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Félix Weil y los orígenes de la Teoría Crítica
José Guadalupe Gandarilla Salgado
José Guadalupe Gandarilla Salgado
Félix Weil y los orígenes de la Teoría Crítica
Felix Weil e as origens da Teoria Crítica
Felix Weil and the Origins of Critical Theory
Revista Tramas y Redes, núm. 7, pp. 321-340, 2024
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales
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Resumen: En el centenario del Instituto de Investigación Social, se rastrea el papel de Félix Weil en los orígenes de la Teoría Crítica. Se describe el contexto europeo luego de la revolución rusa y la etapa que fincó los cimientos de esa corriente intelectual. Se recupera una historia cuyas piezas arman un relato en que una escuela de pensamiento del Norte global muestra su asociación al mundo periférico y del Sur.

Palabras clave: Félix Weil, teoría crítica, epistemologías del Sur.

Resumo: No centenário do Instituto de Pesquisas Sociais traça-se o papel de Félix Weil nas origens da Teoria Crítica. É descrito o contexto europeu após a Revolução Russa e a etapa que lançou as bases dessa corrente intelectual. Recupera-se uma história cujas peças juntam uma história em que uma escola de pensamento do Norte global mostra a sua associação com o mundo periférico e o Sul.

Palavras-chave: Felix Weil, teoria crítica, epistemologias do Sul.

Abstract: In the centenary of the Institute for Social Research, the role of Félix Weil in the origins of Critical Theory is traced. The European context after the Russian Revolution is described, and the stage that laid the foundations of that intellectual current. A story is recovered whose pieces put together a story in which a school of thought from the global North shows its association with the peripheral world and the South.

Keywords: Felix Weil, critical theory, epistemologies of the South.

Carátula del artículo

ARTÍCULOS

Félix Weil y los orígenes de la Teoría Crítica

Felix Weil e as origens da Teoria Crítica

Felix Weil and the Origins of Critical Theory

José Guadalupe Gandarilla Salgado
Universidad Nacional Autónoma de México, México
Revista Tramas y Redes, núm. 7, pp. 321-340, 2024
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales

Recepción: 19 Junio 2024

Aprobación: 25 Noviembre 2024

Enrique Dussel, en sus conferencias en Frankfurt, luego reunidas en su libro 1492. El encubrimiento del Otro. Hacia el origen del “mito de la modernidad, dijo a su audiencia del claustro académico de la universidad de dicha ciudad, casi a modo de reclamo:

Fue un judío argentino –de mi país de origen– el que dio el fondo inicial con el que pudo sufragarse los gastos económicos del instituto que fundó Horkheimer, entre otros. Es decir, el valor objetivado del gaucho y peón del campo argentino en las carnes de vacuno y en el trigo de las pampas, se transfirió a Alemania y dio origen a tan prestigiosa Escuela. Es en nombre de esos semi-indios, esos pobres, esos vaqueros de mi tierra, que dieron sus vidas, que se objetivó en las mercancías de los hacendados y terratenientes (como la familia fundadora del Instituto, que comerciaba con el imperio inglés), es en nombre de ellos y como pidiendo cuenta de cuál fue el uso que se dio al fruto de sus vidas, que me atrevo a dar estas conferencias ahora y aquí (Dussel, 1992, p. 12).

Nada casual que el hecho fuera destacado por uno de los integrantes más prolíficos de las filosofías del Sur, y describa un enlace en que las epistemologías del Norte global incurren en deuda con las poblaciones del Sur, un aspecto, así sea puntual, en que se subrayan las tareas de liberación de que son depositarias, en términos de una obligatoriedad ética, las epistemologías del Sur. Teniendo en consideración más hilos de cómo se fue entretejiendo esa red de complicidad Sur-Norte, el alegato dusseliano también cobra otra significación. Remite a historias ocultas, subalternas, encubiertas, que hacen posible y permiten la generosidad de los personajes principales de este relato, la familia de los Weil, en las figuras del padre, Hermann, y de su hijo, Félix José, y del papel protagónico de este último en la fundación del Instituto de Investigación Social, y del lugar que pretendía darle en la historia del movimiento obrero.

Años preparatorios de militancia radical

Al padre, en su papel de donante, no le movía la adquisición de un estatus académico, que por su actividad no requería. En cuanto al hijo, eludió ponerle su nombre al centro de estudios, como alguien sugería, pues deseaba que este,

llegara a ser conocido, y quizá famoso, gracias a sus contribuciones al marxismo como una disciplina científica, y no debido al dinero de su fundador […] Weil rehusó también “habilitarse” y convertirse en un Privatdozent, o considerar la posibilidad de un progreso académico ulterior que condujera a la dirección del Institut, porque numerosas personas hubieran quedado convencidas de que “compré” la “venia legendi” o, más tarde, la cátedra (Jay, 1989, p. 33).

No era solo que Félix Weil quería desterrar sospechas sobre su proceder, redoblado en el gesto de él mismo donar parte de su herencia a la muerte de su madre, sino que fincaba sus intenciones de crear un centro de estudios ex profeso dedicado al examen de la sociedad (en crisis, y con posibilidades de renovación y cambio) en las ideas que profesaba y que habría consolidado con quien habría sido su profesor universitario, luego mentor ex cátedra, más tarde camarada y amigo muy íntimo, el marxista alemán Karl Korsch, a quien algunos llamaban Lehrer, el maestro.

