DOSSIER
Recepción: 07 Septiembre 2023
Aprobación: 13 Noviembre 2023
DOI: https://doi.org/10.54871/cl4c500i
Resumen: Este trabajo se centra en los desafíos éticos y metodológicos enfrentados al investigar el Tapón del Darién, un importante corredor migratorio en América Latina. A través de un enfoque etnográfico, se examina cómo los investigadores pueden navegar entre las estructuras de poder, la gobernanza criminal y las emociones propias y de los migrantes. Se aborda el dilema de etnografiar tanto al migrante como al poder, considerando las complejidades inherentes a la dominación en la región.
Palabras clave: Tapón del Darién, desafíos metodológicos, estructuras de poder, gobernanza criminal, migración.
Resumo: Este estudo foca nos desafios éticos e metodológicos ao pesquisar no Tampão de Darién, um relevante corredor migratório na América Latina. Utilizando uma perspectiva etnográfica, analisa-se como os pesquisadores podem se mover entre as estruturas de poder, a governança criminosa e as emoções de si mesmos e dos migrantes. Aborda-se o dilema de realizar uma etnografia tanto do migrante quanto das forças dominantes, considerando as complexidades intrínsecas à dominação na região.
Palavras-chave: Tampão de Darién, desafios metodológicos, estruturas de poder, governança criminosa, etnografia migratória.
Abstract: This study delves into the ethical and methodological challenges faced when researching the Darién Gap, a pivotal migration corridor in Latin America. Employing an ethnographic lens, it examines how researchers can navigate the interplay of power structures, criminal governance, and the emotions of both themselves and the migrants. The paper confronts the conundrum of ethnographically studying both the migrants and the prevailing powers, taking into account the inherent complexities of dominance in the region.
Keywords: Darien Gap, methodological challenges, power dynamics, criminal governance, migration.
Introducción
La región del Tapón del Darién, que se extiende entre Panamá y Colombia, es un territorio emblemático por su singularidad geográfica; ofrece una selva densa, montañosa e inhóspita que representa un desafío para cualquier transeúnte. Esta barrera natural, prácticamente infranqueable para muchos, ha sido históricamente determinante en la construcción política, social y económica de la región. Además, su posición entre Norteamérica y Sudamérica le confiere una relevancia estratégica, que ha convertido esta selva en un corredor migratorio esencial, como puede apreciarse en el Cuadro 1, aunque también en uno de los más peligrosos y menos documentados de América Latina (Velásquez, 2015). Dentro de este vasto mosaico verde, no solo los migrantes buscan travesías hacia destinos que prometen una vida mejor o un escape de situaciones adversas. También convergen en el área actores con agendas propias, que buscan ejercer control y dominación sobre estas rutas y las personas que las transitan. Desde grupos armados hasta redes de tráfico de personas, el Darién se ha convertido en un tablero de ajedrez donde la vida humana se juega en cada movimiento (Miraglia, 2016). Adicionalmente, la región ha atraído la atención de organismos internacionales que buscan mitigar los impactos humanitarios y asegurar los derechos de los migrantes. Estas entidades, al interactuar con actores locales, tanto estatales como no estatales, añaden otra capa de complejidad al panorama ya multifacético del Darién. Su presencia y acciones pueden ejercer influencia sobre cómo se manejan los flujos migratorios, cómo se brinda ayuda y cómo se documentan las realidades en la región (Álvarez, 2023; Gissi et al., 2020).
Sin embargo, la singularidad de la situación en el Tapón del Darién no se entiende únicamente por su orografía o la presencia de múltiples actores. Está, además, inmersa en discursos globales sobre migración que trascienden las fronteras y desafían las definiciones convencionales. En una época donde los movimientos migratorios adquieren una visibilidad y protagonismo sin precedentes en la esfera mediática y política, el Darién se erige como un reflejo de los desafíos más amplios que enfrenta América Latina, siendo un crisol de problemáticas que incluyen cuestiones de identidad, seguridad y derechos humanos.
Para la comunidad académica, el Tapón del Darién representa un terreno fértil pero desafiante. Las dificultades logísticas de acceso se complementan con retos éticos y metodológicos. ¿Cómo garantizar que, en el proceso de documentar estas migraciones, no se vulneren aún más los derechos y la seguridad de quienes ya se encuentran en una situación precaria? La representación de estas realidades sin caer en clichés o reduccionismos es un ejercicio de equilibrio y responsabilidad (Nelson y Curran, 2022). Por tanto, este artículo tiene como propósito no sólo desentrañar las complejidades migratorias en la referida región, sino también reflexionar sobre el papel del investigador ante tales circunstancias. ¿Qué herramientas metodológicas y éticas son las más adecuadas? ¿Cómo evitar el extractivismo académico y, en su lugar, contribuir de manera significativa al bienestar y comprensión de las comunidades estudiadas?
Al abordar la intersección entre los desplazamientos humanos y las estructuras de poder en el Tapón del Darién, se busca también generar pistas para develar las tramas ocultas y visibles que configuran este espacio. En ese sentido, la región se arma como un escenario donde las narrativas, intereses y vidas se entrecruzan y, a menudo, colisionan. Al explorar estos matices, esperamos no solo arrojar luz sobre una de las rutas migratorias menos comprendidas de América Latina, sino también avanzar en la construcción de marcos teóricos y metodológicos que enriquezcan el diálogo y comprensión sobre migraciones en nuestra región.
