachata comenzaron a venir dos mujeres con sex appeal (Hakim, 2012), de alrededor de 40 años, rubias, altas, con cuerpo flacos y curvilíneos. Ambas venían maquilladas y vestían remeras por encima del ombligo y calzas. Cada vez que ellas pasaban, los varones las miraban y hablaban entre ellos sobre estas mujeres. Cuando terminaba la clase, los varones se les acercaban e intercambiaban números de teléfonos.

Las mujeres refieren que en las interacciones virtuales los varones les piden fotografías de cuerpo entero, aspecto que no apareció en las entrevistas realizadas a ellos. Este pedido les genera rechazo, dado que consideran que esa persona solo quiere tener sexo con ellas. Aunque ellas también quieran lo mismo, esa forma de cortejo las hace sentir cosificadas y no deseadas por sus atributos personales. Una de las respuestas que suelen dar a ese pedido es que “si quiere fotos, que mire mi perfil” (Aldana, 50 años).

En las fotografías de los perfiles de las mujeres, los planos más frecuentes son el primer plano -rostro y hombros- y el medio plano -desde la cabeza a la cintura-. Pero también hay al menos una foto de cuerpo entero, ya sea paradas o acostadas. Las mujeres que son de contextura delgada ponen fotos en la playa o en la pileta, en bikini. En las imágenes circula un discurso que pondera el sex appeal como una herramienta de seducción femenina. El sex appeal, si bien incluye la belleza, la trasciende. Lo que lo define es una actitud seductora (Elizalde; Felitti, 2015; Hakim, 2012; Illouz, 2012).

Para Hakim (2010, p. 500), la belleza y el atractivo sexual son componentes del capital erótico; la belleza se vincula principalmente con el atractivo físico, mientras que el atractivo sexual implica un cuerpo sexy e incluye la forma en que la persona se mueve, habla y se comporta. Para la autora, en tanto el sex appeal supone movimiento, es difícil de captar en una fotografía y es más proclive a ser comprendido desde una película. No obstante, soy crítica del análisis de la autora. Considero que la lectura de Hakim apunta a una interpretación de la fotografía como representación. Por el contrario, desde la propuesta analítica de la imagen que esbozo en este artículo, observo que en las fotos hay una actitud, una propuesta que excede la mera representación, en tanto intervienen otras imágenes entre, imágenes-cristal (Danto, 1984; Deleuze, 2005; Nancy, 2007). Las imágenes entre en los perfiles de las mujeres proyectan discursos sobre el deseo y la sensualidad que se estructuran en torno a una feminidad respetable, pero sugerente, ante la mirada masculina hegemónica. En otras palabras, proyectan una actitud seductora, pero que no sea exhuberante, lo cual, tal como analizaré en la próxima sección, las colocaría por fuera de las fronteras de lo permitido para una feminidad respetable dentro de los cánones de la matriz de inteligibilidad heternormativa (Bianciotti, 2013). Desde un análisis de las fotografías de los perfiles se encuentran imágenes donde el sex appeal aparece de forma más explícita a aquellas menos sugerentes. En el primer grupo ubico las fotos más explícitas, que incluyen poses, de frente o de espalda, donde las mujeres muestran, de forma evidente, la contextura de sus senos, a partir de fotos de sus escotes, y sus nalgas; donde colocan la boca de forma tal que se marquen los labios a la vez que levantan las cejas y miran fijo a la cámara; y fotografías en las cuales están vestidas con bikinis, pantalones o polleras ajustadas y quiebran las caderas y marcan sus cinturas. En segundo lugar, hay fotos que, si bien no tienen poses explícitamente sexys, son de cuerpo entero en bikini, en la playa. Desde las mismas muestran su contextura física, por ejemplo delgada y/o atlética. En tercer lugar, hay fotos que son de cuerpo entero que apelan a la sensualidad de manera no explícita, desde miradas y sonrisas en paisajes naturales o en ciudades europeas. Las fotos, en todos los casos, suelen ser principalmente selfies (autofotos), frente a un espejo o frente a una cámara web, y en otros casos son tomadas por terceros.

