DOSSIÊ – Conhecimentos Canábicos: Práticas Sociopolíticas Emergentes
Mamá Cultiva Argentina. La Interfaz Afectiva entre Cultivadoras y Plantas de Cannabis
Mamá Cultiva Argentina. The Affective Interface Between Growers and Cannabis Plants
Mama Cultiva Argentina. A Interface Emocional entre Cultivadores e Plantas de Cannabis
Mamá Cultiva Argentina. La Interfaz Afectiva entre Cultivadoras y Plantas de Cannabis
Mediações - Revista de Ciências Sociais, vol. 28, núm. 3, e48591, 2023
Universidade Estadual de Londrina
Recepción: 18 Julio 2023
Recibido del documento revisado: 25 Septiembre 2023
Aprobación: 03 Diciembre 2023
Resumen: Mamá Cultiva Argentina es una organización de la sociedad civil cuyo objetivo es conseguir un marco legal para el cultivo de cannabis, desde una perspectiva de género y diversidad. Desde una retórica feminista pone a los afectos como un motor de cambio hacia lo establecido por el sistema médico hegemónico en torno a qué cura, quiénes cuidan y cuáles son los modos plausibles de hacerlo. Este artículo, desde una metodología cualitativa, describe y analiza las vinculaciones afectivas y los erotismos que se generan entre estas mujeres cultivadoras y la planta de cannabis, el papel de la planta en sus vidas, cuáles son los modos de cuidarla, de vincularse con ella, de qué modo sobrevuela la dimensión del placer y qué efectos genera en la vida de estas mujeres cultivadoras. Para tal fin, tengo en cuenta las pendulaciones que aparecen entre la adoración a la planta por sus propiedades y su humanización/antropomorfización.
Palabras clave: Afectos, cannabis, erotismos, feminismos.
Abstract: Mamá Cultiva Argentina is an NGO whose objective is to achieve a legal framework for cannabis cultivation, from a gender and diversity perspective. From a feminist rhetoric, it uses affection as a way to discuss with the hegemonic medical system about what cures, who cares and what are the plausible ways to do it. This article, based on a qualitative methodology, describes and analyzes the affective relations and eroticisms generated between these women growers and the cannabis plant, the role of the plant in their lives, what are the ways of taking care of it, of connecting with it, in what way the dimension of pleasure applies and what effects it generates in the lives of these women growers. I take into account the pendulations that appear between the adoration of the plant for its properties and its a humanization/anthropomorphization.
Keywords: Affection, cannabis, eroticism, feminisms.
Resumo: Mamá Cultiva Argentina é uma organização da sociedade civil cujo objetivo é conseguir legislações para o cultivo de cannabis, a partir de uma perspetiva de género e diversidade. A partir de uma retórica feminista, utiliza o afeto como motor de mudança em relação ao que é estabelecido pelo sistema médico hegemónico no que respeita ao que cura, a quem cuida e quais são as formas plausíveis de o fazer. Utilizando uma metodologia qualitativa, este artigo descreve e analisa os laços afetivos e erotismos que se geram entre estas mulheres cultivadoras e a planta da cannabis, o papel da planta nas suas vidas, as formas como cuidam dela, como se relacionam com ela, como a dimensão do prazer se sobrepõe e que efeitos gera na vida destas mulheres cultivadoras. Para esta finalidade, levo em conta as pendulações que surgem entre a adoração da planta pelas suas propriedades e a sua humanização/antropomorfização.
Palavras-chave: Afeto, cannabis, erotismo, feminismos.
Introducción
Las activistas cannábicas, en específico en la producción de la planta con fines medicinales y de salud en un sentido amplio2, emergen en escena y en la cosmovisión de los sectores medios de la Ciudad de Buenos Aires a partir de dos fenómenos coexistentes. Por un lado, la ampliación de los derechos individuales respecto al consumo o no de drogas y, por otro, la repregunta por la idea de salud más allá de un enfoque meramente biomédico. En 2009, la Corte Suprema de Justicia de la Argentina declaró a partir del denominado Fallo Arriola la inconstitucionalidad de la penalización de la tenencia de drogas para consumo personal, siempre y cuando existiese la posibilidad de dañar a terceros (Corbelle, 2019). Si bien de aquí en más aparecieron algunas agendas con tintes menos punitivos, especialmente desde la sociedad civil, que piensan abordajes más vinculados a los derechos y a la salud, la despenalización aún no se logró (Corbelle, 2018, 2019)3.
Un segundo factor que permitió la visibilización de las mujeres cannábicas, en específico de las cultivadoras solidarias para familiares —principalmente hijas e hijos—, fue la masividad que toma el feminismo, principalmente desde el Ni Una Menos4, en 2015 y potenciado por la Marea Verde, a partir del 2018, por la despenalización y legalización del aborto en la Argentina, aprobado en 2020. El feminismo —que problematiza el papel de las identidades femeninas y feminizadas en sus distintos ámbitos y pone la noción de cuidados en debate— ha sido para las activistas cannábicas un lugar de cobijo, de usina de pensamiento y creación y de problematización de los cuerpos y tensiones con lo que se presupone normal y desviado. Tal como explica Valeria Salech (2018), en una entrevista que le realicé en agosto del 2022, “nuestro aliado número uno es el movimiento feminista”. Actualmente, esta organización es un actor central dentro del movimiento feminista local y en la discusión en torno a las políticas de cuidado5. Aunque no se profundice en este trabajo, es interesante también observar que hoy la lideresa y figura central en la despenalización del consumo de cannabis, ámbito que es principalmente masculino, es Valeria, una mujer, madre y cuidadora.