Karl Korsch, nació en 1886, en Tostedt, cerca de Hamburgo, tuvo formación en derecho, economía, sociología y filosofía, en Jena, Munich, Berlín y Ginebra. En 1911 obtuvo doctorado en derecho (Doktor Juris) por la Universidad de Jena, y de 1912 a 1914, fue a Inglaterra en ayudantía de Ernest Shuster, autor de un libro sobre derecho civil y procesal inglés, pues buscaba traducirlo al alemán para uso de los claustros germanos. Durante el período londinense se afiliará, junto con su mujer (se habían casado en 1913), a la Sociedad Fabiana (de la que extrajo un acucioso interés por los temas de la socialización). De esos años proceden sus primeros textos. Según el testimonio de Hedda Korsch, se trasladaron juntos a Inglaterra, y ella ahí también consiguió un empleo de transcribirle a su profesor un manuscrito medieval inglés, en el British Museum.

Al iniciar la guerra, en 1914, volverán a Alemania y Korsch se enrolará al ejército, negándose a portar fusil, y por ello siendo degradado, también fue herido dos veces y, finalmente, retornará, en noviembre de 1918, para unirse a la rebelión de las tropas del frente y a la población en general, en la lucha por construir la república de los consejos, en diversas ciudades alemanas, creyendo, como muchos, que sería posible pasar de la derrota del imperio monárquico a un estado socialista. Korsch retorna a Alemania en momentos en que las facciones, revisionista y ortodoxa, representadas por Bernstein y Kaustsky, respectivamente, se hunden en desprestigio de crisis y legitimidad (y sus reverencias a Marx no son sino fraseología sin sustento político o práctico). El colapso de esos liderazgos se agrava cuando un gobierno erigido de la socialdemocracia carga con el descrédito de asesinar a Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo: ese es el caldo de cultivo para que otras expresiones del movimiento (comunistas radicales, o extremistas de izquierda, consejistas, anarquistas de variado tipo) “intenta[ran] con todas sus fuerzas resucitar un nuevo movimiento obrero” y, en ese contexto, se relanza “el slogan de ‘retorno a Marx’” (Mattick, 1973, p. 16), era así que, “las condiciones revolucionarias que siguieron a la Primera Guerra Mundial suscitaron un renovado interés por la teoría marxista” (Mattick, 1973, p. 17). Estas situaciones influyen en la radicalización de gentes como Korsch, que se agrupaban en el así definido “extremismo histórico”, y serían descalificados por igual, como “secta comunista” por Kautsky, o “infantilistas de izquierda”, por Lenin. Paradójicamente, un elemento catalizador o decisivo para su inclinación hacia la lucha consejista era una toma de posición de “afinidad electiva” con la revolución rusa y la conducción del gran líder, hasta su muerte en enero de 1924.

Paralelamente, Félix Weil madurará en medio de un proceso de concientización, de militancia, de acceso al marxismo, de radicalización y compromiso (engagement). Aquel niño que preguntaba al padre porque la familia de uno de sus trabajadores vivía con tan poco mientras ellos tenían gran opulencia, había sido enviado desde su natal Argentina, en 1907, hacia Frankfurt, para que estudiara el nivel secundario en el prestigioso Goethe-Gimnasium, pero el traslado coincidía con la búsqueda de atención médica a graves enfermedades de sus padres (de hecho, su madre morirá en 1912, y su padre, en 1927). Concluido su bachillerato, en 1916, se anotó en la Facultad de Derecho de la Universidad de Frankfurt, para hacer un doctorado en Ciencias Políticas. Pudo, en esa universidad, relacionarse “con […] estudiantes […] como Friedrich Pollock y Max Horkheimer, en el seno de una Alemania que atravesaba serias dificultades económicas y profundos cambios políticos” (Rapoport, 2014, p. 135), y hasta fue ganado por una adhesión a Alemania, y pretendió, en esa coyuntura de guerra, enrolarse al ejército, pero le rechazaron por su condición de argentino, de no alemán. También en ese período reclama que la economía se conduzca “sobre la base de motivaciones patrióticas en lugar de fines de lucro” (Rapoport, 2014, p. 136), y ese dilema ya luego, con el fin de la guerra y la abdicación del Káiser, nos entrega a un Félix Weil que “ya creía que podía transformarse el imperio en una república. Se sumó a muchos estudiantes que se vestían con insignias […] negras, rojas y doradas, se unían a los consejos de trabajadores y soldados en formación, y esperaban realizar una revolución como la de 1848 para establecer una república. Pronto […] muchos de ellos se volvieron socialistas convencidos” (Rapoport, 2014, p. 137).

Como dice uno de sus biógrafos, “Weil participó del proceso revolucionario europeo activamente” (Rapoport, 2014, p. 167), fue en esas jornadas iniciales que, a través de un panfleto de agitación, de manos de un trabajador y combatiente, accede al Programa de Erfurt de 1891, que sustituía al Programa de Gotha, de 1875. La parte práctica y de los objetivos del partido del documento de Erfurt fue elaborada por Bernstein, y criticado por Engels (máxima autoridad, a la muerte de Marx, en las cuestiones teórico-prácticas del socialismo). Con su lectura, sin embargo, Félix Weil descubrirá su adhesión a esa corriente: él, como integrante de una familia con actividad empresarial en diversos países, y con una acaudalada fortuna.

