Revisión Crítica
Mezzadra, Sandro y Neilson, Brett Confini e frontiere. La moltiplicazione del lavoro nel mondo globale Bologna: Il Mulino, 2014, 465 pp.
Mezzadra, Sandro y Neilson, Brett Confini e frontiere. La moltiplicazione del lavoro nel mondo globale Bologna: Il Mulino, 2014, 465 pp.
Papeles del CEIC. International Journal on Collective Identity Research, núm. 1, pp. 1-7, 2017
Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea
Mezzadra Sandro, Neilson Brett. Confini e frontiere. La moltiplicazione del lavoro nel mondo globale. 2014. Bologna. Il Mulino. 465pp. |
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En este libro, que es la edición italiana del volumen Border as Method, or, the Multiplication of Labor, Durham, Duke University Press, 2013, los autores retoman, amplían y desarrollan ideas esbozadas anteriormente en otros artículos científicos1.
Como el título de la edición inglesa recuerda, con este ensayo Mezzadra y Neilson, respectivamente, profesores de Filosofía política de la Università di Bologna y del Institute for Culture and Society de la University of Western Sidney, quieren proponer el concepto de frontera como método. ¿A qué se refieren? La noción de frontera adoptada por estos pensadores2, influida por la elaboración de Balibar entre otros, ha de entenderse en una acepción muy amplia: lejos de remitir a una dimensión únicamente geográfico-territorial, alude a distintas dimensiones de tipo social, cultural, político y económico (p. 9). Así pues, la sugestiva imagen con la que se abre el primer capítulo, la de las huelgas de los taxistas de Nueva York, es adoptada como metáfora de las distintas fronteras de tipo lingüístico, urbano y sociales que han de ser atravesadas por los propios trabajadores de ese sector a la hora de emprender y organizar determinadas luchas.
Afirman los autores que el mundo contemporáneo está caracterizado tanto por una increíble proliferación de fronteras, como por una creciente heterogeneidad del espacio global, procesos que contribuyen a rearticular continuamente las escalas geográficas. Es importante poner el acento sobre este segundo aspecto, que marca una diferencia no solamente cuantitativa sino cualitativa: además de multiplicarse, las fronteras cada vez menos pueden ser identificadas con las líneas de separación existentes entre Estados-nación, y cada vez más se configuran como dispositivos móviles, que aparecen y desaparecen, desarticulan y rearticulan espacios, y se solapan a veces con otros tipos de fronteras.
Otra característica de la frontera es que no es un muro. Con esto nos alejamos de las narrativas de la “Fortaleza Europa”, que conciben las fronteras como obstáculos o impedimentos totales al tránsito de personas. La crítica de muchos movimientos altermundialistas a la globalización, por permitir la circulación de mercancías pero no de personas, aun estando informada por principios éticos meritorios olvida un punto analítico esencial: que las personas también son una mercancía, una mercancía particular llamada “fuerza de trabajo” (p. 37) -categoría marxiana con la cual es entablado un profundo diálogo a lo largo de toda la obra- . Lo que hace una frontera no es simplemente “incluir” o “excluir”, dado que ambas cosas pueden darse a la vez y, lo que es más, puede haber procesos de “inclusión diferencial” enfocados a filtrar, regular, disciplinar los distintos tránsitos de personas, dinero y objetos, produciendo jerarquías variadas y niveles diversificados de subordinación, pero también activando procesos de subjetivación.
Para despejar cualquier duda, las migraciones en sí no son el objeto teórico de este ensayo. Lo cual no quita que de migraciones se hable, y mucho: pero los interrogantes de fondo se enmarcan dentro de un escenario más amplio y (positivamente) ambicioso: de lo que se trata es de indagar en los procesos y las transformaciones que han ido afectando a la naturaleza del trabajo en el capitalismo contemporáneo, y de hacerlo utilizando el concepto de frontera como herramienta teórica y metodológica. En efecto esta noción, además de las acepciones reseñadas anteriormente, opera también como dispositivo epistemológico: al producir diferenciaciones, jerarquías y esquemas conceptuales, en última instancia, produce efectos cognitivos. Es por eso que la frontera representa tanto un objeto de investigación, como un punto de vista epistemológico y un método para el análisis crítico (pp. 33-35). Objetivo de los autores es entonces “registrar y analizar la relación entre distintos tipos de fronteras, así como las luchas y los conflictos epistémicos que nacen en torno a ellas” (pp. 45-46).