El Tapón del Darién y las estructuras de poder
La región del Tapón del Darién ha sido históricamente reconocida como una intersección geográfica fundamental entre Centroamérica y América del Sur. Esta posición, que por naturaleza debería hacer de este punto un nexo crucial en las dinámicas migratorias y comerciales, ha sido también la razón por la que se ha transformado en un escenario de tensiones, control y dominación. Para entender las estructuras de poder que operan en esta región, es imprescindible echar un vistazo a su historia geopolítica. Esta región ha sido testigo y protagonista de enfrentamientos entre naciones, luchas por el control de rutas comerciales y, más recientemente, de flujos migratorios (Serrano, Polo y Manrique, 2019). La ausencia de una infraestructura vial que conecte de manera directa a los dos continentes ha potenciado su imagen de inaccesibilidad y ha añadido complejidad a la narrativa geopolítica del área. A lo largo del tiempo, esta región ha sido codiciada tanto por naciones como por grupos no estatales debido a su valor estratégico. Desde los enfrentamientos coloniales por el control del “Nuevo Mundo” hasta las recientes tensiones relacionadas con el narcotráfico, el contrabando y el control migratorio, el Darién ha sido un espacio de lucha constante (Nelson y Curran, 2022).
El Tapón del Darién no es solo una región geográfica; es también un entramado complejo de actores que buscan ejercer influencia y dominación sobre la zona. Estos actores van desde gobiernos nacionales, pasando por grupos paramilitares y guerrilleros, hasta redes de tráfico de personas y narcotraficantes. Sin embargo, no podemos pasar por alto la presencia y las acciones de organismos internacionales como las agencias de las Naciones Unidas y otras organizaciones humanitarias que también juegan un papel fundamental en la región. Estos actores buscan brindar asistencia y protección a los migrantes, pero también establecen ciertas dinámicas de poder en sus interacciones con gobiernos locales, comunidades y otros grupos presentes en el área (Álvarez, 2023). Así, cada uno de estos grupos tiene sus propios intereses y agenda en la región, y su coexistencia da lugar a dinámicas de poder a menudo volátiles y cambiantes. Por ejemplo, las redes de tráfico de personas ven en la inaccesibilidad del Darién una oportunidad de negocio, cobrando sumas exorbitantes a migrantes desesperados por cruzar o incluso por únicamente pisar la región en su camino hacia destinos más al norte. Estos grupos ejercen un dominio territorial, aprovechando la falta de presencia estatal efectiva y la densidad de la selva para operar con relativa impunidad. Por otro lado, están los grupos armados, tanto paramilitares como guerrilleros, que históricamente han buscado controlar áreas estratégicas del Darién para sus operaciones, ya sea como corredores de droga o como refugio y zona de entrenamiento (Van Uhm y Grigore, 2021).
Los migrantes, al tratar de atravesar esta región, se convierten en peones en un juego de poder mucho más grande. Las estructuras de poder establecidas en el Darién ven a los migrantes no como individuos en busca de una vida mejor, sino como una oportunidad de lucro o, en algunos casos, como una amenaza a sus operaciones. Por otra parte, los Estados, con sus políticas y acciones, también contribuyen a estas dinámicas, ya sea al no ofrecer protección adecuada o al implementar medidas restrictivas. Las agencias de las Naciones Unidas y organizaciones humanitarias, por su parte, buscan intervenir para proteger los derechos humanos y brindar asistencia, pero también están sujetas a negociaciones y compromisos con actores locales y nacionales (Gissi et al., 2020; Rivera, Herrera y Domenech, 2023). La vulnerabilidad de estas personas es exacerbada por la falta de infraestructura y servicios básicos en la región, y por la ausencia de una política migratoria coherente y humanitaria por parte de los gobiernos involucrados.
Mientras que los actores no estatales han ejercido tradicionalmente un grado alto de control en el Tapón del Darién, no podemos pasar por alto el papel de los gobiernos en la configuración de las estructuras de poder en la región, los cuales han implementado una serie de políticas y medidas destinadas a controlar y monitorear el flujo migratorio a través del Darién. Sin embargo, estas políticas a menudo han sido reactivas, en respuesta a crisis específicas, en lugar de ser parte de una estrategia a largo plazo para gestionar y facilitar la migración segura y ordenada.
Las operaciones de control migratorio, las políticas de detención y deportación y las restricciones a la movilidad han creado un ambiente de incertidumbre y miedo para los migrantes. Algunos encuentran que sus viajes se detienen abruptamente, enfrentando la deportación o largos periodos de detención. Otros, ante el temor de ser detenidos, buscan rutas más peligrosas y recurren a contrabandistas y traficantes, lo que aumenta su vulnerabilidad.
El Darién, pese a su particularidad geográfica y su complejo entramado de actores, no es un fenómeno aislado. En muchos aspectos, la región refleja las tensiones y desafíos de la migración en el escenario global. Los discursos dominantes sobre seguridad nacional, identidad y la “crisis” migratoria han influido en cómo se percibe y se aborda la situación en el Darién (Porras, 2023).
