Artículo de Reflexión no Derivado de Investigación
Es preciso reconocer nuestra deuda con la infancia
It is necessary to acknowledge our debt to childhood
É necessário reconhecer a nossa dívida com a infância
Es preciso reconocer nuestra deuda con la infancia
MedUNAB, vol. 21, núm. 2, pp. 69-76, 2018
Universidad Autónoma de Bucaramanga
Recepción: 17 Noviembre 2017
Aprobación: 26 Octubre 2018
Resumen: Introducción. En la actualidad, los países más pacíficos y socialmente avanzados o desarrollados son aquellos que han invertido o invierten más puntos porcentuales del Producto Interno Bruto para garantizar el desarrollo y disfrute de la niñez (Noruega, Eslovenia, Finlandia, Países Bajos y Suecia), según el índice de g peligro para la niñez. Este artículo busca reflexionar sobre las situaciones que han generado una deuda histórica a la infancia y una desventajosa asimetría entre esta y la persona adulta. Esto genera en un futuro graves problemas de carácter social, moral, ético, político y laboral. Temas de la reflexión. Es pertinente reconocer que el objetivo final del desarrollo socioeconómico de un país es alcanzar una paz estable y duradera; una sociedad en la que el hombre no sea enemigo del hombre, que respete el entorno ambiental y se prevean y atenúen al máximo los peligros y desastres naturales. Para esto, es necesario formar hombres y mujeres encargados de construir y mantener este estado social. Garantizar la salud, la educación, el disfrute y el desarrollo pleno de la infancia es asegurar este objetivo. La inversión en la niñez es, tal vez, el factor más importante para generar el desarrollo global de un país. James Heckman, premio Nobel de economía, ha realizado investigaciones que demuestran que no hay otra inversión, socialmente válida, mejor que la que se hace en la infancia. La rentabilidad estaría dada, entre otras cosas, por el grado de escolaridad alcanzado, emprendimiento, vinculación y rendimiento laboral, disminución de los subsidios, disminución de la delincuencia y aumento en la recaudación de impuestos. Estos resultados son válidos no solo para los Estados Unidos, sino que, lógica y racionalmente, se pueden extrapolar a cualquier país del mundo. Conclusiones. La inversión generosa en la infancia es el hecho más importante en la prevención de la guerra y construcción de la paz. Un acompañamiento cuidadoso y amoroso de los niños en el que se satisfagan sus necesidades esenciales de afecto, salud, educación, alimentación, vivienda y recreación fructificará en hombres y mujeres más resilientes, en los que la empatía, la generosidad, la solidaridad, la seguridad y la confianza disiparán la necesidad de transformar la competencia y agresividad naturales en violencia. .Cala-Vecino J. Es preciso reconocer nuestra deuda con la infancia. MedUNAB. 2018;21(2):69-76. doi:10.29375/01237047.3451]
Palabras clave: Historia, Pediatría, Evolución Cultural, Cambio Social, Educación de la Población.
Abstract: Introduction. Currently, the most peaceful and socially advanced or developed countries are those that have invested or invest more percentage points of the Gross Domestic Product to ensure the development and enjoyment of childhood (Norway, Slovenia, Finland, Netherlands and Sweden), according to the child risk measure. This article aims to reflect on situations that have given rise to a historical debt to childhood and a disadvantaged asymmetry between the child and the adult. This gives rise to serious future issues on the social, moral, ethical, political and labor levels. Topics of reflection. It is appropriate to recognize that the ultimate goal of a country’s socioeconomic development is to achieve stable, lasting peace; a society in which there are no enemies, people respect the environment, and anticipate and mitigate natural disasters and hazards as much as possible. To do so, it is necessary to educate men and women responsible for building and maintaining this social state. Ensuring the health, education, enjoyment and full development of children secures this purpose. Investment in childhood is perhaps the most important factor to bring about the overall development of a country. James Heckman, awarded the Nobel prize in Economics, has conducted research that shows there is no socially valid investment better than the investment in childhood. Profitability would be given, among other things, by the level of education achieved, entrepreneurship, employment and job performance, a decrease in subsidies and crime, and an increase in tax collection. These results are valid not only for the United States, but can logically and rationally be extrapolated to any country in the world. Conclusions. A generous investment in childhood is the most important element in preventing war and building peace. Caring and loving support of children in which their essential needs of affection, health, education, food, housing and recreation are satisfied will pay off in more resilient men and women, in whom empathy, generosity, solidarity, security and confidence will dissipate the need to turn natural aggressiveness and competition into violence. .Cala-Vecino J. It is necessary to acknowledge our debt to childhood. MedUNAB. 2018;21(2):69-76. doi:10.29375/01237047.3451]
Keywords: History, Pediatrics, Culture Evolution, Social Change, Education of the Population.
