En el siguiente artículo, con carácter de reseña, se realizará un resumen, descripción y evaluación sobre el libro Enfoques históricos de nuestro tiempo de Miguel Francisco Gutiérrez (2024a), quien no sólo escribe, sino que además realiza una compilación de diversos autores, con una filiación institucional vinculada a la Universidad de Buenos Aires, que conforman esa obra de seis capítulos, publicada por la editorial Imago Mundi en el año 2024, con una extensión de 134 páginas. A partir del análisis que realizan los autores sobre algunos de los eventos más relevantes de los últimos dos siglos, entre los que destacan la conformación de las ciudades, la Gran Depresión, el Estado de bienestar, la introducción del sistema financiero y la pandemia.

Este libro posee una estructura bien diagramada, que logra atrapar al lector en el recorrido histórico que los escritores pretenden desarrollar. Esto se vislumbra a partir de la distinción por capítulos, que poseen un tema central en referencia a un contexto histórico determinado, cuya organización permite la comprensión del destinatario y genera que, gracias a la explicación de los procesos que se realizan allí, se logren alcanzar diversos puntos de análisis que pueden ser conectados entre sí, a través de un estilo fluido y atractivo. Con un lenguaje formal y específico, en ciertos puntos, pero que no resulta un obstáculo para su comprensión. Además, incluye ejemplos claros que dan legitimidad y solventan los argumentos que exponen.

En primer lugar, cabe destacar que es una obra joven, la cual posee un análisis extensivo a lo largo de su primer capítulo sobre las épocas de crisis más recientes a nivel global, entre ellas la más destacada: la pandemia producto del COVID-19. El autor de este capítulo, titulado “La disputa de sentido. Entre lo comunitario y lo individual” (Gutiérrez, 2024b), muestra las formas de pensar a la humanidad a partir de la digitalización de las relaciones sociales, que representan un cambio de paradigma en las fuerzas productivas de la sociedad en torno al trabajo, pero que, sobre todo, repercute en campañas políticas, formas de relacionarse y patrones de consumo. No sólo considera a la pandemia como un punto de quiebre, sino además como un agravante de desigualdades provenientes de un mundo en crisis, donde la brecha tecnológica puso en evidencia las dificultades de acceso a dispositivos y herramientas que, luego de este quiebre, son fundamentales para la realización del sujeto en ámbitos tales como el trabajo, la educación y los vínculos. Para ellos, es precisa la conformación de lazos sociales fuertes, basados en vínculos de solidaridad, que sean el puntapié para un desarrollo sustentable y un ciclo de crecimiento económico real, que permita una distribución de la riqueza óptima.

Con esto, la autora del capítulo segundo, Mariana Celeste Narda (2024), implementa el concepto de políticas públicas, donde utiliza la definición de Oszlak y O’Donnell (1981) para plantear que estas se posicionan en un determinado contexto, donde permiten observar la posición del Estado sobre temas correspondientes a la agenda pública. Esta involucra a distintos actores con los que se debe negociar, a partir de darles entidad, voz y voto en los asuntos comunes. Por ende, la toma de decisiones en este tema no es estática, sino que se va modificando a partir de la vinculación de los sujetos.

A partir del tercer y cuarto capítulo, escritos por Paula López (2024) y Fernanda Fernández Hughes (2024), comienza un desarrollo histórico sobre el proceso de formación de las ciudades a lo largo de los siglos XIX y XX, llevado a cabo desde la arquitectura como forma de expresión cultural. Allí, se realiza una exposición sobre la relación entre los procesos de industrialización, que van de la mano de la urbanización de las ciudades. En ambos casos se puede observar la implementación de mano de obra y la estrecha relación entre el empleo y la vida diaria de la clase trabajadora. Si bien López (2024) manifiesta que las ciudades son preexistentes a la industria, es cuando ésta se instala que se producen los grandes centros urbanos, con metrópolis que funcionan como el núcleo de la innovación, figura del progreso, los servicios y las ideas; que se contrapone a la vida rural, donde la mano de obra escasea a causa de las mejoras tecnológicas, que a su vez permiten a un peón realizar el trabajo que antes necesitaba de muchos, lo cual provoca migraciones internas que posicionan a la ciudad como un centro donde se desarrolla el mercado.

Pero, a su vez, la ampliación de la ciudad la coloca como una figura de la inseguridad, a causa de su población masiva, espacio de tránsito y un foco de propagación de enfermedades tales como tuberculosis o cólera. Para las autoras de estos capítulos se plantea un esquema sectario, donde la burguesía, como clase dominante, distribuye los roles en la configuración de los espacios sociales. Esto se manifiesta con la construcción de barrios populares destinados a las clases trabajadoras y barrios donde se asienta la burguesía, que muestra al resto de la sociedad su estatus a través del acceso a bienes de consumo, como por ejemplo la decoración del hogar o la propia vestimenta. Un sistema respaldado y controlado a través del panóptico, que se lleva a cabo como una forma de posible observación constante a modo de vigía de la sociedad.

