Entrevista
¿La maternidad como condición sine qua non de la mujer? Entrevista a la fotógrafa mexicana Judith Romero
Judith Romero, an Interview by Dayma Crespo Zaporta
¿La maternidad como condición sine qua non de la mujer? Entrevista a la fotógrafa mexicana Judith Romero
NIERIKA. Revista de Arte Ibero, núm. 19, pp. 196-214, 2021
Departamento de Arte de la Universidad Iberoamericana
Introducción
La elección de no ser madre es una temática llena de zonas de ocultamiento a causa de la existencia de tabúes, estereotipos, constructos e imaginarios sociales. Por ello, la propuesta de la artista mexicana Judith Romero (Veracruz, 1976), con su serie Otras mujeres. La decisión de no tener hijos, resulta tan reveladora y reflexiva. Se trata de una idea de carácter feminista para pensar a través de imágenes y estudios de caso las subjetividades de mujeres que decidieron no seguir los mandatos de una sociedad patriarcal en la que la figura femenina se entiende en un contexto hogareño, como reproductora y cuidadora de la descendencia. De esta manera, han ignorado el “reloj biológico” de la maternidad por razones disímiles, sólo comprensibles en el interior de la historia de vida de cada una de ellas.
Su obra es autoexploratoria; parte de una experiencia personal para luego transfigurarse en poética artística. Con este afán construye una suerte de mapa antropológico en el que vivencias similares conectan a féminas de distintas partes del mundo, y lleva su quehacer creativo al plano de la universalidad temática. Es un tipo de fotografía que apela a la singularidad de cada una de estas mujeres, se sincroniza con sus historias de vida, y deconstruye el trillado estereotipo de la mujer no madre como amargada, vacía, hueca, rota, poco creativa e incompleta. Sin dudas, un tema acuciante en la contemporaneidad, que atraviesa cuerpos, culturas y entramados sociopolíticos.
Tuve la oportunidad de conocer un poco más a la Judith Romero, mujer, diseñadora editorial, fotógrafa, curadora, oaxaqueña por elección, entre otras identidades que la conforman. Las notas que presentaré a continuación serán una suerte de recorrido por su vida, sus años de carrera, sus inquietudes, pasiones, búsquedas y proyectos. Llegué a ella interesada por su proyecto Otras mujeres y he encontrado más tarde a una artista y una obra que desborda temáticas específicas y contextos socioculturales, un libro abierto que permite sumergirse en sus páginas.
¿Cuál es tu formación profesional?
A los 18 años salí de mi casa (en Orizaba, Veracruz) para venirme a vivir y a estudiar al lugar que siempre soñé y de donde era originaria mi madre: Oaxaca. En 1995 ingresé a estudiar a la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO), pero tuve que trabajar para sobrevivir y pagar mis estudios, ya que desde los 18 años soy independiente económicamente. Así que aprendí en la Universidad, pero también al desempeñar múltiples trabajos de medio tiempo, a veces con jornadas extenuantes. Tuve la experiencia de trabajar en un despacho especializado en derecho civil y posteriormente en la Procuraduría General de Justicia del Estado de Oaxaca; esto me hizo darme cuenta de que no tenía mucho futuro como abogada: era un medio muy injusto, machista y conflictivo donde siempre ganaba quien tenía más poder e influencias. Creo que, más bien, mis inquietudes estaban puestas en otras búsquedas y fue por ello que poco a poco me conecté con el mundo editorial, del diseño, de la investigación y de la fotografía.
Vinculada con esas búsquedas, una de las más gratas experiencias que me dejó la universidad fue descubrir temas relacionados con la complejidad y riqueza de los pueblos indígenas. Gracias a ello, como tesista pude obtener en 2002 una beca en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) para realizar una investigación sobre los Huicholes de Jalisco, para el proyecto de “Perfiles de los Pueblos Indígenas” coordinado por el doctor Salomón Nahmad. Esta experiencia fue también un detonante para mi formación, pues me permitió conocer otra cultura y otro mundo a través de las comunidades wixarika. Además, llevé mi cámara de 35 mm y pude realizar algunas fotografías, lo que me reveló una nueva perspectiva para aprender de otras culturas y lugares que desconocemos.
