DOSSIER
Repensar la soberanía frente a los desafíos de la geopolítica contemporánea. Presentación
Pensar la geopolítica mundial en pleno curso de la mayor epidemia de los últimos 100 años exige, sin dudas, un gran esfuerzo analítico y teórico que permita observar los movimientos históricos de larga duración y, al mismo tiempo, los fenómenos de la coyuntura que surgen producto de esta crisis sanitaria que ha sido capaz de impactar absolutamente todas las dimensiones de la vida social y económica en el planeta.
El sistema mundial contemporáneo viene atravesando cambios profundos cuyas tendencias son anteriores a la crisis del COVID-19. Podemos identificar un punto de inflexión importante en el paso del siglo XX al siglo XXI, cuando China emerge como gran demandante de materias primas para abastecer su estrategia de industrialización, que tuvo su principal centro de desarrollo en las zonas experimentales al sur de su territorio continental. Esta política de industrialización, articulada a una estrategia más general y a una importante capacidad de planificación, abrió paso a uno de los procesos más colosales de transferencia tecnológica del mundo moderno, que en pocos años llevó a China a ser el país con mayor participación en la producción de valor agregado mundial.1
A partir de la segunda década del siglo XXI los procesos de transferencia tecnológica abrieron paso a una disputa por tecnología de punta en sectores estratégicos. Los datos muestran que actualmente China tiene las tecnologías más avanzadas en la producción de energía renovable, principalmente la fotovoltaica, en las tecnologías de internet inalámbrica 5G que están revolucionando las formas de producir y consumir, y en la diseminación de inteligencia artificial, vehículos autoconducidos, telemedicina y telecomunicaciones en general, para citar algunos ejemplos.
El proyecto de la nueva ruta de la seda, Belt and Road Iniciative-BRI, que el gobierno chino lanzó en 2013 y que hoy en día cuenta con más de 138 países miembro en Asia, África, Europa y América Latina, está reorganizando, a una velocidad sin precedentes, los territorios continentales y portuarios y las nuevas y viejas rutas marítimas. Los grandes corredores de infraestructura que parten del norte de China, integran Asia Central, el territorio ruso, Medio Oriente, Europa y llegan hasta la península ibérica están reconfigurando el continente euroasiático, convirtiéndolo en el espacio más dinámico de reorganización de las cadenas globales de valor y de suministro. Tales cadenas también integran África, Oceanía y, en gran medida, América Latina.
El acompañamiento de los principales indicadores económicos muestra dos movimientos importantes de reconfiguración del sistema mundial. En primer lugar, el desplazamiento del dinamismo económico de Occidente hacia Oriente, principalmente China, pero también las economías del sudeste asiático, África e India que se articulan a este proceso. En segundo lugar, el deslizamiento de este dinamismo desde las economías del Norte desarrollado hacia el Sur emergente. La combinación de estos dos procesos parece estar redefiniendo el sistema mundial como un todo y sus mecanismos subregionales de integración, coordinación y cooperación.
Desde el punto de vista geopolítico, el Atlántico pierde peso relativo en los ámbitos económico, marítimo y comercial, desplazando el centro de gravedad de la economía mundial hacia el Indo-Pacífico, que integra la costa oeste africana, la complejidad de la región del Mar Rojo y el norte de África y la India, que parece tener claro su papel de potencia intermediaria entre los intereses de China y del Oriente Medio. Los océanos Índico y Pacífico se convierten en el nuevo espacio geopolítico y geoeconómico que concentra las cadenas de suministro y de valor globales, las principales rutas marítimas y comerciales. A la par, esta zona se constituye en el nuevo espacio de control y reposicionamiento militar a nivel global, que expresa claramente las diferentes dimensiones de la disputa hegemónica entre China y EUA. Esta disputa tiene que ver con el control geoeconómico de la región y de aliados o socios claves como India, China, Japón y Australia.
