DOSSIER
Aquí presentamos un dossier que se propone hablar de reproducción social en un momento donde su trama misma está fragilizada. Esto nos ubica frente a un concepto que, si bien nunca fue neutro, ya que responde a luchas prácticas y teóricas desde los feminismos, hoy es casi un concepto-sísmico. La reproducción social ha sido brutalmente alterada en y durante la primera pandemia del siglo XXI. Desde el alimento a los cuidados, pasando por la vivienda y las formas de salud y movilidad, son aspectos que se han visto modificados frente a los efectos del COVID-19. Como se ha dicho una y otra vez, la pandemia no hizo más que acelerar y visibilizar formas de agresión violenta a la reproducción cotidiana de las mayorías. Formas de agresión que tienen dinámicas precisas y que son estructurales del capitalismo patriarcal colonial, en su fase conocida como neoliberalismo: despojos, saqueos, privatizaciones, extractivismo y explotación. No hay una novedad absoluta. Pero sin dudas, esa aceleración pandémica ha implicado cambios cualitativos. Un umbral sensible (en temores, preocupaciones y hábitos) pero también logístico (en comunicación y transporte). Notamos una mutación en ciertas dinámicas existenciales y laborales que están, aun así, en disputa: frente a la devaluación sistemática de las vidas, prosperan otros modos de hacer, esfuerzos dedicados a circuitos e infraestructuras alternativas, tramas de solidaridad y acompañamiento frente a la desesperación. Nos interesa, en esta coyuntura en particular, el debate que desde los feminismos en lucha se ha abierto alrededor de una pregunta: ¿qué significa reapropiarnos de los medios de reproducción social en un contexto de crisis?
Queremos interrogar la alteración en la vida cotidiana de estos dos años no solo en referencia a los distintos territorios de nuestra región en los cuales indagan los artículos aquí reunidos, sino también en relación con quienes hemos convocado aquí a escribir y a nosotras mismas. La acumulación de tareas laborales, pagas y no pagas, los cruces con períodos de síntomas, enfermedad y duelos, la sobrecarga mental de estos tiempos hace también a la dificultad de concretar plazos y de normalizar modalidades que rigen los calendarios de publicaciones y de nuestras instituciones universitarias y educativas en general. Nos hemos intercambiado entre editoras y autorxs mensajes repetidos de prórrogas que siempre iban cruzados con contingencias y exigencias impuestas por la realidad que estamos viviendo.
A ras de esa gestión cotidiana, la disputa por los ritmos y los tiempos de la reproducción social es otra pregunta que nos interesa destacar: ¿cuánto duran nuestras jornadas de trabajo?, ¿con qué sobrecargas se hacen más agotadoras?, ¿cómo, en medio de una generalizada sensación de agotamiento, logramos hacernos espacio para reflexionar de modo colectivo?, ¿qué recursos comunes se han evidenciado imprescindibles?
El objetivo de este dossier es cruzar las problemáticas de las economías populares con la reproducción social desde una perspectiva feminista. Este cruce enfatiza el carácter fuertemente reproductivo que tienen las economías de los sectores más precarizados que habitan nuestra región. Es una definición de esas mismas economías populares que existen en la medida que hay “tramas y redes” que las sostienen. Esto significa, ni más ni menos, que las economías populares organizan y sostienen dinámicas por las cuales grandes mayorías garantizan la reproducción de sus vidas y despliegan estrategias múltiples para conseguir ingresos y resistir despojos de recursos comunes y servicios públicos.
Las economías populares constituyen una respuesta específica frente a la acumulación de cuatro décadas de neoliberalismo y sus políticas de austeridad y precarización de la fuerza de trabajo (sea o no asalariada). Es un tipo de vocabulario y de lente analítica que nos permite, por un lado, pensar las economías por fuera de las racionalidades estrictamente asalariadas y capitalistas y, por otro, dar cuenta de las dificultades históricas que encontramos para pensar en lógicas alternativas y de emancipación que incluyan el plano de la organización de nuestro sustento. Las zonas de intersección que se abren en las luchas cotidianas para garantizar la vida nos permiten mirar otras formas de hacer territorio, de conseguir recursos, de construir infraestructura, de disputar sentidos y, también, de entender hacia dónde intenta reorganizarse la valorización del capital.
Este enfoque tiene, sin dudas, una apuesta: leer las economías populares desde una epistemología feminista que pone la reproducción social y, en particular, las formas del trabajo invisibilizado, a cargo especialmente de mujeres y sujetxs subalternizadxs, en el centro del análisis político.
Esto se ha vuelto más urgente que nunca frente a la pandemia justamente porque el terreno de la reproducción social ha sido el más atacado, sobreexplotado, endeudado y financierizado. Pero, a la vez, es también desde allí desde donde han surgido tácticas del hacer, ensamblajes de saberes y afectos y experimentaciones potentes frente a la crisis multidimensional que atravesamos. En este sentido, nos interesa explorar la dimensión de alternativa y horizontes políticos que se van ensayando y configurando si leemos las luchas por la reproducción social como formas de reorganización del trabajo, de debate sobre la propiedad de los medios de reproducción social mismos, y resaltar las formas de resistencia en tramas populares, feministas y comunitarias que se estructuran frente a las avanzadas neoextractivas y al aceleracionismo precarizador. En estas prácticas, ni homogéneas ni constantes pero persistentes, encuentra límites concretos el intento de expansión del capitalismo neoliberal, patriarcal y colonial en nuestros países.
