Artículos De Revisión
El ciberespacio y la investigación emergente. Una visión transepistémica y transdialógica desde la transcomplejidad.
El ciberespacio y la investigación emergente. Una visión transepistémica y transdialógica desde la transcomplejidad.
Revista Digital de Investigación y Postgrado, vol. 5, núm. 10, pp. 233-246, 2024
Instituto de Estudios Superiores de Investigación Y Postgrado

Recepción: 03 Abril 2024
Aprobación: 13 Mayo 2024
Resumen: Este escrito analiza el ciberespacio como un escenario de investigación emergente desde la transcomplejidad, explorando la migración del hombre hacia la digitalidad y las posibilidades de trascender los esquemas tradicionales de investigación. A través de una revisión exhaustiva de la literatura, se identifican conceptos y teorías relacionados con el ciberespacio, la transcomplejidad y la investigación social. Los resultados sugieren que el ciberespacio configura una cosmovisión integradora y profusa mediante la conectividad, interactividad e inmediatez. Desde la transcomplejidad, permite actividades investigativas que desafían la cartografía epistémica clásica, desapegándose de estructuras gnoseológicas, metodológicas y teleológicas convencionales. El estado del arte emergente se configura como una expresión de libertad y conciencia que incorpora dimensiones ontológicas, epistémicas, praxeológicas, tecnológicas, metodológicas, axiológicas y ecológicas. Así, el ciberespacio se presenta como un escenario de investigación transdisciplinario y transmetódico, que desafía los esquemas tradicionales y promueve una narrativa consciente e inconclusa.
Palabras clave: Ciberespacio, Transcomplejidad, Investigación Social, Migración paradigmática, estado del arte emergente.
Abstract: This paper analyzes cyberspace as an emerging research setting from the perspective of transcomplexity, exploring humanity's migration towards digitality and the possibilities for transcending traditional research frameworks. Through an exhaustive literature review, concepts and theories related to cyberspace, transcomplexity, and social research are identified. The results suggest that cyberspace forms an integrative and extensive worldview through connectivity, interactivity, and immediacy. From the standpoint of transcomplexity, it enables research activities that challenge classical epistemic mapping, detaching from conventional gnoseological, methodological, and teleological structures. The emerging state of the art is configured as an expression of freedom and awareness, incorporating ontological, epistemic, praxeological, technological, methodological, axiological, and ecological dimensions. Thus, cyberspace is presented as a transdisciplinary and transmethodological research setting, challenging traditional frameworks and promoting a conscious and open-ended narrative.
Keywords: Cyberspace, Transcomplexity, Social Research, Paradigmatic Migration, Emerging State of the Art.
Introducción
La naturaleza de la sociedad es dinámica y flexible, esta obedece al reflejo del hombre en comprender su entorno y transformarlo mediante diferentes posturas paradigmáticas, una de ellas lo constituye la tecnología. La contemporaneidad, bajo el concepto del ciberespacio, se sumerge en el halo de la intangibilidad, interactividad e interconectividad, donde diferentes actividades se entrelazan y se sumergen en la digitalidad, un estado que desde una transición paradigmática promueve un entramado cultural divergente, profuso y significativo que supera el enfoque clásico e instrumental inmerso en la causalidad lineal, propio de la linealidad positivista, e induce en nuevas percepciones asociadas en la construcción del Estado del Arte que repercute en la visión del ser, desde una postura metacompleja.
En este sentido, el propósito de este escrito es reflexionar sobre el recorrido paradigmático en el que ha incursionado el hombre en su camino hacia la digitalidad, y la influencia de la transcomplejidad, que sostiene un intercambio paradigmático, que permite avizorar al ciberespacio como un escenario investigativo, que resignifica la cotidianidad y permite trascender a los credos paradigmáticos convencionales.
Partiendo de lo descrito, este escrito se divide en dos partes, la primera apelada al hombre desde la digitalidad que pretende brindar una visión reflexiva y filosófica de la relación hombre-tecnología, en su camino hacia la digitalidad. Por otro lado, la segunda parte denominada: visión transparadigmática del ciberespacio y el desarrollo investigativo, se centra en exponer el ciberespacio como un espacio de investigación emergente, ofreciendo al investigador social una óptica caleidoscópica para estudiar la sociedad desde un discurso transdialógico y transepistémico, alterna al discurso especular imperante por parte de algunas comunidades académicas, permitiendo la construcción de un estado del arte emergente, flexible y abierto.