Sin embargo, hay un riesgo inherente en generalizar demasiado o en tratar de encajar la realidad del Darién en narrativas globales preexistentes. Es crucial reconocer y respetar la singularidad de la región y sus propios desafíos, sin dejar de situarla en un contexto global más amplio. Es evidente que el Tapón del Darién es un microcosmos de las tensiones, desafíos y oportunidades presentes en la migración global. Las estructuras de poder que operan en la región son complejas y multifacéticas, y requieren un enfoque de investigación que sea a la vez detallado y holístico.
Para avanzar en la comprensión del Darién y su papel en las dinámicas migratorias de América Latina, es esencial adoptar una perspectiva interdisciplinaria que combine la geopolítica, la sociología, la antropología y otros campos relevantes. Solo a través de un esfuerzo concertado y colaborativo podremos esperar descifrar y, con suerte, abordar los desafíos que presenta el Tapón del Darién en el siglo XXI.
Etnografiando la dominación
La etnografía, como herramienta de investigación, ofrece una perspectiva única para abordar la complejidad y las particularidades de una región o sociedad. Su enfoque en el estudio detallado de las culturas y prácticas locales, basado en la observación participante, permite una comprensión más profunda y matizada de las dinámicas de poder (Seim, 2021). En el contexto del Darién, etnografíar implica no sólo observar, sino participar en las dinámicas cotidianas, dialogar con los actores clave y vivir las experiencias que definen la vida en la región. Sin embargo, la modernidad ha traído consigo nuevos desafíos y oportunidades. Lo multi-situado, por ejemplo, reconoce que las culturas y comunidades no están ancladas en un solo lugar, especialmente relevante en un contexto migratorio. El Tapón del Darién, como zona de tránsito, demanda una etnografía que siga a las personas en movimiento, cruzando fronteras y enfrentando diversas estructuras de poder.
Así, es posible identificar y analizar las estructuras culturales que perpetúan sistemas de dominación. Los estudios culturales contemporáneos han resaltado cómo las prácticas, discursos y símbolos culturales son herramientas que los grupos dominantes usan para mantener su poder (Amelina, 2022). En el Darién, esto se manifiesta en la forma en que actores estatales y no estatales conceptualizan, representan y tratan a los migrantes, así como la forma en que se moldean y regulan las dinámicas de tránsito. Un ejemplo de esto es la manera en la que las empresas de transporte marítimo del Golfo del Urabá segregan a migrantes y turistas, los cuales deben viajar en embarcaciones distintas. Así mismo, los primeros están obligados a pagar un pasaje de ida y vuelta aún cuando no utilizarán el regreso. Un aspecto aún más visible tiene que ver con el uso obligatorio de marcas para identificar plenamente a los migrantes, como portar pulseras de diferentes colores en la muñeca, indicando diferentes niveles de privilegio y de capacidad económica.
Etnografiar la dominación en el Darién posibilita documentar micro-narrativas que permiten visibilizar no sólo cómo los migrantes son más que números o estadísticas, sino también cómo la dominación se experimenta y se resiste de diversas maneras. En ese sentido, el concepto de “agencia” es fundamental en cualquier esfuerzo por comprender lo que sucede en esta región, y es que, aunque los migrantes enfrentan estructuras de poder formidables, no son simplemente víctimas pasivas. A través de la etnografía, podemos identificar formas de resistencia, adaptación y creación de nuevas identidades y comunidades en medio de la adversidad (Deshingkar, 2019). Un ejemplo esto tiene que ver con la conformación de alianzas y amistades al momento de ingresar a la selva, donde las diferencias y tensiones étnicas y nacionales pasan a un segundo plano. Así, como lo demuestra el Cuadro 2, se pueden observar grupos mixtos integrados por personas de países como Bangladesh, Nepal, Afganistán y la India, o de lugares como Sudán, Chad, Congo y Senegal, los cuales, a pesar de las tensiones históricas entre sus países, y las diferencias lingüísticas, logran manifestar una forma de resistencia al secuestro o a la amedrentación de bandas criminales, ya sea mediante el uso del inglés, español o francés. Otro ejemplo muy recurrente es el uso de redes sociales y plataformas digitales antes de entrar a la selva para advertir de riesgos, controles policiacos y/o militares, así como de tarifas a cubrir, entre otras cosas.
Por otra parte, es importante no olvidar que la región es, en sí misma, un epicentro de múltiples tensiones derivadas de la movilidad humana (Nelson y Curran, 2022). Otro elemento importante de “etnografíar la dominación” tiene que ver con arrojar luz sobre las interacciones entre diversos actores y las dinámicas de poder que ejercen o son ejercidas entre sí. Como ya se mencionó con anterioridad, los migrantes, con sus motivaciones, aspiraciones y desafíos, suelen convertirse en el hilo conductor, tomando en cuenta que la etnografía permite captar sus historias personales, sus interacciones con otros actores y la manera en que experimentan la dominación y resistencia. Las entrevistas, observaciones participantes y registros visuales de sus trayectos pueden ofrecer una visión íntima de sus realidades, desde enfrentar peligros naturales hasta interacciones con contrabandistas y autoridades.
