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GENEALOGÍA DE LOS MOVIMIENTOS RELIGIOSOS CONSERVADORES Y LA POLÍTICA EN MÉXICO
GENEALOGY OF CONSERVATIVE RELIGIOUS MOVEMENTS AND POLITICS IN MÉXICO
GENEALOGÍA DE LOS MOVIMIENTOS RELIGIOSOS CONSERVADORES Y LA POLÍTICA EN MÉXICO
Ciencias Sociales y Religión / Ciências Sociais e Religião, vol. 22, pp. 1-30, 2020
Universidade Estadual de Campinas
RESUMEN: El objetivo central de este trabajo es atender los cambios que a lo largo de la historia reciente ha experimentado el conservadurismo, descomponiendo su visión unitaria para presentar distintas modalidades de conservadurismo. Entre estos cambios distinguimos: 1) el desplazamiento de sus demandas y la redefinición del otros amenazante; 2) los cambios en los agentes que representan el conservadurismo; 3) las transformaciones en las estrategias y sus ámbitos de acción; 4) la recomposición de las alianzas y lo bloques opositores.
PALABRAS CLAVE: Conservadurismo, México, política, católicos, evangélicos, laicidad.
ABSTRACT: The main objective of this work is to attend to the changes that conservatism has undergone throughout recent history, breaking down its unitary vision to present different modalities of conservatism. Among these changes we distinguish: 1) the displacement of their demands and the redefinition of the threatening others; 2) changes in the agents that represent conservatism; 3) transformations in strategies and their areas of action; 4) recomposition of alliances and opposition blocks.
KEYWORDS: Conservatism, Mexico, politics, catholics, evangelicals, secularism.
Introducción
Este artículo se desprende de una intervención en un panel sobre Expresiones religiosas neoconservadoras en América Latina1 donde las preguntas fueron: ¿la actual onda conservadora latinoamericana es un nuevo reciclaje de conservadurismos anteriores?, o ¿suponía nuevos componentes o novedosas repercusiones? ¿Qué caracteriza al nuevo conservadurismo? y ¿qué lo hace —o no— diferente respecto a los conservadurismos del pasado? ¿El conservadurismo configura un nuevo estilo de hacer política? ¿Cómo incide en la política contemporánea? ¿Cuáles son sus impactos en la balanza del poder? Estas preguntas fueron las que orientaron mi ensayo.
Para responder a ellas se buscará establecer una genealogía de las principales expresiones y los movimientos conservadores que en el presente se oponen al progresismo democrático y contribuyen a recolocar los valores religiosos en el espacio público, buscando influir en el redibujamiento de la división de esferas que demarcan la laicidad y en la balanza de las relaciones del poder político en México. Hay que tener en cuenta que no se puede hablar del “conservadurismo” de forma unitaria y ahistórica, por el contrario, sus contenidos requieren ser atendidos a la luz de los procesos discursivos en que se inscribe. ( Asad, 1993). Por otra parte, no se puede hablar sólo de un conservadurismo sino que, así como no existe una sola modernidad, ni un solo modelo de secularización, tampoco se puede hablar de un solo sentido del conservadurismo ( Casanova, 1994), éste adquiere distintos tonos, se integra por diferentes agentes, activa sus campañas dirigidas a distintos frentes de acción, debido a que es fundamentalmente un categoría identitaria de lo “anti”. Por ello es muy importante atender su genealogía histórica para reconocer sus transformaciones identitarias en la redefinición del “otro” opositor fundamental.
En este sentido, el objetivo es dar cuenta de la manera en que el conservadurismo (en singular) ha estado representado por distintos actores (en plural). No existe un bloque conservador (como algunas teorías complotistas anuncian) sino que es capaz de atrincherarse o de establecer alianzas (incluso con movimientos religiosos opuestos doctrinalmente o antagónicos en términos políticos) para combatir la amenaza de cambio que representa un “otro amenazante”.
Se eligió tratar el tema bajo la categoría de conservadurismo (y no como derecha) porque ésta ha sido una categoría histórica de una ideología con fuertes raíces en el cristianismo que contempla un activismo no sólo cívico sino además político (anteriormente en los movimientos católicos y actualmente con el ingreso de algunas iglesias pentecostales). He decidido atender sus recomposiciones históricas mediante el estudio de los reacomodos conservadores a sabiendas de que es una categoría que no es fija (ninguna lo es, todas son históricas) y que en el medio intelectual se encuentra sobrecargada ideológicamente para encasillar a la oposición radical de la modernidad, el liberalismo, los derechos individuales y la democracia, llegando a denominar a ciertos grupos o movimiento extremos como ultraconservadores o conservadores radicales. Soy consciente además de que se le asocia a otros términos como los de derecha, tradicionalistas, reaccionarios o reformistas, no obstante lo considero útil para analizar el peso que están teniendo las ideologías religiosas cristianas pro-vida y pro-familia en la esfera política, por tanto será también importante atender la manera en que redibujan los límites propios de la laicidad (la separación Estado-Iglesias) extendiendo el dominio religioso hacia el ámbito político (lo cual indica que afecta los regímenes de laicidad de cada época).
A diferencia de algunos países sudamericanos que experimentan en el presente un giro hacia el neoliberalismo o hacia la derecha neo-fascista; México está experimentando un giro político contrastante: sale del modelo neoliberal para ingresar a un socialismo populista sui géneris abanderado por el programa político del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien ha anunciado que llevará al país hacia un movimiento revolucionario llamado la Cuarta Transformación. En la práctica, su primer año de gobierno, más que revolucionario ha resultado bastante conservador. En esta coyuntura me pareció importante atender la recomposición de fuerzas entre el Estado y las iglesias, y atender el tema no de manera unilateral como el conservadurismo, sino distinguiendo distintas modalidades de conservadurismo: el conservadurismo tradicional católico; el neoconservadurismo; el neopentecostalismo populista; el populismo neo-moralista.
A fin de no perder matices, no se hablará de conservadurismo, sino que se hará el esfuerzo de considerar y tipificar diferentes matrices religiosas o seculares que en el presente alimentan ideologías políticas conservadoras. El interés central de este ensayo es romper con ciertas ideas falsas que establecen que el conservadurismo se asocia únicamente con la derecha católica, o con el cristianismo pentecostal. También se desea superar la idea de que el conservadurismo siempre es mancuerna de la derecha política, cuando en realidad puede también permear socialismos y populismos conservadores.
¿El regreso del conservadurismo o la emergencia de los conservadurismos?
Por más que en teoría muchos sociólogos llegaron a plantear que la modernidad traería consigo una mentalidad más secularizada y que los ciudadanos de este mundo — tan global, tan cambiante y sin fronteras— serían simpatizantes de los cambios, resulta que los eventos diarios nos hacen caer en la cuenta de que la historia contemporánea es un caldo de cultivo para el conservadurismo, e incluso es un aliciente para renovar expresiones y dinamizar activismos que se oponen a los cambios introducidos por la modernidad.
Diferentes manifestaciones masivas que leemos en los diarios y observamos en las redes sociales nos hacen constatar que ciertos grupos sociales extensos se manifiestan en distintos ámbitos para frenar los cambios, para cuestionar el valor de la democracia, para reaccionar en contra de las libertades individuales, para oponerse a la igualdad, y hasta para ostentar comentarios, gestos y actos de intolerancia racial, de género y hacia sectores menos favorecidos económicamente. Estas expresiones que creíamos superadas y que sólo eran abanderadas por minorías irrelevantes, hoy se presentan como fuerzas crecientes que ganan vigor en la escena pública en distintos países y han sido denominadas de ultraderecha, neofascistas, retrogradas.
Aunque Estados Unidos había sido presidido de manera sorpresiva por el candidato liberal Barak Obama, quien era un dirigente con carrera académica, y que representaba los derechos civiles de los afrodescendientes (un caso inaudito por ser el primer presidente afrodescendiente) y proponía una agenda basada en el respeto y defensa de los derechos humanos, en el siguiente período la mayoría de los norteamericanos votó por un empresario de mala fama que demás de ser conservador y puritano, era grosero y desafiaba las convenciones de lo políticamente correcto logradas por años de activismo en pro de los derechos civiles y los derechos humanos. Su triunfo no sólo impulsó un giro hacia la derecha, sino un repudio a las convenciones propias de la modernidad democrática. Inglaterra votó por el Brexit y con ello rechazó su integración a la Comunidad Europea, aislándose en su propia isla del progreso económico que ello representaba. Colombia votó en contra del plebiscito pactado entre el Estado y las FARC a fin de encontrar un acuerdo de reconciliación y paz. Brasil detuvo su agenda de una izquierda inclusiva hacia un presidente que se opone al pensamiento crítico, el respeto de las minorías, el cuidado ambiental, el respeto de los derechos humanos y además arenga con consagrar la tortura como medio eficaz para enderezar la historia. Aunque podríamos seguir citando casos que confirman la pérdida de relevancia de los valores democráticos modernos, lo interesante es observar los nuevos protagonismos que en cada una de estas coyunturas han tenido diferentes iglesias cristianas en el peso de la balanza hacia políticas conservadoras que buscan desacelerar tanto los cambios liberales (como es el caso de Inglaterra) o detener los avances de democratización nacionales.
