Editorial
Miranda Lida y Mariano Fabris (Coords.) La revista Criterio en el siglo XX argentino. Religión, cultura y política. Rosario: Prohistoria, 2019, 215 pp
En tanto empresa periodística cuanto proyecto cultural, tal como señalan Lida y Mauro, Criterio admite múltiples preguntas y enfoques analíticos. Conscientes de la casi imposibilidad de abarcar todas las potenciales dimensiones de análisis abiertas por esta revista católica en clave histórica, teológica, cultural, política o intelectual, los autores se abocan al estudio de una publicación cuya compleja trayectoria la vuelve difícil de encasillar.
Detrás de los diversos estudios sobre esta experiencia que construyó un lugar propio dentro del catolicismo argentino, se halla un hilo conductor que está presente a lo largo de todo el libro: Criterio no puede ser pensada como un objeto unitario, sino que dentro de ella hubo, además de distintas etapas, diversos posicionamientos que se trasladaron, con mayor o menor intensidad, a sus páginas. Esto fue algo así como su marca de nacimiento y los nueve capítulos que componen el libro dan cuenta de ella.
En los textos de Fernando Devoto -“Una vez más, acerca de los orígenes de Criterio y sus contextos”- y Diego Mauro -“Los intelectuales católicos en tiempos revueltos: de Tribuna Universitaria al surgimiento de Criterio (1910-1930)”- vemos los orígenes de este proyecto, que surgió de un grupo de laicos formados en la cultura católica que apuntaban a la formación de las clases dirigentes argentinas y en esto se distanciaban del común de las jerarquías eclesiásticas, que buscaban iniciativas más populares que les ayudaran a ganar un mayor número de prosélitos. Ambos textos impulsan a repensar la relación entre la Iglesia y los intelectuales y, en un sentido más amplio, con el laicado en general. Asimismo, dan cuenta de cómo el nacimiento de la revista reconoce antecedentes previos -impulsados también por estos jóvenes con los mismos fines de potenciar la presencia católica en la vida pública argentina, como el Ateneo de la Juventud y los Cursos de Cultura Católica- y que, trascendiendo las fronteras argentinas, remite a un proceso de estructuración de los ámbitos de la cultura letrada en muchos países occidentales.
La difícil convivencia de las tendencias, dado que confluían los principales referentes de la nueva generación de universitarios católicos, nacionalistas católicos y laicos católicos más orgánicamente cercanos a la Iglesia, generó fuertes tensiones pero también fue lo que hizo a la revista una experiencia original, compleja y mucho más plural de lo supuesto. Y fue precisamente esto lo que le permitió aparecer en el radar cultural. Criterio era un laboratorio político en el que convivían perspectivas y proyectos contrastantes. Sin embargo, esta primera experiencia, caracterizada por la heterogeneidad de posiciones y muchos matices, fue breve: diecinueve meses después de su aparición, a fines de octubre de 1929, el grupo fundador fue desplazado y Enrique Osés asumió la dirección de Criterio. Bajo su gestión la revista perdió esa complejidad previa, caracterizada por el debate y la discusión.
A partir de 1932, con la llegada de Franceschi como nuevo director, Criterio recuperó parte de las pretensiones de sus fundadores, pero en una clave mucho más mesurada, cercana al Episcopado y la mirada oficial de la Iglesia. De este período se ocupa Olga Echeverría en su capítulo “La Argentina y el mundo en Criterio (1928-1939). Temas desarrollos y debates”, en el que muestra cómo el mundo, y especialmente Europa, era un espejo en el que se veía la política argentina. En particular los análisis se concentraron en las revoluciones (rusa y mexicana), los totalitarismos (italiano y alemán) y el caso español, desde la dictadura de Primo de Rivera hasta el franquismo, pasando por la república y la guerra civil. El examen de la realidad nacional e internacional buscaba encontrar soluciones para los problemas políticos, sociales y económicos que denunciaban y, en este sentido, dinamizaban el campo cultural católico, además de buscar construir al catolicismo como un sujeto político dominante.
Centrándose justamente en una de las figuras que le imprimió su sello a la revista durante su largo reinado, en “El enigma Franceschi. Su lento e irreversible aggiornamiento en la década de 1940”, Miranda Lida muestra el recorrido realizado en torno al concepto de democracia, desde 1918 hasta la caída del peronismo, encontrando que ya desde la publicación de La democracia y la Iglesia, en la que interpretaba a aquella más en clave social que política, dejaba la puerta abierta a la representación corporativista. En los años treinta, al calor de la avanzada de los fascismos, estas ideas se consolidaron, entendidas como perfeccionamiento de la democracia bajo el signo cristiano, tales como las experiencias de Portugal y España. Fue hacia el final de la Segunda Guerra Mundial y la consolidación de Estados Unidos en occidente que Franceschi comenzó una vez más un viraje que lo acercaría a la democracia y a un intento de apertura que le permitiera a Criterio en particular ofrecer una voz católica a la altura de las circunstancias. En este contexto internacional y con el ascenso del peronismo, los grandes debates de la hora fueron la democracia y la justicia social, no siempre fáciles de conciliar.
Justamente de estos debates y de los presentes en las décadas siguientes se ocupa José Zanca en “Una teología para la modernidad. Criterio en el debate de ideas católico (1945-1970)”. Revisa sobre todo lo referido a la circulación, apropiación y debate de diversas corrientes teológicas europeas, haciendo de Criterio una tribuna del catolicismo en la que se manifestaba su opinión púbica, en particular a partir del Concilio Vaticano II. La apertura a lo nuevo que adoptó la revista amplió notablemente el horizonte de lo decible en casi todos los planos: en la forma de concebir al catolicismo, la Iglesia y el mundo, lo cual transformó la dinámica del catolicismo argentino.