¿Cómo llegaste al mundo de la fotografía?
En el año 2000, cuando egresé de la universidad, gracias a la invitación de Abraham Nahón, director de la revista de arte y literatura Luna Zeta (y quien es mi pareja actualmente), me integré a apoyar algunas de las actividades editoriales hasta formar parte, tiempo después, de su consejo editorial. La revista era un sitio idóneo para compartir y explorar en colectividad las ideas políticas, la creatividad, la bohemia, la irreverencia y los encuentros con diversos artistas, escritores, fotógrafos, periodistas, etcétera. Se construyó una amplia red con editores y creadores al asistir a ferias de libro, presentaciones y encuentros nacionales. Esta relación con un campo artístico tan prolífico y diverso también fue formativa, pues me permitió conocer proyectos, talleres y ejercicios creativos de múltiples disciplinas y artistas visuales.
Poco a poco fui asumiendo la responsabilidad de diseñar la revista (y hacer el registro fotográfico de la obra de muchos artistas), pues la edición de imágenes y su diseño fue lo que más me apasionó. Así, este proyecto editorial independiente fue una plataforma que me permitió conocer y adentrarme en el periodismo cultural, el diseño editorial y la fotografía. Me dio las herramientas técnicas para trabajar sobre imágenes y diseño, así como la confianza para asumirme como fotógrafa, luego de ejercer desde hacía 15 años de manera constante y profesional la disciplina. Y Oaxaca ha sido para mí el lugar donde encontré una comunidad artística vital y donde pude desplegar esa exploración desde lo visual. Aquí me formé, a la par, en cursos y talleres de diseño y fotografía, algunos de ellos en el Centro de las Artes de San Agustín (CASA) y en el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo (CFMAB).
¿Qué temas son los que han formado parte de tu quehacer fotográfico?
Me interesa reflexionar desde una visión feminista; creo que aún hay restricciones, desigualdades y prejuicios a los que seguimos sometidas las mujeres en una sociedad patriarcal y machista. Por ello me ha interesado explorar, desde mi propia visión, las condiciones bajo las cuales las mujeres construyen sus vidas actualmente, así como testimoniar su presencia como sujetos activos en la transformación de las sociedades. El poder desarrollar proyectos con diversas mujeres me ha enseñado a mirar otras realidades y experiencias, lo que ha ampliado mi visión al darme a conocer sus luchas cotidianas ante las adversidades que enfrentan. Así he realizado las series fotográficas Otras mujeres y Nosotras: narrativas para un futuro. Este último proyecto lo inicié en 2019 en comunidades indígenas con mujeres jóvenes de Oaxaca, y se quedó suspendido por la pandemia.
También he trabajado fotográficamente en la exploración (sensual y sensible) de las formas del cuerpo femenino y los seres vegetales -endémicos y nativos de México- en un proyecto que denominé Biodesnudez. Esta otra forma de trabajar creativa y visualmente la intimidad la he logrado gracias a la complicidad de amigas que han participado como modelos en sesiones realizadas en interiores, lo que ha dado lugar a imágenes a puerta cerrada.
Creo que la reveladora experiencia que tuve al conocer a las comunidades wixarika me llevó a afianzar esa inquietud por seguir conociendo otras culturas. Afortunadamente, Oaxaca posee una enorme diversidad cultural y étnica, lo que me ha permitido ir explorando poco a poco algunas de sus comunidades y culturas. Por ello otra temática recurrente en mi trabajo fotográfico está vinculado a los pueblos indígenas, mestizos y afromexicanos, pues he visitado y fotografiado algunas de sus fiestas, carnavales, pobladores y paisajes.

