Secciones
Referencias
Resumen
Servicios
Descargas
HTML
ePub
PDF
Buscar
Fuente


Un tsunami de lo políticamente incorrecto
A Tsunami of Political Incorrectness
NIERIKA. Revista de Arte Ibero, núm. 20, pp. 179-197, 2021
Departamento de Arte de la Universidad Iberoamericana

Comunidad


Recepción: 08 Marzo 2021

Aprobación: 12 Marzo 2021

DOI: https://doi.org/10.48102/nierika.vi20.79

Lo políticamente correcto acaso es el arte del disimulo o del anclaje en parámetros de igualdad de raza, de género, de clase, de diferencias físicas o psíquicas. Consiste en evitar el uso de términos discriminatorios u ofensivos que por siglos se han usado y mal usado. Significa entrar, pasar y romper ese mundo para que resulte menos insultante, rudo, grosero e intolerante. El interés por mediar, ser más tolerante, ver más allá de los propios prejuicios y los de los otros, es algo que era importante señalar e interrumpir para lograr un mayor equilibrio.

Pero ¿acaso la corrrección política es producto de cambios profundos de las maneras de ver, de ser, de pensar, de trasmutaciones ideológicas, de idiosincrasias o más bien se trata de signos de algunos intentos de mejorar aspectos políticos y de la vida social? Me parece que emerge de la superficie y busca llegar a orillas y profundidades que no han alcanzado aún la misma sociedad ni sus manifestaciones artísticas.

Alberto Buela ha señalado que para Vladimir Volkoff:

El “todo vale”, el cristianismo degradado, el socialismo reinvindicativo, el freudismo antimoral, el economicismo marxista, el igualitarismo como punto de llegada y no de partida, la decadencia del espíritu crítico, lo practican los intelectuales desarraigados, confunde el bien y el mal. Pero todo ello no alcanza para asir su naturaleza, esencia y fundamento.

Y no podemos estar más de acuerdo con Buela cuando afirma que:

Nosotros, sin embargo, creemos que lo políticamente correcto se apoya y tiene su fundamento en el denominado pensamiento único. Pensamiento que encuentra su justificación en los poderes que manejan y gobiernan este mundo terrenal y finito que vivimos hoy.1

Es importante señalar que se han reafirmado algunos elementos que permiten esa apariencia de igualdad, de no-diferencia, de similitud en aparente veracidad. Es importante que el “otro”, que por años lo fue, sepa que hay “otros y muchos otros…” y que el sello no está en el color de piel o de los ojos, en el género, en la ropa, en el rostro, en la estatura, en la actividad, en la economía como signo, en el disenso, sino en la similitud, en el encuentro de lo que señalan algunos como lo bueno; el bien y el mal dejan de tener un sentido aparente. Pero, ¿acaso no estamos aún arraigados en los viejos prejuicios y no hemos escuchado palabras de desdén en el centro del hogar que tal vez no se escuchan más allá, pero se saben y se notan al primer albor de diferenciación?

Recuerdo cuando Yalitza Aparicio saltó a la escena cinematográfica internacional con la película Roma de Alfonso Cuarón (2018). Una bella mujer indígena con un rostro esmaltado, con una sonrisa brillante, con sus ojos de capulín, que ejerció un papel maravilloso en la película como la empleada doméstica de una familia de clase media que encontraba su centro en la diferencia. Y ella, diferente como es por su belleza oaxaqueña, fue colocada en el centro de la discusión al ser nominada como mejor actriz para los Óscar en 2019. Aparecía en las discusiones de las sobremesas, donde algunos la admiraban por su papel, otros la denostaban porque: “¡que metan a nominar a una pinche india que dice: “Sí, señor; no, señora”, ¡y que la metan a una terna a la mejor actriz del Óscar…!”, señalaba Sergio Goyri en una comida con sus amigos y su novia, quien, por cierto, fue quien lo filmó y subió a las redes.2 Imperdonable por el desprecio del sentido de sus palabras, pero también por su actuar, pues corresponde claramente a un desprecio por lo que significa ser indio/india y triunfar en nuestra tierra.