El hombre desde la digitalidad
En la actualidad, queda expuesta la importancia que posee el internet en la cotidianidad que de forma indirecta y/o directa interviene en los procesos en que se desenvuelve el hombre y la sociedad. Según Hernández (2020), Celulares, Ordenadores, Tabletas, Refrigeradores, Hornos microondas, son algunos artefactos que se han reestructurado para aprovechar las bondades e implicaciones del internet, en un intento de mantenerse vigentes en una sociedad donde la conectividad e interactividad introducen nuevas formas para repensar e involucrarse en la cotidianidad.
Para ello, las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC), se han transformado en puente entre tecnologías clásicas y avanzadas, estas últimas que, apodadas como inteligentes y/o digitales, buscan distinguirse de las análogas por mantenerse asociadas a conceptos tales como: conectividad, interacción, inmediatez e interindependencia, resumiéndose lo descrito, en expresiones tecnológicas como una representación de su innovación, creatividad e inventiva. Asimismo, expresan de forma natural los procesos de cambio y transformación de la actividad humana. En este sentido, la tecnología, constituye una vía para cambiar el entorno y proveer un nuevo lente para percibir la cotidianidad. De esta manera, la tecnología no representa solamente un objeto también ejemplifica el pensamiento del hombre y su capacidad de reedificar continuamente la realidad.
Lo descrito indica, que la tecnología en sí representa un paradigma, ya que como señala Pérez (2009), un paradigma está estrechamente relacionado con cambios, transformaciones, y transiciones, asociadas a formas de pensar, actuar e investigar, cambiando una situación imperativa, por varios escenarios que de forma individual o colectiva contribuyen en generar una metamorfosis del complexus social. La tecnología como paradigma no es único, por el contrario, posee múltiples ópticas para avizorar sus posibilidades e implicaciones.
En este orden de ideas, el desenvolvimiento societal, es producto de una relación dialógica entre diferentes paradigmas, siendo uno de estos la tecnología, hecho que ha dado origen a diferentes transiciones e interpretaciones. La tecnología como una nueva forma de pensamiento representa el cambio paradigmático desde la recursividad, y dialógica. En otras palabras, el surgimiento de una tecnología no representa el detrimento de su predecesora, por el contrario, integra en su tejido características de su predecesora y establece hibridaciones para integrar otros paradigmas tecnológicos ampliando su alcance y respuesta en la sociedad en continuum reflexivo y sinergial. De este modo, el cambio tecnológico se vislumbra como transición paradigmática, que evidencia como el hombre a través de la tecnología se sitúa en una relación que irrumpe la causalidad lineal asociada al positivismo, lo que permite un estado de cambio, flexibilidad y pertinencia, estableciendo otras formas para establecer la complementariedad entre diferentes enfoques y efectuar un abordaje complejo de la realidad fenoménica.
Estas transiciones implican migraciones, pero no en términos físicos, sino paradigmáticos, para acercar al individuo a nuevas interpretaciones epistémicas e inducir un estado de conciencia. Para ello, La migración paradigmática es acuñada por Hernández (2020), como una relación dialéctica entre hombre y su entorno, donde un individuo reflexiona sobre un paradigma y lo introduce en su entretejido paradigmático o cosmovisión personal, resultando de ello, nuevas resignificaciones para adentrarse en la cotidianidad ampliando su conciencia frente al cosmos circundante, adentrándose en múltiples estructuras transparadigmáticas o cosmovisiones.
El telos de la migración paradigmática es un proceso personal reflexivo y abierto donde el individuo decide si es conveniente reflexionar e integrar en su andamiaje un determinado paradigma. Al respecto, el criterio de compatibilidad como indica Hernández (2020), hace referencia a la afinidad de ideas, acciones y pensamientos que representa un paradigma o tecnología. Su aceptación o rechazo, varía de acuerdo con el andamiaje paradigmático del individuo, por tanto, no existe una vía y/o momento concreto para transitar entre paradigmas y se desenvuelve de acuerdo a sus intereses, disponibilidad, estilo de vida, es decir, su cotidianidad.
Es preciso mencionar, que el Telos Migratorio nunca concluye, pues parte desde la reflexividad, aprendizaje e integración constante de posturas epistémicas, para generar un estado de conciencia que apunte a una visión transparadigmática e induzca a un estado del arte emergente. Por ello, la migración paradigmática puede ser sinónimo de desapego, libertad y desobediencia, pues involucra un tránsito entre diversas formas de pensamiento, evitando el apego o construcción de una zona de confort, que puede disminuir la apertura del hombre al mundo.