Con su visión política modificada, de vuelta a la universidad de Frankfurt, redobla su activismo y funda con Leo Löwenthal (otro de sus futuros comparsas en la escuela frankfurtiana), el Grupo de Estudiantes Socialistas. Núcleo que le parecerá conservador o atado a posiciones socialdemócratas, al tiempo que irá volcando su interés en el marxismo, tradición que, al no enseñarse en Frankfurt, irá a aprenderla en otros sitios. Por ello “decidió … trasladarse a la universidad de Tübingen en 1919” (Rapoport, 2014, p. 169), donde funda la Unión de Estudiantes Socialistas de Tübingen. Meses intensos en que viaja a Stuttgart a la segunda Asamblea de los Consejos Obrero-Campesinos de la región de Wurtenberg, de la cual Tübingen formaba parte, donde ya se discuten Lineamientos para la socialización, debate que retomará después. Allí tuvo conocimiento y desde ahí trabará una fuerte amistad con Korsch, uno de los oradores principales en dichas reuniones, quien pulía aristas y profundizaba preocupaciones tempranas, respecto a que,

el concepto “socialización de los medios de producción” tiene un claro significado negativo: en su aspecto positivo, está vacío y no dice nada […] Esta falta de contenido de la fórmula socialista para la organización de la economía no era y no es perjudicial mientras la actividad práctica del socialismo esté limitada a la lucha y a la eliminación de los inconvenientes existentes […] Se vuelve perjudicial apenas llega el momento en que el socialismo desde alguna parte y de alguna manera llega al gobierno y por lo tanto se le pide que realice la organización socialista de la economía (Korsch, 1982, pp. 9-10).

Otro encuentro determinante de aquellos años para futuros proyectos de Félix Weil se da con Clara Zetkin, la legendaria dirigente revolucionaria, a quien conoce en un acto de la Liga Espartaquista (Rapoport, 2014, pp. 170-171). La relación con C. Zetkin fue definitoria y más importante de lo que otros relatos de la cuestión suelen mencionar, si es que lo hacen, pues, en primer lugar, fue de la relación con los espartaquistas que, en 1919, del grupo de jóvenes con los que Weil se juntaba surgirá la Asociación Libre de Estudiantes Socialistas, de vínculos más estrechos con el comunismo radical, en segundo lugar, pese a la diferencia de edad, o quizá por ello, se reunía frecuentemente con Zetkin, recibiendo, quizá también, sus lecciones de feminismo práctico-cotidiano, y hubo incluso un episodio en que, al parecer, Weil le salvo la vida, al nulificar la operación de un atentado en su contra, y propició que Zetkin misma se refiriera a Weil como “su salvador” (Rapoport, 2014, pp. 173-175). Tan influyente será la cercanía con Zetkin que a través de su hijo Konstantin (que era amigo de la madre de Katherina –Käthe– Bachert), podrá Félix Weil iniciar relación con su futura primera esposa, con la que se casa en 1920 y a quien permaneció unido hasta 1929.

En 1924 Korsch accede a una cátedra como profesor titular; pero ya sus destinos se habían enlazado antes, cuando Weil se mudó a Jena con la intención de culminar ahí el doctorado, bajo la tutoría de Wilbrandt, autoridad reconocida en el tema de la socialización. Derivado de esos primeros encuentros con Zetkin y Korsch, y de las primeras lecciones recibidas, con Wilbrandt y Korsch, procede la elaboración por parte de Weil de un trabajo, “Vías y esencia de la socialización” (Weil, 1919) que gustó a Korsch y lo incluyó en una revista de la que era integrante del cuerpo editorial.

Sin embargo, Weil fue expulsado por participar en la agitación política de izquierda, y regresará a la Ciudad de Frankfurt donde presentará su tesis. Su disertación (Weil, 1921) llevó por título “Socialización: Intento de una base conceptual junto con una crítica a los planes de socialización”. Texto que fue incluido, con el núm. 7, en la serie de publicaciones sobre Socialismo Práctico, coordinada por Korsch.

En el interín de su retorno a Frankfurt, luego de la experiencia universitaria en Jena y la conclusión de su investigación doctoral, Weil llevará a cabo otras actividades (algunas de carácter clandestino) y establecerá contacto con otras figuras del período. En octubre de 1920 asistió a un congreso en Halle, Alemania, en que se decidía el vínculo entre la izquierda alemana y la Internacional Comunista, y del que resultó, finalmente, la escisión; pero ahí conoció a Grigori Zinóviev (importante integrante del Politburó, dirigente, por esos años, de la Internacional Comunista y colaborador directo de Lenin, hasta sus últimos días, y del propio Stalin hasta el inicio de sus purgas, de las que fue víctima), quien le planteó un encargo que realizó (y para cuyas comunicaciones utilizó el seudónimo de Beatus Lucius), pero del que quizá lo más importante para Weil fue adentrarse en su indagación sobre el movimiento obrero argentino.

La fundación del Instituto de Investigación Social

1922 fue un año de grandes tareas para Félix Weil y contó, en algunas de ellas, con el apoyo incondicional de su padre Hermann, llevándolas a buen término. Félix veía en ello su aporte al proceso revolucionario, sin embargo, el escenario político se estaba trastocando. Durante el verano,1 en un hotel de Geraberg, localidad cercana a Ilmenau, al sudoeste de Weimar, en una zona boscosa (por la foto que testimonia el encuentro), de Tübingen, se desarrollará un encuentro convocado como Primera Semana de Trabajo Marxista (STM), Erste Marxistische Arbeitswoche.

En las jornadas estuvieron presentes, entre otros, según lo consigna la foto del grupo (que tampoco consigna autoría, pero que quizá fuese tomada por Fukumoto Kazuo, quien en otras tomas de la reunión aparece retratado), figuran ahí (de pie, de izquierda a derecha) Hede Massing, Friedrich Pollock, Eduard Ludwig Alexander, Konstantin Zetkin, Georg Lukács, Julian Gumperz, Richard Sorge, Felix Weil, un hombre desconocido; (sentados, de izquierda a derecha) Karl August Wittfogel, Rose Wittfogel, un hombre desconocido, Christiane Sorge, Karl Korsch, Hedda Korsch, Käthe Weil, Margarete Lissauer, Bela Fogarasi, Gertrud Alexander y el niño Karl Alexander (ver imagen 1).


