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El estilo juvenil de comunalizar: agencia de jóvenes indígenas profesionistas de Oaxaca
Víctor Hugo Ramos Arcos
Víctor Hugo Ramos Arcos
El estilo juvenil de comunalizar: agencia de jóvenes indígenas profesionistas de Oaxaca
The Youthful Style of Communalizing: Agency Exercised by Young Indigenous Professionals in Oaxaca
Revista pueblos y fronteras digital, vol. 19, e733, 2024
Universidad Nacional Autónoma de México, Centro de Investigaciones Multidisciplinarias sobre Chiapas y la Frontera Sur
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Resumen: El artículo tiene como objetivo analizar los aprendizajes, dinámicas y contextos sociales que hacen factible la agencia de jóvenes indígenas profesionistas en el marco de las lógicas comunitarias. Desde una metodología cualitativa, se captaron las experiencias educativas y profesionales de estos jóvenes y se identificaron los actores e instituciones transmisoras de saberes, aprendizajes y herramientas que les permitieron formarse como actores comunitarios. Se analiza la agencia de estos profesionistas a través de revisar cómo inciden sobre equidad de género en distintos escenarios y cómo forjan un estilo generacional de comunalizar que entrelaza lo comunitario con su condición juvenil y profesional. Se concluye que estos jóvenes, con su agencia emergente, específica y diferente, se posicionan como actores que mantienen vigente la vida comunitaria.

Palabras clave: Juventudes indígenas, comunalidad, educación comunitaria, género, agencia.

Abstract: This paper aims to analyze the learning, dynamics and contexts that make feasible the agency exercised by young indigenous professionals within a community framework. A qualitative methodology enabled researcher to identify the educational and professional experiences of these young people, as well as the stakeholders and institutions that transmit diverse forms of knowledge, learning, and tools that enabled the youth to train as community agents. The agency of these professionals was analyzed through reviewing its incidence on gender equality in different scenarios and how they forge a generational style of community-building that interweaves the community with their youthfulness and professionalism. The paper concludes that these young people, with their emergent, specific, and diversity-based agency, are positioned as stakeholders that ensure the continuity of community life.

Key words: Indigenous youth, communality, communal education, gender, agency.

Carátula del artículo

Artículo de investigación

El estilo juvenil de comunalizar: agencia de jóvenes indígenas profesionistas de Oaxaca

The Youthful Style of Communalizing: Agency Exercised by Young Indigenous Professionals in Oaxaca

Víctor Hugo Ramos Arcos
Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, México
Revista pueblos y fronteras digital, vol. 19, e733, 2024
Universidad Nacional Autónoma de México, Centro de Investigaciones Multidisciplinarias sobre Chiapas y la Frontera Sur

Received: 09 April 2024

Accepted: 12 August 2024

Published: 24 September 2024

Introducción

La incidencia de jóvenes indígenas profesionistas en sus comunidades y en otros contextos es una realidad emergente que se está consolidando en las últimas décadas. Aunque todavía en número reducido, cada vez más jóvenes indígenas ingresan a las aulas de las universidades y, una vez concluyen sus estudios, muchos de ellos y ellas regresan a sus entornos de origen y se posicionan como actores que, además de reproducir la vida comunitaria, la resignifican, cuestionan y transforman.

En la conformación de los procesos de agencia en que participan los jóvenes indígenas profesionistas, la formación educativa es un elemento clave en la orientación que han de dar a su agencia. Al respecto, mucho se ha cuestionado que la educación superior convencional y la intercultural que ofrece el Estado mexicano folcloriza las culturas indígenas, invisibiliza las desigualdades y perpetúa la inferiorización que históricamente han padecido los pueblos originarios. Como consecuencia, la educación que reciben tiende a forjar profesionistas indígenas como intermediarios que responden más a los intereses del Estado, que a los de las propias comunidades indígenas (Navarro, 2020).

Sin embargo, si se parte de la premisa de que la universidad es un campo donde convergen grupos organizados que circulan distintas ideas y perspectivas, también se pueden encontrar matices en los procesos formativos del estudiantado indígena. Concebida la universidad como un espacio de socialización, los jóvenes también tienen la posibilidad de formarse bajo otras ideas lejanas o distintas al pensamiento hegemónico presente en el currículo oficial y así adoptar perfiles más concordantes con los horizontes de sus comunidades (Ramos, 2021; Santana, 2022).

