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RENOVACIÓN CARISMÁTICA CATÓLICA EN MAR DEL PLATA: RITUALES Y INSTITUCIÓN EN UN GRUPO DE ORACIÓN
Charismatic Catholic Renewal in Mar del Plata. Rituals and institution in a prayer group
Ciencias Sociales y Religión / Ciências Sociais e Religião, vol. 21, e019010, 2019
Universidade Estadual de Campinas

Article


DOI: https://doi.org/10.20396/csr.v21i00.12641

Resumen: La Renovación Carismática Católica es uno de los movimientos de la nueva sensibilidad católica pos-conciliar. Se caracteriza por el protagonismo que desempeñan los laicos en su estructura y su apertura al ecumenismo. Nos proponemos responder un problema central que es conocer cuáles son las prácticas distintivas de la Renovación Carismática Católica (en adelante RCC). A través del conocimiento de estas prácticas se intentará comprender de qué forma se producen las transformaciones de la subjetividad en los individuos que participan en la RCC En este trabajo presentaremos las instituciones y prácticas dentro de la RCC. Analizaremos desde lo institucional la estructura organizativa de la RCC, remarcando la importancia que le otorgamos al grupo de oración. Luego nos centraremos sobre ritos carismáticos, dividido en grupos de oración, seminario de vida y misas carismáticas. El objetivo es realizar un análisis de las prácticas religiosas, pero incorporando la dimensión de los institucional. Sostengo que no es posible comprender completamente las propiedades de las prácticas sin vincularlas con la institución que las alberga, y sobre esto intentar comprender el modo en que viven las creencias y disposiciones, analizando de manera conjunta las prácticas y su base institucional.

Palabras clave: Renovación Carismática Católica, Prácticas, Institución.

Abstract: The Charismatic Catholic Renewal is one of the movements of the new postconciliar Catholic sensibility. It is characterized by the role played by the laity in its structure and its openness to ecumenism. We aim to address a central problem, which is understanding the distinctive practices of the Charismatic Catholic Renewal (hereinafter CCR). Through knowledge of these practices, we attempt to understand how the transformations of subjectivity occur in the individuals participating in the CCR. In this work we will present the institutions and practices within the CCR. We will analyze the organizational structure of the CCR from an institutional perspective, highlighting the importance we attach to the prayer group. Then we will focus on charismatic rites, divided into prayer groups, life seminars and charismatic masses. Our objective is to carry out an analysis of religious practices; incorporating the institutional dimension. We argue that it is not possible to fully understand the properties of these practices without linking them to the institution that hosts them, and taking this approach we try to understand the way in which beliefs and attitudes live, jointly analyzing the practices and their institutional foundations.

Keywords: Charismatic Catholic Renewal, Practice, Institution.

Estructura organizativa de la RCC: centralidad del grupo de oración

La RCC está plenamente inserta dentro de la Iglesia católica y tiene una organización administrativa y burocrática en diferentes niveles. Estos niveles están representados por eclesiásticos y laicos y estos últimos son supervisados que están subordinados a los primeros. Como señala Cabrera (2001), este movimiento existe y funciona dentro y de acuerdo con la estructura organizativa de la iglesia en su conjunto. Sin embargo, posee una particularidad que es la eficaz participación de sus miembros haciéndoles sentir una gran pertenencia al "grupo" o "comunidad", tal como ellos se nombran. En referencia a esta mayor participación y al sentido de comunidad que produce se encuadra dentro de lo que se denomina “ideario carismático” (Cabrera, 2001) donde la opción por participar es elegida voluntariamente, desde la conciencia y libertad que cada adulto posee. En la mayoría de los casos esta participación no es impuesta o adscripta por tradición familiar, como podría ser el bautismo o tomar la primera comunión. Es una participación que se vive no como una obligación sino como decisión de compromiso e involucramiento de todo su ser.

En relación con el proceso de institucionalización de la RCC, Soneira (2000) señala que en la Argentina el mismo no estuvo exento de conflictos. En la década de 1980 se produce un avivamiento de lo religioso entre diferentes denominaciones carismáticas que no contó con el beneplácito de los obispos. Ese mismo año surgieron varios documentos del Equipo Episcopal de Teología referentes a los movimientos de renovación espiritual donde se llama la atención sobre los movimientos carismáticos. Las críticas de la jerarquía eclesiástica estuvieron centradas en los excesos que se producían en las ceremonias carismáticas, en la escasa práctica sacramental y el alimentar una espiritualidad desencarnada de los problemas sociales.

En 1989 el Episcopado Argentino da a conocer dos nuevos documentos complementarios referidos a la RCC. El primero Lineamientos Básicos, señala los objetivos y la naturaleza de la RCC además de los principios básicos de funcionamiento. El segundo de los documentos, Criterios fundamentales, es de contenido doctrinal y señala los “frutos” y los riesgos de la RCC.

Un aspecto particular desde el que debe considerarse el fenómeno de la renovación carismática es el del contexto, hoy tan grave, de la difusión de las sectas, frente al cual la Iglesia carece todavía de una adecuada respuesta pastoral. En este marco la renovación carismática puede prestar un servicio de primer orden porque utiliza un lenguaje similar: discurso eminentemente religioso, apertura a la trascendencia, confianza en el poder de la sanación en el más amplio sentido del término, etc. (Criterios Fundamentales de la RCC. Episcopado Argentino)

Estos lineamientos tratan de poner límites a las posturas más extremas de la RCC. Pero además en los mismos se remarca la funcionalidad de la RCC para la Iglesia católica frente a la difusión de lo que el Episcopado Argentino denomina “sectas” ya que consideran que este movimiento carismático maneja el mismo lenguaje y la misma emocionalidad.

Soneira (2000) señala que hasta 1990 y 1991 la estructura organizativa de la RCC era muy pobre. Después de ese año, comienza a cambiar y se organizan los encuentros nacionales por grupos especializados: sacerdotes, coordinadores diocesanos, servidores, jóvenes y matrimonios. Además, con la organización de esos encuentros la jerarquía eclesial evitaba la organización de “campañas” en forma independiente de las coordinaciones locales y una “organización paralela” de la RCC. La perspectiva que nos brinda el análisis desde los grupos de oración muestra que estas fricciones, lejos de resolverse con la institucionalización promovida desde la jerarquía, continúan operando más de dos décadas después.