Se continúa con un desarrollo por la formación de las ciudades durante el siglo XX (Fernández Hughes, 2024), donde se plantea que la ciudad de masas, compuesta en el siglo pasado, pasa a ser un espacio global, endeble a los cambios que se producen en el plano mundial. Período que inicia, para la autora, con la expansión imperialista de las potencias europeas, que conforman la conquista de territorios en el plano físico e ideológico, lo cual Hobsbawm (2015) denomina un proceso de occidentalización, que produce la apertura al mercado mundial. Por otro lado, la máxima expresión de estos hechos es la era de las catástrofes, donde corresponden la Gran Guerra, la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial.

Esto, acompañado de oleadas migratorias que proporcionan mano de obra en países de Sudamérica, y un desarrollo en transporte, destacado en el reemplazo del carbón por la electricidad, el automóvil y los camiones. Estos hechos, sumados a la aparición del Estado de bienestar, producen una urbanización que se caracteriza por el crecimiento del empleo, la demanda de mano de obra, la asistencia a través de servicios y las viviendas colectivas en la clase trabajadora, donde este sector social comienza a obtener diferentes formas de representación dentro de las ciudades, por medio de sindicatos y la distribución de la riqueza de forma más equitativa.

Cuando este modelo entra en crisis, hacia los años setenta, se produce un quiebre fundamental en la concepción de la vida para las sociedades occidentales, ya que, a través de la instauración del neoliberalismo en las últimas tres décadas del siglo, se deja de lado la concepción del trabajo como ordenador de la vida para iniciar la hegemonía del capital financiero. En términos materiales, se manifiesta por medio de lo que la autora del capítulo denomina una crisis urbana, caracterizada por el declive de la industria, la falta de inversión en infraestructura y una desregulación generalizada de la economía. Esto coloca a la población en una sociedad líquida y dinámica, basada en la lógica de mercado.

Prestando atención a las crisis, hay un capítulo que recorre los múltiples aspectos que rodearon a la crisis de 1929, conocida como la Gran Depresión (Pagliardini, 2024). Lo interesante es que no se queda únicamente en el análisis económico, sino que propone una lectura más amplia, en la que se destaca cómo esta crisis también puso en evidencia una forma de pensar profundamente individualista y competitiva, muy arraigada en la sociedad estadounidense del momento. A lo largo del texto, se muestra cómo esa mentalidad, basada en la búsqueda del éxito personal por encima de cualquier otra cosa, terminó influyendo directamente en el modo en que funcionaban las finanzas, dando lugar a prácticas especulativas que ignoraban las consecuencias a largo plazo. En ese sentido, la caída de la Bolsa fue más que un hecho aislado: fue el resultado de un modelo social que había dejado de lado el bien común. El capítulo también repasa las respuestas que se dieron frente a la crisis, sobre todo el rol del Estado a través del New Deal, como un intento de contener el desmoronamiento y buscar cierta justicia social. Pero no idealiza estas políticas, sino que también plantea las tensiones que generaron, sobre todo en relación con el equilibrio entre la intervención estatal y las libertades individuales. Hacia el cierre, el texto establece una conexión con el presente. Señala que muchas de las preguntas que surgieron en los años treinta siguen siendo actuales, especialmente en contextos como la crisis de 2008 o incluso durante la pandemia de COVID-19. La desigualdad, la especulación financiera sin control y la falta de responsabilidad social son temas que vuelven una y otra vez.

Por último, el capítulo escrito por Natalia Vanesa Bocca (2024) ofrece un valioso aporte a la recuperación de las experiencias de mujeres antifascistas en la Argentina del siglo XX, especialmente entre 1933 y 1943. Desde una perspectiva de historia intelectual con fuerte impronta feminista, la autora reconstruye los itinerarios de tres figuras centrales —Amparo Mom, Fanny Edelman y María Rosa Oliver— cuyas trayectorias permiten visibilizar la articulación entre compromiso político, producción cultural y militancia internacionalista. Uno de los méritos del capítulo radica en su carácter revisionista, ya que busca disputar los modos tradicionales en que la historiografía ha representado el antifascismo, muchas veces invisibilizando o encorsetando la participación femenina en roles auxiliares o estereotipados. En contraposición, Bocca propone una mirada que restituye agencia a estas mujeres, mostrando cómo fueron protagonistas activas en la organización política, la escritura militante y, en algunos casos, en la participación directa en conflictos como la Guerra Civil Española. La autora destaca el rol de los intelectuales como constructores de cultura, capaces de disputar sentidos dentro de una sociedad atravesada por tensiones ideológicas. En ese sentido, el texto subraya cómo estas mujeres no solo se opusieron al fascismo desde la denuncia o el activismo, sino que también produjeron discursos y prácticas que desafiaron el statu quo, en un contexto nacional en el que buena parte del aparato político e intelectual acompañó, o al menos toleró, regímenes autoritarios. El capítulo invita también a reflexionar sobre las formas en que fueron representadas estas militantes, habilitando una lectura que trasciende el pasado y se proyecta hacia el presente: la lucha de las mujeres antifascistas no ha terminado, sino que continúa resignificándose en clave feminista.