Resumo: Introdução. Atualmente, os países mais pacíficos e socialmente avançados ou desenvolvidos são aqueles que investem ou investiram mais pontos percentuais do Produto Interno Bruto para garantir o desenvolvimento e o lazer das crianças (Noruega, Eslovênia, Finlândia, Holanda e Suécia), segundo o índice de risco para a infância. Este artigo procura refletir sobre as situações que geraram uma dívida histórica à infância e uma assimetria desvantajosa entre esta e a pessoa adulta. Isso gera no futuro sérios problemas de natureza social, moral, ética, política e trabalhista. Temas para reflexão. É pertinente reconhecer que o objetivo final do desenvolvimento socioeconômico de um país é alcançar uma paz estável e duradoura; uma sociedade na qual o homem não é inimigo do homem, que respeite o meio ambiente e prevejam-se e minimizem- se os riscos dos perigos e dos desastres naturais. Para isso, é necessário capacitar homens e mulheres para construir e manter este estado social. Garantir a saúde, a educação, o lazer e o pleno desenvolvimento da infância é assegurar este objetivo. O investimento na infância é, talvez, o fator mais importante para gerar o desenvolvimento geral de um país. James Heckman, Prêmio Nobel de Economia, realizou uma pesquisa que mostra que não há outro investimento, socialmente válido, melhor do que aquele feito na infância. A rentabilidade seria dada, entre outras coisas, pelo nível de escolaridade alcançado, empreendedorismo, emprego e desempenho no emprego, redução dos subsídios, redução da delinquência e aumento na arrecadação de impostos. Esses resultados são válidos não apenas para os Estados Unidos, mas, lógica e racionalmente, podem ser extrapolados a qualquer país do mundo. Conclusões. O investimento generoso na infância é o fato mais importante na prevenção da guerra e na construção da paz. Um acompanhamento cuidadoso e amoroso das crianças em que suas necessidades essenciais de afeto, saúde, educação, alimentação, moradia e recreação são atendidas produzirá homens e mulheres mais resilientes, nos quais a empatia, a generosidade, a solidariedade, a segurança e a confiança dissiparão a necessidade de transformar a competição e a agressão em violência. .Cala-Vecino J. É necessário reconhecer a nossa dívida com a infância. MedUNAB. 2018;21(2):69-76. doi:10.29375/01237047.3451]
Palavras-chave: História, Pediatria, Evolução Cultural, Mudança Social, Educação da População.
Introducción
La historia de la infancia está surcada de altos y bajos en la apreciación que la sociedad ha tenido por los niños y niñas. En general todos los países y entre ellos Colombia, han tratado históricamente a la infancia con una desventajosa asimetría respecto al adulto, lo que genera a futuro graves problemas de carácter social, moral, ético, político y laboral.
Los estados que se han percatado claramente de esta situación y están saldando su deuda con la niñez mediante inversiones cuantiosas, prácticas, inteligentes y continuas han logrado niveles de desarrollo social sorprendentes aun sin estar entre los más “ricos” del mundo.