Para las mujeres de Mamá Cultiva Argentina —mujeres cis y mayormente de sectores medios—, el feminismo vino a potenciar su papel como cuidadoras, mujeres deseantes, hacedoras del aceite y su papel como cultivadoras. Esta organización de la sociedad civil autogestiva tiene como meta conseguir un marco legal para el cultivo de cannabis, desde una perspectiva de género y diversidad. Creada en 2016 con sede en la Ciudad de Buenos Aires, desde una retórica feminista pone a los afectos como un motor de cambio hacia lo establecido por el sistema médico hegemónico en torno a qué cura, quiénes cuidan y cuáles son los modos plausibles de hacerlo. La retórica feminista de Mamá Cultiva se observa también en el lenguaje inclusivo que adopta en sus espacios presenciales y virtuales6.
En este artículo me interesa focalizarme no tanto en las prácticas de cuidado que estas mujeres realizan sobre sus familiares y seres queridos, mediadas por la planta, sino en el cuidado que ellas realizan de la planta y las sensaciones y representaciones eróticas que esto genera en ellas. No obstante, considero que subyacentemente el hecho de que la planta sea una llave para el cuidado de la salud propia y de sus allegadas/os les genera un plus de sensaciones de bienestar y amor hacia la planta. Este artículo describe y analiza las vinculaciones afectivas y los erotismos que se generan entre quienes cultivan y la planta de cannabis, el papel de la planta en sus vidas, cuáles son los modos de cuidarla, de vincularse con ella, de qué modo sobrevuela la dimensión del placer y qué efectos genera en la vida de estas mujeres cultivadoras.
La producción de cannabis puede ser analizada desde la perspectiva de la salud y en sus tensiones y articulaciones con el sistema médico hegemónico, los asuntos legales concernientes a la despenalización y legalización del consumo y a su producción industrial, como así también desde la arista de las familias y los feminismos. Mi investigación general, desde las ciencias sociales, se centra justamente en este último aspecto: el erotismo con la planta, los cuidados, los feminismos y las maternidades.
Respecto a la estructura del texto, en primer lugar, se desarrolla la estrategia metodológica; seguidamente se problematizan las coordenadas teóricas que sustentan el trabajo. Teorizo sobre las vinculaciones afectivas que se generan entre las cultivadoras y un actante7 no humano como es la planta, lecturas que consideran su materialidad y las pendulaciones que aparecen entre la adoración a la planta por sus propiedades y su humanización/antropomorfización. En tercer lugar, indago en el orden erótico de ese vínculo; la satisfacción que se genera en la interfaz entre cultivadoras y plantas, entre otras emociones que aparecen durante su cuidado. Por último, este trabajo examina la tensión erótica que existe entre adorar a la planta y humanizarla, con lo positivo y negativo que puede implicar para las cultivadoras ese vínculo.
Estrategia Metodológica
La metodología es cualitativa y examina las primeras aproximaciones y exploraciones al trabajo de campo desarrollado en el movimiento de Mamá Cultiva Argentina durante los años 2022 y 2023, a partir de las técnicas cualitativas de entrevistas en profundidad, observación participante tanto de manera virtual como presencial y consultas a la información disponible en el sitio web de la organización.
Se realizaron 20 entrevistas semiestructuradas a cultivadoras y cultivadores que lo realizan para fines de la propia organización, por ejemplo, el cultivo solidario para familias que necesitan el aceite de manera urgente, como así también a madres que comienzan a cultivar para propiciarles cannabis a sus hijas e hijos que experimentan patologías o trastornos como autismo o aquellas enfermedades denominadas “raras” o “ultrarraras”. Las entrevistas fueron realizadas presencialmente o a través de las plataformas Zoom o Meet, dependiendo de la disponibilidad de las personas entrevistadas.
En relación con las observaciones virtuales: desde el mes de mayo hasta julio 2022 realicé observaciones semanales en un espacio de la organización denominado ECO, “Espacio de Contención y Orientación”, el cual, a lo largo de sus doce encuentros semanales virtuales, tiene como finalidad acompañar a las familias en la producción personal de cannabis para la salud y orientar en el cultivo como así también escuchar y sostener aquellos miedos, inquietudes y alegrías de quienes participan. Dentro de los tres meses que dura el ECO las personas comparten sus experiencias y, a medida que la planta va creciendo, adquieren un mayor conocimiento sobre sus propiedades y usos. Cada ECO —la organización ofrece más de uno por trimestre— es coordinado por dos o tres personas voluntarias quienes se encargan de dinamizar el espacio a partir de preguntas y brindar información. Participé, entre otros talleres, de la reunión organizativa de Mamá Cultiva para asistir al 35° Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries del 2022, que tuvo lugar en la Ciudad de San Luis. Observé un taller virtual que realizaron en junio del 2023 denominado “Taller para personas que cuidan gratis”, donde a lo largo de dos encuentros alrededor de 15 mujeres, la mayoría vinculadas a la organización, contaron y compartieron experiencias de cuidado, a partir de dinámicas lúdicas.
Entre otras observaciones presenciales que realicé se encuentran: en febrero del 2022 a la Mesa “Feminismos, tareas de cuidado y cannabis” que tuvo lugar en el marco del Festival Internacional de Cine Cannábico. Asimismo, concurrí a la Expo Cannabis 2022, en el predio porteño de la Rural. El evento se promociona para la salud, la industria, el cultivo y la cultura. Posee dos grandes áreas delimitadas: una para mercado y cultivo y la otra para usos médicos de la planta. Durante las distintas jornadas participé de las actividades que se realizaron en el stand de Mamá Cultiva y en del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), organismo donde me desempeño como investigadora. La presencia en este ámbito me permitió conectarme con otras y otros activistas del mundo cannábico.
