DOSSIER

“Nos mostramos duras, pero por dentro nos estamos muriendo”: maternidades de infancias trans

“Parecemos fortes, mas por dentro estamos morrendo”: maternidade de infâncias transexuais

“We seem tough, but inside we are dying”: trans childhood maternity

Lía Camila Díaz
Universidad Nacional de la Patagonia “San Juan Bosco”/ Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina

“Nos mostramos duras, pero por dentro nos estamos muriendo”: maternidades de infancias trans

Revista Tramas y Redes, núm. 4, pp. 53-70, 2023

Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales

Recepción: 10 Febrero 2023

Aprobación: 05 Mayo 2023

Resumen: El presente artículo surge de mi investigación doctoral sobre lo que denomino “experiencias de infancias y adolescencias trans” desde una perspectiva etnográfica. En el marco de la misma me intereso tanto por cómo esas experiencias son reelaboradas y relatadas por personas trans adultas que lo vivieron “en carne propia” así como también por las vivencias de familias de infancias trans en la actualidad. Particularmente, este trabajo analiza las experiencias de madres de infancias trans en el proceso de acompañar a sus hijes en la ciudad de Bariloche. El objetivo es abordar sus vivencias y relatos desde una perspectiva de género, problematizando y poniendo en discusión los roles de las mujeres en relación a la maternidad, el cuidado de les hijes y la familia. También se propone indagar críticamente en los afectos que atraviesan estas mujeres, entre ellos la duda, la culpa y el temor a ser “malas madres”.

Palabras clave: infancias trans, maternidades, acompañamiento, experiencias, antropología.

Resumo: Este artigo surge da minha pesquisa de doutorado sobre o que eu chamo “experiências de infâncias e adolescências transexuais” sob uma perspectiva etnográfica. Nesse contexto me interessei em saber como essas experiências são reelaboradas e relatadas pelas pessoas transexuais adultas que viveram “na própria carne” e também pelas experiências das famílias de infâncias transexuais hoje. Particularmente, este trabalho analisa as experiências das mães de infâncias transexuais no processo de acompanhar seus filhos e suas filhas na cidade de Bariloche. O objetivo é abordar suas vivencias e histórias a partir de uma perspectiva de gênero, problematizando e discutindo os papéis das mulheres em relação à maternidade, o cuidado dos filhos, as filhas e a família. Também se pretende indagar criticamente sobre os sentimentos que atravessam estas mulheres, incluindo dúvidas, culpa e medo de serem “más mães”.

Palavras-chave: infâncias transexuais, maternidades, acompanhamento, experiências, antropologia.

Abstract: This article arises from my doctoral research on what I call “experiences of trans childhoods and adolescences” from an ethnographic perspective. Within this framework, I am interested in how those experiences are re-elaborated and related by adult trans people who lived it “in their own flesh” as well as in the experiences of trans children families. In particular, this paper analyzes the experiences of the mothers in the process of accompanying their trans children in the city of Bariloche. The objective is to approach their experiences and stories from a gender perspective, problematizing and putting in discussion the roles of women in relation to maternity, childcare and family. This research also intends to critically inquire into the feelings that go trough these women, including doubt, guilt and fear of being “bad mothers”.

Keywords: trans childhood, maternity, accompaniment, experiences, anthropology.

Introducción

Este trabajo forma parte de una investigación doctoral en curso sobre experiencias de infancias y adolescencias trans12 en la ciudad de Bariloche. En esa investigación de mayor amplitud me intereso tanto por los modos en los que esas experiencias son reelaboradas y relatadas por personas trans adultas que lo vivieron “en carne propia” así como por las vivencias de quienes conforman las familias de infancias trans en la actualidad.

Dada la temática de investigación y también por mis compromisos político afectivos, desde la misma formulación del problema me pareció evidente que iba a trabajar desde el encuadre de los estudios de género y las perspectivas feministas. Sin embargo, a medida que fui desarrollando esta mirada advertí que me ofrecía más de lo que suponía en una primera instancia, y que iluminaba aspectos que inicialmente no tenía en cuenta. Considero que los conocimientos son siempre situados, localizables, anclados e inexorablemente vinculados a los aspectos subjetivos implicados en el proceso etnográfico (Haraway, 1995; Gregorio Gil, 2006). En este sentido, mi compromiso afectivo y político, mi perspectiva parcial (Haraway, 1995), contribuyó a poner en foco aspectos que, sin ese punto de vista interesado (Harding, 1998 y 2004), tal vez permanecerían invisibles. Para ir a lo concreto, durante el 2022, cuando comencé a realizar entrevistas e ir a encuentros de familiares de infancias trans pude observar que tanto quienes accedían con menor dificultad a una entrevista como quienes participaban de los encuentros eran, en su mayoría, mujeres cis3 heterosexuales, madres de niñes trans. En el transcurso del trabajo de campo también advertí que son ellas, las madres, quienes también eligen convertir sus experiencias en activismo, conformando agrupaciones de familias de infancias trans o realizando intervenciones pedagógicas y/o políticas en diversos espacios.