La crisis causada por el COVID-19 ha acelerado el fortalecimiento de China en el sistema mundial y su capacidad de conducir la dinámica de recuperación de la economía mundial, mientras que ha mostrado la fragilidad de EUA en la conducción del sistema e, inclusive, de su propia crisis sanitaria, económica y política.2
En este contexto de profundos cambios de la coyuntura mundial, ¿cuál es el lugar y el papel de América Latina? ¿Cómo pensar la soberanía como condición sine qua non para el desarrollo regional y como principio estructurador de las relaciones interestatales en el mundo contemporáneo? Estas son preguntas que serán abordadas desde diferentes perspectivas y visiones en este dossier.
La soberanía, como problema teórico, remite a la geopolítica. Casi todo depende de cómo esta última sea pensada. ¿Es una disciplina? ¿Su principal objeto de estudio son los Estados? Ambos conceptos, en realidad, están vinculados: los Estados son los depositarios “oficiales” de una atribución única que constituye la expresión más exclusiva de poder, la nacional. El orden mundial, en su forma actual, se estructura alrededor de un principio de “soberanía nacional” que se materializa en un enjambre de Estados-nación. Desde que en 1960 la ONU optó por concretar el proceso de descolonización a través de la proliferación de Estados-nación, estos han acabado copando el 97,2 % de la superficie terrestre.3
La cuestión que subyace es si, en dicho marco, la geopolítica debe considerar a los Estados como referente casi único para comprender y problematizar lo que sucede en el mundo. Esa idea puede ser sometida a discusión (y, de hecho, de eso se trata este ensayo), pero lo que parece claro es que tal principio fue dominante por mucho tiempo tanto en el ámbito de las relaciones internacionales como en el de la geopolítica ahora llamada “clásica”. Venimos de disciplinas que identifican sus problematizaciones como internacionales y consideran a los Estados como sus objetos de estudio. La globalización, sin embargo, ha traído aparejados cambios significativos que han contribuido a evidenciar algunas deficiencias metodológicas que sería aconsejable replantear.
América Latina, como proveedora global de commodities, constituye un caso especialmente interesante. Hay de hecho fenómenos geopolíticos asociados a nuestra realidad más reciente (como, por ejemplo, el crimen organizado, el deterioro medioambiental o las migraciones internacionales,) que cuesta comprender en toda su dimensión si los parámetros de análisis son únicamente formales. No se trata, tan solo, del carácter intrínsecamente transnacional de dichos fenómenos, sino de que las relaciones de poder que conllevan resultan cada vez más complejas (y cada vez menos “nacionales”) y de que, en paralelo, su despliegue territorial remite a estructuras dinámicas que atraviesan –más que incorporan– los territorios nacionales.
No estamos hablando, aunque pudiera parecerlo, de referentes territoriales más amplios como estructuras regionales de integración, sino de que la expresión espacial de la globalización asume formas competitivas que se concretan en rutas, itinerarios, conectores que, para mayor complicación, no siempre son formales. Los efectos locales, sin embargo, son muy concretos y devastadores.
Seguimos hablando, por consiguiente –al igual que durante la Guerra Fría e incluso antes–, de heartlands y de rimlands, de centros y de periferias, de gateways y de shatterbelts. Pero quizás debiéramos plantearnos hacerlo de otra manera, porque es evidente que lo que pretendemos analizar son situaciones complejas y dinámicas cada vez más difíciles de encuadrar en marcos formales. La idea misma de territorio, como sugería Foucault, es esencialmente jurídico-política y, por ende, evoluciona. Por consiguiente, si carecemos del instrumental necesario para comprender esas evoluciones, corremos el riesgo de indagar el crimen organizado, la crisis climática y las migraciones internacionales a partir de ópticas, no ya poco críticas, sino limitadas.
Parece existir, por consiguiente, una necesidad central: asumir que, como remarca la geopolítica crítica, la propia geopolítica es un compendio de relaciones de poder/saber que modelan la forma en la que se conoce el mundo. Algo así, expresado desde una realidad estructuralmente dependiente como la latinoamericana, no es neutral ni podría serlo.