Lo descrito, indica que el tejido societal desde el paradigma tecnológico se encuentra en constante tránsito y no posee un punto de cierre, solo disminuye o aumenta su velocidad de cambio y transformación de acuerdo a sus posibilidades e intereses. Desde esta postura, el hombre ha transitado diversas tecnologías, es decir paradigmas para reestructurar el complexus societal. Un autor que describe esta relación es Toffler (1980) que, bajo el concepto de “Ola”, simboliza la transición de la humanidad en diferentes etapas, donde la tecnología como paradigma ha sido un evento clave para generar disrupciones significativas en el desarrollo social configurándose nuevas cosmovisiones en el proceso, marcando un antes y después.
La Ola de Toffler, representa una acumulación, e integración paradigmática que ofrece una visión entrelazada y compleja de la realidad, que, visualizadas desde la transcomplejidad, induce a una cosmovisión profunda y reflexiva, detonante de cambios ontoepistémicos significativos que redefinen el entramado societal. Desde esta posición, existen tres Olas, es decir escenarios multiparadigmáticos. La primera Ola hace referencia al cambio entre tecnologías cinegéticas y agrarias, dando pie al hombre agrícola y los primeros asentamientos. La segunda Ola, hace referencia a la revolución industrial, el surgimiento del maquinismo e indicios de la automatización moderna. Mientras que, la tercera Ola representa la sociedad post industrial, donde las TIC han resignificado la actualidad e inducido nuevas percepciones, producto de la interconectividad.
Desde la Migración Paradigmática, las Olas de Toffler, ponen en evidencia dos situaciones. La primera alude que la presencia de un paradigma o tecnología no simboliza la adopción universal de este por parte de toda la sociedad, dando pie a una relación dialógica entre el paradigma actual y predecesor. La segunda señala que pese al aporte e importancia que posee un paradigma emergente, no representa una respuesta concluyente. Por tanto, la migración paradigmática se remite a establecer un estado de conciencia y convivencia entre paradigmas nuevos y viejos, garantizando la apertura del individuo frente a diferentes posibilidades paradigmáticas.
En este orden de ideas, lo expuesto permite dilucidar la convivencia entre tecnologías generacionales, que de acuerdo con el andamiaje y apertura paradigmática se mantienen en la cotidianidad del individuo. En la actualidad, la convivencia entre tecnologías análogas y digitales, forman parte del desarrollo de la tercera Ola, que, desde la introducción del computador, y el software que resignifica la intangibilidad, y bajo el concepto de virtualidad, se inicia la simulación de procesos y/o actividades estableciéndose puentes entre lo presencial y digital. La virtualidad, acorde con Hernández (2020), es una representación dialógica entre lo presencial y digital, se encarga de emular la presencialidad recreando actividades continuamente, ajustando la experiencia percibida del hombre frente a su contraparte física.
La virtualidad, en este orden de ideas representa una estructura hologramática, pues busca comprender e interpretar la presencialidad desde el todo y sus partes. Desde el pensamiento complejo, de acuerdo con Morin (1995), es una forma de comprender los fenómenos, y analizar como el todo está presente en cada una de las partes y viceversa. Los códigos informáticos, proporcionan las condiciones para que no se desestime ninguna parte y se puedan emular la mayoría de los componentes de la presencialidad.
En este sentido la virtualidad, simboliza una autopoiesis, es decir una reestructuración constante e integrativa de diferentes posturas paradigmáticas de la presencialidad acorde con las capacidades informáticas. Orientadas en ofrecer una percepción profusa e interactiva de la realidad, implicando una representación multiparadigmática que apunte a una visión transparadigmática.
Lo señalado, involucra un ciclo metanoico basado en la autoorganización que sugiere una continua construcción, desconstrucción y reconstrucción, con la intención de renovarse y ampliar la visión transparadigmática y significativa del hombre respecto a la virtualidad, y las opciones que ofrece. En este sentido, la virtualidad sostiene una naturaleza, dialógica, recursiva, e integradora que la separa del discurso especular y la causalidad de la epistemología positivista, regulándose en continuum multiepistémico concibiendo una cosmovisión reflexiva e integradora, tal como lo constituye el ciberespacio.