Sin dudas, los asedios extractivos contra la reproducción social se han intensificado en este bienio, abriendo tendencias que siguen en marcha. Los hemos identificado además en relación con pugnas concretas: la dificultad de sostener la matriz energética basada en los combustibles fósiles, la expansión globalizada del uso de dispositivos tecnológicos “inteligentes” y del conjunto de aplicaciones que han comenzado a regular nuestra vida cotidiana y la consolidación del régimen de propiedad intelectual globalizado que expropia y se adueña de conocimientos colectivos muy diversos, y altera así fuertemente las formas de producción y usufructo del conocimiento colectivo, social e individual. También en las formas de expansión de dispositivos de “inclusión financiera” de las poblaciones más empobrecidas. De este modo, queremos evidenciar cómo hoy la reproducción social es también el espacio de intervención de esas grandes disputas por la reconfiguración y orientación de la acumulación a la vez que el espacio-tiempo para los territorios de lucha, entendidos como territorios existenciales y territorios donde se produce lo porvenir.
Al calor de estas reflexiones, presentamos los textos que aquí compilamos. Las investigadoras Soledad Álvarez Velasco y Amarela Varela Huerta, entrecruzadas desde Ecuador y México, sitúan lo que ha pasado en los corredores migratorios de las Américas durante la pandemia, poniendo especial énfasis en las prácticas de las mujeres migrantes. Su texto, titulado “‘En el camino, ¿si nosotras no cuidamos, quién entonces?’. Mujeres, epidemiología popular migrante y economía del cuidado en los corredores migratorios de las Américas”, recoge el trabajo de análisis de lo que pasó con las fronteras en la región, sistematizado en la plataforma (In)Movilidades en las Américas, lo que nos permite ver y comparar las distintas medidas tomadas en cada uno de nuestros países. Pero, sobre todo, su texto deja entender cómo se vieron afectados los tránsitos. Con la noción de “epidemiología popular migrante” ellas conceptualizan las experiencias de movilidad transfronteriza frente a las restricciones sanitarias, analizando cómo se arman “comunidades de cuidado en movimiento”, constituidas en el propio recorrido. Una “economía del cuidado en movimiento” permite el funcionamiento de cocinas comunitarias, colectas de dinero para comprar medicina, el uso de medicina ancestral, prácticas de autoconfinamiento por momentos, trabajos ambulantes en ruta y uso de remesas mientras se migra. Toda una construcción de infraestructura para ese movimiento, que va desde armar y desarmar dormitorios colectivos en las carreteras, compartir víveres, gestionar los cruces de fronteras y también cuidar de la salud psíquica en unos tránsitos plagados de dolores y violencias, caracteriza la “epidemiología popular migrante” como una “suma de prácticas, saberes y relaciones para sostener las tramas de la vida”. Esta noción dialoga y se interseca de modo muy pertinente con las luchas por la reproducción social en el contexto muy específico de las migraciones sur-norte pero también sur-sur, dándonos un mapa complejo de las Américas. ¿Qué economías se traman allí? ¿En qué sentido las migraciones son parte de los saberes populares y cuáles son las redes de cooperación que en particular las mujeres tejen para poder moverse? Estas preguntas implican, de nuevo, interrogar las tácticas e inteligencias personales y colectivas que se ponen en juego en situaciones límite, en las que la violencia neoliberal, patriarcal y colonial se recrudece. Y donde, aun así, hay un deseo de búsqueda de vidas mejores. Ante un impactante protagonismo de las mujeres, muchas de ellas cruzando geografías con hijxs, las autoras entran en conversación con debates feministas diversos para pensar esta dimensión feminizada y también “familiarizada” de la migración. Son especialmente importantes las narraciones de las mujeres migrantes con quienes Soledad y Amarela han dialogado, porque ahí vemos también el cuidado con que se han producido esos encuentros. Agradecemos que podamos leer en su propia voz lo que han pasado en sus trayectorias migrantes, sus dolores y valentías. Y a Soledad y Amarela por sistematizar este conocimiento y ponerlo como exigencia para una “agenda investigativa-política en las Américas”.
