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Recepción: 04 Abril 2019
Aprobación: 30 Septiembre 2019
Resumen: Al analizar algunos de los aspectos que evidencian los puestos de venta de plantas medicinales, en los mercados tradicionales, como espacios de significancia cultural en la ciudad de Mérida, surgen dos aspectos importantes: 1.- Sus eventos cotidianos, como elementos históricos, que los califica como espacios de enseñanza – aprendizaje y convergencia cultural. 2.- Se observa su importancia como espacios de negociación, resistencia y reclamo cultural, a través de dos procesos diferentes, actividades cotidianas de la ciudadanía y actividades puntuales de negociación política y jurídica con el Estado.
Palabras clave: Plantas medicinales, espacios de convergencia, espacios urbanos, Mérida.
Abstract: When analizing some of the aspects that show the sale places of medicinal plants, at the traditional markets in the Merida city, as space of cultural significance, two important aspects emerge: 1.- Everyday events, as historical elements, that qualifies them as spaces of teaching- learning and cultural convergence. 2.- It’s importance as spaces of negotiation, resistance and cultural claim is observed, through two different processes, daily activities of the citizenship and specific activities of political and legal negotiation with the state.
Keywords: Medicinal plants, convergence spaces, urban spaces, Mérida.
1. INTRODUCCIÓN
En términos generales, cuando se habla de cualquier ciudad, ya sea grande o pequeña, uno de los aspectos resaltantes pareciera ser su individualidad, ‘cada una de ellas posee elementos propios que la definen, la identifican, la narran y la ayudan a permanecer en el tiempo’ (cfr. García Canclini, 1997, Auge, 1998). Elementos de definición que se encuentran por lo general unidos a sus espacios, sus diferentes modos de construcción y la relación que con estos mantiene su gente (Lefevbre, 1974; De Certeau, 1984).
Cuando nos referimos a la ciudad, pareciera existir un modo de relación compleja, donde la configuración espacial influye directamente en los modos culturales y sociales de sus habitantes, al tiempo que estos ejercen una influencia en la manera como se construyen, se perciben y se desarrollan los espacios citadinos (cfr. Lefevbre, 1974; De Certeau, 1984; García Canclini, 1997; Auge, 1998). En este sentido los puestos de venta de plantas medicinales en la ciudad de Mérida, analizados tanto desde su historia como cotidianidad, estarían resaltando como espacios indicados para observar estas correlaciones.
Puestos de venta que al encontrarse en los diferentes mercados permanentes, o desperdigados por las aceras, locales comerciales y estacionamientos de las diferentes avenidas de la ciudad, en especial de la avenida ‘2 – Lora’, van creando puntos de encuentro para las diferentes voces que hacen vida en la ciudad, permitiendo reconocerlos como verdaderos espacios de convergencia, donde a través de las plantas medicinales y los vendedores, como elementos mediadores, se establecen en grados variables, puntos de acuerdo y negociaciones culturales, actuando como espacios de empatía y compartir real, donde podrían difuminarse las diferencias por lo menos de manera parcial (cfr. Scheper – Hughes, 1992; García Canclini, 1997; Monge, 2007).
A través del tiempo, al hacer referencia a estos puestos de venta, casi de inmediato se hace una correlación con lo tradicional, puntos importantes para el encuentro de la ciudadanía con los diferentes grupos campesinos del estado, que han encontrado en estos puestos un modo de permanencia en la ciudad, dando validez a sus conocimientos y su trabajo con plantas medicinales (cfr. Clarac, 1982; López, 1990; García 2006; Rojas, 2000; Gil Otaiza, 2003; Sodja, 2016).
Se identifican como espacios cotidianos, donde la mayor parte de la ciudadanía puede adquirir plantas para sus prácticas de medicina natural, ubicándolos como lugares donde no sólo la ciudad, sino también, casi la totalidad del estado Mérida, concentra su conocimiento sobre plantas medicinales, construcción cultural sobre sistemas de salud y enfermedad, y diferentes modos de construcción cultural del cuerpo (cfr. Clarac, 1985; López, 1990; García, 2006; García et. al., 2007; Rojas; 2000; Gil Otaiza, 2003).
