Revisiones y Recensiones
Horizonte y compromiso editorial de la revista
Horizonte y compromiso editorial de la revista
Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, vol. 15, núm. 2, pp. 1406-1410, 2017
Fundación Centro Internacional de Educación y Desarrollo Humano
Aportar con la difusión a la construcción de conocimiento en niñez y juventud: Hacia la consolidación de un campo transdisciplinario, contextual y comprometido ética y políticamente con el cambio social.
La construcción de conocimiento en los campos de la niñez y la juventud se enfrenta a grandes desafíos: ¿Desde qué marcos teóricos, epistemológicos y metodológicos podemos pensar hoy infancias y juventudes que expresan una pluralidad inagotable de formas de ser y existir? ¿Qué procedimientos académicos o extraacadémicos favorecen la comprensión de mundos infantiles y juveniles en los que cohabitan estructuras residuales de participación, educación y socialización, con prácticas emergentes de acción política, de interacción, de relación con las tecnologías, de nuevos hábitos de consumo, de maneras creativas de subjetivación y comunicación? ¿Cómo abordar las condiciones de vida de niños, niñas y jóvenes que en contextos como los de América Latina están cobijadas por diversos procesos de exclusión social, de precariedad económica y vital, de desigualdades, injusticias, opresiones y violencias con profundas raíces históricas y considerables niveles de naturalización? ¿Cómo transcender la sola producción teórica y la necesaria comprensión de las realidades para construir nuevos mundos y posibilidades de vida digna no para los niños, niñas y jóvenes sino de la mano con ellos y ellas, desde sus perspectivas, sentidos, voces y formas de expresión?
Se requiere avanzar, como se ha venido haciendo, hacia abordajes críticos y transdisciplinarios que permitan aprehender e intervenir en las complejidades del mundo social y en las realidades concretas de la niñez y la juventud. Desde luego, bien sabemos que la misma constitución de la infancia y la juventud como “objetos de conocimiento” se ha desarrollado a través de contribuciones significativas realizadas desde distintas disciplinas y nodos de reflexión. La noción de infancia, por ejemplo, como explicó Sandra Carli (2011), se ha configurado desde los más variados aportes del psicoanálisis, la sociología, el derecho, el trabajo social, los estudios literarios, los estudios de la comunicación y la cultura, la antropología, la historia, entre otros. Además, se ha soportado en toda clase de imaginarios y representaciones que en ocasiones circulan de manera contradictoria: “menores de edad”, personas necesitadas de protección, objetos de intervención y cuidado, sujetos de derechos, por mencionar algunos de los lugares simbólicos en los que se ha pretendido situarles. Sin embargo, pese a que son muchos los enfoques, así como las temáticas y problemáticas, las tendencias en la investigación social y cultural relativa a las infancias apuntan hacia lugares cada vez menos homogenizadores, abstractos y disciplinares, y cada vez más plurales, contextuales y relacionales.
Las múltiples formas de ser niño o niña y las complejidades de las experiencias infantiles han conducido a formas de investigación más flexibles y abiertas, tanto en términos teóricos como metodológicos, que transitan por los intersticios de las disciplinas y se resisten a abordajes reduccionistas o centrados en la percepción de los niños y niñas como ciudadanos de segunda categoría o como sujetos sin agencia. Los despliegues en el campo de estudio de la niñez han venido cuestionando el pretendido carácter universal y ahistórico de la infancia, la reducción de los niños y niñas a depositarios de tradición o de las enseñanzas de los adultos, y las lecturas exclusivamente biologicistas o centradas en las vulnerabilidades y las carencias. En su lugar, desde enfoques situados o locales (sin decir con ello particularistas), se han pensado las infancias como construcciones socioculturales inmersas en estructuras materiales y entramados de significación que limitan las posibilidades de ciertos movimientos, determinan trayectorias vitales, sedimentan prácticas; pero al tiempo posibilitan otros movimientos, no agotan las agencias, ni se sitúan más allá de los avatares de la historia.
Lo propio ha acontecido en el campo de los estudios de juventud. Cabe recordar que la juventud, como concepto o categoría social, ha sido abordada desde distintas corrientes teóricas y ha sido asociada a diferentes características que se considera definen, según el enfoque, lo que significa ser joven en un momento histórico y en una sociedad determinada. En el desarrollo prolífico de los estudios de juventud han entrado en disputa distintos saberes que han intervenido el significado de “lo joven” desde apuestas y perspectivas variadas tanto de corte biológico, como pedagógico, antropológico, sociológico, crítico, político, entre otros. En este sentido, los sujetos considerados jóvenes han sido interpelados desde la academia, pero también desde otros ámbitos de la sociedad (instituciones, industrias culturales, medios de comunicación, etc.), por discursos que configuran imágenes e imaginarios múltiples y que obedecen a intencionalidades diversas. Así, se ha hablado de los jóvenes como sujetos inmersos en un periodo de transición, o en búsqueda de identidad, sujetos que representan el motor del cambio social, sujetos vulnerables y proclives al riesgo, o sujetos naturalmente peligrosos y desadaptados, por nombrar tan solo algunas de las nociones de joven identificadas en distintas investigaciones y estados del arte (Arango, Escobar & Quintero, 2008, Pérez- Islas, 2008, Muñoz, 2010, Gómez-Esteban, 2011).