Me parece que algunos dejan ver claramente la envidia que sienten en torno a su éxito, porque no han alcanzado la alfombra roja ni de su pequeño coto de poder -Televisa-, menos aún el paseo de Hollywood, mucho menos por los premios de Cannes y los lugares de Europa y otros continentes que ha visitado Yalitza. Esto es seguro porque poseen una carrera artística mediocre que no rebasa ni las fronteras de su país natal con papeles de macho irredento, violento y abusador, como parece serlo en su vida real. Recuerdo que incluso hubo un movimiento de actrices mexicanas para detener la nominación: ¿era la rabia, el encono, el dolor, la frustración lo que hablaba, o simplemente el clasismo recalcitrante de toda la vida? Me parece que todas las anteriores.

Eso es política, social y culturalmente incorrecto. El problema no es que lo diga Sergio Goyri; lo doloroso es que él, al igual que muchas otras personas, lo piensan, lo crean y lo vivan así, a pesar de los vanos intentos que hemos tenido desde hace siglos por cambiar las percepciones. Los de tez morena que habitamos en México no somos menos ni más, simplemente somos. Ésa es una de nuestras grandes metas por el momento: lograr la igualdad en el trato, en la estima, en la presencia hacia quienes habitamos un país de raza indígena a la que se menosprecia con la mentalidad del (neo)colonialismo, racismo y clasismo de hace ya varios siglos. El arte del disimulo no es lo políticamente correcto; es el no pensarlo, no ejercerlo y no recrearlo en las generaciones que ya están aquí, lograr que no les llamen “indito”, “indita”. Esa sensación de no pertenencia porque no eres blanca ni tienes dinero ni eres de “su clase social”, de aparente usurpación cuando te asomas a ciertos lugares, porque los espacios parecen estar destinados para aquellos que no tienen caracteres ni rasgos indígenas, sino una tersa, suave y casi translúcida piel blanca.3

Yalizta Aparicio es el claro ejemplo, porque por un lado la veían como indígena que no tenía por qué estar en las altas esferas del mundo cinematográfico por su primer papel en una película que la lanzó a la fama, mientras otros sentían que era el acto más paternalista que llegara ahí y se codeara con los grandes actores estadounidenses. Sus imágenes publicadas en las más diversas revistas de la época suscitaron también malestar, cuestionamientos y dudas.

¿Por qué la vistieron de rojo para la revista Hola en su edición núm. 628, del 28 de febrero del 2019,4 con un hermoso vestido vaporoso y sensual en donde realzaron su tez, es decir que probablemente se la aclararon con Photoshop? Bien puede ser porque luce un poco más delgada, por lo que parece le ciñeron la cintura, pero ella se regodea en la imagen con su gran sonrisa que deja ver sus dientes finos, su precioso cutis y su apropiación de la escena. La revista fue criticada por parecerles que era racista y clasista el blanquear y adelgazar a la actriz, pero me parece que es algo que hacen con todas las mujeres en sus portadas. La bellísima Salma Hayek luce siempre espectacular y lo hacen así con trucos digitales también; a ninguna actriz la exponen tal cual para aparecer en las portadas dado que las trabajan, las editan y las publican más delgadas, con menos arrugas, sin manchas -en fin: la imagen de las estrellas-, pues la portada es lo que vende y para ellos es un negocio. ¿Estaba mal hacerlo con Yalitza? Creo que los parámetros dependen de la necesidad de comerciar, de llegar a cierto público de la revista, en el continente y más allá. Y de ello está consciente la misma actriz mexicana.

Al observar a Yalitza en esas portadas da otra impresión, no parece estar intimidada sino adueñada de su papel, de su vestido, del rojo pasión que le irriga la sangre y lo muestra como siempre con su seguridad innata, luce su larga cabellera oscura suelta en rulos insinuados que dan sentido a la composición, toda ella vaporosa y sinuosa. Porque esta maestra de educación básica originaria de Tlaxiaco, Oaxaca, defiende su color y su postura, su esencia, y no teme a las cámaras, las luces, los fotógrafos y sus asistentes, se muestra con el orgullo de la mujer oaxaqueña que lleva en las venas. ¿Acaso nos olvidamos de ello con las hermosas tehuanas fotografiadas por casi dos siglos en las cámaras ni intimidadas, ni medradas, ni escondidas? Ahí están, altivas y decididas en las fotografías captadas por los extranjeros que pisaron su suelo a principios de siglo XX, o bien como en las imágenes que la italiana Tina Modotti hizo de ellas, o bien en las que trabajó el famoso fotógrafo mexicano Manuel Álvarez Bravo, las fotografías recreadas y construidas por Flor Garduño. También están aquellas enaltecedoras que trabajó Graciela Iturbide con las mujeres juchitecas -inolvidable la mujer de las iguanas-. Así puedo ver a Yalitza Aparicio en sus más diversas imágenes, enmarcada por ese orgullo que la mujer oaxaqueña tiene ante el mundo.5