Mi tía Eloína fue la solterona de la familia, era la señorita y se hablaba de ella con mucha lástima. Esto me hace recordar aquellas frases que se decían en los setentas en Veracruz: “Se quedó para vestir santos”, “Pobrecita, no tuvo hijos”, “Pobrecita, no se casó”, “No hubo nadie que le hiciera el favor”. ¿Puede haber algo más denigrante?, lo que para mi tía fue una sentencia, para mí fue una elección, una decisión de no tener hijos.
Desde luego, el viaje está siempre presente. Viajar a comunidades u otros países ha sido central para mi ejercicio fotográfico. Así, durante estos 15 años de desplazamientos por diversas latitudes y escenarios he conjuntado una serie que denominé Pasajera en tránsito. He seleccionado fotografías donde creo que logro plasmar una dimensión cultural y estética a lo largo de estos viajes intermitentes. En estas travesías emergen paisajes, arquitecturas, objetos y personas que nos permiten volver a mirar, con detenimiento, nuestro diverso y transitorio mundo.
¿Por qué trabajar por proyectos más que por fotografías aisladas?
Creo que trabajar con proyectos te permite investigar, conocer y explorar más a profundidad un tema. Por momentos se vuelve una obsesión y una búsqueda constante, lo cual ayuda a concentrar los pensamientos y la energía en torno a una temática visual y documental definida. Puedes reflexionar y organizarte mejor al trabajar sobre un proyecto; además, en mi caso, debo realizar otras actividades laborales -como el diseño editorial- ya que no hay financiamiento para este tipo de proyectos fotográficos, lo que implica desarrollarlos de manera intermitente.
Sin embargo, también hay fotografías que aparentemente están aisladas, pero con el tiempo resulta que se van conjuntando muchas imágenes que he realizado sobre ciertas temáticas, como en el caso de los viajes, lo cual ayuda a configurar y seleccionar una carpeta que integra más tarde estos trabajos.
¿Por qué escoges la decisión de no ser madre como eje articulador de tu poética artística en la serie Otras mujeres. La decisión de no ser madre?
Es profundo experimentar lo que las feministas en los años setenta ya habían manifestado: lo personal es político. Y una de las experiencias más complejas que he tenido a lo largo de mi vida fue reflexionar en diversos momentos sobre mi decisión de ser o no ser madre. En 2010, a los 34 años, de manera definitiva decidí no tener hijos. Esta decisión no fue nada fácil y me di cuenta de la dificultad que representa hablar de ella o de las múltiples implicaciones que tiene, pues atraviesa toda nuestra vida.
Al momento de vivir mis mayores dudas padecí prejuicios y reproches por inclinarme a tomar esta decisión. Advertí que es un tema tabú, que muchas veces ni entre amigas de mi generación se hablaba. Además, en mi entorno nunca tuve algún referente de mujeres que hayan expresado abiertamente su decisión de no ser madres. Ésta es una parte fundamental; existe una gran promoción hacia la maternidad, pero no se menciona ni se reconoce que existen mujeres que no son madres. Se les ha invisibilizado, naturalizando el hecho de ser madre como sinónimo -y obligación- de ser mujer.
Todo esto me llevó a reflexionar sobre la importancia de romper el silencio y dialogar con otras mujeres para visibilizar sus experiencias e historias, y con ello mostrar otros referentes y alternativas de vida de mujeres que, a pesar de las adversidades y presiones, han optado por no seguir los mandatos sociales al abrir un camino propio.
Si bien nació como una reflexión íntima y personal, de repente pensé en llevarla a una reflexión compartida con otras mujeres, articulada sobre la potencia que tiene decidir sobre nuestro propio cuerpo y, en este caso, decidir sobre no ser madre. Me di cuenta de que la potencia (conceptual, vivencial y artística) estaba en la decisión.
Ante la constante disyuntiva a la que nos enfrentamos las mujeres, sería más fácil tomar una decisión -sin temores ni prejuicios- si se visibiliza que hay múltiples formas de vida y diversos referentes, incluyendo a las no madres.
¿Cómo entender tu proyecto dentro del contexto de luchas feministas que vivimos?