En el contexto de la lucha por los derechos y la autodeterminación indígenas, por ejemplo, en Oaxaca han surgido una serie de proyectos educativos comunitarios, algunos emanados de iniciativas desde el interior de los pueblos originarios y otros en conjunto con actores sociales como iglesias y organizaciones de la sociedad civil (OSC), que han creado propuestas educativas acordes a sus sentires y necesidades. Desde estas perspectivas, la institución educativa es intrínseca a la comunidad y por ello los aprendizajes se reciben tanto en el aula como en la comunidad -no se pretenden aprendizajes ajenos a la realidad comunitaria y solo aquellos externos que sirvan al bienestar comunitario- y que otorguen herramientas para la acción social dentro de los márgenes comunitarios.

Además de las instituciones educativas, existe un considerable número de actores, así como de procesos sociales, que influyen en la configuración de la agencia de los jóvenes indígenas profesionistas durante su etapa formativa. Claro está que la familia, la comunidad y los pares son actores primordiales, pero durante la experiencia universitaria es factible experimentar una socialización más amplia, ya que se establecen amistades dentro y fuera del grupo étnico, o bien se participa en grupos sociales organizados -culturales, étnicos, de género, juveniles, políticos o religiosos- que se vuelven significantes de sus subjetividades y agencia. Es decir, la experiencia universitaria engloba una serie de aprendizajes, vivencias y relaciones sociales que provoca cambios de muy diversa índole.

En el caso de las jóvenes, respecto al tema de género, durante sus estudios universitarios se allegan de otros aprendizajes y experiencias sobre su condición femenina, ya sea a través del currículo o bien en la socialización con pares, con quienes pasan el tiempo libre, tienen noviazgos y comparten inquietudes. A su vez, las estudiantes pueden vivir su juventud sin un permanente escrutinio parental, a diferencia de sus pares que no estudian, pues ir a la universidad casi siempre implica salir de la comunidad (López, 2017). Estas nuevas vivencias tienden a generar una crítica a prácticas familiares y comunitarias que suponen la subordinación femenina, como es la falta de intervención en los mecanismos de decisión o la rigidez en los roles de género, algo que también genera tensiones con quienes portan visiones más tradicionales sobre la vida comunitaria, sobre todo cuando las jóvenes incursionan en aspectos antes poco rebatidos, como la sexualidad (Aquino y Contreras, 2016).

Fuera del proceso formativo ha de agregarse que, fruto de la globalización, la conectividad digital y la movilidad cotidiana hacen factible una mayor amplitud de relaciones sociales, a la vez que nuevas dinámicas relacionales dentro y fuera de la comunidad. En la misma línea se ha documentado cómo el consumismo -cultural y material-, la migración, la tecnologización y la urbanización son procesos contemporáneos que impactan sobre las subjetividades y formas de ser de las juventudes indígenas (Cruz-Salazar, 2017).

En lo que se refiere a la agencia de las juventudes indígenas profesionistas en sus comunidades, diversas experiencias denotan sus especificidades según los contextos socioculturales e históricos. En tiempos del indigenismo -pensado como mecanismo integrador del mestizaje -, el Estado mexicano fue el actor central que estableció la figura del profesionista indígena como su intermediario en el propósito de incorporar la ideología del nacionalismo en las sociedades indígenas. Sin embargo, como sugiere Gutiérrez Chong (2012: 24), es la propia agencia de las juventudes indígenas que pasaron por las aulas universitarias la que en ocasiones conduce a una apropiación de los recursos y aprendizajes, que se reorientan por los profesionistas indígenas para servir o incidir en las comunidades. De esta manera, en sus agencias resuenan reformulaciones de las estructuras participativas comunitarias al incentivar temas como la incidencia de las juventudes y de las mujeres, la defensa del territorio frente al extractivismo o las performatividades para revalorar y resignificar la cultura, muchas veces con un sentido político orientado a la resistencia, entre otras muchas acciones (Czarny et al., 2020; González, 2016). Tales incursiones sugieren que la escolarización indígena no ha sido un proceso automático, sino que es necesario poner en la balanza varias dinámicas, actores y procesos sociales en juego, como los señalados en los párrafos precedentes.

