Artigo Original

EMPAQUETANDO EL DISCIPULADO: LA MARCA G-12 Y SU IMPACTO EN LA ESTRUCTURA Y MISIÓN DE LAS IGLESIAS EVANGÉLICAS NEOAPOSTÓLICAS

EMPACOTANDO O DISCIPULADO: A MARCA G-12 E SEU IMPACTO NA ESTRUTURA E MISSÃO DAS IGREJAS EVANGÉLICAS NOVA APOSTÓLICAS

PACKAGING DISCIPLESHIP: THE G-12 BRAND AND ITS IMPACT ON THE STRUCTURE AND MISSION OF EVANGELICAL NEO-APOSTOLIC CHURCHES

Fernando Adolfo Mora Ciangherotti *
Universidad Simón Bolívar, Venezuela

EMPAQUETANDO EL DISCIPULADO: LA MARCA G-12 Y SU IMPACTO EN LA ESTRUCTURA Y MISIÓN DE LAS IGLESIAS EVANGÉLICAS NEOAPOSTÓLICAS

Ciencias Sociales y Religión/Ciências Sociais e Religião, Campinas, vol. 24, pp. 1-52, 2022

Universidade Estadual de Campinas, Brazil

Recepción: 06 Septiembre 2021

Aprobación: 13 Julio 2022

Resumen: El propósito de este artículo es revisar las corrientes eclesiológicas y teológicas que impulsaron el origen y el desarrollo del modelo G-12 de iglesias celulares, aparte de analizar su conceptualización e implementación como una marca que refleja en parte el espíritu McDonalizador presente en muchas organizaciones eclesiásticas, en la búsqueda de lograr eficiencia, calculabilidad, predictabilidad y control, para garantizar su expansión y globalización. La intención es entender en qué maneras el modelo eclesiológico G-12 está influyendo en el avance de la Nueva Reforma Apostólica (NRA) a nivel global. A manera de discusión se proponen tres vertientes en las que este modelo, sistematizado como una marca al alcance de numerosas iglesias, está contribuyendo con el avance de la NRA globalmente. Las mismas son: el desarrollo de redes de iglesias; la aceptación de estructuras teocráticas piramidales; y la incursión en la política por parte de las iglesias celulares al disponer de una base de membresía disciplinada y obediente.

Palabras clave: Grupos celulares, megaiglesias, grupos de 12, macdonalización, redes de iglesias, dominionismo.

Resumo: O objetivo deste artigo é revisar as correntes eclesiológicas e teológicas que promoveram a origem e o desenvolvimento do modelo G-12 de igrejas em células, além de analisar sua conceituação e implementação como uma marca que reflete em parte o espírito McDonalizante presente em muitas organizações eclesiásticas na procura de eficiência, calculabilidade, previsibilidade e controle, para garantir sua expansão e globalização. A intenção é entender de que forma o modelo eclesiológico do G-12 está influenciando o avanço da Nova Reforma Apostólica (NRA) em nível global. A título de discussão, são propostos três aspectos em que este modelo, sistematizado como marca ao alcance de inúmeras igrejas, está contribuindo para o avanço da NRA globalmente. São eles: o desenvolvimento de redes de igrejas; a aceitação de estruturas teocráticas piramidais; e a incursão na política por igrejas em células por ter uma base de membros disciplinada e obediente.

Palavras-chave: Grupos de células, megaigrejas, grupos de 12, macdonaldização, redes de igrejas, dominionismo.

Abstract: The purpose of this article is to review the ecclesiological and theological influences that drove the origin and development of the G-12 cell-church model. Besides that, the article analyzes the branding of the G-12 model, reflecting the McDonaldization of many ecclesiastical organizations, in their search to achieve efficiency, calculability, predictability and control, to guarantee their expansion and globalization. The intention is to understand in which ways the G-12 ecclesiological model is currently influencing the advancement of the New Apostolic Reformation (NRA) on a global level. By way of discussion, three aspects are proposed in which this model, distributed as a brand at the reach of many churches, is contributing globally with the NRA. These aspects are the development of church networks; the acceptance of pyramidal theocratic structures; and the political power of cell churches by having a disciplined and obedient membership base.

Keywords: Cell groups, megachurches, groups of 12, macdonaldization, church networks, dominionism.

Introducción

En años recientes hay un creciente interés en el estudio de la iglesia evangélica latinoamericana desde diversas perspectivas (Tec-López, 2020). Uno de los aspectos que están siendo investigados es la forma como se estructuran y vinculan las iglesias evangélicas dentro de la denominada Nueva Reforma Apostólica (NRA), un novedoso paradigma de asociación de iglesias que supera el denominacionalismo evangélico tradicional que se desarrolló extensamente durante el siglo XX (Marzilli, 2019). La notoriedad de la NRA a nivel continental se ve incrementada por la participación de sus principales figuras representativas, ahora designados como apóstoles y profetas contemporáneos, dentro de procesos políticos en numerosos países de la región, tales como Brasil, Guatemala, Colombia, México, Perú, Venezuela, y Costa Rica (Goldstein, 2020), así como por su notoriedad durante el gobierno de Donald Trump en los Estados Unidos (Berry, 2020).

Durante los últimos 20 años, dentro de la NRA, numerosos grupos comenzaron a elaborar modelos que enfatizaban discipulado, sumisión, cobertura espiritual, relaciones de pacto, lealtad, métodos de multiplicación y reproducción de comunidades e iglesias, y a probar arquitecturas jerárquicas piramidales en las cuales los oficios restaurados de apóstoles y profetas se ubicaban en los niveles superiores (Weaver, 2016). La NRA surge de un proceso evolutivo de la teología y eclesiología neopentecostal (Mora, 2022), pero a la vez es una categoría que ha sido adoptada para referirse a las llamadas iglesias neoapostólicas, las cuales han buscado tomar un protagonismo en los procesos políticos de diversas naciones (Heuser, 2021). En medio de este caldo de cultivo es que el Modelo G-12, o Gobierno de los Doce, va a surgir en Bogotá (Colombia) a finales de la década de los 80s, proponiendo una novedosa manera de sistematizar y empaquetar la formación de discípulos, y, por ende, el crecimiento numérico de las iglesias que lo adoptasen. Como su proceso de desarrollo y globalización lleva ya 35 años, y dado que es un baluarte importante del avance de las iglesias que conforman la NRA o neoapostólicas, es importante entender su origen, bases teológicas, modus operandi, características, y desarrollo como marca, para poder determinar y entender cuál es su influencia actual en el avance de la NRA a nivel mundial. Aunque ha habido un creciente interés en el G-12, diversos artículos describen algún aspecto de éste (Algranti, 2012), pero dejan muchas lagunas o espacios que necesitan mejor explicación. En particular, en muchos de las publicaciones existentes se hace mención del origen del G-12 sin ubicarlo dentro de un marco referencial más amplio que debería incluir aspectos teológicos y eclesiológicos que han influido en su formulación, diseminación, así como su aplicación actual.

Tomando en cuenta lo anterior, este artículo lleva a cabo una revisión bibliográfica de las corrientes eclesiológicas y teológicas que impulsaron el origen y el desarrollo del modelo de iglesia celular G-12. Comenzando con el anhelo de restauración, o retorno a los ideales neotestamentarios para justificar el uso de grupos pequeños, el énfasis en la cobertura pastoral como elemento esencial para el crecimiento discipular, y el desarrollo de un gobierno eclesiástico basado en apóstoles y profetas. Posteriormente se describe uno de las principales historias exitosas en cuanto a la divulgación de las llamadas megaiglesias celulares, surgida en los últimos 35 años del siglo XX, la cual, debido a su extraordinario crecimiento numérico, provocó la mimetización organizacional de muchas iglesias evangélicas en todas partes del mundo, lo que facilitó la posterior expansión del modelo G-12. Por otro lado, se presenta otra corriente metodológica que influyó notablemente a las iglesias evangélicas y que permitió la incorporación y sacralización de los métodos de investigación de las ciencias sociales y las innovaciones surgidas en el mundo de los negocios dentro de la plantación y desarrollo de las iglesias contemporáneas. Como aporte de este trabajo, después de describir las características del modelo G-12, se analiza su conceptualización e implementación como una marca que refleja en parte la macdonalización presente en muchas organizaciones eclesiásticas actuales. Por último se vincula este aspecto con la forma como el modelo G-12 facilita la creación de poderosas redes de iglesias dentro de la NRA, la aceptación de estructuras de gobierno piramidales, y la movilización de los creyentes dentro de diversos proyectos políticos. La pandemia del COVID-19 ha llevado a una reflexión profunda sobre el papel de las iglesias en la sociedad y cómo éstas deben organizarse para enfrentar futuras crisis sociales. En dichas reflexiones el papel de los grupos pequeños o células ha sido resaltado y vigorizado, aún en sus versiones digitalizadas, por ello modelos como el G-12 se mantendrán vigentes en los años sucesivos, por lo que este trabajo pretende contribuir en su comprensión integral.

La Macdonalización de las megaiglesias evangélicas

Max Weber fue el primero en tratar de entender los procesos de racionalización en diferentes ámbitos y sectores de la sociedad, por esta razón, es bastante común recurrir al enfoque weberiano para analizar los fenómenos de modernización en la sociedad. Weber emplea el concepto de racionalización para describir cualitativamente aquellos procesos que tienen lugar en diferentes esferas o ámbitos de la vida, como el derecho, estructuras burocráticas, política, economía, educación, investigación científica, religión, ética, y otros sectores (Kalberg, 1980). Cuatro tipos de racionalización se encuentran descritos en los trabajos de Weber (Kalberg, 1980): práctica (cómo enfrentar racionalmente las realidades cotidianas y cómo actuar en situaciones concretas), teórica (cómo dominar conscientemente la realidad a través de la construcción de conceptos abstractos), sustantiva (cómo orientar a las personas para cumplir con sus objetivos en función de un sistema de valores), y formal (cómo lograr la consecución de un objetivo específico mediante reglas, normas y estructuras sociales). Es precisamente la racionalización formal la que ha llevado a la creación de organizaciones estructuradas alrededor de ciertos objetivos, que son alcanzables solo si se siguen procedimientos, protocolos, normas, y procesos pre-establecidos, los cuales son cuantificados para evaluar la eficiencia y efectividad de la organización en el logro de sus metas.

Dentro de esta tónica, al considerar la homogenización, estandarización, tecnificación, y masificación que se asociaba a la modernidad de finales del siglo XX, George Ritzer (1996), sugirió a las cadenas de comida rápida, como McDonald’s, como paradigma por excelencia para entender los procesos de racionalización de la producción y el consumo de la sociedad contemporánea, a partir de lo cual propuso el concepto de la “macdonalización”. Lo que define a las organizaciones macdonalizadas, no es el sabor de la comida (que una hamburguesa sepa igual en Ciudad de México que en Buenos Aires, no es relevante), sino el conjunto de principios o reglas que conforman el sistema por medio del cual ellas operan, el cual resulta homogéneo en cualquier parte del planeta donde estas organizaciones se encuentren. En otras palabras, sus técnicas, métodos, procedimientos se han codificado de una forma tal que, se pueden aplicar de manera uniforme en cualquier lugar, siguiendo cuatro dimensiones fundamentales que las caracterizan: eficiencia, calculabilidad, predictabilidad y control (ver Fig. 1). Esto permite reproducir la experiencia adquirida por medio de acciones que se repiten; el conocimiento se puede representar en acciones concretas, como pasos, fases o flujos; quedando todo ello implícito dentro de la estructura organizativa; y, por lo tanto, pudiéndose reproducir una y otra vez. La premisa básica es que, si se realiza el proceso de la forma prescrita, se obtendrán siempre los resultados deseados.

Definición de los cuatro elementos de la racionalización de las
                                organizaciones Macdonalizadas: eficiencia, calculabilidad,
                                predictabilidad, y control.
Figura 1
Definición de los cuatro elementos de la racionalización de las organizaciones Macdonalizadas: eficiencia, calculabilidad, predictabilidad, y control.