Imagen 1
Foto del grupo presente en la Primera Semana de Trabajo Marxista, Geraberg
Fotografía de Kazuo Fukumoto (1894-1983). Tomada de: Wikimedia Commons. https://de.wikipedia.org/wiki/Marxistische_Arbeitswoche

Interesante que, en la imagen, con participantes mayoritariamente menores de los treinta años (intelectuales con doctorados universitarios, afiliados al KAPD), ocupen el centro, un muy sobrio Lukács, y sentado, casi acostado, muy desenvuelto, Korsch. Otro aspecto por destacar fue la discusión de algunos manuscritos al año siguiente publicados como libros, (Korsch, 1923), (Lukács, 1923), (Weil, 1923). Este seminario, encuentro, o semana de trabajo, sirvió de antecedente para otras importantes acciones impulsadas por los Weil.

En una de las biografías, sin ahondar en muchos detalles, se atribuye a Félix Weil haber hecho aportaciones a los partidos comunistas de Alemania o al ruso, y se insinúa que a diferencia de Korsch o Lukács, que vivieron censuras o reprimendas inmediatas, o en los siguientes años, por sus posicionamientos teóricos, para el caso de Weil “su condición de millonario y su ayuda material a esos partidos lo ‘protegían’ de cualquier crítica, y eso él lo sabía bien” (Rapoport, 2014, p. 209).

Más confiable parece ser el dato en cuanto a brindar apoyo a compañeros estudiantes, a su regreso a Frankfurt, es el caso con Friedrich Pollock y Max Horkheimer, y a pesar de que estos procedieran de familias pudientes. Weil, enterado de que estos conocían la teoría de Marx y habrían de defenderla, los “traslada” desde la pensión que ocupaban a una residencia lujosa, en los suburbios de Kronberg im Taunus, lugar del que se sugiere brotaron los planes para la puesta en marcha de una de las iniciativas más importantes de los Weil (padre e hijo), por la que se les recuerda, cuando ello ocurre, en tanto financiadores de la denominada Escuela de Frankfurt.

F. Weil se convenció de que, en las condiciones del período, era imposible crear y luego sostener, como hubiera sido su deseo inicial, un “Institut für Marxismus”. Las circunstancias fueron dándose en dirección de establecer un convenio institucional con una universidad (como la Goethe de Frankfurt) recientemente creada (procede de 1914), pero sin quedar expuesta (la nueva organización a crear) a cierta rigidez del sistema universitario alemán; lo que será obtenido al contar con un presupuesto que mantuviera certeza de continuidad y diera las condiciones para investigar, como era el deseo de Félix José Weil, “[t]ópicos tales como la historia del movimiento obrero y los orígenes del antisemitismo” (Jay, 1989, p. 32).

Convencerá a su padre para que otorgue el financiamiento y lo asegure en el futuro. En la idea de los Weil, Kurt A. Gerlach era el principal candidato a ser el director fundador del novedoso instituto de estudios, pero no podrá ocupar el cargo por su repentino fallecimiento, el 19 de octubre de 1922. Terminará por ser propuesto ante autoridades del Ministerio de Cultura, como un Instituto para la Investigación Social (Institut für Sozialforschung, IFS), y quedará ligado a la Universidad de Frankfurt, pero bajo la gestión de la Gesellschaft für Sozialforschung (Sociedad para la Investigación Social, fundada a tal efecto), y de la que ocuparán los cargos principales los Weil y otras gentes de su confianza (Rapoport, 2014, p. 214).

Existen otras versiones de los hechos, por ejemplo, Douglas Kellner da por “probable que …[Korsch]… actuara como mediador para persuadir a su alumno y amigo Félix Weil para que financiara el Instituto de Investigación Social de Frankfurt …[y]… que se hubiera basado en el ‘Departamento de investigación Fabiana’” (Kellner, 1981, p. 14). Luego cita algo de aún menos sustento: “en un principio Weil quería que su maestro Karl Korsch, dirigiera el Instituto” (afirmación de Ulmen, G. L, 1975, p. 85, citada en Kellner, 1981, p. 14). Frecuentemente, se da por válida la autoadjuducación del mérito por parte de integrantes fundadores, por ejemplo, Max Horkheimer así lo reseña: “[…] hacía falta en la Universidad […] un Instituto donde realizar las investigaciones necesarias para conocer el estado actual de la sociedad. Mi amigo Friedrich Pollock, economista, y yo, conocimos a Félix Weil. Entre todos logramos convencer a su padre de la necesidad de un Instituto con esas características, de modo que éste, generosamente, puso a nuestra disposición los medios que posibilitaron su creación y trabajo científico” (Horkheimer, 1973, pp. 219-220). Mismo caso con la declaración, casi epifánica, de Pollock: “en los jardines del castillo de Kronberg fue fundado entre Max Horkheimer, Félix Weil y yo el Institut für Sozialforschung, al principio al menos en teoría” (Pollock, citado en Rapoport, 2014, p. 215). Lastimosamente Horkheimer y Pollock, en sus relatos, se enlistan en primer lugar, y hacen del evento fundacional un acto de la cultura académico-científica, cuando esta faceta universitaria, en nuestra lectura, incumbe a un desplazamiento estratégico en correspondencia a un momento histórico que busca nuevos escenarios y nuevas formas para la lucha por la transformación social.

El director fundador será Carl Grünberg, recordado como el padre del austromarxismo (aunque predicase un marxismo de cuño positivista o evolucionista), para esos años ya reconocido por encabezar un proyecto de rastreo y registro intelectual que había fundado desde 1910, al amparo de su cátedra vienesa, el Archiv für die Geschichte des Sozialismus und der Arbeitbewegung (Archivo para la historia del socialismo y el movimiento obrero), y que se enmarcaba en el afianzamiento académico de las disciplinas histórico-sociales.