Por otro lado, al analizarlos desde su recorrido histórico, se evidencian estos lugares como verdaderos reservorios de la cultura tradicional merideña, los cuales a través del tiempo han comenzado a compartir con otros sistemas de salud provenientes de otros lugares, tales como la ayurveda y la medicina china entre otros (Sodja, 2016), lo cual permitiría identificarlos como espacios complejos, que bien podrían tomarse como punto de referencia de identidades parciales en la ciudad (cfr. Clarac 1982; García, 2006; Sodja, 2016).
Podría plantearse, por lo tanto, que la complejidad de estos espacios, desde su práctica a través del tiempo, (cfr. Lefevbre, 1974; De Certeau, 1984) se construye, modifica y re – estructura, a través de la manera como los diversos grupos culturales, que hacen vida en la ciudad, establecen en ellos, diferentes modos de relación y negociación, ya sea de manera objetiva o subjetiva, llegando a influir otros espacios y elementos importantes, entre los cuales sólo por mencionar algunos, se podrían citar elementos históricos, de cotidianidad, económicos, religiosos y jurídicos.
Con base a esto, se propuso como objetivo “Analizar algunos de los aspectos que evidencian la importancia de los puestos de venta de plantas medicinales, en los mercados tradicionales, como espacios de significancia cultural en la ciudad de Mérida”.
2.ASPECTOS METODOLÓGICOS
Se realizó un primer acercamiento etnográfico, en los mercados ‘Principal’, ‘Periférico’ y ‘Tatuy’, donde se trabajó con un total de 54 personas de manera individual, mas algunas conversaciones grupales, donde se incluían clientes, vendedores y distribuidores de plantas, de diferentes edades, sexo, ocupaciones y lugares de origen. Con base a los datos generados aquí, se encontraron para su desarrollo dos categorías principales de análisis, las cuales permiten reconocer estos puestos de venta, como espacios culturales importantes, dentro de la ciudad:
3. DISCUSIÓN
3.1. Historia y cotidianidad
A través de su historia, estos puestos de venta pueden reconocerse como cambiantes, en continuo proceso de producción (cfr. Lefevbre, 1974), sujetos a modificaciones y diferentes interpretaciones, influenciados no solo por los diferentes eventos históricos importantes dentro de la ciudad, sino también como resultado del acontecer cotidiano de los pobladores en las diferentes épocas.
Al igual que otros espacios importantes de la ciudad, podría decirse que los puestos de venta de plantas medicinales, han pasado a través del tiempo, a formar parte de las historias de vida de los habitantes, influenciando de diferentes maneras sus modos de interacción, maneras de establecer intercambios, negociaciones, decisiones sobre qué cambiar y qué conservar de sus propios imaginarios (Sodja, 2016). Se estaría hablando desde el momento mismo de su surgimiento, de su cualidad intrínseca como espacios de convergencia, idóneos para la manifestación de la diversidad cultural presente en la ciudad.
Pensar en estos como espacios producidos desde la cotidianidad, es quizás hacer referencia al surgimiento mismo del ‘mercado principal de Mérida’, encontrando que García (2006) y García, et.al (2007) hablan de la historia del mercado principal, desde el momento en que se establecía como mercado itinerante el día domingo, en ‘La Plaza Mayor’, al que asistían los ciudadanos, como parte de sus actividades dominicales, luego del servicio eclesiástico.
Podría decirse que, en este mercado dominical, la cultura campesina merideña de la época, encuentra un espacio relativamente formal, de contacto con la ciudad a través de la venta de sus productos agrícolas, lo cual estaría hablando de un espacio neutral de compra venta, a través del cual los habitantes de la ciudad y el campesinado merideño, pueden compartir algunos intereses comunes.
