Tema abierto
Recepção: 14 Setembro 2024
Aprovação: 17 Janeiro 2025
DOI: https://doi.org/10.7440/histcrit96.2025.02
Resumen
Objetivo/contexto: el artículo examina la configuración del Boletín de Historia y Antigüedades, órgano de la Academia Nacional de Historia, como parte del proceso de institucionalización que experimentó la historia patria en las dos primeras décadas del siglo xx.
Metodología: con base en las herramientas de la historia de la cultura escrita, se estudia el papel que ejerció la dirección en la orientación de la revista, la selección y el posicionamiento de ciertas temáticas, la estructuración interna, los tipos de contribuciones, las dinámicas de impresión y circulación, así como las prácticas de lectura de las que fue objeto.
Originalidad: a partir de documentación desconocida, el trabajo reconstruye las condiciones intelectuales y editoriales que explican la creación de la primera revista de historia del norte de Suramérica. Con ello, problematiza la noción de historia oficial para mostrar las tensiones que surgieron entre la Academia Nacional de Historia y el Estado central por el control del impreso.
Conclusiones: el Boletín ostentó la doble condición de órgano noticioso de la corporación a la que pertenecía y medio de divulgación de trabajos y documentos históricos. Con ello, aportó al afianzamiento de una escritura histórica que se concibió como científica. Con un énfasis en la Independencia, la publicación intentó dar cabida a una historia del país en sus distintos periodos con base en los aportes de letrados provenientes de diferentes puntos de la geografía nacional. La existencia material de la revista fue el resultado de gestiones y negociaciones entre los académicos, funcionarios públicos y autoridades nacionales.
Palabras clave: Academia de Historia, Colombia, cultura escrita, historia, institucionalización, revistas.
Abstract
Objective/context: The article examines the configuration of the journal Boletín de Historia y Antigüedades, an organ of the National Academy of History, as part of the institutionalization process experienced by national history in the first two decades of the twentieth century.
Methodology: Using the tools of the history of written culture, the article studies the role played by the administration in the journal’s orientation, in the selection and positioning of specific topics, in its internal structuring and types of contributions, in the dynamics of printing and circulation, as well as in the reading practices it was the object of.
Originality: Based on unstudied documentation, the paper reconstructs the intellectual and editorial conditions that explain the creation of the first history journal in the north of South America. In doing so, it problematizes the notion of official history to show the tensions that arose between the National Academy of History and the central State to control the journal.
Conclusions: The Boletín had the double condition of being the news organ of the corporation it belonged to and a means of disseminating historical works and documents. Thus, it contributed to strengthening a type of historical writing conceived as scientific. With emphasis on the Independence era, the publication sought to offer a history of the country in its different periods based on the contributions of scholars from diverse parts of the national geography. The material existence of the journal resulted from discussions and negotiations between academics, public officials, and national authorities.
Keywords: Academy of History, Colombia, history, institutionalization, journals, written culture.
Resumo
Objetivo/contexto: Este artigo analisa a configuração do Boletín de Historia y Antigüedades, publicação da Academia Nacional de História, no contexto do processo de institucionalização da história nacional nas duas primeiras décadas do século 20.
Metodologia: Com base nas ferramentas da história da cultura escrita, examina-se o papel da direção na orientação editorial da revista, a seleção e a hierarquização de determinados temas, sua estrutura interna, os tipos de contribuições, as dinâmicas de impressão e circulação, bem como as práticas de leitura a que foi submetida.
Originalidade: A partir de documentação inédita, o estudo reconstrói as condições intelectuais e editoriais que levaram à criação da primeira revista de história do norte da América do Sul. Com isso, problematiza-se a noção de história oficial, evidenciando as tensões entre a Academia Nacional de História e o Estado central no que diz respeito ao controle do periódico.
Conclusões: O Boletín funcionava tanto como órgão informativo da corporação a que pertencia quanto como meio de difusão de obras e documentos históricos. Ao cumprir essa função, contribuiu para a consolidação da escrita histórica concebida como científica. Com ênfase na Independência, a publicação buscou fornecer uma narrativa abrangente da história nacional, contemplando diferentes períodos e incorporando contribuições de acadêmicos de várias regiões do país. A materialidade da revista resultou de gestões e negociações entre acadêmicos, funcionários públicos e autoridades nacionais.
Palavras-chave: Academia de História, Colômbia, cultura escrita, história, institucionalização, periódicos.
Introducción
Desde 1871 comenzó a promoverse en Bogotá la creación de una academia de historia dependiente de la de Madrid. De entrada, la propuesta contempló la publicación de un medio dedicado a la información y divulgación de temas históricos1. El llamado tenía sentido, pues entonces los escritos sobre el pasado se difundían en los libros, así como en folletines, folletos, obritas de uso escolar y prensa, especialmente la literaria2. La idea, con un claro sentido hispanista, hacía parte de la dinámica de las emergentes sociedades científicas que fueron impulsadas en la “Atenas Suramericana” en el último tercio del siglo xix3. Como parte de este proceso, entre 1880 y 1930, aparecieron en la capital del país varias revistas y boletines dedicados a temas científicos. Botánicos, médicos, abogados, gramáticos y demás hombres de saber emprendieron proyectos editoriales cada vez más especializados4.