Para el caso de coyotes y contrabandistas, es importante considerar cómo estos ejercen una influencia considerable. La relación entre los coyotes y los migrantes es compleja, oscilando entre la dependencia y la explotación. Aquí, la etnografía puede ofrecer insights sobre cómo operan, sus redes y conexiones con bandas criminales, y la interacción con sus “clientes”. Es esencial entender sus motivaciones, prácticas y la estructura de sus redes. Esto mismo aplica para las diferentes bandas criminales y carteles, quienes imponen un sistema de control y dominación que afecta directamente a los migrantes. Las historias de secuestros, extorsiones y otros delitos son recurrentes. Etnografíar estas dinámicas implica entender la territorialidad, las zonas de control y cómo los migrantes, a menudo, deben negociar su paso por estas áreas, enfrentándose a riesgos que amenazan su integridad. Entre algunas de las prohibiciones comunes que logramos documentar fueron: restricción en el uso de teléfonos, cámaras fotográficas y de video, así como transitar fuera de áreas y horarios designados.
Por otro lado, las autoridades gubernamentales, con sus protocolos y mandatos, establecen otro nivel de dominación. Las detenciones, deportaciones y operativos forman parte del paisaje de la migración. Captar las interacciones, negociaciones y confrontaciones entre migrantes y autoridades revela las tensiones inherentes a los sistemas de control migratorio. Es importante recalcar que, mientras Colombia no lleva un control de salida de los migrantes, Panamá sí lleva a cabo un minucioso registro biométrico de los ingresos de migrantes irregulares.
Del mismo modo, se debe tener en cuenta cómo las diferentes ONG, organismos internacionales, agencias de las Naciones Unidas y organizaciones locales buscan aliviar el sufrimiento y asegurar derechos. La colaboración estrecha de estas entidades con autoridades locales es esencial para facilitar la ayuda y el apoyo a los migrantes. Sin embargo, su presencia e intervenciones pueden ser vistas con recelo por algunos actores locales, que pueden considerarlas una amenaza a sus intereses. Las dinámicas entre estas organizaciones, su operación en terreno, y su relación con otros actores son cruciales para entender los esfuerzos humanitarios y las políticas migratorias en la región. A pesar de ello, en las áreas cercanas a la frontera con Panamá, no hay presencia de estas organizaciones, principalmente por razones de seguridad. Etnografiar estas dinámicas revela cómo la ayuda humanitaria y las intervenciones internacionales pueden tanto aliviar como complicar las tensiones existentes.
Por otra parte, es importante reconocer que las interacciones con este tipo de organismos no son meramente transacciones neutrales o altruistas, sino que están imbuidas de poder, subalternidad y estructuras heredadas de un pasado colonial. Las organizaciones internacionales y actores humanitarios, si bien portan a menudo la bandera de la benevolencia, pueden, inadvertidamente, perpetuar dinámicas de poder que refuerzan estructuras coloniales. Aunque su objetivo primordial es brindar asistencia y alivio, es imperativo examinar la manera en que operan, pues su intervención puede reconfigurar las relaciones locales y alterar los equilibrios preexistentes de poder (Quijano, 2000). Un ejemplo de ello es la intervención de las agencias de las Naciones Unidas: aunque su presencia tiene como objetivo principal el resguardo y protección de los derechos de los migrantes, esas mismas intervenciones pueden dar lugar a nuevas formas de dependencia y subordinación. La presión que ejercen sobre actores estatales y no estatales, aunque bienintencionada, genera efectos secundarios. Estos efectos pueden incluir una resistencia o rechazo local hacia las propias organizaciones, o incluso puede dar lugar a que actores locales adopten prácticas más coercitivas en respuesta a esta presión externa.
Respecto de las comunidades locales, vale la pena recordar que no son actores pasivos, ya que pueden ser más que testigos y, a veces, participantes en las dinámicas migratorias. Su rol, ya sea como colaboradores, guías, proveedores de servicios o incluso como detractores, es esencial para entender las relaciones de poder en juego. Las empresas de transporte, a menudo, forman parte de la cadena migratoria, ya sea por acción u omisión. Un argumento prevalente en las localidades de Acandí y Capurganá, por ejemplo, es que un porcentaje de los ingresos monetarios captados bajo la figura de impuesto o “pago de derecho de piso” son canalizados de regreso a la comunidad.
En una región peligrosa como el Tapón del Darién, también los equipos de búsqueda y rescate representan una esperanza para muchos migrantes. Capturar sus experiencias, desafíos y la manera en que interactúan con otros actores proporciona una visión del sistema de ayuda y socorro en estas áreas críticas. A pesar de ello, es común escuchar en los relatos de los migrantes que atraviesan la selva, encuentros con cadáveres o personas accidentadas en diferentes partes del trayecto, los cuales no pudieron recibir ayuda.
Podemos observar, pues, cómo la dominación en esta región es multifacética. A través de la etnografía, se puede trazar un mapa detallado de estas dinámicas, entendiendo cómo los diferentes actores interactúan, negocian, colaboran o confrontan, para aportar así no sólo al conocimiento académico, sino también informar políticas y estrategias para abordar los desafíos y garantizar los derechos y la dignidad de todos los involucrados.