Un elemento importante surge a través del comercio de plantas medicinales, el cual ya para ese momento recopila conocimiento importante tanto de la cultura indígena merideña, como del conocimiento popular de origen español. Para este momento tanto Febres Cordero (1991), como Chalbaud (2010), permiten observar claramente la importancia que presentó para los habitantes de la ciudad el conocimiento indígena sobre plantas medicinales, las cuales se vendían en el mercado del domingo, compartiendo su espacio con plantas y el conocimiento popular traído por los españoles.
Febres Cordero (1991), registra una lista de vocabularios indígenas, entre las que se pueden encontrar aproximadamente 52 palabras, con las que los indígenas nombraban diferentes plantas, reconoce utilidad para algunas de estas, registrando diferentes usos, como medicinales, alimento, construcción, condimento, tintóreas y fabricación de herramientas. Hace referencia aquí, a plantas que aún en la actualidad han conservado su nombre indígena como el “Tampaco” (Macleanea sp), y otras que sus nombres cambiaron a partir de la integración cultural como “Tifú” o “Chiruque”, dos diferentes maneras de nombrar el frailejón (diferentes especies de la sub tribu Espeletinae), destacando en ambos casos su cualidad de ser plantas medicinales.
Habla también este autor, del interés de los pobladores indígenas en conocer las plantas traídas por los españoles, las cuales analizan hasta aprender sus usos, esforzándose por comenzar a nombrar con sonidos, que para ellos, se hacían similares a los pronunciados por los españoles, llegando en algunos casos a crear sus propios nombres. Hace en este caso referencia específica al trigo (Triticum sp), al que, según el autor, los españoles mostraban a los indígenas utilizando la expresión “es trigo”, pasando a ser nombrada por los indígenas como “Istircú”.
Por su parte Chalbaud (2010), habla sobre la importancia que presentó el conocimiento medicinal indígena, y su modo de uso de plantas medicinales, para los colonizadores, quienes para el momento del contacto, no poseían en realidad un sistema medico, con el que pudieran hacer frente a las diferentes plagas y enfermedades tropicales, convirtiéndose el temor a la muerte por enfermedad, en uno de los mayores miedos que estos colonizadores debieran confrontar, junto con el hambre y esporádicos ataques indígenas. Este autor, registra para el año 1700 el asentamiento permanente de un médico en la ciudad de Mérida, Don Martín de Urrutia, nacido en España, médico cirujano, proceden- te de Cartagena de Indias, quien reconocía el valor de la medicina indígena y sus modos de uso de plantas medicinales.
Por otra parte, se puede pensar, que mas tarde, para el año 1858 con la fundación de la Facultad de Medicina de la Universidad de Los Andes (Chalbaud, 2010), estos puestos de venta comienzan, lentamente, una nueva etapa de compartir y negociación cultural, con la formalidad de los estudios académicos occidentales, los cuales van a introducir nuevos conocimientos y de seguro diferencias, en la manera como se explica la cosmovisión popular, tanto indígena como española, en cuanto a la percepción cultural del cuerpo, las enfermedades y sus modos de sanación (cfr. Clarac, 1982, 1992; López, 1990; Rojas, 2000), aún cuando las tres coinciden en el uso de plantas medicinales, como elementos importantes en sus modos de sanación.
Con base a esto, se podría hacer referencia a la venta de plantas medicinales, en este primer mercado dominical, como un espacio donde el conocimiento de tradición indígena, popular es- pañol y médico académico, logran compartir y negociar, de una manera relativamente formal y a un mismo nivel de importancia, destacando que parte de este herbolario ha trascendido hasta la actualidad, dentro del herbolario tradicional de la cultura merideña.
Luego, durante el gobierno de Guzmán Blanco, García (2006) y García, et.al. (2007) hablan de como este primer mercado dominical, se muda y establece como mercado permanente, en parte de las instalaciones del Convento de Santa Clara, dando como fecha oficial de este evento, el año 1880 y registrando como fecha oficial para su fundación el año 1886, después de que se realizaran una serie de modificaciones a dichas instalaciones.