Este movimiento científico y cultural chocó con un ambiente dominado por la polarización política, la guerra civil y la desmembración territorial5. Sin embargo, pocos meses antes de culminar la guerra de los Mil Días (1899-1902), que enfrentó a los partidos Liberal y Conservador de manera cruenta, el Gobierno de José Manuel Marroquín decidió crear una entidad que coadyuvara a sanar las heridas dejadas por la confrontación. La Comisión de Historia y Antigüedades Patrias (chap), fundada en mayo de 1902, luego llamada Academia Nacional de Historia (anh), a finales del mismo año, se dio a la tarea de elaborar una historia nacional mediante la revisión de los archivos, la enseñanza de la historia, la organización de conmemoraciones públicas y una política escultórica con énfasis en la independencia6. Los propósitos declarados, la conformación de la nómina de socios y sus primeras acciones indican un proyecto ideológica e historiográficamente moderado y conciliador en clave suprapartidista7.
A pesar de las difíciles condiciones económicas que dejó la guerra de los Mil Días, la chap activó diferentes mecanismos para cumplir con su cometido. La primera agenda de trabajo consistió en hacer un diagnóstico de los archivos locales, organizar en comisiones a los miembros de acuerdo a sus preferencias temáticas y emprender diferentes proyectos editoriales para sentar las bases de una futura historia científica8. En esta última materia funcionaron simultáneamente la Biblioteca de Historia Nacional y el Boletín de Historia y Antigüedades (bha)9. El presente artículo se ocupa de reconstruir la historia del bha como parte del proceso de institucionalización que experimentó la historia patria en Colombia durante las dos primeras décadas del siglo xx. De acuerdo con Lingelbach, este proceso enlaza dimensiones materiales, sociales y simbólicas que generan pautas para la estandarización temática y metodológica de la historia10. Uno de los principales medios para formalizar el quehacer de los historiadores han sido las revistas académicas11. Entre otras funciones, estos impresos contribuyen a crear redes de historiadores, difundir documentación primaria y avances de investigación, al tiempo que fungen como tribuna de la vida asociativa que las hace posibles. Dichos aspectos no se conocen en el caso del bha que, dicho sea de paso, fue la primera publicación dedicada al estudio del pasado en el mundo norandino12.
Hasta el momento, los estudios sobre la ach y el Boletín han enfatizado las tendencias temáticas de sus contenidos en conexión con los usos del pasado por parte de las elites políticas en la primera mitad del siglo13. En este trabajo optamos por complementar dichos avances con algunas herramientas de la historia de la cultura escrita al centrarnos en el circuito de comunicación de la revista y las condiciones materiales de su existencia14. Desde esta perspectiva, nos preguntamospor el papel de la dirección en la selección y el posicionamiento de ciertos contenidos y de sus colaboradores, la estructura interna, los tipos de contribuciones, las dinámicas de impresión y circulación, así como las prácticas de lectura, entre otros aspectos15.
El presente estudio se concentra en la primera época de la revista que corresponde a la gestión de su director y principal promotor, el médico e historiador Pedro María Ibáñez Tovar (1854-1919). El “momento Ibáñez”, como podríamos llamar esta etapa, se extendió a lo largo de 17 años y alcanzó los 141 números. Las preguntas que guían el texto son principalmente dos: ¿cuál fue el lugar que ocupó el bha en el proceso de institucionalización de la historia patria en el contexto enunciativo de la Academia Nacional de Historia? y ¿qué avatares editoriales experimentó la revista a lo largo de su primera época? A partir de ello, el texto aborda los inicios de la publicación, las recurrentes dificultades que tuvo para su impresión, algunos aspectos de su distribución, venta y circulación, y el tipo de contenidos que contribuyó a divulgar, lo que ofrece algunas pistas sobre el público lector al cual estaba dirigido el Boletín. Argumentamos que, en Colombia, el conocimiento histórico tuvo un primer impulso para su consolidación como saber autónomo gracias a la puesta en marcha de este impreso oficial, tribuna académica y órgano de expresión de una asociación erudita que pretendió sentar las bases de un relato científico de la historia nacional.
Un buen comienzo
A las pocas semanas de iniciar sus labores, en el seno de la chap se planteó la necesidad de divulgar sus actividades en diferentes medios. Algunos socios propusieron difundir los informes internos de las comisiones y documentos históricos de relevancia, entre ellos la Peregrinación de Alpha de Manuel Ancízar. El general Bernardo Caycedo fue más lejos y exhortó al Ministerio de Instrucción Pública (mip) para que emprendiera la publicación de un boletín oficial como nuevo órgano de la entidad16. La solicitud se acompañó de una demanda al Gobierno nacional para que la comisión contará con autonomía para decidir los contenidos de la revista y elegir a sus directores17.
A principios de septiembre de 1902, el secretario Ibáñez informó que estaba en la Imprenta Nacional el primer pliego de la revista institucional, inspirada en el concepto y “elegante formato” de la Revista Médica, órgano de la Academia de Medicina. La buena nueva, según el futuro director, se debía a las gestiones del ministro de Instrucción, José Joaquín Casas (1866-1951), ante la cartera de Gobierno, de donde salió la orden de publicar el bha en los talleres oficiales18. En cuanto al contenido, Ibáñez avisó que incluiría la resolución de creación de la asociación, las actas de las primeras sesiones, algunos informes sobre visitas a archivos y documentos de interés “completamente desconocidos y que tienen importancia porque dan luz sobre costumbres de viejas sociedades”19. La novedad de la aparición del Boletín se debía, entre otras razones, a la precaria difusión de la historia por aquellos años20. Con el objetivo de impulsar las colaboraciones, en la última página del primer número apareció una invitación a los lectores para que, como muestra de su patriotismo, remitieran trabajos sobre cualquiera de los grandes periodos de la historia nacional. El llamado sintetizaba el sentido y propósito de la revista en función de consolidar la ciencia de la historia en el país:
Se publicarán documentos y monografías relativos al pasado de nuestro país desde los tiempos prehistóricos hasta los presentes, que estén fundados en hechos comprobados, suprimiendo leyendas mentirosas, y se reproducirán trabajos, memorias y fragmentos de libros, que, por ser ediciones agotadas, no pueden ser conocidas del público ni servir de órgano de estudio y enseñanza, porque es imposible obtenerlos. La compilación de estos estudios y reproducciones en un elegante volumen lo hará, sin duda alguna, valioso é interesante.