¿Por qué le pusieron un atuendo semi indigenista para la revista Vogue México de enero del 2019?6 ¿Un intento de respetar sus orígenes, de subrayarlos, de dotarla de sentido o todo lo contrario? Porque no es un atuendo de origen oaxaqueño -que tienen preciosos bordados, colores, flores, juegos geométricos visuales encantadores-, sino uno del tipo etnográfico de fina fabricación que se puso de moda en las tiendas comerciales en esos años; incluso es translúcido y se advierte el brassier de color negro con un sentido sutil de sensualidad. Ella con su cabello recogido, sencillos aretes de argolla, en un plano americano la vemos que mira a la cámara, en interacción clara con el fotógrafo, sin inmutarse, sin amedrentarse ni dejar asomar cansancio por las largas horas de labor del maquillaje y del vestuario. Captada con el rostro y el cuerpo a tres cuartos ante la cámara, segura y firme dirige su mirada al que se convertirá en su espectador -en ese momento el fotógrafo-; ella lo sabe y juega ese papel con convicción, con una ligera sonrisa.

Vanity Fair México, en su 25 aniversario, le dedicó la portada a Yalitza acompañada de otros artistas. La actriz es presentada con un vestido azul marino elegantísimamente sobrio de Dior, drappeado de cuello en “V” que deja ver su tez morena y su cabellera de nuevo suelta, larga hacia atrás de su cuerpo. Ella posa al centro, en primer plano, junto a Nicholas Hoult, Rami Malek y Regina King. Es una foto que los presenta a cada uno en su espacio personal, un retrato colectivo que deja ver a los personajes, pero sin entrar en detalles ni personalizaciones. Todo es frío, calculado con una atmósfera cristalizada como aséptica.

En otra imagen, la de la revista Quién de marzo de 2019, se le ve con una chamarra de cuero negra arremangada, un vestido de cuello “V” en gris, un par de aretes largos de plata de fina producción y un maquillaje muy trabajado para parecer natural y con un acento en los labios color siena tostado. Es toda ella una imagen de fuerza en medio plano; posa sonriente hacia la cámara, desenfadada, sin miramientos ni intimidación alguna, todo lo contrario. La manera en que entrecierra los ojos parece mostrar ese equilibro que posee internamente. En Badhombre. Fashion for the Thinking Man, su imagen fue captada para la escena con su larga cabellera suelta, que parece abrazarla y que le cubre gran parte del cuerpo, con un traje sastre impecable color hueso. Ahí está Yalitza en un actitud más mesurada y tranquila, apenas perceptible, que emerge de las penumbras hacia la luz. Es cierto que en esta imagen se le ve más incómoda, menos segura de su movimiento; podría decirse que fue forzada por el director de escena y el camarógrafo y me parece que la imagen lo resintió.

Resulta interesante ver que más de diez revistas le destinaron sus portadas -con diversos acentos sobre su persona- su rostro, su cuerpo, al retrato de esta mujer que descolló a la fama de manera rápida, justo lo que les incomodó a muchos, pero además sigue presentándose en diversos momentos y revistas nacionales, con público latinoamericano y de otras latitudes.

Lo cierto es que se han adoptado poses que parecen ser políticamente correctas en el mundo ante criterios ideológicos e idiosincrasias que perviven mucho más que las estructuras económicas o políticas. El desprecio a la mujer enclavado en un machismo velado, extremo o irreverente sigue perpetuándose a pesar de los múltiples intentos por cambiarlo. Señala el periodista Omar Rincón que:

lo cierto es que gran parte del mundo contemporáneo ha adoptado la famosa definición como paradigma del bien y la igualdad, “el racismo”, “el machismo”, “el clasismo”. Creemos que somos incorrectos como un acto de inteligencia o de irreverencia y lo que somos, en la mayoría de casos, es ignorantes y estúpidos.7