Trasladando el eje de la mirada desde los debates políticos y religiosos hacia el modo en que la revista se vinculó con el campo de las artes en “Criterio y el cine durante los años del primer peronismo (1946-1955)” María Alejandra Bertolotto muestra cómo el “séptimo arte” puede constituirse en un observatorio de las respuestas ensayadas por el catolicismo ante los procesos de modernización cultural, oscilantes entre la censura y la apropiación del lenguaje contemporáneo. Si esta última alternativa implicaba la posibilidad de producir un cine que transmitiera valores acordes con el dogma católico, la prensa podía también intervenir, educando y orientando al público. A diferencia de otras publicaciones católicas preocupadas solo por cuestiones religiosas y morales, Criterio apostaba por una crítica que también abarcara la estética y calidad de la obra en sí misma. En este sentido, la autora da cuenta de cómo el desafío para la revista fue interpelar a los fieles, pero sin perder la actualidad del discurso.
Estos amplios procesos políticos y culturales coincidieron al interior de la revista con el recambio de la dirección, asumida desde 1957 por Jorge Mejía. Al calor de la modernización, el nuevo director buscó dar respuestas desde el catolicismo incorporando una generación de jóvenes intelectuales sensibles a la ciencia política, la economía y la filosofía, apertura de la cual se ocupa Sebastian Pattin en “Criterio entre el ‘optimismo conciliar’ y los dilemas de la política nacional (1957-1966)”. Aquí se reconstruye cómo la publicación constituyó una suerte de “isla intelectual” dedicada a divulgar el Vaticano II frente a una jerarquía eclesiástica que, en su gran mayoría, no tuvo la voluntad de poner a la Iglesia argentina en un verdadero “estado de concilio”. A través de la publicación de unas “Crónicas Conciliares”, dirigidas a católicos y no católicos, desde las cuales se interpretaba y se batallaba por el sentido del Vaticano II. Se trataba de un gesto inédito de apertura ecuménica en el catolicismo argentino, a tono con el reconocimiento de las alteridades religiosas impulsado con el Concilio y que demostraba un deslizamiento desde un “catolicismo integral” o “nacionalcatolicismo” hacia uno respetuoso de la diversidad religiosa argentina. No obstante, esta renovación religiosa contrastó con un consolidado autoritarismo político. Los jóvenes redactores de Criterio continuaron demostrando reticencias y desconfianzas respecto a la instauración de una democracia pluralista y, a tono con un diagnóstico político y social que hacía eje en la técnica de la administración, aprobaron el golpe de Estado contra Illia por considerarlo como el resultado de la propia ineficacia del sistema político para reformarse y representar la creciente complejidad de la sociedad.
La convivencia de la revista con la dictadura de Onganía, que se presentó a sí misma como católica, y los años siguientes fueron analizados por Martín Vicente en “Industrias culturales y teorías de la comunicación social en Criterio: sociedad, cultura y política desde una clava modernizadora (1966-1973)”. El catolicismo se encontraba en un proceso de heterogeneización marcado por sus transformaciones internas y sus modos de contacto con el afuera del credo. Lejos tanto de la opción tercermundista como de los posicionamientos más reaccionarios, Criterio se distinguió por el impacto que sobre sus figuras y perspectivas tuvo la modernización cultural y académica, tanto local como internacional. Una vez más optó por la polifonía. Avanzados los setenta, el conflicto político ganaría cada vez más páginas dentro de la revista, en las que, aunque se leyeran como fenómenos separados, cultura y política se ataban simbólicamente.
Finalmente, en “Criterio entre la dictadura y la democracia. Su mirada sobre los desafíos a la Iglesia católica en un contexto transicional”, Mariano Fabris analiza el período que media entre la descomposición del gobierno militar y la reconstrucción de las instituciones democráticas. Aquí temas de larga data entre las preocupaciones de la Iglesia, como la familia, la educación y la cultura popular adquirieron nuevos ribetes y se resignificaron en un contexto de debates más amplios originados en la experiencia dictatorial, dado que era necesario conquistar los nichos antidemocráticos que persistían como herencia de una cultura autoritaria. En este contexto, Criterio sería uno de los actores que más visiblemente insistió en la necesidad de que la Iglesia se adaptara a una sociedad plural.
Así, los textos reunidos por Lida y Fabris realizan recorridos por Criterio tan plurales y diversos como la revista misma. Solo podría reclamárseles un mayor análisis de dos períodos clave de la historia argentina del siglo XX: el peronismo y la última dictadura militar. El primero de ellos abordado tangencialmente por los trabajos de Bortolotto y Zanca, el segundo retomado parcialmente por Fabris al analizar el periodo de transición democrática, ambos hubieran ameritado un capítulo aparte.
No obstante estos cuasi vacíos, el aporte historiográfico de esta obra resulta insoslayable. Los autores afirman conformarse con fijar una agenda de problemas y ejes de debate historiográfico y se proponen ser de valor “para quien escriba su historia ‘definitiva’”. Si fuera acaso posible hacerlo, la contribución de este libro a tamaña empresa sería mucho mayor a la que se proponen -humildemente- quienes lo han escrito. No solo abren múltiples interrogantes y líneas para futuras investigaciones, sino que condensan largas trayectorias al retomar cada uno de los historiadores trabajos previos en los que Criterio ya había sido el centro de sus preocupaciones. Ambas tareas demuestran tanto la capacidad de síntesis de los autores como la de los coordinadores para articular la diversidad de miradas y perspectivas de análisis en un libro que, sin perder coherencia, es tan polifónico como su objeto de estudio.