Algunos de los discursos más destacados en términos de lo que han aportado para instituir una manera particular de pensar/construir la juventud, han sido los siguientes: 1) El discurso psicobiológico o evolutivo que desde una perspectiva etaria considera la juventud como una etapa en un desarrollo humano lineal, unívoco, continuo, progresivo y acumulativo, que se caracteriza por ciertos rasgos psicobiológicos y sociales predeterminados y asociados a la transición y a la incompletud. 2) El discurso de las políticas sociales que transita desde representaciones de los jóvenes como “el futuro de la sociedad”, actores estratégicos del desarrollo y sujetos de derechos, hasta visiones negativas que los asocian a individuos en situación de riesgo, de dependencia, de falta de autonomía e incluso a delincuentes en potencia (Gómez-Esteban, 2011). 3) El discurso pedagógico que se refiere a la juventud como una etapa de la vida para formarse, para explorar, para dedicar un periodo de tiempo (de moratoria social) exclusivamente al estudio, postergando responsabilidades económicas y exigencias “vinculadas con un ingreso pleno a la madurez social: formar un hogar, trabajar, tener hijos” (Margulis & Urresti, 1998, p. 4). 4) El discurso de las ciencias sociales que agrupa diversas vertientes: culturalismo estadounidense, teoría de las generaciones, enfoque funcionalista, perspectiva de la complejidad y la constructividad, entre muchas otras. 5) El discurso de los Estudios culturales cuyo origen por lo general se asocia a la Escuela de Birmingham (sin reducirse a esta), y a las investigaciones relacionadas con las subculturas juveniles como formas de resistencia simbólica de los grupos dominados frente a los dominantes (Pérez-Islas, 2008).
Ante este panorama y teniendo en cuenta la advertencia hecha por Reguillo (2003) acerca de no caer en el error de pensar la juventud como un continuo temporal, homogéneo, ahistórico o esencial; la investigación social y cultural en el campo de las juventudes también ha transitado hacia lugares que problematizan las concepciones más tradicionales y apuestan por discursos constructivistas, críticos o complejos en los que la condición juvenil no es una “simple etapa en una secuencia lineal biológico-biográfica, sino una construcción sociocultural históricamente definida” (Rossi, 2006, p. 13). Como señala Valenzuela (2005) “la juventud es un concepto vacío fuera de su contenido histórico y sociocultural” (p. 19), razón por la cual, esta varía según el momento histórico, según ciertos marcadores de identidad (clase social, lugar de procedencia, etnia, género, orientación sexual, etc.), según su relación con lo que se define como “no juvenil” e incluso, según elementos como la esperanza de vida, que está mediada por los contextos socioeconómicos. En este sentido, aquellos sujetos de carne y hueso y sus identidades juveniles, tienen que ver mucho más con construcciones sociohistóricas, polisémicas, relacionales, cambiantes y transitorias, que con totalidades esenciales, cristalizadas o definidas por factores exclusivamente físico-biológicos.
Con esta base, se puede afirmar que la producción de conocimiento en los campos de la niñez y la juventud se ha enfrentado por lo menos a tres grandes desplazamientos que es importante evidenciar y potenciar. En primer lugar, se ha transitado de una producción centrada en las disciplinas a perspectivas inter y transdisciplinarias. En efecto, dadas las complejidades y pluralidad de las experiencias de niñez y juventud, la producción de conocimiento ha abogado cada vez más por lecturas que se apoyan en amplios campos teóricos y plurales estrategias metodológicas, en lugar de restringirse a una única disciplina o privilegiar el paradigma de la monocultura y la fragmentación. Lo anterior no significa que se esté desestimando el conocimiento derivado de campos disciplinares como la psicología, la sociología, la antropología o la historia, ni que se considere la transdisciplinariedad como necesariamente más abarcadora, completa o “superior”.
Por el contario, se trata de una forma distinta de abordar las preguntas y problemáticas relacionadas con las experiencias de vida infantiles y juveniles que responde al llamado ya clásico pero aún pendiente de “abrir las ciencias sociales” (Comisión Gulbenkian, 1996). La configuración histórica de áreas de la vida social (economía, sociedad, cultura, política) y de dimensiones temporales (pasado/ presente), junto con la división del trabajo dentro de las ciencias sociales que atribuye una disciplina (economía, sociología, antropología, ciencia política, historia) a cada una de dichas esferas pensada como ontológicamente distinta a las demás, entra en tensión cuando nos enfrentamos a temáticas relacionadas con la niñez y la juventud, que reclaman lecturas en las que “cruzar fronteras” y trascender el sentido de seguridad que otorgan las disciplinas resulta ser fundamental. Más allá de los “monopolios de sabiduría” o de las zonas separadas y “reservadas a las personas con determinado título universitario” (Comisión Gulbenkian, 1996), están las prácticas, los sentidos, las desigualdades, las sujeciones y las agencias de niños, niñas y jóvenes que nos invitan a promover miradas que no segmenten la realidad para estudiarla y que no asuman de entrada que hay un enfoque privilegiado para su comprensión (psicológico, económico, sociohistórico, cultural, etc.)
Cabe precisar que la transdisciplinariedad como rasgo de los campos de conocimiento en niñez y juventud no es un punto de partida basado en la sumatoria de disciplinas o en la negación de las mismas. Se trata de una tendencia y de un posible horizonte en el trabajo con niños, niñas y jóvenes en el que los diálogos y las interacciones entre variadas tradiciones teóricas tanto disciplinarias como transdisciplinarias (estudios de comunicación, estudios culturales, estudios de género, entre otras), sin duda son fecundos. La organización del conocimiento alrededor de ciertos objetos de estudio o saberes especializados se subvierte cuando nos sumergimos en las formas de vida infantiles y juveniles y vemos que lo artístico, lo educativo, lo comunicativo, lo cultural, lo político, lo económico e histórico se sobreponen en corporalidades y subjetividades que escapan a los reduccionismos explicativos y nos llevan a articular creativamente teorías, metodologías y técnicas que se mueven por distintos campos de saber y hacer.
El segundo desplazamiento de los campos de conocimiento en niñez y juventud es el que se mueve de enfoques universalistas y homogenizadores a enfoques situados y contextuales. En efecto, otra de las tendencias en tales campos es la que avanza hacia perspectivas en donde adquieren mayor centralidad las mediaciones de la historia, los entramados relacionales constitutivos de determinadas problemáticas y las especificidades de los contextos. No es lo mismo ser niño, niña o joven en el norte o en el sur global, en contextos marginados o precarios que en aquellos con altos niveles de consumo y capacidad adquisitiva, en zonas rurales y urbanas, en entornos representados como indígenas, afrodescendientes o mestizos. De acuerdo al momento histórico y a los contextos concretos se llenan de contenidos diversos y a veces contradictorios las nociones de niño, niña y joven, de manera que éstas pueden significar, al mismo tiempo, cambio, reconocimientos, desesperanzas, precariedad, violencias, creatividad, sometimientos, sueños, resistencias, estética, política, transgresión, exploración, indignación, insatisfacción, entre muchos otros.