Aunque Ritzer propuso el modelo para una diversidad de áreas vinculadas con la producción y consumo de bienes, otros autores han expandido el análisis hacia diversos campos. En el caso de la religión, se ha sugerido que la macdonalización podría permitir la “reproducción de identidades religiosas” (Guest, 2008), o bien la sistematización del proceso de conversión con “etapas de fe” claramente identificadas y racionalizadas (Drane, 2000), con lo cual se buscaría asegurar coherencia y uniformidad en el peregrinaje espiritual de los creyentes. A lo largo del tiempo, diversos trabajos de investigación han dado cuenta de cómo la macdonalización se ha venido dando dentro de organizaciones e iglesias evangélicas. Un gran interés ha existido en la racionalización dentro de la religión contemporánea para comprender los procesos de la “rutinización del carisma” (Ritzer & Stepnisky, 2018), dado que muchas iglesias neopentecostales han sido iniciadas debido al carisma del líder o lideresas fundador/a, sin organizaciones formales muy complejas, sin especialistas, o teólogos con formación denominacional, o bien surgen a partir de un avivamiento o infusión del Espíritu Santo. En esos casos la racionalización busca establecer procedimientos o rituales que, de alguna manera, preserven el carisma que dio lugar al mover de Dios iniciado por ese líder, o que repliquen aunque sea en parte las bendiciones del avivamiento que propició ese desarrollo. Un ejemplo de ello es el caso de las campañas de sanidad de Carlos Anacondia en Argentina (Marostica, 2011), caracterizadas por la liberación de demonios y la oración de sanidad, cuyo carisma se busca preservar a través de manuales de liberación originalmente recopilados y sistematizados por Pablo Bottari (Gunther Brown, 2006). Estos manuales, que intentan reproducir el carisma de Anacondia, y que han influenciado a numerosos grupos, incluyendo el modelo G-12, ahora se encuentran en los estantes de infinidad de librerías en centros comerciales alrededor del mundo, al alcance de cualquiera.

El surgimiento de las llamadas megaiglesias (Bauman, 2022) va a intensificar la racionalización de la vida cristiana y de los procesos espirituales que la conforman, como la adoración, evangelismo, discipulado, oración. En particular en América Latina, aquella concepción del pequeño grupo que servía de refugio en las grandes urbes (Mariano, 2008), es trastocada con unas megaiglesias que ahora se muestran prósperas, victoriosas, poderosas, trayendo consigo una nueva narrativa del mensaje cristiano, y una atractiva estética contemporánea. Estas megaiglesias poseen dinámicas organizacionales sofisticadas en las que sus prácticas se han racionalizado y sistematizado, sus numerosos miembros dejan la pasividad para activarse como trabajadores voluntarios de la empresa eclesiástica, y sus ingresos económicos permiten nuevos proyectos e innovaciones. Usando el caso de la megaiglesias evangélicas coreanas, Hong (2009) presenta un ejemplo de la tensión entre la macdonalización y lo que denomina “carismatización”, es decir, la necesidad de mantener la experiencia espiritual pentecostal viva. Allí, la macdonalización se manifiesta a través del sistema institucional surgido de la racionalización de numerosos procesos para la eficacia de la misión, y la carismatización viene a representar la percepción de la presencia de Dios dentro de esos sistemas racionalizados que sostienen y hacen crecer a la iglesia. Otro de los aspectos donde la macdonalización contribuye al crecimiento de las megaiglesias está en la demostración de progreso, modernidad, organización de estas, lo que permite a muchos de los miembros construir identidades en las que se perciben como “espirituales y modernos al mismo tiempo, sin sentirse culpables”, como lo demuestra otro estudio de caso llevado a cabo en una megaiglesia de más de 20000 miembros en Singapur (Kooi Chin, 2008). En este caso, nuevamente se observa la tensión que produce una macdonalización que lleva a las iglesias a “ser una institución espiritual y al mismo tiempo una corporación, ser parte de la cultura pero en cierto modo contracultural, ser parte del mundo y oponerse a éste” (Kooi Chin, 2008:201).

Uno de los efectos de la macdonalización de las megaiglesias que facilita su expansión y globalización es la modularidad de sus programas, lo cual facilita su transportabilidad (Ellingson, 2013), siendo los modelos de grupos celulares y los programas de discipulado los más susceptibles de empaquetar y distribuir. Por esa razón en este artículo se ha adoptado la macdonalización como modelo conceptual ya que ella permite ver con más claridad cómo el sistema de franquicias asegura la homogeneidad, y ayuda al establecimiento de sólidas redes de interconexión entre los participantes en estos ecosistemas de negocio. En el caso de las cadenas de comida rápida, esto implica la obligación de uniformizar diversos aspectos de la producción y comercialización, con el fin de garantizar el éxito, reconocimiento, e integridad de la marca. El sistema preferido para esa forma de expansión es el de las franquicias, las cuales buscan mantener la uniformidad del producto y la experiencia de consumo a través de relaciones contractuales y monitoreo posterior. En el caso de las megaiglesias la franquicia hace referencia a maneras, métodos, procedimientos para llevar adelante el ministerio, los cuales, si se aplican correctamente, garantizan el crecimiento numérico de la congregación. Los contratos de una franquicia normalmente codifican, especifican y dictan virtualmente todos los aspectos del uso de la marca y del producto bajo licencia, así como la relación entre el franquiciador y el franquiciado. Esto genera una relación asimétrica de poder, donde el franquiciador se convierte en el centro de referencia y las adaptaciones locales por parte del franquiciado, o no están permitidas, o se minimizan. Una oportunidad que ofrece el sistema de franquicias es la expansión de la influencia del franquiciador a través de una red de franquiciados que acceden a otros mercados, acelerando así el ritmo de crecimiento (Birkeland, 2002). Una expansión rápida genera un mayor reconocimiento del producto, lo que aumenta el prestigio y valor de la marca registrada en la que se basa la red, abriendo las puertas a que más organizaciones quieran integrarse a la red, aumentando el valor intrínseco de ésta. Este efecto multiplicativo lo vamos a ver en el caso de las megaiglesias, las cuales dejan de depender de sus denominaciones originales y comienzan a construir una red de iglesias basadas en los módulos o programas que ha decidido comodificar con el modelo de franquicias (Zuroski, 2010). Este aspecto es muy importante a considerar en el caso del modelo G-12 como elemento catalizador para la formación de redes de iglesias neoapostólicas.

Algunos ejemplos bastante documentados de la aplicación del modelo de franquicias macdonalizadas en el campo religioso lo son los 40 días con Propósito, parte de la metodología de evangelización y discipulado de la Iglesia con Propósito (IP) de Rick Warren (Einstein, 2008), así como el exitoso programa de discipulado de la Holy Trinity Brompton de Londres, Alpha (Hunt, 2004). De éstos, Alpha es el que más ha perdurado con una expansión a nivel mundial, y el que más se asemejaría al modelo G-12 que estamos estudiando, dado que está ideado para trabajar con grupos pequeños; de hecho, la versión diseñada para entornos digitales ha tenido un florecimiento a raíz de las restricciones impuestas por la pandemia del Covid-19. En el programa de la IP se destacan cuatro etapas a seguir (Sanders, 2012): membresía, madurez, ministerio, misión, mientras que en Alpha se habla de pasar de la secularización al empoderamiento espiritual. En cualquier caso, la idea principal es colocar a una persona que está buscando respuestas a su fe en un proceso, con pasos o “etapas de fe” claramente identificadas, que le permita moverse de un estado de incredulidad a uno de compromiso (Harvey, 2003), llegando incluso a identificarse con una labor misionera concreta. Más recientemente, la marca Hillsong Music, productora de música de adoración contemporánea perteneciente a la megaiglesia Hillsong de Sidney (Australia) también ha hecho esfuerzos para definir una marca con estándares de producción musical elevados que hoy en día se conoce como el “sonido Hillsong” (Klaver, 2016). Sin embargo, la música también está íntimamente asociada a una experiencia espiritual dentro de una franquicia internacional de iglesias donde se han homogeneizado la liturgia, tecnología sonora, estilos de predicación, ambiente afectivo, y organización interna, que se asocian alrededor de la marca Hillsong (Wagner, 2014). Estas iglesias basadas en el mercadeo, clasificadas como post-denominacionales por algunos autores, basan su ministerio en la construcción de un núcleo de personas creativas y profesionales, capaces de innovar en la forma de comunicar el Evangelio, deconstruyendo su mensaje con el fin de hacer que su proclamación sea una experiencia más atractiva, relevante, amena y satisfactoria, reforzando un modelo atraccional de evangelización (Ibarra & Gomes, 2022).

Ritzer & Jurgenson (2010) también muestran la dualidad de roles del comensal de los restaurantes de comida rápida que actúan a la vez como consumidores y productores. Es decir, un prosumidor, quien ordena su comida en una máquina y luego la retira por si mismo, condimenta sus hamburguesas o ensaladas, o recoge sus desechos al terminar de comer, todo lo cual le ahorra gastos a la empresa y le ayuda aumentar su eficiencia. De la misma forma, las megaiglesias son eficientes en el aprovechamiento del voluntariado cristiano, siendo una de las claves de su crecimiento continuo el disponer de mucha gente que trabajen sin descanso para la organización o la marca, sin importar que ofrenden poco (Bauman, 2022).1 Como lo comprobaremos también en este artículo con el modelo G-12, Hong (2009) señala que las megaiglesias coreanas basan su crecimiento en los grupos caseros, compuestos de pocas personas, homogéneos, y dirigidos por miembros laicos voluntarios. De esta manera, la membresía de la congregación no está pasivamente consumiendo religión, sino que participa activamente en la vida de la iglesia. Aún en el caso de los conciertos masivos de las iglesias Hillsong, Wade & Hynes (2013) ven cómo los miembros se reclutan para participar activamente en el espectáculo de adoración, contribuyendo con su entusiasmo y lealtad a la visibilidad y reconocimiento de la marca.

Por último, según la crítica de Kellner (1999) al concepto de macdonalización, se necesitaría incluir un aspecto cultural al análisis puramente weberiano de Ritzer. Kellner señala que la marca de restaurantes McDonald’s representa a un fenómeno ideológico y cultural, tanto como a un conjunto de prácticas económicas y sociológicas. Por lo que, consumir una hamburguesa de McDonald’s se debe asociar también con un discurso cultural particular que contribuye a enriquecer la experiencia (el ideal de proveer una aventura familiar, innovación, igualdad, calidad, bajo costo, y otros valores), lo que hace que los consumidores continúen comprando el producto, y se identifiquen con todo lo que está asociado a éste. Esto es particularmente importante en el caso de la religión puesto que, aunque ciertos productos o procesos espirituales se estandaricen o uniformicen para su comodificación, existen teologías e ideales misionales y eclesiológicos que se ven favorecidos por la mcdonalización, por lo que ésta sirve para la realización de esos valores e ideales. Por ello es importante entender tanto los aspectos ideológicos y culturales, como los teológicos y eclesiológicos, que envuelven al diseño de las iglesias celulares, particularmente el modelo G-12, objeto de nuestro análisis en este artículo. Al examinar la macdonalización del modelo G-12, se nos brinda la oportunidad de explorar qué tipo de teologías están expresadas a través de esa marca, cómo éstas contribuyen a la construcción de la identidad de los creyentes, y cómo ellas se reflejan en la relación de las iglesias que adoptan este modelo con la sociedad. Esto lo veremos en más detalle en la próxima sección.

Antecedentes teológicos y eclesiológicos del modelo G-12

Como ya observamos, Kellner (1999) sugiere que es muy importante considerar el contexto cultural y social donde ocurre la macdonalización. En otras palabras, el énfasis en la eficiencia, calculabilidad, predictabilidad y control, que para algunos pareciera ser frustrante y en cierto modo una especie de trampa de la cual es difícil salir, para otros pudiera ser motivo de celebración y victoria, puesto que los resultados obtenidos concuerdan con los anhelos más queridos de ese sector de la sociedad. Por ello, antes de adentrarnos a comprender el proceso de macdonalización del modelo de iglesias celulares G-12, es muy importante entender que éste no surge en un vacío sino a partir de una serie de desarrollos dentro de la iglesia evangélica a nivel mundial, los cuales ocurrieron a la par de otras tendencias sociales a partir de la década de los 70, y muy especialmente en los primeros veinte años del siglo XXI. Todos estos aspectos van a contribuir en el proceso de implementación, difusión y aceptación del modelo G-12, así como en sus implicaciones actuales. Por ello en las siguientes líneas veremos algunas de las corrientes teológicas que influyen en la aceptación de los grupos celulares en la vida de las iglesias contemporáneas, el surgimiento de experiencias concretas de iglesias que crecen mediante la multiplicación de estos grupos, y el desarrollo de una corriente eclesiológica que intenta sistematizar estas experiencias a través de métodos, programas, y herramientas concretas. Todo lo cual hace que la macdonalización del modelo G-12 resulta conveniente y provechosa dentro de los ideales de las iglesias neoapostólicas, lo que facilita su expansión y globalización. Veamos a continuación estos antecedentes en mayor detalle.