Para explicar estos brotes de expresiones premodernas es útil retomar la teoría sociológica del caos de Georges Balandier (1993) quien propone que el orden es una ilusión, pues tanto el caos como el orden coexisten simultáneamente, y el orden y desorden se suceden y dinamizan continuamente. Ambas son fuerzas presentes en la cultura y la sociedad, pero por momentos una goza de mayor hegemonía que la otra, y por tanto es instrumentada desde el poder, mientras que la otra se mantiene latente como resistencia o expresión subalterna y se expresa como manifestación social frente a cambios que, sobre todo, implican una transformación profunda o brusca de las estructuras. Algo similar ocurre con las sociedades marcadas por el progresismo y el conservadurismo que han estado debatiéndose en los estados nacionales desde hace siglos.
Cada vez es más recurrente -incluso entre intelectuales y académicos- las expresiones que aseveran que el conservadurismo es también un rasgo de los tiempos contemporáneos. Se habla de un giro hacia la derecha, del regreso de autoritarismos gubernamentales, de la aclamación de amplios sectores de la sociedad para ejercer la justicia mediante la mano dura y la tolerancia cero. Todas estas expresiones de retorno a tiempos pasados y de oposiciones violentas a los cambios culturales, parecieran confirmar la fórmula de que: a más cambios bruscos, más reacciones conservadoras en la sociedad.
Aunque tenemos la impresión de que hay una emergencia de movimientos y sectores políticos de corte conservador, el conservadurismo no es una novedad. Tiene una larga data histórica. Sus orígenes se le reconocen en el movimiento reaccionario ante la ilustración y la industrialización europea surgida a partir de mediados del siglo XVII hasta el siglo XIX. ( Nisbet, 1988). No obstante, el conservadurismo no ha sido extático, pues en algunos puntos (sobre todo económico y políticos) el conservadurismo se ha aproximado al liberalismo, y el liberalismo al conservadurismo. ( Melquior, 1993). No se define como un modo homogéneo, su defensa puede realizarse en distintos ámbitos y se puede ser conservador en lo político y no en lo moral, o en lo moral y no en lo económico; o liberal en lo económico y conservador respecto a la moral. (Ramírez Sáiz y De la Torre, 2003). Tampoco existe un sólo contenido del conservadurismo, podemos distinguir diferenciados de conservadurismos nacionales, ya que el conservadurismo es ante todo una ideología que se configura a partir de la oposición con otro amenazante del status quo, y no tanto una identidad positiva.
Genealogía de los conservadurismos en México
Para responder si el conservadurismo es más de lo mismo de lo que ocurrió en el pasado o es realmente nuevo fue necesario establecer la genealogía del contenido de su pensamiento, sus apariciones en el espacio público, los contenidos de su activismo social y político, los grupos y sectores sociales que lo configuran, y las constantes y variantes en la configuración de los nombres de los adversarios en una línea histórica 2.
Roberto Blancarte ha estudiado la historia del conservadurismo en México (2005) y explica que, si bien en términos universales coincide con la resistencia al proyecto occidental de la modernidad, nació influenciado por un catolicismo integral-intransigente que reconoció como su principal oponente al Estado jacobino y liberal.
Durante el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, México se debatió entre fuerzas conservadoras que pugnaban por una nación católica y liberales que buscaban fundar una República independiente de la corona española y de la Iglesia católica. (Cárdenas Ayala, 1994). El conservadurismo mexicano durante dicha época fue intransigente y combativo, primordialmente antilaicicista, antisocialista o anticomunista, antiliberal y antisecularista, y muy nacionalista. Esta ideología llevó a la Guerra Cristera (1926-1929) que enfrentó a ejércitos de católicos que luchaban por las libertades religiosas y al ejército nacional que llegó a prohibir las prácticas y a perseguir con cárcel y muerte a quienes profesaran su fe. (Meyer 1972; González González, 1996). Posteriormente este conflicto armado terminó y se instauró un pacto de paz conocido como modus vivendi en el que la iglesia católica desistía de meterse en política, y el Estado cesaría su persecución y permitiría veladamente sus prácticas devotas. (Loeza, 1994; Romero Solís, 1994).
Hay que reconocer que el conservadurismo no es un movimiento estático. “El contenido del conservadurismo (…) es histórico teniendo presente su alternancia respecto del progresismo y la naturaleza dinámica de este último”. ( Bonazzi, 1983: 318). Es una identidad dinámica, histórica y sobre todo relacional, debido a que es una identidad reactiva, o mejor dicho una ideología de lo “anti” que cobra rostro y estrategia para encarar las distintas concreciones de la modernidad liberal.
Esta es la razón por la que prefiero usar el término conservadurismo en lugar de las etiquetas ideológicas políticas de derecha o izquierda. Por ello consideraré al conservadurismo como una ideología transversal presente en el ámbito cultural-religioso (en el eje de competencia conservador-progresista), económico (en las tensiones entre liberales-socialistas), político (en las contiendas entre la derecha-izquierda). El conservadurismo permea y reconfigura las ideologías políticas tanto de derecha como de izquierda, así como moldea el discurso y el activismo cívico político de algunos grupos y movimientos religiosos -estableciendo religiones públicas como las concibe
Casanova (1994)-. A continuación, se trabajará con una tipología de conservadurismos que se mantienen activos en la esfera política mexicana, entre las cuales distingo:
El conservadurismo tradicional católico. Fue enarbolado por los movimientos católicos que surgieron a principios del siglo XX caracterizados por Emile Poulat como un pensamiento integral e intransigente. Integral porque busca extender su influencia en todas las áreas de la sociedad e intransigente con respecto a las doctrinas seculares provenientes tanto del liberalismo como del socialismo. (Poulat, 1983). Los movimientos católicos conservadores se han opuesto a la Ilustración propia de la Revolución Francesa, al racionalismo científico, al liberalismo económico y político, al protestantismo liberal, al socialismo y al comunismo, al neoliberalismo y, recientemente, al feminismo o a la mal llamada ideología de género.
El neoconservadurismo. Defiende el neoliberalismo a la vez que cuestiona la crisis moral sin reconocer sus contradicciones y juega en el ámbito de los derechos humanos proclamando el derecho a la vida. A diferencia del conservadurismo tradicional, el neoconservadurismo se alía con sectores que defienden el liberalismo económico o que apoyan al neoliberalismo económico, a la vez que se opone tajantemente a los efectos en la cultura híper individualizada y desconfía de la sobrecarga del Estado como instancia rectora. Es decir, privilegia las libertades del mercado, aunque no abordan sus contradicciones, pero paradójicamente teme por la libertad de las conciencias individuales. ( Mardones, 2005). Por otra parte, como lo ha desarrollado Juan Vaggione ingresa al campo de la redefinición de los derechos humanos resemantizando el derecho a la vida como un derecho iusnaturalista que condujo a una ONGización de los movimientos laicos y a un discurso de secularismo estratégico. (Vaggione, 2005).