Este trabajo se inscribe en la línea de investigaciones que abordan las experiencias de las familias y vínculos afectivos que deciden acompañar4 los procesos de las infancias y adolescencias LGBTI+, desde un enfoque socioantropológico. En esta oportunidad me interesa aportar a los estudios que analizan las vivencias de estas familias desde un enfoque con perspectiva de género, que problematizan los roles de mujeres y hombres que ma/paternan a estas niñeces y a las configuraciones familiares tradicionales. Entre ellos puedo mencionar trabajos tales como las investigaciones de Ramírez Jiménez (2014) sobre familias de niñes LGBT en México y la de Alvarado (2021) en Chile.

En este marco, el propósito de este artículo es desplegar algunos primeros hallazgos y reflexiones en relación a las experiencias de mujeres-madres de infancias trans que deciden acompañar a sus hijes, para poner en juego cuestiones vinculadas a los roles maternales y a las labores de cuidado. Para llevar adelante este análisis, recuperaré material de campo etnográfico, construido a partir de entrevistas realizadas a mujeres madres de la ciudad de Bariloche en 2022 y de mi observación-participación en determinadas instancias que detallo a continuación. Por una parte, analizaré relatos e intercambios surgidos en el contexto de los denominados Encuentros de Familias, eventos organizados por el Área de Género y Diversidad Sexual de la Municipalidad de San Carlos de Bariloche con el objetivo de “armar redes y compartir experiencias” entre familiares de niñeces trans de la ciudad5. Por otro lado, recuperé ciertos intercambios sucedidos en el taller “Niñeces y adolescencias trans y no binaries sin violencia ni discriminación” en el marco del 35° Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries (en adelante EPN) realizado en octubre del año 2022 en la ciudad de San Luis. Si bien mi trabajo etnográfico está situado en Patagonia Norte, específicamente en Bariloche, me interesa recuperar los debates presentes en el EPN por varias cuestiones. En primer lugar, es la primera vez que el tema de las infancias trans y su acompañamiento es incluido en el cronograma oficial de talleres de dichos encuentros. En segundo lugar, porque considero que es enriquecedor para el proceso de producción de conocimiento dar cuenta de perspectivas construidas en y desde otros espacios territoriales para ponerlas en diálogo con los acontecimientos locales.

El artículo está organizado en cuatro secciones. La primera busca situar en tiempo y espacio la emergencia pública en Argentina de las infancias trans y el rol de sus familias. El siguiente apartado está dedicado a problematizar el rol materno y la labor de cuidado de las mujeres que deciden acompañar a estas niñeces a partir de advertir la búsqueda activa, por parte de estas madres, de intervenir en ciertos espacios transitados por sus hijes para asegurarse de que los mismos sean seguros. En tercer lugar, abordaré la cuestión de la culpa y el temor a ser una “mala madre” que experimentan estas mujeres al momento de acompañar a sus hijes. Para finalizar el trabajo, en la última sección realizo un recorrido del argumento del artículo y esbozo algunas conclusiones surgidas del análisis.

Infancias trans y madres que acompañan: el caso de Luana y Gabriela

En el año 2012 se sancionó en Argentina la Ley de Identidad de Género (Ley 26.743). Esta normativa permite –entre otras cuestiones– que el cambio registral de sexo/género y nombre sea realizado a través de un trámite administrativo sin requerir ningún tipo de autorización previa, ni médica ni judicial. Además, establece que la “adecuación corporal” al género autopercibido puede realizarse, en caso de que las personas lo deseen y soliciten, a través de procedimientos médicos tales como intervenciones quirúrgicas y/o tratamientos integrales hormonales. Dichas intervenciones están, desde la sanción de la Ley, incluidas en el Programa Médico Obligatorio, así como también la normativa establece su gratuidad en hospitales públicos y su cobertura por parte de obras sociales y prepagas. Esta ley es considerada de vanguardia a nivel mundial por contribuir explícitamente a la despatologización y desjudicialización de las identidades travesti-trans.

Según la normativa, las personas mayores de 18 años que quieran modificar su nombre y sexo/género en el DNI únicamente deberán solicitarlo ante el Registro Nacional de las Personas. En relación las personas menores de edad, el artículo 5 de la ley afirma que:

[…] la solicitud del trámite […] deberá ser efectuada a través de sus representantes legales y con expresa conformidad del menor, teniendo en cuenta los principios de capacidad progresiva e interés superior del niño/a de acuerdo con lo estipulado en la Convención sobre los Derechos del Niño y en la Ley 26.061 de protección integral de los derechos de niñas, niños y adolescentes […] (Ley n° 26.743, 2012)