El cuerpo y las emociones en el campo
El cuerpo no es solo un objeto pasivo o un mero vehículo biológico. Como sugiere Bourdieu (1977), el cuerpo es un archivo de prácticas sociales, un espacio donde se sedimentan normas, valores y experiencias. Las formas en que las personas se mueven, interactúan y utilizan sus cuerpos pueden revelar patrones culturales, normas sociales y estructuras de poder. De la misma manera, Ahmed (2013) sugiere que las emociones no son simplemente estados internos, sino que están vinculadas a prácticas sociales y políticas específicas. Las emociones pueden ser vistas como respuestas a estímulos, pero también como fuerzas que moldean acciones y decisiones. En ese sentido, el cuerpo del investigador, como sugiere Wacquant (2004), no sólo observa, sino que siente, experimenta y se compromete. El dolor, el cansancio, la empatía o cualquier otra sensación experimentada en el campo, contribuyen a la comprensión profunda del contexto estudiado. Las relaciones que los investigadores desarrollan en el campo no están exentas de emociones. Kleinman y Kleinman (1996) hablan de cómo las emociones, como el sufrimiento, pueden ser “comunicadas” a través de interacciones, revelando dimensiones profundas de la experiencia humana. Es importante que las emociones experimentadas por el investigador, como la empatía o el shock cultural, sean manejadas éticamente, así como ser consciente de las propias emociones y cómo estas pueden influir en la interpretación y representación de los participantes en la investigación.
Teniendo esto en cuenta, nuestra llegada al Tapón del Darién inmediatamente confrontó nuestros cuerpos con una realidad tangible. El calor húmedo, la densa vegetación, los sonidos de animales desconocidos y el terreno incierto provocaron un desequilibrio sensorial inmediato. Sin embargo, estos desafíos físicos son pálidos comparados con la intensidad emocional del viaje. Mientras seguíamos las rutas migratorias, y a pesar de los privilegios, nuestros cuerpos experimentaron el mismo agotamiento, peligro y desorientación que muchos migrantes enfrentan. Las historias de peligros por parte de contrabandistas y cárteles, y de pérdida y esperanza de migrantes, se convirtieron en emociones sentidas, más allá de las palabras compartidas.
Durante nuestra travesía por el Darién conocimos más, mediante historias personales y entrevistas a profundidad, el por qué de la fatiga en los rostros y las cicatrices en los cuerpos, así como sobre la determinación y esperanza. Con el tiempo, fuimos testigos de cómo las comunidades locales se convertían en una red de apoyo esencial para estos viajeros, pero también cómo estas mismas comunidades ejercían prácticas de explotación basadas en el cobro de cuotas por cruzar a través de sus territorios y servicios para sortear un río, por mencionar algunos ejemplos. Así, no todo fue esperanza y solidaridad. Las interacciones con “coyotes” y contrabandistas revelaron la crudeza de las economías y las dinámicas de poder que rodean la migración. Estos encuentros, a menudo tensos y cargados de peligro, nos recordaron el valor de la prudencia y la humildad en el trabajo de campo. La sensación de siempre estar vigilados fue particularmente palpable desde la llegada al Urabá, aumentando de manera gradual conforme uno se acercaba a lugares más cercanos a la frontera, como Capurganá y Acandí, en donde diferentes personajes hacían evidente, y no tan evidente, su actividad como informantes de los grupos criminales presentes en la región.
Nuestra experiencia en el Darién, además de proporcionarnos una comprensión profunda de las complejidades migratorias, también reforzó la importancia de ser conscientes de nuestro propio bienestar emocional y físico. Nos recordó que, como investigadores, somos seres humanos primero. Y que, mientras que nuestra tarea es observar, documentar y analizar, no debemos desvincularnos de la empatía y la conexión humana. El Darién, con toda su belleza y brutalidad, nos dejó con cicatrices, historias y lecciones que influirán en nuestra labor académica y personal durante muchos años.
Dilemas éticos en el Tapón del Darién
La investigación en regiones como el Tapón del Darién, marcadas por la intensidad del fenómeno migratorio y las complejidades de sus actores involucrados, invariablemente plantea dilemas éticos. Estos desafíos se vuelven aún más pronunciados dada la naturaleza potencialmente peligrosa del área y las vulnerabilidades extremas de algunos de sus actores, principalmente los migrantes.
Como investigadores en el Darién, nos encontramos constantemente en situaciones donde la línea entre observar y actuar se volvía borrosa. Al ser testigos de la explotación de migrantes por parte de “coyotes”, contrabandistas y bandas criminales, la decisión de intervenir o simplemente documentar presentaba un dilema constante. Al intervenir, ¿comprometíamos la integridad de nuestro estudio o, más crucialmente, poníamos en peligro a los migrantes y a nosotros mismos? Por otro lado, la no intervención nos confrontaba con el riesgo moral de ser testigos pasivos de injusticias (Ortner, 1995).
El principio básico de la investigación antropológica es el consentimiento informado. Sin embargo, en situaciones de alta vulnerabilidad, como la migración en el Darién, asegurar un consentimiento genuino y libre de coacción es complicado. Muchos migrantes, desconfiados y temerosos de las consecuencias, podrían haber accedido a ser entrevistados debido a la percepción de poder asociada con los investigadores (Russell y Barley, 2020).