El desarrollo es una construcción social que debe ser orientada y gerenciada inteligentemente por el estado, depurada de intereses politiqueros y de apetitos personales. La formación y consolidación del capital humano es el factor principal del desarrollo y el capital económico debe tener una función social.
Nuestro país ha vivido y vive una situación de profunda subvaloración de la niñez que se expresa en forma resumida en la deficiente calidad de atención en salud y educación que el estado ofrece a sus infantes. Colombia ha vivido por más de cincuenta años un conflicto armado interno, en el que los niños, sin tener responsabilidad en la guerra de los adultos, son los más afectados en todas las esferas de su personalidad, por las dolorosas y degradantes consecuencias que de ella se derivan. En Colombia, como bien sabemos los colombianos, esta falta de aprecio y valoración de la niñez ha sido particularmente acentuada por lo que se hace necesario reconocer y reparar la deuda con la infancia como punto central en la construcción y mantenimiento de la paz en el pos-acuerdo.
Contexto internacional
La cultura egipcia, la más antigua y conocida en occidente por la abundancia de elementos socio antropológicos, valoraba, protegía y cuidaba a sus niños, sin distinción de género, así nacieran deformes o con enfermedades. La familia nuclear era la unidad básica de la sociedad egipcia y la llegada de un niño o niña era objeto de gran regocijo y celebración. Tanto los niños como las niñas permanecían desnudos, tal vez, para protegerlos del intenso calor, hasta llegar a la pubertad, cuando los varones eran circuncidados en un ritual especial que anunciaba socialmente que su infancia había terminado. En las niñas, terminaba con la primera menstruación. Como la mortalidad infantil era muy elevada y parecía estar relacionada con el destete, se recomendó la lactancia hasta los cuatro años, como se lee en el Papiro de Aní (1); el rol de nodriza era, entonces, muy apreciado y bien remunerado dependiendo de la calidad de la leche, la cual era establecida por los médicos de la época basándose principalmente en su olor, como consta en el Papiro de Ebers (1).
En la antigua Grecia, los niños eran cuidados, atendidos y protegidos con esmero. Desde el momento en que la madre sabía o sospechaba que estaba embarazada era objeto de cuidados (2).
Platón recomendaba a las gestantes hacer ejercicio a fin de que el parto transcurriera normalmente y sin complicaciones. Escribió también sobre el valor de los juegos infantiles para el desarrollo de la personalidad y el talento individual. Aristóteles, por su parte, enfatizaba el valor de una alimentación adecuada (3).
En sus primeros años de vida los niños y niñas permanecían bajo el cuidado de las mujeres de la casa, dedicados principalmente al juego. La educación que se les impartía promovía el desarrollo integral y armónico de la persona. La mente se valoraba tanto como el cuerpo físico; allí florecieron, por igual, los deportes, las artes, la filosofía y las ciencias como en ninguna otra cultura de su tiempo. Platón en su obra República y Aristóteles en Ética a Nicómaco y Política (3-5), se refieren en repetidas ocasiones a la educación y la forma de educar. El primero fue el fundador de la Academia y el segundo de El Liceo, instituciones dedicadas a la educación hasta que fueron destruidas; la primera, 900 años después por el emperador Justiniano, quien la consideraba foco de paganismo, y el segundo, por el sanguinario dictador Lucio Cornelio Sila en su ataque a Atenas en el año 86 a.C.
Cuando el Imperio romano dominó estas culturas, paulatinamente se fueron perdiendo el aprecio, el cuidado y la educación liberal de los niños. Su máximo deterioro se alcanzó en la Edad Media bajo el influjo de la tradición judeocristiana impuesta por la Iglesia, convertida en la encargada de la educación tanto religiosa como seglar (6).