Estos mismos autores hacen referencia, dentro de este mercado, a la existencia de varios puntos permanentes de venta de plantas medicinales, ubicados específicamente en ‘El Pasaje Tatuy’, donde compartían con otros vendedores itinerantes de plantas medicinales y la venta de otros productos, del rubro agrícola y artesanal, hasta el año 1987, cuando esta sede es quemada y el mercado se muda a un nuevo lugar en la avenida Las Américas.
Para el año 1884 se funda La Facultad de Farmacia, la cual, desde su fundación hasta la actualidad, ha mantenido un interés activo por las plantas medicinales, encontrando en estos puestos de venta un valioso lugar, de fácil acceso, donde pueden encontrarse plantas medicinales de las diferentes regiones del estado (cfr. Gil Otaiza, 1997, 2003).
A principios de siglo XX, se registran una serie de eventos de importancia nacional, como la aparición de la carretera Trasandina, que une por vía terrestre, la región andina con el resto del país (Olivar, 2009), comenzando una nueva etapa que facilita el transporte de mayor cantidad y nuevos insumos al mercado, provenientes de otras regiones, tanto del estado como del país, entre los cuales comenzarían a llegar nuevas plantas y nuevos conocimientos sobre estas; se estaría dando inicio a un nuevo periodo de intercambio de plantas y conocimientos sobre estas, el cual podría pensarse, prevalece hasta la actualidad.
Imagínese, es que a Dominguito le llegan ‘ramas’ (modo común de nombrar las plantas medicinales) de todos la’os, de aquí de Mérida le llegan de todas partes, de abajo de tierra caliente, del páramo, de otros la’os del país y hasta de otros países, de Perú, de la India,… (Sr. José Olivo, distribuidor de plantas.)
Comienzan a partir de este periodo, una serie de cambios importantes en la infraestructura general del país, la aparición progresiva de carreteras pavimentadas, la introducción de nuevas tecnologías agrícolas, mayor cantidad y nuevos transportes de motor; reformas y cambios del sistema educativo, se oficializa de manera definitiva (a partir de los años 40) el sistema bio – médico occidental, como sistema estadal de salud. Situaciones que parecieran traer como consecuencias, un acelerado proceso de urbanismo y de cambios en el pensamiento de la ciudadanía, las cuales se ven reflejadas en las concepciones del cuerpo, así como en los sistemas de salud y enfermedad (cfr. Clarac, 1982; Rojas, 2000; Pedrique, 2000).
Reformas y cambios, que en principio estarían orientados a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, así como a la creación de un imaginario que permitiera la consolidación de Venezuela como estado nación, basándose en la construcción de nuevos códigos, que trataban de crear una familiaridad implícita de normas, rutinas sociales y reglas de conducta que definirían y demarcarían los límites de la colectividad venezolana, pero que conllevan de manera implícita, a sufrir una re estructuración, que integrará los nuevos elementos adquiridos, con los elementos simbólicos y materiales tradicionales, ya permeados por un cu- mulo de diversidades (cfr. García Gavidia, 2003).
La ciudad de Mérida, no escapa a estos procesos de reestructuración, como consecuencia de cambios, tantos simbólicos como materiales, sus habitantes se ven obligados a establecer luchas y modos de negociación cultural que les permita preservar tanto su identidad, como sus modos de subsistencia económica.
Clarac (1982) en su planteamiento sobre el re – estructuración que, dentro de esta serie de cambios, sufre la Cordillera de Mérida como consecuencia del capitalismo y los procesos acelerados de urbanismo, induce a pensar en el surgimiento de una situación compleja, donde los espacios de cultura campesina tradicional, cercanos a la ciudad, se ven invadidos como consecuencia de un urbanismo creciente.