Por último, consulté y observé virtualmente el contenido publicado en la red social Instagram (mamácultivaargentina) y el sitio web de Mamá Cultiva Argentina (www.mamacultivaargentina.org/), desde donde descargué y examiné la Guía de Acompañamiento de Cannabis para la Salud. Estos ámbitos virtuales fueron observados durante los meses de enero 2022 y julio 2023 de manera sistemática.
Vinculaciones Afectivas y Materialidades Vivas. Perspectivas Teóricas
Las mujeres cultivadoras y cuidadoras que encontraron en la planta respuestas y contención frente al sistema médico hegemónico han devenido, en términos del filósofo francés Étienne Souriau, testigas de la planta. Testimoniar, explica David Lapoujade (2022), analista de la obra de Souriau, implica crear y dar lugar a entidades nuevas que instauran existencias menores, invisibles en ciertos contextos. En ese arte de fundar, la planta pasa a ser el actante que organiza un movimiento que ha vivido en las penumbras de la ilegalidad y del no reconocimiento del trabajo de cuidados; y que reconoce en la planta una medicina potencial única. Estas mujeres, junto con otras y otros activistas cannábicos, reclaman al Estado una ampliación de derechos, que se ha venido materializando en distintas legislaciones. En 2017 se aprueba la ley 27.350 de Investigación médica y científica (Argentina, 2017), Uso medicinal de la planta de cannabis y sus derivados; en 2022 se promulga la ley 27.669 (Argentina, 2022) de Cannabis medicinal y cáñamo industrial, hasta julio del 2023 no reglamentada.
Explica Lapoujade (2022, p. 21) que uno no existe por sí mismo, “toda existencia tiene necesidad de intensificadores para acrecentar su realidad. Un ser no puede conquistar el derecho de existir sin el auxilio de otro, al que hace existir”. Establece el autor que sobresalen distintos planos de existencia, es decir, intermundos. Un sujeto vive en el recuerdo de otra persona, quien también se vincula y existe en red, en contacto con actantes no humanos. Los humanos llevamos dentro nuestro un sistema endocannabinoide8 que se activa a través del consumo de cannabis, a la vez que la planta es potenciada y puesta en uso por la transformación que hacen los humanos, cuando la cultivan, la cuidan, la fuman o la toman en forma de aceite. Mamá Cultiva, en su Guía de Acompañamiento que se encuentra disponible de manera gratuita para descargar de su sitio web, explica que el sistema endocannabinoide, descubierto en la década de 1990, consiste en un complejo sistema de señalización endógena, distribuido en el cuerpo de todos los animales vertebrados. “Esta red de señalización se compone de receptores endocannabinoides y las sustancias que nuestro propio organismo produce para estimularlos (endocannabinoides), presentes en el cerebro y demás órganos y tejidos del cuerpo” (Dillon, 2022, p. 14).
Mamá Cultiva se vincula con el discurso y el sistema médico hegemónico de una forma dual; por un lado, es crítico del mismo, de sus violencias, destratos y carencias, a la vez que utiliza su discurso como estrategia de validación frente a otros actores y articula con distintas/os profesionales de la salud que consideran eficaces las terapias cannábicas. Asimismo, vuelve asequibles nociones médicas y biológicas a un público inexperto que busca comprender los beneficios y accionares del cannabis en su propio cuerpo.
Teniendo en cuenta lo anterior, postulo que existe una interfaz en la relación fluida interna y externa entre las cultivadoras y el cannabis, que configura una existencia menor, tenue, pero con una gran potencialidad, que es develada por las activistas y cultivadoras cannábicas. El cultivo de la semilla tiene la potencialidad de ser una medicina que permite mejorar la vida de personas con diversas patologías como así también un modo de relajación y recreación. Además, el propio trabajo de cultivar y estar en contacto con la planta aparece como una forma de terapia para quien cultiva, tal como indicó el médico Marcelo Morante, Coordinador del Programa Nacional de los usos medicinales del Cannabis en una charla que tuvo lugar en la Expo Cannabis 2022 junto con la Ministra de Salud de Nación Carla Vizzotti. Por otra parte, distintas entrevistadas comentan, tal como desarrollo, que no solo cultivan aceite para sus hijas e hijos, sino que también ellas lo toman o vaporizan los cogollos9 de la planta, para estar más tranquilas y encarar su cotidiano con el resto de la familia y el ámbito laboral.
Las perspectivas de Souriau y de Lapoujade en las que me baso y la escucha atenta hacia las distintas entrevistadas resuenan con la propuesta antropológica de Philippe Descola (2012) en su obra Más allá de la Naturaleza y la Cultura. Descola considera que es posible pensar la existencia humana en sociedad en coalición con lo “otro” de lo humano, siempre dentro de un mismo sistema. La planta de cannabis opera como un actante no humano. El actante posee eficacia, es capaz de hacer cosas, tiene coherencia suficiente para introducir una diferencia, producir efectos, alterar el curso de los acontecimientos (Bennett, 2022). Cuestiona al sistema médico hegemónico, genera lazos de solidaridad entre cultivadoras, organiza un movimiento y es colocada como estandarte de otro modo de vivir la vida.
