Revisiones y Recensiones
El primer día de la niñez después de la guerra
El primer día de la niñez después de la guerra
Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, vol. 15, núm. 2, pp. 1382-1385, 2017
Fundación Centro Internacional de Educación y Desarrollo Humano
Comunicaciones y Diseminación Centro de Estudios Avanzados en Niñez y Juventud del Cinde y la Universidad de Manizales, Colombia.
Sumario
El pasado mes de abril se celebró en Colombia el día de la niñez, una festividad que se realiza desde el año 2001, por medio de la Ley 724 del 27 de diciembre, con la cual el Congreso de la República de Colombia institucionalizó la Celebración del Día de la Niñez para el último sábado del mes de abril de cada año. Pero este día del niño del año 2017 tuvo una particularidad, porque es el primero que se celebra en el país después del cese al fuego que puso fin al conflicto entre el Estado y la guerrilla más antigua de América Latina, las Farc. La pregunta se abre para interpelar a todo un país, ¿qué celebramos en el pasado día de los niños y niñas?
Niños y niñas sobrevivientes
De los 8 millones de víctimas que se reportan como el cruento saldo que dejó la guerra en Colombia, 1.901.011 son niños, niñas y jóvenes, según lo registra la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas (Uariv). Casi una tercera parte de los sobrevivientes de esta guerra no supera los 17 años y sus vidas, desde el nacimiento, estuvieron signadas por múltiples violencias, siendo el desplazamiento forzado el principal hecho victimizante en sus vidas.
Otros indicadores develan que al menos 4.737 menores debieron distanciarse de las aulas porque fueron reclutados en las filas de grupos al margen de la ley, y a su vez el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) reporta que entre 1999 y 2015 atendió a 5.850 menores víctimas del mismo flagelo. Pero no solo la guerra ha sido la causa de ausencias y emergencias en la niñez colombiana, existen otras problemáticas relacionadas a violencias estructurales, como la brecha que existe entre los niños, niñas y jóvenes que viven en la ciudad y los que habitan en la ruralidad.
De los estudiantes que ingresan a la escuela en las zonas urbanas, el 82% completa su educación, en tanto que en las zonas rurales, sólo el 48% lo hace. En cuanto a la tasa nacional de analfabetismo se sitúa en 7.4% y en los afrodescendientes e indígenas es de 11,2 y 28,6 %, respectivamente (fuente Unicef Colombia).
Pero las cifras no bastan. Los indicadores ocultan los rostros, los paisajes, las sonrisas que se parten en llanto. Las cifras dicen pero no muestran, evidencian pero no accionan, cuantifican pero no encarnan. Son como grandes las palabras, conceptos grandilocuentes que mencionamos sin entender. Este reportaje pretende poner en la mesa algunas preguntas inaplazables, debates coyunturales y sociohistóricos que invitan a nuevas maneras de encarnar las emergencias y urgencias en torno a la infancia en Colombia.
Sentidos y prácticas políticas de niños y niñas
Soñar hoy con la primera generación que crecerá ante un nuevo horizonte de sentido en un país en paz no es poca cosa, es un reto que nos interpela a todos como colombianos, más aún a los investigadores sociales que son conscientes del gran reto de nuestra época; transitar de un estadio de conflicto y aniquilamiento a un escenario de diálogo entre opuestos. Pero esto, ¿cómo se logra?, ¿por dónde empezar?, y sobre todo cómo comenzar a sanar una herida abierta históricamente, la herida de la guerra que parece habernos condenado a cien años de soledad y conflictos desde la llamada “época de la violencia” entre liberales y conservadores hasta la guerra actual entre el Estado y las Farc.
Las preguntas crecen y se multiplican, pero algunas certezas emergen en medio de este tránsito hacia una sociedad pacífica. Las respuestas tienen rostro de niño, sonrisa de niña y el poder esperanzador de las juventudes, con ellos un grupo de docentes e investigadores de diferentes regiones del país (Antioquia, Bogotá y el Eje Cafetero) han dedicado 5 años a estudiar y potenciar sus sentidos y prácticas, sabiendo que la investigación social tiene ahora más que nunca un papel histórico al ser uno de los medios posibles para traducir lo que han sido décadas de guerra hacia un panorama de paz, democracia y reconciliación.