En este sentido, la configuración de la niñez y la juventud como objetos de conocimiento ha implicado la producción de algunos sujetos categorizados como niños, niñas y jóvenes mediante dispositivos de clasificación biológica, psicológica, demográfica y política. Se trata de un doble proceso en el que se construye discursivamente la niñez y la juventud, y social e históricamente a los sujetos a los que se refieren los discursos y las categorías de pensamiento (Castellanos, 2011). Sin duda, si bien la producción de conocimiento en los campos de la niñez y la juventud ha aportado no solo a comprender sino a producir a los sujetos nombrados como niños, niñas y jóvenes, su creciente carácter situado y contextual ha permitido superar las nociones genéricas y universales de “niño o joven”, para incorporar las dimensiones de disputa y negociación que en contextos sociohistóricos determinados se juegan entre aquellos imaginarios dominantes que han definido en un momento dado a los grupos y sujetos “en condición infantil o juvenil”, y las propias representaciones y vivencias de los agentes mediadas por procesos de autorreconocimiento e identificación desiguales y diferenciales.
En este marco es importante enfatizar que la niñez y la juventud no están asociadas solamente a la edad o a características dadas y esenciales, motivo por el cual es importante pensarlas desde una perspectiva relacional, que incorpore la identificación contextual de los procesos en los cuales se inscriben. La condición infantil o juvenil es histórica, situada y diversa, y está dotada de representaciones, actitudes, potencialidades, disposiciones, aspiraciones y sobre todo relaciones (de significación, de poder, de estructuración) en el marco de las cuales las características específicas y localizables espacio-temporalmente de los niños, niñas y jóvenes, adquieren sentido. Como afirma Castellanos (2011) al referirse a la condición juvenil, esta puede pensarse como “el entrecruzamiento entre direccionamientos y posiciones, que a modo de vectores de fuerza orientan y localizan al sujeto en un universo de oposiciones que ordenan el mundo social y los submundos, a modo de subcampos, en los que el sujeto actúa, es y deriva sus cualidades sociales” (p. 175).
Se es niño, niña o joven respecto a alguien y en determinadas circunstancias y contextos, de manera que, por ejemplo, en la familia “se es joven -en cualquier sector social con o sin moratoria social- por ocupar ese lugar en la interacción intra-institucional, caracterizada por la coexistencia con las otras generaciones” (Margulis & Urresti, 1998, p. 8). Igualmente, no se pueden definir los rasgos de la niñez y la juventud sin considerar su relación con las representaciones que definen “lo que no es infantil o juvenil”, o en otras palabras, sin analizar al mismo tiempo su relación con otras condiciones1 como la de adulto, u otros productores de diversidad social y cultural como el género, la etnicidad o la clase social.
Por último, el tercer desplazamiento de los campos de conocimiento en niñez y juventud que queremos promover además de aquellos basados en su carácter transdisciplinario y contextual, tiene que ver con el paso de una investigación despolitizada a una comprometida ética y políticamente con el cambio social. La investigación en los campos de la niñez y la juventud no puede quedarse en la constatación de problemáticas y eventos. Tampoco en la explicación de realidades dadas y “objetivas”. Por el contrario, esta puede orientar la toma de decisiones o las acciones de intervención, acompañamiento o movilización a favor de mejores condiciones de vida para niños, niñas y jóvenes, así como también, generar propuestas y reflexiones que trasciendan la sola comprensión del mundo y promuevan la construcción de realidades distintas y sociedades menos excluyentes.
Lo anterior implica romper con la distinción entre trabajo teórico y práctica política así como imaginar otras formas de objetividad que no se reduzcan a la neutralidad valorativa y a la separación tajante entre sujetos y objetos de conocimiento. Las infancias y juventudes mayoritarias siguen estando sujetas a la subordinación, a las violencias, a las desigualdades e injusticias, motivo por el cual la producción de conocimiento en niñez y juventud incorporando las voces, conocimientos y motivaciones de niños, niñas y jóvenes, mucho puede aportar para propiciar cambios y cuestionamientos de los espacios educativos, mediáticos, institucionales y no institucionales que continúan reproduciendo los privilegios de unos y la invisibilidad y sometimiento de otros. El campo de estudios, prácticas y conocimientos en niñez y juventud no es un fin en sí mismo sino un medio para intervenir y democratizar las realidades de niños, niñas y jóvenes inmersos en complejos dispositivos de opresión.
Contribute to the diffusion of knowledge in the fields of childhood and youth studies: Towards the consolidation of field of study that is trans-disciplinary, contextual and ethically and politically committed to social change.
The construction of knowledge in the fields of childhood and youth studies faces significant challenges: from which theoretical, epistemological and methodological frameworks should we address childhood and youth today in order to adequately express the inexhaustible plurality of ways of being and existing? What academic or extra-academic procedures favor the comprehension of child and youth worlds in which residual structures of participation, education and socialization cohabit with emerging practices of political action, interactions, relationships with technologies, new consumer habits and creative ways of subjectivization and communication? How can we address the living conditions of children and young people that in contexts such as Latin America are affected by diverse processes of social exclusion, economic and vital precariousness, inequalities, injustice, oppression and violence that have deep historical roots and considerable levels of normalization? How can we transcend not just engaging in theoretical production but also concerning ourselves with the necessary comprehension of realities to build new worlds and possibilities of dignified life, not for children and young people but with them, based on their perspectives, meanings, voices and forms of expression?