Y todo porque Yalitza Aparicio tuvo un importante papel como Cleo y lo realizó magníficamente, bajo la dirección de un gran director con un guión que proyectaba una vida de una familia clase media, en la que se mostraban los contextos personales de los profesionistas de esos años -médicos en especial-, sus infidelidades, sus abandonos, su desinterés en las familias que formaban, aunado a gobiernos sordos, aniquiladores, corruptos, poco democráticos que ejercían represión, asesinatos y desapariciones como medio para apagar los incendios sociales, como fue el caso de los estudiantes en el 68 mexicano. El gobierno de Luis Echeverría reafirmó de nuevo su autoritarismo con la represión en contra de los estudiantes en el episodio perpetrado en la Ciudad de México conocido como el “halconazo” el 10 de junio de 1971, que es justo el momento en que se recrea la película de Cuarón y Cleo. Cuando el gobierno mostraba su verdadero rostro políticamente incorrecto y apagaba a golpes, asesinando y desapareciendo a los que intentaban modificar su cuño, sus decisiones, la ausencia de democracia y la falta de justicia que reclamaban justamente los movimientos sociales;8 gobiernos que estuvieron por largas décadas sin resolver ni negociar los conflictos, sino que los profundizaban para luego aniquilarlos al verse rebasados -importante porque con ello, y sin saberlo, por suerte, estaban cavando su propia tumba-.

Movimiento dos al infinito

Me parece que otro ángulo que debemos revisar ahora dentro de la cultura y que tiene que ver con lo políticamente correcto, pero también con un planteamiento ético y moral que se ha ido modificando de manera sustancial en estos primeros veinte años del siglo XXI, es la necesidad de justicia para las mujeres, el terminar con la idea de que el acoso o la transgresión sexual es culpa nuestra. Esas insinuaciones o declaraciones de que somos las provocadoras, o bien, de que debemos aguantar en silencio lo que nos suceda en cuanto a transgresiones a nuestra sexualidad, a nuestra persona, pensamientos, deseos, acciones, actividades, entre otras, así como de que se dude de nuestra percepción cuando nos sentimos incómodas por alguna insinuación, toqueteo o atrevido manoseo en un claro plano de invasión de la intimidad. Es el no respeto al cuerpo, al pensamiento y al deseo de la otra, de nosotras.

No debemos olvidar los años en que los profesores se aprovechaban de su edad para infringir los límites y toquetear a las niñas al sentarlas en sus piernas, mientras revisaban las tareas, o incluso las besaban en la boca; así recuerdo al profesor Daniel López, quien fue despedido por ello de la escuela primaria, pero no fue anulada su licencia de maestro ni fue expuesto para apartarlo de las niñas por ser un pedófilo, un depredador sexual sin límites ni moral. Inimaginable que se pudiese hacer algo así, un signo de denuncia tan fuerte y contundente a fines de los años sesenta. Hubo otros que solicitaban “favores” a las alumnas de secundaria para que aprobaran las materias de laboratorio; algunas de ellas cedían para rendir aquellas materias que se consideraban difíciles como química, física, biología. Una fama terrible de los profesores, pero ellas acababan devastadas por el desprestigio en pos de una boleta mejor. Chicas de secundaria con apenas 11, 12 o 15 años a lo más.

Eran realidades que se quedaban en el silencio de la soledad, del contubernio, del abuso y que muchas guardaron en secrecía. Incluso caminar por las calles con frecuencia significaba recibir una agresión verbal -algunos piropos no tan vulgares, otros horrendos albures y peladeces que trasgredían el día de las mujeres, su ánimo, que les provocaban la sensación de sentirse sucias o perversas. Recuerdo que las amigas contaban de los tipos masturbándose en los autos que las hacían acercarse ingenuamente cuando les preguntaban por alguna calle; las niñas salían atribuladas de ver semejantes actos violatorios de su intimidad y su aún inocente modo de ver y vivir la vida. También contaban sobre otros tipos que se frotaban en el metro y sacudían sus miembros hasta derramar sus líquidos en los brazos de esas jovencitas. ¡Indignantes experiencias! Estas escenas que describo son producto de testimonios directos de las víctimas.


Figura 1
Fotografía de Lucía Flores, “La furia”, Ciudad de México, 8 de marzo de 2020.

