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Macarena Sánchez y Katherine Quinteros (eds.). De viejas y nuevas fronteras en América y Europa, Santiago de Chile, Ediciones Universidad Finis Terrae, 2022, 327 páginas
Ronal González
Ronal González
Macarena Sánchez y Katherine Quinteros (eds.). De viejas y nuevas fronteras en América y Europa, Santiago de Chile, Ediciones Universidad Finis Terrae, 2022, 327 páginas
Autoctonía (Santiago), vol. 8, núm. 2, pp. 1279-1294, 2024
Universidad Bernardo O'Higgins, Centro de Estudios Históricos
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Reseñas

Macarena Sánchez y Katherine Quinteros (eds.). De viejas y nuevas fronteras en América y Europa, Santiago de Chile, Ediciones Universidad Finis Terrae, 2022, 327 páginas

Ronal González
Universidad Bernardo O'Higgins, Chile
Autoctonía (Santiago), vol. 8, núm. 2, pp. 1279-1294, 2024
Universidad Bernardo O'Higgins, Centro de Estudios Históricos
Sánchez Macarena, Quinteros Katherine. De viejas y nuevas fronteras en América y Europa. 2022. Santiago de Chile. Ediciones Universidad Finis Terrae. 327pp.

El presente libro constituye un exhaustivo compendio que reúne las contribuciones de destacados historiadores, bajo la coordinación de las editoras Macarena Sánchez y Katherine Quinteros. A lo largo de sus 327 páginas, se despliegan diez capítulos redactados por una decena de autores, entre los que se incluyen las propias editoras, cuyas procedencias abarcan instituciones académicas del continente y centros especializados en historia. Esta obra presenta una sinergia poco común entre especialistas en investigación, lo cual destaca en el ámbito académico chileno dedicado a la historia. Por tanto, se impone valorar este libro no únicamente como una obra más sobre historia destinada a reposar en la estantería, sino como un ejemplo paradigmático de los logros alcanzados cuando diversos investigadores confluyen en la creación de un compendio focalizado en las diversas tipologías de fronteras en América y Europa, el Nuevo y el Viejo Mundo respectivamente, todo bajo el contexto temporal que abarcan los siglos XIII al XIX.

La estructura del libro se presenta de manera hábil y se enfoca primordialmente en tres temáticas interconectadas respecto de las fronteras. Cada capítulo se integra de manera precisa en una de las tres secciones a las cuales el libro hace alusión.

La primera sección del libro se titula «Fronteras: Imaginarios y Discursos». Esta sección contiene cuatro capítulos que abordan la idea de «Frontera» en contextos históricos específicos, centrándose en la interacción entre culturas y la construcción de identidades en el contexto de la expansión territorial. Se discute cómo las fronteras no son solo límites territoriales, sino también zonas de encuentro cultural, religioso y étnico donde se producen intercambios y conflictos.

La segunda sección del libro se titula «Fronteras y poder». Esta sección incorpora tres capítulos que abordan la compleja dinámica de los virreinatos en la América colonial. Se destaca la figura del virrey como una construcción política y jurídica arraigada en una tradición medieval catalana. Por otro lado, se explora la conceptualización de los espacios fronterizos en la América colonial, destacando dos aspectos clave: el uso de la alteridad y la cultura retórica de la corrupción.

La última sección titulada «Fronteras religiosas» presenta tres capítulos referentes a las dinámicas en las fronteras religiosas durante el periodo colonial. Cada uno de los capítulos ofrece una perspectiva única y valiosa sobre el papel crucial desempeñado por diferentes sectores del clero en la expansión y consolidación de los territorios coloniales en América. Al desafiar concepciones preexistentes y proporcionar una visión detallada de las interacciones entre religiosos y comunidades indígenas, estos estudios enriquecen la compresión de la complejidad de las fronteras religiosas en este contexto histórico.