Ilustración 1
Estructura organizativa de la RCC en Argentina

En su organización la RCC consta de un Equipo Nacional de Coordinación (ECONA) compuesto por ocho laicos. Entre estos representantes se eligen una terna que se eleva a la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) para que se nombre el Coordinador Nacional. Del mismo modo, entre los sacerdotes miembros se elige una terna para el nombramiento del Asesor Eclesiástico Nacional. Todos duran en su función tres años y los cargos son renovables hasta dos periodos.

A nivel regional la RCC tiene un Equipo Coordinador Regional, en este caso también el Coordinador y el Asesor Eclesiástico Regional son elegidos por el arzobispo de la región a partir de una terna de candidatos. Esta terna se elige entre una serie de candidatos de los Coordinadores Diocesanos de cada región.

Este mismo esquema de elección de autoridades se replica a nivel diocesano y se presenta al Obispo una terna de posibles coordinadores que salen de la elección directa de los miembros del grupo de oración. En el grupo de oración se elige al Coordinador del grupo de oración y el delegado para conformar el equipo de Coordinación Diocesano. Cada uno de estos tienen funciones diferentes: el Coordinador es el encargado de llevar adelante el grupo en las necesidades o inquietudes y es el nexo con el Párroco; el delegado es el representante del grupo en el equipo de Coordinación Diocesano. En el trabajo de campo encontramos que la relación entre el grupo de oración y los equipos nacionales o regionales es casi nula, nunca se especificaron contactos o se bajaron documentos de estos equipos. En este sentido, la estructura jerárquica es más bien difusa en la experiencia cotidiana.

Siguiendo a Cabrera (2001) señalamos con respecto a la organización de la RCC que la misma es vertical y horizontal. Vertical porque reproduce la estructura jerárquica de la Iglesia católica: hay representantes parroquiales, diocesanos, regionales y nacionales replicando la organización administrativa que la Iglesia católica tiene en todo el país. Asimismo, es horizontal porque lo laicos tienen gran participación pues la mayoría de las actividades y prácticas están conducidas por ellos.

Hasta el momento los análisis organizacionales sobre la RCC han tenido como objetivo central evidenciar su inscripción y un reconocimiento cada vez mayor dentro de las estructuras tradicionales de la Iglesia católica, razón por la cual han enfatizado en la estructura vertical. En esta línea, han destacado como la participación en la estructura de la Iglesia católica le permitió a la RCC legitimarse como miembro, aunque esto también implicaría un mecanismo de control. Este control es un modo de ajustar las fricciones que históricamente se han presentado entre la RCC y la jerarquía eclesial relacionadas entre otras cosas por su origen tan cercano al pentecostalismo.

Una lectura como la que proponemos, concentrada en las células más bajas de la estructura organizacional, nos muestra cómo el conjunto de tensiones que dieron origen a esa estructura de control continúa operando. En el último apartado de este capítulo, un recorrido por los principales rituales carismáticos nos permitirá acceder de un modo más concreto a estas fricciones.

La RCC en Mar del Plata y el grupo oración de San Benedetto

En las próximas páginas el material que presento para el análisis de la experiencia religiosa a través de sus prácticas en la RCC, surge del trabajo de campo efectuado principalmente en el grupo de oración de la Parroquia San Benedetto del barrio Colinas de Peralta Ramos en la zona sur de la ciudad de Mar del Plata.

Esta parroquia fue donada entre varias empresas pesqueras, pero principalmente por la familia Contessi, dueños de uno de los astilleros navales más antiguos de Mar del Plata, y fue fundada en el año 2002.


Ilustración 2
Parroquias donde funcionan grupos de oración de la RCC en Mar del Plata
Fuente: elaboración propia a partir de datos de la Coordinación Diocesana de la RCC en Mar del Plata.

En este grupo de oración, los encuentros son semanales y las reuniones se realizan en un salón parroquial y de manera excepcional en el templo, duran aproximadamente dos horas y son bastantes flexibles con los horarios de comienzo y de finalización. Los asistentes varían en cantidad, pero el promedio aproximado es de diez miembros, de los cuales la mayoría son mujeres de más de cuarenta años.

En cuanto al nivel socio-económico del barrio Colinas de Peralta Ramos, donde está ubicada la parroquia San Benedetto, podemos decir que encontramos dos sectores bastantes diferenciados. Una parte es clase media y media-alta principalmente ligada al sector pesquero de la ciudad, en este caso dueños de barcos, armadores, capitanes, maquinistas, etc. El otro sector del barrio es de clase obrera, también ligada al sector de la pesca, pero en este caso a las fábricas de pescado, fileteros, peones, envasadoras, etc. La mayor parte de los creyentes que concurren al grupo de oración son de clase media, no van ni clase obrera ni media-alta. En este sentido encontramos en nuestro trabajo de campo coincidencias con trabajos anteriores que señalan la clase media como una de las características de los miembros de la RCC.

Como ya se señaló encontramos que la mayoría de los asistentes al grupo de oración pertenecen a la clase media urbana y dentro de esta mirada Viotti (2011) señala la clase media como una característica genérica de los practicantes de la RCC y destaca los valores centrales de la noción de individuo y autonomía y distinguiendo además que esta religiosidad carismática funciona como vehículo de diferenciación y construcción de identidad. En este sentido Soneira, (2002) concuerda que las comunidades carismáticas tienden a constituirse en ámbitos de clase medias urbanas impregnadas por la cultura cosmopolita, con características elitistas, alejados de la problemática de los sectores populares y propenden a constituir comunidades de sentido con una fuerte identidad religiosa.

Este grupo de oración comenzó a funcionar en el año 2004 y algunos de los miembros actuales son de esa época. Señalando los orígenes de este grupo de oración podemos decir que se formó de una manera especial. Esto es así, pues en la organización de la RCC para poder conformar un grupo de oración primero se tiene que dar la realización de lo que denominan un Seminario de Vida, que como explicaremos más adelante, consta de varios encuentros programados en los cuales se trabajan temas relacionados al perdón, la conversión y la sanidad del cuerpo y el espíritu o la oración carismática.