Los guiones del amor romántico son un contenido que suele acompañar a perfiles con imágenes sexys. “Busco conocer a un compañero de vida, divertido, frontal y sin mambos. Me encanta que las cosas fluyan y sigan su curso natural. Soy soltera y sin hijos. Mido 1,72 así que petisos abstenerse” (perfil de una mujer de 36 años en Tinder).

La búsqueda de pareja aparece en la descripción de los perfiles en términos monógamos: un compañero de vida. Esto coexiste con fotografías donde priman poses más explícitas sobre la sensualidad. Para Illouz (2012, p. 63), la cultura del consumo, en la cual estamos inmersos, “coloca al deseo en el centro mismo de la subjetividad y la sexualidad se transforma en una suerte de metáfora general del deseo”. Hay en el contexto urbano argentino un avance, por parte de las mujeres, en hablar sobre el placer “como dimensión valiosa y positiva de la sexualidad” (Elizalde; Felitti, 2015, p. 6), que vuelve posible y coexistente el ideario de mujeres sexys, que buscan el goce, con el ideario del amor para toda la vida. No obstante, con esto no niego que esta mayor búsqueda del goce tenga como contracara representaciones y prácticas androcéntricas en detrimento de las mujeres.

Feminidades y masculinidades deseables

En una de las observaciones, en una cena con la gente de salsa y bachata luego de una clase, me senté junto a cinco varones. Durante la comida, hablaron de manera simbólicamente violenta (Femenías; Aponte Sánchez, 2009) sobre una mujer del ambiente salsero con alto capital erótico. Sus comentarios versaban sobre que “era medio gato”, porque vestía calzas apretadas, y tenía un “buen culo”. Bianciotti (2013, p. 602) explica que son consideradas gato aquellas mujeres con cuerpos como los de las vedettes, delgados y curvilíneos, y que denotan una “representación hiperbólica de la feminidad, que exagera aquello que es socialmente propuesto y prescripto (y a la par condenado) para el cuerpo femenino/feminizado”. Esta implica una forma de exposición estética que deja al descubierto ciertas partes del cuerpo propio. A su vez, estos varones debatían sobre si “el culo” era operado o no. Ante esto algunos decían que no y otros decían que sí, apelando a frases como “yo sé de lo que te estoy hablando” o “yo lo sé”, como si se lo hubieran tocado, aunque por lo que se desprende de la conversación ninguno nunca tuvo un vínculo erótico con esta persona. Asimismo, en mis observaciones visualicé que si bien ella bailaba con todos -es un código del mundo de la salsa y la bachata no rechazar cuando un varón saca a bailar a una mujer- luego, aunque los varones le hablaban, no les daba lugar y estaba siempre con su círculo más cercano.

La escena descripta en el párrafo anterior puede ser analizada desde la noción de masculinidad hegemónica de Connell (1995, 2002). La masculinidad es un ordenamiento social e histórico por medio del cual varones y mujeres se comprometen con una posición de género (Connell, 1995, 2002). La estructura de género tiene una dimensión emocional que es central del orden de género, pues en ella convergen el deseo, el erotismo y la vida emocional (cathexis) (Connell, 1995, p. 161). El terreno de la sexualidad está marcado por la puesta en cuestionamiento de la apropiación femenina sobre sus cuerpos y el derecho al placer. Esta mujer con alto capital erótico e inalcanzable para estos varones excede lo permitido, según ellos, para una feminidad respetable acorde a sus estereotipos masculinos. Una forma de ejercer control -el poder es otra de las dimensiones de la estructura de género- es desvalorizarla a partir de describirla desde su corporalidad y su edad, y vincular su feminidad con la prostitución: “la rubia, veterana, panza chata, tatuajes, buen culo, cara fea y medio gato”. De este modo colocan su feminidad en las fronteras de lo aprobable dentro de la matriz heteronormativa. Explica Bianciotti (2013, p. 602):

Exagerar aquellos supuestos atributos femeninos por ser “demasiado” sensual o seductora conlleva a devenir gato (u otras categorías subsidiarias, como puta o trola), con la consecuencia de quedar en un espacio condenatorio (Blázquez, 2004). Es esa misma exageración la que coloca a una joven (si bien dentro) en las fronteras reprochables y reprobadas de la matriz de inteligibilidad heteronormativa.