La inclusión de les menores de edad en la Ley de Identidad de Género no estuvo, como señala Anahí Farji Neer (2016), libre de debates y polémicas. Cabe destacar también que tanto en lo que refiere a menores como a mayores, el respeto a la identidad de género autopercibida y al nombre elegido debe ser garantizado por las instituciones aún sin la realización de la rectificación del DNI. El artículo n° 12 de dicha ley señala que:

[…] deberá respetarse la identidad de género adoptada por las personas, en especial por niñas, niños y adolescentes, que utilicen un nombre de pila distinto al consignado en su documento nacional de identidad. A su solo requerimiento, el nombre de pila adoptado deberá ser utilizado para la citación, registro, legajo, llamado y cualquier otra gestión o servicio, tanto en los ámbitos públicos como privados. (Ley n° 26.743, 2012)

Las infancias y adolescencias trans comenzaron a visibilizarse en el ámbito público tras la sanción de la Ley de Identidad de Género, pero en particular a partir del caso de Luana, la primera niña trans de Argentina y del mundo en realizar, con el acompañamiento de su madre, el cambio de nombre y de sexo/género en el DNI en el año 2013, cuando tenía cinco años. Fue un caso que se difundió en los medios ya que, frente a la negativa de un juzgado de realizar los cambios registrales, la familia junto con la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) decidieron “mediatizar” y dar a conocer su situación. Luego de unos meses, Luana obtuvo su DNI.

Transcurrida esa experiencia, Gabriela, la madre de Luana, comenzó a asesorar y difundir la temática de las infancias y adolescencias trans en diversos ámbitos, particularmente a partir de la conformación de la Asociación Infancias Libres. También se realizaron libros y un documental sobre su historia. Sin intención de reconstruir las experiencias de ambas, me interesa señalar que a través de dichos medios, particularmente de los libros (Mansilla, 2014 y 2018; Pavan, 2019), Gabriela relató desde las dificultades para acceder a la rectificación del DNI (aun existiendo una ley que las amparara) las reconfiguraciones familiares6 que supuso la decisión de acompañar a Luana en su proceso, la discriminación que ambas experimentaron en ámbitos como la salud y la educación, el acoso mediático, y el acompañamiento de activistas como les miembres de la CHA.

A casi diez años de que Luana, en compañía de su madre, obtuviera el DNI acorde a su sentir, me interesa recuperar las trayectorias y vivencias de estas madres que deciden acompañar a sus hijes en sus procesos de des/re-conocimiento de género en Argentina, particularmente en Bariloche.

Antes de continuar con el análisis, cabe destacar que se trata de un fenómeno que podemos denominar emergente dado que, la aceptación y el acompañamiento por parte de la familia “de origen” a personas travesti-trans es más visible desde las últimas décadas. Hasta hace unos años el rechazo y el desarraigo familiar eran –y en gran cantidad de casos lo siguen siendo– algunas de las variables más repetidas en las trayectorias de vida de las personas cuyo género no se corresponde con el asignado al momento del nacimiento (Alvarez Broz, 2018).

Ir con los tapones de punta para garantizar espacios seguros

La peluquería

Vane7 es empleada en relación de dependencia en el poder judicial, también realiza tortas y pastelería a pedido y tiene un quiosco en una escuela nocturna. Es madre de Ramiro, un niño trans de 10 años. Está separada del padre de Ramiro desde hace años, antes de que el niño realizara la transición y actualmente convive con sus cuatro hijes y su pareja. Al relatar su historia y la de su hijo, destaca que su proceso fue “muy natural”, “desde muy chiquito”, cuando el niño tenía menos de cinco años.

Vane: […] empezó a querer ropa de color azul, ya no le gustaba más el rosa, no le gustaba que le hagan trenzas […] Se las dejaba un poquito y se las sacaba. Nunca le dimos mucha importancia porque los nenes, viste, a nadie le gusta tener cosas en la cabeza y que se yo […] después empezó el tema con el jardín, lo mismo, jugaba más con nenes que con las nenas, o él era el papá en un juego y las nenas eran las nenas, o él era el doctor...siempre en el rol de varón (Fragmento de entrevista, julio 2022).

Ella identifica un primer momento en el que su hije comienza a adoptar o a elegir vestimentas y roles típicamente “masculinos” pero expresa que en el seno familiar “no le dieron mucha importancia”. Luego, identifica una segunda instancia en la que le niñe explícitamente solicita que le llamen con un nombre “de varón”, elegido por él y expresa que se quiere cortar el pelo, el cual hasta entonces llevaba largo, como su hermana melliza. El pedido de Ramiro de cortarse el pelo supuso un primer conflicto para Vane y el padre del niño. Ambes temían enfrentar tanto el “qué dirán” como la posibilidad de que su hijo se arrepintiera de su decisión. Luego de conversarlo, deciden de manera conjunta llevar a Ramiro a una peluquería para finalmente cumplir su deseo. Ese día fueron les tres juntes, al llegar a la peluquería Ramiro y su padre se quedan en la camioneta mientras que Vane se baja primero para hablar con las peluqueras.