Ésas eran las primeras salidas de las chicas al mundo, un mundo patriarcal, cruel, endurecido y muy poco protector de sus niñas adolescentes y mujeres. Los depredadores estaban en cada esquina, en la calle, en el metro, en el autobús; bien podían ser el mecánico, el electricista, los albañiles en las obras y construcciones, o estar en la puerta del Museo de las Culturas, en todos lados; había que armarse de valor, de piedras, de groserías, de rudeza e ir por el mundo defendiéndose a diestra y siniestra sin lograr sentirse mejor.

Por ello me pregunto por qué cuando las mujeres exigen con toda la razón ser respetadas en este mundo, que en su profundidad no sólo debería ser política, sino social y culturalmente igualitario, porqué nos cerramos y sentimos que es una ofensa al statu quo, cuando no se ha hecho nada en realidad para cambiar de fondo y definitivamente esas actitudes machistas que se sufren en el diario andar.

En la actualidad, ante la embestida de la nueva oleada feminista, llena de rabia, de enojo, de furia contenida por siglos, por decenas y decenas de años de avisos, peticiones, exigencias enloquecedoras, apenas parecen ser justas, pero se les tacha de injustas, excedidas, innecesarias. ¿Son políticamente correctas?… ¡No!, ¡por supuesto que no! Son irrespetuosas de las formas, de la cultura, de sus monumentos, de sus pinturas, de sus obras, del cine que reproduce los roles consagrados a hombres y mujeres, sí lo son. Nos gustan, y tal vez incluso nos asustan, las conductas que vemos se suscitan en las marchas, los mítines y las consignas.

Parece que la exigencia de decidir sobre la propia cuerpa -como ahora se la apropian las chicas- rompe con todo lo anterior, como lo hacen las indignadas con lo que encuentran a su paso, porque es un tsunami de emociones y de exigencias, aunque ellas se definen como una marea morada. Puede ser que estén algunas aprovechando el movimiento para desquiciar políticamente a alguien; tal vez haya quien se aproveche para desprestigiar los cambios actuales, pero hay muchas otras muy convencidas y auténticas, movidas por la necesidad de cambio urgente que se presenta en el país.

¿Acaso a la naturaleza se la puede controlar o frenar en sus terremotos o en sus intempestivas sacudidas? Así estas mujeres, que no desean siquiera que se acerquen los hombres a ser solidarios con ellas en las marchas, pues no están dispuestas a ceder ni negociar, hay cansancio y dolor por las desparecidas, las torturadas, las mutiladas, las muertas; están en la ruta de su mismidad colectiva, incontenible e imbatible. Las opiniones se dividen porque el fenómeno se desborda más allá de lo pensado o de lo deseado.

Y en ello, consideramos que sí es necesario el reclamo justo, pues llevamos años pidiendo, solicitando, exigiendo, y se han visto muy pocos avances. Recuerdo aquellas primeras marchas de fines de los años setenta y ochenta con la exigencia, no otorgada, no mencionada, ni prevista. El aborto se logró legalizar hasta 2007 en la Ciudad de México, pero en muchas regiones del país aún es ilegal. Oaxaca lo despenalizó apenas en octubre de 2019.

La Ciudad de México tiene ese privilegio para que las mujeres decidan sobre su propia cuerpa y su embarazo. Es cierto, se continuarán nuevas batallas iniciadas en el último tercio del siglo xx y las mujeres aún no pueden decidir sin ser juzgadas o sometidas a reclamos morales y sociales. Aún más, las desapariciones y los feminicidios son cada día más abundantes y terroríficos. Están a la puerta de cada casa, esa que supuestamente nos resguarda de la covid-19; ahí está en ese interior del que busca acabar con la salud mental y física de su “compañera”; su trasgresor está adentro, pero aún están afuera en tanto las instituciones no logren el cobijo y protección necesarias. ¿Cuántos casos no se han dado bajo el confinamiento debido a la pandemia? Cada día en promedio 10.3 mujeres son asesinadas (9 en 2019), en 2020 se registraron 33,240 casos de violencia contra la mujer, ocho de cada 10 se sienten inseguras y la mayoría han sido agredidas.9 Siguen estando indefensas ante sus victimarios y aún no se han logrado avances sustanciales. ¿Serán necesarios siglos más para que esto cambie? Espero que no. La demanda es de inmediatez. Ése es el afluente de este tsunami que quiere cambiar de tajo esa inercia de tantos años. A veces se necesitan esos jalones para que en verdad se modifique lo esencial. Pero, sobre todo, para obtener una respuesta institucional que cobije, cuide, ampare a la mujer y castigue y someta al agresor.