En la parroquia existía un grupo de carismáticos que se juntaban semanalmente pero no estaban inscriptos en la RCC, a la cabeza del mismo se encontraba Ana, actual parroquiana que sigue participando en la Parroquia San Benedetto, pero no en la RCC. Con la llegada del Padre Pedro Díaz disuelve este grupo y conforma un nuevo grupo de oración que sí está inscripto dentro de la RCC. Para esto realiza un Seminario de Vida y llama a participar del mismo a varios integrantes del grupo de la Parroquia Gianelli que no estaba “funcionando bien”. No funcionar bien en la RCC significa tener pocos participantes en sus reuniones o que sus miembros no se comprometan con el estilo de vida carismático. Algunos de estos miembros participan todavía en el grupo de oración de San Benedetto.

A través de entrevistas fuimos reconstruyendo que este tipo de origen informal se replicó por todo Mar del Plata, especialmente en los primeros años de la RCC.

Antonio: La renovación carismática comenzó en un grupo que estaba en la capilla del Cedier, en el año 1892, después en el saloncito y desde ahí se originó un gran movimiento en Mar del Plata. Un gran mover del Espíritu sobre todo en jóvenes y personas muy grandes, muy grandes y muy jóvenes. Después del centro este movimiento se trasladó para el lado del puerto en casas particulares primero y después en las parroquias, como la Sagrada Familia. Sí, sí, los del puerto eran los más fuertes, unos funcionaban en casa particular, la casa de la familia Lentino. Yo no había asistido nunca a ese lugar, pero sabía de la existencia de estos grupos La hermana María Isabel venía de otra ciudad, me parece que de Carlos Paz. Ella había conocido la RCC y vino a conocer los grupos, ella no había estado en Mar del Plata y entonces de a poquito fue visitando todos los grupos y el Obispo le dijo que si quería podía acompañar el movimiento de la Renovación, este movimiento nuevo, coordinarlo un poco, junto con un sacerdote, el Padre Ortega. Entonces entre los dos más o menos manejaban la coordinación.

Luego, creo que se cerró el grupo de la casa de familia Lentino, la hizo cerrar la Hermana María Isabel y esos chicos se reagruparon en otro lado. No sé qué pasó. Algunos se reubicaron en otro lado, muchos perdieron. No sé qué paso con ellos.

Podemos inferir que aún en los inicios de la RCC en Mar del Plata, descripto en el párrafo anterior, y por la evidencia de que en la actualidad no queda ninguno de estos grupos de oración que funcionaban en casa particulares, se buscó la institucionalización por la jerarquía eclesial. Además, varios años después, el nacimiento informal del grupo de oración de la Parroquia San Benedetto sigue con la búsqueda de institucionalización que realiza la jerarquía eclesial con el movimiento carismático, ya que solo permitieron que se realizaran los encuentros carismáticos en el grupo de oración de acuerdo a las normas impuestas por la Iglesia católica y, como señalamos más arriba, esta institucionalización está centrada en no permitir la conformación de organizaciones paralelas. En otras palabras, podríamos decir que la Iglesia católica permite a los carismáticos jugar el juego, pero con las reglas que ella impone.

Ritos carismáticos: grupo de oración, seminario de vida y misa carismática

Grupo de oración

Los grupos de oración son encuentros semanales de los miembros de la RCC. Estas reuniones constituyen uno de los ritos más importantes de este movimiento. El grupo de oración es una reunión destinada principalmente a la formación carismática a través de la oración y las alabanzas que allí se realizan. Son reuniones abiertas a cualquier persona, pero se espera que asistan principalmente los miembros de la RCC. Decimos que es una de las principales instituciones de la RCC porque en la participación de estas reuniones se aprenden las pautas de cómo ser un “renovado”. Este aprendizaje prioriza la difusión de lo que denominan “estilo de vida carismático” antes que aspectos doctrinarios y, como veremos más adelante, cada una de las actividades de los grupos de oración está orientada a la demostración del ethos comunitario.

El grupo de oración está organizado a partir de la música.1 La reunión no tiene un comienzo ordenado por horario o quórum; empieza con el sonido las guitarras. Con la música de base, las alabanzas duran alrededor de veinte minutos. La organización y el ritmo de la oración giran en torno a la música; cuando esta es suave y lenta, las oraciones siguen ese tono, y en la medida que la música se acelera, las oraciones se vuelven más enfáticas y fuertes. Hay momentos en donde la oración se realiza de forma vocal y fuerte, en el que todo el mundo reza espontáneamente en voz alta y todos a la vez. Esta forma de oración es tal vez una de las señales de identidad más fuerte de la reunión de oración carismática. Es importante indicar que para los carismáticos este tipo de oración hablada permite pasar de una forma de oración personal a una oración más comunitaria. Pues cada uno reza individualmente a Dios en sus propias palabras, pero al hacerlo en voz alta otros pueden saber lo que están rezando y de esta manera también se animan a participar y a orar con más fervor.

Por momentos, cuando se mezclan las canciones y las oraciones en voz alta, la reunión se torna muy frenética. Ahí pueden llorar, aplaudir, gritar o seguir orando o cantando. Para algunos miembros, a quien consulté sobre su experiencia me dicen que, en el momento de la música y las oraciones, sienten como si algo se apoderara de su cuerpo y ocupara el lugar de las preocupaciones, de las angustias, que les hace olvidar de sí mismos y realizan cosas que en otro momento y lugar no hubieran hecho.

Sin embargo, con estas afirmaciones no queremos indicar que esas acciones son necesarias para los agentes, porque, aunque la mayoría participa de ellas, no todos los miembros las realizan. En el caso de los miembros de reciente incorporación al grupo puede observarse cierta distancia de las acciones que enumeramos porque, la mayoría de las personas que llegan a la RCC tiene una experiencia anterior dentro del catolicismo, y en las misas, según afirman los propios creyentes, “a nadie se le ocurriría ponerse a orar en voz alta”.