La organización anterior del libro, meticulosamente diseñada, ofrece una guía detallada para acompañar cada capítulo, facilitando una comprensión más profunda y una apreciación completa de su estructura superficial. Esta metodología proporciona una valiosa herramienta para desentrañar el contenido de manera precisa y eficiente, permitiendo su desfragmentación de manera coherente y su posterior asociación con el tema correspondiente. Al seguir este enfoque, se logra una sinergia entre la disposición temática y la estructura narrativa, permitiendo al lector extraer el máximo provecho y apreciar la riqueza de información que subyace en cada capítulo.

Es igualmente meritorio destacar el meticuloso trabajo bibliográfico llevado a cabo por los autores implicados para la elaboración de sus respectivos capítulos dentro del libro, ya que cada bibliografía se convierte en un verdadero índice temático que recopila información, incluyendo fuentes primarias y secundarias, impresas y digitales, así como fuentes en inglés, francés, portugués y documentación del Archivo Nacional de Chile, el Archivo General de Indias, Cartas de época, entre otras muchas fuentes.

Ya que estoy hablando de referencias, estas fuentes las considero un verdadero regalo para todos aquellos amantes de la investigación y la historia que, guiados por la intrínseca curiosidad humana, deben al menos ojear esas referencias. El más repetido y casi que obligado en los capítulos en comento es el Archivo General de Indias en Sevilla. Pero en los largos y angostos brazos de nuestra patria también contamos con instituciones como la anterior mencionada; el Archivo Nacional Histórico, la Biblioteca Nacional de Chile y los Archivos Regionales.

Con los elementos formales de la presente obra como objeto de análisis ya delineados, me propongo iniciar una sucinta descripción de cada uno de los capítulos.

El primer capítulo, inscrito en la sección «Fronteras: imaginarios y discursos», lleva la pluma de Stuart Schwartz, Doctor en Historia Latinoamericana de la Universidad de Columbia y se titula «De la frontera mediterránea a las fronteras americanas. Los moros: reales, imaginados y metafóricos».

Schwartz inicia su capítulo con una perspectiva poco convencional sobre la etimología de «frontera», proponiendo que esta no se limita únicamente a la denominación del borde territorial de un Estado, sino que adquiere un matiz más amplio al representar el encuentro y la fusión de diversas culturas. Esta noción, lejos de ser una novedad, ha sido evidente en numerosos casos históricos, desde las interacciones de los pueblos germánicos en el limes del Imperio Romano hasta instancias más locales donde el sincretismo lingüístico se manifiesta de forma más patente, amalgamando el español con términos en quechua o mapudungun.

Sin embargo, el capítulo de Schwartz no se centra exclusivamente en esta distinción, sino que aborda la figura del musulmán infiel, más comúnmente conocido por el término peyorativo de «moro», así como el musulmán convertido o «morisco». Examina minuciosamente cómo estos grupos eran percibidos en el imaginario colectivo y contrasta esta percepción con la realidad de quiénes eran realmente estos moros y moriscos.

Esta aclaración otorga una nueva profundidad al título del capítulo de Schwartz. En relación a los «moros imaginarios», se subraya que este grupo era mayormente identificado como la antítesis del cristianismo y, por tanto, representado así también como el enemigo tradicional del pueblo hispano. Por otro lado, el «moro real», o más específicamente, aquel que habitaba y laboraba en las comunidades cristianas del recién descubierto mundo, adquiría una relevancia sumamente significativa dentro de la sociedad.

En resumen, el análisis de Stuart Schwartz proporciona una mirada penetrante a la dicotomía entre la percepción social y la realidad de dos grupos distintos pero interconectados: los «moros» y los «moriscos». Al desentrañar esta distinción, Schwartz nos invita a considerar cómo estas etiquetas peyorativas influían en la construcción del imaginario colectivo de la época.

Resulta lamentable encontrarse con esta dicotomía que Schwartz nos expone en su capítulo. En particular, porque brinda una perspectiva reveladora para reflexionar en profundidad, cosa que no podría haber imaginado hace unos años.