There is a need to advance, as has been occurring, towards critical and transdisciplinary approaches that allow us to understand and intervene in the complexities of the social world and the concrete realities of childhood and youth. Certainly, we know that the constitution of childhood and youth as “objects of knowledge” has been developed through significant contributions made by distinct disciplines and nodes of reflection. The notion of childhood, as Sandra Carli (2011) explained, has been configured through varied contributions from the fields of psychoanalysis, sociology, law, social work, literary studies, cultural and communications studies, anthropology, history and others. In addition, childhood and youth studies also include a whole range of imaginaries and representations that on occasion circulate in a contradictory manner, including “minors”, persons in need of protection, objects of intervention and care, subjects of rights, just to mention some of the symbolic places in which children and youth have been positioned. However, despite the fact that there are many approaches, as well as varying themes and problems within this field, the trends in social and cultural research related to the study of childhood and youth are moving towards approaches that are less and less homogenized, abstract and closely tied to disciplines and are increasingly plural, contextual and relational.
The multiple forms of being a child and the complexities of children’s experiences have led to forms of research that are more flexible and open, both in theoretical as well as methodological terms, that transit along the meeting points of disciplines and resist reductionist approaches or perceptions of children as second category citizens and subjects without agency. Explorations by academics in the field of childhood studies have questioned the supposed universal and ahistoric character of childhood, the reduction of children to being depositories of traditions or filled by the teachings of adults. These explorations have also challenged the exclusively biological readings of childhood as well as those focused on vulnerabilities and what children lack. Instead of this approach, and based on situated or local approaches (without calling them specific), childhood has been thought of as a set of socio-cultural constructions that are immersed in material structures and interweaved meanings, which define the possibilities of certain movements, determine life trajectories and consolidate practices. At the same time this approach also provides room for other movements to exist, doesn’t exhaust agencies nor is it situated beyond historical experiences.
This has also occurred in the field of youth studies. It is important to remember that youth, as a concept or social category, has been addressed from different theoretical positions and has been associated with different characteristics that, depending on the approach, define what it means to be young in an historical moment and in a specific society. In the prolific development of youth studies, distinct forms of knowledge have disputed the meaning of “youth” through different proposals and perspectives that include pedagogical, anthropological, sociological, critical and political approaches, among others. In this sense, the subjects considered as young people have been questioned by academics, but also by other areas of society (institutions, cultural industries, communication outlets, etc.) through discourses that configure multiple images or imaginaries and are guided by diverse intentions. In this way, young people have been discussed as subjects that are immersed in a period of transition, or in search of their identity, subjects that represent the motor of social change, vulnerable subjects that are prone to risk and as subjects that are naturally dangerous and mal-adjusted, to use just some of the notions of young people that have been identified in different studies and literature reviews (Arango, Escobar & Quintero, 2008, Pérez-Islas, 2008, Muñoz, 2010, Gómez- Esteban, 2011).
Some of the most cited discourses, in terms of what has been contributed to a particular way of thinking or construction of the concept of youth, have included the following: 1) The psychobiological or evolutionary discourse that from an age-based perspective considers youth as a stage of linear, unambiguous, continuous, progressive and accumulative human development, which is characterized by certain pre-determined psychobiological and social risks and associated with the notions of transition and incompleteness. 2) The social policy discourse that oscillates between representations of young people as “the future of society”, strategic actors of development and subjects of rights to negative visions that associate young people with being at-risk, dependent, lacking autonomy and even as potential delinquents (Gómez-Esteban, 2011). 3) The pedagogical discourse that refers to youth as a stage of life for education and exploration, for dedicating a period of time (of social moratorium) exclusively to study, postponing economic responsibilities and demands that are “linked to full entry into social maturity: to form a home, to work, to have children” (Margulis & Urresti, 1998, p. 4). 4) The social sciences discourse that brings together a range of positions including culturalism from the United States, generations theory, a functionalist approach, the complexity and constructionist perspectives and many more. 5) The cultural studies discourse, which is generally considered to have originated in the Birmingham School (without being reduced to this) and is associated with research related to youth sub-cultures as forms of symbolic resistance by dominated groups against dominant groups (Pérez-Islas, 2008). Considering this panorama, and taking into account the warning made by Reguillo (2003) to not make the mistake of thinking of youth as a temporal, homogenous, ahistoric or fundamental continuum, it is clear that social and cultural research in the field of youth studies has also shifted towards places that problematize the most traditional conceptualizations and use constructivist, critical or complex discourses in which the youth condition is not just a “simple stage in a biological-biographical sequential line, but a socio-cultural construction that is historically defined (Rossi, 2006, p. 13). As stated by Valenzuela (2005), “youth is an empty concept outside of its historical and sociocultural content” (p. 19), because it varies depending on the historic moment in which it occurs, certain markers of identity (social class, place of origin, ethnicity, gender, sexual orientation, etc.), its relationship with what is defined as “non-youth” and even depends on elements such as life expectancy, which is mediated by socio-economic contexts. In this sense, real life subjects of flesh and bone and their identities as young people are much more related to sociohistorical, polysemic, relational, changing and transitory constructions than with fundamental or crystallized concepts exclusively defined by physical-biological factors.
Based on this, it can be affirmed that the production of knowledge in the fields of childhood and youth have faced at least three large shifts that are important to evidence and strengthen. Firstly, these fields have undergone a transition from production focused on disciplines to inter and trans-disciplinary perspectives. Due to the complexities and plurality of childhood and youth experiences, the production of knowledge in these fields has increasingly advocated for readings that are supported by wide theoretical fields and plural methodological strategies, instead of being restricted to just one discipline or that privilege the paradigm of monoculture and fragmentation. This doesn’t result in a dismissing of knowledge that is derived from disciplinary fields such as psychology, sociology, anthropology or history, nor does it consider that a trans-disciplinary approach is necessarily more complete, thorough or “superior”.
On the contrary, this involves a different way of approaching questions and problems that are related to the experiences in the lives of children and young people that respond to the now classic but still pending call to “open up the social sciences” (Gulbenkian Commission, 1996). The historic configuration of areas of social life (economics, society, culture, politics) and temporal dimensions (past/ present), together with the division of work within the social sciences that are attributed to one discipline (economics, sociology, anthropology, political sciences, history), and that each of these spheres are ontologically thought of as different to others, causes tension when we address topics related to childhood and youth. Subsequently it is fundamental that we engage in readings that “cross boundaries” and transcend the sense of security provided by the disciplines. Beyond the “monopolies of knowledge” or fields that are inaccessible for the rest of society and “reserved for people with a certain university degree” (Gulbenkian Commission, 1996) are the practices, meanings, inequalities, subjectivities and agencies of children and young people that invite us to promote views that don’t segment reality to study them, and that don’t automatically assume that one approach or discipline (psychological, economic, socio-historical, cultural, etc.) is better than others to understand this field.