Cuántas familias guardan bajo llave preciosas confidencias de sus antepasados, que dejarán de estar escondidas, si encuentran medios fáciles de hacerlas publicar. Llenar estos vacíos, abrir campo á trabajos desconocidos ó no emprendidos por falta de estímulo, según la corriente científica moderna de enseñar la verdad comprobada, hacer penetrar en el público el hábito de estudiar el pasado y el deseo de investigar las causas de sucesos recientes, tales son los fines con que se ha fundado el Boletín de Historia y Antigüedades21.
La cita deja ver la hoja de ruta que los primeros directores, Adolfo León Gómez, Eduardo Posada y Pedro María Ibáñez trazaron para la revista y la Academia en su conjunto. El rescate documental debía ser el fundamento de una historia científica cuyo medio principal sería el naciente bha. Ibáñez fue el encargado de definir qué se incluiría en cada número y de informar cuál era el estado de la impresión y distribución de cada tiraje22.
Pronto, el bha se convirtió en vitrina para los trabajos históricos que algunos socios tenían engavetados y en tribuna para difundir la vida de la corporación23. De los primeros miembros de número de la Academia elegidos en mayo de 1902, casi la totalidad figuraron como autores de algún tipo de texto en la revista. Ahora, las pautas sobre la manera correcta de hacer historia fueron definidas por un círculo más reducido compuesto por seis socios a lo largo de todo el periodo de estudio. Junto a ellos, socios correspondientes ubicados en diferentes partes del país integraron una red autoral que delineó el quehacer historiográfico a través de este nuevo medio24. A medida que la publicación tomó forma, los académicos establecieron contactos con el exterior, particularmente con sus pares de México y Perú25. De esta forma, el Boletín sirvió como instrumento para posicionar el gremio de historiadores dentro y fuera de las fronteras nacionales.
Tras la impresión y circulación del primer número en septiembre de 1902, la distribución surgió como un foco de tensión con las oficinas estatales. Inicialmente, el mip propuso repartir los mil ejemplares del tiraje entre los colaboradores -diez ejemplares para cada uno- y el despacho de Instrucción, que los enviaría a Bogotá, los departamentos y el extranjero26. La oferta del ministerio también incluyó la posibilidad de ampliar de tres a cuatro pliegos la extensión de cada número, es decir, de 48 a 64 páginas. El objetivo era “reproducir periódicos de los primeros años de la revolución, que son interesantísimos por los datos de historia que contienen y valiosos por ser ediciones casi agotadas”27. Igualmente, se planteó que la revista circulara libre de porte en todos los correos de la república28.
Mientras tanto, Ibáñez, como director de facto, presentaba en las sesiones textos que esperaba publicar acompañados de ilustraciones elaboradas por alumnos de la Escuela Nacional de Bellas Artes. Durante los primeros meses se delineó el tipo de colaboraciones que aceptaría la revista: avances de trabajos más extensos, artículos de difícil consulta y documentos de interés para los historiadores y amantes de las glorias patrias. Entre los textos que Ibáñez propuso para los primeros números encontramos un libro inédito de Jorge Isaacs con jeroglíficos tomados en el departamento del Magdalena, el avance de un estudio de Carlos Cuervo Márquez sobre las estatuas de San Agustín y un capítulo dedicado a Cristóbal Colón publicado en el periódico Cuba y América que había conseguido el socio Diego Pérez Mendoza29. Sin embargo, no fueron publicados por dar espacio a contenidos relacionados con la independencia. El consenso en torno a las decisiones gubernamentales se vio afectado por el tema de la distribución que, según el presidente de la Academia, Eduardo Posada, no se llevó a cabo de acuerdo con la propuesta inicial por tender a cierta “anarquía”. En efecto, a principios de abril de 1903 se aprobó una nueva repartición de los mil ejemplares que se imprimían del órgano oficial. El cambio fue radical puesto que la anh controlaría el noventa por ciento y el Gobierno tendría el diez restante30.
Detrás de la distribución hubo una tensión entre la Academia y el Gobierno central por el margen de autonomía del que podía gozar la corporación para defender sus intereses. En este contexto, el abogado liberal Adolfo León Gómez y otros miembros plantearon que el Boletín podía financiarse en su totalidad con base en suscripciones, sin necesidad de acudir a recursos públicos. No obstante, las opiniones se dividieron respecto al precio de producción, venta y tiraje para lograr una mayor independencia del Ejecutivo nacional. La disputa residía en quién dispondría del Boletín como medio para tejer relaciones dentro y fuera del país, a pesar de que la Academia era un órgano oficial. El debate, del que Ibáñez se abstuvo de participar, terminó con la aprobación de una nueva forma de distribución que beneficiaba a la corporación en detrimento del ministerio, pero sin renunciar a la financiación estatal31.