Indudablemente, el capítulo de Stuart Schwartz emerge como una fuente de referencia imperativa en el contexto de la enseñanza e investigación de la historia. El capítulo de Schwartz nos proporciona una penetrante perspectiva sobre dicotomía que subyace no solo en la construcción imaginaria de los grupos, en contraposición a su función real como elementos esenciales de la sociedad, sino también en la divergencia entre las acciones concretas y el imaginario que engloba tanto al viejo como al nuevo mundo.

El siguiente capítulo enmarcado en la misma sección tiene un aura mucho más religiosa, puesto que lleva por título «Santiago apóstol: el traslado de un santo guerrero desde la Estoria de España a las Crónicas de Chile del S.XVI» y está escrito por Raimundo Meneghello, Doctor en Historia por la Universidad de Salamanca.

La introducción de Meneghello demuestra una notable destreza al establecer el contexto histórico con precisión. Resalta con agudeza la culminación de la Reconquista en 1492 y la llegada de Colón a América en el mismo año, eventos que marcan un punto de inflexión en la historia hispana. La Reconquista se presenta como un proceso que va más allá de implicaciones meramente militares, profundamente influyente en la configuración social de la época. Esta etapa histórica engendró una mentalidad beligerante arraigada en la contienda contra los principios infieles, en este caso, los islamistas.

Meneghello enfatiza la naturaleza dinámica de la frontera y la interacción entre las campañas militares y los períodos de tregua, subrayando así la complejidad de esta realidad.

Las alusiones cronísticas, especialmente provenientes de Castilla y León, desempeñan un papel central como vehículo para la difusión de este discurso. La inclusión de relatos sobre apariciones de santos y entidades celestiales, con una destacada atención en la figura de Santiago Apóstol, conocido como «Santiago Matamoros», se erige como un recurso estratégico para reforzar la narrativa de la lucha cristiana contra todos aquellos considerados infieles, quienes supuestamente obstaculizan la propagación de la palabra de Dios.

Es imperativo reconocer que el capítulo de Meneghello se ve considerablemente eclipsado por el predecesor, no tanto por su superioridad narrativa, sino por la influencia del capítulo previo de Stuart Schwartz. Este último establece una conexión directa entre la transformación del apóstol «Santiago, mata moros» a «Santiago, mata indios», lo cual aporta una perspectiva fundamental sobre la evolución del concepto de «moro» desde el Viejo Mundo al Nuevo Mundo. Este desarrollo narrativo no solo condensa la trama, sino que también amplifica su impacto en gran medida.

A pesar de lo mencionado anteriormente, el capítulo en cuestión es altamente intrigante, en especial por la figura del apóstol Santiago el Mayor, uno de los doce discípulos más destacados del influyente Jesús de Nazaret, considerado como uno de los personajes más influyentes de todos los tiempos. Esto nos lleva a reflexionar, tal como lo hizo Pedro Mártir, al plantear la inquietud: «¿no hay peligro de que la Providencia castigue a España por esta blasfemia?». Después de todo, el mensaje de Cristo se describe de manera magistral por San Agustín de Hipona: «la fe no se impone, se propone».

Considerando lo expuesto, Raimundo Meneghello nos presenta dos facetas de Santiago: uno arraigado en el Viejo Mundo, cuya función preeminente es la de combatir a los infieles, principalmente los moros durante la Reconquista española. Luego, lo vemos trasladado al otro lado del Mar Océano, donde su misión se enfoca en enfrentar a los indios. Sin embargo, esta dualidad no agota el análisis, pues Meneghello sugiere que Santiago va más allá de la figura heroica, convirtiéndose en un símbolo de inspiración. No solo en batallas, sino también en narraciones fantásticas donde auxilia a los hispanos, en ocasiones en compañía de la Virgen María, para vencer a sus enemigos, sin importar la magnitud del desafío. Este proceso contribuye a legitimar las políticas de conquista en las nuevas tierras.