El mismo proyecto me ha llevado a entender que muchas de las justas demandas que hoy en día se han difundido ampliamente en las luchas feministas forman parte de múltiples experiencias de lucha de diversas mujeres a lo largo del tiempo. Por ejemplo, la maternidad elegida o el derecho al aborto han sido exigencias de décadas, pero actualmente han tenido mayor resonancia al gestarse otras dinámicas de lucha más abiertas e intensivas.
Creo que toda obra está vinculada con su tiempo y espacio, y existen ciertos cuestionamientos y preguntas en el momento histórico en el que se realiza. Si bien considero que el proyecto es pionero, desde su propia perspectiva visual y testimonial, veo que los medios ya enuncian un poco más a las mujeres que no tienen hijos, y ya me he encontrado con un par de investigaciones de tesis o libros que trabajan el tema, aunque con una perspectiva distinta. Me parece que ello está muy bien, ya que es un tema muy amplio y profundo que debe abordarse desde múltiples enfoques.
Otras Mujeres está totalmente vinculado a las luchas feministas actuales (y también a las precedentes). Así que, aunque la conceptualización del proyecto es muy contemporánea, incluso al plantearme su producción desde la fotografía digital a color, cuando fui invitada para exponer una primera etapa del proyecto en el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (MACO) en el 2017, propuse realizar una mesa de discusión sobre el tema e invitar al debate y a la construcción del evento al Grupo de Estudios sobre la Mujer “Rosario Castellanos” (GESMujer), que lleva 40 años de trabajo con mujeres de Oaxaca. Eso le dio mayor fuerza y éxito al evento, ya que desde mi punto de vista hay que reconocer las luchas y esfuerzos colectivos que nos preceden para conjuntar en sororidad pasado y presente.

En esa exposición del MACO, una de las frases que se retomó de uno de los testimonios de las mujeres entrevistadas fue: “Sé que mi decisión tiene un impacto político”. Es precisamente esta frase biográfica la que nos identifica o conecta con las luchas feministas en donde surgió hace décadas el potente pensamiento de “Lo personal es político”.
Y ahora, a partir de las tecnologías y redes sociales, las luchas feministas son más globales en su difusión. Entonces el efecto de la “Marea Verde”, surgida en Argentina en 2018, se intensifica en toda latinoamericana, sobre todo para las generaciones más jóvenes. Así que de algún modo esa extensa visibilización y coraje mostrado en las múltiples luchas feministas actuales también va cargando de energía y empatía a varias mujeres de Latinoamérica.
¿Podrías mencionar algunas fuentes teóricas de las que bebas en términos conceptuales para esta serie?
Entre mis fuentes bibliográficas fundamentales se encuentran El segundo sexo (1949), de Simone de Beauvoir; Existe el amor maternal (1981) y La mujer y la madre (2011), de Elisabeth Badinter; Mujeres sin sombra. Maternidad y tecnología (1991) y Figuras de la madre (1996), así como la tesis Polifonía de la no maternidad: Narrativas de mujeres mexicanas en torno a sus experiencias (2019) y el curso impartido en el Museo Memoria y Tolerancia “Construcción social de la no maternidad en el siglo XXI: una mirada feminista” (2020) por la doctora en psicología Brenda Magali Gómez Cruz. Gracias a estas lecturas pude sentirme con cierta claridad para aventurarme en el proyecto, ya que son textos claves para entender el constructo social que se ha creado en torno a la mujer.
Desde el punto de vista formal, ¿qué rasgos caracterizan esta serie?
Este proyecto visual está vinculado con la otredad o la alteridad. El derecho a ser distinto, a ser otro. En este sentido, es hablar y mostrar que existen mujeres que desean no ser madres. Constituye una construcción del “no” y es maravilloso porque las negaciones son también formas de resistencia.
Es un proyecto que quiere incidir en la reflexión de la diversidad, se busca no caer en el estereotipo de la madre y no madre, evitar pensar o creer que hay una polarización dicotómica -todo o nada / blanco y negro-. Hay diversidad entre las madres y las no madres. Lo importante es que sean maternidades o no maternidades elegidas. Entender que hay distintas formas de vida y que el concepto de familia está cambiando.