Esto conllevaría a un deterioro progresivo de su calidad de vida y sus valores simbólicos – culturales, pues sus espacios son invadidos y sus modos de producción, en muchos casos, eliminados, pero no se crean nuevas oportunidades aprehensibles para ellos, al mismo tiempo que se ven obligados a integrarse a nuevos modos de producción y escasas fuentes de empleo, además de cambios drásticos en sus modos culturales de percibir sus propios cuerpos y sus sistemas de salud – enfermedad, lo cual vendría hablando de una alteración importante en sus elementos de identidad, tanto individual como grupal.
Dentro de este contexto de cambios, las plantas medicinales y sus puestos de venta, se estarían conservando como un refugio cultural, un modo de conservar conocimientos tradicionales, sean biológicos o simbólicos, al mismo tiempo que permite satisfacer necesidades de diferente índole, a los distintos grupos tradicionales del estado, que de manera permanente o temporal hacen vida en la ciudad.
Podrían plantearse como centros de importancia económica, para todas las personas que comparten en ellos, donde los distribuidores y vendedores han conseguido un modo de sustento familiar, incluso por generaciones, mientras que los clientes consiguen allí una respuesta de salud (sea permanente o temporal), ante los tratamientos de los sistemas biomédicos occidentales, los cuales para algunos clientes pueden resultar económicamente costosos (cfr. Clarac, 1982).
… Yo aprendí de mi abuela, ella era sobandera, y además era partera, después mi mamá también trabajó con esto, ellas estaban cuando era el merca’o viejo, ese yo también lo conocí, nosotras las tres hemos trabaja’o en esto … pero sí, yo ya tengo más de 30 años en esto y es que la gente siempre me busca, entonces pa’ qué me voy a poner a trabajar en otra cosa, si este trabajo siempre lo están buscando… yo en mi vida nunca he sabido lo que es estar sin trabajar …. Jajajajaja … (Sra. Julia Salcedo, Vendedora del Mercado Tatuy).
Es que yo trabajo con otras cosas, soy agricultor, siembro y vendo varias cosas, pero las ramas las he trabajado desde siempre, eso me da una entra’íta mas, además con eso trabajamos todos en la casa, mi esposa, mis hijos y hasta mi nieta ayuda … (Sr. José Olivo, distribuidor de plantas).
… pero es que no para todo se tiene que estar comprando medicinas en la farmacia, que sale más caro, hay cosas que se pueden tratar con ramitas, que igual hace efecto y sale mucho mas barato, para dormir yo prefiero venir aquí y prepararme mi té de limoncillo [Cimbopogon citratus L.] y albahaca morada [Ocimun cfr basilicum L.] o valeriana [Valeriana officinalis L.] en lugar de estar comprando pastillas, eso me sale mucho más caro. (Sra. Carmen Rojas, maestra).
Se estarían conformando como puntos de encuentro coti- diano, donde se establecen conversaciones, discursos, modos de enseñanza – aprendizaje, que permiten, de modo variable, transmitir y compartir conocimientos, creando un modo de conservación y difusión de conocimiento cultural, ayudando a grupos e individuos a conservar, recuperar y algunas veces a crear una imagen de sí mismos, discursos particulares de identidad, que parecieran estar íntimamente relacionados a la población de la ciudad y en algunos casos a otros lugares del estado.
… La gente que viene aquí, nooo … es más que todo de aquí, de la ciudad, también vienen de otros la’os del estado, sobre todo del vigía, de Tabay, de por aquí mismo… ¿De otras partes?, los turistas, esos vienen buscando vino artesanal, dulces, fresas, y algunas verduras, pero a este puesto cuando vienen es sobre todo por curiosidad, no porque les interese realmente. (Sr. Domingo León, vendedor, Mercado Principal)
Pueden observarse como centros dinámicos de intercambio y actualización de conocimiento, no solo entre los diferentes grupos tradicionales, sino también con otros grupos que, a través del tiempo, se han integrado a la ciudad, además de otras fuentes documentales.