Garantizar el anonimato y la privacidad de los participantes es fundamental en cualquier estudio. Pero en el Tapón del Darién, donde las historias de migrantes podrían tener repercusiones en su seguridad o en sus oportunidades de asilo, la protección de sus identidades adquiere una urgencia aún mayor. Además, en un contexto donde los traficantes y las bandas criminales operan, el riesgo de represalias contra los participantes por compartir información es real (Wacquant, 2004).
La ética de la investigación nos exige que maximicemos los beneficios y minimicemos los daños para los participantes. Sin embargo, en el Darién, esta premisa se enfrenta a desafíos constantes. Por ejemplo, proporcionar asistencia humanitaria a los migrantes (como alimentos o medicinas) mientras se lleva a cabo la investigación podría influir en la naturaleza de su participación y sesgar los resultados (Farmer, 2004).
Una vez concluido el trabajo de campo, nuestra responsabilidad ética hacia los participantes y la región no termina. Los resultados de la investigación y las recomendaciones pueden influir en políticas y prácticas, y es crucial garantizar que estas influencias no agraven las vulnerabilidades o desafíos existentes (Agier, 2011).
Así, la investigación en el Tapón del Darién no es solo un desafío metodológico y logístico; es un constante ejercicio de reflexión ética. Si bien la investigación puede ofrecer insights valiosos sobre las realidades de la migración en la región, es esencial abordarla con sensibilidad, precaución y un compromiso inquebrantable con la integridad y el bienestar de los participantes.
Por otra parte, es importante reflexionar sobre cómo las dinámicas de poder y privilegio influyen en la investigación y sus resultados, después de todo, las prácticas investigativas pueden perpetuar estructuras coloniales de poder si no se abordan críticamente (Mignolo, 2009a). El acto de “observar” en regiones como el Darién no es neutral. Al posicionarnos como investigadores que deciden cuándo intervenir o simplemente documentar, estamos ejerciendo un tipo de poder, heredado de prácticas coloniales, donde ciertos actores tienen la autoridad para definir y actuar sobre “otros”.
También se puede argumentar que la percepción de poder asociada con investigadores en el Tapón del Darién es un vestigio de dinámicas coloniales donde ciertos grupos se sitúan en posiciones de autoridad sobre otros (Lugones, 2011). Si bien el consentimiento informado es fundamental, debemos ser críticos sobre cómo se obtiene este consentimiento en un contexto cargado de desequilibrios de poder. En esa misma línea, vale la pena reconsiderar quién tiene la voz en los estudios y quién queda silenciado. Garantizar el anonimato es esencial, pero debemos ir más allá y asegurarnos de que las narrativas de los migrantes no se reduzcan simplemente a datos, sino que se presenten en su rica complejidad, reconociendo su agencia y resistencia (Escobar, 1998).
Desafiar, repensar y redefinir nuestras prácticas investigativas debe ser un ejercicio de autoconciencia, reflexión y compromiso para ir más allá de la simple documentación y realmente apoyar y amplificar las voces de aquellos que estudiamos.
Herramientas innovadoras en el campo
La investigación en zonas como el Tapón del Darién presenta no solo dilemas éticos y metodológicos, sino también retos logísticos. La combinación de geografías complejas, las dinámicas de movimientos humanos y la necesidad de recopilar datos precisos y en tiempo real exige herramientas tecnológicas avanzadas y adaptadas a estos desafíos. En este contexto, algunas de las herramientas más innovadoras incluyen drones y cámaras GoPro. Su integración en la investigación de campo abre nuevos horizontes, pero también presenta nuevas consideraciones éticas y metodológicas.
Un drone, comúnmente conocido como un vehículo aéreo no tripulado, es un dispositivo volador que puede ser controlado de forma remota o a través de sistemas automatizados (Finn y Wright, 2012). En el ámbito de la investigación, los drones permiten obtener imágenes aéreas de alta resolución de zonas inaccesibles, para la elaboración de mapas detallados, así como para rastrear flujos migratorios en tiempo real, especialmente en áreas difíciles de navegar a pie y capturar imágenes y videos de eventos o situaciones específicas desde perspectivas inalcanzables para un humano. Sin embargo, su capacidad para grabar desde el aire puede comprometer la privacidad de las personas en tierra (Clothier, Greer, Greer, y Mehta, 2015). Así mismo, es importante considerar que muchos países tienen restricciones sobre el uso de drones, especialmente cerca de fronteras o zonas militares.
GoPro es una marca de cámaras de acción compactas y resistentes diseñadas principalmente para la grabación de actividades deportivas y aventuras al aire libre. Estas cámaras, cuando se montan en el cuerpo, ofrecen una vista en primera persona de las experiencias, proporcionando un registro inmersivo de eventos y contextos y son excelentes para grabar entrevistas o eventos en condiciones difíciles, gracias a su durabilidad y resistencia al agua, además de que pueden ser montadas en diversos lugares, desde vehículos hasta animales, ofreciendo perspectivas únicas. Sin embargo y dada su discreción, es vital garantizar que todas las personas grabadas con una GoPro hayan dado su consentimiento informado (Mok, Cornish y Tarr, 2015).
