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Comentarios al “Esquema de investigación sobre relaciones de dependencia en América Latina”
Roberto Pizarro Hofer
Roberto Pizarro Hofer
Comentarios al “Esquema de investigación sobre relaciones de dependencia en América Latina”
Revista Tramas y Redes, núm. 2, pp. 259-270, 2022
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales
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Comentarios al “Esquema de investigación sobre relaciones de dependencia en América Latina”

Roberto Pizarro Hofer
Universidad de Chile, Chile
Universidad de Sussex, Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte
Revista Tramas y Redes, núm. 2, pp. 259-270, 2022
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales

Hablar hoy día sobre las relaciones de dependencia en América Latina podría resultar extemporáneo cuando las políticas neoliberales, inspiradas en Hayek y Friedman, se instalaron tan sólidamente, y no solo en nuestra región, sino en todo el mundo. A comienzos de los años ochenta, Ronald Reagan y Margaret Thatcher las impusieron en los centros capitalistas y luego estas se extendieron al mundo entero. Curiosamente, sin embargo, Chile fue su precursor cuando, a mediados de los años setenta, se instaló la dictadura de Pinochet en alianza con los Chicago Boys.

El neoliberalismo fue respaldado firmemente por los organismos financieros internacionales y sus políticas adquirieron la denominación de “Consenso de Washington”. La instalación de esas políticas favoreció un tipo de globalización muy radical; vale decir, una profunda integración económica mundial desde hace ya cuatro décadas. La integración, que desde siempre ha sido característica del capitalismo, se profundizó mediante una reducción sustancial de las barreras al comercio de bienes y servicios, y sobre todo gracias a la ampliación del libre movimiento del capital financiero y de las inversiones extranjeras, junto a una elevada protección a la propiedad industrial-intelectual.

En consecuencia, la radical globalización que ha vivido el mundo en las últimas cuatro décadas, facilitada además por la debacle del “socialismo real”, ha profundizado aún más la dependencia de la periferia a los centros del capitalismo y ello se ha hecho evidente en los países de América Latina. La minimización del Estado y su escasa capacidad de regulación, junto a las privatizaciones de las empresas públicas facilitaron una mayor penetración de las empresas transnacionales en los países de la región. Estas corporaciones ya no solo controlan los principales centros financieros y productivos, sino también el área social de nuestros países, tales como la salud, la educación y la previsión.

Sorprende, entonces, que el fenómeno de una globalización sin mediaciones en el siglo XXI, que ha profundizado la dependencia en América Latina (y también en otras regiones subdesarrolladas), no haya planteado nuevos desafíos a las universidades y centros de pensamiento. Se trata de una ceguera solo explicable por la inédita concentración de capitales en grupos económicos muy poderosos, tanto en los centros como en la periferia, que poseen un poder fáctico determinante en el ámbito político, en los medios de comunicación y las universidades.

Así las cosas, resulta oportuno revisar en el presente los aportes teóricos y la perspectiva metodológica que ofreció en su momento la Teoría de la Dependencia para comprender que el subdesarrollo es un fenómeno vinculado al proceso de integración mundial del capitalismo. Ello debiera ayudar a interpretar y enfrentar los nuevos desafíos que se presentan actualmente en América Latina.

La Teoría de la Dependencia postulaba que, en el capitalismo mundial, los centros hegemónicos organizan el proceso productivo internacional en favor de su propia acumulación. Así era en el pasado y así es hoy en día. Y el estrecho vínculo entre los intereses de la burguesía interna de los países subdesarrollados y el capital internacional son determinantes en la formación de las estructuras internas de los países dependientes. En tales condiciones el subdesarrollo alimenta el desarrollo de las potencias dominantes y, en consecuencia, para superar el subdesarrollo no es posible imitar el crecimiento y modernización de los países hoy desarrollados.

El trabajo señero de la Teoría de la Dependencia tiene sus primeros esbozos en Brasil, pero se consolida en el Centro de Estudios Socioeconómicos (CESO) de la Universidad de Chile. Se vio interrumpido con el golpe militar de Pinochet en 1973, aunque continuó en México, con el exilio en ese país de sus teóricos más destacados.