De mi abuela y de mi mamá, es mucho lo que yo aprendí, pero en este trabajo uno no puede pensar en queda’se solamente con lo que le enseñaron los abuelos, yo siempre estoy revisando, hay que revisar, imagínese, todos los trabajos que salen de la universidad y que a mi me gusta estar pendiente, y salen también otros en revistas de otras diferentes, libros, ¡mire!, yo aquí tengo uno, …. a veces por la televisión pasan programas muy buenos y uno aprende y, la gente que viene también enseña cosas, unos vienen preguntando y después uno también pregunta y se aprenden cosas nuevas …. Todo el tiempo uno aprende. (Sra. Julia Salcedo, Mercado Tatuy).
Uno aquí aprende todo el tiempo y de diferentes maneras, hay médicos que vienen a comprar y enseñan cosas, hay gente que viene de otras partes y uno pregunta y aprende, ahí están los chinos, ellos vienen a comprar ramas y uno va aprendiendo, yo no sabía que ellos usaban el limoncillo pa’cocinar, hacen dulces y dicen que ayudan pa’varias cosas, pa’evitar la debilidad y pal’ cerebro, así uno va aprendiendo. (Sr. Domingo León, vendedor, mercado Principal)
Se estaría hablando de espacios de compartir, que a través del tiempo estarían contribuyendo con la sobrevivencia económica y cultural, ante un mundo de cambios muchas veces rápidos y radicales. Importancia que podría verse reflejada en el espacio de la ciudad, si se toma en cuenta que, a través del tiempo, estos puestos de venta no se han visto disminuidos en número, sino por lo contrario se han incrementado.
Para el año 1954 abre sus puertas el ‘mercado Periférico’, donde se establecen desde su fundación cuatro puestos de venta permanente de plantas medicinales, y se permite la venta itinerante a varias señoras. Para el año 1996, abre el ‘mercado Tatuy’, donde la venta de plantas medicinales, era su objetivo principal, aumentando el número de puestos de venta con respecto al antiguo mercado; mientras que el ‘mercado Jacinto Plaza’, que abre sus puertas los fines de semana, cuenta con cinco puestos de venta permanente y varios vendedores itinerantes; encontrando además vendedores ubicados en diferentes avenidas del centro de la ciudad, principalmente la avenida ‘2 – Lora’.
3.2. Reclamo cultural del espacio
La importancia de estos espacios, puede verse reflejada dentro de su labor cotidiana, donde estarían conformando a través de su uso y reconocimiento, un modo de apropiación del espacio citadino, actuando como intermediarios, entre las diferencias jurídicas y culturales que conviven en la ciudad, lo cual les daría importancia como espacios de negociación entre los discursos oficiales y no oficiales de poder, donde las políticas estadales y culturales, establecen límites, negociaciones y modos de convivencia.
Actuarían por lo tanto como espacios mediadores entre lo simbólico y lo jurídico, donde los diferentes conocimientos tradicionales sobre sistemas de salud – enfermedad, las plantas medicinales y los vendedores portadores de este conocimiento, se estarían reconociendo como elementos necesarios, que permiten el mantenimiento de un legado cultural – histórico dentro de la ciudad. En las maneras como se establecen estás negociaciones, se podría encontrar, que, como parte de los espacios de comercio de la ciudad, deben seguir la normativa de ley estadal para tal fin, lo cual les confiere el valor jurídico – institucional, que los regula dentro del modo de ordenamiento y funcionalidad oficial (cfr. Sodja, 2016, 2018).
Por otro lado, al analizarlos dentro de la complejidad cotidiana, característica de estas mismas actividades comerciales, puede observarse como, a partir de una simple relación de compra – venta, se establecen con frecuencia, conversaciones e intercambios de conocimiento, entre diferentes grupos culturales, los cuales pueden o no establecer puntos de acuerdo, pero que de manera invariable, conservan las plantas y sus usos como elementos de interés común, dando verdadera importancia como espacios que permiten grados variables de cohesión social.
