Resumen: Se cuestiona tanto el optimismo oficial mexicano como el de instituciones internacionales respecto de mantener un suministro abundante, oportuno e inocuo de alimentos a precios accesibles para toda la humanidad; protegiendo el medio ambiente, como respuesta al reto de satisfacer la demanda proyectada de carne de bovino para una población de nueve billones de habitantes para el año 2050. Ante esta postura pública, los académicos de la Red antepusieron argumentos documentados que señalan las limitantes ambientales a las que se enfrentará la humanidad; en particular, la disponibilidad de agua para fines pecuarios bajo sistemas intensivos no sustentables. Estos efectos restrictivos de disponibilidad de agua ya son evidentes en varias regiones del país, como es el caso de la cuenca lechera de Torreón y el acuífero de Cuatro Ciénegas, en Coahuila.
Palabras clave:Huella hídricaHuella hídrica,carne de bovinocarne de bovino,medio ambientemedio ambiente.
Abstract: A question mark is delineated upon the official optimistic attitude characterized as the world capability to produce abundant, accessible and safe food for the entire humanity, in an environmentally sustainable fashion, as a response to the challenge of a human population of 9 billion for the year 2050. The academic group offered references highlighting the environmental limitations, in particular the availability of water for intensive livestock production systems. Furthermore, water limitations are already present in Mexico at the dairy region of Torreon and the Cuatro Ciénegas watershed of Coahuila.
Keywords: Water path, beef, environment.
Artículo
Algunos comentarios sobre la Huella Hídrica de la producción de carne de bovino en México (con referencias internacionales)

El reto: ¿Es posible satisfacer la demanda proyectada de carne de bovino para una población de nueve billones de habitantes, para el año 2050, con una oferta accesible a todos, manteniendo o mejorando los recursos naturales requeridos para ello (suelo, agua, aire, cubierta vegetal)? (Steinfeld et al., 2006).
Para intentar analizar las condiciones que enmarcan este desafío, se opta por sopesar en uno de los platos de la balanza, el crecimiento exponencial de la población con supuestas tendencias de demanda de alimentos de origen animal a la alza, condicionada por una optimista proyección en la mejora sensible en la economía familiar a nivel mundial (150 % de incremento en el ingreso; Steinfeld et al., 2006); en particular, con un incremento de la clase media (167 % de aumento) con todo lo que ello implica, aunado a un progreso tecnológico; y en el otro plato, habrá que incluir la tendencia a la disminución y/o restricción en la disponibilidad de recursos naturales destinados a la agricultura de:
El área cultivable en competencia con el avance en la urbanización.
La disponibilidad de agua en competencia con otros usos; en particular, en el futuro cercano, la producción de etanol a partir de granos y la extracción de gas de esquisto, actividades ambas que demandan enormes cantidades de agua para su implementación.
La manifestación de una respuesta de retornos mínimos en el desarrollo tecnológico y el progreso en la eficiencia productiva.
El impacto ambiental de los sistemas intensivos pecuarios, en términos de su aporte al efecto invernadero global, entre otros, por la generación y subsecuente manejo de los desechos orgánicos.
De cumplirse la predicción en el crecimiento de la población señalada, para el 2050, junto con una adecuada capacidad de compra, Steinfeld et al. (2006) especulan acerca de la necesidad de duplicar la producción de carne de bovino, con su implicación en el aumento de insumos, granos, pastas, otros, y su repercusión en los recursos naturales requeridos para ello. Un ejemplo puntual, en este sentido, se puede citar que, en el caso de EE. UU. en el rubro de producción de maíz para grano, se estima una demanda adicional de 2.70 veces al área de tierra dedicada actualmente (CAST, 2012).
Simultáneamente, y en competencia directa con la agricultura, se considera que el crecimiento de la población per se demandará más espacio tomado de las tierras de agricultura, más agua y más energía, lo que representa potencialmente un mayor impacto ambiental negativo.
En este contexto, la intención de duplicar (para el año 2050) la producción de alimentos de origen animal y 70 % más de todos los alimentos con una menor disponibilidad de recursos naturales a nivel global, los que deberán ser mantenidos en su estado de salud actual, e inclusive, revertir la tendencia a su degradación; todo ello, para atender una demanda alimentaria de todos y cada uno de los integrantes de una población de nueve billones de habitantes. El cuestionamiento no es sólo el de enfrentar este reto, sino analizar racionalmente la factibilidad de éxito en su abordaje y, con ello, los posibles escenarios resultantes.