Vane: […] un día me dijo “yo me quiero cortar el pelo”. Así que fuimos con el padre a la peluquería, él se quedó con Ramiro en la camioneta y yo bajé a la peluquería a hablar “mirá tengo esta situación, se quiere cortar el pelo, pero no lo quiero tan corto porque si después no le gusta, el pelo tarda en crecer...” y la gente me miraba como “¿qué me venís a decir?” (Fragmento de entrevista, julio 2022).

Como cuenta Vane, en la peluquería no terminaron de entender qué les estaba diciendo y respondieron con caras de desconcierto. Sin embargo, accedieron a cortarle el pelo a Ramiro y no realizaron preguntas incómodas o comentarios negativos frente al niño.

La escuela

Mientras atravesaban este proceso en el ámbito familiar, Ramiro estaba asistiendo a su último año en el jardín, en donde, según Vane, no tuvieron una buena experiencia en lo que respecta al equipo directivo y al cuerpo docente. En dicho establecimiento atravesaron, entre otras cuestiones, obstáculos para que el niño pudiera ir al baño de varones, tal como lo deseaba, dado que no tenía realizada la rectificación del DNI. Además, en un acto escolar fue obligado por una maestra a usar una vestimenta típicamente “femenina”. Por estas razones, cuando llegó el momento de iniciar primer grado, Vane decidió ir “preparada”, habiéndose apropiado de la Ley de Identidad de Género y pidiéndole a A, un varón trans, referente institucional del Área de Género y Diversidad Sexual de la MSCB, que les acompañe.

Vane: […] cuando lo fuimos a anotar para primer grado […] fuimos los dos (junto con el padre de Ramiro) y le dije a A8 “acompañame”. Porque en donde me pongan un “pero” hago quilombo, se la hago re corta, no voy a dar mucha vuelta viste. Ese día yo lo pasé a buscar a A y nos juntamos con el padre de Ramiro en la escuela. Y no habló directamente él, yo le dije a la mina “lo vengo a anotar, de tal y tal manera y tiene esta ley (Ley de Identidad de Género) que lo ampara y si te gusta bien y sino acá está la gente de (el Área de) Diversidad que lo representa”. “Ah nooo está perfecto, buenísimo” (respondieron desde el equipo directivo) como que no le di mucha opción, viste (Fragmento de entrevista, julio 2022).

Pau es profesora de historia en escuelas secundarias y también es diseñadora gráfica. Tiene tres hijes, de les cuales Azul, la menor, es una adolescente trans. Azul manifestó explícitamente su identidad de género autopercibida a los 11 años, al mismo tiempo en su casa y en la escuela. Pau relata una situación similar a la de Ramiro en relación al colegio de Azul, en donde no le permitían ir al baño “de nenas” porque –o al menos la excusa era que– no tenía realizada la rectificación del DNI.

Pau: […] En el 2020 cuando empezamos el año fuimos (con el padre de Azul) medio tapones de punta a decir bueno “¿cómo vamos a tratar el tema del baño? acá está el informe, hay una ley, la ley dice esto...no le podés seguir diciendo X9, en la lista no puede decir X” (Fragmento de entrevista, julio 2022).

En este caso, además de llevar la Ley de Identidad de Género, Pau y el padre de Azul acercaron a la escuela un informe psicológico de la niña, lo cual en Argentina no es un requisito legal para que la identidad de una persona sea respetada en ningún ámbito. Sin embargo, Pau y el padre de Azul consideraron que era una “herramienta” que les ayudaría a que en la escuela se validaran y respetaran las decisiones y deseos de su hija.

Tanto Vane como Pau decidieron ir “tapones de punta” a las instituciones educativas, luego de haber tenido malas experiencias en las mismas, para que sean respetados los derechos de sus hijes. Como se mencionó anteriormente, en Argentina las personas trans, adultes o niñes, no tienen la obligación de rectificar su DNI para que su género y nombre autopercibido sea respetado. Finalmente, no es menor detenerse a señalar que, en los casos recuperados en los párrafos precedentes, el conflicto principal en la escuela gira en torno a el acceso a los sanitarios, conceptualizados por Paul B. Preciado (2009) como cabinas de vigilancia del género.10

La familia

En lo que respecta al ámbito familiar, Pau expresa que todo “fluyó bastante bien”, salvo con sus padres, les abueles de Azul.