El neopentecostalismo. Si anteriormente las iglesias evangélicas tradicionales promovían una identificación popular reconociéndose como “una religión de los pobres, desheredados y estigmatizados” ( Mansilla, 2014: 13); en la actualidad ha surgido una nueva ola llamada neopentecostalismo que promueve una Teología de la prosperidad acorde con la ideología neoliberal ( Mariano, 1999), y que en la última década ha mostrado un activismo político en distintos países de América Latina, que busca moralizar las leyes y decisiones relacionadas con el avance de la “ideología de género”. El énfasis desmedido en la lucha contra lo maligno contenido en la llamada “Guerra espiritual” que promueve una identidad combativa y ofrece una metáfora útil para embates ideológicos”. ( Freston, 1993: 117). Ello contribuye a la derechización del movimiento pentecostal que, en la guerra espiritual contra lo maligno, ha participado en cruzadas Provida y Profamilia contra la ideología de género generando inusitadas alianzas como los movimientos católicos de corte conservador. Así también, ha avanzado en la conquista de espacios políticos en diferentes cámaras de diputados y senadores de países latinoamericanos. Este bloque neopentecostal ha extendido su presencia en el ámbito de la política formal ya sea mediante la formación de partidos políticos evangélicos, o bien sea, mediante negociaciones clientelares que aseguran la conquista de las “bancadas evangélicas ( Oro, 2006) o a través de un clientelismo político. Como lo señala Corrales (2018) esta tendencia está alimentando una nueva forma de populismo político y evangélico:
A los partidos conservadores les están dando votantes que no pertenecen a la élite, lo cual es bueno para la democracia, pero estos electores suelen ser intransigentes en asuntos relacionados con la sexualidad, lo que genera polarización cultural. La inclusión intolerante, que constituye la fórmula populista clásica en América Latina, está siendo reinventada por los pastores protestantes. (Corrales 2018)
El populismo neo-moralista.Laclau (2005) plantea que el populismo no corresponde a una ideología política sino a una lógica de hacer política. Lo que demarca al populismo no son sus contenidos sino la forma en la que articula un discurso que a su vez define una noción de “pueblo”, que se va configurando discursivamente como fin último. En esta lógica de hacer política se va imponiendo la voluntad política del líder sobre la voluntad popular y la soberanía nacional. El populismo articula a su enunciación la construcción de un neo-moralismo basado en la construcción de:
“una superioridad moral, son vigilantes del que piensa lo contrario, prefieren la agresión antes que el diálogo, imponen cómo debe ser el lenguaje correcto, juzgan negativamente al que piensa diferente, elaboran una nueva retórica, dictan reglas de conducta, procuran que su cosmovisión se haga ley y no se responsabilizan de las consecuencias de sus acciones. Los neo-moralistas conforman cofradías que asumen lo que es política y moralmente correcto valiéndose de las nuevas herramientas de comunicación para descalificar, juzgar o arengar en contra de quienes, en un juicio sumario, les asignan el calificativo de tontos, malvados, ignorantes, corruptos o inhumanos”. ( Mayorga Madrigal, 2019)
A continuación, se identificarán actores, trayectorias históricas, proyectos de sociedad civil, estrategias de acción ciudadana y política, discursos que muestran la construcción del enemigo a vencer, y el capital político y la ubicación y peso actual en la estructura de poder en México.
El conservadurismo integral intransigente: los movimientos católicos y la política
En México, desde el siglo XIX hasta la fecha, el principal protagonista del conservadurismo ha sido la Iglesia católica. Los sectores conservadores católicos han sido proactivos hacia las políticas laicistas del Estado ( Casanova, 2017) y han inspirado movimientos políticos inspirados en la doctrina social cristiana para contrarrestar tanto a las tendencias liberales como a las socialistas. Blancarte (1992) ha señalado que el catolicismo mexicano (que llegó a protagonizar la Guerra Cristera durante la primera mitad del siglo XX) se caracterizó por ser intransigente en su antiliberalismo y antisocialismo, e integral porque se ha reusado a replegarse al ámbito religioso y privado y ha buscado imponer sus convicciones religiosas al resto de la sociedad. ( De la Torre, 2005; Blancarte, 2005).
Algunos de sus miembros tuvieron gran influencia ideológica en la formación y conducción del Partido Acción Nacional (PAN) que representó la oposición política de derecha a la dictadura unipartidista del Partido de la Revolución Institucional (PRI). Este sector católico veía con desagrado el crecimiento desmedido del control estatal sobre las masas a través de su afán por monopolizar y controlar la educación “socialista” y los sindicatos que fueron asimilados por el partido de estado como brazos corporativos. La ideología conservadora de corte integral-intransigente inspiró distintas campañas entre las cuales figuran la lucha por mantener la autonomía universitaria frente al Estado, su participación indirecta en el movimiento obrero, su campaña en contra de la legislación educativa socialista y posteriormente las cruzadas en defensa de la fe. ( Blancarte, 1992).
Desde 1951, la jerarquía eclesiástica en colaboración con la Acción Católica emprendió una campaña por la moralización del país, que demandaba: justicia social, moralización de las costumbres y libertad religiosa. Esta campaña incluía una exhortación a los fieles a votar por los candidatos presidenciales que buscarán el bien de la nación conforme a las normas de la Iglesia. Posteriormente, en 1952, junto con la Unión Nacional de Padres de Familia emprendieron una cruzada por “la reforma educativa” y en 1954 se intensificó la campaña eclesial para combatir las leyes anticlericales. Un año después, la Iglesia intensificaría una campaña de politización para orientar la conducta electoral de los fieles, perfilada de manera informal para apoyar al Partido Acción Nacional. Como señaló:
La Iglesia no hacía política, pero los católicos sí. La jerarquía eclesial no hacía política de partidos, sino que pretendía situarse en un plano más alto: el ético- religioso. Por su parte, los seglares o laicos católicos tenían la libertad de ingresar libremente a los partidos, la obligación de hacer corresponder su programa con la doctrina católica y, por supuesto, cumplir con su deber, como católicos, en la vida pública de la nación. ( Blancarte, 1992: 92)
En los siguientes años, aparecieron nuevos movimientos de apostolado seglar, cuya actividad estaba asesorada por la jerarquía eclesial, pero que brindaba mayor autonomía a la participación de los laicos. De esta iniciativa los movimientos católicos se constituyeron en un agente activo de la sociedad civil ( Ramírez Sáiz y De la Torre, 2005) y posteriormente abanderaron los estatutos seculares de los derechos humanos bajo la clave de un secularismo estratégico para resemantizar con valores conservadores la pugna por derechos y libertades humanas.
Las campañas actuales Provida (en contra del aborto) y Profamilia (en oposición al matrimonio entre parejas del mismo sexo) no surgieron espontáneamente, sino que tienen sus antecedentes en las estructuras de movimientos cívicos conformados por laicos o seglares católicos que se enfocaron a recristianizar los problemas de la clase media en los contextos urbanos y que contemplaban el objetivo de: “Renovar la vida cristiana del país, penetrar en las estructuras sociales y económicas, y hacer presente a la Iglesia en aquellos sectores de la sociedad a donde no llega el mensaje evangélico” ( Ceballos y Romero, 1992: 184).
Uno de los principales frentes de acción fueron las campañas regionales y nacionales para la moralización del ambiente. Los movimientos con protagonismo en las cruzadas morales fueron emprendidos en la década de los 50 por los siguientes movimientos de seglares católicos: Por un Mundo Mejor (1955), Movimiento Familiar Cristiano (1958), Cursillos de Cristiandad (1958), Jornadas de Vida Cristiana (1961). Asimismo, surgen otras organizaciones dirigidas a la concientización cristiana de las clases trabajadoras, como fueron Juventud Obrera Católica (1959), Frente Auténtico del Trabajo (FAT) y Movimiento de Trabajadores Católicos (1965). En conjunto, tuvieron en sus inicios una importante presencia en las campañas contra la pornografía, las nuevas modas, la educación sexual y las ideologías secularizadoras. Estos movimientos tuvieron también un importante papel en la estrategia de renovación social, que en la práctica se derivó en un frente por la renovación moral de la cultura, pero también —en algunos casos— de la política. En este contexto (a partir de los años cincuenta), las juventudes católicas buscaron instaurar la democracia cristiana en México, intentando transformar al Partido Acción Nacional en un partido demócrata cristiano, lo cual no prosperó. ( Pacheco, 1994).
Estos movimientos encuentran su inspiración en la Encíclica Mater et Magistra (1961) de Juan XXIII, en la cual se hizo un llamado a construir el proyecto de “Desarrollo Integral”. Fue difundida en México por el Secretariado Social Mexicano (SSM) y alentó una nueva participación más comprometida de los católicos seglares en la vida social. Paralelamente a la aparición de esta Encíclica, en México -como en otros países de Latinoamérica- se vivió una psicosis por la amenaza comunista, originada por la victoria de Fidel Castro en Cuba en 1959. La combinación de estos dos factores alentaba la participación de los laicos como frente de defensa nacional ante la amenaza comunista en Latinoamérica -sentimiento que se agudizaba por las posturas políticas de izquierda del entonces presidente Adolfo López Mateos, como fueron: apoyo a la revolución cubana y por la edición de los libros de texto obligatorios- pero también a la búsqueda de soluciones a las condiciones de pobreza e injusticia vividas en los países subdesarrollados.