Como expliqué anteriormente, los varones se diseñan como personas deportistas y eligen, principalmente, fotos de medio cuerpo, donde aparecen bronceados y/o con anteojos de sol. A diferencia de las mujeres, hay menos fotos de cuerpo entero. El hecho de que tengan fotografías de este tipo no es un requisito que hace al criterio de selección femenino, como sí lo es la altura. Los varones en los perfiles indican, frecuentemente, cuánto miden y, en algunas oportunidades, cuánto pesan. “1,73 96 kg” es lo único que aparece en la descripción de un perfil de Happn de un varón de 43 años. Este criterio de selección, de que el varón no puede ser más bajo que la mujer y que debe ser preferentemente más alto, aparece en los perfiles y en las entrevistas a mujeres. La altura aparece como modo somático de atención primordial al momento de evaluar la masculinidad, tanto por los propios varones como por las mujeres. Tal como presenté, en el perfil de una mujer de Tinder de 36 años ella dice: “Mido 1,72 así que petisos abstenerse”.

Los varones ponen fotos de ellos mostrando sus músculos de forma explícita, como hacen las mujeres que diseñan sus perfiles con fotos donde visten ropa escotada. En el caso de un varón, la foto del perfil es un plano suyo de medio cuerpo haciendo pesas. Los varones son conscientes de la emergencia de los campos sexuales, donde la denotación del sex appeal, entendido como un capital erótico, tiene un papel central también para ellos (Elizalde; Felitti, 2015; Hakim, 2012). No obstante, a diferencia de las mujeres, que si no son delgadas no colocan fotos de cuerpo entero en bikini, en los perfiles de los varones hay imágenes de ellos de cuerpo entero aunque no sean necesariamente delgados. Esto se vincula a una expectativa femenina respecto a la corporalidad masculina. En diferentes entrevistas aparecen mujeres diciendo que quieren varones con cuerpos “masculinos”, en términos de masculinidad hegemónica, es decir, que parezcan fuertes; eso puede implicar que sean “robustos” o con “pancita” y que de ninguna manera parezcan “metrosexuales”.

E.: Estéticamente, ¿qué tipo de varones buscás, mirás?

Laura: ¿Físico decís?

E.: Sí, en lo físico y no físico.

Laura: En lo físico me gusta el hombre morocho, con barba, las canas me gustan. Cuanto más normal sea, mejor. Si tiene un poco de pancita me encanta. Que tenga pelo en el pecho. El hombre metrosexual, no. Después como persona, el humor. La risa es sanadora para mí. Que no sea el típico que se produce para salir, para ir a un boliche, ¿viste que hay gente que sube la foto a la tarde y postea “preparándome para la noche en tal lado”? Es patético. Tanto el hombre como la mujer. Conozco mujeres que lo hacen. No me gusta eso, me gusta lo simple. (Laura, 48 años).

Cuando se apagó el micrófono me contó que ella primero pensó que su expareja era gay. Me dijo que como era arquitecto y era muy dulce y suave eso la desorientaba. (Nota de campo, luego de entrevista con Aldana, 50 años).

El atractivo sexual se vincula a las formas como están construidos y performados los géneros. Los atributos considerados como masculinos, en este caso en términos hegemónicos, viriles y fuertes, vuelven al varón atractivo. Los metrosexuales se asocian a la no-heterosexualidad y esto genera rechazo por parte de las mujeres, en las que prima el ideario de un varón con una corporalidad masculina fuerte y donde el sex appeal es performado en base a esa característica. En el caso de Laura, hay una apreciación positiva por los varones maduros con canas. Esto es diferente respecto a las mujeres que son deseadas en tanto parezcan (look age) jóvenes. No hay ningún perfil femenino ni ninguna entrevistada que tenga canas, todas se tiñen el cabello.