En la misma sesión del 1.º de abril de 1903, Ibáñez fue nombrado por unanimidad y en propiedad como director del bha en cumplimiento del Decreto 1808 de diciembre de 1902 que obligaba a realizar una votación abierta32. A partir de ese momento, el nuevo funcionario se hizo acreedor a la suma de trescientos pesos mensuales para ejercer oficialmente la dirección de la revista. El trabajo del secretario permitió mantener en normal funcionamiento la publicación durante los primeros dos años de labores. Ibáñez atendía las solicitudes que llegaban desde diferentes lugares del país, respondía a los interesados en publicar algún texto y sorteaba las contingencias de la distribución que continuaron presentándose a pesar las últimas decisiones33.
El Boletín ganó reconocimiento entre los aficionados a los temas históricos y oficinas como las secretarías departamentales de instrucción pública34. Las opiniones de los primeros lectores enfatizaban en el “juicio frío y criterio elevado y sano” de los textos que aparecían en la revista, “única de su clase en nuestro país”35. Las colaboraciones en los primeros meses provenían de académicos residenciados en Bogotá y “amantes del pasado”, con alguna experiencia en la escritura histórica36. En efecto, Ibáñez también actuó como editor de las colaboraciones dada la confianza que los autores tenían en su criterio, experiencia y gusto, pilares sobre los que se erigió el Boletín. Al respecto, el médico liberal antioqueño Manuel Uribe Ángel escribió en abril de 1904 una carta que deja ver cómo era la relación entre los colaboradores y la dirección de la revista:
Cuando tuve la honra de dirigir, como obsequio a esa ilustre Academia, un cuaderno que contiene apuntes acerca de un viaje de Medellín a Bogotá, supliqué a Ud. y al Sr. Dr. Posada que tuviesen la bondad de corregir en aquel escrito todos los errores que se me hubieran deslizado a tiempo de redactarlo, y hoy molesto a Ud. de nuevo, para que en la parte que no está publicada todavía, me haga el mismo señalado servicio, y lo hago con anticipación, porque al enviar recuerdos, caigo en la cuenta de que hay mucho [que] corregir .
En tal virtud deseo y quiero que lo que escribí en relación con nuestro prócer, Dr. Dn. Ignacio Herrera, se suprima en la publicación, porque, aunque aquel ilustre patricio fuese de gran mérito, tenía en su carácter, como lo escribí, algo impetuoso e inculto, que no es propio de la índole comedida y cortés de la Academia. Hay en lo que dije algo chocarrero y de mal gusto que quiero no aparezca en público, lo que se refiere al ilustrísimo Sr. Arzobispo y los religiosos de los conventos es irrespetuoso, y, aunque no sea cosa que digo yo, no quiero decirlo a nombre de otro37.
En este caso, la colaboración correspondió a un texto extenso que fue publicado por entregas en la revista. La edición que solicitó el autor no solo se debía a cuestiones de estilo, sino que también remitía a criterios extracientíficos, como la moralidad y la corrección política del manuscrito. La amistad y el reconocimiento intelectual del editor, a quien se le pedía enmendar errores de redacción y evitar desaguisados políticos, hicieron parte del proceso que experimentaban los manuscritos antes de ser publicados.
Durante los dos primeros años, el órgano oficial de la anh gozó de estabilidad en su impresión y distribución gracias a las buenas relaciones con el Ejecutivo. Sin embargo, a partir de mediados de 1904 la Imprenta Nacional presentó una recarga de trabajo que afectó la publicación, situación que obligó a la suspensión desde el mes de agosto, cuando apareció el número 2438. Para resolver este asunto, en noviembre fueron comisionados los socios conservadores Ernesto Restrepo Tirado y Carlos Cuervo Márquez, este último ministro de Instrucción Pública, para gestionar directamente con el presidente Rafael Reyes la impresión de la revista39. Mientras las peticiones de los académicos surtían efecto, los demás socios se concentraron en acopiar los ejemplares de los números anteriores para crear colecciones y distribuirlas entre amigos e interesados40. Algunos lectores en las localidades creían que los problemas en la distribución de la revista eran producto del precario estado de los correos, pues, a lo largo del segundo semestre de 1904, no habían recibido ningún ejemplar41. Lo que desconocía el público era que la buena marcha de la revista estaba llegando a su fin, paradójicamente, por su condición de ser una publicación oficial.
Circulación y distribución: avatares y soluciones
Tras la publicación de los primeros veinticuatro números, el Boletín comenzó a presentar dificultades para su impresión y distribución42. Las quejas, discusiones y negociaciones entre los académicos y las autoridades políticas giraron en torno a los obstáculos que tuvo la revista para ser impresa con regularidad. El argumento de los funcionarios para justificar el crónico retraso fue la recarga en los talleres de la Imprenta Nacional43. Esta situación, que también impactó a otras publicaciones de la anh, deja ver cómo las relaciones entre la corporación y las oficinas públicas fueron más complejas de lo que suponemos. Para el Gobierno nacional, la solución del problema podría ser la reducción del tiraje y la creación de nuevos puestos de trabajo en la Imprenta Nacional. Por su parte, algunos académicos apoyaron la búsqueda de patrocinios privados para garantizar una impresión sin depender de los talleres públicos44. Tras años con el mismo problema de impresión, en 1916 fue aprobada una ley para contratar imprentas privadas, pero su ejecución dependió del cabildeo para obtener el desembolso de los recursos45. Estas soluciones parciales no lograron garantizar una aparición regular de la revista en el resto del periodo de estudio.