Conviene indicar que “grupo de oración” y “misa” no son ritos del mismo nivel, pero en la práctica, en términos relativos, eso puede conjeturarse. Si bien los carismáticos participan y organizan misas, la comunión carismática -no entendida como sacramento- está estructurada por el grupo de oración, así como la misa organiza y dispone rituales y roles entre los católicos. La comparación entre las diferentes liturgias es pertinente a ese nivel. Sin embargo, hay un pequeño desplazamiento de sentido en el carácter frenético del momento más intenso de la reunión que estamos describiendo: para los carismáticos a los que consulté ese momento es extático, “increíble”, etc. Este momento de éxtasis es vivido como un momento de profundización de la espiritualidad. Ciertamente no podemos aislar estas experiencias como individuales, pues no nos darían cuenta de la dinámica carismática, tanto los dones espirituales, la fiesta se encuentran validados dentro de una lógica colectiva. Quizás porque en el ritual prima la performance2, la escenificación dramática, la mimesis de lo que “debe ser y hacer” ante los ojos de los demás. Entiendo que sus esfuerzos por describir lo que hacen están impregnados por ideas sobre el cristianismo primitivo y, por eso mismo, sobre el carisma como experiencia, pero a la vez, puedo entrever la ausencia de términos que hagan de eso un momento de vocinglería, desparpajo o carnaval. El carácter formalizado de la acción se mezcla entonces con lo que tanto críticos como practicantes de rituales pentecostales sostienen: que estos son más “alegres”, más “festivos”, más “cercanos” a la grey. Anoto otra cosa en mi cuaderno de notas: la intensidad de un ritual es descripta con las mismas palabras con las que se marcan en el sentido común las diferencias de clase.

Estas diferencias en la forma de realizar algunas de las prácticas religiosas como la forma de alabar, orar y cantar son las que producen más resistencia a la hora de aceptar a la RCC entre los católicos más tradicionales porque las consideran muy parecidas a los pentecostales y señalan a la RCC como si transitara un espacio intermedio sin determinación. En este sentido, en los mismos renovados se encuentra la ambivalencia pues por un lado reivindica “pertenecer a la Iglesia católica” por otro lado no ponen en cuestión que la mayoría de las canciones que cantan tienen origen pentecostés al igual que algunas de las prácticas carismáticas que realizan. Esta afirmación se apoya en el rol preponderante que tiene la alabanza musical dentro de las experiencias carismáticas. Como señalé la música es cardinal dentro de los distintos rituales carismáticos es impensable dejar de señalarla como uno de sus elementos centrales. Pues como señala Ospina Martínez (2004) la música aparece como trasfondo, como sostén y articulación de un lenguaje común, independientemente que se hable de trance extático, misticismo, imitación o expresión corporal entusiasta.

Por lo tanto, seguimos señalando la ambivalencia de los carismáticos ya que, aunque existió y existe una profunda institucionalización por parte de la jerarquía de la Iglesia católica hacia la RCC, vemos que esta no llegó hasta las bases mismas del movimiento. Otro aspecto que surge es la presencia del ecumenismo entre ambas tradiciones, esto nos demuestra lo que Ospina Martínez señala como una particular “comunión de términos” (Ospina Martínez, 2004: 35) esta comunión es tanto en lo alusivo a las letras o los contenidos de las canciones, como en los géneros usados. Como primera instancia se puede ver un acuerdo básico distintivo de “lo carismático” en la alabanza musical y tanto los que se acercan, como los que se oponen a ella la identifican desde lo ritual por lo festivo y animado, donde se destacan los bailes, la música a alto volumen, prácticas que están presentes y se utilizan para alabar a Dios.

En el clímax que observamos, un espacio de tiempo indeterminado y que puede ser mejor comprendido como un momento rítmico, muchas veces también se hacen presentes fenómenos característicos entre los carismáticos y son, por un lado, el llamado don de lenguas o glosolalia y por el otro, el don de la interpretación y profecía, que en las observaciones realizadas parecen superponerse.

La glosolalia es una forma de oración también denominada como “balbuceo orante” por los sonidos que emite quien la experimenta al momento de la manifestación3. Para describirla diré que consiste en la emisión de ciertos sonidos que no tienen un sentido comprensible, son casi balbuceos incoherentes que no llegan a ser palabras y cuando son términos reconocibles aparecen aislados y sin conexión. En definitiva, este “hablar incomprensible” es tanto para el que lo habla como para el que lo escucha. Ibáñez Padilla en un su análisis sobre este fenómeno sostiene “que el hablar en lenguas, orar en el espíritu, cantar en el espíritu, bendecir en el espíritu, supone un lenguaje no conceptual, ni preciso que procede del consciente profundo.” (Ibáñez Padilla, 1999: 162-169). Es importante destacar que la RCC sostiene que todas las personas tienen la posibilidad de hablar en lenguas, pues la consideran un don, una gracia y lo reciben aquellos a quienes el Espíritu lo quiera otorgar. Sin embargo, en mi trabajo de campo encuentro que esta manifestación de glosolalia no todos la poseen.

Retomando los aspectos del grupo de oración puedo señalar que después del momento más intenso de las alabanzas y oraciones la música comienza a bajar en su intensidad y con esto baja el frenesí, dando paso a un momento más relajado hasta muchas veces de silencio total. Luego de algunos minutos se pasa a la segunda parte de la reunión en la cual se produce la prédica de la Palabra. Esto significa que realizan una reflexión a través de una parte de la Biblia o de un testimonio que puede dar de alguno de los miembros que puede ser de los más antiguos para reforzar como debe ser un modelo de vida de un renovado o de los recién llegados para que cuente su transformación después de haber ingresado en la RCC. Más adelante analizaremos el rol que ocupa el testimonio en la vida de los renovados.

En referencia a la prédica podemos decir que no siempre es realizada por los coordinadores La puede dar quien reúne los requisitos necesarios para este servicio, como puede ser la antigüedad en el grupo, servicio, integridad en su vida y predisposición a realizarla. En este sentido se busca que todos los miembros en algún momento realicen alguna predica. Quien la realiza es designado la semana anterior y puede leer en voz alta un breve pasaje de la Escritura o dar un testimonio.

