EDITORIAL

En el mundo occidental el descontento social crece y en algunas partes ya ha tomado la calle de forma espectacular (los chalecos amarillos en Francia, por ejemplo). En la raíz de este malestar esta la precarización y la pérdida del trabajo y la disminución del poder de compra del ingreso familiar. Se empieza a instalar el miedo y muchos miran con agrado opciones políticas extremas, algunas de las cuales ya son gobierno, en tanto que otras podrían serlo al mediano plazo. Ningún lugar parece estar a salvo, ni aquellos considerados los más fuertes baluartes de los valores occidentales. El colapso de las socialdemocracias tanto en Europa como en América Latina dejó un vacio que pronto empezó a ser ocupado por “rabiosos gobernantes neo-nacionalistas cuyo objetivo, después de acceder al poder por vías democráticas, no es otro sino destruir el orden democrático” (Fernando Mires)
Es una lucha política en la cual los movimientos populistas tienen ventaja. El mensaje de éstos es mucho más fácil de captar y asimilar para la población más golpeada por la crisis y por tanto logran modelar a su favor la voluntad política de los pobres, de las clases medias profesionales y de pequeños y medianos empresarios. Más complicada es la respuesta de los sectores progresistas y democráticos ante la desesperación, el sentimiento de desamparo y las exigencias de soluciones, que en su mayoría tienen carácter de urgencia. Algunos optan por aliarse con el extremismo pero tal como advierte Sofia Vasilopoulou (Universidad de York) “las investigaciones demuestran que aliarse con los populistas es una estrategia cortoplacista, que a la larga no beneficia a los partidos tradicionales. Por un lado contribuye a legitimar las ideas de la extrema derecha y por otro, los partidos que cooperen con ellos acabarán perdiendo votos, porque una vez que las ideas populistas se hayan expandido entre el electorado, los votantes eligen al partido que las representen con mayor pureza”
En otros casos la estrategia para combatir el populismo –sea de izquierda o de derecha- es combatir las mentiras, sacar a la luz todos los hechos, explicar con detalles y recurriendo a calificados técnicos y profesionales, de prestigiosas instituciones y universidades. Lo que se procura es fortalecer la capacidad de las personas para diferenciar entre la verdad y la mentira, para darse cuenta de que algunas propuestas que nos pueden hacer sentir bien en realidad son soluciones ficticias que terminan por agravar los problemas. Habría entonces que fomentar la educación, el hábito de informarse mejor, desarrollar el sentido crítico y estar abierto a ideas que nos suenan raras e incomodas. Con todo eso, evitaríamos caer en la manipulación de los charlatanes (Moisés Naím).
Todo eso hay que hacerlo, no cabe duda, y de hecho se hace. No obstante, parece no funcionar siempre. Que el discurso populista cale hondo, lo suficiente para hacerse con el poder y gobernar por largo tiempo, como es el caso del chavismo en Venezuela, puede tener su explicación en una esfera distinta a la esfera del conocimiento y de la información. La información, el conocimiento, es poder, se suele decir. Y es verdad, pero no solo somos cerebro, también somos corazón. Para decirlo de otra manera, somos racionales pero también irracionales. Pretender anular lo segundo y trabajar solo con lo primero, se ha revelado inútil. Más bien lo que debe hacerse es conocer lo irracional de nuestra forma de ser para saber actuar sobre esa esfera, con el propósito de orientarnos por buen camino, al modo en que lo hacen algunas religiones. Es un grave reto para los partidos políticos, pero ello permitiría hacer la conexión que les ha faltado a las fuerzas democráticas y que los populistas de cualquier signo han sabido explotar. Es la conexión emocional, más bien digamos espiritual. Y aquí podríamos estar en el límite de la ciencia y en particular de las ciencias sociales en el mundo occidental. En la esfera espiritual es muy poco lo que la ciencia puede aportarle a las personas y a la sociedad en su conjunto; es una esfera más propia del arte, de la filosofía y la religión. De modo pues que hay que completar el cuadro de los ámbitos que deben ser atendidos, diseñando y poniendo en práctica acciones multidimensionales si queremos salirle al paso al populismo de cualquier signo, en cualquier lugar.
Notas de autor