El ciberespacio, es una respuesta de la virtualidad en sus intentos de resignificar la intangibilidad y apropiarse de posturas teoréticas procedentes de la presencialidad. Se representa de acuerdo con Vilches (2002), como un escenario trascendental a los conceptos espacios temporales, no posee centro ni periferia y representa un contexto que posibilita el desenvolvimiento de actividades económicas, políticas y sociales, sin las limitaciones tradicionales de la presencialidad. Visto de esta forma, el ciberespacio es un escenario que se alimenta de la virtualidad continuamente y proporciona canales para facilitar la comunicación e intercambio entre usuarios y sus estructuras paradigmáticas, representando variedad de formas de actuar, pensar y expresarse, fomentándose diversas reinterpretaciones fenoménicas que dan origen a una identidad que transciende a las posturas epistémicas y disciplinarias que hacen parte, edificando un concepto recursivo e integrador como lo constituye la digitalidad.
La digitalidad, es una representación multifenoménica proveniente del ciberespacio que más allá, de presentar una cultura derivada de la presencialidad mediante la virtualidad, se configura como un paradigma integrador y recursivo que describe las actividades comerciales, políticas, culturales, e interpreta las ideas, pensamientos y representaciones emergentes. En otras palabras, hace referencia a un entramado societal que posee efectos sobre la presencialidad, virtualidad y en sí mismo, que de acuerdo con Negroponte (1995) mantiene un lenguaje común, entendimiento intercultural, contenidos multimedia, redes sociales, oficios, profesiones emergentes, y modelos económicos y políticos, que sitúan al internet como epicentro de la cotidianidad, siendo bases la conectividad e interactividad para garantizar el acceso, intercambio y comunicación.
Una Visión transparadigmática del ciberespacio y el desarrollo investigativo
El camino hacia la digitalidad demuestra que el dialogo hombre- tecnología ha transitado por diferentes modelos epistémicos y representaciones paradigmáticas. La llegada del hombre al ciberespacio, es una integración de múltiples paradigmas que se configuran en una cosmovisión en permanente construcción, que sostiene un tejido entre lo cierto e incierto, que involucra nuevos matices para avizorar la sociedad y los procesos que allí se contemplan, entre ellos, la investigación. Para ello la digitalidad, se transforma en un eje que permite conectar todos los paradigmas que allí convergen constituyendo una identidad transparadigmática.
La digitalidad en este sentido, representa una oportunidad para fundar nuevas percepciones respecto a la forma en que se desenvuelve la sociedad y se erige la investigación social. El tejido societal, con la presencia del ciberespacio, se caracteriza por promover un ciudadano, que se mantiene en constante conexión, adentrándose en un cosmos multicultural, donde no se limita en obtener y/o producir conocimiento asociado a su contexto inmediato, por lo que se mantiene una visión multireferencial que transcendé a sus barreras físicas y promueven un pensamiento que desdibuja fronteras e inducen a una visión sin limitantes tradicionales.
Para el investigador social, el ciberespacio es una forma de expresión, convergencia y reflexión, brinda a sus usuarios la oportunidad de exponer desde diferentes latitudes sus paradigmas e integrar en un nivel superior sus ideas, y pensamientos, involucrando un discurso reflexivo e integrador que no desestime su localidad, pero considere aspectos inherentes a la educación planetaria descrita por Morín, lo cual promueve una postura glocal, es decir, un equilibrio entre lo global y local, esta relación no busca generar una teoría absoluta, se orienta en buscar realidades relativas que hagan denotar la ambigüedad fundamental de todo ser humano.
Lo descrito, apunta tal como señala Maffesoli (1979), a una sociología comprensiva, que requiere una ruptura de un positivismo dominante y totalitario, y generar investigaciones sobre la cotidianidad, cuyas trivialidades promueven investigaciones distintas y complementarias. Para ello, se requiere un desapego de toda postura paradigmática, ya que estas constituyen sesgos que impiden avizorar la cotidianidad del ciberespacio como una fuente de estudios profusa.
Desde el Telos de la migración paradigmática, el investigador debe mantenerse en movimiento, manteniendo una postura reflexiva y abierta. La reflexividad garantiza que el individuo este consciente de los paradigmas existentes y sus posibilidades, mientras que la apertura impide un aferramiento a una forma determinada de pensar, pues dificultad la llegada de otros paradigmas y la edificación de estructuras de pensamiento propias, que constituyen alternativas paradigmáticas ante lo existente. En términos investigativos, se trata de mantenerse en movimiento, consciente de la realidad paradigmática sin recaer en el apego, afiliación o establecimiento de una zona de confort, que se restringe a una estructura gnoseológica, metodológica e incluso teleológica especifica que conduce a un desarrollo lineal, secuencial, que ponen en detrimento diversas posibilidades de brindarle libertad al pensamiento.