En el renglón de la educación, a principios de los años 60 se intensificaron los conflictos entre el Estado y la Iglesia católica por la introducción de los libros de texto obligatorios. Las reacciones enérgicas de la Iglesia católica a propósito de los intentos estatales por laicizar y controlar la educación se deben a que la Iglesia argumenta que la función educativa le corresponde por derecho natural a la familia, a la sociedad civil y a la Iglesia. ( Blancarte, 1992). Sin embargo, su poder de convocatoria para movilizar un amplio sector de la clase media se explica porque la educación escolarizada representa el medio idóneo para conservar el prestigio social de la clase media moderna 3, el cual se veía amenazado con los proyectos de democratización y homogeneización del sistema educativo.
Los inicios de los años sesenta se abren camino con el lema que fuera coreado por miles de católicos mexicanos: “cristianismo sí, comunismo no”. ( González, 1996). La campaña anticomunista contribuyó al fortalecimiento de una identidad nacional defensiva que, en aras de salvar a la nación de las influencias extranjeras, permitió la convergencia de amplios sectores sociales: empresariales, clases medias, estudiantiles, católicos, pero, sobre todo, logró establecer una alianza entre Estado e Iglesia durante los sexenios de López Mateos (1958-1964) y la mitad de Díaz Ordaz (1964-1968). Este clima de cooperación entre la jerarquía eclesiástica y el Estado se debió también a que existía una convergencia entre el proyecto gubernamental de justicia social y el proyecto de orden social cristiano pretendido por la Iglesia católica.
Uno de los principales protagonistas de las cruzadas conservadoras ha sido el Movimiento Familiar Cristiano (MFC) fundado en México en 1958 4. El MFC impulsó, junto con la Unión Familiar de Padres de Familia (UFPF), la estrategia católica para la “renovación de la vida pública y privada”. Ambas organizaciones debían defender las dos células primordiales de la socialización y la instrucción moral, a saber, la familia y la educación. ( Loaeza, 1993). El MFC se dirigió a los padres de familia de las clases medias urbanas. Hasta nuestros días se ha dedicado a la formación de un laicado preparado, activo y participante en la defensa de los valores morales y cristianos, como son: la familia, el matrimonio, las buenas costumbres, la virginidad, la moral católica, etcétera. ( Romero Solís, 1994). Las preocupaciones que guiaban la acción organizada del MFC eran: “la defensa de la fe, la moralización de las costumbres y la acción social”. ( Ramos, 1992: 59).
La acción del MFC no sólo ha tenido repercusiones en el ámbito privado, sino que ha encabezado y participado en diversas campañas donde el gobierno era su principal opositor. Para 1962, se conformó un frente amplio católico, donde participaron 48 organismos laicales, en la Confederación de Organizaciones Nacionales (CON) La campaña anticomunista también animó varios conflictos universitarios como fueron los casos de Puebla, Morelia y México y Monterrey, cuya repercusión más drástica fue el fortalecimiento de grupos de ultraderecha como fueron el Movimiento Universitario de Acción Renovadora (MURO) y los Tecos en Guadalajara; y la Cruzada Regional Anticomunista (CRAC) fundada en 1961 en la ciudad de Monterrey. ( Muro, 1991).
A partir de los años sesenta, se abre un nuevo espacio de combate entre los católicos y el Estado: las cruzadas en contra de las políticas de salud sexual y de los planes de población que fomentaban el uso de anticonceptivos. La iglesia católica, percibió estas campañas como una amenaza directa a los preceptos morales católicos y contra la familia. A finales del siglo XX, en México participaron alrededor de 35 a 40 mil matrimonios en el movimiento. ( De la Torre 2006). De este movimiento se han gestado otros organismos que defienden los valores del matrimonio y la familia tradicional, como es Provida 5 que, aunque actúan de acuerdo con los lineamientos de la jerarquía conservadora católica, no están adscritos como movimientos seglares, sino que se presentan como asociaciones civiles.
En los años noventa, en el marco del restablecimiento de las relaciones diplomáticas Iglesia-Estado y los cambios constitucionales, estos grupos reemprendieron cruzadas de moralización, para reposicionar a la jerarquía católica en las decisiones sobre salud pública, educación sexual, contenidos de los medios de comunicación, y políticas poblacionales. De nuevo se dejó ver la presencia combativa de los laicos católicos organizados en la moralización de la cultura nacional. ( De la Torre, 2006). En esta reconquista de la moral pública, el Movimiento Familiar Cristiano, junto a otros movimientos integristas, ejercieron protagonismo, debido a que:
La Iglesia católica, envalentonada por su nuevo status constitucional, parece querer iniciar la reconquista de la moral social, embistiendo a grupos de planificación familiar o a quienes están comprometidos con trabajos de información sexual y de prevención del SIDA. Dos temas de extraordinaria sensibilidad y, por consiguiente, portadores de un elevado potencial de conflicto. ( Loaeza, 1993: 11)
En el activismo conservador católico es importante reconocer la influencia de dos órdenes religiosas: el Opus Dei y los Legionarios de Cristo, quienes encabezan la formación ideológica conservadora de las élites económicas del país, a través de su obra educativa y de sus escuelas de formación de líderes empresariales.
En la década de los noventa, la consigna de “Comunismo no” fue suplida por las de “Hedonismo no”, buscando con sus campañas contrarrestar los efectos del individualismo y el consumismo secularizador difundido por los medios masivos de comunicación, a los cuales perciben como la principal fuente de antivalores, porque promueve el hedonismo, la pornografía, exalta la violencia, relativiza la moral y destruye a las familias. Los medios masivos de comunicación fueron para estos grupos un nuevo objetivo de nuevas cruzadas moralizadoras. Aunque existen muchas experiencias regionales de ellas (Hermosillo, Guadalajara, San Luis Potosí, Mérida, Ciudad de México, Monterrey, etc.), sin duda la más importantes han sido el movimiento nacional emprendido en 1996 “A favor de lo Mejor de los Medios” que realizaron un boicot comercial para que no se difundieran programas con contenido inmoral ( De la Torre, 1998) y posteriormente su participación en la campaña del Frente Nacional por la Familia que en 2016 organizo marchas Profamilia en contra del matrimonio homosexual en 131 ciudades del país. La mayor marcha se realizó en la ciudad de Guadalajara y convocó a más de 200 mil personas. A nivel nacional, los organizadores reportaron cerca de un millón 40 mil personas. ( Garma, Ramírez y Corpus, 2018b).
El neoconservadurismo y la defensa por la vida: “Cristianismo sí, feminismo no”
Como mencionamos al inicio, el neoconservadurismo se refiere a un nuevo affaire con el neoliberalismo. Si bien busca reformar sus efectos en las libertades culturales que minan las bases morales cristianas, no cuestiona las causas que emanan del sistema económico liberal. ( Mardones, 1991).
En la década de los noventa, el discurso de los derechos humanos llegó a proveer un marco de valores morales secular y universal, que permeó las políticas públicas y el discurso de diferentes religiones e ideologías políticas. A finales de siglo XX, los estatutos de los derechos humanos se colocaron como la regla de lo políticamente correcto, al grado que cualquier líder político o religioso requería legitimarse como defensor o respetuoso de los derechos humanos para alcanzar legitimidad. Por esta razón, el discurso de los derechos humanos alcanzó un uso instrumental y se convirtió en un terreno discursivo donde todos -liberales y socialistas, conservadores y progresistas, revolucionarios y reformistas, demócratas y anarquistas, etc.- parecían confluir en sus demandas por los derechos políticos que se derivaban en las luchas por la democratización del país. En la práctica era más una arena de conflicto en disputa por definir los derechos humanos a partir de distintas posturas ideológicas. ( De la Torre, 2006).
Uno de los principales derroteros donde ingresaron los movimientos seglares católicos fue en torno al derecho por la vida. Aunque se reconoce como universal, había un debate confrontador en torno a qué vidas eran defendibles (esto se hacía evidente en el reclamo ante ciertos acontecimientos y las omisiones o silencios frente a otros), pero también en los énfasis de los pronunciamientos que tienen que ver con valorar la vida como un derecho y una libertad individual (feministas), o aquellos que colocan la vida en una visión integral de los derechos sociales como fundamento de la inequidad y la desigualdad humana (por ejemplos el posicionamiento de los jesuitas), y los conservadores católicos que, retomando el lema de Juan Pablo II, se proclamaban como defensores provida como un designio divino desde su concepción hasta su muerte.
A medida que la agenda feminista avanzaba en la reuniones de la ONU, el neoconservadurismo católico concibió como nuevo enemigo al feminismo y preparó cuadros formados por mujeres (en especial líderes de los movimientos morales o esposas de políticos y empresarios) para encabezar cruzadas morales Provida que originalmente tenían la misión de resemantizar el concepto de género, tomar los espacios pro derechos de la mujer y realizar una embestida en las escuelas y en el sector salud sobre los programas de educación sexual, prevención del embarazo, salud reproductiva promoción del uso del condón y la píldora del día siguiente, que han sido combatidos y suprimidos por agrupaciones católicas para imponer el programa de abstinencia sexual en el sector público. (García Figueroa, 2006).
