Editorial

En este último número de 2013, ilustramos la portada con una hermosa flor proveniente de la ceiba (Ceiba pentandra), a manera de “cierre con broche de oro”, como símbolo conmemorativo de los primeros diez años de esta segunda época de Rev. AIA.
La ceiba es un árbol tropical frondoso de majestuosidad arrobadora que cautiva no sólo por su impacto visual, sino también por su fortaleza y plenitud al arraigarse con tenacidad en el sitio donde se enclava, en la tierra fértil que lo recibe; siempre pletórico de vida, con tronco fuerte y esplendoroso follaje que permite imaginar el anclaje que tiene en el suelo con raíces bien dotadas, mostrando su fastuosidad; ello alude a un principio que dice: “lo que es abajo es arriba, o viceversa: lo que es arriba es abajo”, cuya sugerencia es, en esencia, el equilibrio que existe siempre en la naturaleza.
Así como esta emblemática flor, producto de un inmenso árbol magnificente es como nos sentimos en Rev. AIA durante este primer decenio de publicación ininterrumpida, desde ese primer tomo editado en el primer cuatrimestre de 2004: hemos logrado la solidez necesaria para florecer como proyecto editorial; ya que, al igual que un árbol de gran raigambre que se explaya con flores espectaculares, también nos ha sido posible tener la fortuna de anclarnos a la tierra y consolidarnos año con año.
Es por lo anterior que hemos podido participar directamente en este proyecto editorial que representa un cúmulo de trabajo inherente a la publicación de una revista científica de esta naturaleza, en el contexto de la ciencia agropecuaria en México.
Este proyecto lleno de vitalidad se debe a que en todos sus componentes existe, entre otros muchos aspectos: coherencia, trabajo de conjunto, compromiso y entusiasmo pese a las adversidades propias de su elaboración; todo ello nos otorga robustez a quienes somos partícipes de su producción, lo cual nos ha concedido —permítanme la expresión campirana— no sólo la siembra de esta semilla durante el transcurso de estos diez años, sino haber podido crear las condiciones necesarias para florecer y recoger frutos sanos: 30 ejemplares que, sin interrupción, hemos venido “alimentando y abonando” paso a paso hasta completar, precisamente, el actual tomo.
Esto ha provocado que Rev. AIA haya crecido gracias a todos y cada uno de los participantes: editores, autores, árbitros, maquetadores, artistas, diseñadores, correctores de estilo en español y del idioma inglés, programadores del sitio web en línea, gestores diversos, instituciones de investigación y/o de educación superior y de posgrado, así como colaboradores en general, entre otros. Por lo mismo, quiero enfatizar un aspecto clave: un necesario y bien ganado agradecimiento para todos ellos, quienes de manera desinteresada han creído y apoyado este proyecto, poniendo en él su dedicación, entusiasmo, compromiso, profesionalismo que, definitivamente, se ve reflejado en cada número que editamos en Rev. AIA.
Además, observamos con gran satisfacción, que se ven cristalizadas las colaboraciones de los propios autores, las cuales provienen de distintas partes, tanto de México como de Latinoamérica en conjunto. Todo ello redunda en el aprovechamiento de los artículos publicados, que son leídos en distintas partes del mundo, debido al incremento de su visibilidad en diferentes medios y lugares.
Como se puede apreciar, por los propios frutos obtenidos, hemos logrado conjuntar un equipo de trabajo que permiten que Rev. AIA tenga la suficiente firmeza en sus procesos, producto de estos diez años de trabajo colaborativo; y que, a su vez, a manera de los árboles tropicales majestuosos como la ceiba, generan un amplio tronco que, en la medida que transcurre el tiempo se robustece y, desde luego, va generando esta fortaleza que —en nuestro caso— permite la solvencia para cada una de las ediciones cuatrimestrales de Avances en Investigación Agropecuaria.
Tenemos la firme convicción de que las metas a corto plazo se han logrado, pues análogamente al hecho de que un árbol se genera en la semilla, este proyecto ha logrado germinar, caer en tierra fértil, emerger, desarrollarse, florecer y dar frutos; esta plenitud de crecimiento y fructificación es por demás evidente y más aún: con miras a seguir creciendo y manteniendo ese ciclo productivo cada vez mejor.
Por todo lo mencionado líneas arriba, es importante manifestar que está en nuestras metas a mediano plazo que, a semejanza de un árbol, como la ceiba, siga creciendo y consolidándose todavía más que la ya de por sí lograda y fructífera vida durante estos diez años. Esperamos que siga prevaleciendo como una clara opción para la difusión científica como proyecto de largo alcance; es decir, que sea longevo y logre superar distintas etapas generacionales.
Para concluir este editorial con el cual cerramos la edición de esta primera década de nuestra revista, no puedo menos que dedicarle un reconocimiento especial a muchos colegas que se esfuerzan denodadamente y entregan su vida día a día en aras de causas nobles, como el hecho de mejorar las expectativas de vida, sean sociales, económicas, productivas, ambientales u otras. Desde Colima, México, va un abrazo fraternal a FUDERULC (Fundación para el Desarrollo Rural de Latinoamérica y el Caribe), cuyos integrantes son —al igual que en Rev. AIA— gente altamente comprometida que busca opciones para los productores rurales colombianos; y quienes, sin menoscabo del número limitado de participantes, han conseguido traspasar sus fronteras sin perder de vista su compromiso con el campo de Colombia, por lo que ahora también lo hacen en su rama en Argentina.