It is important to point out that the transdisciplinary approach, as a feature of the knowledge constructed in the fields of childhood and youth studies, is not a starting point based on combining or ignoring disciplines. It is in fact a trend and a possible horizon for working with children and young people in which dialogue and interactions between varied theoretical traditions, both disciplinary as well as trans-disciplinary (communication studies, cultural studies, gender studies, among others), are undoubtedly fruitful. The organization of knowledge around specific objects of study or specialist knowledge is subverted when we submerge ourselves in the ways of life of children and young people. We see that the artistic, educational, communicative, cultural, political, economic and historical elements of their lives involve corporalities and subjectivities that escape explicative reductions and lead to creatively coordinated theories, methodologies and techniques that delve into different fields of knowledge and action.
The second shift in the fields of knowledge of childhood and youth is the move from universal and homogenizing approaches to situated and contextual approaches. Another of the trends in these fields is that childhood and youth studies are evolving towards perspectives that place a greater focus on the mediations of history, the social fabric of relations that form part of identified problems and the specificity of contexts. It is completely different to be a child or young person in the global north as it is in the global south, in marginalized and precarious contexts compared to high levels of consumerism and acquisition capacity, between rural and urban zones, and in environments represented as indigenous, afro-descendent or mixed race. The notions of child and young person are filled with diverse and sometimes contradictory content in accordance with the current time and place and the concrete contexts in which children and young people live. At the same time these notions can also involve change, recognition, hopelessness, precariousness, violence, creativity, submission, dreams, resistance, aesthetics, politics, transgression, exploration, indignation, dissatisfaction and others.
In this sense, the configuration of childhood and youth as objects of knowledge has implied the production of subjects categorized as children and young people through mechanisms of classification that are biological, psychological, demographic and political. This involves a double process in which the concepts of childhood and youth are constructed through discourse, while these subjects are constructed both socially and historically in relation to existing discourses and categories of thought (Castellanos, 2011). Without doubt, while the production of knowledge in the fields of childhood and youth have contributed not just to understanding but also to producing the subjects named as children and young people, the increasingly situated and contextual nature of these fields has overcome the generic and universal notions of “child or young person” and now incorporates the dimensions that are in dispute or are being negotiated. In determined socio-historic contexts these notions move from the dominant imaginaries that have been defined in a certain moment and placed upon groups and subjects that are “in a child or youth condition” to the own representations and experiences of agents measured through processes of self-recognition and unequal and differential identification.
In this framework it is important to emphasize that children and young people are not just associated with their age or certain imposed and fundamental characteristics, which provides motivation to consider these subjects from a relational perspective that incorporates the contextual identification of processes through which their lives occur. The youth or child condition is historical, situated and diverse and is endowed with representations, attitudes, potential, dispositions, aspirations and above all relations (of meaning, of power, of structure) in the framework of which the specific and locatable space-time characteristics of children and young people acquire meaning. As stated by Castellanos (2011) when referring to the youth condition, this can be thought of as “the crossing between directions and positions, that like force vectors guide and locate the subject in a universe of oppositions that provide order to the social world and its sub-worlds, in terms of sub-fields, and in which the subject acts, exists and derives their social qualities” (p. 175).
To be a child or young person in relation to others and in determined circumstances and contexts, for example in the family, means that “to be young – in any social sector with or without social moratorium – is to occupy this place in intra-institutional interaction, characterized by co-existence with other generations” (Margulis & Urresti, 1998, p. 8). In addition, the features of childhood and youth can’t be defined without considering their relation with the representations that define “what isn’t part of childhood or youth”, or in other words, without analyzing at the same time their relation with other conditions1 such as being an adult or other producer of social and cultural diversity such as gender, ethnicity or social class.
Finally, the third trend in the fields of knowledge of childhood and youth that should be noted, in addition to those based on their trans-disciplinary and contextual character, involves a shift from de-politicized studies to an ethical and political commitment to social change. Research in the fields of childhood and youth studies can’t just be the identification and description of problems and events. It can’t just occupy itself with the explanation of given and “objective” realities. On the contrary, this research should guide decision-making processes, intervention actions, accompaniment and mobilization processes in favor of improved living conditions for children and young people, as well as to generate proposals and reflections that transcend the existing comprehension of the world and promote the construction of different realities and societies that are less exclusive.
This implies overcoming the boundary between theoretical work and political practice as well as imagining other forms of objectivity that aren’t reduced to evaluative neutrality or the categorical separation between subjects and objects of knowledge. The majority of children and young people continue to be subject to subordination, violence, inequality and injustice, which is why the production of knowledge among children and young people that incorporates the voices, knowledge and motivations of children and young people can contribute to achieving changes and question the educational, media, institutional and noninstitutional spaces that continue to reproduce the privileges of some and the invisibility and submission of others. The fields of childhood and youth studies and related practices and knowledge are not an end in itself but instead are a means for intervening and democratizing the realities of children and young people that are immersed in complex forms of oppression.
Aportar com a difusão a construção de conhecimento em infância e juventude: Para a consolidação de um campo transdisciplinar, contextual e comprometido ética e politicamente com a mudança social.