El proyecto refundacional de la sociedad chilena, impulsado por economistas neoliberales con el apoyo de las armas de Pinochet, intervino las universidades con rectores uniformados que se ensañaron muy especialmente con la Facultad de Economía Política de la Universidad de Chile, de la cual dependía el Centro de Estudios Socioeconómicos (CESO). Las nuevas autoridades militares suprimieron el CESO y la Facultad de Economía Política, y expulsaron a sus profesores por enseñar “doctrinas foráneas”. Profesores y estudiantes fueron impedidos de continuar con sus actividades académicas y muchos se vieron obligados a gestionar asilo en países generosos; varios fueron detenidos y algunos asesinados.

Junto al dolor que significó la clausura de la Facultad de Economía Política y, por cierto, el CESO, la herida se profundizó al conocer que los militares instalaron en las aulas y centros académicos de esta casa de estudios el cuartel central de la Dirección Nacional de Inteligencia (DINA), el aparato represivo de la dictadura militar. Con esa decisión enviaban una señal amenazadora a todos aquellos que se propusiesen en el futuro nuevas rebeldías intelectuales y compromisos políticos transformadores.

El CESO y la rebeldía en el desarrollo de las ciencias sociales

Theotônio dos Santos, Ruy Mauro Marini y Tomás Vasconi fueron las figuras más destacadas en el desarrollo de las ciencias sociales en Chile. Especialmente, los jóvenes estudiantes de Economía tuvieron la suerte de recibir sus enseñanzas; primero, en la Facultad de Ciencias Económicas y, luego, con la reforma universitaria, en la Facultad de Economía Política.

Los tres eran sociólogos, con sólida formación en economía y filosofía. Theotônio y Ruy Mauro habían escapado de Brasil, perseguidos por la dictadura militar que se había instalado en ese país en 1964. Ambos, además de sus trabajos académicos, militaban en organizaciones políticas revolucionarias en Brasil. Tomás Vasconi también debió huir, en su caso de Argentina, como consecuencia del golpe de Onganía en 1966.

Desde mediados de los años sesenta el estudiantado de la Facultad de Ciencias Económicas reclamaba una formación más plural. Exigía que la enseñanza de la economía se acercara a la sociedad, atendiera sus problemas, enfrentara sus desafíos. Creció, entonces, el interés por las teorías del desarrollo, sobre todo en el contexto de las reformas al capitalismo chileno que impulsaba el presidente Eduardo Frei Montalva. Su “revolución en libertad” competía con la Revolución cubana y era apoyada por la política de la Alianza para el Progreso que propuso el presidente Kennedy para América Latina.

Posteriormente, en 1970, la presidencia de Salvador Allende plantearía nuevas exigencias intelectuales ligadas a las transformaciones del gobierno de la Unidad Popular. Estas se verían apoyadas por la reforma universitaria, que instaló la Facultad de Economía Política en la Universidad de Chile y afianzó una formación más plural en los estudios de economía.

Al comenzar el gobierno del presidente Frei, en 1964, el sociólogo chileno Eduardo Hamuy desplegó denodados esfuerzos para la formación del CESO. Las primeras investigaciones de la institución estuvieron orientadas a los estudios de opinión pública y continuaron la línea de trabajo que el mismo Hamuy había desarrollado en el Departamento de Sociología de la Universidad de Chile. Sin embargo, muy rápidamente se produjo un viraje en la orientación del CESO, en el que Theotônio jugó un papel fundamental.

Theotônio había llegado exiliado a Chile en 1965 y, rápidamente, junto a su esposa Vania Bambirra, se incorporó al CESO gracias al mismo profesor Hamuy. Theotônio no era solo un destacado intelectual, sino un comprometido militante de izquierda. Fundador de Política Operaria en Brasil (POLOP), se vinculó posteriormente al Partido Socialista chileno, con un compromiso muy activo en el proceso de la Unidad Popular. Su compromiso político le costó el exilio dos veces, el primero en Chile entre 1965 y 1974 y el segundo en México, desde 1974 hasta 1979, año en que regresa a Brasil.

A comienzos del año 1967, Theotônio formó el Equipo de la Dependencia. Reclutó a jóvenes economistas recién egresados de la Escuela de Economía: Orlando Caputo, Sergio Ramos y Roberto Pizarro. A ellos se agregaron los sociólogos Vania Bambirra y el peruano José Martínez.