Steinfeld et al. (2006) proponen la necesidad de aplicar una estrategia integral científica y regulatoria sostenida de producción, manejo de excretas, programas de alimentación, producción de insumos agrícolas, irrigación, manejo de suelo y calidad del agua que permita doblar la producción de insumos agrícolas y pecuarios, conservando o mejorando los recursos naturales disponibles cada vez más limitantes, mejorando la salud pública, así como limitando el alza en el precio de los alimentos.
Y todo ello con el objetivo de mantener un suministro abundante y oportuno de alimentos inocuos y a precios accesibles para toda la humanidad, protegiendo el medio ambiente. El discurso, si bien políticamente adecuado, es cuestionable con base en la evidencia histórica; es decir, a la falta de compromiso a nivel mundial mostrado por prácticamente todas las naciones respecto de trabajar al unísono para alcanzar ese objetivo, y a los índices disponibles de impacto ambiental negativo registrados a la fecha, como consecuencia de la actividad agro-pecuaria global.
En el tema de tendencia de la eficiencia productiva, se identifica en la actualidad una disminución en la tasa de incremento en la producción de carnes a nivel mundial logrado en la última década en comparación a décadas anteriores (ver figura 1):
Igualmente, hay indicios en sistemas agrícolas considerados eficientes en sus rendimientos de carne de bovino, como sería el caso de EE. UU. (CAST, 2012) de que, basado en la trayectoria histórica, su eficiencia productiva muestra una tendencia de respuesta mínima con el tiempo para, probablemente, alcanzar una productividad estable para el año 2050 (ver figura 2).


Si bien la demanda de agua para producción y procesamiento de alimentos de origen animal a nivel global representan menos del 1 % de la demanda total, a esta cantidad habrá que sumarle el 9 % para la producción de granos y pastas.
El riesgo de la contaminación del agua está intrínsecamente ligado a la contaminación del aire; cualquier modificación en el manejo pecuario de los sistemas de producción, diseño de instalaciones, manejo de efluentes, tiene repercusión en el aire y el agua.
A nivel mundial, el impacto negativo en el medio ambiente, el agua incluida, está en función de la concentración en menos manos de UP de mayor tamaño, por su demanda de agua, impacto en el aire, el manejo de los efluentes, posible impacto magnificado en la atmósfera por la concentración en la emisión de gases con efecto invernadero.
Igualmente, un impacto negativo en el recurso agua puede repercutir en el ensolve de presas y, con ello, la eficiencia en la captación y utilización de la lluvia.
Por la disponibilidad de datos y su conversión en información, tomaremos a EE. UU. como referencia para el desarrollo del tema de la huella hídrica de la producción de carne de bovino, señalando la posibilidad de que el lector extrapole algunos de los principios generales expuestos a otras partes del globo terráqueo.
En EE. UU., se estima (Steinfeld et al., 2006) que la actividad pecuaria es responsable del 55 % del impacto en erosión y sedimentación, del 37 % de la contaminación por pesticidas, el 50 % del mal uso de antibióticos y 33 % de la descarga de N y P en mantos freáticos. EE. UU. se considera como un país en donde estos efectos negativos son los de menor impacto a nivel mundial.
Agua para irrigación de pasturas-cultivos es el mayor costo de la huella hídrica en EE. UU.; en particular, en el renglón de insumos alimenticios para la ganadería bovina.
En EE. UU. se identifica que el componente más importante de contaminación por N, P, pesticidas y sedimentación es la producción de grano y forrajes para uso pecuario.
El reto de incrementar la producción de alimentos de origen animal se caracteriza por la existencia de dos posturas contrastantes: 1) existe la opinión, por parte del sector pecuario de producción intensiva en EE. UU., que ve en la intensificación de la producción pecuaria una opción para satisfacer la demanda futura, al mismo tiempo que se mitiga el impacto ambiental (Animal Frontiers, 2013, varios autores); y 2) Opiniones divergentes a esa postura (PCIFAP, 2008).