Al darle lugar a la planta teniendo en cuenta su materialidad y no simplemente como “algo” dado e inerte, me propongo desarrollar una visión que, si bien tiene contacto con lo antropocéntrico —se reconoce que la materia es interpretada por las y los humanos—, lo trasciende. A la vez que comprendo que el poder de réplica de la planta en la interacción humana aparece de diversos modos: cuando da o no los resultados esperados, a saber, hojas saludables, cogollos grandes, “bellos tricomas”10 o rica cosecha, tal como refieren las personas entrevistadas; cuando al tacto se vuelve suave o quebradiza, entre otras tantas manifestaciones. Jane Bennett (2022, p. 12) propone pensar la materialidad de las cosas con el propósito de tensionar la soberbia humana y la fantasía de conquista y consumo que están destruyendo la Tierra. Desarrolla, en contraposición, la idea de materia vibrante que apunta a pensar los afectos no solo hacia los humanos, sino también hacia la agencia de las cosas que producen efectos, tanto beneficiosos como perjudiciales en los cuerpos humanos y no humanos. Para la autora, antropomorfizar permite en un momento dado poder establecer similitudes y resonancias, pero debe sobrepasarse esa instancia y poner el foco en las confederaciones humanas y no humanas. Vinciane Despret (2022), a raíz de su trabajo con los pájaros, invita a examinarlos no como un espejo de lo humano, sino interpretarlos desde una lente integrativa y cooperativa, por fuera de lógicas de competencia y no considerarlos meramente como un medio para un fin dentro del planeta Homo. Investigar sus maneras de ser, y lo que pueden llegar a ser, aquello de lo que son capaces; es decir, sus potencias, y capacidad de afectar y ser afectados.
Por último, para pensar las vinculaciones afectivas que pueden darse, la posibilidad de afectar y ser afectados entre existencias humanas y no humanas, retomo la noción de Adriana García Andrade y Olga Sabido Ramos (2014), quienes proponen un enfoque relacional de las emociones, como forma de vinculación entre los seres humanos. Colocan el foco de análisis en las vinculaciones afectivas que se desarrollan a través de las emociones (una vinculación emocional que puede ser sufrida o gozada), para así explicar estructuras sociales más allá del impacto individual de una emoción. Para dicho propósito, toman el término vinculaciones afectivas de Elias (1999), el cual remite a que necesitamos de los otros para la satisfacción o insatisfacción individual. Es decir, el término vinculación afectiva piensa el binomio individuo-sociedad en correlación, uno se explica por el otro. Este modo de comprender la afectividad pone su foco en el carácter relacional, en el nosotrxs, de las emociones que se desarrollan en las interacciones (García Andrade; Sabido Ramos, 2014). Teniendo en cuenta esta definición me propongo pensar esas vinculaciones afectivas con un actante no humano como es la planta, cómo se genera un nosotrxs, una adoración de la planta por sus propiedades a la vez de una humanización/antropomorfización. Ella es la que sostiene, la que da alegría. La planta representa en historias de vidas tan complejas el espacio del bienestar ante un mundo humano en distinta medida hostil frente a las problemáticas propias que acarrean las enfermedades de sus hijos e hijas y las discusiones y violencias que deben enfrentar con el sistema médico hegemónico para lograr el acceso a ciertos tratamientos o ante las negativas de médicos y médicas hacia las terapias basadas en aceite de cannabis.
Erotismos y Re-Erotismos. El Lugar para la Satisfacción
En el apartado anterior se esbozaron las coordenadas teóricas para comprender el fenómeno de la planta de cannabis teniendo en cuenta su carácter de materia vibrante y agencial, a la vez que se indicó que las cultivadoras generan una vinculación afectiva con ella. Desde esta perspectiva, planteo cómo en la interfaz entre cultivadoras y planta se configura una dimensión erótica, en tanto prevalecen momentos y experiencias de satisfacción y frustración, de placer y displacer, entre otras manifestaciones sensoriales y emociones, durante el cuidado y relación con la planta. En este apartado me detengo en aquellas emociones más positivas que sobresalen en el vínculo con la planta, a la vez que indago en cómo las cultivadoras, a partir de este vínculo, se sienten mejor consigo mismas y en sus relaciones con otras personas.
Considero que hay una relación y construcción afectiva entre seres humanos y plantas que excede, a la vez que incluye, el uso funcional del cannabis. En algunos casos sobresale una fuerte sapiencia sobre la producción y venta de productos derivados de la planta, por ejemplo, cremas o aceites, que se traduce en una fuente de ingreso, como es el caso de una entrevistada jefa de hogar a cargo de dos hijos, uno de ellos con una patología específica. Pero también la planta genera una sensación de erotismo en tanto búsqueda de placer. Si bien los análisis clásicos sobre el erotismo piensan la vinculación erótica entre seres humanos, entendida más allá de lo sexual (Barthes, 2007), me interesa proponer una lectura sobre la interrelación, la interfaz, en el nosotrxs entre humanos-planta, desde una perspectiva de género. Observo cómo se la toma como una materia viva que muchas veces se humaniza y en otras oportunidades se la endiosa, al punto de que las cultivadoras optan por una actitud “evangelizadora” frente a la planta, tal como indican. Las personas que se insertan en el mundo del cannabis como cuidadoras y que pueden observar el bienestar que produce la planta —en aceite o vaporizada— ante cualquier problemática de salud recomiendan su autocultivo y consumo.