En los nueve capítulos que conforman el volumen asistimos a un diálogo con una bibliografía extensísima e interdisciplinar, desde los estudios poscoloniales a los feminismos, pasando por Marx, Foucault, Gramsci, el operaismo, y una amplísima literatura de ciencias sociales y humanas -para citar algunas referencias: Brown, Canclini, Harvey, Lazzarato, Mohanty, Sassen, y un largüísimo etcétera- , con una importante presencia de fuentes etnográficas y antropológicas y, por supuesto, de los estudios críticos sobre migraciones. Sin ninguna pretensión de completitud, proporcionaré un rápido esbozo a los contenidos de las secciones sucesivas.
El segundo capítulo se titula Fabrica Mundi e indaga sobre las razones por las que la idea de frontera suele activar un entendimiento casi siempre de tipo geográfico. Para ello, ahonda en el planteamiento ya esbozado de que la producción de fronteras territoriales y políticas ha ido históricamente de la mano de la producción de fronteras cognitivas. Con este objetivo, recorre el surgimiento de la cartografía moderna y su relación con la acumulación originaria de capital, para posteriormente abordar los estudios de área, instituidos a mediados del siglo XX en Estados Unidos.
Sin pretender reducir la complejidad de las argumentaciones expuestas, puede resumirse muy grosso modo que, si la primera había generado un entendimiento del mundo informado por la idea de civilización(es), en cambio los segundos -fruto de una nueva hegemonía política, económica y militar- trajeron a colación la emergencia de otra abstracción meta-geográfica, conceptualizada mediante la representación de distintas “regiones mundiales”.
Al tercer capítulo le corresponde abordar las “fronteras del capital”, es decir, analizar de qué manera se constituye y articula globalmente el espacio económico contemporáneo (pp. 89-90). Ahondar en la idea de fronteras del capital sirve exactamente para reiterar la no correspondencia, cada vez más manifiesta, entre los procesos de acumulación de capital y la dimensión del Estado-nación. Lo cual remite a la heterogeneidad del espacio global, atravesado por una multiplicidad de ensamblajes donde la producción, valorización y acumulación capitalista se articulan de manera novedosa con las geografías existentes y establecen relaciones cambiantes con el actor estatal: “las fronteras del capital establecen también sus propias líneas de conexión y desconexión, siempre excedentes con respecto de las fronteras políticas” (p. 99). Este proceso se interconecta a su vez con la “multiplicación del trabajo”, otro concepto central que, aun no siendo contrapuesto a la categoría de “división internacional del trabajo”, es considerado más oportuno y analíticamente rico. Es que el trabajo se ha ido “multiplicando” cuando menos en tres sentidos: 1) porque se ha intensificado y ha colonizado crecientemente la vida de los sujetos; 2) porque se han diversificado los tipos de trabajos y de necesidades; 3) porque, al organizarse a través de una increíble pluralidad de regímenes jurídicos y sociales, se ha vuelto más heterogéneo.