Hacer investigación social con los niños, niñas y jóvenes sobrevivientes de la guerra, implica cierta militancia irrenunciable. Es una tarea que tiene de sueño y de utopía pero también de labor indispensable en un país donde la pregunta por la niñez y la juventud se torna más que nunca necesaria. Esta labor esencial de pensar y pensarnos desde ellos se decanta en el programa de investigación: “Sentidos y prácticas políticas de niños, niñas y jóvenes en contextos de vulnerabilidad en el Eje Cafetero, Antioquia y Bogotá: un camino posible de consolidación de la democracia, la paz y la reconciliación a través de procesos de formación ciudadana”, conformados por 12 proyectos, fruto del consorcio: “Niños, niñas y jóvenes constructores de paz: democracia, reconciliación y paz”, del Cinde, la Universidad de Manizales y la Universidad Pedagógica Nacional.
Este programa de investigación se ha configurado como una alternativa de generación, aplicación, validación y diseminación de conocimientos sobre los sentidos y prácticas de niños, niñas y jóvenes en torno a la democracia como una forma de organización de la vida en común y como un estilo de vida deseable; y a la reconciliación, la participación y la resistencia como caminos posibles para instituir la paz en un contexto como el colombiano, signado por múltiples violencias, con el fin de aportar en la construcción intergeneracional de alternativas de convivencia y desarrollo humano equitativas dentro del territorio nacional.
En diálogo con estos investigadores, una de las grandes preguntas surge en clave de los sentidos y las prácticas políticas: ¿cómo resisten y re-existen los niños y niñas que han pasado por situaciones de alta vulnerabilidad en Colombia?, al respecto la investigadora María Camila Ospina-Alvarado, del proyecto número 1 titulado “Procesos de construcción social de la niñez en contextos de conflicto armado en el Eje Cafetero, Antioquia y Área metropolitana de Bogotá: la paz, la reconciliación y la democracia desde la perspectiva de narrativas generativas de niños y niñas”, responde:
“Los niños y niñas cuyas familias provienen de contextos de conflicto armado re-existen desde prácticas y sentidos que los posicionan como constructores de paz. Aun cuando reconocen la afectación del conflicto armado sobre ellos, ellas, sus familias, sus entornos educativos, sus comunidades y sus territorios, se relacionan con los demás y con el entorno desde sus potenciales humanos para la construcción de paz, incluyendo el afecto propio y hacia los demás; las prácticas éticas de respeto y cuidado, no solo de aquéllos cercanos sino de los otros y las otras lejanas; la educación como vía para salir adelante y transformar las condiciones de violencia que se reproducen en ciertos entornos familiares, educativos y comunitarios; el cuidado por la naturaleza y sus territorios; y el posicionamiento político. Así mismo, los niños y niñas cuentan con prácticas de reconciliación, creadas por ellos y ellas, en las que el juego tiene un papel relevante como mediación. De otro lado, reexisten a partir de sus sentidos, pidiéndoles a sus familias y otros agentes relacionales que los lean desde sus potencialidades ya que éstos prefieren ser reconocidos como constructores de paz, en lugar de víctimas.”
En cuanto al rol social e histórico de los niños, niñas y jóvenes en tanto actores sociales activos en esta época de transición hacia una sociedad pacífica, Adriana Arroyo Directora de Cinde sede Medellín, quien participa como investigadora del programa afirma que:
“Los niños, niñas y jóvenes cumplen un papel fundamental ya que tienen propuestas renovadoras e innovadoras sobre las formas de relacionamiento que podemos construir entre nosotros, con otros, con lo vivo, pensando la paz, más allá de un escenario antropocéntrico y estableciendo en el centro a la naturaleza y a nosotros como parte de ella, en la búsqueda de que no solo cese la violencia de los fusiles, sino que también puedan generarse formas más amorosas y respetuosas de relacionarnos existencialmente con lo que nos rodea. Una perspectiva ampliada de la paz, lleva a que podamos entenderla como una construcción plural que debe incorporar transformaciones en las estructuras y relacionamientos que realizamos cotidianamente.”