Pau: Primero se lo dije yo... mis viejos viven en La Plata, y en un momento (Azul) no quería ir a La Plata ... entonces yo le digo “¿vos querés que yo le diga a los abuelos?”. Mis viejos son tipos grandes... pero mi viejo es médico, que se yo, sabe de lo que estamos hablando, no se... Bueno, entonces yo le dije (…) “vamos a ir a La Plata y X no se llama más X se llama Azul, y está haciendo la transición...”. Así muy corto y al pie, sin mucha explicación. Y bueno, mis viejos se quedaron así tipo (sin palabras) (risas), yo no se si entendieron, al principio era como “de qué me está hablando esta piba”. Bueno, se los expliqué varias veces antes de viajar viste […]

Pau: […] fue como lo más duro. Porque además mi viejo, sobre todo mi papá, como no entiende y no quiere entender porque es una roca era como “bueno ya se le va a pasar” o “bueno, vos me tenés que entender porque yo...” “no! vos tenés que entender, no es que la piba te tiene que entender a vos” y ahora le dice Azul, y a veces se le escapa el masculino en su discurso, pero bueno, ya está allanado, pero como dos añitos fueron, de ir y.... y después el resto se lo tomó bien […] hasta que todos se fueron enterando, y fueron dando su opinión (risas), pero bueno, como estamos lejos está bueno. Pero que se yo, el otro día vino mi primo, con sus hijas y que se yo, y es Azul, y todos le dijeron Azul y está todo bien, y ya todos saben, y no hay que explicar mucho... Entonces ahí Azul se relaja. Pero cuando va a lugares a donde sabe que se va a tener que comer el garrón de que le digan su nombre anterior tres o cuatro veces, no quiere ir, se encula, se va, desaparece. Porque no le cabe enfrentar, con la familia sobre todo […] (Fragmentos de entrevista, 2022).

Como cuenta Pau, a Azul no le gusta tener que dar explicaciones sobre su identidad de género, sobre todo en el ámbito familiar, por eso ella asume el rol o la responsabilidad de “contarle” a les demás, explicarles y corregirles.

Recupero los testimonios de Vane y de Pau no para reflexionar concretamente sobre las experiencias de sus hijes en sus tránsitos por diversos espacios, lo cual será objeto de otros trabajos, sino para observar, a partir de los relatos, los roles y las posiciones que ocupan ellas como madres en dichas situaciones. Estas escenas relatadas por Vane y Pau nos permiten identificar diversos momentos en los que ellas, como madres de infancias y adolescencias trans, debieron ir “tapones de punta”,11 es decir, mostrándose decididas, informadas y/o con respaldo legal o institucional, para garantizar que esos espacios sean seguros para sus hijes. En el primer caso, Vane se acerca a la peluquería antes, sin Ramiro, para garantizar que su hijo sea tratado con respeto y que sean validados sus deseos, así como también para evitar preguntas o miradas despectivas frente al niño.

En las escuelas a las que asisten ambas niñeces la situación fue más compleja aún. Además de tener que ir a conversar para que se garantice el respeto a las identidades de sus hijes, debieron hacerlo con algún tipo de respaldo, dado que en el pasado no había sido suficiente con la manifestación verbal de la situación. En el caso de Vane, optó por ir con A, un referente institucional; por su parte, Pau llevó un informe psicológico que avalaba los deseos de su hija. Asimismo, en ambos casos, las madres tuvieron que recurrir al citado explícito de la Ley de Identidad de Género. En este sentido, conviene remarcar que si bien dicha normativa tiene más de una década de vigencia, existen establecimientos que no la garantizan.

Finalmente, me interesó reponer el momento en el que Pau les cuenta a sus padres sobre la transición de Azul y les pide que respeten su género y su nombre. A partir del trabajo de campo he podido advertir que generalmente son las madres quienes se ocupan de “contarle” al resto de la familia, e incluso tomar la decisión de cortar el vínculo con quien no respeta a sus hijes. Una madre me comentó en un encuentro que, en una situación similar, en la cual el abuelo no respetaba la identidad de su hijo, le dijo si no lo aceptaba “no lo iba a ver más”, porque no iba a llevarlo a su casa “a sufrir”.

Este tipo de vivencias relatadas por Vane y Pau fueron mencionadas también en el taller sobre infancias trans en el Encuentro en San Luis. Madres de niñeces trans expresaron que son ellas quienes siempre tienen que estar “aclarando” (que su hije es una persona trans) o “pataleando” (para que se garanticen los derechos de sus hijes), en ámbitos educativos, de recreación (cuando les niñes deciden, por ejemplo, realizar algún deporte), sanitarios, e incluso con los vínculos familiares. Carla, una madre presente en el taller, expresó que “todas las preguntas de mierda” se las hacen a ella. Asimismo, una mujer comentó que generalmente son las madres quienes ocupan ese rol porque “los padres tienen otros tiempos”.