A construção de conhecimento nos campos da infância e juventude enfrenta a grandes desafios: Desde que marcos teóricos, epistemológicos e metodológicos podemos pensar hoje infância e juventude, que expressam uma pluralidade inesgotável de formas de ser e existir? Que procedimentos acadêmicos ou extra acadêmicos favorecem a compreensão do mundo infantil e juvenil nos quais coabitam estruturas residuais de participação, educação e socialização com práticas emergentes de ação política, de interação, de relação com as tecnologias, de novos hábitos de consumo, de maneiras criativas de subjetivação e comunicação? Como abordar as condições de vida de meninos, meninas e jovens que em contextos como os de América Latina estão cobertas por diversos processos de exclusão social, de precariedade econômica e vital, de desigualdades, injustiças, opressões e violências com profundas raízes históricas e consideráveis níveis de naturalidade? Como transcender a mera produção teórica e a necessária compreensão das realidades de construir novos mundos e possibilidades para uma vida decente não para crianças e jovens, mas de mãos dadas com eles e elas, a partir de suas perspectivas, sentidos, vozes e formas expressão?
Requeresse avançar como tem sido feito, a abordagens críticas e transdisciplinares que permitam apreender e intervir nas complexidades do mundo social e nas realidades concretas da infância e juventude. Desde sempre, sabemos que a própria constituição de crianças e jovens como “objetos de conhecimento” foi desenvolvida através de contribuições significativas de diferentes disciplinas e modos de reflexão. A noção de infância, por exemplo, como explicou Sandra Carli (2011), é definida a partir das contribuições mais variadas da psicanálise, sociologia, direito, serviço social, estudos literários, estudos de comunicação e cultura, antropologia, história, entre outros. Além disso, têm sido aportados todos os tipos de imaginário e representações que às vezes circulam de forma contraditória: “menores de idade” que necessitam de proteção, objetos de intervenção e cuidado, detentores de direitos, para citar alguns dos lugares simbólicos nos quais se destina localizá-los.No entanto, embora haja muitas abordagens, bem como temas e problemáticas, as tendências na investigação social e cultural relativas a infância apontam para lugares cada vez menos homogeneizadores, abstratos e disciplinares, e cada vez mais pluralista, contextual e relacional.
As múltiplas formas de ser criança e as complexidades das experiências da infância têm levado a formas mais flexíveis e abertas de investigação, tanto em termos teóricos como metodológicos, que transitam pelos interstícios das disciplinas e resistem a abordagens reducionistas ou centradas na percepção de meninos e meninas como cidadãos de segunda categoria ou como sujeitos sem ação. As implantações no campo de estudo da infância foram questionando o suposto caráter universal e a-histórico da mesma, reduzindo as crianças a depositários de tradição ou do ensino de adultos, e leituras unicamente biologicistas ou centralizadas em suas vulnerabilidades e deficiências. Em vez disso, a partir de abordagens colocadas ou locais (sem dizer assim particularista) se têm pensado as infâncias como construções socioculturais imersas em estruturas materiais de e entrelaçados de significados que limitam as possibilidades de certos movimentos, determinam trajetórias de vida, práticas sedimentadas; mas ao mesmo tempo permitem que outros movimentos não esgotem as ações, nem se encontrem além das vicissitudes da história.
O mesmo aconteceu no campo de estudos da juventude. Cabe recordar que a juventude, como um conceito ou categoria social, foi abordada desde diferentes correntes teóricas e tem sido associada com características diferentes que se consideram, definidas com o enfoque, o que significa ser jovem em um momento histórico e em uma dada sociedade. No desenvolvimento prolífico de estudos para jovens entraram em disputa diferentes conhecimentos que falaram do significado de “ ser jovem “ a partir de apostas e perspectivas variadas tanto como biológica, como pedagógica, antropológica, sociológica, crítico, político, entre outros. Neste sentido, os indivíduos considerados jovens foram interrogados nas universidades, mas também desde outras áreas da sociedade (instituições, indústrias culturais, meios de comunicação, etc.), por discursos que formam várias imagens e imaginários múltiplos e que obedecem a diferentes intencionalidades. Assim, se falou dos jovens como sujeitos imersos em um período de transição, ou em busca de identidade, sujeitos que representam o motor da mudança social, sujeitos vulneráveis e propensos ao risco, ou sujeitos naturalmente perigosos e desajustados, para citar apenas algumas das noções da juventude identificadas em várias pesquisas e estados da arte (Arango, Escobar & Quintero, 2008, Pérez-Islas, 2008, Muñoz, 2010, Gómez-Esteban, 2011).
Alguns dos discursos mais importantes em termos do que tem sido contribuído para instituir um modo particular de pensar/ construir juventude, foram os seguintes: 1) O discurso psico-biológico ou evolutivo que desde uma perspectiva de idade considera a juventude como uma etapa de um desenvolvimento humano linear, unívoco, contínuo, progressivo e cumulativo, que é caracterizada por certos traços psicobiológicos e sociais predeterminados e associado com transição e incompletude. 2) O discurso das políticas sociais que transita de representações de jovens como “o futuro da sociedade”, atores estratégicos de desenvolvimento e sujeitos de direitos, a visões negativas que os associam com indivíduos em situação de risco, de dependência, falta de autonomia e até mesmo potenciais criminosos (Gómez- Esteban, 2011). 3) O discurso pedagógico que se refere a juventude como uma fase da vida para formar, para explorar, para passar um período de tempo (moratória social), exclusivamente ao estudo, adiando responsabilidades económicas e exigências “associadas com um ingresso pleno a maturidade social: formar um lar, trabalhar, ter filhos” (Margulis & Urresti, 1998, p. 4). 4) O discurso das ciências sociais que reúne várias vertentes: culturalismo estadunidense, teoria das gerações, abordagem funcionalista, perspectiva da complexidade e construtivismo, entre muitos outros. 5) O discurso dos Estudos culturais, cuja origem é geralmente associada com a Escola de Birmingham (sem ser reduzido a esta), e as investigações relacionadas com as subculturas juvenis como formas de resistência simbólica dos grupos dominados frente aos dominantes (Pérez -Canary, 2008).