En el caso de Ernestina, bailarina y actriz, a ella le parece atractivo un cuerpo atlético. Ella asocia este aspecto, a diferencia de los otros casos, a la virilidad. El buen estado físico de los varones, según ella, los vuelve atractivos sexualmente. Esto lo relaciona con el buen sexo, lo cual la erotiza:

E.: ¿Y vos en Tinder filtrás al otro por el físico?

Ernestina: Sí, sí. Yo soy bailarina, no puedo no filtrarlo. Por más que tuve un novio de ciento veinte kilos y lo quise mucho. Pero también a mí me pasa, digo, es algo casi que no lo pienso. Voy a la playa, miro, y cuando veo un cuerpo dispuesto para el movimiento digo “¡qué buen físico!”. Yo tengo 43 años y veo cuerpos y digo “la juventud en el cuerpo”. Yo trabajo con el cuerpo, con el movimiento, la disponibilidad para el movimiento. Y cuando yo veo una foto de un chabón con una pelota me va a llamar mucho más la atención que un chabón tirado así con un habano. Porque tiene movimiento, energía, actividad. Es mi profesión. Me atrae. Juega Argentina-Chile y yo miro a los jugadores de fútbol y me encantan. Cómo se mueven. Corren una hora y media. Este te garcha cuatro horas. ¿Cómo no voy a pensar eso? (Ernestina, 45 años).

En las búsquedas de Ernestina, si bien dice que sigue apostando al amor, ella se siente a gusto sin pareja y apunta, a través de las personas que conoce en Tinder, a tener vínculos principalmente eróticos. Asimismo, en este fragmento de entrevista ella se muestra sexualmente activa. Parecer y ser competente sexualmente, al igual que tener fantasías y energía erótica, es uno de los atributos que hacen al capital erótico. En un contexto de búsqueda de goce por parte de las mujeres, la importancia de tener relaciones sexuales placenteras aparece como una constante en las entrevistas a mujeres (Elizalde; Felitti, 2015; Gregori, 2011; Hakim, 2012; Illouz, 2009). Natalia (45 años) vincula el amor romántico con el atractivo físico. Dice la entrevistada: “en realidad, cuando yo te digo que espero el flechazo es un tipo que me caliente, que esté bueno”. Esto aparece también en la entrevista a Augusto (40 años), quien asocia las relaciones sexuales placenteras con el amor romántico. Explica que el vínculo con su exnovia comenzó siendo solamente erótico, pero que el buen sexo que tenían lo terminó enamorando de ella. La metáfora romántica que emplea es que lo mantenía a “10 centímetros del piso”. Es decir, como en un estado liminal y alejado de la realidad cotidiana.

Otro aspecto que hace al sex appeal de una persona es que no tenga ningún estigma corporal visible -deformidades físicas (Goffman, 1998, p. 14)-. El estigma implica los atributos de un individuo que le generan profundo descrédito y desvaloración social (Goffman, 1998, p. 13). Según Goffman, los procesos de estigmatización emergen desde la discrepancia entre una “identidad social virtual” (las características que debe tener una persona según las normas culturales) y una “identidad social actual” (los atributos que efectivamente presenta la persona). Azul y Natalia comentan que marcaron con un corazón perfiles de varones que les parecieron atractivos, pero que ocultaban en sus fotos que tenían problemas corporales motrices. Azul se enteró en la cita de que él tenía los brazos cortos, lo cual, de acuerdo con su testimonio, le generó rechazo y terminó el encuentro de forma rápida, diciéndole que debía irse de manera urgente. Por su parte, Natalia comenta que él le dijo antes de la cita que era rengo. Aunque le había parecido interesante, debido a este problema físico no quiso seguir viéndolo.

La energía emocional en ambos casos, en términos de Collins (2009), se disipó y las interacciones se terminaron debido al aspecto corporal de sus citas masculinas. La emoción que les emergió fue la del desprecio/rechazo. El desprecio y el rechazo, al igual que el asco, son emociones jerarquizantes, que aparecen cuando algo o alguien es considerado inferior (Miller, 1998, p. 15).