Las estrategias utilizadas por los académicos dieron sus frutos de manera intermitente. Si bien algunos socios ocupaban posiciones destacadas en el Gobierno, hubo varios obstáculos que incidieron directamente en la circulación, distribución y venta del bha. La pugna por el control de su distribución trascendió la decisión de 1903 que favorecía los intereses de la Academia. Dado que la Imprenta Nacional entregaba el tiraje al mip, en diferentes ocasiones se planteó la necesidad de que la corporación dispusiera de todos los ejemplares para atender la demanda, especialmente del extranjero46. Para resolver este asunto, en 1910, un socio lanzó la propuesta de recuperar todos los números disponibles en los depósitos de los ministerios de Instrucción y Gobierno para ponerlos en circulación47. En respuesta, el alto Gobierno intentó nuevamente regular cómo debía repartirse la revista, llegando incluso a sugerir que fuese el mismo presidente de la república el que decidiese al respecto48. En 1912, se alcanzaron los siguientes acuerdos: mantener la distribución que beneficiaba a la Academia, prohibir al bibliotecario entregar ejemplares sin la debida autorización de la presidencia o la dirección del Boletín, y crear un libro de entrada y salida de cada número49.
Un segundo motivo de tensión entre la anh y el Gobierno nacional fue la consecución de una franquicia postal para la revista. Pese a las gestiones directas, la circulación de la revista estuvo supeditada a la voluntad de los ministerios y su sistema de correspondencia50. Tal sujeción explica por qué los académicos intentaron en varias ocasiones obtener la exención del porte para remitir sus impresos al exterior. La respuesta de los ministros fue negativa al considerar impertinente que la anh dispusiera de este beneficio51. El resultado fue la dependencia del Gobierno para distribuir obras históricas, ya fuese el bha o los tomos de la Biblioteca de Historia Nacional52.
A pesar de que la revista circulaba solamente por canales oficiales, los académicos debieron sortear otros problemas, como el embalaje de los ejemplares con destino al exterior. La poca calidad del papel de envoltura derivó en un llamado de atención de la Administración de Correos53. La solución fue abandonar el papel periódico por “cubiertas apropiadas para el despacho de correos”54. Asimismo, la circulación del bha se vio afectada por el sistema de venta que decidió el Gobierno central. En lugar de estar disponible en las librerías, el Boletín fue comercializado en el local de la Imprenta Nacional55. Entre 1902 y 1919, la publicación fue escasamente anunciada, su precio no aparecía en la portada y tampoco figuraba el responsable de su venta. Mas aún, el margen de ganancia nunca fue considerado como criterio para calcular su producción56.
A pesar de las restricciones oficiales para su circulación, la revista tuvo presencia en buena parte del país y fuera de él gracias a una serie de prácticas institucionales y estrategias personales. Quienes manifestaron interés en la publicación buscaron colecciones completas y ejemplares sueltos de acuerdo a sus necesidades e intereses particulares. Fue recurrente la solicitud directa a la Academia para que enviase gratuitamente un ejemplar o, cuando los medios lo permitían, los lectores solicitaron una suscripción anual. Además de los amigos y familiares del director o algunos socios que podían resultar directamente beneficiados, altos funcionarios públicos y letrados remitieron cartas para insistir en el envío de algún número en búsqueda de una “lectura útil, entretenida y edificante”57. Desde diferentes ciudades y poblados de la geografía nacional, escritores de historia, entre ellos miembros de los centros locales y departamentales de historia, solicitaron la revista con el propósito de insertarse en el circuito historiográfico liderado por la Academia. En efecto, el Boletín sirvió de modelo e inspiración para que en las regiones se comenzara a editar revistas hermanas, especialmente en la década de 191058. Las dificultades relacionadas con la irregularidad en la impresión también generaron reclamos por parte de suscriptores y colaboradores por el incumplimiento en los envíos59.
La demanda del Boletín fue atendida diferenciadamente de acuerdo al estatus del interesado. Por ejemplo, Carlos E. Restrepo, expresidente de Colombia y amigo cercano del director y otros académicos, pidió, como “simple lector y aficionado”, el envío de varios números que le faltaban para completar su colección personal. A diferencia de lo que ocurría con otros lectores de provincia, en este caso la respuesta de la Academia fue inmediata y efectiva60. Sin embargo, las peticiones más comunes fueron las institucionales, especialmente de oficinas de las diferentes ramas del poder público a nivel nacional, departamental y local. Este hecho permite ver otra arista del carácter oficial de la revista al contar entre sus principales destinatarios a los funcionarios estatales. Con el fin de engrosar las bibliotecas institucionales a través de canjes y donaciones, ministerios, altas cortes, cuerpos de seguridad, legaciones diplomáticas y despachos de instrucción pública pidieron y recibieron constantemente la revista61.
El sostenido interés de los empleados oficiales de diferentes partes del país permite pensar en una historia dirigida a los agentes del Estado a través del bha. Ahora bien, los usos fueron más allá de este ámbito, como lo muestran las peticiones de colegios, museos, asociaciones gremiales e incluso cárceles62. En estos espacios, el bha fue concebido como una fuente de educación patriótica, pues se consideraba que la historia serviría para elevar el “nivel moral e intelectual” de los ciudadanos. Los centros y academias regionales también fueron uno de los principales destinatarios de la revista, cuyos miembros estimaban altamente la llegada de cada número. Como lo señaló Ramón Correa desde Antioquia: “He recibido con regularidad hasta el No. 38 del Boletín. Cada día es más interesante y su lectura más grata. Ya tengo empastados y guardo con respeto los tres primeros tomos. Ellos constituyen mi más justo orgullo en mi biblioteca, pues U. sabe cuánto amo ese estudio que forma mi mayor deleite”63.
