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Editorial
Avances en Investigación Agropecuaria, vol. 19, núm. 3, pp. 5-6, 2015
Universidad de Colima

Editorial



En la mayoría de los foros académicos sobre producción de alimentos es común escuchar las predicciones sobre la necesidad futura de la obtención de alimentos; todos aquellos que de alguna manera u otra estamos inmersos en esta actividad, lo tomamos como un importante reto.

Muestra de ello, es la XLII reunión de la Asociación Mexicana de Producción Animal (AMPA 2015) celebrada en Montecillos, Texcoco, Estado de México (México); en donde se planteó y mostró, dentro de su evento, el tema “Experiencias exitosas en ganadería y seguridad alimentaria”, cuyo objetivo consistió en la presentación de información acerca de los sistemas de producción animal, atendiendo la participación social, seguridad alimentaria, sustentabilidad y eficiencia, para cubrir la demanda de la sociedad con productos de origen animal, de calidad e inocuos.

Asimismo, por su parte, la Asociación Latinoamericana de Producción Animal (ALPA 2015), en su XXIV congreso celebrado en Puerto Varas (Chile), en este mismo año, consideró el análisis de los desafíos de la ciencia animal para el abastecimiento, en forma sustentable, de una demanda creciente de alimentos.

Esta demanda de suministros alimentarios, debido al crecimiento poblacional, obliga a tener una mayor producción primaria asociada al cuidado del ambiente, la generación de alimentos sanos en épocas en donde el cambio climático es un paradigma de gran trascendencia.

Sin embargo, es preciso señalar también que existe el enfoque de la optimización de alimentos, puesto que es conocido que un tercio de los alimentos producidos se desperdician; esta cadena de despilfarro se origina desde el rancho, la finca, la parcela y continúa hasta el consumidor final; diferentes factores influyen en ello, el hecho existe y es grave, dado que además existe un derroche en el uso de la tierra, el agua y la energía que implica la producción de estos alimentos.

En este mundo dicotómico y paradójico en el que vivimos —pocos ricos y muchos pobres, obesidad y malnutrición, desperdicio de alimentos vs. necesidades básicas alimentarias— como planeta, enfrentamos nuevamente crisis globales; por lo tanto, en nuestro ámbito podemos actuar a favor de encontrar respuestas a ello.

Pondré un muy buen ejemplo, que se presentó en la XLII reunión de AMPA 2015: por primera vez participaron en esta asociación los colegas de acuacultura; quienes, además de intervenir en un interesante simposio con varias conferencias sobre la temática —a través de integrantes del Colegio de Posgraduados (Campus Veracruz)— llevaron a Texcoco (Estado de México), ejemplares de peces para realizar su venta.

Fue todo un reto científico, social, económico, pues tuvieron que sortear diferentes limitantes en su logística, para que tuvieran las siguientes condiciones necesarias para su instalación: un estanque de geomembrana que contuviera a las tilapias, el traslado de los peces desde su hábitat hasta otro espacio distinto (de 600 a 2,220 msnm), adaptar sus aireadores, proveer de alimento para los animales, el adecuado manejo del agua, entre otros avatares; pero que, finalmente, pudieron resolver con gran satisfacción estos entusiastas acuacultores; y con ello, ofrecernos (a los participantes) la oportunidad de comprar pescado fresco e, inclusive, deleitarnos no sólo con su sabor al freírlos y aderezarlos únicamente con sal, sino también de una amena charla. Varios de quienes asistimos, disfrutamos de esta agradable experiencia y compartimos, además, la alegría de los colegas por el éxito obtenido.

Al vivir tal experiencia, fue inevitable que me “transportara” a la época prehispánica; inclusive, me imaginé cómo la realeza azteca disfrutaba sus alimentos que recibían desde Veracruz (Golfo de México) hasta la gran Tenochtitlan; se dice que los pescados llegaban frescos y eran preparados al momento (gracias a que contaban con el servicio postal y de transporte más veloz del mundo, según la conocida información histórica).

Desde este espacio editorial, me congratulo en reconocer y felicitar a estos modernos cargadores (“tamemes”, tlameme en náhuatl), quienes utilizaron su vanguardista mecapal (cuerdas apoyadas en la frente para sostener armazones y llevar sus cargas en el recorrido entre las veredas) al haber hecho posible semejante travesía; y que, además, promueven esta actividad desde la propia academia, con planteamientos que hacen viable la producción animal. Y con ello, contribuir en buena medida, con el planteamiento inicial de este editorial: de ayudar a paliar la carencia de insumos alimentarios en lugares diferentes a donde se producen.

Ojalá cunda esta idea entre los integrantes de los diversos sectores científicos implicados (nacionales y del extranjero), para que se replique en el futuro en distintos sitios de México y de otras latitudes del orbe; ya que esto es lo que se persigue para el futuro, mediante una visión democrática: tener más y mejores productos alimentarios para todos.

Gracias, estimados colegas acuacultores, por compartir los alimentos.

¡Enhorabuena por esta excelente iniciativa!

Notas de autor

Director, Rev. AIA


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