Capitalismo progresista: La respuesta a la era del malestar

![]() | Stiglitz, Joseph. Capitalismo Progresista: La Respuesta a la Era del Malestar.. 2020. Colombia. Taurus, Penguin Random House Grupo Editorial. 492pp. |
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Joseph Stiglitz (1943-) cobró notable notoriedad internacional, cuando siendo Economista Jefe del Banco Mundial, criticó el estado de las principales condicionantes económicas mundiales de la época, además de las recetas que emergían del Fondo Monetario Internacional (FMI). Un libro que llegó a condensar estas posiciones fue “El Malestar de la Globalización” (2002, editorial Taurus). La importancia de este economista se consolidó en 2001, año en el que se le otorgó el Premio Nobel en Economía.
En cierta forma -y tal y como su autor lo admite- el presente libro sobre capitalismo progresista, es continuación y ampliación de otros trabajos, entre los que destacan: “Comercio Justo para Todos” (2005), “Cómo Hacer que Funcione la Globalización” (2006), “Caída Libre” (2010).
En relación con esas obras, el libro de este año, 2020, presenta no sólo un rápido y sucinto diagnóstico actualizado respecto a la dinámica económica que enfrentamos, sino muy en particular un conjunto de propuestas sobre política económica. Las mismas se orientan a lograr un desarrollo sostenible en lo económico, sustentable en términos ecológicos, además de equitativo, respecto a lo social.
En una primera sección del libro “capitalismo progresista” el autor la dedica a resaltar, entre los aspectos principales, los logros de la Ilustración, del movimiento que inauguró a partir del 14 de julio de 1789 -con la Revolución Francesa- la Edad Contemporánea en la historia de la humanidad. Fue el Siglo XVIII, el Siglo de las Luces.
De esos logros, Stiglitz enfatiza tres.
En primer lugar, el alcance fundacional de la ciencia. Nuestra fe en que la racionalidad debe imponerse, en la creencia de que sólo vamos a considerar válido lo que resiste la comprobación permanente. “Para la ciencia no hay “fake-news” ni post-verdades que valgan” reitera el autor. Es decir, no hay espacio para las mentiras, ni los embustes, ni las maledicencias, ni las desinformaciones, ni la tergiversación de los hechos.
Se resalta la importancia del conocimiento, del desarrollo escalonado, evolutivo -aunque no necesariamente siempre lineal- sobre nuestra búsqueda de la verdad con base en hechos, en el procesamiento de los mismos, en el pensamiento crítico -el que permite el ejercicio del criterio- en evidencias comprobables.
En segundo lugar, el sentido de la cooperación social y la vigencia imprescindible de las instituciones. Aquí los planteamientos se articulan con la obra del filósofo francés Charles Louis de Montesquieu (1689-1755) en especial los aportes en su obra “Del Espíritu de las Leyes” (1749). En ella se reconoce como vital, el planteamiento de la independencia de poderes, el sistema de pesos y contrapesos a fin de promover y fortalecer el funcionamiento lo más fluido posible, de la sociedad.
En términos más contemporáneos, este argumento ha sido fundamento vital para la corriente del neo-institucionalismo. Al respecto véase la obra de Douglass North (1920-2015) Premio Nobel de Economía 1993. Además, también ese es uno de los argumentos fundamentales de la obra “Porque Fracasan los Países” (2012), de los profesores de la Universidad de Harvard, James A. Robinson y Daron Acemoglu.
Como un tercer componente de esta primera sección, el autor subraya otro logro de la Ilustración: el Humanismo. Lo importante, más que un enfoque teocéntrico, es el ser humano, la persona humana y su sociedad. La ciencia, el conocimiento general, la filosofía son medios para el bienestar y la calidad de vida de las sociedades.
En una segunda sección, el autor se dedica a plantear el argumento que, en las condiciones actuales, muchas empresas y grandes corporaciones, más allá de generar riquezas, buscan la consecución constante de rentas. Es el rentismo que se impone en función no de la competitividad y de la mayor eficiencia y eficacia productiva, sino dadas las condiciones de posicionamiento de mercado de las organizaciones, de su poder monopólico.
Esta condición redunda muchas veces en la consecución de crecimientos económicos inequitativos, erráticos, con cifras reducidas en los aumentos de producto interno bruto (PIB). La sustentación que el autor brinda al respecto es que estas condiciones ocurren como producto de aplicaciones de política económica.
Esta política económica -identificada como neoclásica, neoliberal, o “por el lado de la oferta”- ha consistido, esencialmente, desde 1980, en: (i) desregulaciones generalizadas de los procesos de producción, distribución y consumo; (ii) recortes de impuestos; (iii) debilitamiento de entidades estatales, encargadas de bienes y servicios públicos, y de corrección de fallas de mercado tales como poder monopólico y externalidades negativas; y (iv) esperanza de obtener el efecto derrame: el mayor crecimiento también sería favorable a los sectores más pobres.
En una tercera gran sección, el libro plantea que es necesario formular y llevar a la práctica un nuevo contrato social. Uno que esté basado en la consolidación pertinente de instituciones, de entidades descentralizadas, de sistemas de producción cooperativos. Además del fortalecimiento de pequeñas y medianas empresas. Tan indispensables en cuanto a generar mayores cuotas de productividad, competencia y promoción de empleo y con ello oportunidades para la sociedad en su conjunto.
En una sección final se proponen medidas un tanto más específicas. Entre ellas se incluyen lo que el autor denomina una “reescritura de las normas de mercado”, en relación principalmente con la generación de oportunidades equitativas para los diferentes estratos de la población, control de monopolios, políticas laborales y salariales que promueven mercados incluyentes.
Se trata de que mediante estas propuestas de política económica se enfrenten los grandes retos, no sólo respecto a la pandemia actual, sino también en lo referente a enfrentar el calentamiento global, los impactos y desarrollos de las nuevas tecnologías, los gastos públicos equitativos, así como el estímulo a la investigación científica y los bienes públicos.
Stiglitz recalca lo imprescindible de la inversión en infraestructura física -tanto de ampliación como de renovación- así como en la educación. Se subraya la importancia de la formación del talento o capital humano, en referencia al recurso más importante de una sociedad o país.
Se enfatiza que los sistemas fiscales de los países deben ser transparentes en el gasto -lucha permanente contra la corrupción-eficaces en los cobros, y en particular progresivos en la naturaleza de las estructuras impositivas: aportan más quienes más se benefician de los sistemas económicos y sociales. Estos son los grupos que tienen también en sus contribuciones, menores valores marginales.
Ya como parte de los últimos componentes, la obra puntualiza la necesidad de que el crecimiento económico sea sustentable en lo ecológico, en el manejo racional, sostenido de los recursos naturales, especialmente aquellos de naturaleza renovable. Se requiere, sostiene, de aumentos de producción que sean socialmente inclusivos, en especial en lo que respecta a componentes tales como vivienda, salud y educación. Se trata de una obra por demás recomendada, a fin de dar seguimiento actualizado al debate contemporáneo de política económica para el desarrollo.