EDITORIAL
A finales del año pasado, una evidencia se volvía irrefutable: las desigualdades e injusticias estructurales que aquejan a nuestro continente se habían profundizado debido a los casi dos años de pandemia por COVID-19. Hoy, cuando gran parte de nuestra cotidianidad ha recuperado la presencialidad que caracterizaba a la normalidad previa a la crisis sanitaria, podemos sostener que la pandemia produjo un aumento obsceno de las desigualdades en América Latina y el Caribe. Se puede observar la crisis de los sistemas de salud y la disparidad en la distribución de las vacunas contra el COVID-19, la desigualdad educativa y tecnológica, los altos porcentajes de empleos informales, las inequidades que enfrentan las mujeres, las endebles soberanías alimentarias, la vulnerabilidad de los migrantes, las violencias de todo tipo, las fragilidades de los derechos humanos y el descuido ambiental del planeta.
Durante estos tiempos difíciles e inciertos, la vida se puso en el centro y, con ella, los cuidados. La emergencia sanitaria remarcó la necesidad de apoyar toda acción que priorizara los cuidados comunitarios frente al mercado, aunque evaluamos también que las medidas tomadas por los diferentes países y gobiernos no han dado respuestas satisfactorias a problemáticas que desde los feminismos venimos señalando hace décadas.
Se hace necesario entonces repensar una organización social del cuidado que supere la perspectiva individual y en la que el Estado asuma su responsabilidad como garante de atención al conjunto de la sociedad, y ampliar el enfoque más allá del ámbito público que implica la salud, la educación y la asistencia social, hacia aquellos trabajos de cuidado de niños/as, viejos/as y personas dependientes que se realizan al interior de los hogares como eje organizador y sostén de la vida en común. Debemos comprender que las personas necesitamos de bienes y de servicios, pero también de cuidados para sobrevivir, y que estos son relacionales e interdependientes porque todos y todas hemos precisado o precisaremos cuidados, hemos cuidado o seremos cuidados durante diferentes etapas de nuestras vidas. También debemos entender que esta red entraña una profunda desigualdad: el 80% del trabajo de cuidado no remunerado es realizado por mujeres, a la par que las labores de cuidado remuneradas también se encuentran ampliamente feminizadas. De esta manera, el COVID-19 ha atado con mayor fuerza los nudos estructurales de las desigualdades de género en América Latina y el Caribe.
La necesaria reconsideración de la ecuación Estado-Sociedad y el papel del bienestar social para garantizar condiciones de vida dignas para todos y todas, requiere de las ciencias sociales y de las humanidades. No solo para reflexionar sobre los efectos de esta crisis, sino también para diseñar estrategias que contrarresten las dinámicas que generan las desigualdades, que apuntalen el diálogo entre diversos actores de la sociedad para desarrollar e implementar políticas públicas orientadas a garantizar mayor justicia e igualdad. Los artículos que componen el segundo número de Tramas y Redes son un ejemplo del tipo de aportes que pueden realizarse desde este campo de estudios.
El dossier temático coordinado por Verónica Gago y Raquel Gutiérrez Aguilar orquesta los aportes de investigadores/as y activistas sociales sobre las problemáticas de las economías populares y la reproducción social desde una perspectiva feminista. Inscripto en las preocupaciones por la vida digna, sus textos abordan cuestiones sobre la reproducción social en un momento en el que su trama misma se vio brutalmente alterada.
Las contribuciones recibidas por convocatoria abierta que se reúnen en la sección “Artículos”, cartografían objetos de estudio y problemáticas presentes en la agenda pública e intelectual de la región. Se trata de ensayos que recuperan aspectos centrales del pensamiento crítico latinoamericano, como los estudios sobre la colonialidad del poder; estudios sobre problemáticas ligadas a la producción rural; investigaciones históricas sobre los efectos de la dictadura en las infancias, adolescencias y juventudes; estudios basados en análisis del discurso sobre la cosmovisión y las expectativas políticas de los residentes de las periferias; e indagaciones sobre los entramados comunitarios que se generaron durante la pandemia.
También se incluye, como en todas las ediciones de la revista, una entrevista a una figura destacada en el campo de las ciencias sociales y el debate intelectual de la región. En este caso, publicamos una conversación con Eduardo Grüner en la que Gisela Catanzaro logra, a través de una serie de preguntas, recorrer su trayectoria académico-intelectual y su vínculo con el marxismo.
Una novedad en este número es la sección “Archivos”, una idea que estuvo presente desde el inicio del proyecto y que ahora concretamos con la publicación de un material inédito de Theotônio dos Santos. Se trata de un esquema preparatorio o bosquejo a partir del cual el economista y sociólogo brasileño elaboró las bases de la teoría de la dependencia. La sección cuenta con una presentación a cargo de Mónica Bruckmann que contextualiza el documento y tres breves contribuciones en las que renombrados colegas que trabajaron con él en el Centro de Estudios Socioeconómicos (CESO) analizan el material inédito y el legado de Theotônio.
La revista concluye con tres reseñas que dan cuenta de la pluralidad de intereses de la red de CLACSO, así como de los novedosos aportes posibles desde la producción de conocimiento crítico de las ciencias sociales y humanidades del continente.
Es así que este segundo número vuelve a enlazar y enredar los hilos de la amplia y diversa trama de la producción de conocimiento académico. Con pasos seguros y sólidos, avanzamos en la consolidación de una revista que pretende ser un producto de calidad que articule ciencia, política y compromiso. El proyecto es avalado por la cantidad de investigadores formados y en formación que enviaron sus contribuciones y por la colaboración de especialistas de las ciencias sociales que oficiaron como evaluadores externos, a quienes agradecemos profundamente su apoyo.
Tramas y Redes cumple ya con todos los parámetros de una revista científica; solo resta esperar a la publicación de nuevos números para estar en condiciones de iniciar el proceso de indexación. Esto permitirá posicionar a la revista en el campo de la producción de conocimiento académico, sin abandonar la mirada crítica sobre las especificidades que presenta la producción en ciencias sociales y humanidades y sobre el acceso democrático al conocimiento en tanto bien público y común.
Los y las invitamos a leer las contribuciones de este segundo número de Tramas y Redes, a enviar colaboraciones para los próximos y a difundir esta nueva publicación.