Natalia: […] Muy linda foto, muy interesante. Me parecía un tipo de mi edad. Tenía una foto muy parisina. No sé si tenía un sombrero, tenía un saco. Muy interesante. Tenía así como un look. Después hablé por teléfono con él y también me pareció interesante. Yo no sé si era periodista o trabajaba de periodista. Pero había puntos en común. El día anterior a encontrarnos me dice “te tengo que decir algo. Espero que eso no interfiera. Yo soy rengo”. Yo traté de decir que no me interesaba, pero obviamente me interesaba. Obviamente que no era lo mismo, debo confesarlo. Nos encontramos igual. Yo tenía la expectativa a la mitad o a un cuarto. Después seguimos hablando. Yo no me acuerdo si él vino con bastón. Él vino en bicicleta. No me gustó. Era medio petiso. Yo considero que tengo aspiraciones de buen gusto. Pero el problema es que cuando uno ve a una persona por primera vez es como un impacto que te tiene que gustar. (Natalia, 45 años).

Otro atributo corporal de importancia para las mujeres, en un sentido positivo, es la mirada.

Ángeles: Al otro que me gustaba, que le puse corazón, fue porque me gustaba la descripción pero también porque tenía unos ojos como bondadosos, después capaz que no sabés. (Ángeles, 39 años).

La mirada es una gestualidad central dentro del amor romántico (Le Breton, 1999; Luhmann, 1985; Serna Dimas, 2014). Para Luhmann, en el amor la comunicación es intensificada mediante, justamente, la renuncia a la comunicación explícita. El código del amor, para Luhmann (1985, p. 47), es el “lenguaje de los ojos” desde el cual los amantes pueden hablarse sin tener que enunciar palabra.

La simpatía y el control emocional son postulados del capital erótico que atraen tanto a varones como a mujeres (Hakim, 2010, 2012). Las personas se muestran en las fotografías, solas o acompañadas, siempre divertidas, riendo a carcajadas o haciendo poses graciosas. Es más frecuente que los varones elijan fotos con grupos de pares, mientras que las mujeres tienden a mostrarse solas. “Soy divertido/a”, “soy alegre”, “me gusta disfrutar”, “mi virtud es estar de buen humor” son frases que aparecen en las descripciones de los perfiles de Tinder, Happn, Match y Badoo. A su vez, personas con estas características son deseadas: “busco una chica compañera, gamba y divertida”, “conocer gente buena onda y pasarla bien, lo que quieras saber preguntame”. La diversión, “la buena onda”, la simpatía y “el buen humor” son formas de devenir deseables. En un contexto de proliferación de relatos psi, estas características son vistas como sinónimos de control emocional (Hakim, 2012; Illouz, 2009) y de trabajo emocional (Hochschild, 1983), entendido como emotional work, que son los modos en que llevamos a cabo un proceso de manejo de las emociones. El emotional work conlleva a que una persona induzca o suprima sus sentimientos con el fin de mantener la apariencia externa que produce en otros el estado mental apropiado (Hochschild, 1983, p. 7). Vale recalcar que Hochschild (1983) emplea el término trabajo emocional para referirse a la administración del sentimiento para crear una exhibición facial y corporal públicamente observable. El trabajo emocional será emotional work o emotional labor según el contexto en el cual se realice. El trabajo emocional es emotional labor cuando se vende por un salario y por lo tanto tiene valor de cambio. Por su parte, el término emotional work (también denominado emotion management -control de emociones-) lo utiliza para referirse a estos mismos actos, pero realizados en un contexto privado, donde tienen valor de uso (Hochschild, 1983, p. 7).