Tercer movimiento: el telúrico

Hombres y mujeres debemos transformarnos para que las violencias contra la mujer, sean explícitas o implícitas, cambien, y en ello nos hemos preguntado en un pequeño grupo crítico entre alumnos y profesores qué arte debemos apoyar, qué música, qué manifestaciones fotográficas o cinematográficas debemos ver, continuar analizando o simplemente escuchar y mirar.

Es este análisis hay quien no encuentra problemas para escuchar a Armando Manzanero, cuando su música acompañó nuestras infancias y adolescencias y sus baladas suaves con cantos al amor parecían mecer nuestro concepto de romance. Ahora que falleció y salieron a la luz algunas de sus actitudes nos preguntamos, ¿se vale escuchar al hombre que dejó a su mujer desnuda afuera de su hogar y luego procuró no cumplir con la cantidad acordada para su manutención?, ¿acaso podemos escuchar igual “Esta noche vi llover”, o bien “Contigo aprendí...”. o “No sé tú…”, pero claro que deberíamos saber nosotras; ésa puede ser la raíz del problema: lo que se aprendió desde una visión masculinizada de la vida.

Podemos desligar al hombre que trató con desdén a sus múltiples esposas o escuchamos sus melodías para sentirnos mejor. ¿Podemos separar al hombre del cantante y compositor? El profesor Armando Torres Michúa decía que, si su condición o características no tenían influencia en su labor creativa, no se tomara en cuenta para el análisis, pero ahora no podemos deslindar la persona de su trabajo, cada día se puede menos.

Pensemos por un segundo, también a cuenta de la discusión, en otro ámbito, el deportivo; pensemos en Diego Armando Maradona, admirado por sus compatriotas argentinos, odiado por los ingleses, por supuesto. Hay mexicanos que lo admiran o no, depende. Debemos verlo a la luz de sus adicciones terribles, de los golpes a sus mujeres, de su violencia de género desde la perspectiva de un machismo desalmado. O lo vemos como el futbolista de gran altura, incansable, que metía goles hasta con la mano. Admirado por unos, odiado por otros: ¿dónde colocarlo cuando vemos de nuevo cómo juega, corre, embiste al enemigo y lo sortea para meter un gol? ¿Dónde separar al hombre del deportista? Para algunos un héroe, se le perdona todo; para otros es un horror, un mentiroso y un falso jugador.

En el caso de numerosos autores, creadores, deportistas, artistas, cantantes, pintores, escritores: vemos esas figuras de manera casi esquizofrénica, una cosa es el artista y su obra, otra son el hombre y su mundo. Se trata de seres inconsistentes, incongruentes; es un tema de ética y de moral con otros parámetros del siglo XXI. Con los ojos de “no queremos un abuso más, no más maltrato, desdén y tortura infligidos sobre la mujer, ¿cuántos de nuestros héroes quedarían vetados?

En el caso de Woody Allen, debido a su relación con su hija adoptiva -si bien ella decidió como adulta ya casarse con él-, ¿deberíamos dejar de ver sus profundas y psicoanalíticas películas?, ¿dejaríamos de leer la obra de Sartre o de Simone de Beauvoir porque recientemente se supo que apoyaron que no fueran condenados a la cárcel aquellos que tuviesen una relación con una menor de 15 años? Eran otros contextos, y como tales hay que verlos desde la perspectiva académica, desde ese horizonte.


Figura 2
Fotografía de Lucía Flores, “Caminando juntas”, Ciudad de México, 25 de noviembre de 2020.

¿Estaríamos enojados y dejaríamos de ver la obra de Diego Rivera luego de conocer sobre sus infidelidades cuando estuvo casado con Frida Kahlo? ¿La obra de Siqueiros quedaría relegada porque realizó un atentado de muerte contra León Trotsky en 1940? ¿Estaríamos en el umbral de denostar a muchos de los numerosos héroes, genios, artistas, escritores, músicos, intelectuales y demás personajes que nos acompañan, al saber que fueron infieles, o bien que hicieron abortar a sus parejas sin que ellas estuvieran de acuerdo, o bien aquellos que las engañaron con una supuesta masculinidad que escondía un ser transexual o gay de clóset? Existen muchos casos y surgen miles de matices de cuando el machismo y la masculinidad heterosexual normalizaban todo tipo de violencias.