Desde allí, bajamos por los Andes, a leer “Por la democracia y la vida digna: cuarenta años de luchas feministas en Chile”, donde las investigadoras Luna Follegati y Pierina Ferretti trazan un recorrido de cuatro décadas en el que la organización de las mujeres nutre dinámicas de reproducción social que funcionan como espacialidad política. Tal funcionamiento lo puntualizan, además, en contrapunto con momentos cruciales del neoliberalismo en Chile. Bajo consignas que aúnan “las luchas por la vida y por la democracia”, Luna y Pierina preguntan algo decisivo: ¿desde qué estrategias la organización de mujeres y feminista confronta al neoliberalismo a la vez que evidencia, en simultáneo, su ataque directo a la sostenibilidad de la vida? Enlazar feminismo y democracia en plena dictadura y hacerlo desde las “luchas por la sobrevivencia” y los derechos humanos, contornea el método que los feminismos ponen una y otra vez en juego: abolir tabiques y distinciones que reparten en celdas separadas lo íntimo y lo público, lo cotidiano y estructural. De este modo, la organización popular para enfrentar la crisis económica articula simultáneamente espacios de lucha contra la dictadura. “Esta acción feminista que emerge durante la dictadura posibilitó un cuestionamiento a las estructuras de representación tradicionales y una sustantiva reflexión sobre la democracia”, señalan las autoras, anudando una saga clave que hace converger a intelectuales y activistas en textos individuales, revistas, documentos políticos y pliegos de demandas. La dictadura entonces permite leer en ampliado los “enclaves autoritarios en la vida privada” que funcionaban en la institucionalidad democrática anterior. La consigna feminista “democracia en el país y en la casa” lee hacia atrás y empuja hacia adelante, pero sobre todo subraya, una exigencia de simultaneidad: la democracia no garantiza las demandas feministas por sí sola. Estas reflexiones permiten un salto tres décadas después, bajo otra consigna: “no son 30 pesos, son 30 años” como modo en que, de nuevo, la demanda económica de lo cotidiano sintetiza un acumulado de reformas neoliberales ya en democracia. Las luchas desde fines de los noventa, sostienen Luna y Pierina, “pueden comprenderse como esfuerzos por recuperar dimensiones de la reproducción social de la lógica mercantil, y por lo tanto expresan conflictos específicamente neoliberales”. El movimiento feminista masivo de los últimos años se inscribe al interior de ese ciclo de luchas antineoliberales, radicaliza conexiones entre lo íntimo y lo estructural de las violencias, levanta propuestas contra la precarización de la vida e instala conceptos como “vida digna”. Ahí se traman, justamente, la politización feminista –esa que sabe a la vez sostener ollas populares y movilizaciones estudiantiles– contra la crisis de la reproducción. Luna y Pierina escriben desde la revuelta en curso, con el proceso constituyente abierto, poniendo estas claves históricas que también nos permiten leer las tramas reproductivas que sostienen la insubordinación.
Finalmente, Sandra Rátiva Gaona y Eduardo Enrique Aguilar, investigadorxs de Colombia y México, se adentran en las perspectivas teóricas de los entramados comunitarios, la economía social solidaria y la ecología política para compartir el estudio de la cooperativa eléctrica Onergia, en la ciudad mexicana de Puebla. Con el título “La chispa de la vida: el trabajo cooperativo energético como búsqueda para la reproducción de la vida digna en la urbe” describen cómo la experiencia se encamina a la formulación propia de una “soberanía energética” que se nutre del diálogo con dirigentes de una cooperativa indígena preexistente. Los espacios de formación y de asamblea se convierten en estratégicos para la cooperativa, capaz de trabajar con los vaivenes de la formalización, navegar contradicciones de la apuesta por la trama común, las exigencias de rendimiento económico del proyecto, los requerimientos institucionales y los procesos subjetivos. “La figura organizativa del cooperativismo ha dotado la estructura fundamental para gestionar una independencia económica relativa que ha permitido el despliegue de acciones políticas según los intereses construidos y compartidos colectivamente de las personas socias-trabajadoras”, explican Sandra y Eduardo. Se trata de reflexiones importantes surgidas al calor de una experiencia que busca dotar de institucionalidad popular a la provisión de un servicio tan básico y tan disputado como la energía. Lxs autores se involucran en pensar a fondo una experiencia de gestión concreta y la dimensión procedimental que involucra como un laboratorio político: ¿cómo lo hacen?
En geografías y preocupaciones diversas, los tres textos dan elementos preciosos para comprender las tramas históricas y las redes que, una y otra vez, ponen a la reproducción social en el centro de los esfuerzos colectivos. Las formas de politización que despliegan, los tipos de economías populares que producen, se organizan con distintos ritmos y visibilidades, pero, sin dudas, hacen a la posibilidad de sostener la pregunta por la vida digna como una fuerza ineludible y un problema para las distintas generaciones.
Información adicional
Raquel Gutiérrez Aguilar: es matemática (UNAM) y doctora en Sociología (BUAP, México). Trabaja en el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma de Puebla (ICSYH-BUAP). Su trabajo puede seguirse en http://horizontescomunitarios.wordpress.com y en https://investigacionfeminista.org
Verónica Gago: es politóloga y doctora en Ciencias Sociales (UBA, Argentina). Es profesora en la Universidad Nacional de San Martín e investigadora en el CONICET.También codirige el Grupo de Trabajo CLACSO “Economías Populares: mapeo teórico y práctico” y el Grupo de Investigación-Intervención Feminista (GIIF).