Editorial
La compilación de intervenciones desarrolladas durante las IX Jornadas Internacionales de Ciencias Sociales y Religión a fines de 2017 constituye, sin dudas, un aporte epistemológico y metodológico fundamental para las ciencias sociales abocadas al estudio del fenómeno religioso. Este libro, compilado por los sociólogos Joaquín Algranti, Mariela Mosqueira y Damián Setton, resulta un aporte importante no sólo para quienes deseen adentrarse en algunas de las muchas expresiones que la vida religiosa presenta en América Latina, sino también para aquellos interesados en pensar acerca de las formas en que construimos conocimiento desde las ciencias sociales. Como expresa Fortunato Mallimaci en el Prólogo, este libro constituye una apuesta epistemológica (y política) en tanto busca construir propuestas teóricas y analíticas a través de la reunión de académicos de diferentes países de Latinoamérica, formados en diferentes disciplinas de las ciencias sociales y con objetos de estudio de lo más diversos en términos geográficos, generacionales, de clase y de género. En ese sentido, el libro encarna un proyecto sobre el cual se suele insistir en ámbitos informales de las ciencias sociales locales pero que muchas veces no es llevado a la práctica: la posibilidad de construir teorías de alcance medio y general que problematicen los alcances aparentemente universales de las categorías producidas en los países centrales.
El libro comienza con una introducción a cargo de los tres compiladores en la que se propone una discusión sistemática y teóricamente fundamentada de una de las hipótesis que ha atravesado a las ciencias sociales desde finales del siglo XX: la crisis de las instituciones. El planteo de los autores es que la generalización simplificada de este diagnóstico de época ha implicado la reificación y deshistorización de una parte del fenómeno institucional (lo instituido), dotándolo de un aspecto excesivamente homogéneo e integrado. El alcance de esta generalización -que ha adquirido el estatuto de paradigma- al estudio del fenómeno religioso ha llevado a diferentes actualizaciones de una “ideología de la inclasificación” que dota al individuo de un protagonismo exacerbado a la hora de analizar la composición sistemas de creencias y prácticas religiosas en las sociedades contemporáneas. Para superar este reduccionismo Algranti, Mosqueira y Setton, lejos de abandonar el concepto de institución, proponen reconstruir al hecho institucional como objeto de estudio y, en ese recorrido, recuperan un segundo aspecto del fenómeno: lo instituyente. La atención sobre esta dimensión del fenómeno institucional les permite superar las hipótesis extremas acerca del individualismo religioso y proponer un esquema analítico que le devuelve protagonismo a lo social en el proceso de construcción de sensibilidades y prácticas religiosas que, como nos recuerdan, son siempre compartidas. Esta propuesta analítica queda resumida en la identificación de cuatro elementos que enfatizan el carácter dinámico, cambiante e irresuelto de lo instituido: las instituciones son invisibles, están haciéndose constantemente, producen síntesis y reducen complejidad, y participan de las formas de dominación social.
La capacidad heurística de esta pregunta por lo instituido en un esfuerzo por recomponer el carácter dinámico de “las instituciones como procesos” queda de manifiesto en la diversidad de objetos de estudio y de procesos de imbricación de lo religioso con otras esferas de la vida social, como se muestra en los distintos capítulos del libro. Así, la posibilidad de pensar los modos específicos a través de los cuales se instituyen, siempre de manera relacional, creencias y prácticas religiosas abre también el juego para pensar la religiosidad más allá de las denominaciones específicas que en general organizan nuestros debates.
Estos capítulos presentan, además, un segundo aporte epistemológico sobre el que me gustaría llamar la atención. El hecho de que sean, en su mayoría, capítulos cortos y, fundamentalmente, avances de investigación, los dota de un carácter reflexivo que da lugar a seguir preguntándose por lo instituyente y lo instituido, a involucrarse en un proceso de problematización y reelaboración de categorías a la luz de la evidencia empírica. Ello vuelve a este libro particularmente interesante, tanto para quienes se están adentrando en la investigación en ciencias sociales como para quienes se encuentran investigando hace años, al permitir al lector formar parte del proceso de elaboración de hipótesis y análisis que muchas veces queda invisibilizado en nuestras publicaciones.
Los capítulos exponen, entonces, distintas aristas del proceso instituyente definido y caracterizado en la introducción. En primer lugar, un conjunto de autores aporta a la reflexión sobre el carácter homogéneo y dinámico de instituciones tradicionales, como la biomedicina y las cárceles, que da lugar a la incorporación de prácticas y cosmologías espirituales en procesos de cura. Mercedes Saizar analiza el proceso de incorporación de terapias alternativas en los hospitales públicos de la ciudad de Buenos Aires y las estrategias de definición identitaria de los terapeutas alternativos. Por su parte, Luis Bahamondes y Nelson Martín Alarcón estudian la presencia agrupaciones evangélicas en las cárceles chilenas en actividades de la cura de adicciones y César Ceriani analiza las imbricaciones entre los sentidos cosmológicos, los habitus institucionales y las pragmáticas de la sanación de los pueblos originarios del Chaco, el sistema biomédico y las misiones protestantes. Asimismo, todos estos trabajos llaman la atención sobre la presencia de concepciones sacralizadas del cuerpo que se articulan, a través de activos procesos de negociación y tensión, con otros ámbitos de cura generalmente hegemonizados por la biomedicina.
Un segundo eje de aportes se vincula con la indagación acerca del papel activo que los objetos y los cuerpos tienen en la construcción de experiencias sagradas. En ese sentido, Scuro identifica al mercado editorial y a los rituales de toma de ayahuasca como mecanismos de institucionalización de esta sustancia. Por su parte, Rodolfo Puglisi analiza el papel del cuerpo y de la materialidad en tanto mediaciones de lo sagrado a partir de la relación que los devotos del líder neohinduista Sai Baba establecen con sus reliquias, su tumba y, mientras estaba vivo, el contacto con él. Por su parte, Daniel Alves y Kaique Cardoso estudian el mundo de las estéticas y el de la comercialización de bienes espiritualmente marcados muestrando la forma en que diferentes artistas y emprendedores brasileños que comenzaron vendiendo bienes culturales con marcas espirituales crecieron a partir de desmarcarse de lo religioso. Además, en su estudio sobre colectivos católicos que se despliegan en múltiples áreas de la actividad social en la Argentina, Verónica Giménez Béliveau encuentra una unidad en la centralidad del cuerpo como locus privilegiado de la experiencia religiosa.
Finalmente, un último conjunto de investigaciones muestra la influencia de los contextos multiculturales en la institucionalización de lo religioso. En ese sentido, Batia Siebzehner aborda la influencia de lo religioso la constitución de estilos de vida (marcados por prácticas de la vida cotidiana como el uso del tiempo, la vestimenta y la alimentación) y en la delimitación de fronteras étnicas en los movimientos de retorno en el judaísmo sefaradí de México y Panamá. Por su parte, Francisco De Bem analiza la institucionalización de las religiones afrobrasileñas en la Argentina como parte de un proceso de transnacionalización religiosa, preguntándose por la forma en que los grupos religiosos minoritarios son afectados al tiempo que transforman los procesos de construcción de las identidades nacionales. Finalmente, el capítulo de Natalia Jakurbecki extiende de manera interesante el contexto temporal de los referentes empíricos del libro al mostrar las transformaciones de la cristiandad latina hacia fines del siglo XI a partir de la recuperación e incorporación de conocimientos árabes y grecorromanos.