Innovaciones teológicas: La tendencia entre los investigadores es usar una secuencia cronológica basada en tres fases para describir el avance pentecostal desde su irrupción en la calle Azusa (Los Ángeles, California) en 1906. Esta forma de observar la dinámica evangélica usualmente oscurece el Movimiento de la Lluvia Tardía de 1948 (MLLT), un pequeño despertar o avivamiento ocurrido en pequeñas congregaciones del oeste de Canadá que resultó ser muy influyente en los años sucesivos (Resane, 2022). El mensaje teológico principal del MLLT tenía que ver con la restauración de todas las cosas, lo que podía ser interpretado de muchas maneras en las diversas esferas del pentecostalismo de aquellos tiempos (Riss, 1982). De manera que, durante la década de los años 50 y 60 se introdujeron numerosas innovaciones teológicas en cuanto a temas como sanidad, ejercicio de la profecía, adoración y alabanza, y muy especialmente en torno a la restauración de lo que el MLLT denominaba el gobierno eclesial neotestamentario, según los oficios de liderazgo de Efesios 4:11,2 denominándolo el ministerio quíntuple de apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros. Con el paso del tiempo estas ideas se fueron sofisticando hasta el despuntar del siglo XXI, donde el movimiento de la Nueva Reforma Apostólica cobró un inusitado crecimiento y poder, lo que ha llevado a la proliferación de un modelo eclesiástico neoapostólico, y una nueva cultura evangélica que traspasa los templos para incursionar en la política, medios, educación, economía y otras áreas de influencia de la sociedad contemporánea (Geivett & Pivec, 2014).

Uno de los primeros experimentos de la búsqueda consciente de esa restauración bíblica, ocurrió dentro del Movimiento de Cobertura Espiritual (MCE) o Shepherding Movement, iniciado en los 70s en Fort Lauderdale (Florida-EE. UU.) por un grupo de cinco líderes fundacionales,3 quienes habían sido formados o influenciados por del MLLT. El principal énfasis eclesiológico del MCE fue el cuidado pastoral personalizado, en el que cada persona que se unía a una de las iglesias dentro del movimiento tenía que establecer una relación formal de pacto con un pastor. Cada pastor local tenía que estar cubierto por alguno de los líderes de Ft. Lauderdale, o alguien designado por ellos. De manera similar, cada pastor local cuidaría de otros pastores de grupos pequeños siguiendo el mismo patrón de cobertura y relaciones de pacto (Moore, 2000). Usando la idea de la restauración de la iglesia a sus principios fundacionales neotestamentarios, el MCE introdujo una eclesiología de sumisión y cobertura espiritual, que sirvió para construir una estructura organizativa piramidal, donde todos los miembros masculinos4 estaban “cubiertos” por una figura de autoridad dentro de la pirámide, mientras que las mujeres y los niños permanecían bajo el paraguas protector de maridos y/o padres (Wright, 1997). Esta estructura de discipulado se inspiró en el sistema implementado por el argentino, Juan Carlos Ortiz, quien fue invitado para dar una serie de conferencia en Fort Lauderdale. De sus sermones en esa conferencia se publicó un libro que llegó a ser un best-seller en círculos pentecostales y carismáticos (Ortiz & Buckingham, 1975). El experimento se inició en Buenos Aires en 1967, cuando Ortiz decidió escoger un grupo pequeño de miembros de la congregación a los cuales se abocó en un plan intensivo de discipulado mediante el compartir, vivir, estudiar, orar, comer, y trabajar juntos. El resultado fue un intenso sistema en el cual los discípulos debían asistir a tres reuniones por semana, una para evangelismo, otra para cuidado pastoral mutuo, y otra para entrenamiento de futuros líderes. Aparte de ello, había otra reunión de todos los líderes de grupos pequeños a la cual se debía asistir para entrenamiento y apoyo. Una vez que el sistema alcanzaba su propia inercia, se iban añadiendo nuevos miembros constantemente y había que entrenar más líderes. Con cada nuevo convertido, había un nuevo grupo potencial, del cual seguirían surgiendo muchos más. En palabras de Ortiz: “quien gana a una nueva persona debería comenzar un nuevo grupo en su casa y seguir añadiendo personas hasta que se alcanza un cierto número… los miembros del nuevo grupo tendrían que abrir sus casas y comenzar nuevos grupos con nuevas personas, y así sucesivamente…” (Diamond, 1989).

Otra influencia importante del MCE fue la de Watchman Nee en China, con su conocido libro Autoridad Espiritual (Nee, 1975). Nee consideraba que cada persona debía tener una “cobertura” del Señor, refiriéndose a una persona con autoridad delegada, que debía ser imitada, obedecida incondicionalmente, y a la cual se le debían confesar todos los pecados. Nee defendía la idea de que siempre era necesario obedecer a las autoridades y permanecer bajo cobertura espiritual. Asociaba a cada autoridad delegada como una especie de representante o vicario de Dios, por lo que cualquier desobediencia era equivalente a desobedecer a Dios mismo (Nee, 1978). Aparte de las iglesias pentecostales, uno de los movimientos donde ese sistema de cobertura espiritual tuvo una extraordinaria influencia fue en la Renovación Carismática Católica (RCC), la cual fue muy influyente entre grupos juveniles latinoamericanos a finales de los setenta y comienzos de los ochenta (Ciciliot, 2021).5

Según la visión restauracionista del MCE, las iglesias caseras o domésticas habían sido anuladas en la eclesiología contemporánea (Moore, 2003), por ello, también existió una afinidad con el Movimiento de Iglesias Caseras Radicales (ICR) de Inglaterra (Kay, 2006). Para las ICR, aquellas congregaciones que carecían del beneficio de la “contribución apostólica” no solo estaban incompletas, sino que eran defectuosas. Al unir el gobierno apostólico con la doctrina de cobertura espiritual a través de grupos pequeños, la iglesia funcionaba como “un reino, organizado jerárquicamente mediante un sistema patriarcal de autoridad y sumisión” (Wright, 1997:62-63). Estas ideas se fundamentaron en diversos textos bíblicos, como por ejemplo Romanos 13:1-7,6 a través del cual los seguidores de la cobertura y autoridad espiritual postulaban que cualquier resistencia a la autoridad era equivalente a rebelarse a Dios. Someterse debía considerase como un mandato, pues “cada vez que la gente se encuentra con la autoridad, se encuentra con Dios” (Nee, 1978:61-62), o bien, hay que obedecer “a los hombres en posiciones de liderazgo porque la autoridad de Dios está sobre ellos” (Bevere, 2001). Con este basamento, tanto el MCE como los movimientos que le han sucedido, edificaron sus ideas acerca de sujeción, cobertura, rendición de cuentas, sumisión a los líderes, sean estos esposos, padres, líderes de células o iglesias caseras, pastores, profetas y apóstoles. Debido al énfasis del MCE en las relaciones pastorales verticales pronto se produjeron tendencias autoritarias, abusivas, y controladoras en los diferentes grupos, lo que enfermó a las diversas comunidades y desencadenó el progresivo desmembramiento del movimiento (Moore, 2004). En 1990, Bob Mumford, uno de los fundadores, reconoció los abusos cometidos por el MCE en una carta pública (Mumford, 1990), lo que se consideró como el “final de la era del discipulado” (Buckingham, 1990).

En la actualidad, los grupos que siguen la línea de la cobertura espiritual ven al discipulado como la metodología práctica para introducir el concepto de una teocracia en nuestros tiempos. De manera que, si cada miembro de la iglesia tiene cobertura espiritual de alguno de sus pastores, la autoridad de Dios y su orden se verán realizados en la iglesia y la sociedad. Esto lleva irremediablemente a una estructura jerárquica y piramidal para la iglesia, colocando a un hombre en el tope que debe ser escuchado, seguido y obedecido, pues es la autoridad delegada por Dios, quien le ha revelado una visión acerca de la iglesia y su nación (Bevere, 2001:44).7 Por ello, la cobertura y autoridad espiritual va a prevalecer en el desarrollo de las iglesias neoapostólicas, especialmente a través de estructuras basadas en iglesias caseras o grupos celulares donde estos principios teológicos y doctrinales se propagan con facilidad.

Pragmatismo organizacional: En paralelo con el MCE, en Seúl (Corea del Sur) se encontraba en pleno desarrollo una iglesia que llegaría a ser, la congregación más grande del mundo. El crecimiento de la Iglesia del Evangelio Completo en Yoido (IECY), Corea del Sur, fue bastante vertiginoso y atrajo la atención de estudiosos, académicos y consultores que pretendían entender las razones de ese crecimiento y los métodos usados. Hasta la actualidad se le considera como un ejemplo del desarrollo pentecostal en Asia, especialmente por sus influencias en el cristianismo occidental (Au, 2020). Sin embargo, su fundador, Paul (David) Yonggi Cho, fue inicialmente mejor conocido entre los pentecostales latinoamericanos debido a sus enseñanzas sobre la fe, la oración, los milagros, y las manifestaciones sobrenaturales, cosas sobre las que escribió libros muy populares como por ejemplo, La Cuarta Dimensión (Cho, 1981). Dichos escritos surgieron dentro de un pentecostalismo coreano cuyo contexto social estaba dominado por el Han, un concepto que trata de describir una sensación de dolor, impotencia, y desesperanza en una persona (Kwon Cho, 2010). Los pobres coreanos aceptan el Han como un estado permanente de opresión y explotación dentro de un sistema social injusto en el cual están atrapados. Es una sensación de derrota, resignación, desesperanza en el alma coreana, que tiene expresiones culturales en la música, la danza y las artes. Por ser una sociedad patriarcal, el Han en las mujeres invade todas las facetas de su vida. Para Cho, era crucial desarrollar una teología que diera respuesta al Han de aquella generación de pobres coreanos, abatidos por la ocupación japonesa durante la Segunda Guerra Mundial, y luego desplazados por la división de la nación en dos, después de la guerra de 1950-1953. De esta manera, en 1958 cuando se inicia la iglesia con solo cinco personas, Cho, y su futura suegra Jashil Choi, solo tenían en mente una novedosa interpretación coreana de 3 Juan 1:2,8 refiriéndose a la triple bendición de crecer espiritualmente, sanar física y emocionalmente, y prosperar materialmente (Ma, 2011). A partir de esa teología de la prosperidad, la iglesia comenzó a crecer rápidamente por medio de la predicación de Cho, y mediante el evangelismo de sectores bastante oprimidos socialmente9 (Anderson, 2003). En 1962 cuando contaban con más de 2000 miembros, lo que sería una megaiglesia según estándares actuales (Percy, 2020), Cho enfermó, producto del exceso de trabajo, y se vio obligado a reestructurar la iglesia. Para reducir su carga, reorganizó la congregación en grupos pequeños o células, en su mayoría dirigidas por mujeres, a partir de lo cual la congregación comenzó a experimentar un crecimiento acelerado y expansivo. En esta decisión, el aspecto cultural coreano jugó un rol preponderante puesto que en esa sociedad se subestimaba el liderazgo femenino. Al servir en las células, estas mujeres encontraron libertad de su Han, lo que le dio una fuerza extraordinaria al trabajo con grupos hogareños, pues en ello, las lideresas encontraban una nueva dimensión de valor personal (Kwon Cho, 2010).10 Como puede observarse, el sistema celular de Cho no fue el resultado de una ideología o teología premeditada, como la del MCE, sino que se basó en razones bastante pragmáticas, algunas de ellas contraculturales, las cuales eran justificadas mediante principios bíblicos bastante sencillos como es el caso de la triple bendición de salvación, sanidad, y prosperidad, el cual podía ser fácilmente memorizado por los miembros menos educados de los grupos hogareños, a diferencia del énfasis en los tradicionales mensajes éticos o escatológicos del resto de las iglesias evangélicas coreanas (Kwon Cho, 2010: 191). De igual modo la incorporación de las mujeres como lideresas de los grupos pequeños se basó en una frase de la profecía de Joel citada por Pedro el día de Pentecostés (Hechos 2:18) en la cual se les otorga igual estatus que los hombres en la recepción de la promesa del Espíritu Santo.