Se inicia así un trabajo que sería paradigmático. El enfoque de la dependencia o la Teoría de la Dependencia comenzó su construcción sobre la base de la crítica a las teorías tradicionales sobre el desarrollo, así como a la teoría ortodoxa del comercio internacional, pero también revisó en profundidad la teoría clásica del imperialismo y el pensamiento económico de la CEPAL.

El equipo de la Dependencia se complementaría posteriormente con el trabajo dirigido por Ruy Mauro Marini, quien constituye el área de Estado y Clases Sociales y, también el área encabezada por Tomas Vasconi sobre Dependencia, Ideología y Cultura. Por cierto, una incorporación fundamental a la institución fue la de André Gunder Frank, economista germano-norteamericano, cuyo aporte seminal fue su libro El desarrollo del subdesarrollo. Posteriormente se contó con el aporte de José Valenzuela, el más sólido economista marxista chileno, que hoy en día trabaja en México.

El impacto de la Teoría de la Dependencia fue indiscutible. La existencia del CESO y los innumerables libros que se produjeron en esta institución recorrieron no solo Chile, sino toda América Latina e incluso los países desarrollados. Las universidades en nuestra región, en Estados Unidos y Europa incorporaron la Teoría de la Dependencia como un capítulo de las investigaciones y la docencia, junto al pensamiento de la CEPAL y a otros enfoques sobre el desarrollo.

Los estudios de la dependencia tuvieron también influencia política. Marcaron el pensamiento de vastos sectores de la izquierda en América Latina y, en el caso particular de Chile, tuvieron incidencia en el programa socialista de Salvador Allende. La propuesta de expropiar empresas estratégicas, no solo de recursos naturales, sino también en el sector industrial, coincidía con la tesis de la Teoría de la Dependencia sobre la incapacidad de la burguesía interna para impulsar un desarrollo autónomo. Ello también, de alguna forma, queda expresado en el Primer informe sobre la hacienda pública, escrito por nuestro colega Sergio Ramos, miembro del Equipo de la Dependencia y, durante el gobierno de la Unidad Popular, asesor del ministro de Hacienda.

El Equipo de la Dependencia

El Equipo de la Dependencia, que luego se convertiría en área de Estudios de la Dependencia bajo la dirección de Theotônio, formalizó su propuesta de investigación a comienzos de 1968, luego de varios seminarios de discusión metodológica y teórica sobre la teoría del imperialismo y también sobre las distintas visiones sobre el desarrollo en América Latina, muy especialmente sobre el pensamiento de la CEPAL.

Las discusiones internas recorrieron el pensamiento clásico sobre el imperialismo: Marx y su visión sobre la colonización inglesa en la India y la conquista de los territorios mexicanos por los Estados Unidos; y, por cierto, también se revisó el expansionismo imperial de comienzos del siglo XX en Lenin, Bujarin y Rosa Luxemburgo, entre otros autores.

Paralelamente, se realizaron seminarios sistemáticos, con destacados investigadores de la CEPAL y también con algunos estudiosos que iban más allá de este pensamiento desarrollista en la explicación del subdesarrollo latinoamericano, entre los que corresponde destacar a Aníbal Quijano, Edelberto Torres-Rivas, André Gunder Frank y Cardoso-Faletto.

Luego de estas experiencias, junto a las indispensables revisiones bibliográficas que se realizaron durante el segundo semestre de 1967, se escribió la propuesta de investigación, cuya fundamentación arranca de la hipótesis de que desarrollo y subdesarrollo son parte integral de un mismo proceso, que los centros capitalistas se alimentan del subdesarrollo de la periferia y que las relaciones de subordinación que se han establecido no solo son de carácter externo, sino que determinan y redefinen las estructuras internas en lo económico, social, político y cultural.

Así las cosas, se construye el programa de trabajo con tres líneas de investigación:

  • El proceso de integración mundial y América Latina.

  • Las relaciones de dependencia y el movimiento de capitales en América Latina.

  • Las estructuras dependientes en la fase de integración mundial.