En líneas generales, el libro resulta de una lectura accesible y amena para el público. El inconveniente por destacar es la utilización de diversos marcos históricos, que, sin un bagaje histórico previo, puede desconcertar al lector. Pero esto es saneado a partir de la explicación de los contextos históricos en gran parte de la obra. El aspecto positivo por excelencia de esta es la capacidad de los autores para conectar los hechos pasados con la realidad y la historia reciente, desde diversos enfoques, tanto desde el plano intelectual, como el mercado, la globalización y las políticas del Estado, lo cual permite una comprensión más profunda de estos procesos, donde yace la originalidad de este trabajo.

Además, se destaca a lo largo de este libro un enfoque crítico sobre los procesos que muestra y en su relación con el presente, donde los autores remarcan la necesidad, como punto de partida de la construcción de una sociedad reflexiva, de la vinculación de los sujetos a través de relaciones basadas en la solidaridad y el compromiso. Especialmente porque se opone y se muestra como una opción frente a los discursos dominantes en la actualidad, vinculados a la individualización y el aislamiento del sujeto por diferentes factores, como bien pueden ser redes sociales, virtualidad y lógica de mercado, donde se utiliza a la historia como un medio para justificar políticas o discursos impulsados por quienes detentan el poder.

A modo de conclusión, se puede observar la relevancia de esta obra como una forma de pensar los hechos pasados relevantes para la humanidad en la formación de los espacios comunes y de las ciudades, como centros de instauración de ideas que han cambiado a lo largo de los siglos XIX y XX. Durante este último, se observa una gran transformación durante la etapa del Estado de bienestar, su posterior crisis y, a partir de los años setenta, con la imposición del capital financiero. Esto, vinculado con la actualidad, donde los autores realizan un análisis crítico sobre la vinculación de los sujetos sociales, ya que brindan perspectivas originales sobre la coyuntura actual y los procesos históricos, sumado a una mirada crítica sobre el contexto social que representa la pandemia del COVID-19 y sus consecuencias. Lo cual fomenta el pensamiento reflexivo en el lector y se muestra como una propuesta llamativa frente a la utilización de la historia en la sociedad actual, e invita a pensar sobre cómo el pasado influye en el presente y las consecuencias de los hechos en las relaciones de los sujetos.

Referencias

Bocca, N. V. (2024). Cultura antifascista y feminismo: Amparo Mom, Fanny Edelman y María Rosa Oliver. En M. F. Gutiérrez (Comp.), Enfoques históricos de nuestro tiempo. Crisis y transformación social en el siglo XX (pp. 121-142). Imago Mundi.

Fernández Hughes, F. (2024). De la incipiente ciudad de masas a la ciudad global. El siglo XX y la ciudad. En M. F. Gutiérrez (Comp.), Enfoques históricos de nuestro tiempo. Crisis y transformación social en el siglo XX (pp. 51-100). Imago Mundi.

Gutiérrez, M. F. (2024a). Enfoques históricos de nuestro tiempo. Crisis y transformación social en el siglo XX. Imago Mundi.

Gutiérrez, M. F. (2024b). La disputa de sentido. Entre lo comunitario y lo individual. En M. F. Gutiérrez (Comp.), Enfoques históricos de nuestro tiempo. Crisis y transformación social en el siglo XX (pp. 1-28). Imago Mundi.

Hobsbawm, E. (2015). Historia del siglo XX. Crítica.

López, P. (2024). De las utopías urbanas a la cultura de masas. El siglo XIX y la ciudad. En M. F. Gutiérrez (Comp.), Enfoques históricos de nuestro tiempo. Crisis y transformación social en el siglo XX (pp. 51-84). Imago Mundi.

Narda, M. C. (2024). Políticas públicas: agenda del Estado, actores y espacio de políticas. Un acercamiento desde la política comercial. En M. F. Gutiérrez (Comp.), Enfoques históricos de nuestro tiempo. Crisis y transformación social en el siglo XX (pp. 29-50). Imago Mundi.

Notas de autor

Información adicional

Cómo citar este artículo: Sosa, E. G. (junio de 2025 – diciembre de 2025). Interpretaciones y convicciones de “Enfoques históricos de nuestro tiempo” de Miguel Francisco Gutiérrez (2024). Antigua Matanza. Revista de Historia Regional, 9(1), 201-210.https://doi.org/10.54789/am.v9i1.8

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