Para Cho lo único que había que hacer era reunirse en las casas e invitar a familiares, amigos y vecinos para estudiar la Biblia y orar juntos. Sin embargo, el sistema fue adquiriendo una gran complejidad a medida que el número de células iba creciendo. Aunque su unidad elemental, el grupo pequeño pastoreado por una lideresa o líder entrenado, seguía siendo muy sencilla, la estructura de soporte se sofisticaba cada vez más. El resultado es un organigrama cuya estructura es regionalizada geográficamente según la ubicación de las células, el cual se divulgó como sistema Jetro.11 Los líderes eran supervisados por coordinadores de área, dentro de una estructura jerárquica tradicional, presidida en su pináculo por Cho, a la usanza de las grandes corporaciones burocráticas. En solo diez años, de 1962 a 1972, la iglesia pasó de 2000 a 18000 creyentes, multiplicando nueve veces la membresía. Para el año 1999, la IECY tenía unos 17000 grupos celulares e iglesias caseras, distribuidas geográficamente en 25 distritos de la ciudad de Seúl (Lim, 2004). Entre 1973 y el 2007, la expansión fue vertiginosa, ya que la IECY creció a ritmos impresionantes hasta los 750000 miembros, llegando a ser considerada la iglesia más grande del mundo (Kwon Cho, 2010).

Iglecrecimiento: Conocida en inglés como Church Growth, se le considera una suerte de metodología científica para medir el crecimiento numérico de una congregación y diagnosticar las razones para su estancamiento, o la baja velocidad de crecimiento. Uno de los principales polos de este movimiento se desarrolló en la Escuela de Misión Mundial (EMM) del Seminario Teológico Fuller de Pasadena (California), de la mano de Donald McGravan y C. Peter Wagner. McGravan había sido misionero en la India donde había formulado sus teorías iniciales sobre crecimiento de la iglesia a partir de su observación de los obstáculos que el sistema de castas imponía a la evangelización (McGravan, 1970). Por su parte, Wagner también había pasado muchos años en Bolivia, de cuya experiencia había escrito un libro en el cual describía sus observaciones sobre el extraordinario crecimiento del pentecostalismo en América Latina (Wagner, 1973). Más adelante otros autores añadieron refinamientos a los postulados del iglecrecimiento, como el “desarrollo natural de la iglesia” propuesto por Christian Schwartz de Alemania en el que se le daba énfasis a la salud de las iglesias, aunque usando el crecimiento numérico como uno de los indicadores (Rämunddal, 2014). Dentro de la EMM y otros grupos, las líneas de trabajo se centraron, por un lado, en proponer hipótesis acerca de las causas del crecimiento de las iglesias articulando los resultados en un lenguaje derivado de las ciencias sociales, y por el otro, caracterizar el crecimiento de las iglesias y clasificarlo, a partir de lo cual podían proponer métodos para intervenir en ese proceso con el fin de optimizarlo. De allí se derivan cuatro principios esenciales que caracterizan los métodos de iglecrecimiento (Watson & Scalen, 2008): 1) un énfasis en el uso de medidas cuantitativas de éxito (asistencia, ingresos económicos por diezmos y ofrendas, número de nuevos creyentes, número de grupos celulares); 2) la adaptación del mensaje y estilo de acuerdo con el contexto de grupos sociales homogéneos cuyas características sociológicas debían ser determinadas; 3) la aplicación de técnicas de contemporáneas de mercadeo y estructuras organizacionales que propicien la eficiencia; 4) el valor del trabajo a través de redes de iglesias y líderes. A partir de la década de los 70’, el notorio crecimiento numérico de iglesias en Corea, África y Latinoamérica hizo que los expertos en iglecrecimiento comenzaran a estudiar las razones de ese crecimiento y los modelos eclesiológicos usados para ver qué podían sistematizar y reproducir de ellos, particularmente en el contexto norteamericano (Bialecki, 2015). Uno de estos modelos exitosos era la estructura celular de la IECY pastoreada por Cho, que para esos momentos ya había traspasado los 100000 miembros. Mediante la observación del ministerio de Cho, los expertos en métodos cuantitativos de crecimiento de la iglesia tuvieron una oportunidad para encontrar o diseñar nuevas herramientas y procedimientos, basados en grupos celulares, que podían ofrecerse a aquellas congregaciones que se hubiesen estancado en su crecimiento. El interés en las iglesias celulares se debía a que dicho modelo servía para afirmar uno de los postulados más notorios del crecimiento de la iglesia, introducido por Donald McGravan y defendido por C. Peter Wagner (Wagner, 1978), el de las llamadas unidades homogéneas, el cual establece que: las personas prefieren no tener que cruzar límites sociales, raciales, o lingüísticos para convertirse al evangelio. Las células se adaptaban bastante bien a este principio, como unidades homogéneas de un cuerpo heterogéneo representado por la megaiglesia, donde miles de estas pequeñas comunidades se encontraban interconectadas. La EMM y sus aliados se abocaron a crear procedimientos tanto cuantitativos como cualitativos que les permitieran a las iglesias existentes desarrollar y monitorear su crecimiento, a partir de una estructura organizativa basada en células.

Sin embargo, para una congregación establecida, el salto de ser una iglesia tradicional, a una organizada en base a grupos celulares, era bastante complicado y ameritaba de numerosos pasos intermedios. Por ello, Carl George, un investigador de la EMM, propuso una estructura intermedia, la meta-iglesia, la cual le permitía a las congregaciones medir progresivamente su nivel de celularización, en su evolución hacia la meta de una estructura celular total (George, 1991). De esta forma, las megaiglesias, iniciadas bajo un esquema tradicional basado en el culto central, la predicación de un líder carismático, y los programas de servicio, comenzaron a migrar al modelo metaiglesia, agregando los grupos celulares a la ecuación: pastor + programas + edificios + [células] (Stetzer, 2006). A diferencia del modelo de la IECY y del modelo G-12 que veremos más adelante, en esta formulación, las células no son necesariamente el centro de la vida de la iglesia, sino un programa más que permite el compañerismo y el evangelismo dentro de unidades homogéneas. Sin embargo, varias congregaciones emblemáticas persistieron con el modelo celular al estilo Cho, experimentando un crecimiento numérico importante (Comiskey, 1999b). Uno de cuyos ejemplos más notables de la aplicación del modelo coreano lo es la Misión Cristiana Elim de El Salvador, la cual es considerada actualmente la iglesia más grande de América Latina, sin contar de su rápida expansión hacia los Estados Unidos debido a la migración salvadoreña (Danielson & Vega, 2014). La insistencia en el modelo celular como estructura organizativa fundamental se mantuvo mediante la introducción de diversos modelos novedosos (Neighbour, 2000), lo cual es indicativo de que seguía habiendo espacio para innovar y proponer nuevas estructuras que aceleraran y optimizaran el proceso y que aseguraran los resultados deseados de crecimiento, de esa manera, mediante la búsqueda de eficiencia y eficacia, la iglesia pretendía dominar sobre el imprevisible, complejo, largo, y muchas veces errático proceso discipular de los creyentes.

Puede observarse entonces la progresión de antecedentes que van creando el basamento para el surgimiento y consolidación de la Nueva Reforma Apostólica y la eclesiología que hoy en día se asocia con ella, particularmente el modelo celular G-12 surgido en Colombia. Por un lado, el ideal de una restauración de todas las cosas, entre ellas el gobierno apostolar neotestamentario, asociado a la cobertura espiritual de los creyentes dentro de estructuras piramidales de liderazgo. Asociado a esta restauración se concibe la idea de la recuperación del dominio de la sociedad de parte de la iglesia, como paso previo al retorno de Cristo, cosa que también modifica la escatología de las iglesias apostólicas, tornándolas mucho más activistas e interesadas en influenciar la sociedad (Heuser, 2021). Otro aspecto importante es el surgimiento de un ejemplo eclesiástico real del surgimiento y crecimiento de una megaiglesia, ocurrido fuera del ámbito de la teología norteamericana o europea. En el modelo de la IECY, la estructura es producto de una formulación autóctona de la teología de la prosperidad, fuera del radar de los ideólogos de la superfé norteamericana (Bowler, 2013). Esto les dio a otras iniciativas en los países del mundo en desarrollo, la autoridad para concebir y contextualizar sus propios modelos y enfoques teológicos autóctonos. Por último, el establecimiento de una corriente eclesiológica centrada en el crecimiento de la iglesia modificaba la identidad organizacional de las congregaciones que se iban a ver autorizadas y justificadas para tomar prestado métodos y modelos de negocio del campo gerencial. Esto facilitó la introducción de las ciencias del mercadeo y las estrategias de producción macdonalizadas en la iglesia evangélica contemporánea. Todos estos aspectos acompañan el surgimiento del modelo G-12 en Colombia, veamos en las secciones siguientes sus principales características.

La tecnocracia del discipulado: Descubriendo el gobierno de los 12 (G-12)

Mediante un extenso trabajo documental, Joel Comiskey describió el surgimiento de varias iglesias celulares latinoamericanas, centrándose en explicar cómo “las células contribuyen al crecimiento de la iglesia” (Comiskey, 1997; Comiskey, 1999a). De los modelos celulares investigados, el que más se divulgó en América Latina en los años sucesivos fue el G-12 de la Misión Carismática Internacional de Bogotá (MCI) (Comiskey, 1999b). Aparte de la MCI, otras megaiglesias colombianas también adoptaron el G-12 (Beltrán, 2012), tales como: Manantial de Vida Eterna (Bogotá), Centro Cristiano Internacional (Cúcuta), Misión Paz a las Naciones (Cali), Centro Bíblico Internacional (Barranquilla), Misión Carismática al Mundo (Cali), Sin Muros Ministerio Internacional (Bogotá), así como miles de iglesias en América Latina y el resto del mundo.12 Según el relato de los creadores del modelo, César Castellanos y su esposa Claudia, después de asistir en 1986 a una conferencia del Dr. Cho en Corea, iniciaron un ministerio celular en la MCI que acababan de fundar en 1983.13 Para 1991, ya habían logrado establecer unas 70 células, lo que, en comparación con la IECY, resultaba frustrante, por lo que comenzaron progresivamente a modificar el modelo clásico de Cho para poder acelerar el crecimiento. Los resultados no se hicieron esperar con 1200 células en 1994, 10500 en 1996, 20000 en 1999 (Comiskey, 1999b), estimándose que habrían alcanzado las 45000 células una década más adelante (Ow, 2010).

Aun cuando Comiskey intentó explicar de manera sencilla el modelo G-12, la metodología es difícil de comprender y de implementar (Comiskey, 2002). A diferencia de un sistema celular simple, G-12 integra una intrincada serie de reuniones y conexiones que combinan la célula tradicional, grupos de liderazgo, eventos de sanidad y liberación, eventos de entrenamiento y reuniones masivas de adoración y predicación. Lo más importante a diferenciar es que hay dos tipos de reuniones de grupos pequeños que se encuentran entretejidas entre si (ver la Figura 2). Por un lado, la célula tradicional y, por el otro, el llamado grupo de doce líderes de célula, o el G-12 (Castellanos, 2018). La célula tradicional sigue los patrones usuales de cuidado y apoyo mutuo, estudio bíblico, evangelización, y oración. Es un grupo abierto pero homogéneo, donde hay personas en diferentes etapas de su crecimiento espiritual. Como en todas las estructuras celulares, hay un líder o lideresa encargado de coordinar o dirigir el grupo a lo largo de su vida efectiva, la cual termina cuando se produce la división celular. Una de las claves del modelo G-12, es que cada líder o lideresa de célula debe estar adscrito a otro grupo discipular, de cobertura, exclusivo para quienes dirigen células, conformado por doce personas, como remembranza de Jesús y sus doce apóstoles.14 El vínculo que se establece en cada grupo de doce traspasa la geografía, siendo completamente relacional y de sujeción voluntaria, acercándose en este sentido al modelo del MCE. De esta manera, la estructura se va construyendo sobre compromisos de amistad, fraternidad, familiaridad, y de profunda lealtad al líder o lideresa del grupo. El propio César Castellanos ha descrito esta relación refiriéndose a los miembros de su grupo de 12 como “mis doce”, los cuales estarían bajo su cobertura “para siempre, para toda la vida”, a los que habrá que enseñarles la visión para que también se reproduzcan. Para efectos gerenciales lo importante es lo que sucede en los grupos de doce líderes, pues allí es donde se garantiza la uniformidad y calidad del trabajo global en las células. Aunque se dice que la estructura es mucho menos burocrática que la de Cho, se puede observar que sigue siendo jerárquica o piramidal, con el pastor principal en el tope de la estructura (basta con rotar 90 grados el diagrama de los grupos de doce en la figura 2 para observar la estructura piramidal). Por ello, no debe extrañar el por qué Castellanos la llamó originalmente Gobierno de los Doce, designación que se simplificó por la de G-12, siglas de la marca a través de la cual este modelo es ampliamente conocido hoy en día. El crecimiento de la estructura está basado en una serie de otros procesos concurrentes que hacen difícil anticipar quiénes integrarán los grupos celulares, quiénes persistirán hasta convertirse en líderes de células y por ende, quiénes serán fieles miembros de los grupos de doce, ni quiénes de éstos lograrán reproducirse en otros doce, mucho menos quienes lograrán producir un racimo de 144 personas (12 líderes x 12 discípulos) en la tercera generación, y de allí continuar exponencialmente hacia adelante (ver figura 3).