Neste contexto, e tendo em conta a advertência feita por Reguillo (2003) sobre não cair no erro de pensar a juventude como uma continuidade temporal, homogênea, a-histórica ou essencial; a investigação social e cultural no campo da juventude também transitou a lugares que problematizam as concepções mais tradicionais e apostam em discursos construtivistas, críticos ou complexo onde a condição juvenil não é um “simples estágio em uma sequência linear biológicabiográfica , mas uma construção sociocultural historicamente definida” (Rossi, 2006, p. 13 ). Como observa Valenzuela (2005) “a juventude é um conceito vazio fora do seu conteúdo histórico e sociocultural” (p. 19), por isso, varia de acordo com o momento histórico, segundo certos marcadores de identidade (classe social, local de origem, etnia, sexo, orientação sexual, etc.), segundo sua relação com o que é definido como “não juvenil” e incluso com elementos como a expectativa de vida, que é mediada por contextos socioeconômicos. Nesse sentido, aqueles indivíduos de carne e osso e suas identidades juvenis, estão mais relacionados com construções sócio-históricas, polissêmicas, relacionais, mutáveis e transitórias que com totalidades essenciais, cristalizado ou definidas por fatores puramente físico-biológicas.
Com esta base, pode-se afirmar que a produção de conhecimento nas áreas de infância e juventude tem enfrentado pelo menos três grandes mudanças que é importante demonstrálas e promovê-las. Em primeiro lugar, se transitou de uma produção centrada nas disciplinas a perspectivas inter e transdisciplinares. De fato, dadas as complexidades e pluralidades de experiências de infância e juventude, a produção de conhecimento tem defendido cada vez mais leituras que se apoiam em amplos campos teóricos e plurais estratégias metodológicas, ao invés de restringir-se a uma única disciplina ou privilegiar o paradigma da monocultura e fragmentação. Isso não significa que se está desestimando o conhecimento derivado de campos disciplinares como a psicologia, a sociologia, a antropologia ou a história, nem que se considere a transdisciplinariedade como necessariamente mais abrangente completa ou “superior”.
Pelo contrário, é uma forma diferente de abordar as questões e problemas relacionados com as experiências da vida infantil e juvenil que atende a chamada já clássico, mas ainda pendente de “abrir as ciências sociais” (Comissão Gulbenkian, 1996). A configuração histórica de áreas da vida social (economia, sociedade, cultura, política) e as dimensões temporais (passado/presente), juntamente com a divisão do trabalho no âmbito das ciências sociais que se atribui a uma disciplina (economia, sociologia, antropologia, ciência política, história) cada uma dessas áreas consideradas como distintas ontologicamente das outras, entra em tensão quando confrontadas com questões relacionadas a infância e juventude, que exigem leituras nas quais se “atravessam fronteiras” e transcendem a sensação de segurança que oferecem as disciplinas resulta sendo fundamental. Mais além dos “monopólios de sabedoria “ ou das zonas separadas e “reservadas para as pessoas com determinado diploma universitário” (Comissão Gulbenkian, 1996), estão as práticas, os sentidos, as desigualdades, as restrições e ações de meninos, meninas e jovens que nos convidam a promover olhares que não segmentem a realidade para estudá-la e que não assumam de início que há um enfoque privilegiado para sua compreensão (psicológico, econômico, sócio-histórica, cultural, etc.).
Cabe precisar que a transdisciplinaridade como uma característica dos campos do conhecimento em infância e juventude não é um ponto de partida com base na soma de disciplinas ou a negação destes. Trata-se de uma tendência e de um horizonte possível no trabalho com meninos, meninas e jovens no qual os diálogos e interações entre várias tradições teóricas tanto disciplinares como transdisciplinares (estudos de comunicação, estudos culturais, estudos de gênero, etc.) certamente são frutíferos. A organização do conhecimento em torno de determinados objetos de estudo ou saberes especializados é subvertida quando nos aprofundamos em formas de vida de crianças e jovens e vemos que o artístico, o educativo, o comunicativo, o cultural, político, económico e histórico se sobrepõem em corporalidades e subjetividades que escapam aos reducionismos explicativos e nos levam a articular criativamente teorias, metodologias e técnicas que se movem por distintos campos do saber e fazer.
O segundo campo de deslocamento dos campos de conhecimento da infância e juventude está se movendo de universalista e homogeneizador a enfoques situados e contextuais. De fato, outra das tendências em tais campos é a que avança para as perspectivas nas quais se adquirem maior centralidade as mediações da história, as tramas relacionais constitutivas de determinadas problemáticas e as especificidades dos contextos. Não é o mesmo ser uma criança ou jovem no Norte ou no Sul global, em contextos marginais ou precários do que naqueles com altos níveis de consumo e capacidade aquisitiva, em áreas rurais e urbanas, em ambientes representados como indígenas, afrodescendentes ou mestiços. De acordo com o momento histórico e aos contextos concretos são preenchidos com vários conteúdos e noções às vezes contraditórios as noções de menino, menina e jovem, de maneira que estas podem significar ao mesmo tempo, mudança, reconhecimento, desesperos, precariedade, violências, criatividade, subjugações, sonhos, resistências, estética, política, transgressão, exploração, indignação, a insatisfação, entre muitos outros.
Neste sentido, a configuração da infância e juventude como objetos de conhecimento implicam na produção de alguns indivíduos categorizados como meninos, meninas e jovens mediante dispositivos de classificação biológica, psicológica, demográfica e política. Se trata de um duplo processo em que as crianças e os jovens são discursivamente construídas, e social e historicamente aos sujeitos referidos em discursos e categorias de pensamento (Castellanos, 2011). Sem dúvida, enquanto a produção de conhecimento nas áreas de crianças e jovens tem contribuído não só para entender, mas para produzir indivíduos nomeados como crianças e jovens, o seu crescente carácter definido e contextualizado permitiu superar as noções genéricas e universais de “criança ou jovem “, para incorporar as dimensões de disputa e negociação que em contextos sócio-históricos determinados atuam entre aqueles imaginários dominantes que definem em um momento dado os grupos e sujeitos “em “condição infantil ou juvenil”, e as próprias representações e vivencias dos agentes mediados por processos de auto reconhecimento e identificações desiguais e diferenciais.