Se estarían planteando como espacios importantes dentro del imaginario citadino, al punto de establecerse diferentes modos de reclamo de los mismos, por parte de la ciudadanía, cuando se ven obligados a asumir cambios drásticos. Tal situación podría observarse, con los eventos que se generaron a partir del año 1987, luego de la quema de la primera sede del mercado principal, en la avenida ‘2 – Lora’ (cfr. García, 2006; García, et.al, 2007), que de alguna manera obliga a su mudanza a la actual sede en la avenida Las Américas.
A partir de este año, con la desaparición de la sede permanente en el centro de la ciudad, estaría comenzando una nueva etapa, un reajuste tanto conductual como espacial, donde ciertas reglas culturales, inician un proceso de lucha para lograr su permanencia en el casco histórico, donde el mercado principal pareciera negarse a desaparecer, al tiempo que comienzan la conquista de nuevos espacios en la sede de la avenida Las Américas. Se estaría hablando de un proceso de reconfiguración, tanto del espacio, como de la cotidianidad cultural de la ciudadanía.
En este proceso de reconfiguración, las plantas medicinales y sus puestos de venta, parecieran cobrar una importancia particular, encontrando, por un lado, que en la sede de la avenida Las Américas, los puestos de venta de plantas medicinales, pasan por un complicado proceso de ajustes y reclamos por parte tanto de los vendedores, como de la ciudadanía. En un primer momento, podría pensarse en la desaparición progresiva de estos puestos de venta, debido a la inconformidad de los clientes, lo que estimula a algunos de estos vendedores a regresar al centro de la ciudad, permaneciendo solo dos de los puestos de venta.
… luego de la quema del mercado, varios vendedores de ramas se vinieron para acá (refiriendo la nueva sede del mercado principal en la avenida Las Américas), pero no les gustó, no vendían lo que ellos querían vender, y estaban perdiendo los clientes que los buscaban por el pasaje Tatuy, en el mercado viejo, la gente estaba acostumbrada al centro, era ahí donde siempre los buscaban, así que ellos decidieron regresar al centro de la ciudad y ubicarse en distintos lugares, entre ellos la avenida 2, para seguir con su negocio de ramas, parte de ellos o sus hijos que fueron los que quedaron ahora, son los que se encuentran hoy en día en el Mercado Tatuy y por las aceras y los estacionamientos de la avenida 2, de ahí han venido llegando otros que son nuevos, tienen menos tiempo, pero también venden ramas. (Sr. La Cruz, vendedor de verduras del Mercado Principal, antiguo vendedor en la sede original en el centro de la ciudad).
Sin embargo, lejos de una desaparición progresiva, surge poco a poco en esta nueva sede, un modo de reclamo pasivo y cotidiano por parte de la misma ciudadanía, que obliga a la aparición de nuevos puestos de venta de plantas medicinales, tal como se ve reflejado en el caso del señor Domingo León, quien comienza con la venta de plantas medicinales, como parte de la exigencia de la misma comunidad, lo cual podría considerarse un modo pasivo de reclamo, una dinámica de producción (cfr. Le Febvre, 1974; DeCerteau, 1984) a través de la conquista espacial, un modo de apropiación de los nuevos espacios del mercado principal, a través de la práctica cotidiana de ciertos patrones culturales y dinámicas sociales.
Cuando yo empecé aquí trabajaba vendiendo verduras, pero poco a poco la gente siempre llegaba preguntando si tenía ramas, me preguntaban que por qué no las vendía, y los mismos compañeros del merca’o me decían que por qué no me ponía y vendía ramas, así que empecé a vender, y fue mucho lo que tuve que aprender, todavía estoy aprendiendo … pero sí, la misma gente fue la que hizo que yo empezara a vender ramas y me interesara por este negocio, que pa´mi es más que un negocio, es una escuela … (Sr. Domingo León, vendedor, Mercado Principal).
En el caso particular del casco histórico de la ciudad, García (2006) y García et.al (2007) estarían hablando de un modo de reclamo mucho más activo, cuando describen como, no todos los trabajadores del antiguo mercado se trasladaron a la nueva sede en la avenida Las Américas, por lo contrario, algunos deciden comenzar un proceso de recuperación espacial en el centro de la ciudad, situación que les lleva a organizarse a nivel legal, como “Asociación Civil Tatuy”, lo cual les permite establecer negociaciones con las normativas legales, para ubicar sus puestos de venta en el centro de la ciudad.