En paralelo, México vivía un gran cambio de época política: la transición democrática. Esto consistió en el cambio del unipartidismo del Parido de la Revolución Institucional (PRI) que durante más de 70 años promovió una cultura jacobina y laica, y la transición política que abrió espacios de acción a partidos y líderes políticos que a su vez eran católicos conservadores. Estos actores, muy vinculados con las cámaras empresariales y comerciales, defendían a ultranza el neoliberalismo, pero eran conservadores respecto a la moral sexual. Algunos dirigentes de las fracciones conservadoras católicas tuvieron acceso a los partidos políticos y con ello a puestos gubernamentales desde los cuales podían combatir el secularismo y, desde ahí, tomar decisiones y diseñar programas públicos relativos a la defensa de la familia, la vida y el matrimonio homoparental. Por su parte, las mujeres conservadoras adquirieron un nuevo protagonismo. Las esposas de los políticos que anteriormente emprendían cruzadas purificadoras y moralistas saliendo a la calle y organizando boicots retomaron el lema: “con mis hijos no te metas”, que indicaba la defensa de la familia; adquirieron competencias de liderazgo gracias a su activismo cívico moral y posteriormente encabezaron secretarías y oficinas de las cuales construían zanjas en el terreno de las libertades individuales, los derechos sexuales y los derechos a la diversidad cultural, que abanderaban distintas Organizaciones no Gubernamentales. ( De la Torre, 2000).
Los movimientos neoconservadores se vincularon con los grupos de poder ligados con la derecha política, sobre todo lo hicieron con el Partido Acción Nacional (PAN), a través de la organización política Desarrollo Humano Integral A.C (DHIAC). Muchos de los líderes varones de los movimientos conservadores, gracias al ascenso del PAN al poder (a nivel presidencial el PAN conquistó las candidaturas presidenciales de Vicente Fox (2000-2006) y de Felipe Calderón (2006-2012), además de la mayoría de los puestos de gobierno de la mayoría de los estados y municipios del país. Con esta estrategia pudieron colocarse en espacios gubernamentales estratégicos en distintas alcaldías, y sus esposas, preocupadas por los hogares del país, ejercieron como directoras del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia, un organismo público descentralizado, que por tradición administraban las esposas de los políticos (como una especie de obra caritativa de las mujeres de la clase política) que cada vez fue más importante para contener los avances de las feministas en los temas de familia ( De la Torre, 2000 y 2006; García Figueroa, 2006). Por otra parte, crearon distintos organismos no gubernamentales (ONGs) con fines asistenciales, y gracias a ellos y a sus relaciones públicas con la elite económica adquirían enormes financiamientos, sea por parte de los gobiernos estatales y municipales, como a través de los programas de redondeo de las principales cadenas de supermercados, tiendas de conveniencia y farmacias del país para realizar sus campañas y acciones. (García Figueroa, 2006).
Estas mujeres (por lo general prisitas y panistas) abanderaron dos cruzadas silenciosas: la defensa por la vida y la defensa por la familia. Su organización es capilar. Trabajaron en redes regionales y nacionales, desde las cuales fueron ganando espacios estratégicos para recibir recursos financieros para contrarrestar las políticas laicistas relacionadas principalmente con los programas gubernamentales de salud sexual, educación sexual para adolescentes en escuelas privadas y públicas, y con la información de organismos como COESIDA, etcétera. ( Rodríguez, 2003).
Cabe mencionar que más recientemente, a partir de 2014, estos contingentes neoconservadores conformaron el Frente Nacional por la Familia proclamando la defensa de la familia natural y organizaron marchas en distintas ciudades del país contra del matrimonio gay y la ley de adopción de parejas de diversidad sexual. El pánico moral fue instrumentado por el Frente Nacional por la familia generando novedosas alianzas con un sector conservador del pentecostalismo. Entre las iglesias que participaron se identifican: la Alianza Cristiana y Misionera de la República Mexicana, Agua Viva para las Naciones, Comunidad Cristiana Semillas de Vida, Comunidad Evangélica Patmos, Ministerios Visión Internacional, Fraternidad Pentecostés Independiente, Plataforma Apostólica de México y Red Internacional de Ministerios México. ( Garma, Ramírez y Corpus, 2018: 12).
No sólo es importante revisar sus pronunciamientos Profamilia y Provida, sino también advertir los silencios por los millones de muertes que se viven en un país violentado por el narcotráfico y las organizaciones criminales. Por parte de los políticos, obispos y movimientos conservadores se guardó sistemático silencio a favor de las víctimas del feminicidio en México y de las muertes a civiles ocasionadas por los enfrentamientos entre las bandas de narcotraficantes y el Ejército, muertes que aún no han sido aclaradas con justicia. Según los datos sobre el número de víctimas causadas en la lucha del presidente Felipe Calderón contra el narcotráfico que brindan las ONGs se estima que la cifra de muertos rebasa los cincuenta mil y la de desaparecidos los veinticinco mil 6. Tampoco usaron su status profético para sumarse a las denuncias de las muertes de los migrantes centroamericanos 7. El silencio también encubrió a los curas pederastas que fueron señalados por las víctimas de violación, abuso y acoso sexual. ( González, 2006). En especial hubo complicidad para silenciar los abusos y escándalos en que se vio envuelto el padre Marcial Maciel (fundador de la orden religiosa los Legionarios de Cristo, a quien Juan Pablo II distinguió como “ejemplo de la juventud”). Su silencio sistemático fue un pacto de complicidad con los gobiernos neoliberales.
Por su parte, la jerarquía católica constantemente proclamaba el lema absolutista de la defensa por la vida desde el nacimiento hasta la muerte (para con ello oponerse a las practicas anticonceptivas y abortivas y a la eutanasia) que ha sido la bandera de toda cruzada emprendida para ejercer control sobre la sexualidad y la reproducción. Es decir, una obsesión sobre el control del cuerpo. Esta concepción de la vida se limita a los extremos donde sitúan a aquellos que no han nacido y aquellos que están por morir (al final de su vida o sin las condiciones de salud para tener una vida plena). Esta postura se tensa también cada vez más para enfrentar a las iniciativas de políticos de izquierda y progresistas que, por un lado, defienden el principio de laicidad, y por otro, de ciudadanos que exigen libertades civiles y respeto a sus orientaciones sexuales, reconocidas actualmente como derechos sexuales y reproductivos. Los derechos y libertades sexuales tienden a jalonear la laicidad y a tensionar y crispar las relaciones Iglesia-Estado.
Es un hecho que los grupos católicos neoconservadores representan una minoría social 8, pero también lo es que representan una minoría activa con capacidad de organización y actuación en el espacio público, mientras que muchas veces las voces de la mayoría no encuentran canales de manifestación pública. También lo es que conforman una minoría activa con amplio capital social.
El conservadurismo evangélico y la guerra espiritual: cristianismo sí, ideología de género no
Si en los años 60 el enemigo de conservadores era el comunismo, en el momento actual este enemigo que los mantiene en lucha ha sido reemplazado por la llamada “ideología de género”. Como dice Ávila González (2018): “el concepto de género se ha convertido en el fantasma y eje aglutinador del mal, equiparado con el terrorismo, un mal que atenta en contra del orden natural al promover una cultura del caso y de la muerte (antifamilia, antihombres, antiheterosexualidad, inmoralidad, etcétera)”. ( Ávila González, 2018).
Durante 2017, el Frente Nacional por la Familia organizó una cruzada nacional que se oponía al reconocimiento legal de las uniones entre personas del mismo sexo. Los sectores conservadores han esparcido el miedo moral que amenaza a la familia, al orden patriarcal y al matrimonio. Han difundido mentiras en las redes sociales para alentar ese miedo y movilizar a la sociedad, como fue el rumor de que en los libros de texto ya no se desconocerían las diferencias biológicas entre niño y niña, o la entrega del kit gay en las escuelas. Por primera vez en la historia establecieron una alianza con iglesias evangélicas para oponerse al reconocimiento de la existencia del “otro” y para mantener la vigencia pública de principios dogmáticos que se imponen al resto de la sociedad como verdades incuestionables.
