La fotografía, al igual que una revista, es un corte en el tiempo y espacio, y al ser releída, estudiada o interpretada se posiciona físicamente en una dimensión expandida. Es así que el soporte fotográfico no es solamente un instrumento que nos permite ver las sombras que se proyectan en el fondo de la caverna, sino que las voces que se advierten al exterior, las risas o el crispante grito de horror, nos acercan a nuestros diálogos, locuras y espantos.

La fotografía no es sólo un documento histórico, un componente que nos acerca a la cultura visual de un circuito de creación y a otro de consumo. Es, al tiempo de todo lo anterior, un fragmento que se refiere al tránsito de cuerpos, de sentimientos y estéticas; nos presenta relaciones de género, juegos de poder y no se resiste a revelar paradojas que, atreviéndonos, desafían nuestras estructuras cognitivas.

Analizar fotografías nos relaciona directamente con el pasado o, mejor dicho, disuelve las fronteras del tiempo lineal y recoloca los problemas no resueltos porque perdimos la autoconciencia colectiva: si no resolvemos los crímenes del pasado, ¿cómo zanjaremos las injusticias del presente? La foto, mientras subsista, permitirá que se active la memoria y nos llevará a un (re)pensar si, por ejemplo, detrás de un gesto alegre no se esconde la más profunda tristeza.

El Departamento de Arte de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México tiene un gran interés en explorar las posibilidades de la imagen fotográfica desde acercamientos que desafíen las teorías de la imagen ya establecidas. Tenemos la certeza de que vamos transitando hacia exploraciones transdisciplinarias que permitirán la resolución de problemas complejos, ya sea directamente relacionados con la visualidad o bien a los temas referidos por la imagen en sí misma.

Alberto Soto Cortés