Al considerar que el pecado original, de Adán, era transmitido a todos los descendientes y que, por lo tanto, los niños y niñas nacían con él (7), se tejió a su alrededor un cúmulo de mitos, supersticiones, “hechizos” y rituales mágicos y religiosos que terminaron acabando con el cuidado amoroso de la infancia. Así, se generó una atmósfera de descuido y desprecio que condujo a ver a los niños y niñas como seres inferiores, objetos de propiedad de sus padres o terceras personas. El maltrato extremo y el infanticidio llegaron a ser aceptados sin reparos; podían ser abandonados, lanzados a la calle, privados de alimentos, dados en trueque, alquilados o regalados a otras familias, obligados a trabajar y explotados desde los tres años de edad.
Era tal el grado de oscurantismo, desapego y equivocación hacia los niños que Agustín de Hipona (San Agustín), filósofo, teólogo y uno de los padres de la Iglesia latina, pensaba que había maldad y polución inherente a la unión sexual. Por lo tanto, el niño nacía del pecado de Adán repetido y trasmitido de padres a hijos, del que solo se podía liberar mediante el bautismo y el arrepentimiento verdadero: .En maldad fui concebido y en pecado me nutrió en su seno mi madre” (7,8). Tomás de Aquíno, connotado intelectual y teólogo de la época, expresó: “solo el tiempo puede curar de la niñez y sus imperfecciones” (9). Para continuar con el mar de equivocaciones, el cardenal Pierre de Berúlle exclamó: “no hay peor estado, más vil y abyecto, después de la muerte, que la infancia” (9). El maltrato físico a los niños era absurdamente justificado en todas las clases sociales. Según consta en el diario de Jean Héroard, encargado de la educación de Luis XIII, recibió del padre, Enrique IV, la siguiente recomendación: “Aplica el castigo físico tantas veces como sea necesario porque puedo asegurar, por mi propia experiencia, que nada me ha hecho tanto bien en la vida” (10,11).
Los niños terminaron siendo vistos como homúnculos y se les negó el proceso de transformación cualitativa; el crecimiento se entendía como un cambio cuantitativo en tamaño y fuerza. Los procesos del desarrollo no eran tenidos en cuenta. Con esta visión, desde los seis años, los niños eran vestidos como adultos, realizaban los mismos trabajos de los adultos y se les exigía las responsabilidades de un adulto.
La mortalidad infantil era muy alta. Las mujeres debían tener al menos ocho partos, ya que más de la mitad de sus hijos morían antes de los seis años por falta de cuidados, enfermedades, desnutrición o malos tratos. Desde antes de los seis y hasta los doce años, eran los preferidos para trabajar en las minas de carbón y chimeneas, obligados a entrar en agujeros muy angostos donde los adultos no podían caber de ninguna manera (12).
Con la revolución industrial se produjo una masiva urbanización de la población, que buscaba una nueva vida, consecuencia de la vinculación laboral a las nacientes fábricas e industrias. La expansión de las ciudades multiplicó el número de viviendas que debían contar con una chimenea, alimentada con carbón, para protegerse del frío. Así nació el oficio de deshollinador. Este oficio, debido a la reducida luz de las chimeneas (23 por 36 cm como referencia estándar), era ejercido por niños comprados o alquilados en los asilos (workhouse) o directamente a los padres o sus tenedores. Un adulto, jefe de cuadrilla de deshollinadores, les enseñaba el oficio mediante práctica directa desde los tres años de edad. Contrataba y cobraba por el trabajo de los niños que escasamente recibían una pésima alimentación, un dormitorio comunitario sobre sacos tendidos en el piso de tierra y un baño con jabón una o dos veces al mes (o nunca). Se relataban accidentes de niños que sufrían incendio de su cuerpo al contacto con fuego, debido a la gran masa de hollín que acumulaban (12,13).
Numerosas manifestaciones del arte y la literatura dan fe de los horrores que, en nuestro tiempo, nos negamos a creer y aceptar. Estas atrocidades han sido plasmadas en distintas expresiones del arte. Así, nacieron novelas y cuentos como “Los hermanos negros” de Hanns Binder, “La pastorcita y el deshollinador” de Hans Christian Andersen, Corazón de Edmundo Amicis y “Oliver Twist” de Charles Dickens; algunos de los cuales han sido llevados al cine, como “Los hermanos negros” y “La leyenda del lago encantado”; pinturas como “El deshollinador” de Konstantin Razumov y musicales, como “El pequeño deshollinador”, ópera con letra de Erik Crozier y música de Benjamín Britten.