Los evangélicos representan un nuevo protagonista en las cruzadas conservadoras en México y un nuevo actor político. No por ser una población mayoritaria, sino por su nueva estrategia de acercarse al poder. Según los datos aportados por el censo nacional de vivienda, INEGI 2000, en México el conjunto de población de cristianos que no son católicos corresponde al 8% de la población mexicana, y la mitad de ellos (4% del total) son pentecostales. A ello hay que agregar que es un grupo heterogéneo conformado por cientos de congregaciones que no siempre comparten formas de liderazgo, organización ni actividad social.
En México, diferentes congregaciones evangélicas habían establecido negociaciones clientelares con diferentes gobiernos y partidos políticos. Las denominaciones más activas en el ámbito político habían sido La Luz del Mundo (la principal iglesia pentecostal mexicana nacida en México en 1926 que presume tener cinco millones de fieles en todo el mundo). Esta iglesia funciona de manera autónoma del resto de las denominaciones cristianas, quienes debido a que no tiene un gobierno congregacional no la consideran evangélica. La Luz del Mundo ha sido hábil en establecer relaciones clientelares con los partidos políticos sobre todo a niveles distritales (locales). Inicialmente mantenía una alianza con el PRI, pero con la transición democrática estableció apoyos y gratificaciones con otros partidos ( Barranco, 2016). En las pasadas elecciones presidenciales sus votos no fueron hacia Morena sino principalmente al Movimiento Ciudadano. Por su parte, COFRATERNICE (Confraternidad Nacional de Iglesias Cristianas Evangélicas en México que agrupa a varias iglesias evangélicas) representa un frente político evangélico que en varias ocasiones había negociado apoyos electorales con el Partido Revolucionario Institucional y que no se alió con el Partido Encuentro Social. Su director es Arturo Farela (pastor de una iglesia pentecostal).
Pero los evangélicos incursionaron en la política formal con la fundación del Partido Encuentro Social (PES), cuya “militancia radica principalmente en agrupaciones cristianas evangélicas, aunque defienden el carácter laico del Estado” 9. La razón principal de este impulso es hacer contrapeso a la religión católica, pero también tiene en la mira la defensa de sus derechos como minoría religiosa y de su visión del mundo. Esta visión del mundo privilegia la defensa de los valores conservadores, caracterizándose como “el partido de la familia” que se opone a las políticas liberales tales como el matrimonio de parejas del mismo sexo, la despenalización del aborto y la libre circulación y venta de revistas pornográficas. Hugo Eric Flores (abogado y catedrático cristiano) originalmente perteneciente a la Iglesia de Dios y posteriormente vinculado con la iglesia neopentecostal Casa sobre la Roca, fundó este partido en el año 2006 y obtuvo su registro oficial en 2014 ( Garma, 2018). El partido postula evangélicos cuidando que no sean pastores ya que la ley mexicana no lo permite. Garma (2018) menciona que se le critica por ser oportunista político pues establece alianzas con diferentes partidos (tanto con el Partido Acción Nacional como posteriormente con MORENA) y alianzas con los católicos conservadores que organizaron el Frente Nacional por la Familia para oponerse a la legalización del matrimonio igualitario.
Su ingreso a la esfera pública no sólo se limita a conquistar valores de respeto y en contra de la discriminación religiosa, sino que recientemente reconocen los puestos públicos como un lugar desde donde inhibir o negar derechos y libertades a otras minorías sociales que reclaman derechos sexuales (como lo es el matrimonio LGBTI), dificultando con ello una sana laicidad y la práctica de una cultura pluralista.
Eric Flores a la cabeza del Partido Encuentro Social estableció una alianza electoral en la coalición Juntos Haremos Historia encabezada por el actual presidente de la República Andrés Manuel López Obrador. Los partidos de la alianza fueron: MORENA, el Partido del Trabajo (PT) y el Partido Encuentro Social (PES). Las negociaciones con el partido evangélico consistieron en un arreglo clientelar que garantizaba el voto corporativo de los evangélicos (estimaban quince millones de sufragios, pero solamente alcanzaron alrededor de un millón y medio de votos) a cambio de que los miembros del PES ocuparan puestos en setenta y cinco distritos para diputados y dieciseis para la cámara de senadores. Mediante esta alianza se abrió la posibilidad de acceso directo de los evangélicos en las decisiones en las cámaras de diputados y senadores, desde donde pueden incidir en la aprobación o desaprobación de leyes que les permitan librar la guerra contra lo maligno en el ámbito político, en especial aquellas que atentan el orden natural de la familia y el matrimonio. De hecho, debido al triunfo abrumador de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), el partido evangélico logró ganar el segundo lugar en las cámaras legislativas doce en la federal y cincuenta y ocho en la Cámara de Diputados. A pesar de que el Partido Encuentro Social perdió el registro ante el Instituto Nacional Electoral, por no alcanzar el porcentaje de votos (3% de la votación total) requerido para mantenerlo, éste se colocó como la tercera presencia política en las cámaras legislativas, sólo por debajo de MORENA y el PAN, desplazando a partidos de amplia estructura y tradición como fue el Partido de la Revolución Institucional (PRI).
Esto coloca un novedoso escenario político para los evangélicos (que no son un bloque único) y que pese a su condición minoritaria retoman una estrategia similar a la que han implementado exitosamente en Brasil y Colombia. Ari Pedro Oro, antropólogo brasileño, advirtió desde hace una década lo que hoy vive Brasil, de la siguiente manera: “el hecho más visible de aproximación entre religión y política consiste en la presencia significativa de iglesias evangélicas, sobre todo pentecostales, en la política, y en la formación de las llamadas ‘bancadas evangélicas’” ( Oro, 2006: 75), que se han infiltrado en los distintos niveles del poder legislativo 10.
Las bancadas en las cámaras de diputados y senadores representan un espacio importante para el diseño de leyes y la aplicación de normatividades referentes a la educación, la salud y las políticas poblacionales que se han convertido en una tierra de misiones a evangelizar. En estos espacios políticos compiten ahora católicos y evangélicos con agendas conservadoras que incluso pueden converger en decisiones particulares como son la preservación de la familia natural, el rol tradicional de la mujer, el patriarcalismo y los valores de defensa por la vida. En esta trinchera el nuevo bloque conservador cristiano puede contravenir los avances de una modernidad que privilegia las libertades y derechos individuales como han sido la despenalización del aborto, la legalización del divorcio, el reconocimiento jurídico del matrimonio entre sexos iguales y la despenalización de las drogas (como lo es la mariguana). En la agenda reciente se han acercado los líderes de COFRATERNICE que a diferencia del PES instrumentan el modelo de facción evangélica, brindando apoyo al presidente en los programas de moralización dirigidos para paliar las adicciones juveniles y en la distribución de la Cartilla Moral y a cambio negocian concesiones de estaciones de radio para su maximizar labor evangelizadora.
Por otro lado, encontramos el modelo partido evangélico con la conformación del PES, un partido confesional que intentó recurrir a convocar al voto clientelista de hermanos evangélicos con la consigna “hermano vota por hermano” (como se ha hecho en los países de Latinoamérica arriba mencionados) para con ello realizar presiones políticas y ganar cuotas de poder en las cámaras de diputados. También han recurrido a presentar a sus candidatos y candidatas como la mejor opción electoral, no por sus programas o competencias técnicas, sino por el simple hecho de ser evangélicos. Como observó Roberto Blancarte:
El problema es que al hacer esto, los evangélicos están minando su propia tradición de separación entre asuntos religiosos y políticos (la confusión entre pastores y líderes políticos, o entre “agrupaciones cristianos-evangélicas y partido, son un signo de ello) y empujan a que otras agrupaciones religiosas (católicas, evangélicas o de cualquier otra religión) confesionalicen el espacio público mexicano. Abren así una caja de pandora, dejando escapar muchos males que creíamos ya superados. Como el de la religión interviniendo en la vida pública. ( Blancarte, 2014: s/p)
Por último, es importante señalar que paradójicamente los ciudadanos mexicanos, que a su vez son creyentes, valoran la división de esferas y la no intromisión de lo religioso en la política. Basta atender los datos arrojados por la encuesta nacional sobre creencias y prácticas religiosas donde la mayoría desaprueba el uso de los símbolos religiosos por parte de los políticos en sus campañas (88%) y la participación de las iglesias en las contiendas electorales (75.3%). Incluso en relación con los temas de libertades sexuales frente a los cuales se emprendieron las cruzadas conservadoras Profamilia y vida la opinión ciudadana no parece respaldarlos: 79.5% aprueba la enseñanza sobre sexualidad en las escuelas públicas; 65.2% está de acuerdo con la ley de matrimonio entre parejas del mismo sexo; 71.7% con el derecho de las parejas homosexuales a la adopción e hijos y 62% simpatiza con que el aborto no sea castigado por la ley. (Hernández, Gutiérrez Zúñiga y De la Torre, 2016 11). Una tendencia en el interior de estos datos es que en general los católicos son 10 puntos porcentuales más liberales que los cristianos evangélicos en su postura frente a los derechos individuales y los temas de libertades sexuales. Esta radiografía señala que la sociedad es más secular de lo que pensamos, pues existe un importante sector mayoritario que aprueba las nuevas tendencias a la liberación y pluralismo sexual (alrededor de una tercera parte). A su vez, la mayoría de los mexicanos se oponen al juego político de las religiones en la esfera pública y aprueban el papel regulador del Estado.