Hermann Weil, por su salud deteriorada, no pudo acudir al acto inaugural, el 22 de junio de 1924, al que sí fueron autoridades universitarias, personalidades políticas y ministeriales. Habló en primer lugar Félix Weil, con una alocución más política; la conferencia académica recayó en Grünberg, con un tono programático la inició cuestionando la cultura universitaria y el papel del “mandarinato” intelectual. Eso tenía que ver con la concepción que había de la investigación social, y que desde la publicación del fascículo 1 del Grünbergs Archiv (1911), su editor venía defendiendo: la propuesta de que, con las disciplinas emergentes de lo social, especialización no significara ni dispersión ni disociación, y que la investigación socio-histórica bien fundamentada (ya en ese entonces de carácter internacional) incumbe al “más alto interés práctico-político” (Grünberg, 2017, p. 46).

Con Grünberg como director del IFS, los trabajos que se hicieron se suman a otros acopios documentales y se difunden desde el Grünbergs Archiv, en los fascículos del 11 al 15, publicados año con año, de 1925 a 1930, a excepción de 1927. Bajo la guía de Grünberg, en el primer fascículo, ya integrado a las tareas del IFS (Vol. 11, Año 1925), se reeditan los ya citados trabajos de Korsch (1923) y Weil (1923), que un par de años antes ya se habían divulgado. Durante la etapa (fundacional) del IFS, las entregas del Grünbergs Archiv alojaron textos muy plurales en una línea que combina la historia, del movimiento obrero y del marxismo, con la economía política, el anarquismo, el socialismo, el derecho, etc.

Otros proyectos de incesante mecenazgo de izquierdas

Con la fundación y puesta en marcha del IFS, en 1924, no acaba la labor de “mecenazgo de izquierdas” cumplida por los Weil. Por ejemplo, aún con las fuerzas menguantes, por la enfermedad (que causará su muerte el 3 de octubre de 1927), al padre lo encontraremos, a través de la Sociedad para la Investigación Social (que presidía), impulsando el proyecto para la publicación de las obras de Marx y Engels (que en ese momento controlaba el albacea de Engels, Eduard Bernstein, y por esa vía estaban bajo control del Partido Socialdemócrata Alemán). Para ello se establecerá una especie de cogestión con el titular (David Rizanov) del Instituto Marx Engels de Moscú (IMEM), luego Instituto Marx-Engels-Lenin (IMEL), desde 1921; de tal manera que los Weil financiaron el arranque del proyecto de la Marx-Engels-Gesamtausgabe (MEGA I), al menos mientras estas obras se publicaron bajo la dirección de Riazanov, hasta que este fue sustituido por Vladimir Adoratsky, en el IMEL. Con ese motivo, Félix Weil viajó a Moscú varias veces. Así, en el plano político, estableció contacto y hasta amistad con Karl Radek, miembro del Soviet, en tiempos de Lenin, y uno de los seis delegados del gobierno ruso ante los obreros revolucionarios alemanes, quien había dado aquel emotivo discurso en el funeral de Karl Liebknecht (18 de enero de 1919).

El matrimonio Gumperz acudió a la STM y en esa oportunidad Julian Gumperz aseguró el fondeo de un proyecto con sede en Berlín, clave para la difusión de la estética surrealista y el dadaísmo. En su apogeo fue reconocido como el núcleo creativo de más influencia en la izquierda alemana. Se trataba de la editorial Malik, el punto de conexión con el grupo de Tristan Tzara y Hugo Ball, entre otros, que había nacido en Zurich, Suiza, en febrero de 1916, en el Cabaret Voltaire. Georg Gross había conocido a Helmut Herzfeld en 1915. El hermano de este, Wieland, en julio de 1916, compró los derechos de una revista estudiantil, de tinte belicista, pero en condición declinante, cuyo nombre era adecuado para invertirle su sentido, Neue Jugend (“Nueva Juventud”); de esa manera burlaban la censura a la creación de nuevas publicaciones. Ahí cambiaron también sus nombres, en el primer caso se pasó al Grosz, y luego al George, añadiendo la e al final (americanizando de paso su enunciación, acorde a la filiación que el artista tenía por la cultura estadounidense de la época), los hermanos pasaron, en un caso, a añadir la e al final de su apellido, quedando como Wieland Herzfelde y, en el otro caso, en protesta al patriotismo alemán, Helmut Herzfeld adquirirá el nombre de John Heartfield. Estos tres, George Grosz, Wieland Herzfelde y John Heartfield, serán desde esa fecha el corazón del núcleo dadaísta en Berlin, y comenzaron a publicar, con el sello de Malik, Neue Jugend, en febrero-marzo de 1917. Ese mismo año (anunciado en el núm. 2, de junio), lanzan la colección de libros de la editorial, y arrancan, justamente, con la Kleine Grosz Mappe (Pequeña Carpeta Grosz). Entonces, dentro del catálogo de Malik, podrá encontrarse, en la Pequeña Biblioteca Revolucionaria (PBR, Kleine Revolutionäre Bibliothek), el hecho de que ya el núm. 4 de esa colección (cuyo editor era Julian Gumperz) es un material muy contestatario de George Grosz, Das Gesicht der Herrschenden Klasse (1921) (El rostro de la clase dominante, cuyo mejor título, se ha sugerido, sería “El rostro del poder”, más acorde a su sentido) (Subirats, 1977, p. 14). Como hemos dicho, por iniciativa de Gumperz (asistente a la STM y luego vinculado al IFS), Felix Weil apostó por el apoyo financiero a Malik, de tal manera que para 1923 era el socio mayoritario, con tres cuartas partes de las acciones, y ya bajo su control financiero y administrativo han de aparecer, en el núm. 9 de la PBR, Historia y conciencia de clase, de Lukács (cuya primera edición consigna el trabajo tipográfico para la portada de John Heartfield), y en el núm. 10 de la misma, Abrechnung folgt!, una colección de 57 dibujos políticos, (cuya traducción literal sería ¡La facturación sigue!, pero el editor al castellano prefirió titular como ¡Ajustaremos cuentas!) (Grosz, 1977). También de George Grosz, en ese mismo año de 1923, Malik publicó Ecce Homo, una colección de unas 80 acuarelas y litografías, volumen hoy muy cotizado. Félix Weil se involucró aún más con esa legendaria editorial desde 1929, en fechas de separación de su esposa, pues se muda a Berlín, renta una habitación en un piso superior del mismo edificio de la empresa Malik, y desde ahí la encabeza.2