Estructura a dos niveles del modelo G-12. Cada célula es
                                dirigida por un miembro del grupo de doce del color correspondiente.
                                Igualmente obsérvese que los grupos de 12 van surgiendo como hijos
                                del iniciador, en el extremo izquierdo y están conformados por los
                                líderes de célula que van siendo reclutados y
                            entrenados.
Figura 2
Estructura a dos niveles del modelo G-12. Cada célula es dirigida por un miembro del grupo de doce del color correspondiente. Igualmente obsérvese que los grupos de 12 van surgiendo como hijos del iniciador, en el extremo izquierdo y están conformados por los líderes de célula que van siendo reclutados y entrenados.

Representación de cómo se propagan los grupos de 12, partiendo
                                del grupo originario formado por el pastor el cual logra
                                multiplicarse por doce, llegando a los 144 líderes de célula en la
                                segunda generación. Las siguientes generaciones, considerando
                                reproducciones completas, podrían dar un total teórico de 1885
                                grupos de doce.
Figura 3
Representación de cómo se propagan los grupos de 12, partiendo del grupo originario formado por el pastor el cual logra multiplicarse por doce, llegando a los 144 líderes de célula en la segunda generación. Las siguientes generaciones, considerando reproducciones completas, podrían dar un total teórico de 1885 grupos de doce.

Si bien es cierto que hasta este punto nos hemos referido solo a las células y los grupos de doce, es necesario completar el cuadro pues la iglesia también enfatiza sus reuniones dominicales y otras actividades donde todos los miembros deben asistir.15 Estos servicios, al igual que cualquier otro evento masivo organizado por la iglesia, son puntos de contacto para visitantes que son invitados por familiares y amigos a los grupos celulares, dentro de la fase inicial denominada por MCI como ganar (ver figura 3). El ideal aquí es que todos sean insertados en células donde puedan ser discipulados y afirmados en su fe, esto se denomina “inserción” y corresponde a la fase de consolidar. Paralelamente, las personas se preparan en actividades “Pre-Encuentro”; para poder luego asistir a una inmersión, dentro de un retiro de un fin de semana, que se denomina “Encuentro”, que cubre aspectos como sanidad interior, liberación, llenura del Espíritu Santo y sobre todo la visión G-12. En palabras de Castellanos (2020), sus propósitos son: tener plena seguridad de la salvación, experimentar un arrepentimiento genuino, romper lazos y maldiciones que atan al pasado, recibir sanidad interior, experimentar la plenitud del Espíritu Santo, tener una visión clara de Dios para la vida. El Encuentro viene a ser un pilar fundamental dentro de la teología que sustenta el modelo G-12, ya que hay una marcada creencia en las “maldiciones generacionales o familiares”, producidas por los pecados de los ancestros, lo que da como resultado enfermedades, baja autoestima, tendencias pecaminosas, ataduras, adicciones que limitan al creyente. Por lo tanto, una persona nueva en la fe no puede ser considerada para el liderazgo dentro de la estructura G-12 si no ha asistido a un Encuentro, porque dentro de la cosmovisión de Castellanos es absolutamente vital que, “las cadenas y el poder de las maldiciones sean quebrantados” (Wingeier-Rayo, 2014).

El Encuentro sigue la lógica de algunos procedimientos de liberación y guerra espiritual surgidos en los 90’, a raíz de los avivamientos de Argentina y Toronto, que trajo como consecuencia el desarrollo y sistematizaron de muchos procedimientos (de oración de sanidad, de adoración y alabanza, y de liberación de demonios) aprendidos empíricamente durante esas intensas fases de revitalización espiritual (Marostica, 2011; McClymond, 2016).16 En el caso de la liberación y sanidad interior, en gran medida, los métodos siguieron el modelo de las “cuatro puertas” desarrollado por el argentino Pablo Bottari a partir de su experiencia con las campañas de liberación de demonios de Carlos Anacondia (Gunther Brown, 2011). Más adelante Randy Clark quien fue clave en el inicio del avivamiento de Toronto se encargó de difundir aún más el modelo, y de allí han surgido otros similares al de Bottari y Castellanos, como es el caso del Sozo de la iglesia neoapostólica Bethel (Redding, California), que se ha hecho muy popular recientemente (Weaver, 2015).

Según el flujograma del G-12, una vez pasado el Encuentro, la persona debe colocarse como discípulo/a de algún líder o lideresa (estar “bajo cobertura”), incorporándose a su grupo de 12 y comprometiéndose a seguir su entrenamiento en la escuela de liderazgo, todo lo cual se ubica en la fase discipular. En el siguiente nivel, una vez concluida la escuela de liderazgo, la persona dirige un grupo celular de evangelismo y crecimiento, es miembro de un grupo de doce, ha comenzado a reunir su propio grupo de doce y ha dado inicio a su entrenamiento en la escuela de ministerio (tome nota de la cantidad de tiempo invertido semanalmente en actividades eclesiásticas). Una vez que completa sus doce discípulos, es que se le considera un líder o lideresa G-12, cuyo siguiente paso es lograr que cada uno de esos miembros siga la misma senda y ese racimo que ha iniciado llegue a las 144 personas (todos liderando células). Mientras logra este objetivo debe completar la escuela de maestros, para convertirse en un maestro/a de 144, lo que le permite organizar y dirigir Encuentros, así como asumir otras responsabilidades dentro de la compleja estructura eclesiástica (ver figura 4).

Proceso que sigue una persona dentro del modelo
                            G-12
Figura 4
Proceso que sigue una persona dentro del modelo G-12

Una gran cantidad de actividades y de contactos se le abren a un nuevo creyente, dentro de su proceso de conversión y maduración, en una iglesia G-12. Las mismas aseguran su asimilación dentro de la cultura de la iglesia, minimizándose así la temida “deserción”, o más bien “transferencia”, de creyentes, tan común en todas las denominaciones latinoamericanas.17 Aunado a eso, la meta de que cada persona se convierta en líder de una célula resulta bastante atractiva y, por lo tanto, muchos se alinean con un plan estrictamente elaborado para tal fin, que no deja casi espacio para el libre albedrío y la socialización mundana. El modelo G-12 basa su efectividad y eficiencia en lograr la movilización y participación de todos los miembros de la iglesia, reduciendo el porcentaje de asistentes consumidores pasivos, a cambio de un ejército de soldados de la fe, entrenados y dispuestos a la conquista de nuevos territorios. Es decir, uno de los ideales de la macdonalización, disponer de prosumidores que contribuyan a mejorar la eficiencia del sistema también se logra dentro del modelo G-12. La figura del pastor pasa de la de conductor de un “rebaño” a la de un verdadero “ranchero” latifundista. Las dinámicas elementales y cotidianas de la vida cristiana como compartir la fe, discipular, servir, vivir en comunidad, son suplantadas por un proceso tecnificado que puede ser cuantificado, medido, y monitoreado en cada paso, para poder llegar a la producción de los resultados planificados.

Siguiendo, con disciplina y estoicismo dentro de lapsos de tiempo bien definidos, todas las exigencias que se le piden, como la asistencia a células, reuniones, encuentros, cursos, cultos, eventos, pero, sobre todo, sujetándose a un líder y permaneciendo indefinidamente en su grupo de doce discípulos, aquel recién convertido, logra escalar sistemáticamente dentro de la estructura, adquiriendo una importancia y valor personal que no poseía antes. El discurso se centra en mostrar dicho proceso como una escalera de éxito, lo que crea una presión interna, gracias a la cultura competitiva que surge en la organización, para que las personas se comprometan en alcanzar las metas planteadas, aun pagando el alto costo de sacrificar tiempo y esfuerzos personales, anulando otras facetas de la vida. Este discurso de éxito responde a una adaptación colombiana de la teología de la prosperidad por parte de César Castellanos (Castellanos, 2020). La Colombia de los años 80 y 90 era una nación llena de bastante desesperanza, con una guerra interminable de guerrillas, la proliferación de redes de producción y contrabando de drogas, una generación de políticos controlados por el narcotráfico o asesinados por oponerse, y el surgimiento de grupos paramilitares. Sumado a todo esto, la desigualdad social seguía campante, al igual que los problemas de educación, salud y vivienda, con más y más desplazados víctimas de la guerrilla, y con un sistema político que ameritó una nueva constitución en 1991 (Grupo de Memoria Histórica, 2013). De manera que, en medio de ese estado de cosas, el mensaje de prosperidad con la visión de una nueva Colombia basada en el cristianismo, predicado por la MCI y sus red de células y grupos de 12, es bien recibido y adoptado como narrativa por muchas otras congregaciones evangélicas en el país. A pesar de las precariedades, los creyentes son animados a ofrendar y diezmar, más allá de sus posibilidades reales, incluso haciendo sus donativos con sus tarjetas de crédito, pagando intereses mensuales altos para financiar las actividades de la megaiglesia, como un acto de fidelidad a Dios (Bartel, 2016).

Mediante la explotación de elementos simbólicos y místicos, la actividad gerencial del pastor se iguala con la de unapóstol, profeta, o patriarca (o matriarca), quien posee una revelación especial para el avivamiento y transformación de su nación y del mundo. Para el líder principal de una iglesia G-12, el crecimiento de las células y la continua formación de líderes en los grupos de doce llevará eventualmente al alcance de una ciudad, un país entero y otras naciones. A un nivel simbólico, la tendencia hacia la internacionalización y globalización se hace evidente en los nombres dados a las iglesias como la Misión Carismática Internacional de Bogotá, la Mundial do Senhor Jesus Cristo pastoreada por Valnice Milhomens18 en Brasil, el MinistérioInternacional da Restauração de Renê Terra Nova también en Brasil, el Movimiento Carismático Internacional de Lima, o bien la Primeira Igreja Batista do Brasil que mantuvo su nombre oficial en la entrada del templo, pero con el subtítulo de: Casa de OraçãoMundial (Santos Andrade, 2010).

Aunque no todas las iglesias afiliadas actualmente a G-12 (o que se desligaron, pero mantuvieron un modelo similar) pueden ser consideradas megaiglesias, hay varias de ellas que se encuentran entre las más grandes de América Latina, como la Casa de Dios de Guatemala con el popular apóstol Cash Luna (Gomes, 2021), lo que les da un extraordinario poder de convocatoria e influencia que han sabido explotar a nivel político (ver fig. 5).19 Este es el caso de la Igreja Batista de Lagoinha en Minas Gerais, la cuarta más grande de América Latina, donde uno de sus líderes principales es Damares Alves, ministra de la Mujer, Familia, y los Derechos Humanos, del gobierno de Jair Bolsonaro. La ministra se presenta como anti-feminista, anti-aborto, pastora, especialista en educación y derecho constitucional de la familia, creacionista por convicción, convencida de que la enseñanza de la ciencia debe volver a manos cristianas (Aguilar de La Cruz, 2019). Puede verse cómo la red G-12 de la iglesia sirve como canal para que ideas de diversa índole permeen a los miles de miembros, generando un poderoso vector de opinión entre los evangélicos del país. En este sentido, es interesante el ejemplo que recoge O’Neil en su investigación de la iglesia El-Shaddai en Guatemala (O’Neill, 2010), la cual usó su red de células para entrar en una fase intensa de guerra espiritual (oración e intercesión), con el fin de provocar un ambiente que favoreciera el lanzamiento de la candidatura de su apóstol, el Dr. Harold Caballeros quien se intentaba postular como candidato a la presidencia de Guatemala hacia finales del año 2006.

Figura 5
Cuatro megaiglesias que han implementado el G-12, o variaciones de éste, las cuales se encuentran entre las iglesias más grandes en Latinoamérica y entre las de mayor tamaño en el mundo.
Cuatro megaiglesias que han implementado el G-12, o variaciones de
                            éste, las cuales se encuentran entre las iglesias más grandes en
                            Latinoamérica y entre las de mayor tamaño en el mundo.