En 1755, Percivall Pott, cirujano y ortopedista británico, observó que muchos de estos niños, al llegar a la pubertad, presentaban una úlcera de evolución tórpida en escroto que no se veía en adolescentes que realizaban otras actividades. Le llamó particularmente la atención la localización de la úlcera y que todos los afectados realizaran el mismo oficio. Concluyó que el hollín acumulado en la ropa interior y en contacto con la piel del escroto era el causante de este tipo de cáncer. Esta observación, que relaciona directamente una enfermedad con la profesión ejercida, contribuyó al origen de la salud ocupacional que conocemos hoy (14).
La relación que encontró el Dr. Pott, entre el humo de las chimeneas y el cáncer de escroto, le hizo desconfiar también del humo del tabaco y alertó sobre su posible peligro.
En 1817 fue presentado, ante el parlamento inglés, un informe sobre las duras condiciones de vida de los niños deshollinadores y las enfermedades que padecían: atrofia del crecimiento, deformaciones de columna y extremidades, pérdida de visión, úlceras en los ojos, contusiones y quemaduras y, si llegaban a la adolescencia, cáncer de escroto. Sin embargo, fue solo hasta 1840 que se dictó una ley de protección para estos niños, aunque nadie la cumplió hasta 1875, cuando se obligó a los jefes de cuadrilla a someterse a un control policial y se impusieron multas y otras sanciones a quienes emplearan en este oficio niños, o sea, menores de 21 años. Este ejemplo se fue replicando en los países donde se realizaban las mismas prácticas.
Pero si la vida en la tierra desde su inicio, hace 3,800 millones de años, se ha negado a desaparecer a pesar de las grandes catástrofes cosmológicas, climáticas y geofísicas con las que ha tenido que evolucionar; la vida del hombre no es la excepción, su instinto de preservación individual y social lo han llevado a encontrar salidas victoriosas en los momentos críticos.
Voces desde todas las esquinas comenzaron a oírse en defensa de los niños. John Locke, médico y filósofo inglés y una de las voces más representativas del Siglo de las Luces, dice, en su Ensayo sobre el entendimiento humano (1666), que el niño no es bueno ni malo. El niño llega al mundo sin conocimientos, como una “tabula rasa”, y serán las experiencias sensoriales del medio natural y social en que viva, las que lo irán moldeando. El padre del liberalismo clásico aboga por una educación pública hasta los 14 años (15).
Jean-Jacques Rousseau, filósofo, pedagogo, músico y naturalista suizo, fue más allá y afirmó en El contrato social que “el hombre nace libre, pero en todos lados está encadenado”. De su Emilio, o De la Educación extraemos las siguientes frases: “el hombre es bueno por naturaleza”, “la naturaleza formó a los niños para que fuesen amados y asistidos”, “el niño sabe algo no porque se lo hayas dicho sino porque lo ha comprendido”. Este nuevo paradigma de la educación que Rousseau construyó en el Emilio, y que destruyó para siempre los cimientos de la pedagogía escolástica, haría exclamar más tarde al reconocido poeta inglés William Wordsworth “En el niño habita el hombre del mañana” (16,17).
Después de ello, todos hemos oído distintas frases referentes a que los niños son el futuro del mundo; más recientemente, César Muñoz Jiménez,(18) consultor internacional de infancia, juventud y participación ciudadana, dice: “los niños son el futuro, pero también el presente, la infancia nunca será futuro si no es presente”. Significa, creo, que es responsabilidad de los adultos proporcionar el cuidado y propiciar los espacios adecuados lúdicos, pedagógicos y de interacción social, que permitan a los niños el desarrollo pleno de sus facultades en cada una de las etapas de su vida. También significa que se les debe facilitar la participación en la toma de decisiones importantes y proporcionar los medios para su realización (18).