En este canon, la libertad del pensamiento obedece a un estado de cambio y conciencia, ya que para conocer si el hombre es libre, debe estar consciente de las posturas que impiden tal condición. En el quehacer investigativo, algunos investigadores como Balza (2020), establecen que la libertad de pensamiento de un investigador, debe conducir a un estado de desobediencia paradigmática, una irreverencia epistemológica para separarse de la hegemonía del pensamiento único, perteneciente a la racionalidad científica.
Estas situaciones, permiten al investigador estar conscientes de los paradigmas instrumentales asociados a la matemática, física e informática que constituyen las bases estructurales del ciberespacio. Mas como señala Martínez (2015), no pueden ser utilizados o concebidos como parámetros de las ciencias de la Vida. Tampoco se trata de negar el valor disciplinario que poseen, sino subrayar su dimensión no exhaustiva en la investigación humana, por tanto, el estado de conciencia, permite al investigador reconocer la existencia de diversas posturas, estructuras y formas paradigmáticas, e impiden un acercamiento a estas, todo ello, para que el investigador en su proceso de pensamiento y comprensión de la realidad edifique sus propias coordenadas gnoseológicas e identifique una lógica divergente aliada del proceso heurístico, es decir una expresión abductiva que implique una alternativa frente a la linealidad y secuencialidad de los procesos e involucre formas alternativas para desarrollar investigaciones.
Lo descrito, posibilita el desarrollo de investigaciones desde la incertidumbre para adentrarse en territorios desconocidos y explorar nuevos matices respecto al ciberespacio, que no se limiten a sus basamentos estructurales y posibiliten ópticas diferentes de investigación. Para ello, el estado de conciencia del individuo, parte de la migración paradigmática, debe ubicarse en un ejercicio transdisciplinario, como una forma de ampliar su conciencia fenoménica a través de la complementariedad y recursividad entre disciplinas, al respecto, Balza (2010) indica la perspectiva transdisciplinaria le permite al investigador pensar y reproducir la vida del hombre y la sociedad, desde hacía y más allá del dominio de las disciplinas. Lo expuesto, afirma la necesidad de nuevas miradas caleidoscópicas para visualizar la realidad, lo que permite la presencia de reinterpretaciones para responder a lo emergente.
Un ejemplo de estas nuevas reinterpretaciones reside en el Estado del Arte emergente, acuñado por Campos y Hernández (2021), una expresión que permite acercarse a los escenarios cuyas relaciones interconectadas son cambiantes, complejas, paradójicas, ambiguas, e inciertas, que requieren otras formas para generar ciencia, que a su vez promueva otra visión del ser.

Campos y Hernández (2021).
Tal como señalan Campos y Hernández (2021), la transcomplejidad conduce a una nueva visión del ser, donde el estado del Arte Tradicional, resulta insuficiente para cubrir la totalidad de relaciones que sostiene la cotidianidad. La migración paradigmática, tal como se ha expuesto, es sinónimo de movimientos reflexivos, abiertos y continuos, entre diferentes posturas epistémicas entre la explicación, comprensión y critica. El estado del arte emergente, es una expresión de libertad y conciencia, que permite a un individuo adentrarse en la incertidumbre y en su proceso de exploración, comprender nuevas interacciones desde una lógica dialéctica, que responde a la nebulosidad que caracteriza la contemporaneidad.
En consecuencia, se genera un desplazamiento transepistémico, descrito por Balza (2019), como un modo de pensar y comprender la realidad desde nuevos itinerarios gnoseológicos con la intención de trascender al dilema de los métodos y adentrarse en lo desconocido. De esta forma, tal como señala la Figura 1, los constructos emergentes, requieren lógicas divergentes que propicien una dinámica gestáltica en búsqueda de nuevos significados.
Desde este modo, se realizan nuevos trayectos, que en el caso del ciberespacio objeto de este escrito, conduce al investigador a un movimiento sin limitaciones, realizando un salto significativo del humanismo hacia un neorrenacimiento, sin verse obstaculizado por las carencias, limitaciones e insuficiencias persistentes en las posturas epistémicas convencionales.