En este contexto, carece de sentido (si es que alguna vez lo tuvo) la búsqueda de un sujeto unitario capaz de impulsar procesos de transformación social. No es por eso menos interesante indagar sobre algunas figuras contemporáneas del trabajo que parecen asumir cierta relevancia analítica (capítulo cuatro). El interés por las subjetividades migrantes, ya introducido al principio, se da por tanto en estos términos teóricos y dentro de este aparato conceptual: “Puesto que la mercancía fuerza de trabajo no puede ser separada de su ‘portador’, el cuerpo físico del trabajador, su producción afecta necesariamente a los sistemas de disciplina y control a los que este cuerpo está sujeto” (p. 133). En esta línea, el resto del capítulo está dedicado a profundizar dos figuras del trabajo, aparentemente situadas en los antípodas por lo que respecta a condiciones laborales y remuneración, como son la trabajadora doméstica y el trader financiero, las cuales sin embargo encarnan determinadas cualidades (afectivas y cognitivas) bien típicas de la actual fase “posfordista” y comparten un papel de (re)producción social para nada secundario: en el primer caso la reproducción de otros seres humanos, y en el segundo de la relación social de capital (p. 153).
Aplicando ahora la noción de frontera a la dimensión temporal (capítulo quinto), los autores proponen una interesante re-lectura de algunas teorizaciones críticas, a menudo asumidas por actores políticos contra-hegemónicos, caso de los tópicos sobre los campos de detención para migrantes. Alejándose netamente de la visión de Agamben, plantean que éstos “sirven menos como medios de exclusión que como medios de regulación del tiempo y la velocidad de los movimientos en los mercados laborales” (p. 170). También cuestionan la división demasiado simplista entre migración “cualificada” y “no cualificada” (a menudo asociada a la separación paralela entre migración “legal” e “ilegal”), aportando ejemplos de prácticas, como la del body shopping de los trabajadores indios altamente cualificados del sector informático, orientadas a generar sistemáticamente retrasos y esperas en el tiempo de contratación. Esto, junto con otros abundantes ejemplos (como los sistemas de permisos por puntos y los tests de integración adoptados por varios gobiernos europeos), les hace cuestionar la efectiva relevancia de las capacidades profesionales (skills) como único o principal mecanismo de selección y diferenciación de la fuerza de trabajo migrante, para destacar la existencia de una zona gris nada secundaria entre trabajo “cualificado” y “no cualificado”.
El sexto capítulo se encarga de abordar la cuestión del poder, una temática que no podía ser ajena a este debate. Su título: “La máquina soberana de la gubernamentalidad”, es todo un programa de las intenciones y las referencias que serán manejadas. De una manera muy simplificada, se sostiene que ni las concepciones soberanas del poder, ni aquellas centradas en la idea foucaultiana (y anglo-foucaultiana) de gubernamentalidad son adecuadas para entender y explicar las “luchas de frontera” contemporáneas -esas luchas que desafían las fronteras y tratan de sustraerse a sus prácticas de disciplinamiento e inclusión diferencial- . En cuanto a la soberanía, se critica un uso “monolítico” de la noción, anclado en la idea de Estado e inviable ante las configuraciones actuales del poder, que combinan variados elementos de soberanía, disciplina, biopoder, etc.; en última instancia se plantea la necesidad de quitarle al concepto “la máscara mística que lo envuelve” (p. 256) y de superar su nacionalismo metodológico. Por otra parte, la subjetividad gubernamental del individuo “libre” empresario de sí mismo, paradigmática de la racionalidad política neoliberal, no rinde cuenta de las luchas y los conflictos, a menudo extremadamente violentos, que tienen lugar en la frontera: aquellos escenarios donde la coerción y el consenso no se subliman en la “conducción de la conducta” de uno mismo y de los demás, y donde las políticas de “gobernanza” y gestión migratoria terminan produciendo -entre otras cosas- represión, detenciones y muertes. Es cierto que en la frontera se despliegan muchas prácticas y racionalidades de tipo gubernamental: desde los discursos humanitarios que cada vez más antes que oponerse a las políticas securitarias les son internos, hasta diversas tecnologías de cálculo, medida y estándares, agencias y actores no estatales, saberes expertos, etcétera. Pero éstos no agotan el entramado de prácticas posibles, especialmente en aquellos casos donde las propias reglas de la gubernamentalidad sean desafiadas, es decir cuando los sujetos decidan “libremente” no respetar sus leyes de funcionamiento. Desde esta perspectiva las fronteras entre soberanía y gubernamentalidad se vuelven borrosas; tal como afirman Mezzadra y Neilson: “La soberanía de la que hablamos es a la vez inmanente a la gubernamentalidad -porque tiende a estar sujeta a su racionalidad- y trascendente con respecto de sus dispositivos, pues mantiene su autonomía, de otra forma no le sería posible actuar como un suplemento de la gubernamentalidad” (p. 285).