Con la emergencia de la movilización social indígena, luego del levantamiento zapatista, estas aseveraciones se hicieron más claras, pues una compleja articulación entre estos movimientos, distintos pueblos originarios, OSC e Iglesias inclinaron la balanza hacia la consolidación de agencias «desde adentro», es decir, desde procesos con la anuencia y protagonismos de los pueblos indígenas. Por otro lado, también es necesario mencionar que las juventudes indígenas se han posicionado como actores en sus comunidades, con un mayor grado de autonomía y con formas particulares y diferenciadas en su actuar que demandan apertura y mayor horizontalidad, y que, si bien han obtenido reconocimiento comunitario en ciertos contextos, invariablemente no están exentas de generar tensiones y conflictos.

Entonces, entre una generación de jóvenes indígenas con estudios universitarios en determinado periodo y contexto sociohistórico, vivir esta experiencia compartida los lleva a conjugar un estilo de accionar que es diferente al de sus antecesores profesionistas que transitaron por el mismo proceso, pero en tiempos distintos. A ese respecto ha de especificarse que los estilos juveniles se conciben como manifestaciones simbólicas que marcan fronteras sociales y están integrados por elementos que los jóvenes consideran que los representan y los diferencian como sujetos sociales; tales elementos son una mezcla de las influencias provenientes de las culturas dominantes, institucionales, parentales o generacionales, y en su articulación son resignificados para conformar un estilo propio (Feixa,1998: 85-86, 97-99).

Considerando lo anterior, desde una visión constructivista y relacional la agencia que ponen en marcha las juventudes indígenas se debe entender como una acción producto de sus distintas experiencias, sea en la comunidad, en el sistema educativo, en la vida profesional o a partir de las interacciones sociales posibles que se suscitan en esos planos. Siguiendo a Melucci (1999: 37-38), es fundamental comprender el cómo de la acción colectiva, es decir, a partir de qué orientaciones, recursos, negociaciones, interacciones, oportunidades y restricciones sistémicas se define la agencia de determinado grupo.

En este sentido, el presente artículo tiene como objetivo explorar y analizar cuáles son las experiencias educativas y profesionales de las y los jóvenes indígenas que influyen en la configuración de procesos de agencia insertos en los horizontes comunitarios. Para ello, se analizan los escenarios que posibilitan la agencia a través de identificar aprendizajes, prácticas y herramientas de incidencia, así como las dinámicas relacionales que sirven a esos propósitos. Los contextos de incidencia analizados se enfocan en los procesos de transformación social relacionados con la equidad de género.

Tras esta introducción se aborda la comunalidad, como perspectiva teórica que guio el trabajo de investigación, así como la metodología empleada. Posteriormente se presenta un apartado en el que se plantean las características de los contextos sociales favorables a la agencia de los jóvenes indígenas profesionistas, y a continuación se analizan los procesos de agencia en torno a la equidad de género que han logrado incidir en lo comunitario, así como aquellos que se han visto limitados para alcanzar ese propósito. Por último, se presentan algunas reflexiones finales.

La teoría en acción: la comunalidad como referente de la agencia juvenil

La comunalidad se puede interpretar desde distintas aristas epistémicas y empíricas. Además de ser un ejercicio reflexivo que caracterizó y sintetizó los fundamentos de los pueblos originarios de Oaxaca, también es una perspectiva teórica que nos permite pensar en la complejidad de los procesos sociales que atraviesan la contemporaneidad de los pueblos originarios no solo de Oaxaca, sino de otros lares. La comunalidad, aunque contiene abstracción, se sitúa primordialmente en su base empírica, la realidad de los pueblos indígenas como una forma actual de habitar el mundo. Por tanto, es referente de la acción en colectivo y orienta las miradas en el presente y el futuro que se pretenden entre algunos actores comunitarios (Maldonado, 2013: 13) como, en este caso, las juventudes.