La circulación que alcanzó el Boletín en el exterior se concentró en cuatro áreas geográficas: Estados Unidos, España-Francia, los países andinos y el Cono Sur64. Pese a los obstáculos oficiales para obtener una franquicia postal propia, la revista atravesó fronteras en la paquetería y correspondencia de los ministerios de Instrucción y Gobierno. A ello se sumó la labor de diplomáticos, socios correspondientes y demás mensajeros que, como correos humanos, ayudaron a que el Boletín ocupara los estantes de las bibliotecas de universidades, institutos, academias, centros culturales y letrados interesados en lo que sucedía en el ámbito historiográfico en el país65.
El empleo de estos medios formales e informales de circulación les permitió a la Academia y al país insertarse en discursos internacionales, a veces contrapuestos, como los de la solidaridad americana y la tradición cultural de origen latino. Para el caso de los países andinos, especialmente Venezuela y Ecuador, los académicos y políticos reiteraron los estrechos vínculos históricos que unían a las naciones bolivarianas. Los lazos de amistad con diferentes naciones estaban fundamentados en los hallazgos documentales y la reconstrucción de acontecimientos liderados por prohombres. El envío del Boletín reforzó estas conexiones internacionales que también operaron gracias al nombramiento como socios correspondientes de estos amigos y colegas del exterior66.
Colaboraciones, nudos temáticos y tipos de lectura
Además de los factores que incidieron en la circulación y distribución del bha, es pertinente fijar la atención en las operaciones que estuvieron detrás de los contenidos que aparecieron en la revista. El afianzamiento del canon temático que conformaba la historia patria a través de este medio fue posible gracias a las decisiones editoriales que tomó la Academia bajo el liderazgo de Ibáñez. Para responder a la pregunta por el tipo de historia que se pretendió posicionar a través del Boletín, abordaremos aspectos como las colaboraciones que fueron enviadas o solicitadas, las formas de obtención de los materiales para publicar y los nudos de sentido que hicieron de esta publicación un medio clave en la institucionalización de la historiografía colombiana.
La decisión sobre los contenidos trascendió las funciones que desempeñó Ibáñez como director y redactor desde los primeros días del Boletín. En muchas ocasiones, la última palabra la tuvieron el presidente de turno, los académicos reunidos en las sesiones ordinarias e incluso las autoridades políticas que recomendaban la publicación de un determinado texto67. Con una convocatoria siempre abierta, los socios, letrados e interesados allegaron diferentes trabajos para que, previa revisión de la corporación, fuesen divulgados en las páginas de la cada vez más reputada publicación68. Para ello, debían pasar filtros como la pertinencia temática y la extensión. No obstante, también consideraban otros factores, como la posición del postulante en el emergente campo historiográfico, su respetabilidad y su capital social69. Para nutrir los números, ocasionalmente, el director también solicitó el envío de colaboraciones y documentos que, a su juicio, podían contribuir al engalanamiento del bha70.
Como dijimos atrás, esta publicación se caracterizó por ser simultáneamente el periódico oficial de la anh y medio especializado en la difusión de trabajos históricos. En relación con la vida institucional, aparecieron las actas de las sesiones; noticias de participación de los socios en actos públicos; correspondencia con entidades pares, oficinas públicas y letrados, especialmente del exterior; necrologías; homenajes, y, en general, todo lo relacionado con el funcionamiento de la corporación71. Igualmente, difundía los informes de los empleados de la Academia (tesorero, secretario y bibliotecario), así como los reportes sobre nuevos miembros, revisiones de textos e informes de diferentes comisiones72. Gracias a estos contenidos los lectores podían conocer la marcha detallada de la institución, con lo que se contribuía a posicionar la entidad ante sus pares nacionales y extranjeros.
En tanto revista científica, el bha dedicó sus páginas a la promoción de diferentes tipos de trabajos sobre el pasado nacional y local. Esta labor no llegó a reemplazar totalmente la difusión de la historia en la prensa periódica u otros medios73. De este modo, priorizó el rescate, la reimpresión y la divulgación de gran cantidad de documentos históricos considerados como la base de la futura investigación histórica profesional74. Gracias a la posición ocupada por varios socios o debido a los lazos familiares con ciertos hombres de Estado, los académicos accedían a papeles relevantes que, en muchas ocasiones, eran remitidos como originales o transcripciones para salvarlos del olvido, las polillas y los ácaros75. Correspondencia personal, diarios, periódicos, memorias, autobiografías, actas de bautismo y defunción, piezas judiciales, reales cédulas, documentos eclesiásticos, crónicas, juras de obediencia, entre otros, poblaron las páginas del Boletín desde su aparición.
En materia de textos originales, escritos por académicos o letrados sin vinculación orgánica con la institución, los materiales allegados se caracterizaron por la variedad temática, dada la diversidad de colaboraciones. El director insertaba las contribuciones de los socios y amigos sin una organización temática o de periodización definida, aunque priorizaba aquellos escritos que evidenciaban un trabajo erudito. Cabe señalar que la revista careció de una estructura con secciones especializadas, más allá de una página inicial que algunas veces sirvió de editorial y una última parte donde aparecían contenidos institucionales. A lo largo de la gestión de Ibáñez, la revista publicó cientos de biografías de personajes de la independencia que configuraron la sección “Bocetos biográficos”. La vida de los grandes hombres fue unas de las formas de escritura predilecta desde el siglo xix que permeó todos los formatos impresos76. Este cúmulo de trabajos, elaborados por decenas de escritores de todo el país, fue concebido inicialmente para un diccionario biográfico que no logró publicarse. Así, la primera entrada, constó de diez biografías elaboradas por varios miembros de la Academia entre los que se contaron como autores a Luis Fonnegra, Adolfo León Gómez y José Joaquín Guerra, entre otros77.