Creo que hay niveles y uno de ellos es saber qué tan culpables son, erigir una culpabilidad sin certidumbre es también hundir a un hombre, pero, de igual forma, no creerle a la mujer es denostarla cada día más. Por eso el #MeToo ha tenido tanto impacto e importancia. Se dejó atrás el silencio, se abrieron las puertas a la verdad con el productor de cine Harvey Weinstein, de quien se demostró que ha sido un depredador sexual; 23 años de cárcel así lo corroboran.10 De igual modo está el caso de la violencia ejercida por Bill Cosby contra las mujeres a las que drogaba y violaba; sólo tres de los múltiples delitos fueron comprobados y recibió la pena de 10 años por cada uno y una multa de 25 mil dólares. Parece poca condena por tanto abuso.11

Estos niveles son claros, decisivos; no podemos abundar en las historias, pero están al alcance de todos en numerosas películas que han realizado al respecto. Terribles violadores sexuales que consumen con ello a sus mujeres y las destrozan en su moral y en su ser. Ver sus películas, ver sus trabajos, es alentar este tipo de actitudes y atrocidades, por eso digo que hay niveles y estrategias; sí hay que condenar y castigar. De acuerdo.

El resto de los casos hay que analizarlos a la luz de los matices, de los eventos, de la gravedad del suceso. Por lo pronto, creo que nuestras nuevas generaciones, hombres y mujeres, están entendiendo la sexualidad de modo diferente; el acercamiento a sus vidas y a sus deseos de otra manera, pero también a la de los demás. Eso sí está cambiando las cosas; esperemos que las nuevas generaciones entiendan y abracen esos cambios, difundan la no-violencia verbal, psicológica, física y moral en el hogar y fuera de él. Que se muten las presencias culturales y se construya un mundo mejor para todos; aquí sí caben la tolerancia, la búsqueda de igualdad desde la diferencia. Creo que en pocos años podríamos ver que lo políticamente correcto es cantarle al amor desde el amor y no desde la mentira y el desdén. Es meter gol con el pie y no golpear a tu mujer. Es ver una película que toca las fibras más recónditas con la transparencia de que tu vida es como el celuloide. Porque el arte es (re)creación, cultura, educación, formación, pero desde la entraña de hablar con la verdad, con la ética, con la identidad y la necesidad de ser transparente, de ser neto, de decir lo que vives y sientes, y no a lo que le apuestas que debería ser o a la apariencia. Es ser como Yalitza Aparicio, auténtica sin perderse entre los tules, el maquillaje, las cámaras, las luces y los paisajes seductores. Es seguir siendo ella en todo momento.

Este movimiento, esta oleada que ya es un tsunami, nos enseña que ahora esas conductas no son políticamente correctas, porque no ha funcionado en siglos de dominación el sistema que debe protegernos, cuando las cosas sí funcionen y no se enrole el mundo en un rasgo meramente patriarcal hetero-sexual, masculinizado con la soberbia y la ceguera del dominio por siglos, de dobles morales, de dobles letras, pinceles, pianos, música, deportes y muchas mentiras con pocas verdades. Es un mundo que aún no es políticamente correcto, mientras mueran tantas mujeres, sean desaparecidas o sean violentadas en su ser y sus esencias muchas más, tendrá la sociedad que pasar por este reventón endurecido para algún día llegar a ser lo que necesitamos, para evitar la violencia explicita e implícita contra la mujer.

Como académicos y profesionales de la historia y del arte, es importante que no dejemos de lado los contextos de la época y no juzguemos con ojos actuales a los personajes del pasado. Eso lo debemos entender e introyectar. Política, moral o éticamente podemos estar en desacuerdo, pero para el análisis hay que tener en claro que la distancia histórica del evento no debe predisponernos hacia nuestro objeto y sujeto de estudio. Cada época tenía sus propios signos -por años los matrimonios de jovencitas de 13 a 15 años con señores de edad avanzada de 40 a 60 fueron comunes-. Perder de vista esos contextos y tratarlos con la mirada del horizonte actual impide llegar a los sujetos de estudio con visiones claras. La academia exige claridad, y ésa hay que mantenerla.