Estas herramientas tecnológicas ofrecen oportunidades inigualables para ampliar la profundidad y el alcance de la investigación en el campo. Sin embargo, es esencial equilibrar estos avances con un compromiso ético inquebrantable hacia los participantes y las comunidades involucradas.
Más allá de su utilidad técnica, los drones representan una manifestación tangible de una perspectiva epistemológica que, a menudo, tiende a “sobrevolar” y “observar desde arriba”, en lugar de comprender las realidades locales desde dentro (Mignolo, 2009b). Esta distinción es crítica desde una perspectiva decolonial, ya que se corre el riesgo de perpetuar una tradición de “observar” en lugar de “participar y co-crear” con las comunidades. Además, su uso puede perpetuar dinámicas de poder, en las que los sujetos investigados son “observados” o “monitoreados” desde una distancia segura. Esto puede llevar a una deshumanización inadvertida de las realidades y experiencias de las personas, reduciendo sus vivencias a meros datos o imágenes.
Aunque las GoPro proporcionan una perspectiva en primera persona, también pueden caer en la trampa de objetivar o exotizar las experiencias de los participantes, especialmente si no se manejan con cuidado y sensibilidad. Esta perspectiva en primera persona, si se descontextualiza, puede convertir las experiencias humanas en mero espectáculo o material etnográfico, sin considerar las complejidades y profundidades detrás de cada imagen o sonido capturado.
La responsabilidad del investigador es no solo usar estas herramientas de manera ética, sino también reflexionar críticamente sobre lo que significan estas herramientas en términos de poder, representación y la relación entre el investigador y los sujetos de estudio (Quijano, 2000).
Conclusiones
La investigación en el Tapón del Darién nos ha llevado a una intersección de desafíos éticos, metodológicos y logísticos, un cruce donde las realidades tangibles del terreno se encuentran con las construcciones teóricas y epistemológicas que guían nuestra comprensión del mundo. Nuestro viaje a través de esta compleja región ha revelado no sólo la multiplicidad de experiencias humanas y las realidades del movimiento migratorio, sino también la necesidad imperativa de abordar estas realidades con sensibilidad, integridad y un profundo compromiso ético.
La interacción física y emocional con el espacio, desde la observación de la vulnerabilidad humana hasta la navegación por terrenos difíciles, ha reforzado la idea de que el acto de investigar es intrínsecamente corporal. No somos meros observadores, somos actores involucrados, y nuestras emociones y experiencias físicas en el campo tienen un papel crucial en la formación de nuestras percepciones y conclusiones (Ortner, 1995).
Además, nuestra interacción con las entidades estatales y actores humanitarios en la región reveló patrones de intervención y gestión que a menudo reflejan estructuras y mentalidades heredadas de épocas coloniales. Al analizar estas interacciones, se evidencia que, si bien los protocolos, mandatos y acciones de estos actores pretenden gestionar y brindar respuestas a las migraciones, también perpetúan ciertas dinámicas de poder y subalternidad. La manera en que se abordan las migraciones no es neutral; está impregnada de una lógica estatal que puede, en ocasiones, priorizar la seguridad y el control por encima de los derechos humanos y la dignidad de los migrantes. Las tensiones emergentes entre estos actores estatales y humanitarios y las comunidades migrantes son reflejo de estas asimetrías de poder y de visiones en ocasiones contrapuestas sobre la movilidad humana. Nuestras observaciones subrayan la importancia de desentrañar y cuestionar las premisas y operaciones subyacentes de estas entidades, buscando formas más equitativas y justas de abordar la migración en un mundo poscolonial.
Sumado a ello, esta inmersión en el espacio y en las vidas de los migrantes no estuvo exenta de dilemas éticos. La línea entre la observación y la intervención se volvía borrosa, obligándonos a cuestionar continuamente nuestro papel y nuestras responsabilidades. ¿Somos observadores pasivos, testigos silenciosos de la injusticia, o intervencionistas? Esta dicotomía plantea preguntas sobre el verdadero significado y propósito de la investigación antropológica y sociológica en contextos tan complejos y dinámicos.
La implementación de herramientas tecnológicas modernas, como drones y cámaras GoPro, ha ampliado nuestro alcance y capacidad para documentar y analizar. Pero con estos avances también vienen desafíos éticos adicionales y consideraciones de poder. Las reflexiones recientes en la academia nos recuerdan constantemente la importancia de no objetivar o exotizar las experiencias, de ser conscientes de las dinámicas de poder en juego y de abordar la investigación con una mentalidad que busque desmantelar, en lugar de perpetuar, estructuras de poder coloniales (Mignolo, 2009b).
Finalmente, lo que emerge de esta exploración en el Tapón del Darién es la profunda interconexión entre la metodología, la ética y la epistemología. No podemos separar nuestras herramientas y métodos de las consideraciones éticas, ni podemos ignorar las dinámicas de poder y privilegio que influencian, y son influenciadas, por nuestras acciones en el campo. La investigación en contextos tan complejos requiere no sólo destreza técnica y metodológica, sino también una profunda introspección y compromiso con la justicia, la integridad y la descolonización del conocimiento.