Si al inicio hubo aporte indirecto a la difusión de la obra de Grosz, el apoyo a su sustento fue frecuente durante esos años, y así lo consigna el mismo artista, en su autobiografía (Grosz, 1946). De la Primera Carpeta (o Portafolio) Grosz (Erste Grosz Mappe) (1916) a lo creado una década después, su obra dio “un gran salto” (Copfermann, 1968, p. 10), en sus propias palabras, “transformé mi resentimiento en conciencia” (Grosz, et. al., 1968, p. 30), y así lo dice en una conferencia de 1924: “Ya no odio sin distingos a los hombres; odio a vuestras instituciones y a sus defensores. Si tengo una esperanza, ella consiste en ver desaparecer esas instituciones y la clase de hombres que las protege. Mi trabajo se enlaza con esa esperanza … el futuro pertenece a la clase de los trabajadores” (Grosz, 1968, et. al., p. 30).

En ese período Grosz pasó por varios estilos: dibujo grotesco, caricatura política, acuarela, litografías. Y a fines de la década del veinte inicia una esporádica etapa de retratista, faceta en la que hace la pintura de Félix Weil, óleo sobre lienzo, de 1926, que se exhibe como parte de las colecciones del Museo de Arte del Condado de Los Ángeles, Estados Unidos (LACMA), y que ilustra la portada de las dos biografías escritas sobre Weil (Rapoport, 2014; Erazo, 2017).

Durante esos años, en Berlín, se profundizó la amistad de F. Weil, no sólo con Grosz, y por vía de este con Erwin Piscator (1893-1966), con Bertolt Brecht y con la familia de los Korsch. Ya Félix había dado muestras de esa actitud desprendida con los asuntos del dinero (en tanto universalidad abstracta del valor, y dispositivo para trazar un muro de separación de clase entre las gentes), y su preferencia por reconvertirlo en expresiones materiales sustantivas de vigencia de la lógica transparente, horizontal o recíproca del valor de uso, como ya lo había hecho con la pareja de los Korsch, así lo testimonia Hedda Korsch,

estábamos íntimamente relacionados con todo el grupo que rodeaba la Malik Verlag incluyendo a Félix Weill, hijo de un millonario que había fundado la Verlag y el Instituto de Investigación Social en Frankfurt. Fue un amigo importante, que nos dio la primera cuota para el pago de nuestra casa. (Korsch, 1973, p. 125; cursivas propias).

Nuestro personaje (sus medios económicos se lo permitían y sus objetivos políticos se anteponían a la crematística de los negocios), seguirá prodigando esos gestos, por ejemplo, para ayudar a la dramaturgia política de Piscator, ámbito en que Grosz colaboraba para sus escenografías y puesta en escena. Weil no financió la obra de Brecht, pero sí lo hizo con el otro genial autor y director que puso el teatro al servicio de la revolución. Weil no podría sino sentir simpatía o “afinidad electiva” con un dramaturgo que evaluaba su trabajo en estos términos: “El problema del artista luego de 1914 consiste en que no tiene ya el derecho de ser un artista si su individualismo adquiere prioridad sobre el interés general” (Piscator, 1968, p. 44) y que ante el juicio negativo de sus críticos, que pretendían reducir su práctica teatral a una representación panfletaria, no escatimaba términos para subrayar la tendencia desde la que se posicionaba ante la realidad, “a favor de los obreros y en contra del capital, a favor de los explotados y en contra de los explotadores” (Piscator, 1968, p. 48), más aún en momentos en que el mundo se precipitaba al abismo. Cinco años mayor que Brecht (1898-1956), y habiendo este último trabajado, como otros, en su “oficina dramatúrgica”, se ha dicho que el proyecto de Piscator buscaba “llevar la escena privada a lo histórico” (Sastre, 1976, p. VII), con lo que el montaje se cargaba de una “sed de totalidad” (Sastre, 1976, p. XV), que arrastraba una exigencia de orden técnico, en ocasiones, difícil de cubrir. De su inédita exploración dramática se desprenden los cimientos del “teatro político”, primero en escenarios y plazas proletarias, e instituciones como la Volksbühne de Berlín (el teatro del Pueblo de Berlín), luego, con la fundación de un teatro propio en el Berlín de la República de Weimar: el Piscatorbühne (inaugurado el 3 de septiembre de 1927). Logro inigualable de sus escenificaciones (críticos teatrales lamentan que esas representaciones no se filmaran, pues darían valiosos recursos didácticos), fue la adaptación (en 1928) de la obra de sátira política respecto a la guerra Las aventuras del buen soldado Schweik, cuyo espectáculo reunió la colaboración de Brecht y Grosz (con el despliegue, por éste, de múltiples recursos escenográficos). Sin embargo, el proyecto de Piscator iba al encuentro de dificultades, con el aumento de costos para la puesta en escena; enfrentaba contradicciones, “infraestructuralmente, porque se ponía al servicio de una clase, el proletariado, que no podía financiar una empresa de tal envergadura … y en el plano superestructural porque no había una dramaturgia a la altura de las circunstancias” (Sastre, 1976, pp. VII-VIII). La empresa se revelaba imposible, Piscator, se hallaba “cargado de deudas al final de los años 20” (Sastre, 1976, p. VII), y fue ahí que obtuvo la ayuda de Félix Weil, quien:

se involucró financieramente en el teatro. Tomó a su cargo el mantenimiento total … Félix hizo un pedido especial al gerente comercial de Piscator: que no se incluyera nuevos aparatos cuyos costos pudieran afectar … las recaudaciones, algo que no ocurrió … a las pocas semanas … ya no quedaba dinero […] Weil estaba igualmente satisfecho con su inversión, que tenía también fines políticos (Rapoport, 2014, p. 244).