¿Qué genera la planta? La planta de cannabis es más compleja de cultivar en relación con otras plantas, es necesario cuidarla diariamente, proveerle cierta cantidad de horas de luz y se ve amenazada ante distintas plagas. Este carácter tan especial de cuidado y el hecho de ser potencial medicina la vuelven en el relato de las entrevistadas como “LA” planta, vista y apreciada como protagonista central del mundo botánico y pseudoantropomorfizada. En el ECO se enseña cómo cuidarla y cada participante va contando los problemas que va teniendo semana a semana. La planta se presenta como poderosa, eficaz, pero también como sofisticada. Las escenas de placer no solo se vinculan con el hecho de que la planta en su ingesta tiene la capacidad de intervenir satisfactoriamente en los tratamientos sino también cuando se la ve crecer y se logra vencer algún infortunio. Planteo que existe un erotismo en tanto que, en ese cuidado que las personas le dan a la planta, ella responde de manera afirmativa y en esa ida y vuelta entre cuidado y respuesta se genera una sensación de placer, correspondencia y alegría por parte de las cultivadoras. Como sucede en el orden erótico, hay una pendulación entre la satisfacción, el cuidado del otro, la respuesta y también la frustración de no lograr que la planta crezca como es esperado. Siguiendo a Bataille (2000), entiendo que, en el erotismo, los amantes se encuentran en una búsqueda constante de alcanzar una fusión y una comunicación. Se espera comprender a la planta a partir de su observación sistemática y entender qué le sucede, qué necesita. Aunque la promesa de la posesión completa del otro es ilusoria, en la pasión la imagen de esa unión parece materializarse en un plano de gran intensidad. Esto lleva a que se den ciclos reiterados entre divergencia y convergencia, es decir, entre conflicto y reconciliación o placer (Barthes, 2001; Gregori, 1993, 2003), tal como desarrollo en mayor profundidad en el próximo apartado.
Una de las entrevistadas, cultivadora de cannabis para uno de sus hijos, separada y que vive en la Ciudad de Buenos Aires, comenta que, cuando se levanta, lo primero que hace es mirar las plantas, comienza con las de indoor, abre las puertas, las mira un rato largo y si ve que están amarillas y les hace un trasplante o les coloca algún producto. Explica que, cuando una realiza alguna acción de cuidado, la planta rápidamente “te lo hace saber, ves la mejoría”. Comenta de la alegría de ver que, cuando se las riega, se ponen “paraditas” y la autosatisfacción que le genera poder hacer crecer bien a las plantas. “Cuando las ves crecer decís, estoy haciendo las cosas bien”. La respuesta en la interacción con la planta no necesariamente implica una respuesta automática, el proceso de cultivo lleva meses. También la entrevistada le otorga capacidades humanes a la planta como son la sabiduría y el carácter comunicativo que tiene la planta; “la planta te va haciendo saber qué le falta, qué le sobra y lo hace todo el tiempo”. Este carácter comunicativo de la planta es relatado haciendo alusión a cierto carácter humano de la planta, ella transmite su estado anímico y sus necesidades. En el libro La historia de Mamá Cultiva. Argentina (2018), en uno de los testimonios se indica que “desarrollamos la paciencia y el respeto a través de un nuevo vínculo con esta planta, un ser vivo que habitaba en nuestra casa” (Salech, 2018, p. 43).
En el ECO se habla de la importancia de que la planta esté “relajada” y evitar su estrés, una emoción que opera negativamente tanto en la planta como en las personas. Sobresale la importancia de cuidarla proveyéndole luz, calor y cuidados. Otra de las cultivadoras comenta que para ellas las plantas no escuchan, pero igualmente, en el afán de transmitirles y devolverles un poco del amor del que ellas le dan (“cura” a su hijo que padece autismo y le da trabajo), les habla y les pone música clásica, Mozart. Esta entrevistada, que es madre soltera de tres hijos y cultiva para uno de ellos, comenta que cuando ve que sus plantas responden positivamente a sus cuidados, grita efusivamente “Vamos”. También me envía fotografías donde se la ve feliz entre sus plantas vibrantes, verdes y buscando la luz del sol. Para ella las plantas sienten la energía y el cuidado que se les brindan. En esos momentos de correspondencia entre ella y la planta “aflora” el bienestar del vínculo y se ve el fruto de su trabajo diario.
Como comenté anteriormente, la planta pasa a ser en el hogar un actante que genera placer y alegría. Una cultivadora para uso propio comenta que mira a la planta, la huele, la toca. “Le digo un buen día, les tiro amor y les digo mira como creciste, qué linda que estás”. Su balcón se volvió un “estallido de plantas”, a las cuales comprende y observa atentamente cada día. Se observa que tal como en el erotismo se estimulan los distintos sentidos humanos (olfato, vista y tacto) como forma de expresión de amor hacia la planta.
Otra de las entrevistadoras le da un lugar central a la planta, al igual que cualquier otra relación que pueda tener con seres humanos o no humanos. La antropomorfiza, busca similitudes con su propia existencia, pero la respeta sin querer moldearla a su beneficio. Entiende a la relación que establece con la planta como una relación social porque la obliga a socializar.
Para mí son seres como los perros y los gatos, tengo dos perros y dos gatos. Saludo a todos cuando me voy y cuando llego. Les digo chicas pórtense bien u ojo hoy va a llover. Les hablo como si me escucharan, igual que a mis perros y gatos. Los días de trasplante o de trabajo con ellas, son días como hoy, de sol, que me pongo música, que me siento en el patio horas a pasar con ellas.
La entrevistada explica que, a partir de estar con las plantas, nota que algunas de ellas tienen más ganas de vivir que otras:
Hay unas plantas que les ponemos techo y crecen igual, y hay otras que son tímidas que llegan a términos con timidez. Las plantas tienen personalidad […] Cuando hacemos esquejes es lo mismo, algunos agarran rápido, otros no tanto. Automáticamente les asigno una personalidad, mira cómo se envalentonó este esqueje, aunque las condiciones no eran óptimas.
La presidenta de Mamá Cultiva comenta, en la entrevista individual que le realicé, que quienes coordinan en los ECO les explican a sus participantes que traten de no dotarle de personalidad a las plantas porque después puede darles penas cortarlas, aunque entiende que es inevitable encariñarse con ellas. Otra de las entrevistadas también las humaniza por la importancia que tienen en su vida. Dice “van a darme tanto. No puedo no hablarles, sentirme agradecida con ellas”; a la vez que las dota de carácter humano, en tanto les atribuye autonomía y deseo: “quizás alguna planta no quiera llegar a su fin de ciclo”, “si alguna no tiene ganas de vivir, la entiendo si yo no tengo ganas de vivir”, comenta en broma.