Steinfeld et al. (2006) señalan que la producción pecuaria a nivel regional y mundial con su esquema productivo actual se ubica entre los tres factores de mayor impacto negativo en el ambiente, como es la degradación del suelo, cambio climático, contaminación del aire, agua y pérdida de biodiversidad.
Esta condición se puede adjudicar, principalmente, a la característica de intensificación de los sistemas de producción, sistemas cuya falta de sustentabilidad ha sido señalada (PCIFAP, 2008):
“The present system of producing food animals in the United States is not sustainable and presents an unacceptable level of risk to public health and damage to the environment, as well as innecessary harm to the animals we raise for food”.
Traducción libre: El sistema actual de producción de alimentos de origen animal de EE. UU. no es sostenible al representar un alto nivel de riesgo a la salud pública e impacto ambiental indeseable, así como un trato inhumano innecesario a los animales destinados a la producción de alimentos.
Globalmente, la agricultura es el renglón que más tierra (30 % global; 45 % en EE. UU.) y agua ocupa (70 % del agua utilizada por la humanidad; 38 % en EE. UU.).
A nivel mundial, el 70 % del agua dulce disponible es requerida para satisfacer las diversas necesidades de la humanidad. El sector pecuario representa más del 8 %, principalmente para irrigación. En EE. UU., el 37 % del uso del agua es para irrigación y muestra una tendencia a disminuir desde 1975-1980, aun cuando el área irrigada se ha incrementado.
En 2005, se estimó un consumo de agua para uso pecuario de 8,101 millón de litros diarios. En la región de las planicies de Texas (EE. UU.), el porcentaje del agua requerida para uso pecuario en 2000 fue del 2 % del total; y se estima que aumentará al 2.50 % en 2030 y al 3.20 % para 2060, como consecuencia de un incremento en los sistemas intensivos en confinamiento.
EE. UU. tiene el 7.50 % del área forestal global, el 4.90 % de tierras para otros usos y el 15 % del agua dulce continental, con sólo menos del 5 % de la población global. Esta condición contrasta fuertemente con los países en desarrollo cuya población actual y proyectada tiene una relación individuo:recursos naturales, inversa a la que se presenta en EE. UU., por lo que la presión al uso y abuso de estos recursos es mayor.
Del total, se estima que en 2005 el procesamiento de los productos pecuarios demandó el 0.10 % del agua usada por la población en EE. UU. Sin embargo, tal estimación está sujeta al índice que se adopte de agua requerida por kilogramo de carne procesada: en el lado extra conservador, se señalan 7,380 lt de agua para el servicio de un animal de 550 kg PV al sacrificio; lo que se traduce finalmente en 22 lts/kg en canal, asumiendo un rendimiento en canal del 62 %, equivalente a 340 kg de carne en canal o 2,299 lt / canal.
Otro dato señala 6.60 lt / kg carne en canal (CAST, 2012); todo ello en fuerte contraste con estimaciones de hasta 20,864 lt / kg de carne (Robbins, 1987) y 20,559 lt/kg de carne deshuesada (Kreith, 1991), pasando por estimaciones de 3,682 lt / kg de carne deshuesada (Bechett y Oltjen. JAS, 1993. 71:818).
En el informe “Putting meat on the table: Industrial Farm Animal Production” (PCIFAP, 2008) se señala con relación al agua, lo siguiente:
La gran concentración de animales en una granja intensiva típica (identificada como “industrial”) enfrenta un problema mayúsculo con relación al manejo de los efluentes. El volumen de excremento producido es tan grande que la opción de aplicación a terrenos agrícolas puede resultar impráctico e, inclusive, riesgoso al medio ambiente.
El exceso de nutrientes en el excremento contamina tanto los mantos superficiales de agua como los subterráneos. Hoy en día, se estima que más de un millón de individuos ingieren agua de fuentes subterráneas que contienen niveles de moderados a severos de contaminación con compuestos nitrogenados (Nolan y Hitt, 2006), como resultado del uso excesivo de fertilizantes nitrogenados en agricultura, así como la sobre-aplicación de excremento a los terrenos.