En ocasiones en lugar de la prédica, sobreviene el testimonio. Los testimonios funcionan como una reinterpretación hecha por el propio individuo de su historia particular a la luz de los nuevos esquemas de significados que se desarrollaron a partir del contacto con la comunidad carismática. Pizano Cejka (1991) señala que estos testimonios lejos de ser un acto espontáneo son el resultado de una práctica aprendida a la luz de los nuevos esquemas de significados que se desarrollan al contacto con la comunidad carismática. El testimonio funciona en la RCC como reivindicación y prueba de los cambios que se producen en la vida de los renovados. Estas experiencias personales de la vida real son un poderoso medio de visibilidad y transmisión de la experiencia positiva que se proponen como nuevos esquemas de significados desde la RCC.

También las predicas o los testimonios sirven como modo de regular la vida de los fieles con énfasis en la vida cotidiana y el establecimiento de una ética basada en los preceptos de la vida comunitaria de los primeros cristianos. Es a través de esta jerarquización que los esquemas de significados producen construcciones subjetivas de la experiencia religiosa. Estas representaciones guían la experiencia de la vida no solo religiosa sino también la cotidiana pero no como simple copia sino como experiencia organizada con sentido comunitario. Todas estas prácticas que hemos analizados se dan en el grupo de oración. Pero existen otras reuniones dentro de la estructura organizativa de la RCC que tienen como objetivo dos cuestiones centrales para el funcionamiento del grupo la visibilidad y el reclutamiento. El Seminario de Vida y las Misas Carismáticas son la puerta de entrada a la RCC y el acceso privilegiado al grupo de oración. Visibilizar refiere a dar a conocer las acciones que realiza el grupo de oración, en este caso San Benedetto, a los demás grupos de la diócesis. Y el reclutamiento está relacionado con la conversión de fieles de la parroquia.

Seminarios de vida

En la RCC existen dos tipos de seminarios que en su organización son similares: el Seminario de Viva y el de Sanación. Este último es un encuentro de una jornada donde a través de las alabanzas, oraciones y predicas se desarrolla el tema de la sanación especialmente psicológica y espiritual. Mientras que la búsqueda de sanación física está más relacionada con las misas carismáticas. En este estudio trabajaremos sólo el Seminario de Vida por la importancia que tiene dentro de la comunidad carismática.

El Seminario de Vida es el espacio en el cual los fieles realizan la reafiliación que la comunidad carismática propone para llegar a la unión con Dios. En su funcionamiento y organización todo está extremadamente regulado por etapas. Cada sesión aborda un tema para acercar a los fieles al grupo: el amor de Dios, el pecado, la fe, la promesa de Dios y la promesa del fiel. Cada día se “trabaja” sobre algunos de estos temas y cada una de las manifestaciones emocionales que comienzan a aparecer son interpretadas como signos de la intervención divina en los fieles, manifestaciones que indican a los participantes que quienes las expresan son “tocados” por el Espíritu Santo y reclutados para participar en los grupos de oración como nuevos “renovados”.

Giménez Béliveau analiza la dinámica de los Seminarios de Vida y señala que son una importante vía de acceso a las prácticas carismáticas de la RCC y que la estructura de formación de sujetos en este movimiento es “flexible de recorridos múltiples” (Giménez Béliveau, 2007: 40). Pues observa que la RCC no sostiene un único tipo de estructura de pertenencia, sino que genera varios tipos de estrategias para asegurar la continuidad en el tiempo de sus miembros. Estas estrategias están pensadas para responder a la pluralidad de pertenencias, así, alguien que este inserto en la comunidad puede tener distintos niveles de compromiso con la misma. Aunque el horizonte de ideal comunitario de expansión a toda la iglesia siempre está presente de manera utópica, sin embargo, en la vida real de los grupos, la comunidad acepta entre sus miembros formas más maleables de participación. Esto es así porque, aunque muchos llegan a la RCC sólo por la búsqueda de salud esperando soluciones, generalmente en las misas de sanación otros se acercan por la emoción de sus eremonias y no continúan participando. La comunidad acepta que estos asistentes no permanezcan en los grupos de oración, pero sostiene que los mismos mantendrán algún tipo de lazo afectivo con la comunidad carismática y podrán ingresar cuando llegue el momento.

En nuestro trabajo reconocemos en los Seminarios de Vida una de las estrategias más fuertes que la RCC tiene en la formación y producción de sujetos y además se emplea como herramienta de expansión. Esta estrategia de expansión se utiliza cuando la RCC quiere establecer un grupo de oración en una nueva parroquia. Para esto generalmente se comienza con la organización de un Seminario de Vida que tiene como objetivo atraer fieles para que continúen con las prácticas “renovadas” en los grupos de oración. Además, se les recomienda a los recién llegados a la RCC, la concurrencia a por lo menos un Seminario de Vida como condición para acceder a las instancias de formación más avanzadas.

Otro aspecto central es que estos encuentros sirven además para reforzar lazos con los diferentes grupos de la ciudad y además como forma de comunicación de la manera en que debe ser o como debe actuar un grupo de la RCC.

Juan Marcos: Muchas veces en las comunidades se empiezan a dar luchas de poder. Aún estando dentro de la Iglesia le quitamos el lugar a Jesús. Comienzan las peleas porque fulanito tiene tal unción para predicar, o don de lenguas o de sanación. Se deja de lado a Jesús y ponemos la atención en otra cosa. Pero hay que tener en claro que la salvación es cosa seria, se juega la eternidad, la vida eterna.

Conviene detenerse en algunas fisuras discursivas en la doxa que explica las vivencias de los ritos. Los conflictos “más terrenales” entre diferentes grupos pueden reconstruirse a través de las entrevistas y la observación. En la última cita, Juan Marcos, da cuenta de la importancia de los dones y los guiones que la comunidad debe sostener para deshacer el prestigio que supone la portación de algunos. Anoto en mi cuaderno de campo que la similitud imaginada por los miembros de la RCC entre la comunidad y los primeros cristianos no se agota en el compromiso con la fe, sino que se extiende hasta los problemas políticos, teorizados por Pablo de Tarso para aquella comunidad.

Hay un doble trabajo denegatorio marcado por la clase social que se ajusta a las elecciones religiosas: negar el carácter carnavalesco de las reuniones de los grupos de oración -porque eso se parece a los pentecostales-, negar la escenificación de “luchas de poder”, a la vergüenza de “quitarle el lugar a Jesús” se agrega la vergüenza de la exposición, por eso el reclamo de Juan Marcos de la “seriedad” para temas relacionados con la salvación.