Sobresale también en otra de las entrevistas a una referente del movimiento cannábico que articula con Mamá Cultiva, pero que no es parte de la organización, una tensión entre una visión más instrumental de la planta, “es una planta anual que da un fruto, no creo que la estoy matando, es un ciclo”, a la vez que el hecho de cosechar la planta lo realiza sin ansias de dominarla y sin realizarle múltiples intervenciones para sacar su máxima producción. En este argumento que desarrolla la entrevistada se realiza una superposición entre el carácter masculino y femenino en la producción, las mujeres “en general, portantes de vulva o no, poseen una relación más respetuosa y delicada con la Naturaleza”, indica. Por el contrario, para ella “los varones tienen un montón de técnicas para estresarla, es más avasallante. Ellos están como en el laboratorio de Dexter todo el tiempo, la mujer tiene más a flor de piel contemplar a la planta, entender su lenguaje y tiene más capacidad de aprender”. Aparece la idea de la planta como femenina y el carácter de las mujeres más asociadas a un prototipo diáfano de lo natural. Estas reflexiones se sustentan en miradas ecofeministas clásicas de mediados de la década de 1970, que buscan reapropiarse del discurso patriarcal que afirmaba que las mujeres eran inherentemente naturales, en un sentido peyorativo. Las primeras ecofeministas asumen de manera positiva la identificación de lo femenino con la naturaleza y le asignan valores de superioridad. Sobresale un esencialismo que expresa que varones y mujeres poseen esencias opuestas, “las mujeres se caracterizarían por poseer un erotismo no agresivo y por aptitudes maternales que las predispondrían al pacifismo y a la preservación de la naturaleza. En cambio, los varones se verían naturalmente abocados a ser competitivos y a tener actitudes más destructivas” (Díaz Estévez, 2019, p. 8).
En distintas instancias que observé presencialmente, aparecen diálogos entre algunas activistas que se adecuan a perspectivas binarias de los géneros con rasgos más bien esencialistas, y otras que consideran su carácter de construcción social. En torno a este punto retomo un intercambio que presencié sobre si ser cuidadoras es innato. Quienes poseen una mirada más cerca de lo social argumentan que el hecho de que las feminidades cuiden se debe a que desde pequeñas fueron socializadas para ese fin, jugar a las muñecas, cuidar a hermanas/os, colaborar en el hogar; mientras que quienes se ubican más cercanas al carácter biológico entienden que existe una condición relativa al instinto, “que nace desde dentro” y que tiene una explicación más bien esencial de las mujeres11. Algo a destacar es que no son posiciones cerradas, siempre aparece el respeto y la apuesta por la reflexión y la argumentación.
La planta también genera una re-erotización y empoderamiento de quienes la cultivan. Es para las cultivadoras que consumen cannabis un ámbito de terapia, para sentirse mejor consigo mismas y para mejorar en sus vínculos con sus familiares. Una de las entrevistadas quien cultiva para su hijo define con una breve y contundente expresión que para ella es “calidad de vida”. Comenta que antes de conocer a la planta, aunque no tiene ni 40 años, se sentía y autopercibía como de 80 años; el cuidado de su hijo, de quien se hace cargo sola, no le permitía dormir, solo podía ir del trabajo a la casa y de la casa al trabajo, un encerramiento en su hogar, el único espacio donde su hijo se sentía contenido. Si bien ella no consume cannabis, el aceite para su hijo le permitió mejorar en su cotidiano y poder volver a ver gente y su hijo pudo revincularse con sus abuelas y primos y quedarse al cuidado de niñeras, las cuales ante el cuadro de su hijo renunciaban rápidamente. Muchas de las madres que cultivan cannabis para sus hijas e hijos comienzan ellas también a consumirlo para sentirse más tranquilas.
La planta aparece como el espacio terapéutico para las propias cultivadoras, muchas veces luego de haber intentado terapias más convencionales como las psicoanalíticas. Una de las entrevistadas que consume cannabis, además de cultivar para su pareja quien padece una depresión, comenta que el cannabis es su refugio. Otra de las entrevistadas que cultiva para su hijo y para ella indica que muchas veces su relación con su otra hija queda relegada dado que su atención está enfocada en los cuidados hacia su hijo que tiene una enfermedad denominada como “ultrarrara”, en los trámites burocráticos que debe realizar y en su trabajo tanto por fuera como dentro del hogar. Esta situación la lleva a que la atención hacia su otra hija adolescente le resulte dificultosa, y a través del consumo de cannabis encuentra un espacio de calma y relajación para poder escucharla y enfocarse en lo que ella necesita. Asimismo, aparecen testimonios de alegría y empoderamiento a partir de haber podido llevar correctamente a término el cultivo de la planta, teniendo en cuenta el esfuerzo que conlleva, tal como detallaremos en el próximo apartado. La importancia de la búsqueda del bienestar se enmarca en un contexto de cultura New Age y de la búsqueda de la espiritualidad. Como explica Carozzi (2000), en el contexto de la transición democrática argentina, el movimiento de la Nueva Era ofrecía guiones para la transformación individual, la liberación del cuerpo, la sacralización del self y la naturaleza, la sanación, el desarrollo de la autonomía y modos de vida antiautoritarios y, en varios aspectos, convergió con las reivindicaciones de las organizaciones feministas de aquel momento. Esto se profundizó a lo largo de las siguientes décadas, a partir de Internet, las redes sociales, el mercado y las industrias culturales (Felitti; Abdala, 2023).
