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Gutiérrez Cham, Gerardo; Susana Herrera Lima, Jochen Kemner (coords.) (2021). Pandemia y crisis: el COVID-19 en América Latina. Guadalajara: Centro María Sibylla Merian de Estudios Iberoamericanos Avanzados en Humanidades y Ciencias Sociales (CALAS), Editorial Universidad de Guadalajara.
Carlos Pástor Pazmino
Carlos Pástor Pazmino
Gutiérrez Cham, Gerardo; Susana Herrera Lima, Jochen Kemner (coords.) (2021). Pandemia y crisis: el COVID-19 en América Latina. Guadalajara: Centro María Sibylla Merian de Estudios Iberoamericanos Avanzados en Humanidades y Ciencias Sociales (CALAS), Editorial Universidad de Guadalajara.
Revista Tramas y Redes, núm. 2, pp. 277-283, 2022
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales
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RESEÑAS

Gutiérrez Cham, Gerardo; Susana Herrera Lima, Jochen Kemner (coords.) (2021). Pandemia y crisis: el COVID-19 en América Latina. Guadalajara: Centro María Sibylla Merian de Estudios Iberoamericanos Avanzados en Humanidades y Ciencias Sociales (CALAS), Editorial Universidad de Guadalajara.

Carlos Pástor Pazmino
Instituto Superior Tecnológico de la Economía Social, Popular y Solidaria, Ecuador
Revista Tramas y Redes, núm. 2, pp. 277-283, 2022
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales
Gutiérrez Cham Gerardo, Herrera Lima Susana, Kemner Jochen. andemia y crisis: el COVID-19 en América Latina. 2021. Guadalajara. Centro María Sibylla Merian de Estudios Iberoamericanos Avanzados en Humanidades y Ciencias Sociales (CALAS), Editorial Universidad de Guadalajara.. 484pp.

Recepción: 05 Mayo 2022

Aprobación: 15 Mayo 2022

Pandemia y crisis
El COVID-19 en América Latina

Poco antes de la pandemia, nuestra América caminaba por senderos de disputa. En más de un país estallaron masivas protestas sociales por la desigualdad, la corrupción, la captura del Estado por parte de elites económicas, etc. Los sectores sociales organizados tomaban las calles para confrontar sus utopías con las crudas realidades.

No habían cesado las movilizaciones cuando llegó la pandemia a poner a prueba al conjunto de las instituciones en todas sus escalas. Este cuestionamiento al orden establecido, a la “normalidad”, logró evidenciar los límites de las instituciones y de las personas que las dirigen. Lo que provocó un repensar la relaciones entre lo público y lo privado, entre el gobierno y la sociedad, entre lo individual, lo colectivo y lo comunitario.

Con la llegada del COVID-19, el mundo entró en una nueva fase; una en la que todas las crisis que veníamos padeciendo se juntaron: mientras el cambio climático se expande, la economía cae en picada y la desigualdad y el empobrecimiento crecen a niveles históricos, los gobiernos priorizan mantener a flote sus índices de crecimiento y la acumulación de unos pocos grupos económicos.

Los profesionales de las ciencias médicas luchan contra los efectos del virus y los profesionales de las ciencias sociales ayudan a comprender las causas y consecuencias económico-políticas que nos condujeron a y nos dejará la pandemia. Esta premisa es justamente la que nos comparten los autores y autoras del libro Pandemia y crisis: el COVID-19 en América Latina.

Pese a las diversas formas, metodologías y enfoques teóricos con los que cada uno afronta la pandemia en sus artículos, existe un consenso general a lo largo de cada capítulo de que los efectos de esta enfermedad global tienen el poder de cuestionar los órdenes sociales preestablecidos y normalizados.

A ningún ser humano en este planeta le es ajeno el Covid-19. Para varios autores, la pandemia fue un shock; para unos llegó como un emisario, para otros como un balde de agua fría que de repente irrumpió en nuestras vidas provocando transformaciones en las condiciones y acciones más básicas de nuestro diario vivir.

Las primeras reacciones de los gobiernos de todo el mundo fue ordenar el confinamiento de gran parte de la población limitando en lo posible los contactos sociales que pudieran convertirse en vías de transmisión del virus. Estas medidas fueron acompañadas en algunos casos por instrumentos de rescate económico.

Por ejemplo, en varios países de la Unión Europea y Estados Unidos se implementaron programas para financiar subsidios de desempleo para amortiguar los efectos devastadores del cierre de gran parte de las actividades económicas. Este no fue el caso de América Latina, donde el 35% de la población laboral activa tiene un sustento en base al trabajo informal (sin seguridad social, sin estabilidad, sin ahorros) y para quienes “Quedarse en casa” no es una posibilidad ya que dependen de sus ventas diarias.