Verídicos o no, resultan cuanto menos intrigantes los relatos que nos enseña Meneghello sobre «apariciones» de Santiago y la virgen en el campo de batalla, respaldando a los soldados españoles. Aún más sorprendente es descubrir que los propios hispanos, aunque algo escépticos al respecto, se esforzaron por hallar una explicación lógica a tales fenómenos.

El siguiente capítulo, corresponde a Juan Cruz López, Doctor en Historia por la Universidad Nacional de la Plata y se titula «Representación, alteridad y frontera: reflexión a partir de una crónica medieval».

A pesar de que el título no establece contexto, el capítulo es sumamente interesante. Primero, porque nos ofrece una perspicaz inmersión en la Crónica de la población de Ávila, escrita entre 1255 y 1256. El foco recae en el conflicto representado en la crónica entre los caballeros villanos abulenses y los musulmanes, un tema que ha recibido escasa atención en investigaciones previas. López demuestra una habilidad excepcional para contextualizar este conflicto en el marco de la Península Ibérica del Siglo XIII, proporcionando una comprensión más profunda de las dinámicas sociales y políticas propias de la época.

Por otra parte, ofrece un contexto que se extiende desde la conquista musulmana de la península hasta la consolidación de un reino cristiano en Asturias, y posteriormente, la expansión de la monarquía hispano-cristiana hacia las áreas fronterizas. Esta breve pero esencial contextualización se revela fundamental para aprehender la relevancia y el profundo impacto de los eventos y conflictos plasmados en la crónica.

Resulta evidente el profundo despliegue de conocimiento que López exhibe a lo largo de su capítulo, respaldado por una destacable destreza para contextualizar y analizar con perspicacia los elementos fundamentales de sus fuentes. Este enfoque meticuloso en el análisis crítico confiere una notable solidez al contenido presentado.

Para todos aquellos interesados en la historia al otro lado del Atlántico, esta investigación enriquece la comprensión de la historia medieval de la Península Ibérica y abre nuevas vías para futuras investigaciones en este campo.

El siguiente capítulo, y el último de la sección «Fronteras: Imaginarios y discursos», es de José Orellana, Doctor en Estudios Americanos por el Instituto IDEA-USACH y se titula «Las fronteras bolivianas y los mitos… no solo el marítimo».

Este breve pero substancial capítulo aborda de manera concisa el concepto de «mito» y su entrelazamiento con la esfera política. Este enfoque emerge como una herramienta de gran valor para analizar cuestiones de envergadura nacional que poseen ramificaciones a nivel internacional.

Orellana nos brinda un análisis detenido de consideraciones mitológicas específicas de Bolivia, las cuales constituyen elementos fundamentales del ethos nacional. Resulta sumamente interesante resaltar cómo el autor se apoya en reflexiones de pensadores bolivianos, como Guillermo Francovich, cuya obra «Los Mitos Profundos de Bolivia» arroja una nueva luz sobre la estructura y significado de los mitos en la construcción de la identidad comunitaria boliviana. Los mitos, en este contexto, proporcionan un sentido de pertenencia a segmentos específicos de la población, intensificando el sentimiento nacional intrínseco de cada ciudadano y fortaleciendo el patriotismo de manera significativa.

Con este capítulo, se termina la primera sección del libro y se da inicio a una nueva, cuyos márgenes están bien definidos, tal como lo señala su nombre, entre «Fronteras y Poder».

El capítulo que abre la segunda sección del libro se titula: «Yo el virrey, microcosmos de una monarquía global: el sello como ficción de poder», del Doctor en Historia por la Universidad Católica de Valparaíso, Patricio Zamora. La claridad expositiva de este capítulo se ve notablemente enriquecida por el contexto inicial proporcionado por Zamora. Al establecer el origen conceptual de la figura del virrey, el autor nos brinda una comprensión más holística y esclarecedora del contenido abordado.