La geopolítica, de hecho, es sobre todo y ante todo un sistema de saber/poder. Por eso en dicho marco la deconstrucción derridiana constituye una suerte de escapatoria metodológica que debiera permitir replantear los problemas geopolíticos (y de soberanía) en términos, antes que menos estereotipados, menos circulares.
Además, este debate también tiene que ver con buscar la salida a ciertos bucles como, por ejemplo, los eternos problemas de desigualdad y dependencia, tan ligados a nuestra realidad. Estos problemas también son susceptibles de ser abordados a partir de una perspectiva geopolítica que posiblemente tendría mucho más para decir si los parámetros fueran latinoamericanos y definidos desde una perspectiva decolonial y emancipatoria.
Tirar del hilo de la geopolítica y de la soberanía y hacerlo desde perspectivas no tradicionales puede ayudar mucho a la compresión de la realidad internacional contemporánea, que necesita trascender referentes estáticos y formales. Los enfoques críticos que surgen en este campo de conocimiento deben estar preparados para el análisis de situaciones complejas y dinámicas.
Este es el espíritu que animó y condujo la organización de este dosier especial titulado “Repensar la soberanía frente a los desafíos de la geopolítica contemporánea”, que se propuso abordar las diferentes dimensiones de una problemática densa desde el punto de vista teórico y extremadamente dinámica desde el punto de vista político. Para ello invitamos a cuatro intelectuales e investigadores de larga trayectoria en sus diferentes áreas de reflexión y producción. Nos animó un espíritu inter y transdisciplinar, requisito indispensable para comprender la complejidad de la temática que el dossier aborda.
El artículo de Ana Esther Ceceña analiza el diseño organizativo político-territorial del sistema-mundo capitalista y los desafíos a la soberanía del Estado que emergen de la acción de cuatro sujetos: los supraestados, las corporaciones, el crimen organizado y las fuerzas societales en resistencia.
Alberto Santoro nos ofrece un análisis de los nuevos desarrollos científicos, la ciencia de frontera y las posibilidades de una colaboración internacional capaz de superar la relación colonial dependiente y establecer estrategias de cooperación orientadas al desarrollo de los países latinoamericanos a partir del ejercicio de sus soberanías.
El artículo de Andrés Rivarola nos interpela sobre las contribuciones teóricas del pensamiento geopolítico latinoamericano, especialmente en relación con el debate sobre la “geopolítica de la integración”, que en realidad expresa una síntesis de distintas corrientes de pensamiento y acción que se constituyen en una perspectiva geopolítica particular desde la periferia.
La contribución de Elisa Pinheiro de Freitas muestra los efectos del control corporativo transnacional del agronegocio en los países de América del Sur y su impacto en la pérdida de biodiversidad y de soberanía alimentaria.
A todos ellos expresamos nuestro reconocimiento por sus valiosos aportes y un agradecimiento especial por haber aceptado esta tarea con plazos muy ajustados y en medio de las tensiones de una pandemia que lleva casi dos años de impacto en nuestro quehacer académico y profesional. Finalmente, queremos agradecer a CLACSO por la confianza al habernos invitado a coordinar este dossier.
El lector/a tiene en sus manos un rico y denso material para pensar la coyuntura mundial contemporánea y, principalmente, los desafíos de América Latina frente a las profundas mudanzas del sistema mundial en pleno desarrollo. Esperamos que disfruten de su lectura tanto como los coordinadores disfrutamos de la organización de este excelente collage.
Juan Agulló: es sociólogo (EHESS, Francia) e investigador del Instituto Latino-Americano de Economía, Sociedade e Política (ILAESP, Brasil).
Mónica Bruckmann: es socióloga, politóloga (UFF, Brasil) y profesora de la Universidade Federal de Rio de Janeiro (UFRJ, Brasil).