Al decir “fisura” no pretendo indicar que haya dos niveles de experiencia, uno más “actuado” que otro, sino dos tramas subjetivas inextricablemente unidas, las tramas que se construyen al calor de los problemas y desafíos de la vida cotidiana de los carismáticos, y la trama de la comunidad interpretativa carismática, en donde se expresan y procesan, en abismo, aquellos problemas y desafíos.

Desde un punto de vista ya ensayado en otras investigaciones, el incidente que utilicé como “ventana” para pensar la forma en que los conflictos de poder se expresaban en la experiencia comunitaria de los carismáticos, expone la importancia de los conflictos por la distribución del poder simbólico que se da entre los diferentes grupos de oración y en el interior de los grupos. La competencia por el nivel de perfección de las actividades que realizan, la cantidad de miembros que tiene el grupo o el compromiso que tienen los servidores dentro de la RCC, que es medido a través de la cantidad de tiempo que le dedican, son valencias que definen los intercambios del espacio carismático en la ciudad.

Misas carismáticas

A diferencia de los grupos de oración y Seminarios de vida y de Sanación, las misas carismáticas, también llamadas misas de Adoración, son celebradas por sacerdotes. Sin embargo, los laicos siguen teniendo bastante injerencia pues son los encargados de la organización y la difusión de las mismas.

Estas misas se diferencian de las misas tradicionales no solo por la extensión de las mismas, sino también por la forma en que se realizan las oraciones y las alabanzas y por algunas manifestaciones que allí se hacen presente como, por ejemplo, la “efusión del Espíritu Santo” o el “descanso en el Espíritu”, que son manifestaciones de los carismas que desarrollaremos más adelante.

Los asistentes son en su mayoría católicos practicantes, muchos de ellos pertenecientes a la RCC, aunque no la totalidad de los que asisten, de acuerdo con mis observaciones. El pequeño grupo no carismático puede vivir una experiencia inusual, para quienes siguen las formas de las misas tradicionales, cuando asiste por primera vez a una de estas misas carismáticas. Pues, aunque conserva la estructura de cualquier celebración eucarística, tanto la duración como su dinámica son diferentes. Se extiende a lo largo de aproximadamente tres horas y la forma en que se realizan las oraciones y los cantos se parecen a las formas practicadas en las reuniones del grupo de oración.

Este tipo de misa es una modalidad distinta, propia del movimiento de la Renovación Carismática. La organización de estos ritos permite la expresión abierta y la manifestación de las emociones a través del llanto, la risa o los aplausos. En estas misas se alaba, se canta, se aplaude y se incluye la oración de sanación. La misa carismática empieza, a diferencia de las tradicionales, con lo que se llama el “avivamiento”. Es decir, un momento previo al rito de entrada caracterizado por cantos de alabanza. Esta parte de la misa puede durar más de una hora, toda esta primera parte es llevada adelante por los laicos a través de la música. Luego, el sacerdote hace la entrada y comienza la misa propiamente dicha y la consagración, que es otra instancia de “elevación” mediante el canto. En el final se produce la adoración del Santísimo y la intercesión por la sanación de las dolencias o la imposición de manos.

El ritual de la Exposición del Santísimo Sacramento, también denominado Adoración Eucarística, consta de la exposición en un copón, llamado custodio, donde se coloca una hostia consagrada. Es la última parte de la misa carismática, un momento de profunda devoción para los asistentes pues para los católicos la hostia es el cuerpo de Jesús. En la tradición católica, al momento de la consagración, los elementos, el pan y el vino, son transformados (literalmente, transubstanciados) en el Cuerpo y Sangre de Jesucristo.

Este tipo de práctica es muy antigua y se realiza tanto en las misas tradicionales como en las misas carismáticas. Cuando se lleva a cabo puede ocurrir que algunos reciban la Efusión del Espíritu, otros tengan un descanso en el Espíritu o lloren cuando lo tocan. Frente a la pregunta a varios asistentes de estas misas sobre lo que percibieron frente al Santísimo, obtuve diferentes respuestas: algunos sintieron un calor muy fuerte, otras muchas ganas de llorar, otros un frío intenso. Pero la mayoría puso el acento en la paz como sentimiento posterior a la experiencia. El Bautismo en el Espíritu o Efusión del Espíritu, como lo denominan los carismáticos católicos, es una de las prácticas más importantes o significativas de la RCC pues este pasaje ubica al miembro no solamente como un católico sino como un “renovado” en el Espíritu.

Entre los miembros de la RCC la formula “Bautismo en el Espíritu Santo” puede tener dos significaciones. La primera propiamente teológica, o sea, todo miembro de la Iglesia católica ha sido bautizado en el Espíritu Santo desde el momento que recibe el sacramento del bautismo. La segunda significación es puramente doctrinal, se refiere al momento en que la presencia del Espíritu Santo llega a ser experimentado en la conciencia personal. Para la jerarquía este segundo uso del término es el que puede crear algunas confusiones.

La Efusión del Espíritu Santo es invocada en las misas carismáticas o en los Seminarios de vida a través de la oración y las alabanzas y como tal también es una decisión comunitaria. Pues los miembros del grupo de oración acompañan con su intercesión a los que piden vivir esta experiencia. La oración por la que la comunidad acoge esta petición se acompaña habitualmente del gesto de la imposición de manos que puede realizar el cura o un laico. En una misa carismática celebrada en la Catedral de Mar del Plata para el día de Pentecostés se realizó una vigilia donde se recordó la efusión del Espíritu Santo sobre los Apóstoles (Hechos: 20, 16). Esa vigilia se extendió desde las 19 horas hasta las 2 de la madrugada. En el momento final de la ceremonia, cuando tiene lugar la oración comunitaria realizada por todos los asistentes en mitad del atrio de la Catedral, pude observar que varias personas lloraban, aplaudían y pedían la Efusión del Espíritu Santo. Fue muy impactante para mí verlos gritar, cantar y hablar en lenguas en el medio de la catedral. Pero lo que más llamó mi atención fue cuando un sacerdote se puso a orar sobre uno de los asistentes, realizó la imposición de manos y ese fiel comenzó a temblar y sacudirse de manera vigorosa. Todos los que estaban alrededor extendieron sus manos hacia este hombre y comenzaron a pedir por él.