Las experiencias reconstruidas en esta sección ponen en relieve cómo se pone en juego el rol maternal de las mujeres que acompañan a estas infancias y adolescencias. Como señala Pautassi (2007) a pesar de la importante “salida” de las mujeres al trabajo remunerado en las últimas décadas y del debilitamiento de las instituciones familiares (Esquivel, Faur y Jelin, 2012), la responsabilidad sobre el cuidado del hogar y particularmente de los hijos y de las hijas sigue recayendo más fuertemente sobre las mujeres que sobre los varones. Tal como han señalado los feminismos, ese cuidado de les hijes –y de la familia en general– no es únicamente la garantía de la supervivencia biológica, sino también el resguardo emocional, el acompañamiento y la educación de les niñes en un sentido amplio. En este marco, es relevante problematizar qué responsabilidades específicas tienen las madres de infancias y adolescencias trans. Como vimos a lo largo del apartado, ellas asumen la responsabilidad de evitar, en la medida de lo posible, que les niñes sean objeto de violencia y discriminación. En esta búsqueda de resguardo y protección ejercen acciones en todos ámbitos en donde se desarrollan las niñeces, desde el entorno familiar hasta la escuela, los espacios de recreación, el ámbito médico, entre otros. En este proceso, además de evitar que sus hijes experimenten violencias, las mujeres también buscan no mostrarse “débiles” frente a sus entornos, para que les demás “no sufran” o porque les otres “no pueden” y ellas sí.

En la próxima sección propongo indagar en algunas de las tensiones, dudas y temores experimentados por estas madres de infancias trans al momento de acompañar a sus hijes.

La culpa y el temor a ser mala madre

¿Cómo no me di cuenta antes?

María, mamá de Tomás, un adolescente trans, contó la experiencia junto a su hijo en uno de los Encuentros de Familias mencionados al comienzo del artículo, organizados por la Municipalidad. En esa instancia de intercambio con pares y con referentes institucionales María expresó que Tomás manifestó verbalmente que no se sentía una mujer, tal como le habían asignado, sino que es un varón, “recién” a los 14 años, durante la pandemia por COVID 19. En el encuentro, María expresó que siente culpa por “no haberse dado cuenta antes” que Tomás era un varón y que incluso le ha pedido disculpas por eso.

La vivencia de María permite advertir –al menos– dos cuestiones que suelen estar presentes en algunos activismos travesti-trans, y particularmente en los activismos vinculados a las infancias. Una de esas cuestiones es la idea de que la identidad de género es un hecho estable, es decir, que no muta en el tiempo. Y la segunda, relacionada con la primera, refiere a que esa identidad genérica estable es necesariamente constituida durante los primeros años de vida de una persona. En este sentido, Luis Puche Cabezas en su tesis doctoral sobre infancias y juventudes trans y sus familias en el contexto español señala lo siguiente:

Las narrativas recogidas en esta investigación, pese a su diversidad, tienen en común que todas ellas localizan los orígenes de la vivencia trans en la infancia. En la mayoría de los casos, se habla desde la convicción de que la identidad de género es innata y se habría expresado en el sujeto “desde siempre”. Desde que el niño o la niña comienza a habitar el mundo, al margen del trato que reciba y de la asignación de sexo/género que se le haya adjudicado, su “identidad verdadera” se abre camino y se manifiesta de forma más o menos rotunda (2018, p. 161).

Si bien no desarrollaré esta problemática en este trabajo, cabe subrayar que la cuestión del mantenimiento (o no) en el tiempo de una identidad de género fija es un tópico que interpela a las familias que deciden acompañar a sus hijes, tal como veremos también más adelante.

¿Qué hice para que nos pasara esto?

Durante la entrevista, Vane me comentó que durante el proceso de Ramiro tuvo momentos en los que sintió culpa. Si bien nunca percibió lo que le pasaba a su hije como “un problema”, sí se preguntó, sobre todo al principio, “qué hizo mal”:

Vane: […] costó si, me costó un montón de... de procesar... de preguntarme por qué a mí, si yo había tenido dos nenas, y decía en qué me equivoqué, en qué le erré para que me pasara esto. Y después entendí que no, que quizás cayó acá o me eligió porque sabía que no lo iba a... que lo íbamos a bancar... tanto sus hermanas como mi pareja, o sea... cuesta, cuesta, a veces el rechazo, o de cómo lo van a tratar.

A lo largo de la entrevista Vane me comentó que esas emociones las expresa cuando está sola, en su habitación o a escondidas. Dice que adelante de Ramiro y del padre del niño siempre “está todo bien” porque no quiere que la vean así. “Si estamos los dos para atrás no sirve ninguno”, dice haciendo referencia al padre de su hijo, a quien “le cuesta más”. Vane me comenta que si bien para “afuera” siempre se muestra “fuerte”, en silencio experimenta miedos y culpas.

En esta misma línea, en el taller del EPN, una mujer comentó que estaba contenta de ver a “otras mamás de carne y hueso” con quienes conversar acerca de sus experiencias, porque, en sus palabras, “(las madres) nos mostramos duras, pero por dentro nos estamos muriendo”.

Tanto en el caso de Vane como en el de María, la culpa se manifiesta como una de las emociones experimentadas a lo largo del proceso de transición, tanto la culpa “por no haberse dado cuenta antes” como cuenta María, como por “haber hecho algo mal” para que su hije no se sintiera a gusto con el género asignado al nacer.