Se hace claro que, los conceptos de descentralización y de democracia en la toma de decisiones son anulados, a cambio de un sistema bastante jerárquico, autoritario, y regimentado, cuya estructura apuntará fundamentalmente al logro de la visión del líder, como razón de ser de su existencia, enfatizando de manera descomunal la figura pastoral apostólica como el centro de todo. De allí hacia abajo la autoridad se distribuye en la jerarquía a través de los hilos relacionales constituidos en los grupos de doce, comenzando con los “doce del pastor”, ejerciéndose el poder con un sistema de seguimiento de la membresía bastante rígido y eficiente, basado en la sumisión de cada miembro a la autoridad de un/a director/a de célula tal como en el modelo del MCE, y de éstos a sus correspondientes líderes o lideresas de doce, quienes controlan los pasos de cada persona bajo la excusa del cuidado pastoral directo (de allí su nombre original “gobierno de los 12”).

La macdonalización del G-12: Empaquetando el proceso de discipulado para su difusión mundial

Como ya se mencionó en una sección previa, durante las últimas tres décadas, el movimiento de iglecrecimiento sembró la semilla del marketing y de los métodos basados en mediciones concretas y específicas de ciertos parámetros y variables, con el fin de lograr resultados. La eficiencia comenzó a dominar la mentalidad de los pastores, los cuales se adaptaron rápidamente a los pragmáticos esquemas gerenciales en boga. En el campo evangélico latinoamericano, el modelo de iglesia celular se convirtió en la forma eclesiológica más susceptible de sistematización y estructuración, de allí que, se comenzaron a empaquetar los métodos y procedimientos, de una manera que pudiesen ser fácilmente transferibles de un contexto a otro con ajustes menores. De esa manera, la implementación sistemática del modelo G-12, como si se tratase de una franquicia no tardó mucho tiempo en ponerse en marcha (Comiskey, 2002).

Como ya se dijo, se habla de una franquicia cuando una organización licencia su marca (G-12) y sus métodos operativos (el proceso G-12) a otra persona o grupo (iglesias o denominaciones), quien acepta operar de acuerdo con los términos de un acuerdo. Usualmente, la organización que franquicia proporciona apoyo y, en muchos casos, ejerce cierto control sobre cómo se debe operar bajo la marca. A cambio, las organizaciones que reciben la franquicia pagan una tarifa inicial y una regalía periódica por el uso de la marca y los métodos operativos. Como ya se mencionó, en el mundo evangélico existen varios ejemplos de otras marcas y métodos distribuidos en formatos parecidos a una franquicia, empaquetados con la idea de su distribución a nivel mundial. Esta racionalización del discipulado la vamos a encontrar en el modelo G-12 colombiano, así como en todos sus derivados (M12, D12, MDA), lo que evidencia la creación de una marca exclusiva y el otorgamiento de franquicias para su uso por otras organizaciones. Tratando de cuidar el prestigio de la marca, en el modelo G-12 se tienen que seguir estándares muy precisos, dentro de contratos de exclusividad que imponen a las iglesias que, el modelo “se adopta, pero no se adapta” (Comiskey, 2002). Usando un formato de negocios para garantizar la uniformidad de la marca registrada, las iglesias debían: establecer una relación de pacto con la MCI; certificarse para poder usar los materiales escritos; implementar al pie de la letra todos los pasos en la senda de entrenamiento (pre-encuentro, encuentro, post-encuentro y escuela de líderes, fig. 3); seguir todas las recomendaciones para la conformación de los grupos (tamaño, homogeneidad, etc.); seguir usando el número doce como un símbolo de identificación con la revelación original del modelo; y además, participar en las actividades programadas por la red de iglesias de la MCI como conferencias y/o entrenamientos (Comiskey, 2014). De cumplirse con todos los requisitos, el resultado lógico y esperado, cuantificable y garantizado, era que se produciría el ansiado crecimiento acelerado de la iglesia. Como es de esperarse, muchas iglesias se resistieron al pago de licencias por el uso de la metodología G-12, y por lo tanto hicieron modificaciones menores, o cambiaron su nomenclatura, pero mantuvieron la esencia del modelo, incluso lanzando su propia marca como es el caso de MDA (Movimiento de Discipulado Apostólico) de Abe Huber en Santarém (Brasil) (Comiskey, 2014).

¿Qué sucede cuando los ciclos eficientes exigidos por la metodología G-12 no se pueden seguir a cabalidad? ¿Qué ocurre cuando los creyentes no avanzan linealmente en la secuencia de pasos? ¿Qué se hace cuando las “maldiciones generacionales” no se pueden quebrantar, o los “demonios” no se pueden echar de una sola pasada en los retiros espirituales? ¿Cómo se pastorea con “eficiencia” un creyente con serias dificultades, con traumas, con problemas mentales y físicos? ¿Cómo se acompaña a los creyentes LGBTQ+ cuando un exorcismo no es suficiente para cambiarles su orientación? Estas son preguntas que son muy difíciles de responder dentro de una estructura eficiente, donde no hay tiempo para detenerse a pensar en situaciones complejas que hacen que la cadena de producción se detenga o se atrase. Esas son más bien distracciones, retrasos en la línea de producción, lo que hace que, con el tiempo, estas personas son abandonadas a su propia suerte. Aquí entra en juego uno de los aspectos perversos del proceso de racionalización introducido por la macdonalización, lo que en términos weberianos se ha denominado la irracionalidad de la racionalidad. Ritzer pensaba que la irracionalidad de la racionalidad era una quinta dimensión de la macdonalización, bajo el argumento de que, por más racional que sea el sistema, se producirán eventos irracionales no anticipados (Smart, 1999). Es la obesidad que produce el exceso de comida chatarra de las cadenas como McDonald’s, el daño al ambiente, o la deshumanización que la producción en masa conlleva. Como sistema pastoral, el modelo G-12 también tiene sus actos irracionales, como la dificultad para acompañar a aquellos que se salen del libreto y que no pueden acomodarse al flujograma lineal de sus manuales. O bien, en la búsqueda de esa estructura ideal, donde cada uno se sujeta a un líder hasta llegar al apóstol del movimiento, se cometen abusos espirituales que desgastan a algunos creyentes quienes terminan abandonando la iglesia.

En ese esquema de cosas, la eficiencia implica la “búsqueda de los medios más idóneos posibles para alcanzar un fin” (Ritzer, 1996:54). Uno de los fines de la iglesia celular es llevar a una persona desde su estado de no-creyente, hasta asimilarla con un compromiso pleno, contribuyendo así al crecimiento y multiplicación de las células y de la iglesia, para finalmente convertirla en un líder o una lideresa, capacitados/as para repetir el ciclo una vez más. La frase de Castellanos, “todos pueden ser líderes”, es la declaración narrativa alrededor de la cual se articula su propuesta de sistematización, basada en la escalera de ganar, consolidar, discipular, y enviar, lo que justifica, obviamente, la búsqueda de métodos eficientes para lograrlo. Es aquí donde los materiales de estudio y entrenamiento estandarizados o empaquetados juegan un rol trascendental, así como la estructura, dinámicas y liturgias pre-establecidas de los Pre-encuentros, Encuentros y Post-encuentros, donde no se deja nada suelto, con el fin de lograr el objetivo de producir líderes, que funcionen dentro del “sistema” G-12, en el menor lapso posible. Sin embargo, haciendo una mirada más crítica, en contraste con el mundo de los restaurantes de comida rápida, donde se busca procesar el mayor número posible de clientes por minuto, “la fe cristiana no puede verse como el procesamiento de personas como si fueran gotas de agua idénticas… la vida es confusa y compleja… siendo imposible o casi imposible, y a veces indeseable, englobarla dentro de un paquete bien acomodado o prolijo” (Drane, 2002:152).

La calculabilidad se refiere a poner el “acento en elementos que se puedan calcular, contar, cuantificar” dentro del sistema, lo que da como resultado que lo cuantitativo termina aceptándose ciegamente como medida de calidad (Ritzer, 1996:84). En el caso de las iglesias celulares, lo que se espera es que cada célula o grupo pequeño se múltiple dentro de un lapso razonable, que el número de líderes vaya en aumento, y que el tamaño de la iglesia crezca exponencialmente en un corto tiempo. Es claro que, el “crecimiento es el objetivo principal de la práctica celular, por lo que las iglesias son siempre descritas en términos numéricos” (Harvey, 2003). Esta pasión por los números es bastante obvia en el manejo de la información que la IECY disponía acerca de su feligresía mediante un levantamiento de datos minucioso (Kwon Cho, 2010). Otro ejemplo, es la iglesia Elim en El Salvador, en la cual sus pastores “pueden decirte el martes por la mañana cuáles son los datos estadísticos de la semana anterior como: asistencia, conversiones, bautismos, personas visitadas, y miembros capacitados” (Comiskey, 2014). La capacidad para recoger datos y plasmarlos en hojas de Excel o en sofisticados programas de computación tiene como objetivo ejercer control sobre la membresía de la iglesia, para “dictar, tanto como sea posible, lo que la gente debe hacer dentro del sistema y cómo debe hacerlo” (Ritzer, 1996:148). El rígido sistema de discipulado junto con las estadísticas, ayudan a determinar con una cierta certeza quienes avanzarán hacia las siguientes fases y se convertirán en líderes de células. Este esquema de control monitorea el crecimiento rápido, y sirve para supervisar y controlar a las personas, minimizando así las pérdidas y los traslados a otras iglesias.20

La insistencia en la recolección de estadísticas, la estandarización, la unificación del pensamiento, conducen finalmente a la cuarta dimensión propuesta por Ritzer que es la de la predictabilidad. Básicamente, se trata de que no haya sorpresas en las formas y en lo que se ofrece a las personas, algo que se observa en sitios como Starbucks o McDonalds, sea que estén en Madrid o Bogotá, Seattle o Los Ángeles. Puede que el café o la hamburguesa sepan un poco diferentes, pero el sistema es el mismo. Uno puede predecir lo que va a pasar antes de llegar al lugar y no quedar defraudado. Para lograr ese efecto, la organización tiene que enfatizar “en cosas tales como la disciplina, el orden, la sistematización, la formalización, la rutina, la coherencia y los actos metódicos” (Ritzer, 1996:108). Una de estas disciplinas es la multiplicación celular, la cual obliga a los grupos pequeños a dividirse cada tanto tiempo y a los grupos de 12 a producir nuevas generaciones de discípulos. Sin embargo, el crecimiento no-orgánico producido por la regla de multiplicación celular, forzada de acuerdo con una fórmula predecible, produce lo que Drane ha denominado como “seudo-comunidades” (Drane, 2000: 47-48). Este conglomerado de células que van surgiendo pueden ser controladas a través de una agenda impuesta dentro de una estructura multi-nivel, en cuyo pináculo se encuentra el pastor o apóstol de la iglesia, quien con poderes plenos dirige a través de la cadena de mando a un ejército de obedientes discípulos que implementen los programas y sueños, económicos y políticos, diseñados por esta autoridad super-poderosa.

El modelo G-12 y la Nueva Reforma Apostólica

Es importante tener en cuenta que el modelo G-12 se comienza a gestar hacia finales de la década de los 80, y que su auge ocurre después de unos 10 años de desarrollo, coincidiendo también con el inicio de la Nueva Reforma Apostólica (NRA), para la cual se convirtió en uno de sus principales caballitos de batalla eclesiológicos. Al disponer la NRA de un modelo empaquetado, reproducible, y llamativo, en cuanto a sus beneficios de crecimiento numérico, las posibilidades de globalización y expansión del movimiento apostólico, dentro de formas más o menos homogéneas que se pueden intercambiar y comercializar, se ven favorecidas (Campos, 2014). Sin embargo, a manera de discusión final me gustaría señalar al menos tres aspectos que el proceso de celularización de la iglesia evangélica por medio del G-12 facilita para la NRA: el desarrollo de redes de iglesias y debilitamiento de las denominaciones; la aceptación de estructuras teocráticas piramidales; y la incursión en la política por parte de las iglesias a través de su membresía disciplinada y obediente.

Manuel Castells (2010), define la red como un conjunto de nodos interconectados, donde cada nodo es un punto de cruce de los elementos que se propagan a través de la red, los cuales variarán dependiendo de su razón de ser. La existencia de redes fue un aspecto fundamental de la expansión del pentecostalismo durante el siglo XX. La expectativa constante de un avivamiento, así como la propensión a innovar y mutar, hace que esa esencia reticular aún se conserve. Según Robbins, el intercambio ritual (Robbins, 2009) es lo que facilita la formación de redes, cuya propagación propicia la actual expansión apostólica global. Por ejemplo, Carlos Ibarra en su reciente tesis doctoral describe las redes que se forman en el norte de México alrededor de la música cristiana como elemento de intercambio ritual (Ibarra, 2019). Ibarra señala que la relevancia de estas redes se ve en que a través de la “colaboración entre diferentes instituciones con el suficiente poder económico, capital humano, y know-how… se ha podido forjar una industria cultural religiosa” (Ibarra, 2019:150).