Cuando terminó la misa, le pregunté a Rubén, coordinador de un grupo de oración, acerca de lo ocurrido. Su respuesta fue oficiosa:

En la Vigilia de Pentecostés algo que no puede estar ausente son los dones y frutos del Espíritu Santo, y éste se puede manifestar de diferentes maneras. Invocamos al Espíritu Santo para que nos regale sus dones. Eso que viste es una de sus manifestaciones.

La respuesta impersonal de Rubén acerca de estos rituales próximos, fronterizos o compartidos con otras confesiones provocó una anotación en mi cuaderno de campo:

¿Me pareció a mí o se trató de una respuesta defensiva por parte del dirigente? Lo que presencié fue una misa rara, una misa rara para la Catedral. ¿La RCC está diciendo con ese tipo de rituales en ese lugar que los católicos deben sentir así la religión? ¿O celebra haber llegado hasta la Catedral para luego volver a sus lugares de reunión? ¿Es a mí a quién la misa se le aparece como extraña? Ver Semán.

En mi opinión, la experiencia de los carismáticos no es confusa pero las fricciones en materia organizativa, las fronteras porosas en el continuum cristiano delimitan y estructuran el sentir de los miembros del grupo. Esa especie de malestar entre un parecido al linaje, al reclamo identitario de la confesión y a las marcas de clase parece dar forma a las prácticas rituales observadas. Pablo Semán (2006), en su reflexión sobre la religiosidad de los sectores populares cuestionó con claridad los problemas de un razonamiento “modernocéntrico” para pensar experiencias religiosas. Incluso si los carismáticos de la parroquia San Benedetto no forman parte de los sectores populares, su experiencia religiosa no se agota en los estatutos de la RCC. Pero, además, y esto era lo importante de recuperar a Semán para tratar de interpretar lo que parecía más un efecto del sentido común de la analista, los estatutos de la RCC no daban cuenta de las prácticas parroquiales en territorios importantes de la comunidad católica (la misa en la Catedral). Decir que las prácticas no se ajustan a las confesiones que son atravesadas por otras variables, no significa decir que la experiencia de los fieles no está influida por las reglas institucionales sino todo lo contrario: significa decir que la trama institucional y las prácticas significantes de los carismáticos definen un territorio de investigación: la Catedral y las casas; la misa y la reunión del grupo de oración; la pasividad y la actividad en las misas; el don de la escucha y el don de lenguas. La anotación de mi cuaderno partió del sentido común: “eso no debería estar pasando en la Catedral”. Lo que advertí mientras escribía este capítulo es que no se trataba de una alterización de las prácticas, porque entendía y entiendo que los rituales de la RCC, como la imposición de manos y la efusión del espíritu, se orienten hacia expresiones vitales relacionadas con figuras vindicatorias de los primeros cristianos, sino que ponía en entredicho era a la Catedral. Lo que parecía estar fuera de lugar en mi expresión era esa institución: “eso no debería haber dado lugar a una Catedral”. Y si esa idea podía desprenderse de las prácticas carismáticas, ¿cómo podía vivirse esa experiencia de los intersticios desde una comunidad que buscaba renovar a la Iglesia católica en su conjunto?

Con estas conjeturas en mente, luego de un prolongado trabajo de campo, estaba en condiciones de avanzar hacia conclusiones provisorias.

Conclusiones

La investigación de campo -que antes de ser una etnografía fue un “estar ahí” con “sensibilidad etnográfica”- me permitió acercarme a la pequeña comunidad de renovadas y renovados desde diferentes lugares y al mismo tiempo ampliar mi visión sobre las prácticas religiosas. Acceder durante mucho tiempo al grupo de oración me permitió llegar a instancias de la experiencia religiosa que de otro modo no hubiera podido conocer. Además, el “estar ahí” en prácticas rituales del grupo me permitió conocer la “trastienda” de algunos lugares, reservados solo para los miembros de la RCC.

El trabajo de campo y la reflexión en clave institucionalista, esto es, la certeza de que las reglas, formales e informales, son patrones a ser evaluados por los protagonistas a la hora de “hacer algo” (March y Olsen, 1997) fueron dos enfoques que he tratado de retomar en esta investigación.

Otros autores analizaron tanto las prácticas (Cabrera, Giménez Béliveau, Olmos) como las instituciones de la RCC (Soneira). Sin embargo, permanecía pendiente una problematización de los cruces entre las prácticas ritualizadas y las instituciones. Puse el foco en la escala pequeña (el grupo de oración) y eso me permitió alcanzar algunas conclusiones provisorias, entendidas como contribuciones a los debates sobre religiosidad.

Si bien es cierto, como señala Soneira, que existió una profunda institucionalización de la RCC en Argentina, podríamos sugerir, a partir de esta investigación, que el tipo de institucionalización es abierta y flexible. Esas características no están investidas en la práctica de ningún valor. Es decir, la organización no es buena o mala por ser abierta y flexible. Por un lado, puede permitir una sociabilidad más dinámica y sin dudas les otorga mayor protagonismo a las personas que emprenden actividades en los niveles más bajos de la RCC. Por el otro, puede sugerir escasa dirección; lo que pone en escena nuevamente el “fantasma” de una RCC autónoma o competitiva en el seno de la Iglesia católica, razones que según investigaciones pioneras sobre la renovación habían sido solucionadas con la institucionalización. En el trabajo de campo no detecté relaciones efectivas entre el equipo de coordinación nacional o regional y el grupo de oración. Es muy probable que las agencias de nivel medio operen para organizar Encuentros Nacionales o Regionales. En cambio, la relación del grupo de oración con el equipo diocesano de coordinación es más fluida. De todas maneras, es fluida desde los grupos de oración hacia el equipo de coordinación. En las reuniones de coordinación el delegado del grupo de oración informó las actividades que el grupo proyectaba, llámense misas, retiros, seminarios, etc. En todos los meses que visité al grupo de oración, no llegaron órdenes ni propuestas desde el equipo de coordinación diocesano.