El populismo neo-moralista del presidente López Obrador
El actual presidente de México ganó las elecciones en 2018 con un voto mayoritario y sin precedentes. Para la mayoría de los mexicanos André Manuel López Obrador encarnaba una esperanza de honestidad frente a la debacle de inseguridad generalizada y de corrupción e impunidad que imperó durante el período del expresidente Enrique Peña Nieto.
Esta situación caótica causada por la violencia y la inseguridad desbordada que se vive en México causó el sentimiento unívoco de buscar poner un alto a la continuidad del Partido de la Revolución Institucional (PRI) y del modelo neo-liberalista que había sido impulsado por los presidentes recientes.
Andrés Manuel López Obrador se presenta como un caudillo que anuncia encabezar la Cuarta Transformación (una especie de revolución pacífica basada en el perdón a favor de refundar la patria y la nación y de incluir a sectores sociales tradicionalmente rezagados por el neoliberalismo), pero con tintes del viejo orden corporativista del PRI ya que busca articular diferentes fuerzas políticas a su interior. Esta transformación tiene como meta construir: la “República del amor” 12.
AMLO se formó en el PRI y posteriormente fue líder del Partido de la Revolución Democrática (representante de la izquierda moderada). En 2014, lo dejó para fundar un nuevo partido llamado Movimiento de Renovación Nacional, cuyas siglas son MORENA. Cabe mencionar que el nombre de MORENA causó suspicacia y sospecha entre varios periodistas y analistas políticos, pues es así como se le reconoce a la Virgen de Guadalupe (la Morena del Tepeyac o la Virgen Morena) y porque además el líder político eligió el 12 de diciembre (de 2017), día de la fiesta de la virgen, para registrar su candidatura. Por tanto, desde su fundación, se consideró que usurpaba o manipulaba un ícono religioso en su nomenclatura y fue criticado como acto de manipulación política de la fe.
Al presidente Andrés Manuel López Obrador no se le puede catalogar con un gobernante de derecha (pues su principal opositor a vencer es el neoliberalismo). Tampoco se le puede definir como socialista ya que entre sus principales aliados se encuentran los principales magnates del país (por ejemplo, Alfonso Romo dueño de Maseca, Ricardo Salinas Pliego dueño de grupo Salinas que incluye Televisión y Banco Azteca y las tiendas Elektra, y Carlos Slim, el empresario mexicano que ha sido clasificado como uno de los más ricos del mundo). Tampoco se reconoce en él a un gobernador progresista por su cercanía con grupos cristianos Profamilia y Provida (su alianza política con el PES y su cercanía con COFRATERNICE); por su insistencia a evangelizar durante sus conferencias mañaneras (Sheridan, 2020); porque desconfía de los movimientos democráticos que denuncian la persistencia de la impunidad y demandan justicia ( Olvera, 2020). A todo movimiento que le es crítico lo descalifica por ser conservador ( Petersen, 2020) sin importar sus demandas o los sectores que representan (movimientos indígenas -como es el Ejército Zapatista de Liberación Nacional- movimientos feministas, movimientos ciudadanos de víctimas de la violencia organizada). A quien no está con él lo etiqueta como enemigo del pueblo. Pero los contenidos de su populismo tienen una fuerte carga moralizadora e incluso instrumenta un “populismo religioso” ( Laclau, 2005) ya que el mismo Andrés Manuel considera que la causa de todos los malestares es la crisis moral (crisis de valores familiares y de fe). Tanto en su campaña como durante su primer año de presidente, Andrés Manuel ha instrumentado todo tipo de simbología religiosa como fuente de legitimación del poder: a la virgen de Guadalupe como emblema patriótico del “pueblo”; a la Biblia y sus contenidos como fuente inagotable de enseñanza política y de valores universales; a las ritualidades ancestrales (como es el recibimiento del bastón de mando para recibir la investidura presidencial de los pueblos indígenas o el pedir perdón a la Madre Tierra, recordando los rituales de Pachamama celebrados por su amigo Evo Morales, anterior presidente de Bolivia).
Desde el populismo neo-moralista se activan prohibiciones a conductas que son consideradas nocivas, indecentes o desviadas. Se ejerce la censura, y en nombre del bien moral se legitima la minimización de las otredades opositoras o disidentes que emanan de la sociedad civil (por ejemplo, los periodistas críticos), activando la retórica de “aquel que no está conmigo está contra mí”, o mejor dicho está contra el “pueblo”. El presidente Andrés Manuel López Obrador promueve un modelo de bienestar social que se fincan en valores del bien y el mal, emite un discurso de superioridad moral que legitima sus acciones como las más o únicas validas, incluso con un sentido mesiánico de salvación de la crisis, minimizando otras preferencias o perspectivas. Incluso, en muchas ocasiones la superioridad moral abusa de la descalificación de los otros, los que ejercen la crítica o disienten (a quienes cataloga como “mafia del poder”, “neoliberales” o “fifís”) provocando denigración y discriminación. 13Por su parte los sectores acomodados etiquetan a todos los simpatizantes de AMLO como “chairos” 14 y “pejezombies” 15, creando con ello una división social riesgosa para el país. Por otro lado, la urgencia de enderezar el país permite que se debiliten las instituciones y la democracia, y ello puede derivar en un nuevo Estado autoritario fortaleciendo la agencia del Ejército en todas las áreas y adelgazando la participación de la sociedad civil independiente.
Constantemente irrumpe con el modelo de laicidad, que ha sido una tradición política en México, que está inscrita en la constitución y que es valorada por la mayoría de la población “al recurrir a fuentes de legitimidad sagradas, en lugar de fundamentar sus acciones en la voluntad popular, expresada democráticamente”. ( Blancarte, 2013: 239). Por ejemplo, en su discurso de inicio de campaña que dirigió Andrés Manuel a los militantes del PES, anunció que su propuesta no sólo buscaría el bienestar material sino también el bienestar del alma. También aludió al amor como instrumento de regeneración del país y acto seguido habló de la pérdida de valores morales y anunció la necesidad contar con una Constitución moral:
Debemos tener un código del bien, de ahí que hacemos el compromiso de convocar con este propósito, a muchos ciudadanos mujeres y hombres de buena voluntad, para la elaboración de una constitución moral, de un código moral. Así como existe una constitución política, vamos, entre todos, a elaborar una constitución moral (aplausos). Vamos a convocar para ello a un constituyente, en el que van a participar especialistas en esta materia, filósofos, psicólogos, sociólogos, antropólogos, así como todos aquellos que tengan algo que aportar al respecto. Ancianos venerables de las comunidades indígenas, maestros, maestras, padres, madres de familia, jóvenes escritores, poetas, mujeres, empresarios, defensores de la diversidad y los derechos humanos, practicantes de las distintas religiones. Diálogo ecuménico, diálogo interreligioso, diálogo de religiosos y no creyentes, diálogo para moralizar a México 16.
Este desplazamiento del discurso político al discurso religioso (que sus seguidores evang élicos justifican como espiritual) fue fuertemente criticado pues pone en riesgo el baluarte de un Estado autónomo al buscar colocar un código moral por encima o complementario a la Constitución política donde se inscriben los artículos que norman y regulan el actuar ciudadano bajo una legalidad. El político además citó el Antiguo Testamento como fuente de inspiración ética y a fin de mostrar que no contravenía los preceptos de la laicidad se refirió a que: “Jesús fue muy claro, fue el primero que expresó: a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”.
Esta instrumentalización constante del discurso religioso en actividades políticas se deja ver las constantes referencias a la Biblia; a símbolos católicos diciendo “yo me hinco donde se hinca el pueblo”, o instrumentando rituales indígenas como fuentes de legitimación de su poder (como la autorización de los ancianos con sus bastones de mando el día de su toma de posesión y el ritual maya donde un grupo de ancianos indígenas pidieron permiso a la Madre Tierra para eludir los impactos ambientales que tendrá el proyecto del Tren Maya en la zona selvática). Por otra parte, ha sido también fuertemente criticado por la prensa su anuncio de redactar una Constitución moral que pone en riesgo el baluarte de un Estado autónomo al buscar colocar un código moral por encima o complementario a la Constitución política donde se inscriben los artículos que norman y regulan el actuar ciudadano bajo una legalidad. Los discursos de AMLO “nunca han sido linealmente «progresistas», sino que más bien han sido tejidos a partir de la misma negociación simbólica y eufemización de las diferencias, lo que permitió, durante la campaña, la confluencia de discursos aparentemente contradictorios”. ( Delgado Molina, 2019: 92).