Posteriormente, Zamora realiza un muy nutrido análisis del «sello real» al poner en relieve el poder simbólico inherente al acto de sellar documentos oficiales, se revela cómo esta práctica no solo garantiza la autenticidad y validez legal de los escritos, sino que también genera una suerte de realidad consensuada. Este fenómeno se funda en la aceptación colectiva de la autoridad representada por el sello, lo que a su vez impulsa la legitimidad y la eficacia de las decisiones y políticas emanadas del poder instituido. Es decir, el simple acto de estampar un sello no solo certifica, sino que también crea una realidad que refleja y respalda el ejercicio de la autoridad, constituyendo un componente fundamental en la teoría política y administrativa. Este enfoque aporta una nueva dimensión a la comprensión de cómo la simbología y los rituales administrativos influyen en la configuración y mantenimiento del orden político y social.

La destreza con la que Patricio Zamora expone y desarrolla sus ideas es genuinamente admirable. Su habilidad para proporcionar un contexto detallado resulta destacada y se traduce en una experiencia de lectura sumamente enriquecedora. Al adentrarse en este capítulo, el lector es conducido de manera clara y precisa, lo que hace que sea excepcionalmente difícil perderse en medio de la narrativa. Esto resalta la habilidad del autor para ofrecer una guía fluida y coherente a lo largo del texto, lo cual constituye un atributo altamente apreciable en un contexto de investigación de esta naturaleza.

El siguiente capítulo que nos reúne, es «Derroteros del gobierno colonial: la imagen del Inca en los documentos manuscritos coloniales, Perú 1560-1570», escrito por el Doctor en Estudios Americanos por la Universidad de Santiago de Chile e investigador del Centro de Estudios Históricos de la Universidad Bernardo O’Higgins, Germán Morong.

Iniciando, es imperativo destacar que el capítulo de Germán Morong, que aborda la representación de los incas en los documentos coloniales, provocó un impacto cognitivo de considerable envergadura. Durante el transcurso de la educación escolar, se nos ha inculcado dos nociones fundamentales que han moldeado la percepción colectiva a lo largo del tiempo. En primer lugar, el término «indio» se ha empleado para englobar a la totalidad de las poblaciones nativas americanas, desde los taínos hasta los mapuches. En segundo lugar, relacionado directamente con lo anterior, se nos ha presentado a estos «indios» como culturas ancestrales que vivían en equilibrio armónico con su entorno, actuaban como guardianes de sus comunidades y promovían el bien común. No obstante, estos últimos puntos distan considerablemente de la realidad. La investigación de Morong revela una narrativa compleja y matizada que desafía las nociones preconcebidas sobre la vida y la sociedad de los pueblos indígenas en el contexto colonial.

Este planteamiento inicial de Morong destaca una dicotomía significativa en el uso de los términos «indio» e «inca». Se pone de manifiesto que, conceptual y descriptivamente, el término «indio» conlleva connotaciones de inferioridad y servidumbre. En contraposición, «inca» se asocia con un sentido de orden, específicamente un sistema gubernamental que se caracterizaba por ejercer un poder político eficaz, en ocasiones comparado con una monarquía e incluso una forma de tiranía. Este análisis revela la complejidad y las implicaciones subyacentes en la terminología utilizada para describir y categorizar a los diferentes grupos sociales en el contexto colonial.

Existe una creencia extendida de que los españoles, al llegar, tendieron a categorizar a todos los pueblos nativos prehispánicos bajo la generalización de «indios», con la finalidad de menospreciarlos por su supuesta «inferioridad civilizatoria». No obstante, este capítulo pone de manifiesto que esta simplificación no refleja con precisión la complejidad de la perspectiva española. Los conquistadores no solo fueron capaces de discernir y clasificar a los diversos pueblos indígenas en función de estratos sociales y niveles de nobleza, como en el caso de los incas, sino que también se abocaron al estudio del poder político y la eficiencia administrativa, a menudo comparada a formas de monarquía o incluso tiranía, para adaptar estos sistemas al contexto del gobierno colonial. Este análisis demuestra una comprensión matizada de la interacción entre los españoles y los pueblos indígenas, subrayando la sofisticación y adaptabilidad de las políticas coloniales implementadas en el período.