Por otro lado, el carácter abierto o semirrígido de la organización de base de la RCC no significa que para los creyentes las reglas carezcan de valor. El reclutamiento de fieles puede explicarse por flujos de descontento social o una crisis emocional que no tiene respuesta desde las confesiones tradicionales, pero en la práctica las razones para creer están fuertemente relacionadas con las reglas institucionales, las que erigen como más importantes que los principios u objetivos de cada miembro del grupo.

Como dije, el lugar del grupo de oración es abierto y de relativa autonomía. Tal como sugirió Pablo Semán para los pequeños grupos pentecostales (2006), el origen y la permanencia de un grupo de oración deben sus razones a proyectos y estrategias de sus fieles, y a la de algunos de ellos más especialmente. El proyecto de guiar la renovación de la iglesia y, por momentos, la libérrima posición en paralelo de las actividades carismáticas nos obliga a pensar de otro modo la deriva institucional de la RCC. Eso no puede resolverse a través de un diagrama organizativo. Eso es una tensión en la propia vivencia de los carismáticos y carismáticas.

Una pregunta importante para esta investigación, de la que otros trabajos se han ocupado, es la que se interroga sobre las razones que habilitaron esta posición intersticial de los carismáticos en la Iglesia católica. Un aporte que puedo hacer en ese sentido es sostener que lo que puede ser leído como conflicto burocrático resuena en las prácticas de los fieles, de modo que cualquier cambio en los reglamentos y los organigramas “trae” al nivel del grupo de oración preguntas sobre la identidad de la comunidad.

Hemos tratado de mostrar que la subjetividad religiosa, que nos revela la “ventana” de los rituales observados, no son “razonamientos” individuales sino experiencias, sentidos incorporados, de la religión en la comunidad. Los rituales carismáticos exponen una tensión dramática entre representaciones que no se ajustan a la confesión (la Iglesia católica), a la comunidad (Renovación Carismática), ni a la clase social (clase media). Son reconocidos y “procesados” a través de los rituales. ¿De qué manera? La repetición guionada es una respuesta a lo que el ritual produce. Por un lado, recrea una comunidad imaginada “original”, “extática”, juramentada en la fe: la de los primeros cristianos. El proyecto de “renovar” a la Iglesia católica perfila una identidad, pero también representa a la comunidad a renovar como anquilosada, desapasionada, sujeta a jerarquías mundanas. La tensión entre la rutinización del carisma y su vivificación a través de la manifestación de los dones se “muestra” en el gozo de la persecución de estos últimos y el encuentro con la gracia. Sin embargo, lo que la práctica parece manifestar (que la rutinización es católica y el éxtasis renovado) debe lidiar con el sentido común que indica que la rutinización es católica y el éxtasis pentecostal. La RCC comparte elementos litúrgicos, símbolos y fórmulas con las confesiones pentecostales. La “cercanía” con esas corrientes debe ser permanentemente corregida, como vimos cuando describimos algunos ritos de los seminarios de vida y las misas carismáticas. Yuxtapuesto al continuum de la creencia y al continuum de los comportamientos hay un tercer continuum (apenas dibujado en este trabajo en las notas de campo), tan importante como los otros dos: el continuum de la clase social. En esa variable, el orden y la disciplina de las jerarquías y los formalismos (de la doctrina de la Iglesia, de la liturgia tradicional) se corresponden con un orden y disciplina corporal, adjetivos de un habitus de clase, que se oponen, figuradamente, al desorden expresivo, vital, espontáneo, placentero de la “llegada” de los Dones, al canto, a la entrega mística del don de lenguas, a los movimientos convulsivos, involuntarios, desordenados de la sanación: adjetivos que remiten a una hexis de clase baja, y cercanos en este esquema a la práctica pentecostal.

Asistí durante meses a reuniones donde un grupo de creyentes renovaba su fe. Después de un trabajo de elaboración a partir de las notas que tomé en el campo, puedo decir que esas prácticas no sólo eran respuestas acerca de misterios celestes sino también preguntas sobre una identidad que vivía en los intersticios de creencias sobre el orden moral, sobre cosmovisiones en pugna y sobre aspectos urgentes de la experiencia cotidiana.

“Intersticio” puede ser la palabra que defina lo que los carismáticos hacen, principalmente porque ese término conserva la exterioridad amenazante que los renovados siempre están haciendo tangible (fundirse en los odres tradicionales de la Iglesia católica, confundirse con los evangélicos) sino también porque implica la diferencia, la creatividad sentida que se “deja ver” paradójicamente en la repetitiva vida de los rituales religiosos.

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Notas

1 Es importante aclarar que en la descripción que sigue narramos los componentes del rito. Muchas veces las actividades que se realizan en el grupo de oración se superponen unas con otras y puede ser que, en un mismo momento, alguien este orando, otra/o cantando y un tercero hablando en lenguas. La narración, entonces, es una opción que desplaza la temporalidad específica del rito, la translitera. Este aspecto debe ser considerado en futuras investigaciones.
2 El antropólogo Víctor Turner (1988) estudió cómo en los sistemas rituales, la performance puede contribuir a mantener un orden establecido (ritos de carácter oficial) pero también puede servir para parodiar, criticar y subvertir dicho orden (como es el caso de los carnavales, parodias rituales, o manifestaciones políticas).
3 Glosolalia es palabra derivada del griego glossa, lengua y latía, hablar, es usada como sinónimo de hablar en lenguas. Esta manifestación también es parte de rituales protestantes, pentecostales y de otras confesiones. Aparece en el Nuevo testamento documentada en el Libro de los Hechos de los Apóstoles 2: 1-11 en la manifestación del Pentecostés. Es una práctica característica de las primeras comunidades cristianas, luego durante muchos siglos no se dio su manifestación. Recién a partir del 1900 con el movimiento pentecostal comienza nuevamente a manifestarse. Luego durante varias décadas estuvo confinado al movimiento pentecostal. Sin embargo, en 1960, con la llegada del neopentecostalismo, esta práctica se expande a las diferentes denominaciones religiosas, entre ellas el catolicismo.


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