Theotônio, además de entregar las orientaciones del conjunto de la investigación y proponer sus principales hipótesis,1 encabezó la línea de investigación sobre el proceso de integración mundial y América Latina, que intentaba explicar el capitalismo céntrico y su papel en América Latina, con énfasis en la posguerra. En este trabajo recibió el apoyo de Sergio Ramos.

Esta línea de trabajo se proponía revisar el contexto internacional y, en particular, la hegemonía norteamericana como potencia dominante, para entender el tipo de condicionantes que esta impone a los países subdesarrollados en América Latina. Revisar el contexto internacional muestra que desarrollo y subdesarrollo se encuentran íntimamente imbricados.

Es interesante constatar que Theotônio tenía una especial preocupación, ya a fines de los sesenta, por los procesos de concentración económica y tecnológica que otorgaban hegemonía a la economía norteamericana en el proceso de integración mundial sobre la base de la empresa multinacional que controlaba las industrias de punta de la época: industria química, atómica y electrónica. Estos temas se convertirán, posteriormente, en preocupaciones centrales para sus investigaciones en México y luego en Brasil.

Hay que agregar que la Teoría de la Dependencia anticipa la teoría del sistema mundo,2 que señala que el desarrollo de los centros capitalistas, desde su misma formación, siempre ha necesitado para su acumulación de la existencia del sistema mundial, situando al mundo como objeto de análisis condicionante para cualquier investigación regional o nacional (Martins, 2011).

El esquema de investigación de 1968 propone una segunda línea de trabajo que se denomina “Las relaciones de dependencia y el movimiento de capitales en América Latina”. El mismo título insinúa una hipótesis novedosa ya que, a diferencia de lo que pensaba la CEPAL y, en general el desarrollismo, el eje de las relaciones que fundan la extracción de excedente desde América Latina y que potencia la acumulación en los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial, no son solo los vínculos de comercio, sino principalmente los movimientos de capital.

La investigación hace una revisión de la teoría “ortodoxa” del comercio internacional y de la teoría del imperialismo en los clásicos del marxismo para concentrar un esfuerzo muy detallado en el pensamiento desarrollista de la CEPAL. En ella, se cuestionan los supuestos de la teoría “ortodoxa” desde el punto de vista teórico y se confrontan con la realidad del comercio mundial de aquellos años. Se rechaza la concepción de los costos comparativos y la pretensión de una economía internacional basada en relaciones económicas entre naciones autónomas y fundadas en la libre competencia. Se destaca, por otra parte, la importancia de estudiar y revisar críticamente los clásicos del imperialismo, que eluden la importancia de incorporar una perspectiva desde la periferia.

La parte más relevante de esta línea de investigación es la revisión del pensamiento desarrollista, cuya expresión más elaborada se encuentra en los escritos de la CEPAL. Se revisa entonces el carácter de las relaciones económicas internacionales de América Latina, en lo que respecta al rol del comercio exterior y particularmente al capital extranjero (Caputo y Pizarro, 1971).

Se rebate el concepto de dependencia comercial de la CEPAL y la idea de superación mediante la industrialización sustitutiva de importaciones como condición para avanzar hacia el desarrollo. Se sostiene, en cambio, que la inversión directa, mediante las corporaciones multinacionales en el sector manufacturero de las economías latinoamericanas, ha significado una “nueva dependencia”, la dependencia industrial-tecnológica, cuya superación es mucho más compleja y profunda que la dependencia comercial. En consecuencia, la “eliminación de la dependencia externa” a través de la industrialización, en la concepción de CEPAL, no erradica la dependencia.

La tercera línea de investigación se refiere a las estructuras dependientes en la fase de integración mundial. Se destaca aquí nuevamente que la dependencia debe ser entendida como una categoría analítico-explicativa fundamental en la conformación de las sociedades latinoamericanas; y, a través de ella, se busca entender el carácter condicionante de las relaciones de dependencia entre el centro hegemónico y los países periféricos. El concepto de dependencia hace referencia entonces no solo a la situación condicionante, sino también a la estructura interna que aquella genera (Bambirra, 1973).

Esta línea de investigación se propone una tipología de carácter “histórico-estructural” para estudiar las sociedades latinoamericanas considerándolas una parte integrante del sistema capitalista mundial y entendiendo a este como determinante en última instancia.