Lo ontológico, desde el ciberespacio, implica asumir la convergencia entre presencialidad, virtualidad y digitalidad, hecho que supone la integración e interacción entre tres expresiones ónticas que repercuten, entre diferentes niveles en el ser. Lo ontológico, se desapega de la presencialidad clásica, y reafirma la necesidad de migrar paradigmáticamente para observar las relaciones disciplinarias que coexisten y resultan vitales en las nuevas dinámicas societales, de esta forma se pueden observar los diferentes paradigmas fundantes que hacen vida allí, que guían diferentes puntos de vista compartidos.
Desde esta posición, lo epistémico corresponde según Balza (2019), comporta una cosmovisión del mundo, en tanto episteme emergente que germina para ofrecer múltiples posibilidades de re-entender o resignificar la realidad, tanto objetiva como abstracta y permita la aparición de nuevas lógicas superiores. Por otro lado, lo praxeológico, debe ser entendido, como una mirada hacia diversos aspectos asociados a la acción de la humanidad para actuar y transformarse de forma individual y colectiva. En este orden de ideas, la praxeología asume, una hibridación entre la praxis, la poiesis y la conducta del ser. Es una forma según Bédard (2003), en reflexionar sobre el acontecer, la acción de las personas desde un halo disciplinario. Es un sustrato fenoménico que dota al ser de una experiencia que reconoce lo particular, individual y contingente, dotándole al ser de sensibilidad.
De esta manera, la praxeología en palabras de Bédard (2003), es una forma de observar la parte sensible del iceberg, es decir aquellas ejemplificaciones del hombre son visibles mediante los sentidos. Se diferencia de la Ontología, puesto que busca hacer evidencia a los aspectos coyunturales, y momentáneos en un cierto espacio- tiempo. Mientras que lo ontológico sugiere la comprensión de los fundamentos sobre la realidad, que implica un marco profuso, donde las ideas poseen sus raíces y resultan complejas de penetrar, ya que no solo contempla el mundo natural, también admite las disposiciones del tejido societal. En palabras de Hernández (2024), se trata de insertar nuevas variables que brinden otras posturas para ejercitar la innovación e impacto social. Lo que se busca es que además de ejercitar la investigación desde una profundidad filosófica, pueda desarrollar una mirada critica de cada una de las dimensiones y asociarlas a procesos entre otros planteamientos que puedan incitar otras lógicas crítico-constructivas. En el caso del ciberespacio, es un análisis sobre como la digitalidad influye en la praxis humana y cómo esta, a su vez, da forma a las dinámicas del ciberespacio. Explorar la dimensión praxeología ayudaría a vislumbras otras formas de interacción, colaboración y creación de conocimiento en este escenario emergente.
Lo tecnológico surge como una dimensión emergente, ya que no se limita a una expresión instrumental del ser humano, la misma representa una forma de pensamiento que integra múltiples paradigmas, se manifiesta en todos los niveles del hombre como instrumento y forma de pensamiento. Asimismo, provee nuevos escenarios ónticos, por los cuales se desenvuelve la humanidad, reafirmando el estudio del ciberespacio, no solo en términos teóricos, también prácticos, permitiendo analizar su influencia sobre la naturaleza y el tejido societal. Es una percepción para estudiar la relación hombre-tecnología-realidad, reflexionar como los avances tecnológicos, aplicaciones, plataformas y herramientas innovadoras moldean las posibilidades de investigación con énfasis en los eventivos individuales y colectivos que cubren al individuo.
Abordar el método, desde la percepción de Hernández y Campos (2021), no es enfatizar el uso del método, ya que limita la capacidad del autor en la búsqueda de nuevas manifestaciones onto epistémicas. La metodología, se centra en reconocer la necesidad de trazar un recorrido libre de un método preestablecido, permitiendo que el investigador analice todas las posibilidades existentes sobre una realidad investigativa, asimismo es una forma de desdibujar las clasificaciones metodológicas existentes permitiéndose otras expresiones para construir la investigación. Tales planteamientos afirman que el ciberespacio es un escenario emergente para sostener la libertad paradigmática, ya que esta garantiza un desplazamiento carente de método inicial, explorando posibilidades seleccionando aquellos que contribuyan en la construcción de nuevas vías para acceder y gestionar el arte de la creación intelectual. Para ello, es clave un desenvolvimiento reflexivo. Aquí el investigador como parte del despertar gestáltico que supone la transcomplejidad, reflexiona en un continuum bajo un ciclo inductivo, deductivo, abductivo e intuitivo, resultado este último, un impulso para sumergirse en lo incierto.