Otro tipo de contribución fueron los fragmentos de obras más extensas que, a manera de adelanto, eran una estrategia del redactor y los autores para dar a conocer novedades historiográficas78. El Boletín también abrió sus páginas a obras completas a través de decenas de entregas que vieron la luz por primera vez en la revista de la Academia. Un ejemplo ilustrativo fue el de las obras de Eduardo Posada Muñoz, publicadas por primera vez en el bha79. Finalmente, también hubo textos menores, es decir, escritos cortos como recensiones y rectificaciones que sugieren un nivel de crítica historiográfica dentro de la institución. Excepcionalmente se publicaron traducciones de trabajos de historiadores extranjeros y conferencias ofrecidas por académicos80.
En cuanto al sentido del pasado promovido en el bha, observamos una reafirmación del canon establecido décadas atrás en torno al momento fundacional de la independencia. La interpretación dominante, con un marcado carácter bogotano, constó de cuatro episodios: el levantamiento comunero de 1781, los sucesos del 20 de julio de 1810, el papel de los hombres de pensamiento en la construcción de la república y el sufrimiento de los mártires durante la llamada “Reconquista”81. El predominio temático de la independencia corresponde a un consenso tácito entre los cultores de la historia reforzado por el contexto conmemorativo del ciclo independentista, que se extendió entre 1910 y 1919, y el crítico estado del país luego de 190382. Tal acuerdo no estuvo exento de discusiones en la Academia sobre la relevancia de ciertos personajes o acontecimientos. La novedad residió en contar con un impreso dedicado exclusivamente a difundir estas temáticas.
Más allá de aquel tópico, y dado el perfil de los diferentes miembros, las demás épocas de la historia nacional también figuraron en la revista. Muestra de ello fueron los trabajos sobre el pasado prehispánico, la Conquista y el periodo colonial centrados en los grupos étnicos del centro del país, los conquistadores, la fundación de ciudades y los virreyes83. La historia contemporánea, es decir, aquella que correspondía a los acontecimientos de la segunda mitad del siglo xix y primeras décadas del xx, fue escamoteada posiblemente por razones políticas, ideológicas e incluso epistemológicas. Con ello nos referimos a la prudente distancia que se marcó desde la Academia respecto al pasado reciente, concebido como fuente de enfrentamientos políticos. El ideal de objetividad se vería obstaculizado al tratar situaciones relacionadas con el presente y el futuro de la nación. Por su parte, el pasado regional y local tuvo una importante presencia gracias a las colaboraciones que letrados de provincia remitían a Bogotá con el ánimo de insertar la historia de su terruño en el relato nacional84.
Sobre los lectores de estos contenidos podemos decir que fueron un grupo variopinto cuyas huellas, desafortunadamente, no son fáciles de rastrear. Con base en la demanda que tuvo la revista, es posible pensar en un perfil social y ocupacional de los consumidores del bha en su primera etapa. Eruditos e instituciones culturales, empleados de oficinas públicas, políticos, profesores de colegios capitalinos y de provincia, sacerdotes, militares de alta graduación y en formación, policías de la oficialidad y en ascenso, profesionales liberales, seminaristas, estudiantes de bachillerato y universidad, bibliotecarios, señoras de familias acomodadas y hacendados, entre otros agentes sociales, accedieron a la revista.
En cuanto a las formas de lectura que tuvo el Boletín, hemos identificado dos tipos: la lectura por placer y la lectura académica. El político liberal y hombre de prensa residenciado en Madrid Santiago Pérez Triana, un lector anónimo de Turmequé (Boyacá) y una señora de clase alta residente en Bogotá dejaron algunos indicios asociados al placer, la fruición y el gusto por el pasado que podían satisfacer gracias al Boletín. Gracias al envío de algún número o el préstamo de un suscriptor, estos lectores encontraban en la revista un medio para pasar las horas de esparcimiento85. Diferentes segmentos sociales desarrollaron una relación placentera con la historia gracias a las narraciones de héroes y batallas, las anécdotas familiares, las informaciones sobre la localidad de origen u otros temas de interés. Con ello estimulaban la curiosidad personal y, de paso, fortalecían el orgullo patrio. El formato facilitaba una lectura ocasional y relativamente rápida de textos cortos en comparación con los grandes libros de historia nacional.
La lectura erudita fue practicada por los mismos académicos y otros letrados que consultaban el Boletín como fuente de información para sus trabajos. Ejemplo de ello lo tenemos en el mismo director Ibáñez, quien incorporó varios textos del bha en la segunda edición de su obra sobre la historia de Bogotá. Los documentos y artículos publicados en cada entrega también sirvieron de referencia para que, por ejemplo, un autor como Manuel Villaveces elaborara nuevos textos dirigidos a formar maestros de educación primaria en Cundinamarca86. Estos materiales ofrecían a los estudiosos del pasado nacional un arsenal de datos sobre decenas de personajes y hechos que nutrían nuevas obras históricas87. La lectura practicada por los letrados también estuvo direccionada a identificar yerros y gazapos que transmitían a los responsables de la revista, a fin de cuidar el prestigio tanto de los autores como de la publicación misma88.