Aunque la situación condicionante básica en la formación, configuración y desarrollo de las sociedades latinoamericanas haya sido una misma situación de dependencia con respecto a los centros hegemónicos, se intenta, a través de aproximaciones sucesivas a la realidad concreta, conocer las manifestaciones históricas específicas de las estructuras dependientes en los distintos países que se forman del continente. Por ello, se considera necesario elaborar una tipología de las estructuras dependientes para, posteriormente, poder llegar al estudio de las características específicas de cada país. Bambirra es clara en señalar que “la dependencia condiciona una cierta estructura interna” y esta “la redefine en función de las posibilidades estructurales de las distintas economías nacionales” (Bambirra, 1971).

Crítica dependentista al pensamiento de la CEPAL

Las tres líneas de trabajo del proyecto de la dependencia critican de manera muy directa el pensamiento de la CEPAL. Si bien recogen algunas de sus ideas, lo cuestionan radicalmente en lo que se refiere no solo a las relaciones económicas centro-periferia, sino también a la naturaleza monopólica industrial-tecnológica del capitalismo céntrico y a las estructuras internas que se forman en América latina, que cierran las puertas a un proyecto nacional autónomo de desarrollo, con eje en la burguesía industrial, como sostenía CEPAL.

Raúl Prebisch, a la cabeza de la CEPAL, también criticó la teoría ortodoxa neoclásica y propuso una política de desarrollo hacia adentro conocida como industrialización por sustitución de importaciones (ISI), que fue un precedente inmediato del enfoque de la dependencia.

Prebisch-CEPAL señalaban que para avanzar hacia el desarrollo en los países de América Latina era imprescindible superar la dependencia exportadora de materias primas. Así se podría pasar de una industrialización espontánea (liviana) –característica de las primeras décadas del siglo XX– a una industria avanzada, de carácter más compleja. CEPAL hablaba de “dependencia externa”, pero la concebía como un asunto estrictamente comercial cuyo efecto negativo se manifestaba en el deterioro secular de los términos de intercambio entre las manufacturas importadas desde los centros y las materias primas exportadas desde la periferia.

Prebisch agregaba que el despliegue de una industria avanzada requería de un mercado ampliado, que diera respuesta a los estrechos mercados de la mayor parte de los países. La integración de los países de América Latina era entonces una condición indispensable para impulsar actividades industriales complejas y para lograr una posición competitiva frente a la industria de los países centrales.

El mercado común responde al empeño de crear un nuevo módulo para un intercambio latinoamericano adecuado a dos grandes exigencias: la de la industrialización y la de atenuar la vulnerabilidad exterior de estos países. Mientras su economía convergía preferentemente hacia los grandes centros industriales para proveerlos de productos primarios, no existían mayores incentivos al intercambio recíproco (CEPAL, 1959).

Por eso, la CEPAL confiaba en los efectos económicos, políticos, sociales e ideológicos de la industrialización. Sin embargo, la industrialización no solo no eliminó gran parte de los obstáculos de la sociedad tradicional, sino que ha creado nuevos problemas y tensiones muy agudas.

La CEPAL pensaba entonces que era posible que las burguesías locales pudieran liderar la industrialización avanzada y veía al capital extranjero solo como un complemento para la acumulación interna (CEPAL, 1959).

Esta visión fue, precisamente, cuestionada por la Teoría de la Dependencia, ya que la industrialización avanzada fue controlada completamente por el capital extranjero. Este no fue un complemento externo al ahorro interno, como la concebía CEPAL.

Así las cosas, la región pasaba de una dependencia comercial-financiera a una de carácter industrial-tecnológica. Esta nueva forma de dependencia subordinaba a la burguesía nacional al capital extranjero, y con ello impedía la posibilidad de un proyecto de desarrollo nacional autónomo, como pensaba la CEPAL.

En efecto, desde fines de los años cincuenta del siglo pasado, con el término de la “industrialización espontánea” las empresas multinacionales, principalmente de origen norteamericano, se desplegaron a lo largo y ancho de América Latina para realizar inversiones en industrias de transformación, en las manufacturas de punta de la época, entre las que destacaban principalmente la industria automotriz, petroquímica y electrónica. Sus subsidiarias se instalaron en los mercados nacionales, con el propósito de capturar a los consumidores locales, y de este modo saltaron las elevadas barreras arancelarias que caracterizaban en aquella época a la política comercial.