Un aspecto que destaca notablemente es la comparación del gobierno incaico con una forma de tiranía. Esta apreciación resulta especialmente llamativa, ya que desafía el discurso arraigado en el imaginario colectivo sobre la presunta benevolencia de estos pueblos prehispánicos en sus sistemas de gobierno. Este contraste entre la percepción popular y la evaluación más detallada de las estructuras políticas incas plantea una perspectiva intrigante y enriquecedora para el estudio de esta civilización.

Asimismo, Morong nos introduce a una frase extraída de una carta del virrey Conde de Nieva (1561-1564) dirigida al Rey, la cual resuena vigorosamente en el recoveco de mi mente, provocándome una profunda reflexión sobre la evolución y el progreso de las sociedades contemporáneas. El conde expresaba: «[...]una de las cosas que más ha destruido y acabado a esta gente, es tener ellos libertad». Esta sentencia del Conde de Nieva genera en mí un conflicto interno de gran magnitud, planteando cuestionamientos fundamentales sobre el concepto de libertad y su implicancia en el desarrollo y estabilidad de las comunidades.

En una mano, se argumenta a favor del respeto a las libertades individuales, mientras que, en la otra, se plantea que el avance y progreso de las sociedades prevalecen sobre estos derechos personales. Sin embargo, surge la interrogante: ¿Deberíamos permitir que la sociedad caiga en una suerte de abismo carente de propósito, lleno de ocio y pasividad, disfrazado de libertad? ¿Representa esta forma de «libertad» un bien común para la sociedad en su conjunto? A primera vista, parece que no, dado que, a pesar de los avances sociales, nos encontramos atrapados en un ciclo de progresos superficiales y poco trascendentales que apenas influyen en el desarrollo intelectual, cultural o tecnológico de gran envergadura en ninguna nación. Esta reflexión plantea un desafío fundamental sobre el equilibrio entre las libertades individuales y el progreso colectivo en el tejido de la sociedad contemporánea.

Además, invita a una reflexión profunda: ¿Hasta qué punto hemos gozado de verdadera libertad a lo largo de la historia de la humanidad? El avance de la sociedad sugiere que nuestra supuesta «libertad» ha estado limitada, y es precisamente este reconocimiento el que ha propiciado el progreso que observamos hoy en día. Esta perspectiva desencadena una importante reflexión sobre la naturaleza y los alcances reales de la libertad en el devenir histórico y en el desarrollo social contemporáneo.

Aparentemente, los incas fueron pioneros en comprender que no necesitaban ser necesariamente «señores de la tierra» en el sentido que muchos hidalgos españoles lo entendían en el Antiguo Régimen, donde la grandeza de una persona estaba estrechamente vinculada a la posesión de tierras y se reflejaba en títulos de nobleza. En cambio, los incas percibieron que debían ser «señores de la gente» para alcanzar la verdadera grandeza, abarcando aspectos económicos, culturales, arquitectónicos, militares y otros ámbitos relevantes. Este discernimiento estratégico marcó un hito significativo en la forma en que concebían y ejercían el poder.

En menos de 25 páginas, Germán Morong logra lo que el sistema educativo chileno, en muchos casos, no consigue en 12 años con varios estudiantes. A través de una narrativa envidiable, aborda una dicotomía sumamente compleja que, bajo su orientación, se torna accesible y de fácil comprensión. Además, introduce quiebres cognitivos de gran relevancia para el desarrollo de opiniones críticas y pensamiento autónomo. Asimismo, demuestra una notable habilidad para explicar temas intrincados con gran claridad, suscitando un interés que no todos encuentran al abordar libros de investigación de esta naturaleza. El trabajo de Morong resalta como una contribución valiosa al campo de la historia colonial de los Andes.