Sumado a ello, sus críticas recurrentes a la “mafia del poder” (enunciatario fantasmagórico representado por empresarios y políticos sin nombre) alienta los antagonismos o posiciones anti-AMLO, conformadas por amplios sectores de la clase media, por los de derecha liberal política dentro del Partido Acción Nacional (PAN) por considerarlo un líder populista que detendrá el progreso económico del país.
Por su parte, sectores de la sociedad civil que han sufrido en carne propia los abusos de la violencia, de las organizaciones delictivas y de la seguridad cuestionan la validez de los derechos humanos como causa de inoperancia de la ley y exigen tolerancia cero y mano dura, mientras que AMLO prefiere optar por el perdón. En conjunto estos sectores establecen constantemente una campaña anti-AMLO en los medios informativos y redes sociales basada en desprestigiarlo como enemigo del pueblo católico, pero sobre todo gestando el miedo moral de que Andrés Manuel haría de México lo que Chávez y Maduro han hecho de Venezuela: un país violento, sumido en la miseria y el caos.
AMLO expresa continuamente su desprecio por la ley, por los especialistas tecnócratas y científicos, por las organizaciones civiles. A su vez busca consolidar su poder en consultas populares, para las cuales resultan muy útiles los apoyos clientelares. Una de las principales alianzas que ha establecido es con diferentes grupos evangélicos. Estas situaciones son inéditas en un país que gozó de una cultura política basada en una laicidad de tipo separatista, y en la cual está introduciendo una laicidad de colaboración con grupos religiosos evangélicos 17. El primer acto de colaboración fue la alianza partidista con el Partido Encuentro Social. La segunda ocurrió en mayo de 2019 cuando se permitió que en el Palacio de Bellas Artes (espacio reservado a las bellas artes) se realizara un acto de conmemoración de los 50 años del apóstol Naasón Merarí Joaquín García, actual dirigente de la principal iglesia evangélica mexicana La Luz del Mundo (quien fue arrestado en junio de 2019 en Estados Unidos por delitos relacionados con abusos sexuales y trata de personas, y permanece encarcelado sin derecho a fianza). La tercera es el anuncio de entrega de concesiones de estaciones de radio a los evangélicos (lo cual no estaba permitido en México) que fue solicitado por Arturo Farela el líder de COFRATERNICE 18 (quien desde 1980 había establecido pactos corporativos con el Partido de la Revolución Institucional y que incluso fue considerado un brazo evangélico del partido y ha sido capaz de ofrecer votos territoriales a cambio de diputaciones locales de diversos partidos) ofreciendo impactar en los jóvenes y reducir adicciones. Estas concesiones a iglesias evangélicas ponen en riesgo continuamente el estatuto de laicidad separatista que caracterizaba a México, y emprende un nuevo modelo de laicidad colaboracionista. El riesgo a la autonomía de Estado es que la colaboración se realiza bajo un modelo clientelar-corporativista en el que algunas iglesias brindan apoyo y votos políticos a su partido a cambio de accesos a puestos claves en las cámaras de diputados y tratos privilegiados del gobierno. Por otro lado, como lo advierte Blancarte: “La característica fundamental de esta laicidad es la libertad religiosa de los grupos y su expresión en la esfera pública. Pero en este caso el principio que se debilita es el de la igualdad, ya que es imposible que todas las religiones participen por igual”. ( Blancarte 2013: 191-192).
El neo-moralismo de AMLO trae consigo una transformación para la tradición laica separatista de México que abre la puerta a un laicismo de colaboración con nuevos protagonistas religiosos de corte conservador. Éstos han dejado de ser únicamente católicos, y suma diferentes bloques evangélicos (no existe una sola representación de la población evangélica, sino que ésta se encuentra fragmentada) pero cada uno cuenta con capacidad clientelar para apoyar políticamente al partido MORENA y con ello conquistarán bancadas o incluso candidatos a elección popular en su gobierno desde donde se instrumentan políticas que inhiben o en contrarrestan las libertades de amplios sectores sociales que abogan y demandan derechos de género y libertades sexuales.
Conclusiones
Hemos visto cómo en México coexisten distintos conservadurismos y es importante reconocer que no constituyen un bloque histórico. Debido a que son identidades reactivas frente al otro pueden establecer alianzas puntuales para una actividad o cruzada moral; pero también pueden posicionarse como movimientos antagónicos entre sí respecto a los planos doctrinales (católico-evangélico-protestante) o ideológicos más amplios (derechaizquierda, liberal-socialista). Hay que estar atentos a sus reacomodos tácticos.
La configuración de conservadurismo en México ha cambiado en los últimos años. A principios de siglo XX reclamaba libertades religiosas y luchaba por imponer los valores del catolicismo en una nación con una laicidad anticlerical. A mediados del siglo XX activó un conservadurismo cívico que tenía como principal opositor las políticas laicistas y socialistas del país en las áreas de la educación y la salud. A finales del siglo XX el conservadurismo dio paso al neoconservadurismo que consistió una ONGización que buscaba democratizar al país para colocarse en la coyuntura de la transición democrática en un nuevo actor político con acceso a puestos de gobierno a través del Partido Acción Nacional, a la vez que encontró en las industrias culturales al nuevo opositor de una moralidad que consagraba los valores familiares y que también retomaba al neoliberalismo económico como un nuevo aliado. En la actualidad ya no se puede hablar de un bloque católico conservador. La configuración de “la ideología de género” como amenaza de los valores cristianos ha traído nuevas alianzas y reconfiguraciones de fuerza. Por un lado, han ingresado a la esfera cívico-política nuevos actores de ideología conservadora que provienen de congregaciones pentecostales y neopentecostales que establecieron alianzas puntuales e inusitadas alianzas en el Frente Nacional de la Familia. No obstante, estas alianzas no son permanentes. Mientras que los sectores católicos conservadores vieron en Andrés Manuel un enemigo del neoliberalismo y se constituyeron en su oposición, el movimiento neopentecostal integrado al PES y a la COFRATERNICE establecieron alianzas políticas con el partido MORENA y su líder Andrés Manuel López Obrador.
Hemos visto como la vigencia de los movimientos de inspiración conservadora consiste en su capacidad de configurar una gran otro amenazante. Pero este opositor va cambiando de rostros y contenidos. Por ello recurren constantemente a divulgación del miedo moral que permite que sectores más amplios de la sociedad se sumen a sus cruzadas. Este no sólo ha cambiado de rostro, sino que ha modificado del eje de la oposición básica del conservadurismo versus el Estado socialista o liberal. Por su parte, el cambio de cultura política populista neo-moralista del nuevo presidente en funciones transforma el eje de la oposición conservadores-Estado por una alianza estratégica con grupos neopenecostales a la vez que muestra desconfianza hacia movimientos emanados de la sociedad civil y opta por establecer un nuevo modelo de laicidad ya no separatista (como fue la tradición política mexicana) sino una laicidad colaboracionista con grupos religiosos con agendas moralistas, abiertos a establecer relaciones de corporativismo clientelar. Esta nueva modalidad de la laicidad no genera igualdad de trato entre los distintos grupos religiosos presentes en México, además de que legitima un poder con la instrumentación de fuentes sagradas de los símbolos religiosos.
Las condiciones de visibilidad, actuación y capacidad de influencia en lo político han variado a lo largo de la historia y recolocan a los sectores conservadores en nuevas plataformas de acción, ya no como ciudadanías religiosas opositoras del status quo, sino como agentes activos desde el poder. Por otra parte, el populismo neo-moralista que promueve el presidente Andrés Manuel López Obrador nos permite pensar en la capacidad que muchos grupos religiosos que abanderan posturas conservadoras (tanto católicos como diferentes denominaciones o coaliciones cristianas evangélicas) irán adquiriendo para canjear sus votos y apoyos políticos por plazas en las cámaras de diputados y senadores. En el presente, ésta es la trinchera en donde se juegan las políticas públicas para moralizar las instituciones, sobre todo respecto a las libertades sexuales y de género ( Pérez Guadalupe, 2018). Estos pactos, nos permiten imaginar un rezago en la agenda de los derechos y libertades de género para el futuro de México.
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