En nuestro cotidiano podremos comprender mejor lo que sigue, porque hoy se están limpiando el fogón, el hogar, las aulas, las oficinas, los parques y las plazas públicas. Habrá que escuchar y estar con estas mujeres que luchan por un mundo mejor para nosotras, transmutarnos al ritmo lo mejor posible, para que el patrimonio se convierta en matrimonio; es decir, que la mujer sea eje y fundamento, en donde la matriz, la mujer, la matria sean tan fuertes, solidarias y contundentes en el mundo como merecen serlo, sin vejaciones, desdén ni tortura física o psicológica, porque ya es urgente inminente y necesario, ya no es momento de pedir, sino de exigir y tomar el papel en el mundo, aunque parezca políticamente incorrecto.


Figura 3
Fotografía de Lucía Flores, “¡Nunca podrán callarnos!”, Ciudad de México, 25 de noviembre de 2020.

Recursos electrónicos

Agencias/Redacción, “Bill Cosby, culpable de tres delitos de agresión sexual”, La Vanguardia, 26 de abril de 2018. Disponible en Disponible en https://www.lavanguardia.com/gente/20180426/443028041255/bill-cosby-delitos-agresion-sexual-culpable-carcel.html (consultado el 6 de abril de 2018).

Buela, Alberto. “Lo políticamente correcto y la metapolítica”, en Catholic. net, s/f. Disponible en https://es.catholic.net/op/articulos/39954/cat/604/lo-politicamente-correcto-y-la-metapolitica.html#modal.

Fernández-Santos, Elsa. “En el imperio del terror”, El País, 25 de febrero de 2021- Disponible en Disponible en https://elpais.com/cultura/2021-02-26/en-el-imperio-del-terror.html (consultado el 25 de febrero de 2021).

Galván, Melissa. “15 datos de la violencia de género que explican el enojo de las mujeres”, Expansión política, 25 de noviembre de 2019. Disponible en Disponible en https://politica.expansion.mx/mexico/2019/11/25/datos-sobre-violencia-contra-mujeres-mexico (consultado el 1 de febrero de 2021).

Rincón, Omar. “Manual de corrección”, Semana, 11 de junio de 2006. Disponible en Disponible en https://www.semana.com/manual-correccion/79390-3/ (consultado el 16 de enero de 2021).

Notas

1 Cfr. Alberto Buela, “Lo políticamente correcto y la metapolítica”.
2 Lo increíble es que le pide a la autora del video que es la propia novia de Sergio Goyri que no lo publique, lo cual no hace, sino que da los nombres de quienes están en esa mesa, disfrutando del “día del amor y la amistad”, algo temerario por su contenido. Ese material, publicado el 21 de febrero de 2019, está disponible en https://www.youtube.com/watch?v=VUf5TIg9hbY (consultado el 15 de enero de 2021).
3 Es posible ver todas las portadas de revistas y medios que menciona la autora en las que apareció Yalitza Aparicio en https://www.eluniversal.com.mx/de-ultima/todas-las-por-tadas-en-las-que-yalitza-aparicio-ha-sido-protagonista (consultado el 11 de febrero de 2021). Ello permite analizar diferentes afluentes, intereses, poses, actitudes y necesida-des de cada una de las revistas.
5 En contraste se le ve hablando del color de su piel, de su origen de clase, de su educación y profesión, en un video de Vogue México y Latinoamérica, disponible en https://www.youtube.com/watch?v=SmEhcDZqrUo (consultado el 2 de febrero de 2021).
7 Cfr.Omar Rincón, “Manual de corrección”.
8 Alberto del Castillo se encuentra actualmente realizando un estudio sobre el “halconazo” y el movimiento estudiantil de 1971 a cincuenta años de su gestación.
9 Cfr.Melissa Galván, “15 datos de la violencia de género que explican el enojo de las mujeres”. Para 2020 se calcula que aumentó el número de mujeres asesinadas, violentadas, agredidas. Véase https://bit.ly/2TkCNxI (consultado el 5 marzo 2021).
10 Cfr.Elsa Fernández-Santos, “En el imperio del terror”.
11 Cfr.Agencias/Redacción, “Bill Cosby, culpable de tres delitos de agresión sexual”.


Buscar:
Ir a la Página
IR
Visor de artículos científicos generados a partir de XML-JATS4R por