El siguiente capítulo que termina con la sección relacionada con la frontera y el poder se titula «Periferia portuguesa: corrupción en la frontera del virreinato peruano (Siglo XVII)» de Ignacio Chuecas Saldías, Doctor por la Pontifica Universidad Gregoriana de Roma y por la Pontificia Universidad Católica de Chile, académico de la Universidad Finis Terrae.

El capítulo de Chuecas brinda una aguda exploración de los espacios fronterizos en la América colonial, poniendo de relieve dos aspectos de vital importancia: la aplicación de la alteridad y el despliegue de la cultura retórica en torno a la noción de corrupción. La concepción de las fronteras como zonas de interacción entre identidades alternativas, a menudo en confrontación con las estructuras reguladoras emanadas de los centros imperiales, proporciona una visión esclarecedora de la intrincada dinámica social característica de la época. Esta perspectiva enriquece significativamente nuestra comprensión de la compleja interacción entre diferentes identidades en el contexto de la América colonial.

Tomando en consideración lo expuesto, la retórica de frontera emerge como un componente esencial en la delineación de espacios donde se efectúan transacciones que desafían las pautas impuestas por las autoridades centrales. La persistente temática de la corrupción y el contrabando, vistos como problemáticas inherentes a las fronteras y sus pobladores, ofrece una perspectiva esclarecedora sobre las tensiones y desafíos que definían a estos territorios periféricos. Este enfoque resalta la complejidad y dinamismo de las interacciones en los márgenes de los imperios coloniales.

En síntesis, este capítulo constituye una contribución sumamente valiosa para la comprensión de los espacios fronterizos en la América colonial, desentrañando las complejas interacciones entre diversas identidades y la retórica que las engloba. La conjunción de un análisis minucioso y la presentación de ejemplos concretos posiciona este trabajo como una lectura imprescindible para aquellos que se encuentren interesados en la historia y la dinámica social de este período. Ofrece una perspectiva esclarecedora y detallada sobre la complejidad de las interacciones en los márgenes de los imperios coloniales.

Este capítulo es un muy digno merecedor de concluir con su sección relacionada con fronteras y poder con un broche de oro y dar comienzo a una nueva sección más relacionada con las fronteras religiosas.

Una de las editoras del libro es quien nos da la bienvenida a esta sección, Macarena Sánchez Pérez, Doctora en Historia por la Universidad Católica de Chile, académica de la Universidad Finis Terrae. El título de su capítulo es «Clero en la frontera o clero de frontera: aproximaciones a la vida del clero diocesano en el sur de Chile, siglos XVII y XVIII».

El capítulo de Sánchez nos brinda una perspectiva esclarecedora sobre un elemento crucial, aunque a menudo menospreciado, en el proceso de la conquista de América: la notable influencia y presencia del clero en este contexto histórico. Este análisis pone de relieve la relevancia de este grupo en la configuración de la América colonial y su papel en la transformación sociocultural de la época.

Resulta altamente apreciable que este capítulo resalte, de manera accesible para lectores menos familiarizados con el tema, la temprana participación de estos clérigos como capellanes en las expediciones de conquista. Este énfasis subraya su función como testigos y guías espirituales en momentos trascendentales de la historia, ofreciendo una perspectiva esclarecedora sobre la interacción entre la fe y los eventos cruciales que dieron forma al curso de los acontecimientos. Junto con esto, Sánchez declara su objetivo de analizar la presencia del clero en la frontera sur del Chile colonial, lo que demuestra que este capítulo tiene un enfoque muy preciso y detallado.

En líneas generales, este capítulo aporta significativamente al entendimiento de la conquista de América al poner en relieve el papel esencial desempeñado por los sacerdotes diocesanos en la expansión y consolidación del territorio, especialmente en la frontera sur de Chile. La minuciosa investigación y la perspicacia analítica brindan una perspectiva nueva y esclarecedora sobre este aspecto tan crucial de la historia. Es importante recalcar que, desde el segundo viaje de Colón, la conquista lleva consigo, de manera directa, la evangelización de los indios. Este enfoque contribuye notablemente a la comprensión más completa y matizada de este periodo histórico.