Neste marco é importante ressaltar que a infância e juventude não está associada apenas à idade ou as características dadas e essenciais, motivo pelo qual é importante pensá-las a partir desde uma perspectiva relacional, que incorpore a identificação contextual de processos dos quais fazem parte. A condição infantil ou juvenil é histórica, localizada e diversificada e está dotada de representações, atitudes, potencialidades, disposições, aspirações e sobretudo relacionamentos (de significados, de poder, de estruturação) sob o qual características específicas e rastreáveis espaço e temporalmente para as crianças e jovens adquirem sentido. Como afirma Castellanos (2011) ao referir-se à condição juvenil, esta pode ser pensada como “a interseção entre rotas e posições, como vetores de forças que orientam e localizam ao indivíduo em um universo de oposições que ordenam o mundo social e os submundos por meio de subcampos, nos quais o indivíduo atua, é e deriva suas qualidades sociais “(p. 175).
Se é criança ou jovem em relação a alguém e em certas circunstâncias e contextos, de modo que, por exemplo, na família “são jovens de todo o sector social -com ou sem moratória social- por ocupar esse lugar na interação intrainstitucional, caracterizada pela coexistência com as outras gerações“ (Margulis & Urresti, 1998, p. 8). Igualmente, não é possível definir os traços da infância e juventude, sem considerar a sua relação com as representações que definem “o que não é infantil ou juvenil “, ou em outras palavras, sem analisar ao mesmo tempo a sua relação com outras condições, como adulto, ou outros produtores de diversidade social e cultural, tais como gênero, etnia ou classe social.
Por último, o terceiro campo de deslocamentos de conhecimento em infância e juventude que também queremos promover ademais daqueles baseados em seu caráter transdisciplinar e contextual, tem a ver com a passagem de uma investigação despolitizada a uma comprometida ética e politicamente com a mudança social. A Investigação nos campos da infância e juventude não podem ficar na constatação de problemáticas e eventos. Tampouco na explicação de realidades dadas e “objetivas”. Pelo contrário, esta pode orientar a tomada de decisões ou ações de intervenção, acompanhamento ou mobilização para melhores condições de vida para crianças e jovens, bem como, gerar propostas e reflexões que vão além da simples compreensão do mundo e promover a construção de diferentes realidades e sociedades mais inclusivas.
Isso significa romper com a distinção entre o trabalho teórico e prática política bem como imaginar outras formas de objetividade que não se reduzem à neutralidade de valores e a separação nítida entre sujeitos e objetos de conhecimento. A infância e juventude majoritariamente permanecem sujeitas a subordinação, a violência, as desigualdades e injustiças, motivo pelo qual a produção de conhecimento em infância e juventude incorporando a vozes, conhecimentos e motivações das crianças e jovens, pode contribuir muito para promover mudança e questionamentos dos espaços educativos, meios de comunicação, espaços institucionais e não- institucionais que continuam a reproduzir os privilégios de alguns e a invisibilidade e subjugação dos outros. O campo de estudo, práticas e conhecimento em infância e juventude não é um fim em si mesmo, senão um meio para intervir e democratizar as realidades das crianças e jovens imersos em complexos dispositivos de opressão.
Referencias
Arango, A. M., Escobar, M. R. & Quintero, F. (2008). Nos miran pero ¿Ven más allá?: La construcción del sujeto joven desde las investigaciones de juventud. Para cartografiar la diversidad de los jóvenes. Bogotá, D. C.: Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas.
Carli, S. (2011). El campo de estudios sobre la infancia en las fronteras de las disciplina. Notas para su caracterización e hipótesis sobre sus desafíos. En I. Cosse, V. LLovet, C. Villalba & Ma. Zapiola (eds.) Infancias: Políticas y Saberes en Argentina y Brasil. Buenos Aires: Teseo.
Castellanos, J. M. (2011). La condición juvenil: opciones metodológicas para la construcción de un objeto de conocimiento. En G. Muñoz (ed.) Jóvenes, culturas y poderes, (pp. 161-188). Bogotá, D. C.: Siglo del Hombre Editores, Universidad de Manizales, Cinde.
Comisión Gulbenkian (1996) Abrir las ciencias sociales. Informe de la Comisión Gulbenkian para la reestructuración de las ciencias sociales. México, D. F.: Siglo XXI Editores.
Gómez-Esteban, J. H. (2011). Discursos sobre la juventud o las tribulaciones para ser lo que uno es. En J. C Amador, R. García- Duarte & Q. M Leonel-Loaiza (eds.) Jóvenes y derechos en la acción colectiva: voces y experiencias de organizaciones juveniles en Bogotá, (pp.101-131). Bogotá, D. C.: Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Personería de Bogotá, D. C.
Margulis, M. & Urresti, M. (1998). La construcción social de la condición juvenil. En H. Cubides, M. C. Laverde-Toscano & C. E. Valderrama (eds.) Viviendo a toda. Jóvenes, territorios culturales y nuevas sensibilidades, (pp. 3-21). Bogotá, D. C.: Universidad Central, Siglo del Hombre Editores.
Muñoz, G. (2010). Youth studies in Latin America: changes, exchanges, challenges. Youth studies in Colombia. Manizales: Universidad de Manizales-Cinde.
Pérez-Islas, J. A. (2008). Juventud: un concepto en disputa. En J. A. Pérez-Islas, M. Valdez & M. H. Suárez (coords.) Teorías sobre la juventud; las miradas de los clásicos, (pp. 9-33). México, D. F.: Universidad Nacional Autónoma de México.
Reguillo, R. (2003). Jóvenes y estudios culturales. Notas para un balance reflexivo. En J. M. Valenzuela (coord.) Los estudios culturales en México, (pp. 354-379). México, D. F.: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Fondo de Cultura Económica.
Reguillo, R. (2010). La condición juvenil en el México contemporáneo: Biografías, incertidumbres y lugares. En R. Reguillo (coordinadora). Los jóvenes en México. México, D. F.: Conaculta, Fondo de Cultura Económica.
Rossi, F. (2006). Las juventudes en movimiento: informe sobre las formas de participación política de los jóvenes. Quito: Universidad Politécnica Salesiana.
Valenzuela, J. M. (2005). El futuro ya fue. Juventud, educación y cultura. Anales de la Educación Común, 1 (1-2), pp. 1-38.
Notas