Al respecto, la visión heurística sostiene que, en el proceso de exploración y adentramiento en la incertidumbre, el método debe concebirse desde una postura transmetódica, que posibilite la integración de varios métodos de investigación, valiéndose de la reflexión hermenéutica, es decir una lógica dialéctica y creativa, caracterizada por posicionar al investigador en lo desconocido mediante una interacción dialógica entre lo recursivo y argumental. Esta dialógica recursiva es una forma de obtener un discurso caleidoscópico, es decir multireferencial que demuestra la complejidad e interrelaciones existentes entre lo aparentemente compatible u opuesto.
No obstante, este tipo de desplazamiento, puede llevar a diversas encrucijadas, producto de las relaciones con las cuales el individuo se puede topar, lo que puede conducir a un laberinto caleidoscópico. Al respecto, resulta relevante reflexionar sobre la dimensión axiológica y ecológica, perspectivas obligatorias, debido a la profundidad de las relaciones situadas en lo emergente. La axiología, implica reconocer la importancia de los valores, y como permean en la relación investigador- realidad. Es una forma de estudiar la ética en conjunto con la moral y como estas ayudan en comprender y analizar la conducta del hombre a nivel individual y colectivo. Su misión, es guiar al investigador en escenarios laberinticos y fungir como un halo de luz, que fomente una actividad investigativa consciente que promueva la responsabilidad, el valor de la vida y afiance según Shamoo y Resnik (2009), la colaboración, cooperación y confianza entre diversos actores, hecho que afianza la relevancia de la intercolaboración en la transcomplejidad. Bajo el estudio del Ciberespacio, tal como Campos y Hernández (2022) señala la ética debe sostener una visión integral, centrada en la resolución de problemas/o necesidades, superando las condiciones consumistas e impositivas del halo industrial e implica una comprensión sinérgica que desde lo praxeológico brinden usufructos teóricos al tejido societal, reconocimiento las relaciones emergentes que configura un entramado en constante desarrollo.
Por último, la dimensión ecológica, que busca estudiar desde una postura descriptiva, evolutiva y funcional, la relación entre seres vivos y su entorno. Es una forma, para responder ante la crisis ecosistémica actual y visualizar el impacto de las investigaciones desde una postura sustentable e incorporar en el investigador una mirada ecosófica. En el caso del ciberespacio, permite reflexionar como su desarrollo ha trastocado la dinámica ambiental, debido a la profundidad, e impacto de sus estructuras, observándose relaciones más allá de lo societal que irrumpen en lo natural, producto de las profundas redes tecnocientíficas y algorítmicas que cubren al planeta.
La interacción de todas estas dimensiones, permiten el intercambio y resignificación disciplinaria, mediante un mapeo epistémico que pueden redimensionar la actuación investigativa, hecho que favorece la presencia de conceptos, posturas y enfoques que reafirman la presencia de la transdisciplinariedad, beneficiando el intercambio, la confrontación y complementariedad entre diversos actores sociales, modelos epistémicos e interpretaciones holoideticas, todo ello, con la intención de transcender al discurso lineal y sostener un tejido profundo, reflexivo mas no concluyente, por lo que debe resultar un detonante para nuevas miradas teoréticas considerables como emergentes. En palabras de Deroncele, Gross y Medina (2021), es incitar en el ciberespacio como un campo relacional emergente un ejercicio reflexivo que trascienda al discurso académico y promueva una lógica socio productiva con capacidad de brindar respuestas e innovar la sociedad desde lo emergente.
Lo expuesto, permite en el estudio del ciberespacio construir un hilo armónico que permita atender desde la reflexión hermenéutica, la presencialidad, virtualidad y digitalidad. Para ello, resulta conveniente el uso de nodos problematizadores es decir puntos de reflexión que consideren el azar, la incertidumbre y la contingencia como formas de profundizar la construcción teorética y presentar un discurso emergente, reflexivo e inconcluso que exponga una realidad en constante construcción. Es allí, donde la investigación sobre el ciberespacio se abordar desde relaciones emergentes que pongan en detrimento el pensamiento ficticio mencionado por Zemelman (2021) que mantiene consecuencias de orden practico, puesto que la investigación debe ser un eje catalizador para construir sobre la realidad inmediata con atención al momento epocal, generando una interacción entre teoría y realidad, evitándose investigaciones que fomenten percepciones artificiales, es decir desconectada, carente de toda reflexividad respecto a la realidad y sus singularidades. Lo importante es visualizar los nuevos escenarios de investigación desde múltiples miradas incitando una nueva generación de producciones que desde diversas vistas sean pertinentes con las necesidades del contexto epocal.