Acompañar sin influir

Para finalizar este apartado retomaré un debate sucedido en el taller al que asistí en el EPN. Laura, madre de une niñe asignade como niña al momento del nacimiento, cuenta que su hije le pide de manera recurrente usar ropa y juguetes que estereotípicamente utilizan los varones e incluso, de manera menos insistente, le ha pedido que le llamen en masculino. Ella cuenta que es feminista, y que desde ese posicionamiento político “sabe” que no existen juguetes y ropa “de nene y de nena”, que es una construcción social. En ese sentido se pregunta cómo acompañar a su hije de la mejor manera y si usar la palabra “trans” es “muy pronto” o no, ya que teme “influir y condicionar” a su hije si lo hace. En respuesta, Claudia, madre de una niña trans y fundadora de M. una organización de familias de infancias trans de la provincia de Buenos Aires le dijo que no tenga miedo, que “nunca vamos a influir tanto como para cambiarle la identidad a alguien”, que no por acompañar a su hije en sus deseos va a “convertirlo” en varón. También comenta que no podemos deshacernos tan fácilmente de los estereotipos sociales, que muchas veces los juguetes y la ropa son la forma que las niñeces tienen para expresar lo que sienten, y que eso puede tener que ver o no con la identificación de género. Dice que lo importante es escuchar y acompañar. Asimismo, Silvia, también madre de una infancia trans, opinó que si hoy su hije manifiesta ser un varón y dentro de unos años dice que es una mujer, eso no invalida ninguno de sus procesos. A diferencia de María, Silvia plantea la posibilidad de una noción de identidad de género menos rígida, abierta a la posibilidad de transformaciones a futuro.

Tanto Laura como Vane y María expresan temor y culpa ante la posibilidad de no estar cuidando a sus hijes, de hacer algo “mal” o que les dañe. En definitiva, temen ser malas madres o haberlo sido en algún momento. Laura tiene miedo a influir a su hije, a condicionar sus deseos. Vane imaginó que era su culpa, que hizo algo mal para que su hijo no se sintiera bien con el género que le asignaron al momento del nacimiento. María siente angustia por no “haberse dado cuenta antes” de que su hijo es una persona trans.

De acuerdo con Badinter (1981), ser una “buena madre” depende de lo que la sociedad entienda como tal en un espacio y tiempo determinado, dado que históricamente la figura maternal ha tenido diferentes matices. Para las mujeres con las que trabajo, madres de infancias trans, qué es ser una buena madre supone varios conflictos y tensiones. En los tres casos analizados, las mujeres deciden acompañar a sus hijes en sus procesos de (des)identificación de género, sin embargo, lo hacen con gran cantidad de temores y dudas en torno a cómo hacerlo “bien”. Es paradójico observar que la culpabilidad está presente en todos los casos, tanto cuando creen que no hicieron lo suficiente (María por no “darse cuenta antes”) o cuando temen influir demasiado en la configuración del género de sus hijes (en este caso, lo planteado por Laura en el EPN).12 También es significativo advertir que Laura, a diferencia de Vane y María, realiza explícitamente una lectura “en clave de género” al posicionarse como feminista.13

Palabras finales

A lo largo de este trabajo me propuse realizar, a partir del trabajo de campo etnográfico, algunas primeras reflexiones en torno a las experiencias de mujeres –cis heterosexuales–, madres que deciden acompañar a sus hijes en el proceso de identificación de género, cuando este último no se alinea con el asignado al momento del nacimiento.

En una primera instancia me detuve en los relatos en primera persona de madres de infancias trans. En los mismos pude identificar diversas circunstancias en las que ellas optan por asistir a determinados espacios, antes de que lo hagan sus hijes, con el fin de asegurarse de que sean seguros, es decir, para garantizar que sean respetados los deseos y derechos de esas infancias. Desde entrar antes a la peluquería para evitar interpelaciones y miradas frente a las niñeces, hasta ir con la Ley de Identidad de Género “en mano” a las escuelas para garantizar el respeto al nombre autopercibido. También son, generalmente, las encargadas de comunicarle al resto de los familiares los procesos de sus hijes.

En relación a este último punto, a partir de estos primeros acercamientos al campo, me atrevo a conjeturar que la decisión por parte de estas mujeres de acompañar a sus hijes va de la mano de la generación de movimientos/corrimientos en las dinámicas familiares. Tanto por ser quienes comunican al resto de la familia los deseos y decisiones de sus hijes, como por ser quienes toman la decisión de continuar o no con esos vínculos que no aceptan o respetan las identidades de esas infancias. Esto también puede observarse cuando las mujeres llevan adelante determinadas tareas o roles (ir a “patalear” a alguna institución o mostrarse “fuertes”) porque a los padres “les cuesta” o “tienen otros tiempos”. Cabe señalar que ese “mostrarse fuerte” para el exterior (en la familia, en las instituciones) silencia experiencias y emociones que las mujeres no suelen expresar ante otres, salvo que se encuentren con otras madres “de carne y hueso”, que hayan atravesado vivencias similares.