Y en las conclusiones del mismo estudio indican, entre otros:
Que dentro de los muchos cambios que tendrán lugar en los próximos 50 años, se consideran tres como los aspectos de mayor reto para el sistema intensivo de la industria de los alimentos animales y vegetales de EE. UU.: reducción en la disponibilidad de depósitos de energía y agua y el cambio climático. El cambio en éstos será particularmente crítico, ya que el éxito económico de la industria alimentaria en EE. UU. se basó, durante el siglo pasado, en la amplia disponibilidad de energía barata, un clima relativamente estable, y abundante agua fresca. La persistencia de los métodos actualmente asume la misma disponibilidad de estos recursos, lo que se evidencia como un grave error.
En cuanto al recurso agua, Lester Brown (citado por Nolan y Hitt, 2006) señala que, aunque cada individuo requiere de únicamente cuatro litros de agua al día, la industria agrícola en EE. UU. consume 2,000 litros al día por persona para cubrir la demanda de agua para la producción de alimentos (Brown, 2006). Una cantidad significativa de este volumen es demandada en los procesos agrícolas: más del 70 % del agua fresca a nivel global se utiliza en procesos de irrigación. El acuífero de Ogallala, que surte de agua a una de cada cinco de los acres irrigados en EE. UU., está a la mitad de su capacidad y se mantiene supeditado a una extracción de 3.10 trillones de galones al año (Soule and Piper, 1992; citado por Nolan y Hitt, 2006).
Más aún, un artículo reciente del Des Moines Register indica que la producción de bioenergéticos ha puesto una presión significativa en las reservas de agua fresca de EE. UU., que con el cambio climático se acentuarán (Beeman, 2007; citado por Nolan y Hitt, 2006). De acuerdo con el Wall Street Journal: El estado de Kansas amenaza con demandar a su vecino Nebraska por consumir más de su cuota del río Republican (por su nombre en inglés), en virtud de que sus granjeros están demandando más agua para irrigación. Kansas ya demandó en el pasado a Colorado con relación a las aguas del río Arkansas, por apropiarse de agua para irrigación y para la ciudad de Denver.
La reducción observada en la acumulación de nieve de las montañas, como consecuencia del cambio climático reducirá las corrientes superficiales de agua en la primavera, fuente principal para la irrigación en muchas partes del mundo, lo que acentuará la escasez de agua.
En el caso de México, se tiene documentado la disminución del acuífero de Cuatro Ciénegas, en Coahuila, y los conflictos en Sonora entre el gobierno y el pueblo yaqui en cuanto a la disposición de agua para el acueducto Independencia, que distraerá este recurso de uso ancestral agropecuario para la Cd. de Hermosillo.
En Jalisco está pendiente de resolverse de manera definitiva la altura de la presa del Zapotillo, de cuyo factor depende la sobrevivencia de cuatro poblaciones; Temacapulín entre ellas, así como la sobrevivencia del lago de Chapala, víctima del desastroso manejo que se hace de la Cuenca Lerma-Chapala. Lo absurdo de estos casos es que, en lugar de implementar, en primer término, una política de uso eficiente y responsable del agua por parte de la población, antes de corregir las ineficiencias en la red urbana de distribución de agua, la autoridad opta por la salida fácil, aunque menos sustentable, de incrementar la captación, el almacenamiento y el aporte de agua para fines urbanos.
En el ámbito pecuario bovinos carne, eslabón vaca-cría, en México sólo una Unión Ganadera (la de Sonora), ofrece a sus agremiados ganaderos el apoyo técnico para levantar mapas de cuencas hidrológicas de sus ranchos que definan el mejor esquema para captar, almacenar y distribuir agua de lluvia y atender así las necesidades de sus hatos.
Todo esto como “botón de muestra” respecto de temas del agua que involucran a la sociedad entera y que repercuten directa e indirectamente en su disponibilidad para fines pecuarios y de la cadena alimentaria de origen animal.
Establecer una estimación sobre el incremento en la demanda de agua por una población mundial de 9 billones para el 2050 y su competencia por agua para la agricultura; sobre todo, en aquellas regiones del mundo que ya padecen de restricciones en su disponibilidad y calidad.
Aunado a este enfoque, es necesario incorporar el factor de manejo de efluentes.
Es necesario preguntarse si las medidas correctivas acerca del uso eficiente de agua para la agricultura, en particular la irrigación, y un mejor manejo de efluentes tendiendo a disminuir su poder contaminante, se están aplicando a una tasa de cambio favorable tal, que sí tengan un impacto positivo que contrarreste la mayor presión que experimentarán como resultado de una mayor demanda de la población.