Cada uno de los capítulos es un diálogo que muestra la compleja experiencia que hemos tenido durante estos dos años de pandemia, un lapso de tiempo que puede ser descrito como el encuentro entre el hambre y la necesidad; un periodo crítico en el que se juntaron dos condiciones extremas en un momento histórico.

El crecimiento económico en América Latina durante el quinquenio 2014-2019 fue el más bajo desde la década de los 1950; mientras se daban las protestas, uno habría pensado que no se podía estar peor, pero sí, se pudo. De hecho, la crisis económica que ya vivíamos se profundizó. Recordemos que el coronavirus impactó como meteorito en América Latina y el Caribe en un momento casi dramático de contracción económica y coincidió además con el cambio de orientación política en la región.

Otra muestra de lo que fue la pandemia, y que se presenta con claridad en el libro, son las gestiones gubernamentales para su manejo. Para varios de los autores, ningún gobierno estaba preparado y muchas de las acciones ejecutadas por los gobiernos de la región fueron insuficientes ya que no lograron contener las consecuencias devastadoras como el incremento del desempleo, la migración interna y externa, la alta deserción estudiantil, el incremento de delincuencia, etc.

Esta pandemia nos deja al borde del abismo, nos provoca un retraso de décadas en lo económico, social y educativo, no solo por la inmensa cantidad de contagiados1 sino sobre todo por las consecuencias a mediano y largo plazo. El libro que nos asiste en esta oportunidad y nos invita a mirar, a reflexionar en profundidad y de manera integral el impacto, las realidades y las consecuencias del virus en América Latina. Cada uno de los capítulos es una muestra palpable de investigaciones rigurosas, innovadoras y sobre todo que responden a la necesidad latente de fomentar el pensamiento crítico en la región. En las siguientes líneas se hará el intento por contar de manera sistemática algunos de los aportes que nos deja esta lectura.

Para Jaime Preciado Coronado, la pandemia, además de tener efectos sociales, tiene sobre todo consecuencias geopolíticas ya que reconfigura el orden mundial unipolar con hegemonía estadounidense. En su artículo, el autor argumenta que vivimos una disputa global por la capacidad de dirección moral, tecnológica e intelectual del mundo frente al manejo de la pandemia que “retrajo el viejo orden westfaliano reviviendo el protagonismo del Estado-nación, sus capacidades y atribuciones para administrar el territorio, las fronteras, regular la movilidad y los flujos de interconectividad dentro de su jurisdicción” (Preciado Coronado, en Gutiérrez Cham, Herrera Lima y Kemner, 2021, p. 44).

En paralelo a este proceso del Norte global, el Sur global en general y en particular América Latina y el Caribe, se sumerge en una red de incertidumbres, lo que va de la mano con las tensiones registradas entre la hegemonía global financiera y el capital productivo. En este escenario América Latina queda, a decir del autor, como un territorio en disputa, un territorio a ser cooptado, saqueado y mercantilizado ya sea por las potencias o las multinacionales con poderes extraterritoriales.

El padecimiento de estos procesos son para Preciado un deterioro de los intentos alternativos que representaron los gobiernos progresistas en la década anterior, avances sociales que al ser perdidos generan estallidos populares. Muestra de esto, nos dirá el autor, son los levantamientos populares de 2019 en países como Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador; y en el Caribe, Haití y Puerto Rico.

Preciado afirma que las demandas de estas movilizaciones se dirigían a la esencia del poder estructural del capitalismo y que en algunos casos también se dieron movilizaciones en contra de gobiernos autodefinidos como de centroizquierda, como los casos de Argentina, Chile, Uruguay, Brasil, Nicaragua y El Salvador donde una vez asumido el gobierno continuaron en gran parte los proyectos neoliberales que los precedieron, no así, según el mismo autor, en el caso de países como Venezuela, Bolivia y Ecuador que

intentaron no sin dificultades llevar adelante proyectos post-neoliberales y de corte progresista. [...] Los gobiernos progresistas mantuvieron el modelo de crecimiento neoextractivista pues renunciaron a la industrialización, en aras de aprovechar los altos precios de las materias primas, y aceptaron la idea dominante que homologa crecimiento con desarrollo (pp. 48-49).

Ya sea en los gobiernos que dieron continuidad a la agenda neoliberal o en los intentos de progresismos, en ambos casos se presentaron prácticas personalistas, clientelares y en varios momentos corrupción, lo que generó el rechazo popular. Este malestar social fue aprovechado por las derechas nacionales, que en el mediano plazo asumieron varios gobiernos. En suma, “el estallido social de 2019 hizo que Latinoamérica y el Caribe se convirtieran en el epicentro de las luchas políticas mundiales del siglo XXI” (p. 49).