He tratado de resumir, con frases, el gran trabajo que desde todas partes del mundo se viene haciendo para reivindicar la infancia, redefiniendo la inmensa importancia y valor de los niños como fundamento de la moralidad de una sociedad, capaz de asegurar la permanencia y la trascendencia del hombre, y por supuesto, de la vida en nuestro planeta.
Si bien es cierto que es innegable el valor de las construcciones teóricas en el direccionamiento del desarrollo individual y social del hombre, también es cierto que su aterrizaje fáctico es igual o más importante. En este sentido, cabe destacar como un hito, la fundación en 1802, del primer hospital pediátrico: Hospital para Niños Enfermos de París, consecuencia de la Revolución Francesa.
Muchas organizaciones para el cuidado de los niños, públicas y no gubernamentales, fueron apareciendo y desapareciendo en diversos tiempos y lugares.
Como consecuencia de la Primera Guerra Mundial, cuyas acciones bélicas terminaron gracias al armisticio aceptado por Alemania el 11 de noviembre de 1918, gran cantidad de niños, en toda Europa, quedaron con sus familias desintegradas y, por consiguiente, sufrieron orfandad, desplazamiento, abandono, enfermedades y miseria. Conmovida por esta situación, Eglantyne Jebb, docente de profesión y activista social inglesa, con un grupo de colaboradores entre los que destaca su hermana Dorothy, crearon, en 1919, en el Reino Unido, la fundación Save the Children, con la intención de mitigar su sufrimiento en lo atinente a la salud, la educación y la nutrición (19,20).
La experiencia de Eglantyne, como presidenta y directora de la fundación, la llevaron a concebir la necesidad de una perspectiva de derechos para comprometer la voluntad política y social de gobiernos y comunidades en la defensa de los niños. Fue así, como en 1923, escribió la Declaración de los Derechos del Niño, publicada en la revista The World’s Children y aprobada, al año siguiente, por la Quinta Asamblea General de la Sociedad de las Naciones. En adelante, se conocería como Declaración de Ginebra sobre los Derechos de los Niños.
La Segunda Guerra Mundial, que culminó en 1945, alteró las relaciones políticas y la estructura social del mundo. La Organización de las Naciones Unidas (ONU), que reemplazó a la anterior Sociedad de las Naciones, fue creada con el objetivo de fomentar la cooperación internacional y prevenir futuros conflictos.
En 1958, la asamblea general de la ONU, aprobó la Declaración de los Derechos del niño, basada en la Declaración de Ginebra, pero adaptada a las circunstancias del momento. De ahí, salió la idea de realizar una convención que tuviese poder vinculante sobre los países signatarios. Fue así, como en 1989, se aprobó la Convención sobre los Derechos del niño firmada y ratificada en la actualidad por 196 Estados miembros.
En septiembre del año 2000, los gobernantes de 189 países o sus delegados miembros de la ONU, se reunieron para aprobar la Declaración del Milenio que contiene ocho objetivos o propósitos de desarrollo humano. Ellos son: a) erradicar la pobreza extrema y el hambre, b) lograr la enseñanza primaria universal, c) promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer, d) reducir la mortalidad infantil, e) mejorar la salud materna, f) combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades, g) garantizar la sostenibilidad del medio ambiente y h) fomentar una asociación mundial para el desarrollo (21).
Por primera vez en la historia, la humanidad, representada por sus principales líderes, manifiesta su voluntad y compromiso para desarrollar una agenda común, orientada hacia la búsqueda de su desarrollo integral y global.
Cada uno de los objetivos establecía metas que debían ser cumplidas en el año 2015; la meta del cuarto objetivo era reducir en dos terceras partes la mortalidad infantil.