En otro orden, en el transcurso del artículo busqué reponer algunos de los dilemas que enfrentan estas mujeres en el proceso de acompañar a sus hijes en la transición. ¿Cómo “acompañar sin influir”? ¿La identidad de género es un hecho estable o puede cambiar a lo largo del tiempo? ¿Si mi hije no se siente a gusto con el género que le asignaron, o si expresó su identidad “de más grande”, significa que “hice algo mal”? En esta línea, pude advertir la presencia de sentimientos de culpa y temor a producir daño a sus hijes o a haberlo hecho con anterioridad. En síntesis, temen haber sido malas madres.

Antes de finalizar este trabajo quisiera volver a destacar la importancia de seguir produciendo conocimiento etnográfico sobre las condiciones de acceso a derechos de las personas trans, dado que, aún con diez años de la sanción de la Ley de Identidad de Género, existen espacios e instituciones que se permiten desconocer las normativas, en este caso las escuelas. A día de hoy son las personas trans y sus entornos cercanos quienes se ven obligados a dar a conocer la legislación vigente y garantizar su cumplimiento.

Referencias

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Notas

1 La categoría “trans” es utilizada usualmente como concepto paraguas que engloba las identidades travesti, transexual y transgénero (Ceballos y Gil, 2020; Wayar, 2018). No obs-tante, como afirma Radi (2019), es preciso tener en cuenta que trans, transgénero, travesti, transexual no son términos equivalentes ni intercambiables. De acuerdo con Stryker (2017), utilizo la categoría “trans” para referirme a las personas que se distancian del género que le asignaron al nacer.
2 En este caso, la noción de “infancias trans” corresponde a un término nativo que hace referencia a niñes cuya identificación de género autopercibida y manifestada no se alinea con la asignada al momento del nacimiento.
3 Existen diversas versiones sobre el origen de la palabra “cis”. Podemos decir, en líneas generales, que cis, por cisgénero o cisexual, es un término acuñado en los años noventa en el seno de la comunidad trans para referirse a las personas que no son trans (Radi, 2019), es decir, a las personas que se identifican con el género que les fue asignado al momento del nacimiento.
4 “Acompañar” es una categoría nativa que tiene diferentes matices. Basándome en esas nociones nativas, en este artículo consideraré –en líneas generales– que acompañar es aceptar y respetar la identidad de género y/u orientación sexual del niñe y tener la intención de realizar acciones que contribuyan su bienestar. Más adelante en el artículo veremos que existen dudas y paradojas en torno a cómo “debe” ser ese acompañamiento; sin embargo, a grandes rasgos, la idea de “acompañar” se construye en contraposición al “rechazo”.
5 Cabe destacar que en Bariloche no existe, hasta el momento, una organización consolidada de familiares de infancias trans, como sí sucede en otras localidades del país. El espacio de referencia de madres y padres de niñes trans a nivel local es el Área de Género y Diversidad Sexual de la MSCB y particularmente los “Encuentros de Familia” organizados por dicha entidad. Quienes asisten regularmente tienen la intención de, en un futuro cercano, constituir una organización al margen del estado.
6 Gabriela cuenta, por ejemplo, que el padre de Luana decidió apartarse y romper el vínculo con ambas debido a que no estaba de acuerdo con la “transición” de la niña. También cuenta que, desde ese momento, Luana tiene “muchas tías”, entre ellas su tía “biológica”, las amigas de su mamá y sus “tías travas”, Susy Shock y Marlene Wayar.
7 Para preservar el anonimato de las personas utilizaré nombres ficticios y/o las iniciales de los nombres verdaderos.
8 “A” es un varón trans, promotor social en el Área de Género y Diversidad Sexual de la Municipalidad de San Carlos de Bariloche. Además de ser empleado del municipio es activista por la diversidad sexual en la ciudad.
9 Nombre que les padres de Azul le pusieron al momento del nacimiento y que ella decide no utilizar.
10 Paul B. Preciado argumenta que los baños públicos, instalados y generalizados en Europa a partir del siglo XIX, fueron pensados inicialmente como espacios de gestión de los derechos corporales para, posteriormente, convertirse en cabinas de vigilancia del género. En el siglo XX, los baños públicos se vuelven “auténticas células públicas de inspección en las que se evalúa la adecuación de cada cuerpo con los códigos vigentes de la masculinidad y la feminidad” (2009, p. 14).
11 En Argentina, la expresión “tapones de punta” refiere a realizar una acción con una actitud frontal, decidida y dispuestx a confrontar si es necesario.
12 Las mujeres-madres de infancias trans no solo sienten esa interpelación “interna” de ser una “mala madre” sino que este adjetivo suele ser atribuido –con otros fundamentos– por el exterior (familia, compañeres de trabajo, desconocides a través de redes sociales).
13 Queda pendiente para el futuro de la investigación indagar en los matices existentes en las maneras de acompañar de las madres que se asumen/posicionan como feministas y las que no.
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