Ni el fracaso de los consejistas de fines 1919 a 1921, ni las quiebras financieras, medraban la expectativa de Weil de ver emerger una transformación en favor de los trabajadores; mantuvo su esperanza en años muy difíciles en la república de Weimar, y aún con los peores presagios, su posición era la de la “apuesta pascaliana” por la revolución. Y qué mayor expresión de la épica revolucionaria se podría encontrar, en aquella época, que la sublevación, en 1905, de la tripulación del acorazado ruso, en Odesa, luego inmortalizada, al llevarse a la pantalla (en 1925), en película muda, con innovadores recursos cinematográficos, por Serguei M. Eisenstein, con el título de El acorazado Potemkin. Ya no sorprenderá que entre las ayudas de Weil a fines culturales, siempre que concientizaran audiencias, ahora por medios audiovisuales, estuvo la adquisición de los derechos para exhibir y distribuir tan icónico Film. Se proyectó con éxito en todas las ciudades alemanas, y en las salas se acompañaba de una orquesta filarmónica de varios integrantes.

El filme de Eisenstein se estrenó en el Teatro Bolshoi de Moscú, el 24 de diciembre de 1925, de ahí saltó a la fama mundial. Su recorrido europeo empezó con su estreno en el Teatro Apollo de Berlín el 26 de abril de 1926, por una compañía, de abierta filiación de izquierdas, que era gestionada por Will Münzenberg, político de amplia trayectoria, con militancia espartaquista y luego electo como parlamentario en el Reichtag (hasta que fue disuelto en 1933); pero por encima de eso contribuyó, por encargo de Lenin, al combate de la hambruna rusa de 1921, y para la que, se dice, recaudo millones de dólares, a través de su famosa organización Internationale Arbeiter-Hilfe (IAH; “Ayuda Internacional de los Trabajadores”), desde ahí destacó como propagandista del Partido Comunista Alemán.

Münzenberg supo del Acorazado Potemkin de Eisenstein el 21 de enero de 1926, asistió a una proyección a puertas cerradas en el Großes Schauspielhaus de Berlín en honor del 2º aniversario de la muerte de Lenin. El líder de la prensa obrera reconoció rápidamente el potencial de la película. Cuando se enteró de que la empresa alemana Lloyd acababa de firmar un acuerdo para importar 13 películas rusas, pero había rechazado al Acorazado Potemkin, se ofreció a viabilizar, bajo los auspicios de IAH, la transmisión de la película en Occidente, fundó así la nueva empresa Prometheus Film GmbH, que rápidamente firmó un contrato con Sovkino (la productora original, en Moscú) (Oksana, 2024). Ocurrió que Münzenberg no pudo hacer el pago en moneda extranjera exigido por Moscú, y hubo de recurrir a Weil, a principios de 1926. Félix Weil estuvo de acuerdo, después de mirar la película. En la versión alemana modificada por el afamado director Phil Jutzi (en ese tiempo comunista, pero luego tránsfuga al nazismo), el clásico se convirtió en un gran éxito, y Weil llegará a afirmar en sus memorias inéditas: “Cuando se proyectó la película [...], recuperé mi depósito con un beneficio considerable” (Schulz, 2017).

Un legado que redescubrir

Quedarse en ese plano, importantísimo, de Félix Weil, su mecenazgo radical, que halló lugar preciso en la Alemania de entreguerras, significaría incurrir en cierta fetichización o subvaloración de sus aportaciones, en el terreno teórico. En ese ámbito su obra todavía nos increpa, y por ello sobre su itinerario hay ya una literatura creciente (Tarcus, 2007, Jeifets, 2015) que trata de colocar sus aportes en su justa dimensión (Rapoport, 2014).

En dos de sus apasionantes facetas, como joven investigador, radicalizado, en los temas de la socialización, y en su incesante labor de curaduría editorial; pero también por su amistad y afinidad política con Korsch, Zetkin o Radek, debe registrarse su importante papel al recuperar y luego completar (para dar con una versión íntegra), el texto de Rosa Luxemburgo sobre La Revolución Rusa. La edición de fines de los sesenta, editada y traducida (del italiano) por José Aricó (1969), retomada por el sello de Anagrama (1975), resalta, según su editor, la inclusión de “los agregados de Weil en base a la reconstrucción de Neuer Weg … Se incluyen como notas algunos agregados hechos por Weil…” (Luxemburgo, 1975, p. 27). Aricó daba cuenta (en la Nota Bibliográfica), además, de que:

En 1928, en la entrega n.° XII del llamado Archiv Grünberg, Félix Weil publicó otros fragmentos en Rosa Luxemburgo über die russische Revolution. Einige unveröffentlichte manuskripte (Rosa Luxemburgo a propósito de la Revolución rusa. Algunos manuscritos no publicados). Un encargado berlinés del Instituto se había dirigido a sus conocidos para recoger documentos sobre la “guerra y el movimiento revolucionario” En aquella ocasión se encontró un legajo de 108 páginas [… de entre ellas…] 14 páginas dedicadas a la guerra, la cuestión nacional y la revolución (Luxemburgo, 1975, pp. 20-21).