Cuando no Sucede lo Esperado
“Si el amor a veces es rosa, el rosa concuerda con el negro, ya que sin él sería el signo de lo insípido. ¿Tendría el rosa sin el negro, el valor que loca a la sensibilidad?”, escribe Georges Bataille (2000, p. 195). La adoración que poseen las personas cultivadoras por la planta se observa en que la consideran como la puerta no conocida para el tratamiento de sus hijos e hijas, para encarar de una manera más armónica su vida cotidiana y como “terapia espiritual”, tal como indica una de las entrevistadas que cultiva para consumo personal. Sin embargo, como en todo vínculo erótico, la relación con la planta no necesariamente resulta como se espera y aparecen conflictos. En este apartado examino la tensión erótica que aparece entre adorar a la planta y humanizarla, teniendo en cuenta lo negativo que implica para las cultivadoras esa interfaz.
Existen situaciones en las que la planta no llega a concluir su ciclo. En el ECO hay un encuentro dedicado exclusivamente a plagas y problemas que puede acarrear el cuidado de la planta. Como explica una de las personas encargada de coordinar el espacio, “la planta puede no llegar a su ciclo por alguna razón climática o por algo propio de la planta. También puede que se haya tenido excesivo cuidado por la planta”. La ansiedad respecto a que la planta crezca y de los frutos esperados se vislumbra en cada encuentro. Las y los asistentes al ECO preguntan en distintas oportunidades por los plazos y comentan sobre las angustias y ansiedades que les genera el crecimiento de la planta. Ante esto, los y las coordinadoras del ECO repiten, de modo jocoso, en cada encuentro la “lección 1 para cultivar la planta es saber esperar”. Existe una pedagogía de la espera: entender los ciclos y los estados de la planta, por ejemplo, la planta se “estresa” fácilmente ante los cambios de luz, espacio y temperatura, así como tratar de que no gane la ansiedad ni la angustia. En la espera hacia la planta aparecen lógicas similares a las esperas en el amor (Pecheny; Palumbo, 2017). En ambos casos hay alguien que espera y otra persona que hace esperar, pero esto no implica que haya un sujeto activo que hace esperar y otro que espera pasivamente, como tampoco hay una intención racional de poder. Este último punto es claro en la relación entre plantas y humanos, pero sí hay uno que se hace esperar (la planta) y un humano que mantiene esa espera por diferentes motivaciones.
Una explicación que circula constantemente para comprender mejor los efectos del cannabis se basa en que la dosificación y la calidad de la planta varían en cada persona. El hecho de que no se sabe a ciencia cierta cuántas gotas se necesitan y por cuánto tiempo la cepa de una planta va a generar los efectos esperados, nos da la pauta de cierto nivel de incertidumbre que posee el tratamiento de cannabis hoy, entre sus usuarias y usuarios. Si bien hay una sinergia con el saber científico, trabajo articulado con profesionales de la salud y redes con el sistema médico argentino12, buena parte de la información que poseen los consumidores y las consumidoras se basa en experiencias propias y compartidas con otras usuarias y otros usuarios, lecturas de libros y de sitios de Internet y la expectativa de que algo distinto, más allá de lo racional, pueda suceder. Una de las entrevistadas, cultivadora para su hijo, indica que con su hijo llaman al gotero de aceite de cannabis como “las gotas de los superpoderes” y me muestran durante la entrevista al envase con un sticker de un superhéroe.
Existe con la planta, tal como fui desarrollando, una relación amorosa constituida por la dimensión utópica del amor a la vez que implica una lógica racional. Eva Illouz retoma de Victor Turner (1974) la noción de liminalidad de la arena religiosa para pensar al amor de pareja. Este fenómeno implica la inversión de las jerarquías del orden normal y la liberación de energías comunales, que normalmente están reprimidas, para la fusión en un vínculo orgánico. A través de la liminalidad existe la posibilidad de ubicarse al margen de la propia posición social. Illouz se refiere al concepto de liminalidad entre las y los amantes del siguiente modo:
Lo liminal explora los límites de aquello que el grupo social permite, controla y sanciona ritualmente. Por ende, contiene elementos de transgresión, pero también mecanismos para restablecer el orden “normal” de las cosas. En este sentido, el amor romántico posee un carácter sagrado porque reafirma la supremacía de los individuos, en sus vínculos amorosos, y pone en acto simbólicamente, mediante la inversión de las categorías, los ritos de oposición al orden social establecido
(Illouz, 2009, p. 29).No obstante, la experiencia liminal y el “acceso” a la utopía romántica están inscriptos en el marco de condiciones sociales e institucionales, dinámicas instrumentales, símbolos, valores y relaciones de clase (Illouz, 2009). Trayendo este universo a las plantas, esta tensión puede encontrarse también en los relatos de las cultivadoras. Para ellas la planta posee un carácter más bien místico o de adoración, pero siempre resaltan el saber científico que existe en torno a ella, como por ejemplo sobre el sistema endocannabinoide explicitado anteriormente.
El trabajo con la planta que realizan las informantes es propio de lo que sucede con cualquier investigación que posea carácter científico. Aparece en las entrevistadas una constante observación de sus hojas, sus estados, ciclos y etapas —cuándo cultivar, qué herramientas se necesitan, dónde llevar a cabo los cultivos—, tomar notas sobre sus cambios en “un cuaderno de cultivo”, tal como sugieren en los ECO. Como indiqué anteriormente, uno de los encuentros se enfoca en las plagas que pueda sufrir la planta y se asesora sobre distintos procedimientos, tipos de problemas que tengamos que enfrentar y cuáles son las soluciones, tanto las económicas como las que podemos desarrollar con fórmulas caseras. La planta requiere mucho tiempo y trabajo de cuidado. Se observa entonces que en el cultivo se usan ciertas herramientas más “científicas” como son la observación sistemática y la búsqueda de regularidades y diferencias para lograr un fin: la obtención de cogollos voluminosos para hacer aceite. Pero la forma de aprender está dada mayormente por la intuición, la paciencia y el cariño que se establecen con la propia planta. En resumidas cuentas, prevalece un trabajo cognitivo mediado por la afectividad. La física feminista Evelyn Fox Keller (1991) sostiene en esta línea que, frente al supuesto carácter androcéntrico de la ciencia —vinculado a la objetividad y a la razón—, distintos descubrimientos científicos se han debido a formas de investigar que se alejan de lo objetivo y que han tenido como disparador la intuición y la paciencia, relacionadas con estereotipos femeninos considerados por fuera del método científico (Urkaregi Etxepare, 2017).