Creo que debemos siempre defender la diversidad y ahí debe incluirse el no a la maternidad, la decisión de no ser madre. Luchar para derrumbar los estereotipos y los mandatos sociales de cómo debe ser una mujer.
Además, el proyecto visual se planteó desde un enfoque contemporáneo, con retratos y fotografías digitales a color y video que incluyen los testimonios de las mujeres entrevistadas. Uno de los rasgos principales está sustentado en la diversidad sexual, cultural y geográfica de las mujeres consideradas. La profundidad de las entrevistas fue definiendo y ampliando las posibilidades visuales para retratar a las mujeres y sus contextos.
Asimismo, siempre se proyectó que las imágenes deben exhibirse junto a los testimonios, puesto que las historias de vida y las experiencias compartidas por las mujeres tienen gran relevancia para la comprensión y reflexión en torno a su decisión.
La visualidad de la maternidad es algo que compartimos socialmente, ¿qué elementos consideras que integran la visualidad de no ser madre?
Precisamente esta pregunta fue clave y me la hice en muchos momentos. ¿Cómo llevar a la imagen una ausencia o una decisión de algo que no tiene una presencia visible (como sí lo tiene la maternidad)?
El proyecto me fue dando algunas respuestas conforme avanzaba. Por ejemplo, entendí que la decisión de no ser madre no se da en un momento determinado; es decir, no hay ese “momento decisivo”, porque la decisión se construye en diversos procesos y etapas. Y menciono esto en relación con que para el gran fotógrafo Cartier Bresson las fotografías estaban determinadas por un “momento decisivo”. Así que, en este caso, no podría haber una imagen decisiva o de un momento único, sino varias imágenes vinculadas a sucesos y experiencias significativas en sus vidas, en torno a esta decisión que atraviesa toda nuestra existencia. Entonces, la visualidad de no ser madre, el mismo proyecto, me fue indicando que podría realizarse con imágenes vinculadas a los testimonios e historias registradas en las entrevistas.
También comprendí que la visualización requería de diversos escenarios, por lo que me trasladé a algunos de los más significativos e importantes: elementos y sitios de su infancia, contextos de trabajo donde pasan gran parte de su vida, atmósferas emotivas para ellas, espacios de cotidianeidad como sus cocinas, o de intimidad como sus dormitorios, así como elementos decorativos y objetos donde ponen en juego su minuciosa creatividad.
Hasta el momento ¿cuántos estudios de caso conforman Otras mujeres?
Desde 2014 -cuando inicié el proyecto- a la fecha, he podido retratar y entrevistar a profundidad a 18 mujeres de diversas procedencias: Argentina, Chile, Brasil, México, España, Estados Unidos, Francia y Polonia. Fue difícil hallar a la mayoría de las mujeres entrevistadas. En el proceso, algunas no estaban seguras de su decisión y otras de plano no quisieron ser entrevistadas ni mostrar sus historias íntimas.
Existe un afán antropológico (entrevistas, historias de vida, testimonio) en tu proceso artístico; ¿cómo integras eso a la fotografía que vemos?
Creo que la fotografía es una herramienta importante para conocer otras culturas y personas. Para profundizar y no quedarse en una imagen instantánea es necesario aproximarse, conversar, adentrarse en las comunidades y en la vida cotidiana, vincularse con “otros” u “otras”. Trabajar con la fotografía documental en este proyecto me permitió hacer una especie de etnografía, sin ser necesariamente antropóloga, porque no llegas y retratas enseguida; no, son horas de conversación, de empezar a conocerte con la otra mujer, de iniciar una cierta confianza para poder sacar la cámara, para empezar a tomar fotos sin ser invasiva, para ir poco a poco deshilvanando las historias de vida.