En lo que se refiere a las violencias estructurales, evidenciadas por indicadores como los referidos en el informe de Naciones Unidas en Colombia, entre 2009 y 2014, la población más afectada por la violencia intrafamiliar fueron las niñas y adolescentes, siendo la principal razón de agresión la intolerancia y el machismo, seguido por alcoholismo y drogadicción. El mismo informe señala que en 2014 el 85% de casos de violencia sexual fue cometido contra mujeres, de ellas las niñas y las adolescentes son las principales víctimas constituyendo el 84.6%.
En este sentido el docente e investigador Carlos Augusto Murillo del proyecto 8 titulado “Subjetividad y formación ciudadana a través de las construcciones narrativas de docentes y alumnos de colegios oficiales en Pereira y Manizales sobre la violencia en escenarios educativos”, insiste en que:
“La tarea pendiente en nuestra sociedad con las infancias y las juventudes parece requerir desde los espacios escolares, con estudiantes: niños y adolescentes, con contextos familiares y sociales de referencia, una educación multidisciplinar centrada en el análisis de las expresiones de la violencia y de sus consecuencias de tal manera que se intente la recuperación de la dimensión del diálogo, y a través de el del respeto de los sujetos por la prescripción justa y la autoridad justa, que permita igualmente llevar a estos sujetos a autoexigirse responsabilidad por sus actos y a tener, en todos los casos, reconocimiento y respeto por el otro semejante.”
Ante la visibilización de estas problemáticas se abre un camino aún por transitar por parte de las ciencias sociales y sus potencias investigativas, éticas y políticas en el escenario de las infancias y las juventudes, pero para abrir nuevamente el debate en busca de otras reflexiones. Respecto a las tareas pendientes en nuestra sociedad con las infancias y las juventudes, responde Adriana Arroyo Directora de la Fundación Cinde Medellín:
“Las tareas pendientes son diversas, pero especialmente hay que comenzar a escucharles, garantizar sus derechos y sobre todo generar transformaciones no sólo legislativas, sino educativas que permitan que el patriarcado y la misoginia -que afecta de manera tan fuerte la vida y los cuerpos de las niñas y mujeresno sigan siendo naturalizadas. Estos procesos educativos deben focalizarse también en formas de relacionamiento distintas a la violencia y en políticas que no sigan centrándose en la reproducción, propiciando de tal manera que se traigan niños y niñas al mundo sin la acogida necesaria social y familiarmente que permita que sus vidas se desarrollen en condiciones de dignidad.”
Es fundamental que las vidas de niños, niñas, jóvenes y mujeres sean vidas que realmente importen, independiente de su condición socio económica o étnica, primando ante todo la humanidad y la dignidad como ejes claves, esto implica una interpelación profunda de los valores neoliberales sobre los que se ha venido construyendo la sociedad misma, que impida que los crímenes aberrantes, vulneraciones y abusos hacia ellos y ellas dejen de generar consternación y se realicen los cambios necesarios que impidan que se sigan presentando.
El docente-investigador Jaime Pineda, quien coordinó el proyecto 4: “Acción Colectiva Juvenil” apunta su crítica la naturalización de la violencia, de la cultura del silencio y del cambio de paradigma al que nos invita este horizonte de transición a una Colombia sin guerras:
“En medio de la implementación de los acuerdos de Paz, la realidad social en Colombia se torna indescifrable. Acostumbrados a pensar bajo el paisaje de la guerra y el fenómeno del conflicto interno armado, la construcción de la Paz nos obliga a volver a comprender el acontecer de la vida juntos. En Colombia estamos ante algo desconocido. Y si bien la Paz es una experiencia que ha tejido el sentido de lo social en algunas regiones, el signo inconfundible de nuestra realidad ha sido la guerra.”
Este 2017, el primer día del niño en Colombia después de la guerra, pareció agotarse en una celebración pasajera que pasó desapercibida para los medios de comunicación, la academia y la sociedad en general, como ocurre con la mayoría de fechas institucionales pasó sin novedad en el devenir de los días.
Hoy queremos volverla un motivo de reflexión en torno a los niños y las niñas, una de las poblaciones más vulnerables y vulneradas por la guerra y las múltiples violencias que han atravesado históricamente nuestro país. La pregunta se abre para interpelar a todo un país ¿Qué celebramos en el pasado día de los niños y niñas? Sin duda el primer día de la niñez después de la guerra nos debe aproximar a una reflexión crítica, sin agotarse en una celebración institucional más.
Notas de autor