Según el informe de Naciones Unidas en el 2015, la tasa de mortalidad de niños menores de cinco años se ha reducido, a nivel mundial, de 90 a 43 muertes por 1,000 nacidos vivos entre 1990 y 2015, lo que equivale a un cumplimiento del 86% de la meta. Esto significa, según el mismo informe, que en el mundo morirán 16,000 niños cada día y que, en consecuencia, “la supervivencia de los niños debe continuar siendo un tema central de la agenda de desarrollo posterior al 2015” (22).
América Latina y el Caribe, por su parte, redujeron la mortalidad en menores de cinco años, de 54 a 18 por 1,000 nacidos vivos, lo que significa que la meta se cumplió (23).
Colombia logró una reducción de la mortalidad de 37 a 17.8 por 1,000 nacidos vivos con un 94.4% de cumplimiento del objetivo.
Llama poderosamente la atención, en este informe, la tremenda desigualdad e inequidad existente en nuestro país, pues mientras en algunos municipios como Envigado e Itagüí (área metropolitana de la ciudad de Medellín) la mortalidad infantil es apenas de 6.06 y 7.02 por cada 1,000 nacidos vivos, respectivamente, en Puerto Alegría, Miriti-Paraná y La Victoria (en el departamento del Amazonas), la mortalidad es de 81.48, 74.49 y 70.75. (21)
En el informe de Save the children, titulado “En deuda con la niñez” y publicado el 31 de mayo del 2017, se clasifican 172 países de acuerdo al grado de favorabilidad o amenaza para el desarrollo y disfrute de la infancia. Para este propósito se utilizó el Índice de Peligro para la Niñez que analiza los siguientes ocho indicadores: a) mortalidad de niños y niñas menores de cinco años, b) malnutrición que provoca retraso del crecimiento, c) infancia que no va a la escuela, d) trabajo infantil, e) matrimonio precoz, f) partos de adolescentes, g) desplazamientos debido a conflictos y h) homicidios de niños y niñas (20).
Se establecieron cuatro grupos de países, ubicados en franjas de distinto color: verde, amarillo, naranja y rojo, dependiendo del grado de favorabilidad para el desarrollo y disfrute de la niñez.
En la primera franja se ubicaron 37 países encabezados por Noruega, Eslovenia, Finlandia, Países Bajos y Suecia, en la segunda franja 74 países, en la tercera 42 y en la cuarta 19, correspondiendo a los que representan una grave amenaza para el disfrute de la niñez. En el extremo final de esta franja se encuentran Níger, Malí, República Centroafricana y Somalia. Colombia está ubicada en el penúltimo grupo (naranja), ocupando el puesto 118.
Contexto Colombiano
Cuando se examina cuáles fueron los indicadores que con más fuerza incidieron en el bajo posicionamiento de Colombia, en el Índice de Peligro para la Niñez, se encuentra que ocupa el quinto lugar entre los países donde los niños y las niñas resultan más afectados debido a los conflictos; solamente Siria, Sudán del Sur, Somalia y República Centroafricana están peor. Al examinar la tasa de homicidios infantiles, Colombia ocupa el cuarto lugar en el mundo, solamente Honduras, Venezuela y El Salvador la superan (20).
Colombia está viviendo, tal vez, el momento histórico más importante de su vida sociopolítica, después de la independencia, en 1819; me refiero a la firma del acuerdo de paz con las FARC, el grupo guerrillero que, desde hace más de 50 años, en confrontación con el Estado y más tarde con grupos paramilitares, han llevado la guerra hasta lo más profundo de la degradación humana.
Se sabe que el dolor y los estragos de la guerra, los sufren con más intensidad los grupos más vulnerables de la población y entre estos, principalmente, los niños por su estado de indefensión y su fragilidad biopsicosocial.
Los niños han sido afectados por todas las formas de violencia y en toda su integridad personal.