Algunos de los lugares en los que esta “máquina soberana de la gubernamentalidad” se materializa son las zonas de libre comercio, zonas económicas especiales, enclaves off-shore y new towns estudiadas especialmente en los contextos chino e indio (séptimo capítulo). Entablando un diálogo con los trabajos, entre otros, de Ong y Pun Ngai, y basándose en su propia experiencia dentro del proyecto de investigación Transit Labour, los autores hacen hincapié en los procesos de “continua heterogeneización y fragmentación del espacio” (p. 268) a los que estos lugares están siendo sujetos. Y para concluir la obra, vuelven al espinoso tema de la subjetividad. Primero (capítulo octavo) recorriendo la crisis histórica del binomio ciudadano-trabajador (y varón), que había representado el paradigma del sujeto hegemónico a lo largo del siglo XX tanto en la Unión Soviética como en los Estados Unidos. La invitación a repensar al sujeto fuera de este dualismo, y en su ambigüedad a caballo entre subjetivación y sujeción, se entrelaza con aportaciones al debate de las últimas dos décadas, haciendo referencia a las contribuciones de Hardt, Negri, Virno, Rancière, Laclau, Mouffe y Balibar entre otros. En este debate vuelve a ser central el concepto de frontera: si se evita concebirla únicamente como un instrumento de dominio y coerción, o como un mero límite, se podrá prestar atención a la producción de subjetividades que acontece en las luchas de frontera; luchas que a su vez “no son combatidas solamente en la frontera, o cuando menos no solo. Tienen consecuencias y resonancias que se extienden y se manifiestan en el centro de espacios políticos unificados” (p. 336). Está entonces al orden del día el tema de la traducción de las luchas, una traducción entendida gramscianamente3, como un proceso meta-lingüístico arraigado en una praxis social y en experiencias encarnadas, y contrapuesta polémicamente a la idea de articulación propuesta por Laclau y Mouffe, de cuya idea schmittiana de la política derivaría un concepto de exclusión demasiado unívoco y simplista (incapaz de pensar la inclusión diferencial) y limitado dentro de una dimensión estatal de la acción política que no es de recibo. De lo que se trata es de “traducir el común” (capítulo noveno), y de hacerlo utilizando la frontera como método: eso no implica, por supuesto, adherirse a una noción del común supeditada a la lógica estatal (ni menos aún coincidente con la idea de “público”), pero tampoco significa adoptar una ilusoria noción cosmopolita y universalista. Es que la construcción del común, aun desafiando las fronteras, también está atravesada por ellas: así pues, no se trata de reivindicar de manera idealista su abolición, sino que “lo que cuenta es la calidad de las relaciones sociales que son construidas y reproducidas a través de las fronteras” (p. 353).
“Confini e frontiere” es un libro complejo, de aquéllos que necesitan tiempo para sedimentarse y ser asimilados. A pesar de su abundante tamaño, el volumen mantiene una intensidad constante y una densidad conceptual riquísima que aquí ha podido ser solo esbozada. No cabe duda de que se trata de una lectura muy actual y casi obligada para cualquier persona que esté interesada en los estudios migratorios, las transformaciones del trabajo o la naturaleza de las dinámicas globales contemporáneas, y para muchas más. Sus brillantes aportaciones representan un hervidero de ideas e intuiciones, y sin duda contribuyen de manera importante a enriquecer preguntas y agendas de debate, investigación y militancia.
Notas