En el caso específico de Otras mujeres no se trató solamente de la aproximación social que realizo cuando hago fotografía en comunidades, sino que requirió una relación más personal, directa e íntima. Era necesario entablar un diálogo y varias conversaciones para llegar al fondo de cuestiones personales que no se habían reflexionado o que aún no habíamos nombrado. Algunas incluso me dijeron que las charlas eran como hacer psicoanálisis, refiriéndose a cómo esa decisión está conectada a vivencias profundas que las pláticas hacían emerger, dándoles un significado distinto.
Recuerdo que fue tal el nivel de complicidad y amistad que se generó, que me pidieron que algunos testimonios no se hicieran públicos, y así ha sido: siempre debe prevalecer un respeto y una confianza con las entrevistadas. Entonces la fotografía no sólo fue un instrumento para aproximarme a las historias de vida, sino para reconocerme en ellas. A través de los diálogos intercambiamos historias y reflexiones. Se dio un proceso de empatía, pero también de aprendizaje para mí. Por eso creo que no era necesario hacerme un autorretrato, ya que me veo reflejada y me reconozco en ellas. En los trozos de sus historias, testimonios y en sus imágenes también está lo que de algún modo soy yo.
Lograr las imágenes implicó muchas horas de conversación, en varias sesiones, pues el tema requiere de un fuerte nivel de confianza debido a que se revelan aspectos íntimos y familiares. Las reflexiones que las entrevistadas iban poco a poco desentrañando a partir de nuestras charlas se combinaban con imágenes que yo realizaba en nuestros encuentros. De hecho, muchas de las fotografías se derivaron de los testimonios. Por ejemplo, aquellas vinculadas con su infancia, con momentos significativos, con objetos conectados a instantes emotivos o familiares, con lugares donde vivieron antes de emigrar, etcétera. Pero también hubo sesiones donde solamente conversamos ampliamente, sin que pudiera realizar una sola imagen para no romper la profundidad del diálogo.

¿Qué inspiró la idea de tomar como objeto de estudio mujeres de diferentes espacios geográficos y culturales?
Siempre tuve el afán de hacer este proyecto con mujeres de diversas nacionalidades y culturas, para así enriquecer las visiones de un tema que es global aunque tenga sus singularidades. Hay similitudes al confrontar adversidades, pero también hay diferencias respecto al lugar y familia donde se nació, a los avances o retrocesos en aspectos legales, a las luchas sociales y feministas en cada lugar. Es decir, aparentemente es un tema personal, pero también está ligado al ámbito social, político y cultural de cada país y región.
Lo que siempre limita las iniciativas de hacer un proyecto más amplio es cómo financiarlas. Hay pocos recursos para proyectos de esta índole o generalmente están concentrados en el centro del país, o bien están asignados para otros temas específicos. Así que, como siempre lo he hecho, me aventé a iniciar el proyecto con mis propios recursos y según las amistades y relaciones sociales que he ido construyendo.
Inicié primero en Oaxaca, con dos amigas (una de México y la otra de Polonia), quienes fueron las primeras en abrirse y contarme sus experiencias con la decisión que tomaron. Después de unos meses de iniciar surgió la oportunidad de vivir por cuatro meses en Argentina, lo cual me abrió la posibilidad de entrevistar a algunas mujeres de Sudamérica e ir enriqueciendo el proyecto. Propició otras rutas y preguntas. Así, el proyecto se nutrió tanto de mujeres en Oaxaca, en México, como en otras partes de Latinoamérica. Y aproveché un viaje que hice a España para incluir, a través de una amiga, a otra entrevistada. Pero esa diversidad geográfica y cultural también la he buscado en lo que respecta al nivel socioeconómico y las sexualidades asumidas por las entrevistadas, incluyendo mujeres de diversos estratos sociales, así como a mujeres lesbianas.

Resplandor, en Oaxaca, es la galería que creas y diriges; ¿cómo se conjuga o relaciona tu rol como artista con este perfil más curatorial?