Dentro de la NRA hay muchos elementos, aparte de la música de adoración contemporánea, que son parte de ese intercambio ritual mutuo dentro de las nuevas redes eclesiales, uno de ellos es el de los grupos celulares como metodología compartida, o franquiciada, y útil para potenciar su crecimiento numérico. Concurrentemente con el desarrollo y divulgación del modelo G-12, también se producía una evolución de las organizaciones a finales del siglo XX y comienzos del XXI, en la cual se pasaba a considerar el cooperativismo, las relaciones, y la descentralización como ejes centrales organizativos, potenciados por el desarrollo de la Internet (Laloux, 2014). William Kay (2006) identificó redes apostólicas que surgen de grandes congregaciones o megaiglesias, alrededor de las cuales se van plegando otras iglesias más pequeñas que han sido plantadas o adoptadas dentro de la red, las cuales deciden asociarse bajo el liderazgo y cobertura del apóstol principal que dirige la congregación paraguas, pero sin llegar a burocratizarse del todo. Por otro lado, Kay también reconoce la posibilidad de que un apóstol itinerante pueda enlazar varias iglesias pequeñas bajo su cobertura, hasta que la red cobre cierta notoriedad, y en muchos casos se interconecte con una megaiglesia. A estas consideraciones es posible también añadir otras variantes, especialmente redes que se forman gracias a las herramientas computacionales, las cuales pueden conducir a alianzas e influencias remotas en torno a ciertas ideologías; o catalizar proyectos colaborativos de diversa índole, con solo unos cuantos clicks. O bien, redes como la G-12 que se forman alrededor de una franquicia por la utilización de la metodología. Por su parte, Christerson & Flory (2017) han preferido usar un término más amplio para referirse a las redes apostólicas, denominando al movimiento, el Cristianismo Independiente en Red (CIR, o INC por sus siglas en inglés), mayormente representado por la NRA. En el CIR, las redes no están formadas por iglesias, sino por un grupo de líderes apostólicos fuertes que se conocen, combinan y recombinan para realizar proyectos específicos, pero que, son funcionalmente independientes los unos de los otros. Hoy por hoy, existe un extenso entramado de redes apostólicas, el cual es bastante complejo, eficiente en cuanto a la transmisión de ideologías e innovaciones, y capaz de movilizar grandes grupos de creyentes.

La MCI a través del liderazgo de César y Claudia Castellanos fue capaz de establecer una tupida red, manteniendo su cohesión y expansión progresiva a lo largo del tiempo, a través de la realización de grandes conferencias, la fundación de centros de entrenamiento G-12, y mediante la transformación del carisma de los grupos celulares y su metodología de implementación en un bien mercadeable, que se transmitía a través de conferencias pagadas, clases, cursos, talleres, libros, videos en sus canales de youtube, u ofreciendo planes de entrenamiento online. Todo lo cual les ha servido para amasar fama, prestigio, ingresos económicos, y sobre todo poder político en su país. Dentro de esta dinámica, miles de pastores de congregaciones locales en sus respectivos países, se conectan con el modelo G-12, y van siendo asimilados en la poderosa red, donde fluyen constantemente nuevas ideas e innovaciones tanto espirituales como políticas y económicas. Una de las formas de esa conexión es a través de las convenciones anuales en Bogotá y en otras ciudades del mundo las cuales congregan a miles de líderes y creyentes interesados en entrenarse en el uso del modelo (Alves, 2011). En correspondencia con el CIR propuesto por Christerson & Flory (2017), Alves (2011) muestra una detallada red de líderes latinoamericanos donde resaltan los nodos de César Castellanos, Carlos Anacondia, Omar Cabrera Jr., Jorge Himitian, Claudio Freidzon, Asaph Borba, Abe Huber, incluyendo Benny Hinn, Morris Cerullo, hasta Ülf Ekman de Suecia, y muchos otros pastores de Argentina, Brasil, Uruguay y Chile. De manera que, el proceso de creación y difusión de la marca G-12 ha servido para tejer una amplia red global de iglesias y grupos de congregaciones, las cuales no están obligadas dentro de los esquemas rígidos denominacionales, por lo que su asociación es mucho más atractiva y en cierto modo fructífera.

Es importante considerar que la red G-12 es una red de redes, pues cada nueva iglesia que se incorpora termina generando su propia comunidad de iglesias asociadas. Hay redes G-12, o redes basadas en modelos derivados de éste, como Impact Perú (Campos, 2009), la denominación Santidad Pentecostal en Venezuela, la red Visión de Futuro de Argentina (Aasdmunsen, 2016), la red de la Igreja Nacional do Senhor Jesus Cristo en Brasilia (DF/Brasil), la iglesia Faith Community Baptist en Singapur, el Doulos for Christ World Harvest Ministry en Filipinas, así como las numerosas iglesias hispanas en la costa este de los Estados Unidos (Wingeier-Rayo, 2014), aparte de muchas otras redes que fueron influenciadas a lo largo de los últimos veinte años y que se mantienen aún en conexión. Los ejemplos abundan, aunque, lamentablemente, el trabajo más citado en la actualidad sobre redes apostólicas, el de Christerson & Flory (2017), no hace ninguna mención a al modelo G-12 como un catalizador de estas redes, limitándose a aquellas que se originaron en los Estados Unidos, a partir de Bethel y Harvest en California y IHOP en Kansas City, muchas de las cuales también se nutrieron del G-12 en algún momento. Es importante señalar que el concepto de las redes apostólicas cobra una importancia extraordinaria en tiempos actuales ya que el poder de las denominaciones está en su ocaso, y las redes proveen un nuevo espacio de interacción multidimensional, pues las iglesias pueden estar conectadas a tantas redes como sea necesario, de acuerdo con lo que ellas aportan y reciben en esa comunicación bidireccional. Si bien es cierto que inicialmente las iglesias que se afilian a la red G-12 lo hacen con el fin de usar el modelo celular, a través de los diversos canales de comunicación también fluyen otros bienes religiosos, como música de adoración, rituales, sistemas de coaching, software, libros de diversos temas, y con un mayor énfasis cada vez, ideas políticas. Por otro lado, la red G-12 también está conectada a otras redes apostólicas de las cuales se nutre con nuevas enseñanzas y proyectos, como en el caso de la red global Empowered21 recientemente constituida, de cuyo Congreso Latinoamericano sería anfitriona la MCI.

Es importante aclarar que las redes de iglesias surgidas alrededor del modelo G-12, tienen un epicentro (hub) que es la MCI, aunque también hay numerosos intercambios y conexiones directos entre estas, así como con otras redes nacionales o internacionales. Sin embargo, a lo interno de las iglesias o agrupaciones que se unen a la red, la estructura que prevalece es la que se genera con los grupos de 12, la cual es piramidal con una figura apostólica, usualmente un varón, en su cúspide. Pero esta estructura no es una jerarquía burocrática clásica sino una cadena multinivel de relaciones de pacto tal como en el MCE, donde cada líder o lideresa está bajo la cobertura de otro/a en un nivel superior, hasta llegar a la figura patriarcal apostólica principal de la organización. Ahora bien, como se puede deducir de la figura 5, no estamos hablando de pequeñas comunidades, sino de corporaciones que acumulan un inmenso poder, lo que lleva a estos apóstoles a asociar su organización eclesiástica con una teocracia, dentro de la cual ellos han recibido una revelación divina que se extiende al contexto sociocultural que les rodea, lo que se traduce en aspiraciones políticas de diversa índole. Esta manera de pensar es lo que lleva a César Castellanos a afirmar que, el principio en que se basan sus grupos de doce fue revelado por Dios en la Biblia, y que sirve como inspiración para una gobernanza adecuada de la iglesia, y como una estrategia para la conquista de las naciones. Como las células y los grupos de doce se esparcen transversalmente en todos los espacios sociales y culturales posibles mediante unidades homogéneas, las ideas teocráticas, hoy en día englobadas a un nivel teórico dentro de la Teología del Dominio (la reconstrucción de la sociedad, la conducción de la humanidad, y la administración de la creación de acuerdo a leyes bíblicas),21 e instrumentalizadas en la práctica mediante la misión de conquistar los siete montes de la sociedad (sectores como la política, economía, educación, artes y entretenimiento, medios de comunicación, familia, y religión, que deben ser penetrados y dominados por la iglesia) (Heuser, 2021), encuentran allí su caja de resonancia y brazo ejecutor. Algunos tipos de apóstoles, denominados sectoriales (Marzilli, 2019) o abocados a ciertas áreas específicas como la ciencia y la tecnología, la salud, finanzas, o la política, quizás nunca lleguen a dirigir una iglesia en el sentido clásico, pero si un grupo de doce o una célula, donde son discipulados bajo la visión del apóstol principal, alineándose con sus planes y proyectos y aportando sus ideas y recursos para esa conquista cristiana de la nación. Es más, dentro de una de las propuestas más atrevidas del fallecido C. Peter Wagner, la de la transferencia de riquezas (Wagner, 2015), según la cual los recursos económicos del mundo pasarían a manos de la iglesia previo al retorno de Cristo, y serían estos apóstoles sectoriales los que tendrían la responsabilidad apostólica de manejar esos fondos para financiar los proyectos de penetración y dominio cristiano de las diversas esferas sociales.

Afianzados en las poderosas redes y en una teología que justifica de manera imperativa el activismo sociopolítico, la antigua pasividad pentecostal en cuanto a su responsabilidad social, no solo cambia, sino que se vuelve hiperactiva, como se ha podido constatar en los últimos años donde los ejemplos sobran. En el caso G-12, la historia política de César y Claudia Castellanos es ampliamente conocida en Colombia y en el resto de América Latina (Pérez Guadalupe & Carranza, 2021). Desde 1989 fundaron el Partido Nacional Cristiano, aprovechando el capital religioso que representaba su iglesia en pleno crecimiento debido a su innovador modelo celular que ya llevaba un buen tiempo en desarrollo. En 1990 lanzaron a Claudia Rodríguez de Castellanos como candidata presidencial, aunque sin mayor impacto. Obviamente, a medida que el modelo celular avanzaba, la capacidad de movilización política de los líderes de la Misión Carismática Internacional igualmente crecía, cosa que algunos sagaces políticos de derecha, como Álvaro Uribe Vélez, supieron aprovechar hábilmente (Beltrán & Quiroga, 2017). En todo caso, en elecciones posteriores Claudia Rodríguez fue electa como senadora22 y varios otros líderes de la MCI también han sido electos a otros cargos de representación popular (Beltrán & Quiroga, 2017:200-201). El capital religioso de la MCI está fundamentado en su extensa y disciplinada red G-12, la cual puede ser movilizada en función de los intereses de los líderes en el tope de la pirámide, quienes a través de sus libros, convenciones anuales, guías de estudio, ya han venido divulgando que parte de su misión es impactar a las ciudades y a las naciones, siendo la participación política electoral un camino para cumplir con la “vocación religiosa para ‘salvar’ la sociedad colombiana” (Beltrán & Quiroga, 2017:208). Esto se demostró de una manera bastante palpable con el éxito de la campaña por el NO durante la realización del plebiscito por los acuerdos de paz colombiana, el 2 de octubre de 2016, y donde se piensa que la influencia de las iglesias neoapostólicas, especialmente de sus apóstoles y pastores como actores políticos visibles, fue decisiva (Beltrán & Creely, 2018).

El caso colombiano es llamativo pues siendo allí donde el modelo G-12 se originó como una mejor versión de la iglesia celular, también sus creadores demostraron de qué manera se puede influenciar la política de un país a través de una red de células, sumisa y obediente, bajo cobertura apostólica, según la eclesiología iniciada por el MCE. Por ello no debe extrañar que este modelo que combina espiritualidad y responsabilidad política haya sido ensayado en otras regiones del mundo. O’Neill (2010:62), describe a los grupos celulares de la megaiglesia guatemalteca El Shaddai como una combinación de “aula, grupo de autoayuda, y de laboratorio emocional, que permite a los creyentes darles sentido a sus vidas, vinculando ese (nuevo) yo con el destino de su nación”, convirtiéndose en una forma de ciudadanía cristiana, donde la contemplación se convierte en acción. De la misma forma, la disciplina que los grupos celulares fomentan, así como el liderazgo que se ejerce a nivel interno del grupo, sumado al entrenamiento que la red provee, son espacios donde se van forjando hábitos de pensamiento y conducta respecto a cómo los creyentes deben participar dentro de la política nacional e internacional (Reu, 2019). Esto es a lo que Algranti (2012) hacía referencia en cuanto al rol de los evangélicos en la política Argentina, considerando que el impacto más importante es a nivel de los grupos celulares de las megaiglesias, donde los líderes de célula, que responden a las indicaciones que vienen de la cúspide de la pirámide, pueden alentar a sus discípulos a participar en el escenario político, comenzando a nivel local o municipal.