Las corporaciones internacionales, aunque seguían controlando los centros de producción de materias primas, extendían también sus actividades hacia el sector manufacturero, con el propósito de obtener ganancias en los mercados internos de América Latina. A partir de esos años se puede hablar, entonces, de una “nueva forma de dependencia”, que trasciende el ámbito comercial. Por cierto, se trata de un fenómeno que también se presenta en otras regiones del mundo, gracias al accionar no solo de multinacionales norteamericanas, sino también de origen europeo y japonés.

La penetración del capital extranjero en el sector manufacturero tiene implicaciones sociales y políticas ineludibles, que son determinantes de las estructuras internas de nuestros países. La burguesía nacional, que había impulsado la “industrialización liviana” en las primeras décadas del siglo XX, no tenía condiciones tecnológicas ni financieras para ampliar sus posiciones de acumulación en los sectores más avanzados tecnológicamente. La empresa multinacional ocupa ese espacio, creando una dependencia tecnológica y transfiriendo sus beneficios al capital extranjero.

Dejemos hablar a Theotônio dos Santos:

La burguesía industrial latinoamericana, que nacía del proceso de industrialización de las décadas de 1930-40, se veía en una situación difícil con relación al capital internacional. Ella aspiraba a sustituirlo, pero no tenía el conocimiento tecnológico ni el peso financiero para enfrentar las grandes inversiones que se hacían necesarias para asegurar la competitividad en una fase más avanzada del desarrollo tecnológico.

Era inevitable, por lo tanto, que el capital internacional sometiese al nacional a su dinámica, lo que reflejaba la fuerza emergente de una economía mundial basada en un nuevo tipo de empresa multinacional (Dos Santos, 2002).

En consecuencia, la Teoría de la Dependencia es categórica en registrar el fracaso del modelo de desarrollo hacia el mercado interno sostenido por el pensamiento desarrollista. No se libera América Latina de la dependencia al apuntar puramente a las relaciones comerciales, porque lo central es un nuevo tipo de subordinación, en la que el capital extranjero se articula con la burguesía industrial de cada país.

Así las cosas, se rechazaba la postura tradicional sobre el desarrollo. Porque las sociedades capitalistas desarrolladas correspondían a una experiencia histórica completamente superada por condiciones imposibles de repetir, como fuentes básicas de capitalización privada basadas en explotación del comercio mundial, incorporación de amplias masas de trabajadores a la producción industrial y desarrollo tecnológico creciente. No era posible, entonces, el tránsito de una sociedad atrasada a una moderna, desarrollada y capitalista, como pensaba la teoría tradicional del desarrollo.

Theotônio señala explícitamente: “El estudio del desarrollo del capitalismo en los centros hegemónicos dio origen a la teoría del colonialismo y del imperialismo. El estudio del desarrollo de nuestros países debe dar origen a la teoría de la dependencia”. Y, paralelamente destaca que “el subdesarrollo no es un estadio atrasado y anterior al capitalismo sino una consecuencia de él y una forma particular de su desarrollo: el capitalismo dependiente” (Dos Santos, 1968).

Observaciones finales

El estudio y las disputas en torno a la dependencia no pueden eludirse, aunque hayan pasado varias décadas desde su presencia dominante. Constituyen un activo intelectual indispensable para comprender nuestras sociedades y enfrentar los nuevos desafíos del desarrollo. Hacer un balance crítico y recuperar la Teoría de la Dependencia, con su enfoque y metodología, ayudará a avanzar en un planteamiento transformador desde la perspectiva del capitalismo dependiente.

Es verdad, como decíamos al comienzo, que la dependencia se ha profundizado como consecuencia de la globalización radical vivida en las últimas décadas. Y, al mismo tiempo, se han hecho más estrechos los vínculos de subordinación de las burguesías latinoamericanas con el capital internacional.

Sin embargo, recientemente hemos observado nuevos cambios en el mundo y en América Latina que exigen reflexiones adicionales. No sabemos si esos cambios generarán condiciones para mayor autonomía en los países de América Latina o, por el contrario, acentuarán las relaciones de dependencia.