Por otro lado, David Díaz Arias y Ronny Viales Hurtado hacen un reconocimiento de las condiciones precarias de vida que existían en la región antes de la pandemia y que se agudizaron con su llegada. Es claro que las causas estructurales de la pobreza en la población de nuestro continente –especialmente la rural e indígena–, como la injusta distribución de la tierra, la escasa productividad, la explotación de los comerciantes y de los terratenientes y la ausencia del Estado no llegaron con la pandemia. Lo que se ve y se sufre en los campos latinoamericanos es la mortalidad infantil, la desnutrición, la falta de escuelas, de servicios básicos, el analfabetismo, etc.

En Centroamérica, por ejemplo, nos dicen los autores, las pandemias que más han permanecido en la historia son la economía informal, la falta de cobertura de salud pública, la incapacidad de generar trabajo estable para más de la mitad de su población, los déficits fiscales elevados, deudas externas, etc.. En esta misma línea nos recuerda que “a mediados de 2019 el número de pobres en América Latina rondaba los 190 millones, de los cuales 70 millones [...] se encontraban en pobreza extrema”, mientras que la riqueza se concentra en unos cientos de ultra-millonarios latinoamericanos, lo que genera estallidos sociales (Díaz y Viales, en Gutiérrez Cham, Herrera Lima y Kemner, 2021, p. 104-105).

Tanto Preciado como Díaz y Viales reconocen la fuerza de las movilizaciones, y coinciden en que se dan no solo por la desigualdad y la pobreza, sino también por factores que se agudizan con la llegada de la pandemia, como falta de equipos médicos e insumos de protección, restricciones de circulación para comercializar productos campesinos e indígenas hacia las ciudades, familias que reclaman alimentos, deterioro en los derechos de los trabajadores, etc.

La realidad que encontró el COVID-19 a su llegada fue más compleja de lo que suponía ser. En cada uno de los países encontró desventajas históricas en salud, altos índices de pobreza, discriminación, migración, marginación, colapsos ecológicos, crisis climáticas, etc. Estas mismas limitaciones estructurales para afrontar la pandemia provocaron que las reacciones de los gobiernos de la región sean diversas. El libro narra a contar cuáles fueron las respuestas impulsadas por los gobiernos.

Respecto de Argentina, un país tan grande como sus desigualdades, en la introducción, Gerardo Gutiérrez Cham, Susana Herrera Lima y Jochen Kemner ya nos dicen que el hacinamiento, la escasez de alimentos, el trabajo informal, la falta de acceso a servicios de salud e internet y la nula planificación urbana, entre otras, provocó el colapso del sistema de salud cuando llegó la pandemia. El aislamiento obligatorio género que las personas que viven del trabajo informal no pudieran salir a trabajar y su situación se volvió insostenible. Por otro lado, los espacios de asistencia y desarrollo social que se abrieron, como los comedores de ayuda, centros culturales, cooperativas, asociaciones civiles, iglesias, etc. no fueron suficientes, el COVID-19 no es el único problema, el problema real es vivir en una constante crisis, con pobreza y desigualdad de los sectores más vulnerables (Gutiérrez Cham, Herrera Lima y Kemner, 2021).

El gobierno argentino hizo lo típico en cuanto a medidas preventivas, como el cierre de instituciones educativas, lugares de trabajo, eventos públicos y reuniones de más de 10 personas, restricciones al funcionamiento de transporte público, cuarentena estricta, cierre total de fronteras. Sin embargo, en términos económicos fue “uno de los países que más recursos destinó a contener la reducción de la actividad económica y la movilidad de personas” (Ratto y Azerrar, en Gutiérrez Cham, Herrera Lima y Kemner, 2021, p. 137) ya que implementó una compensación menor o igual al 50% de salarios, congeló las tarifas y obligaciones financieras”.2

Si bien esto es positivo, para Eleonor Faur y María Victoria Pita, el Estado argentino mantuvo dos caras frente a la pandemia. Una dadivosa con acciones como las mencionadas en el párrafo anterior, y otra cara represiva con la que el poder policial logró garantizar el orden social a través de la vigilancia, la investigación y posibilidad de ejercer violencia. El uso de este poder en Argentina se caracterizó por buscar el control de las clases populares y la protección de los grupos más acomodados y sus bienes. “La presencia de las fuerzas despertó más temor que tranquilidad. [...] Miedo al virus y miedo a la policía son algunas de las sensaciones que circulan en los barrios” (Faur y Pitta, en Gutiérrez Cham, Herrera Lima y Kemner, 2021, p. 263).