Tal como los disciplinados miembros de la MCI escuchaban a sus apóstoles indicar cuál era la opción más cristiana en el plebiscito del 2016, o cuáles candidatos deberían ser apoyados en las elecciones venideras, los miembros de las células de El Shaddai y de otras megaiglesias se abocan a la guerra espiritual y al activismo que permita la elección de presidentes evangélicos en Guatemala. De la misma forma, aún en regiones tan complicadas como los Altos de Chiapas en México, un apóstol puede encontrar en los grupos G-12 la mejor manera de pasar de la vita contemplativa a la vita activa, políticamente hablando. Es el caso de la iglesia Alas de Águila dirigida por el Dr. Esdras Alonso, quien hizo su propia transformación del modelo colombiano para crear lo que denominó el Ejército de Dios, especie de escuadrón de élite con rangos militares cuya función es participar activamente en la política regional y nacional. Las células sirven para alcanzar y retener a los discípulos. Una vez que la persona ha avanzado en todos los pasos del proceso G-12, aparte de ser un líder, también adquiere un rango militar, y se somete a una disciplina aún más severa, fusionando “lo que es la estructura militar con lo que es la visión religiosa” (Feria Arroyo, 2017) para constituir el Ejército de Dios, como brazo político de movilización con funciones específicas frente a las autoridades civiles y el entorno político. Siendo una región donde hay diversos conflictos geopolíticos, étnicos y religiosos, tal militarismo de la fe resulta peligroso, hasta el punto de que este ejército de fieles puede convertirse en un grupo armado de autodefensas, dispuesto a batirse con otras agrupaciones hostiles o bandas armadas, bajo el argumento de actuar en nombre de Dios.23

Conclusiones

Puede observarse cómo el modelo G-12, y otras versiones de discipulado usando grupos pequeños, han resultado ser excelentes vehículos para la expansión de la Nueva Reforma Apostólica. Por un lado, es importante reafirmar que no es simplemente una fórmula carente de una teología subyacente, pues, como se mostró en este trabajo, en buena medida tiene una gran influencia de los principios de los grupos restauracionistas que enfatizan la cobertura espiritual originados en el MCE, la teología de la prosperidad, y la teología del dominio. Notamos que su difusión mundial superó al movimiento de iglesias celulares iniciado con la IECY en Corea y sistematizado por las técnicas de iglecrecimiento. Claramente, la creación de una marca franquiciable, con todos los elementos incluidos de eficiencia, calculabilidad, predictabilidad y control, para lograr edificar megaiglesias, propició el desarrollo de un ecosistema de redes de iglesias que comenzaron a intercambiar otros bienes religiosos, incluyendo ideas y proyectos políticos. La estructura piramidal de las iglesias organizadas según el modelo G-12 facilitó la instauración de la figura de los apóstoles y profetas, como grandes emprendedores portadores de una revelación directa de Dios, y por ende, la aceptación de una gobernanza teocrática para la iglesia, que pretende ahora ser trasladada a la sociedad por medio del impulso de la teología del dominio. El resultado final es un robusto contingente bastante homogéneo de creyentes, dispuestos a trabajar, arriesgarse, y sobre todo votar, a favor de las figuras políticas que representen los intereses de los grandes apóstoles y apóstolas de la NRA en cada país.

Será necesario seguir investigando sobre este modelo, particularmente a través de estudios etnográficos que permitan captar mejor su impacto sobre las personas ya que como ha sido señalado por algunos autores, los grupos celulares como espacios sociales han recibido poca atención en la literatura (Frigerio, 2020), a pesar de que ellos representan “un tipo de pastoral más sensible e íntima, priorizando las relaciones cara a cara y la reciprocidad” (Mosqueira, 2019). Además, los grupos celulares crean capital social a través de las interconexiones dentro, entre grupos, y fuera, en sus comunidades, lo que puede ayudar a los feligreses a “navegar por la migración, asegurar trabajos, negociar políticas, etc.” (Bauman, 2022:123).

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Notas

1 Esta afirmación de Bauman se basa en un estudio de la megaiglesia Willow Creek realizado por James Twitchell, donde se muestra cómo las contribuciones de los miembros son solo una parte pequeña de los ingresos, pero, la membresía trabaja voluntariamente para mantener todos los emprendimientos de la iglesia funcionando y produciendo.
2 Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros (NVI)
3 Bob Mumford, exprofesor del Elim Bible Institute (New York), uno de los epicentros del Movimento de la Lluvia Tardía (MLT), Don Basham, Derek Prince, Charles Simpson, y Ern Baxter, quien trabajó muchos años con el evangelista William Branham, uno de los catalizadores del MLT. Más tarde se les unió al grupo John Poole, hijo de uno de los iniciadores del MLT. Este grupo se encargó de la edición de la revista New Wine, pieza fundamental para difundir las enseñanzas del MCE a través de cientos de artículos publicados, grabaciones en casete, y libros distribuidos por todo el mundo.
4 En el movimiento de pastoreo (MCE) se enfatizaba lo masculino en todos los temas del ministerio.
5 Los fundadores de la RCC comenzaron con la realización de los cursillos de cristiandad, un tipo de formación espiritual que se desarrolló en España en 1949. Dentro de los cursillos varios de líderes recibieron el bautismo del Espíritu Santo y así nació el movimiento de católicos pentecostales en febrero de 1967, durante un retiro en la Universidad de Duquesne (Pittsburgh, Pennsylvania).
6 Todos deben someterse a las autoridades públicas, pues no hay autoridad que Dios no haya dispuesto, así que las que existen fueron establecidas por él. Por lo tanto, todo el que se opone a la autoridad se rebela contra lo que Dios ha instituido. Los que así proceden recibirán castigo (Nueva Versión Internacional).
7 Para justificar esto, los seguidores de la cobertura espiritual recurren a la figura de Jacobo en el libro de los Hechos, a quien le atribuyen el liderazgo principal de la iglesia de Jerusalén, pues tomaba decisiones y juzgaba, mientras los demás acataban su autoridad, y apóstoles como Pedro y Pablo estaban sujetos a su dirección (Bevere, 2001:44)
8 Oro para que te vaya bien en todos tus asuntos y goces de buena salud, así como prosperas espiritualmente (Nueva Versión Internacional).
9 Anderson (2003: 103) señala que, mientras la teología coreana de liberación, conocida como Teología Minjung, ha abrazado la defensa de pobres y oprimidos, estos son los que llenan los grupos celulares y cultos pentecostales de la IECY en busca de alivio y ayuda para sus vidas.
10 Sin embargo, a pesar de ser una fuerza importante para la expansión de la IECY, las mujeres todavía tienen limitaciones para ser incorporadas en el liderazgo formal de la iglesia como pastoras (Kwon Cho, 2010).
11 Haciendo referencia al suegro de Moisés que le aconsejó que repartiera su carga con otros ancianos de su pueblo (Éxodo 18:13-23)
12 La lista de iglesias que adoptaron el G-12 como modelo es impresionante. Por ejemplo Kay (2006) reporta el caso del Kensignton Temple, una conocida megaiglesia londinense, donde la puesta en marcha del G-12 comenzó en su pequeña iglesia latinoamericana, la cual creció muy rápidamente, lo que hizo que el modelo fuese aplicado a la congregación en pleno. Igualmente, las iglesias brasileras acogieron masivamente el modelo. A la par, muchas congregaciones lo inetentaron pero en el camino decidieron abandonarlo o adaptarlo.
13 Este documental contiene un relato del inicio de la MCI. Nótese que en sus albores no dista mucho de las historias de muchas iglesias. https://www.youtube.com/watch?v=9tecSTdz_mw
14 Esto es parte de los aspectos místicos y simbólicos incorporados por los Castellanos desde el origen del modelo. Es decir, que se trata de una reedición de la forma como Jesús tuvo cuidado de sus doce discípulos.
15 Esto implica que también existe una estructura central que incluye la producción de los cultos y eventos, los detalles logísticos, el aspecto administrativo. Muchos de los miembros también están involucrados en tales tareas y funciones, lo que complica aún más la dedicación de tiempo, especialmente en las congregaciones más pequeñas que han adoptado la visión G-12.
16 El avivamiento de Argentina se inicia hacia 1992 en Buenos Aires (Argentina), específicamente en la iglesia Rey de Reyes pastoreada por Claudio Freidzon. Se le conoce comúmente como “La Unción” y se esparció por toda la Argentina y varias naciones Latinoamericanas. Se dice que fue este evento el que dio lugar a la Bendición de Toronto, un avivamiento surgido en la iglesia Airport Vineyard de esa ciudad y que duró muchos años, influyendo en diferentes denominaciones e iglesias de norteamérica y del Reino Unido. Para una ampliación sobre la infleuncia de estos avivamientos en el desarrollo de la NRA ver Mora (2022).
17 Una de las características más importantes de las megaiglesias es que su crecimiento está muy conectado con la atracción o transferencia de creyentes de otras iglesias o denominaciones. Usualmente, para aquellas personas que ya se han trasladado de una iglesia a otra, la identificación denominacional deja de ser importante. Esto es extraordinariamente importante en Latinoamérica, donde el grueso de los evangélicos provienen del catolicismo y se convirtieron en años recientes, lo que les hace vulnerables a la transferencia desde las iglesias denominacionales o pentecostales tradicionales, hacia las nuevas megaiglesias e iglesias apostólicas.
18 Valnice Milhomens es reconocida como la primera pastora brasileña que puso en marcha la visión G-12 en Brasil, calcando el modelo de la MCI de Bogotá. Ella misma relata: “fui responsable de traer la pareja a Brasil, en junio de 1999, para una Convención en São Paulo, bajo el tema: Avivamiento Celular - Desafío para el Siglo XXI, en la que más de 3500 pastores de todos los segmentos evangélicos, y de todos los estados de Brasil, además de muchos otros líderes, estuvieron presentes, bebiendo de la unción que el Espíritu de Dios liberó en abundancia durante esos días. Fue a partir de esa Convención que la visión de Bogotá se dio a conocer a gran escala en Brasil, a la cual muchos se unieron. Fui designada responsable de la traducción y publicación de los libros de César Castellanos, y fui ungida como parte de su equipo internacional”. Ver: <https://bit.ly/3gAgmO0> (acesso em 26/08/2021).
19 Los datos son recopilados y mantenidos porWarren Birdy pueden ser encontrados aquí: <https://bit.ly/3DNKZcN>, (acesso em: 04/09/2021). El tamaño es establecido en función de la asistencia a los servicios semanales. El cálculo del número de células es mucho más difícil.
20 Es interesante observar la cantidad de productos computacionales que se consiguen en el mercado religioso dirigidos a las iglesias celulares, en especial las que han implementado la visión G- 12. Productos como G12Network, SigiCell, AswVisãoCelular, o CelulApp, son algunos ejemplos de la importancia que se le da la medición y el control dentro de esta eclesiología. Aparte que refuerza la tesis de Ritzer del uso de instrumentos tecnológicos para facilitar el control en la sociedad mcdonalizada.
21 Esta teología tiene implicaciones escatológicas en lo que respecta a la instauración del reino de Dios, lo que hace que se le considere postmilenialista, lo que afecta los conceptos acerca de la misión cristiana y su influencia en la sociedad.
22 También fue designada como embajadora de Colombia en Brasil por Álvaro Uribe Vélez.
23 Ver <https://bit.ly/3jAfRp7> (acesso em: 01/09/2021).

Notas de autor

* Profesor Titular (jubilado) Universidad Simón Bolívar (Caracas-Venezuela); Profesor Visitante Online St. George’s University (Grenada, West Indies). Ingeniero (USB), Maestría (California State University), y Doctorado en Ciencias de la Vida y la Salud (Université de Tours). E-mail: fmora@sgu.edu. ORCID iD: <https://orcid.org/0000-0001-9516-8823>.
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