La región del Darién, con sus complejidades y desafíos, nos ofrece una oportunidad única para reflexionar sobre el propósito y la práctica de la investigación en el siglo XXI. Es un recordatorio de que, en el corazón de cada estudio, yace la responsabilidad de abordar el mundo con empatía, respeto y un compromiso inquebrantable con la verdad y la justicia.
Referencias
Agier, Michel (2011). Managing the undesirables. Cambridge: Polity.
Ahmed, Sara (2013). The cultural politics of emotion. Londres: Routledge.
Álvarez, Soledad. (2023). En búsqueda de un lugar: tránsitos irregularizados y la producción de corredores migratorios en las Américas. En Rivera, Liliana; Herrera, Gioconda; y Domenech, Eduardo (coords.), Movilidades, control fronterizo y luchas migrantes (pp. 77-125). Buenos Aires: CLACSO.
Amelina, Anna (2022). Knowledge production for whom? Doing migrations, colonialities and standpoints in non-hegemonic migration research. Ethnic and Racial Studies, 45(13), 2393-2415.
Bourdieu, Pierre (1977). Cambridge studies in social and cultural anthropology: Outline of a theory of practice. Series number 16. Cambridge: Cambridge University Press.
Clothier, Reece A., Greer, Dominique A., Greer, Duncan G. y Mehta, Amisha M. (2015). Risk perception and the public acceptance of drones. Risk Analysis, 35(6), 1167-1183.
Deshingkar, Priya (2019). The making and unmaking of precarious, ideal subjects–migration brokerage in the Global South. Journal of Ethnic and Migration Studies, 45(14), 2638-2654.
Escobar, Arturo (1998). La invención del Tercer Mundo: construcción y deconstrucción del desarrollo. Bogotá: Editorial Norma.
Farmer, Paul (2004). An anthropology of structural violence. Current Anthropology, 45(3), 305-325.
Finn, Rachel L. y Wright, David (2012). Unmanned aircraft systems: Surveillance, ethics and privacy in civil applications. Computer Law & Security Review, 28(2), 184-194.
Gissi, Nicolás; Ramírez, Jacques; Ospina, María del Pilar; Pincowsca Bárbara, y Polo, Sebastián (2020). Respuestas de los países del pacífico suramericano ante la migración venezolana: estudio comparado de políticas migratorias en Colombia, Ecuador y Perú. Diálogo Andino, (63), 219-233. https://dx.doi.org/10.4067/S0719-26812020000300219
Kleinman, Arthur y Kleinman, Joan (1996). The appeal of experience; the dismay of images: Cultural appropriations of suffering in our times. Daedalus, 125(1), 1-23.
Lugones, María (2011). Hacia un feminismo descolonial. La Manzana de la Discordia, 6(2), 105-117.
Mignolo, Walter (2009a). La idea de América Latina (la derecha, la izquierda y la opción decolonial). Crítica y Emancipación, 2, 251-276.
Mignolo, Walter (2009b). Epistemic disobedience, independent thought and decolonial freedom. Theory, Culture & Society, 26(7-8), 159-181.
Miraglia, Peter (2016). The Invisible Migrants of the Darién Gap: Evolving Immigration Routes in the Americas. Council on Hemispheric Affairs, 18.
Mok, Tze Ming, Cornish, Flora y Tarr, Jen (2015). Too much information: visual research ethics in the age of wearable cameras. Integrative Psychological and Behavioral Science, 49, 309-322.
Nelson, Andrew y Curran, Rob (2022). Journey Without End: Migration from the Global South Through the Americas. Nashville: Vanderbilt University Press.
Ortner, Sherry B. (1995). Resistance and the problem of ethnographic refusal. Comparative Studies in Society and History, 37(1), 173-193.
Porras, Aleix (2023). Repensando la respuesta humanitaria a la crisis del Tapón del Darién en el marco de los ODS: el triple nexo humanitario en perspectiva. Análisis Jurídico-Político, 5(10), 147-178.
Quijano, Aníbal (2000). Coloniality of power and Eurocentrism in Latin America. International Sociology, 15(2), 215-232.
Rivera, Liliana; Herrera, Gioconda; y Domenech, Eduardo (Coords.) (2023). Movilidades, control fronterizo y luchas migrantes. Buenos Aires: CLACSO.
Russell, Lisa y Barley, Ruth (2020). Ethnography, ethics and ownership of data. Ethnography, 21(1), 5-25.
Seim, Josh (2021). Participant observation, observant participation, and hybrid ethnography. Sociological Methods & Research, 0049124120986209.
Serrano, Enrique; Polo, Sebastián y Manrique, Laura. (2019). Panorama de la frontera entre Colombia y Panamá: flujos migratorios e ilegalidad en el Darién. Novum Jus, 13(1), 17-43. https://doi.org/10.14718/NovumJus.2019.13.1.2
Van Uhm, Daan y Grigore, Ana G. (2021). Indigenous people, organized crime and natural resources: Borders, incentives and relations. Critical Criminology, 29(3), 487-503.
Velásquez, Julie (2015). Creating wild Darién: centuries of Darién’s imaginative geography and its lasting effects. Journal of Latin American Geography, 14(3), 127-156.
Wacquant, Loïc J. D. (2004). Body & Soul: Notebooks of an Apprentice Boxer. Oxford: Oxford University Press.