Conclusiones
En Colombia, como en otras partes del mundo occidental, la institucionalización de la historia tuvo como escenario clave la creación y puesta en marcha de una publicación periódica ligada a una asociación académica. A lo largo del texto dimos cuenta del proceso de constitución y consolidación de la primera revista de historia en el mundo andino bajo la dirección de Pedro María Ibáñez. Como órgano oficial de la Academia Nacional de Historia, el Boletín ostentó la doble condición de medio noticioso de la vida institucional y plataforma de divulgación de trabajos y documentos históricos. Esta particularidad convirtió la revista en un mecanismo para afianzar una forma de practicar la escritura histórica que se presentó como científica y moderna por parte de un pequeño grupo de letrados.
En términos gremiales, el bha aglutinó a un conjunto de escritores interesados en la historia colombiana que contaban con cierta experiencia en la publicación de trabajos históricos. Este núcleo, ubicado en la capital del país, construyó paulatinamente una red con sus pares de provincia, quienes a su vez fueron colaboradores y destinatarios de la nueva revista. Igualmente, el Boletín sirvió para presentar en el exterior este selecto conjunto de hombres dedicado al cultivo de la historia y las antigüedades patrias. La escritura de la historia, en tanto práctica intelectual, tuvo un medio para explicitar los criterios fundamentales de un correcto ejercicio del oficio. La dinámica de publicación puso de presente aspectos morales, estilísticos, políticos y metodológicos que convergieron en la centralidad de las fuentes documentales como garantía de una historia objetiva al servicio de la concordia nacional.
Gracias al bha fueron rescatados un sinnúmero de documentos, se difundieron viejos artículos y se publicaron obras completas por entregas, así como adelantos de nuevas y viejas plumas. Por su condición de periódico de la Academia, los lectores se informaron acerca de los movimientos de personal, las relaciones con entidades similares e instituciones culturales, y siguieron la participación de algunos socios en eventos académicos o festividades patrióticas. El carácter oficial de la revista se evidenció en los recursos públicos y mecanismos que hicieron posible su impresión y circulación. Sin embargo, la precariedad del Estado central impuso límites a los alcances de la publicación, por lo menos en lo relacionado con su periodicidad y distribución. La existencia material de la revista fue el resultado de múltiples tensiones, negociaciones y gestiones de los académicos quienes lograron -no sin esfuerzo- garantizar su permanencia.
El Boletín ofreció al público una historia que abarcó las diferentes épocas en que se dividía el pasado nacional. Aunque se difundieron textos y documentos sobre los periodos prehispánico, colonial y republicano, fue este último el que dominó a lo largo de la primera etapa. La preocupación por la independencia, es decir, por el origen del régimen republicano y sus instituciones, aunada a la concepción del pasado como producto de figuras individuales, delineó una oferta de sentido que encontró en el público letrado su principal consumidor. Dicho repertorio temático tuvo como principales lectores a los agentes de instituciones políticas, judiciales, militares, policiales, eclesiásticas y culturales del país. De este modo, la revista aportó al afianzamiento de un canon historiográfico que por primera vez contó con un medio especializado. Los colaboradores asumieron que su labor contribuía a posicionar una forma científica de hacer la historia cuyo objetivo fundamental era alcanzar la objetividad de lo acontecido con base en la irrefutable prueba documental. A su vez, el bha ayudó a consolidar una entidad que representaba a nivel nacional e internacional la voz estatal en torno al pasado de la patria.
La primera etapa del Boletín se extendió desde su creación en 1902 hasta el fallecimiento de su principal animador, Pedro María Ibáñez, en octubre de 1919. A partir de su muerte y durante buena parte del siglo pasado, la revista diferenció las funciones de director y redactor. Durante los diecisiete años de gestión de Ibáñez, la publicación obtuvo reconocimientos nacionales e internacionales. Gracias a ello, su director fue nombrado de manera ininterrumpida y unánime por sus consocios89. En 1916, a manera de balance sobre el camino recorrido, Ibáñez agradeció “el patriotismo y la voluntad enérgica” de los colaboradores para vencer las dificultades que había tenido la revista. En aquel momento, el director ofreció un panorama halagüeño para la publicación, no solo por los canjes realizados, sino, sobre todo, por el ejemplo que las academias y centros regionales de historia habían seguido con sus respectivos órganos informativos. Este panorama le llevó a expresar el papel que las revistas académicas estaban llamadas a cumplir en la consolidación de la historia nacional. Según su perspectiva, el bha era fuente de información clave para los investigadores del pasado nacional que comprendía las tres grandes épocas históricas (prehispánica, colonial y republicana) en sus facetas civil, científica, militar y eclesiástica90.
Bibliografía, Fuentes primarias, Archivos
Archivo Academia Colombiana de Historia (aach), Bogotá-Colombia. Fondos Correspondencia y Libros de Actas.
Casa Museo Quinta de Bolívar - Biblioteca Personal de Pedro María Ibáñez (cmqb-bppmi), Bogotá-Colombia. Fondo Correspondencia.
Publicaciones periódicas
Boletín de Historia y Antigüedades. Bogotá, 1902-1917.
Boletín de Instrucción Pública de Cundinamarca. Bogotá, 1914.
Revista de Bogotá. Bogotá, 1871.
Revista del Centenario. Bogotá, 1910.
Documentación primaria impresa
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Notas