A modo de Cierre
El ciberespacio es un concepto inconcluso, que se encuentra en constante metamorfosis, mediante la migración paradigmática configurándose como una cosmovisión integradora y creciente que, desde la virtualidad, acopla continuamente posturas paradigmáticas en su intento de representar la presencialidad e impactar en la realidad en todos sus niveles desde una cultura basada en la digitalidad, donde la conectividad, interactividad e inmediatez forman parte de la cotidianidad.
Esta profusa cosmovisión pese a reconocer la existencia de paradigmas convencionales que garantizan su funcionamiento y expansión, posee un carácter multidimensional que bajo una visión transparadigmática viabiliza actividades investigativas que irrumpen la cartografía investigativa clásica, alusiva a estructuras gnoseológicas, metodológicas, y teleológicas que sesgan el pensamiento del investigador y no permiten la exploración de todos los aspectos que contempla la realidad digital, reafirmando la linealidad y causalidad clásica del positivismo.
Esta irrupción, se afirma en la importancia de la migración paradigmática que desde la óptica del investigador simboliza la oportunidad de generar un estado de conciencia que permite un desenvolvimiento transepistémico, transdisciplinario, transmetódico inmerso en la transcomplejidad. En otras palabras, fomenta un investigador que reconoce los paradigmas y posturas epistémicas existentes, alejándose de estas para trazar su propia estructura gnoseológica, metodológica y teleológica afirmando su libertad y/o desapego paradigmático. En este orden, provee a través de lo emergente una resignificación del estado del arte, e incorpora otras dimensiones que implican una revisión en la investigación para comprender las relaciones emergentes que, caracterizan la cotidianidad donde los esquemas tradicionales resultan insuficientes.
Lo descrito, es una ventana hacia nuevas percepciones, e inclusive otras dimensiones que conlleven a un estado del arte abierto y flexible, que sea capaz de reafirmar la presencia de conceptos, posturas y enfoques inmersos en un entramado transcomplejo, hecho que permite de acuerdo al desenvolvimiento del investigador comprender otras relaciones y enfoques convergentes. Esto amerita, reconocer la importancia de la ética, los valores, y la sustentabilidad en la construcción de estos nuevos tejidos, que pueden aumentar la visión y alcance del hombre respecto a la realidad fenoménica y sus posibilidades.
La resignificación de cada una de estas dimensiones, sostienen un ejercicio dinámico, reflexivo, intuitivo que proporcione diferentes miradas para evidenciar, comprender, y criticar, según sea el caso, las relaciones emergentes entre referentes, posturas epistémicas, individuos. Lo transmetódico, ya como se ha señalado desestima el uso inicial de un método, sugiere una espiral hermenéutica recursiva y reflexiva que sostenga la complementariedad y dialógica en el proceso. Lo descrito apunta a una narrativa consciente e inconclusa que incite miradas emergentes para avizorar la realidad.
La idea es propiciar una lógica superior y disidente a lo establecido, que conduzca a una verdadera libertad, más allá de las barreras paradigmáticas tradicionales existentes, y evite que el investigador caiga en estructuras pseudolibres que al final, por sus componentes estructurales ocultan una carga teleológica y metodológica entre sombras, que guían al investigador y propician un falso sentimiento innovador y divergente, que resulta un discurso novedoso para el investigador, pero conocido en el plano cartográfico investigativo.
En consecuencia, la transcomplejidad sostiene una visión que permite estar consciente sobre las coordenadas investigativas existentes y estructuras involucradas, que mediante el desapego paradigmático propicia un sendero diferente que se desborde de las cartografías conocidas. El ciberespacio al tratarse de una cosmovisión, en la medida que se expande sobre la certeza segura y manejable, genera un lado oculto e incierto, que desde la osadía investigativa puede erigir narrativas atrevidas, rebeldes y audaces edificando sobre lo oscuro del cosmos, abriendo luces en el multiverso paradigmático en constante movimiento y expansión.
Referencias
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