En relación con la edad, por un lado, los varones buscan en pos de generar vínculos eróticos y/o afectivos a mujeres más jóvenes, y es menos frecuente ver mujeres que busquen varones jóvenes. A partir de las entrevistas y del análisis de los perfiles de Match y Badoo, donde la gente puede indicar el rango de edad deseada, aparece que las mujeres buscan en un rango etario cercano, entre cinco años más y cinco años menos. En cambio, los rangos de búsqueda de los varones son más amplios, buscan mujeres que tengan desde, en promedio, entre quince y diez años menos hasta dos años más que ellos. Torrado (2007) indica que, si bien hay una disminución en la Ciudad de Buenos Aires de la diferencia de edad respecto al cónyuge en todos los casos y se acentúa a medida que la persona se va haciendo mayor -entre las mujeres con alto capital educativo o extracción social acomodada se acepta con más facilidad a varones de edad par, en la medida en que su situación no depende tanto de la del cónyuge-, perdura, sin embargo entre las mujeres jóvenes, la valorización de que los varones sean mayores que las mujeres, y no al revés (Torrado, 2007).

Por otro lado, cuando las personas sin pareja se acercan a los cuarenta años de edad y no han tenido hijos/as, el deseo materno/paterno se hace presente tanto en varones como en mujeres, pero se vehiculiza de forma diferenciada. Las mujeres de clase media buscan la maternidad activamente a través de tratamientos médicos de reproducción biotecnológica, mientras que los varones buscan mujeres más jóvenes con quien tener hijos/as o no aparecen buscando alternativas para poder cumplir ese deseo.

Conclusiones

Las búsquedas de vínculos eróticos y/o afectivos están atravesadas por dinámicas sexuales, de género, de clase, de edad, entre otras. En este artículo analicé a dos de los criterios de selección: el capital erótico y las expectativas de roles de género.

La perspectiva sobre la construcción de las corporalidades que esbocé en este artículo es relacional y no piensa al cuerpo de manera pre dada. Las personas se autodiseñan en base a sus modos somáticos de atención y de acuerdo a aquellos que consideran que poseen las personas con quienes interactuarán. Es a partir de esta correspondencia que serán considerados como deseables o no. Un sujeto, cara a cara o de manera virtual, elegirá relacionarse con otro si evalúa que existe un universo compartido con aquel que observa, o en el caso de las aplicaciones y sitios de citas con la foto que observa. Los sujetos no ofrecen simplemente una imagen, sino que desde las mismas se exponen como un todo. Esto puede resumirse en la idea de que la mirada del otro me constituye, de igual modo que yo constituyo al otro (Dipaola, 2015). Esta apertura o exposición conlleva que haya una multiplicidad de interpretaciones sobre una misma imagen (Danto, 2004; Nancy, 2007). Es desde estas interpretaciones, basadas en modos somáticos de atención, que la imagen de una persona, cara a cara o virtual, puede transfigurarlo/a como un sujeto eróticamente deseable y que haya sociabilidad. Estas interpretaciones están atravesadas, tal como se indicó, por el habitus de clase de las personas (Bourdieu, 1987) y sus expectativas de género. Como mostré en el caso de que las personas no cumplan con ciertas expectativas sobre lo masculino, “ser metrosexual”, o femenino, “ser gato”, generan comentarios desaprobatorios y desinterés por parte de la persona.

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Notas

1 Investigadora del CONICET, Instituto Interdisciplinario de Género, Universidad de Buenos Aires, Argentina.
2 Entiendo por búsquedas de encuentros eróticos y/o afectivos al hecho de que las personas buscan y generan distintos tipos de vínculos, ya sea una pareja monógama, filtreo o simplemente chatear con otras personas.
3 Otros de los criterios que aparecen en el marco de la investigación son de clase social y de tipo de vínculo (Palumbo, 2018).
4 Cis es una forma de indicar a las personas que no son trans. Es decir, aquellas que se identifican com el género asignado al nacer. A partir del prefijo cis se nombra a la mayoría dominante y se explícita que las identidades no trans también son construidas (Serano, 2016).
5 El Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) comprende a la Ciudad de Buenos Aires y a 24 partidos del Gran Buenos Aires de la República Argentina.
6 La salsa y la bachata son dos géneros musicales bailables, originarios del Caribe y fusionados com otros ritmos urbanos y folclóricos.
7 Todas las descripciones de los perfiles fueron transcriptas tal cual aparecían en las plataformas de los sitios web de citas y aplicaciones.


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