Quizá era la primera vez que, en el marco de la literatura marxista en castellano, se diera noticia de su nombre y su papel en la tarea de acceder al documento preciso de la postura de R. Luxemburgo, y ahí se citaba una de las colaboraciones que hizo para aquel fascículo de la primera etapa del IFS. Pero, el título completo en el Grünberg Archiv, consigna que se trata de un documento “comunicado y presentado” por Félix Weil. La mención por Aricó (1931-1991), el intelectual de Córdoba, Argentina, integrante de Pasado y Presente, de la importante intervención de Weil sobre esa obra de R. Luxemburgo, no destacó su papel en la creación del IFS, ni menos que naciera en Argentina. Hecho comprensible pues no habían aparecido aún los trabajos de Martin Jay (1973) ni de Rolf Wiggershaus (1986), dos de las más meticulosas historias de la Escuela de Frankfurt, donde se le restituye, parcialmente, en ese papel.

Félix Weil siguió colaborando con el IFS, aún en tiempos en que veía que sus líneas de investigación eran sustituidas o dejadas de lado. Publicó con menos frecuencia en la revista que sustituyó al Grünberg Archive, la Zeitschift für Sozialforschung, mayormente reseñas bibliográficas temáticas, en los núms. 6 (1936), sobre el New Deal roosveltiano, y 7 (1938), sobre la economía de guerra alemana; ambos textos cuando la revista se publicó por Alcán, desde París.

Cuando ganó el fascismo, F. Weil puso su esfuerzo en trasladar el IFS hacia otras plazas (primero Ginebra, Suiza, luego EUA), con el fin de poner distancia a la amenaza de la guerra. Consecuentemente, cambiará su residencia hacia la costa oeste de la nación norteamericana, en California. Aunque fallecerá en Delawere, Estados Unidos.

A mediados de los años treinta pudo reincorporarse al IFS, con su proyecto de pesquisa sobre la economía argentina, que finalmente publicará, en Nueva York, bajo ese sello editorial en 1944. Hasta 2010 ese material fue recuperado y presentado en edición castellana, por ediciones de la Biblioteca Nacional, Argentina. El título elegido para su libro (Weil, 2010) hace analogía con la entera evaluación de su propia vida: fue todo un enigma. De cuyas claves, a lo largo de estos apartados, esperamos haber logrado obtener algún desciframiento.

En una biografía de Engels, se ha comparado su vida con la posterior figura de Ernesto Che Guevara; ahora, luego de este extenso recuento, pensamos razonable comparar los aportes de F. Weil con una figura anterior, la del camarada eterno de Marx. El parangón para algunos puede resultar excesivo, pero es que ambos fueron “gentlemen comunistas”; aunque en su caso se preste más el señalamiento, que no le disgustaba, como lo ha hecho notorio su biógrafo de ser “un bolchevique de salón”. Weil fue, como el revolucionario alemán, inspirador y partícipe de la lucha proletaria, pero también favorable a reivindicaciones más plurales, en un caso, el consejismo alemán, las figuras de Luxemburgo o Korsch, o el comunismo internacional, hasta 1938, en que renuncia plenamente a cualquier vinculación con este, cuando la purga stalinista cobró la vida de su amigo, el historiador Karl Schmückle; Engels también sostuvo esa visión amplia, como pueden mostrarlo sus estudios sobre el cristianismo primitivo, las revueltas campesinas en la Alemania del siglo XVI, y sus avanzadas posiciones en cuanto a temas del feminismo. Como Engels, Weil hizo obra temprana y sostuvo interés en el movimiento obrero (y en general en la historia económica de Argentina). Él mismo, en sus memorias inéditas reconoce que, en aquellos años de militancia política, en la Alemania de los años veinte, “Creo […] que bien puedo comparar mi situación de aquel entonces con la de Friedrich Engels. Él se quejó amargamente en una oportunidad de tener que dedicarle tanto tiempo al ‘vil comercio’, […] pero que lo hacía ‘en favor de la buena causa” (Rapoport, 2014, p. 219). No muy diferente fue lo hecho por Weil, en años de semejante espesor de contradicciones, sociales y geopolíticas.

En conclusión, no fue poco lo que se avanzó en aquella etapa inicial del IFS, y no es pertinente, como en algunos textos se hace, datar la historia de la denominada Teoría Crítica con el inicio del período en que le encabeza Max Horkheimer. Cuando se ubica ahí el punto de partida, todo el lapso precedente, de hechura del proyecto precursor, de la figura de los Weil o de Korsch, Grosz, Brecht, entre otros, suelen invisibilizarse o de plano omitirse. Por ser eso frecuente, urge reivindicar tales episodios, forman parte de una contrahistoria, son piezas de un relato que busca escribirse desde otro lugar de enunciación. Hacerlo, desde este nuevo punto de mira, iluminará otros flancos igualmente notables, como puede ser el hecho mismo de que, en ocasiones la periferia está en el centro, y eso solo puede ser visto, desde abajo, y desde el Sur.

Material suplementario
Información adicional

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Referencias
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Notas
Notas
1 Esa es la fecha que consigna el biógrafo de Weil, y que desprende del dato tomado de la lectura de sus Memorias, pues hay otros participes del seminario que dieron por fecha 1923, y generaron cierta confusión (Rapoport, 2014, p. 201).
2 Ahí comenzó otro proyecto, la Soziologische Verlagsanstalt (editorial Sociológica), con la que Weil publica, en bellos volúmenes encuadernados, a viejos camaradas o a aquellos que debaten temas de su mayor interés.

Imagen 1
Foto del grupo presente en la Primera Semana de Trabajo Marxista, Geraberg
Fotografía de Kazuo Fukumoto (1894-1983). Tomada de: Wikimedia Commons. https://de.wikipedia.org/wiki/Marxistische_Arbeitswoche
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