En el ámbito internacional ya no existen los países del socialismo real. China se ha convertido en una potente economía de mercado, cuya dinámica expansión desafía a los Estados Unidos. Las economías de América Latina se han reprimarizado para exportar alimentos, petróleo y minerales en favor de la industrialización china y las desigualdades en los países de la región se han tornado dramáticas.

Pero, por otra parte, han surgido nuevos temas en el debate del desarrollo, ineludibles para el entendimiento de la realidad latinoamericana actual: los acelerados procesos migratorios, la defensa de los ecosistemas y la protección del medio ambiente, el desafío dramático que representa el COVID-19 y, muy recientemente, la guerra entre Rusia y Ucrania. Estos temas están modificando el proceso radical de globalización de las últimas cuatro décadas.

Como consecuencia del COVID-19 la mayoría de los países han adoptado políticas proteccionistas para enfrentar las perturbaciones globales, lo que desafía el Estado mínimo presente en las últimas décadas. Es altamente probable que, en el mundo posterior a la pandemia, y ahora también con la guerra entre Rusia y Ucrania, se produzcan restricciones al movimiento libre de bienes, servicios, capitales, mano de obra, tecnología, datos e información

Por otra parte, hay indicadores de que el rol del Estado está cambiando. Hoy en día, empresas y familias están apelando al sector público para que los defienda de la crisis sanitaria. El Estado mínimo no es capaz de responder con sus reglas habituales. El coronavirus está haciendo posible lo que hasta hace poco era imposible: está cambiando el sentido común. Cuando la vida de las personas y el funcionamiento de la sociedad están en peligro, nadie se escandaliza si el Estado interviene empresas, asume la responsabilidad en la distribución de alimentos y asegura la provisión de agua, electricidad, gas y medicinas.

Habrá que ver si esta nueva realidad mundial, las redefiniciones de la globalización y un Estado más potente abrirán espacio a nuevos proyectos políticos y económicos que otorguen mayor autonomía a los países de la región.

En consecuencia, la Teoría de la Dependencia, con su método y visión integral sobre el subdesarrollo, debería ayudar a interpretar y enfrentar los nuevos desafíos que se presentan actualmente en América Latina. La visión de la dependencia debería estar presente en la construcción de nuevas ideas que busquen explicar el desarrollo, aunque esa visión debe ser revisada a la luz de los cambios recientes en el mundo, en los centros capitalistas y, por cierto, teniendo presentes las nuevas realidades económicas, sociales y políticas existentes en los distintos países de América Latina.

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Roberto Pizarro Hofer: es economista de la Universidad de Chile, con estudios de posgrado en la Universidad de Sussex, Inglaterra. Fue director del CESO, decano de la Facultad de Economía Política de la Universidad De Chile (1972-sept. 1973), rector de la Universidad de Humanismo Cristiano (2010) y ministro de Planificación del Gobierno de Chile de octubre 1996 hasta marzo 1998.

Referencias
Bambirra, Vania (1971). Hacia una tipología de la dependencia (industrialización y estructura socioeconómica) (Documento de Trabajo). Santiago de Chile: Centro de Estudios Socioeconómicos.
Bambirra, Vania (1973). Capitalismo dependiente latinoamericano. Santiago de Chile: Centro de Estudios Socioeconómicos.
Caputo, Orlando y Roberto Pizarro (1971). Imperialismo, dependencia y relaciones económicas internacionales. Santiago de Chile: Centro de Estudios Socioeconómicos, Universidad de Chile.
CEPAL (1959). El Mercado Común Latinoamericano. México: CEPAL.
Dos Santos, Theotônio (1968). La crisis de la teoría del desarrollo y las relaciones de dependencia en América Latina. Boletín del CESO, 3.
Dos Santos, Theotônio (2002). Teoría de la Dependencia. Balance y perspectivas. México: Plaza y Janés.
Martins, Carlos Eduardo (2011). Prólogo. En Theotônio dos Santos, Imperialismo y dependencia. Caracas: Fundación Biblioteca Ayacucho.
Notas
Notas
1 Estas hipótesis quedarán expresadas en Dos Santos (1968).
2 Cuyos más destacados representantes, junto a Theotônio, son André Gunder Frank, Samir Amin, Immanuel Wallerstein y Giovanni Arrighi.
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