Se ubican primero en La Plaza Colón, avenida 4, de donde fueron desalojados en el año 1993, para lograr, tiempo más tarde, un nuevo lugar en una casa antigua ubicada en la avenida ‘2 Lora’, una cuadra arriba de la antigua sede del Mercado Principal, comenzando a partir de 1995, la construcción y establecimiento de un nuevo mercado, conocido como “Mercado Tatuy” (García, 2007).
Mercado que tiene el reconocimiento, por parte de la ciudadanía, como ‘mercado tradicional’, a pesar de ser el de más reciente construcción. Para algunos ciudadanos, este reconocimiento de tradicional, se genera a partir de dos aspectos importantes: primero su nombre, ya que conserva el nombre del ‘pasaje Tatuy’ del antiguo mercado, el cual, al ser llevado a la categoría de mercado, no solo logra la recuperación de un espacio en el centro de la ciudad, sino que además lo revalora y reafirma como espacio tradicional que logra un estatus superior.
El segundo, es que conserva su importancia en la venta de plantas medicinales, las cuales, en el antiguo mercado, se encontraban principalmente en este ‘pasaje Tatuy’, reconociendo, además, parte de los vendedores que trabajan en este nuevo mercado, como vendedores provenientes de la antigua sede desaparecida, o descendientes de estos.
… es que este merca’ito tiene su historia, que comienza en el merca’o viejo, los vendedores de ramas del pasaje Tatuy en el merca´o viejo, ahora están aquí, la gente que sabía de ramas allá, ahora está aquí, no podemos decir que este merca’o es nuevo, porque antes ellos estaban en el merca’o viejo y algunos de ellos vienen de familia, años y años de trabajo con las ramas, ahí tiene usté a la señora Julia, ella estaba antes en el merca’o viejo con su abuela y su mamá y ahora está aquí. Además, esta gente fue mucho lo que tuvo que trabajar y luchar para conseguir esta casa, eso no fue fácil, pero es como si de alguna manera, el pasaje Tatuy hubiera crecido, para converti´se en un merca’o por sí solo, pero no podemos olvidar que este viene del merca’o viejo, así que es como si un pedacito del merca’o viejo hubiera sobrevivido aquí en este merca’o, entonces no es tan nuevo, es tradicional … ¡bueno!, así lo veo yo”. Sra. María Ramírez, 62 años, ama de casa).
4. A MODO DE CONCLUSIÓN
Con base a lo anterior, podría decirse que la permanencia histórica de los puestos de venta de plantas medicinales en la ciudad, desde su inicio hasta la actualidad, estaría sujeto a su condición de espacios de convergencia, donde los grupos tradicionales de la ciudad y algunos nuevos que se han integrado a través del tiempo, participan en la producción de un espacio inconcluso de dimensiones complejas.
Se pueden hallar en estos puestos, valores objetivos y subjetivos diferentes, en torno a la construcción cultural de cuerpos y sistemas de salud – enfermedad; lo que permitiría observarlos, como lugares de compartir, que estimulan la interacción, el intercambio y en algunos casos la modificación, de las simbologías corporales particulares. Por lo que podrían considerarse como espacios importantes, que estarían contribuyendo en la construcción cultural de cuerpos urbanos, propios de la ciudad de Mérida. Se hace evidente, la importancia que poseen estos puestos de venta dentro de la ciudad, como espacios que a través del tiempo se han re – estructurado, estableciéndose como espacios de negociación y convenimiento entre lo jurídico y lo cultural, logrando reconocimiento en la conservación de tradiciones y valores culturales propios de la ciudad, necesarios para su buen funcionamiento, permitiendo diferentes niveles de cohesión entre los diferentes grupos, así como entre estos y el sistema jurídico estadal.
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