En términos de educación, la suspensión de las clases presenciales3 fue una de las medidas inmediatas para evitar los contagios, el Ministerio de Educación Nacional impulsó la “virtualización forzosa” que provocó un alto nivel de deserción estudiantil e incrementó la “desigualdad educativa” sobre todo entre los sectores urbanos y rurales, sectores de educación pública y privada (Di Piero y Miño Chiappino, en Gutiérrez Cham, Herrera Lima y Kemner, 2021, p. 321).

Para el caso de Brasil, Celeste Ratto y Juan Martín Azerrat van a decir que las típicas medidas aplicadas por otros países no fueron prioridad en este: el cierre de instituciones educativas fue tardío, la aplicación de medidas de restricciones, también; el funcionamiento limitado del transporte público tomó un largo tiempo, al igual que el cierre parcial de fronteras. En términos de seguimiento y control sanitario, la situación fue algo similar: hubo una limitada política de rastreo y testeo de los contagios, se evidenció una descoordinación entre la política del Estado y los gobiernos locales (durante el periodo de pandemia cambiaron tres veces de ministro de salud, en lo económico).

Mientras que Ratto y Azerrat nos muestran la realidad de la ciudad, López da cuenta de lo acontecido en el campo brasilero, que ya venia acarreando limitaciones para garantizar la integridad de los territorios indígenas, debido al avance de la frontera agroindustrial, el incremento de la ganadería intensiva y la explotación extractivista a gran escala. Estos factores preexistentes lograron que los impactos del COVID-19 sean un genocidio para las comunidades indígenas con impactos socioecológicos irreversibles. De hecho, el propio gobierno ejerce violencia, discriminación, abandono y hostilidad hacia los pueblos indígenas (López Flores, en Gutiérrez Cham, Herrera Lima y Kemner, 2021, pp. 306 y ss.).

Marcela Galeano Acosta y Jesús Antonio Reyes Benavides, por su lado, nos convidan la voz de Teresa, una mujer luchadora de los sectores sociales, una líder sindical, para quien el gobierno de Bolsonaro se ha caracterizado por cancelar la política, mantenerse en el poder en base al autoritarismo y propagar violencia y odio en cada uno de sus discursos. El gobierno declarado por sí mismo como de derecha se ha mantenido en la afirmación de que el COVID no existe, incluso el mismo presidente Bolsonaro convocó a movilizaciones en contra de las medidas de la OMS.

En suma, este es un potente libro que vale la pena leer porque nos lleva por el camino del pensamiento crítico y nos cautiva con los estudios de caso en cada uno de los países del sur.

Material suplementario
Notas
Notas
1 A finales de julio de 2020 en América Latina y el Caribe se reportaban alrededor de cinco millones de infectados, con casi 200.000 muertos.
2 Para Mariana Luzzi y Ma. Soledad Sánchez esta acción no fue del todo positiva, ya que en Argentina alrededor del 70% de los gastos de los hogares vulnerables se realizan en efecti-vo y durante la cuarentena, en un intento de evitar el contagio, muchas personas dejaron de circular efectivo, lo que provocó que los pagos se hicieran más lentos y se dificultara la circulación del dinero. Esto abrió un espacio social donde el efectivo fue cambiado por transacciones en línea, lo que generó un problema para los trabajadores informales, ya que la mayoría no posee cuenta bancaria y vive de sus ingresos diarios. Además, en los barrios periféricos de Buenos Aires existen pocas entidades bancarias y las personas se deben des-plazar largas distancias para efectuar sus transacciones. En suma, el COVID-19 evidenció la importancia de bancarizar a todas las familias y obligó un giro inesperado de políticas de educación financiera, como el uso de servicios en línea, tarjetas de débito, cajeros au-tomáticos, etc. La crisis también produjo efectos espaciales y temporales en la circulación del dinero (ralentización) ya que desapareció físicamente de calles y comercios, buscando nuevos canales virtuales para su circulación (Luzzi y Sánchez, en Gutiérrez Cham, Herrera Lima y Kemner, 2021, pp. 272 y ss.).
3 La suspensión de las clases también abrió una fuerte brecha digital en cuanto al acceso a internet y al acceso y uso de las tecnologías. Di Piero & Miño nos recuerdan que en Argen-tina el porcentaje de estudiantes sin conexión es de 25% para primaria y 16% para secun-daria. Según la UNICEF las percepciones de la población ante la pandemia indican que los esfuerzos por acercar los contenidos a los estudiantes están dando frutos: más del 80% de hogares acceden a actividades curriculares y el 70% reciben retroalimentación por parte de los maestros, quienes afirman que antes de la emergencia sanitaria habían utilizado ínfima-mente tecnologías de información y comunicación (Di Piero y Miño, en Gutiérrez Cham, Herrera Lima y Kemner, 2021).
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