El siguiente capítulo, al igual que el anterior, pertenece a una de las editoras del libro; la profesora de la Universidad Finis Terrae, Katherine Quinteros. Su capítulo titulado «Religiosos en el confín del Imperio: el rol de la Orden de la Merced en un espacio fronterizo, Chile en el siglo XVII» se enmarca en la sección «Fronteras religiosas».

Este capítulo ofrece una reflexión de relevancia sobre la limitada atención que la historiografía nacional ha dedicado al estudio de la Orden de la Merced en Chile. Resalta la necesidad de profundizar en esta área para obtener una comprensión más completa de la historia colonial de la región, por lo que la propuesta de complementar y profundizar desde la historia es acertada y necesaria para llenar el «vacío historiográfico» evidente. La búsqueda de rastros de los religiosos de la Merced en el confín del imperio es un objetivo loable.

El capítulo de Quinteros se caracteriza por una organización meticulosa, en línea con el estándar que predomina en este libro. Sin embargo, este capítulo se distingue por una particularmente efectiva disposición de la información. Inicia con una concisa introducción a su ámbito de estudio, seguida de una detallada presentación de los antecedentes de la Orden de la Merced, su expansión en América y su distribución, complementada con gráficos pertinentes que facilitan la comprensión. Esta estructura invita al lector a no solo asimilar el contenido, sino a adentrarse en su análisis con fluidez y claridad.

El último capítulo que nos ofrece este libro está escrito por David Rex Galindo, Doctor en Historia por la Southern Methodist University. Este último capítulo, lleva por título «Un científico ilustrado y liberal: fray Jerónimo Boscana, su “relación histórica” y la antropología de california».

El capítulo de David Rex ofrece una minuciosa exploración del trabajo del misionero franciscano Jerónimo Boscana y su importancia en el estudio etnográfico de las culturas indígenas en California entre 1812 y 1825. Rex sitúa la labor de Boscana en su contexto, resaltando su llegada a Alta California con el objetivo primordial de evangelizar y convertir a las comunidades indígenas. Esta contextualización enriquece la comprensión del impacto de las actividades de Boscana en la región.

La inclusión de antropólogos y etnohistoriadores notables, como Alfred Kroeber y John Harrington, aporta autoridad a la afirmación de que Boscana fue el primer etnógrafo de las culturas indígenas californianas.

Asimismo, la inclusión de mapas para visualizar y resaltar los desplazamientos geográficos emprendidos por Boscana durante sus misiones resulta de gran utilidad. Estos elementos cartográficos enriquecen la comprensión de las travesías y actividades del misionero, proporcionando una perspectiva espacial clave para apreciar su labor en su totalidad.

En términos generales, el capítulo aporta una perspectiva sumamente valiosa sobre la labor de Boscana y su relevancia en el estudio de las culturas indígenas en California. La crítica que se realiza en relación a la traducción e interpretación de su obra agrega un nivel adicional de reflexión significativa sobre la práctica de la etnografía y la preservación de las voces indígenas en la investigación histórica. Este enfoque en la interpretación y representación de las narrativas indígenas proporciona una visión más completa y matizada de la contribución de Boscana al campo etnográfico.

En conjunto, los tres capítulos incluidos en esta sección ofrecen una visión minuciosa y enriquecedora sobre cómo los actores religiosos jugaron un papel central en las fronteras coloniales en América. Cada uno aporta una perspectiva única que no solo complementa, sino que también amplía nuestro entendimiento acerca del impacto y la influencia de la religión en este contexto histórico. La diversidad de enfoques y casos presentados en estos capítulos contribuyen a una comprensión más completa y matizada del papel de la religión en el proceso colonial.

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