Cuando el resultado con la planta es el esperado, se lo asocia a una idea de felicidad. Una de las entrevistadas explica esta idea cercana a lo “divino” esbozando una retórica cercana a lo científico; resalta que la planta está vinculada a la felicidad debido a su relación con el sistema endocannabinoide. “El cannabis genera una sensación de felicidad debido a que nuestro cuerpo activa la anandamida y la serotonina que poseemos los humanos. La planta en tanto posee componentes similares genera esta sensación de felicidad. Anandamida significa felicidad en sánscrito”. Sin embargo, tal como desarrollo en este apartado, aparecen distintas situaciones de enojo o frustración cuando una planta no genera los efectos esperados o cuando, por la frecuencia de su uso, el cuerpo se acostumbra a cierta cepa y ya no desarrolla la misma potencialidad. Este no saber si la planta funcionará o no genera sensaciones de incertidumbre, de incógnita y de lo incontrolable propio del discurso erótico y amoroso (Kohan, 2020). Tal como sucede en el erotismo entre seres humanos, prima lo no garantizado. La materia viva de la planta aparece en tensión con el deseo de las cultivadoras: llevar a término el proceso de producción. En la interfaz entre planta y cultivadoras se vislumbra el conflicto como otra característica más de su red, su vínculo.
Conclusiones Preliminares
En este trabajo me propuse sistematizar algunos hallazgos preliminares de una temática en la cual estoy incursionando y cuya potencialidad considero relevante en tanto nos permite repensar los erotismos en el vínculo entre seres humanos y un actante no humano: la planta de cannabis. En pos de aportar otra mirada al campo de estudios sobre cannabis, desde una perspectiva de las ciencias sociales, presenté distintas aristas afectivas que se generan en la interfaz entre plantas y cultivadoras. Los relatos aquí desarrollados son de mujeres que devienen cultivadoras mayormente en su afán de cuidar/maternar y atestiguar que hay otros enfoques de salud y enfermedad que sobrepasan al modelo médico hegemónico. En esta interconexión entre plantas y cultivadoras, se configura una existencia menor que puja por el reconocimiento de derechos. Si bien en este artículo no me enfoqué en la arista política del movimiento de Mamá Cultiva, me parece central resaltar que estas mujeres, además de luchar por la despenalización del consumo personal en términos de libertades individuales, le muestran a la sociedad, al Estado y al propio movimiento cannábico la potencia de la planta en la ayuda y colaboración en los cuidados. La planta opera como una terapia que les permite estar mejor con ellas mismas y en sus relaciones, poder disponer de más tiempo, cuidar de una manera más eficiente y darles un mayor bienestar a las personas que la consumen. Desde el cruce entre feminismo y cannabis, en la interrelación entre planta y cultivadoras, ellas se convierten en testigas primordiales sobre los atributos de la planta y ponen en agenda la importancia de la despenalización de su consumo, para lograr una sociedad más justa y respetuosa del individuo, pero también en tanto mejora la calidad de vida y reduce las tareas de cuidados que estas mujeres desempeñan cotidianamente.
Respecto a la interfaz afectiva entre cultivadoras y la planta de cannabis, esta posee las ambivalencias del erotismo, el placer, la incertidumbre y el rechazo. Más que una visión dicotómica con el mundo no humano aparece tanto la comprensión como la frustración frente a los estados de la planta. La planta se vincula con las cultivadoras de distintos modos que fui desarrollando y nos permite ver que su materialidad viva cuestiona la pretensión humana de ciertos resultados esperados. A lo largo del texto fui presentando tensiones entre ellas humanas y ellas no humanas donde puede observarse cómo se constituye su relación, se afectan y son afectadas.
Asimismo, las cultivadoras adoran a la planta en tanto ven en ella una llave, no dada a conocer exhaustivamente por la ciencia, para tener una mejor calidad de vida. En el vínculo erótico que se genera entre la planta y las integrantes de Mamá Cultiva Argentina aparece una dinámica de erotismo y amor, que se potencia por el hecho de que es un medio que encontraron para cuidar a otras personas, darles bienestar ante patologías y dolencias en muchos casos extremas.
Para investigar a la planta, estas mujeres se valen de algunos de los métodos científicos como es la observación, la experimentación y la sistematización, pero las guía en buena parte la intuición y el afecto que van configurando con la planta y la búsqueda de soluciones y estados de bienestar que encuentran y les da la planta. La interfaz afectiva entre cultivadoras y plantas zigzaguea y existe entre la adoración y la racionalidad. Tal como sucede con el orden erótico en el mundo de las y los amantes, la liminalidad es parte del vínculo, se le adjudican a “LA” planta atributos de lo divino, como planta mágica, pero también de lo humano: la escucha, el cuidado, la reciprocidad, el disfrute compartido como así también la imposibilidad del otro, humano como no humano, y la frustración de que no de los resultados anhelados luego de meses de cuidados.
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Notas
Notas de autor
Marco Vinicius de Castro, https://orcid.org/0000-0002-9916-7470