La Galería Resplandor es un espacio independiente de difusión de fotografía que fundé, en septiembre de 2015, junto con mi amiga Mariana Grapain (diseñadora textil). La exposición inaugural, Imágenes entretejidas, fue precisamente entrelazar estas dos técnicas y oficios que practicamos: la fotografía y el textil. Para ello invitamos a diseñadoras textiles a intervenir mis fotografías, lo que enriqueció la dimensión cultural y estética del proyecto. Con ello logramos difundir no sólo nuestro trabajo sino el de otras mujeres, en este ejercicio experimental y creativo, mostrando el potencial de trabajar en colectividad para una exposición organizada y exhibida por mujeres artistas.
Desde luego implica mucho trabajo y estrés estar pendiente de todos estos aspectos para tratar de lograr un trabajo de calidad. Desde su inicio he estado al frente de la galería, la cual se transforma también en mi taller y espacio de trabajo, pues ahí acondicioné un sitio para realizar mis actividades de diseño editorial. El dirigir un espacio así ha sido una enorme experiencia para entender aspectos de orden curatorial, de gestión y difusión de exhibiciones, pero también de la relación de la fotografía con el mercado del arte.
Dejo por momentos el trabajo como fotógrafa para dedicarme a organizar exposiciones colectivas o individuales, así como todo lo relacionado con la información y explicación solicitada por clientes y espectadores. Pero, por otro lado, se van generado diálogos, charlas y encuentros entre numerosos fotógrafos, investigadores y curadores vinculados al campo de la fotografía. Es decir, uno toma consciencia de la necesidad de que existan espacios de difusión independientes donde diversos artistas, colegas y amigos puedan discutir, mostrar y vender su fotografía. Asimismo, se ha intentado, en la medida de lo posible, que la galería se convierta en una plataforma para promover el trabajo tanto de fotógrafos emergentes como de fotógrafos consolidados. Así, el trabajo estético y personal de hacer fotografía toma también un carácter social al promover y difundir trabajos de amigos y colegas de Latinoamérica, aprovechando que Oaxaca es un epicentro cultural.
Has declarado en otras ocasiones que en 2020 pensabas hacer un alto en la serie Otras mujeres. ¿Darás por terminada la serie o simplemente dejarás de producirla por algún tiempo para dar paso a otros proyectos?
Quiero concluir este proyecto con la publicación de un libro. Después de cinco años es necesario hacer una publicación que contenga estas imágenes y testimonios. Esto me llevará más tiempo de lo planeado (quizá lo logre para el 2021), porque tendré que buscar recursos para la impresión, y ahora con esta crisis sanitaria y económica que estamos viviendo en el mundo será más difícil encontrar financiamiento. Aun así tengo el compromiso y el deseo de hacerlo, de publicar una versión editorial haciendo una rigurosa selección del material que ya tengo. Seguramente, como siempre me ha pasado, mi proyecto estará muy cercano a lo afectivo y amistoso. Buscaré cómo editar este libro con apoyo de gente cercana que conozco y que se ha dedicado por largo tiempo a realizar un trabajo de calidad en el campo fotográfico. Entonces este tipo de aventuras editoriales también son parte de las relaciones humanas, sociales y amistosas que he cultivado por largo tiempo, a partir de mi propio trabajo.
Coméntame tus proyectos del futuro inmediato
En estos meses estoy reactivando la Galería Resplandor, aunque todavía es muy incierto el panorama; por el momento trabajo en este espacio con proyectos de diseño editorial para instituciones académicas, investigadores y artistas. Además, en la galería realizo actividades y la ocupo como taller, pues tengo en preparación trabajos para una exposición colectiva en la que participaré en Oaxaca en 2021.
Además, espero concluir en 2021 el libro sobre Otras mujeres, retomando dos exposiciones individuales (que se quedaron suspendidas por la pandemia) sobre este proyecto: una en la Ciudad de México y otra en Buenos Aires.
Asimismo, para 2021 quiero continuar con Nosotras: narrativas para un futuro, que estoy realizando con mujeres jóvenes de diversas comunidades indígenas de Oaxaca.
Oaxaca-Ciudad de México, 1º de septiembre de 2020.