En el cuerpo físico, cuando han caído asesinados, han muerto como efecto colateral o han sido mutilados por las llamadas minas antipersonales o “quiebra patas”. En la esfera emocional, al ser testigos del asesinato de sus seres más queridos: madre, padre, hermanos, etc., o amenazados para que abandonen sus espacios de residencia solos o con sus padres y familiares. En el componente social, al ser privados de las personas encargadas de su manutención, debiendo sufrir hambre, desnudez, destecho o desplazamiento con sus familiares a ámbitos desconocidos y hostiles, donde sufren deprivación psicosocial, enfermedades, desnutrición e interrupción de sus procesos lúdicos y educativos, viéndose en muchos casos obligados a trabajar para colaborar con la supervivencia familiar.
Después de todos estos destrozos terminan como personas adultas, apenas una caricatura en negativo de lo que hubiesen podido llegar a ser.
Hoy se tiene claro que para la conquista de la paz no basta de ninguna manera, ni es lo más importante, la firma de un acuerdo; esto es solamente un hecho puntual, simbólico, que busca y puede aunar las voluntades y esfuerzos de los actores de la guerra, organizaciones no gubernamentales y de la sociedad civil para trabajar con generosidad, transparencia y veracidad en su construcción a corto, mediano y largo plazo: es decir con verdaderos hechos de paz.
Indudablemente, uno de estos hechos, cuyos frutos se verán en el mediano plazo, es la cancelación de la tremenda deuda que se ha acumulado, en todo este tiempo, con la infancia.
Investigaciones recientes en el campo del neurodesarrollo concluyen que el crecimiento del cerebro en número de neuronas, formación de las diferentes áreas y estructuras topográficas funcionales, número de conexiones interneuronales (sinapsis) implicadas en la formación de las redes necesarias para los procesos cognitivos, sociales, emocionales, de planeación y toma de decisiones, motrices, etc. están mayoritariamente completos al terminar la primera infancia. Los tiempos y oportunidades perdidas en el logro de estas metas son, en la práctica, irrecuperables en su totalidad a pesar de la plasticidad cerebral y los nuevos tratamientos existentes en la actualidad, y representan una situación de desventaja para alcanzar la meta de una adultez plenamente funcional (24,25).
James Heckman, profesor de la Universidad de Chicago y premio Nobel de economía, ha realizado investigaciones que demuestran con hechos que no hay otra inversión, socialmente válida, mejor que la que se hace en la infancia: “Es más rentable invertir en párvulos que en bolsa”. Ha mostrado cómo cada dólar invertido en la infancia, principalmente en educación, redita, dependiendo del momento de la inversión, entre 7 y 21 dólares. Según él, este rendimiento está dado, entre otras cosas, por el grado de escolaridad alcanzado, el emprendimiento, vinculación y rendimiento laboral, disminución de los subsidios y de la delincuencia, y aumento en la recaudación de impuestos (26).
Siempre se ha pensado que solamente los países desarrollados pueden asignar presupuesto suficiente para la atención de la infancia; ahora podemos concluir que es la inversión en la infancia tal vez el factor más importante para generar el tan buscado y deseado desarrollo.
Para concluir, cito la frase de Nelson Mandela: “No puede haber una revelación más intensa del alma de una sociedad, que la forma en la que trata a sus niños” (27).
Conclusiones
La inversión generosa en la infancia es el hecho más importante en la prevención de la guerra y construcción de la paz. Un acompañamiento cuidadoso y amoroso de los niños que satisfaga sus necesidades esenciales de afecto, salud, educación, alimentación, vivienda y recreación fructificará en mujeres y hombres más resilientes donde la empatía, la generosidad, la solidaridad, la seguridad y la confianza, disiparán la necesidad de transformar la competencia y agresividad naturales en violencia.
Referencias
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Notas de autor
Jaime Cala Vecino, Universidad Autónoma de Bucaramanga, Facultad de Ciencias de la Salud, Conjunto Calatrava, Autopista Floridablanca, Piedecuesta Santander, Colombia. E-mail: jcve@unab.edu.co
Información adicional
Conflicto de intereses: El autor declara no tener conflictos de interés