Lo comunal se aprende fundamentalmente en la praxis, en el día a día de la comunidad, en lo relacional, y no inicialmente en los libros o en la teoría. Por ello, hacemos notar que la perspectiva de la comunalidad hace constantemente referencia a la práctica y a la acción. La agencia vista desde la comunalidad implica «comunalizar», es decir, que en los espacios sociales donde se actúe se haga desde lo propio, desde los principios, valores y bases que sostienen lo comunitario (Martínez, 2023). Comunalizar entonces es poner en acción la comunalidad -principios, valores, organización-, señala Nava Morales (2018: 35); implica practicarla en las instituciones sociales, o bien llevarla a los espacios sociales donde no se encuentra presente. Como concepto complementario vinculado al proceder comunalizante, el «razonamiento comunal» se refiere a un sistema de actuar y de pensar en el que prevalece lo común, que se cultiva en el cotidiano entre las personas que dan vida a las dinámicas comunitarias a través de las prácticas y relaciones sociales (Jiménez Naranjo, 2023; Maldonado y Maldonado, 2018; Martínez, 2023).

Sobre este proceder se han precisado otros conceptos que ilustran y caracterizan el actuar social en el contexto comunitario, sin embargo, debe señalarse que las interpretaciones varían según contextos, experiencias o diferencias de orden intergeneracional. Es decir, la acción comunalizante no es una sola, sino que es enteramente dinámica y se tamiza según las estructuras sociales, generacionales y experiencias de vida dentro y fuera de la comunidad de quienes emprenden las acciones: «El ser comunal se explica a través de sus relaciones», refiere Martínez Luna (2023: 51). Así, la agencia juvenil, en tanto categoría sociogeneracional, permite la reproducción social comunitaria y, a la vez, ha de añadir sus propias formas, resignificaciones e interpretaciones de lo comunitario a partir de las referencias etarias, de género, etnia, clase, nivel educativo y contextos organizativos, y, claro, en un plano relacional de diálogo o tensión intergeneracional.

Otro concepto significativo para entender la posición de agencia de los profesionistas es el de horizontalidad, que implica un principio igualitario que deriva en la voz y voto de todos los miembros de una comunidad sin anteponer a nadie por razones de poder, nivel de estudios, oficio o cualquier razón (Maldonado, 2015: 159). Sin embargo, vale decir que el trabajo por la comunidad es una acción valorada y otorga reconocimiento y, con ello, mayores posibilidades de incidir, como sucede en el sistema de cargos. A ese respecto, Jiménez Díaz (2018) ha analizado cómo en las asambleas algunos jóvenes recién retornados opinan y son rechazados por la comunidad, precisamente porque no han adquirido el reconocimiento comunitario. Las cuestiones de horizontalidad y de reconocimiento a veces entran en tensión pues, aunque pueden asumirse como iguales, hace falta entender cómo se gana el reconocimiento. Sobre la horizontalidad también se generan tensiones por el hecho de que la voz y la participación de las mujeres no se cuentan como las de los hombres en muchas comunidades, una problemática que las mujeres indígenas profesionistas comienzan a cuestionar y que en la actualidad es uno de los temas más vigentes para la agencia femenina.

Por su parte, la «compartencia» implica el ser proclive a compartir lo que se sabe y se tiene con los demás a fin de que haya un beneficio común, mientras que la «reciprocidad» se considera como el acto moral en el que se da y se espera recibir (Martínez, 2023: 62-65). En el sentido de estos conceptos, muchas veces lo que se espera de los profesionistas es que regresen y aporten a la comunidad, aunque siempre desde los canales establecidos en el sistema de participación de cada comunidad, algo que también a veces genera tensiones. Por otra parte, el aprender-haciendo resalta la praxis en las dinámicas comunitarias como el acto pedagógico en acción para aprender esta forma de ser y actuar (Maldonado y Maldonado, 2018: 13). Por ello, se considera vital que los jóvenes aprendan desde la praxis a vivir en comunidad. De forma antagónica, Martínez Luna (2023: 34-35) deja claro que el individualismo y otras prácticas conexas -acumulación, competencia, egoísmo, exclusión-, muy presentes en el mundo occidental, son incompatibles con las formas de vida comunitaria y, por ende, comunalizar también pasa por rechazar estas prácticas sociales.

Finalmente, una característica relevante que ayuda a comprender la agencia juvenil es que desde la comunalidad se contempla la renovación, que se orienta a considerar cómo los procesos de cambio social, así como de resistencia, son prácticas adaptativas referentes a la posibilidad de recurrir a lo externo, haciéndolo propio al adecuarlo a las lógicas comunitarias. Un caso ejemplar ha sido el de las radios comunitarias, y más recientemente el de los medios digitales, como recursos que, al comunalizarlos, sirven para fortalecer lo comunitario, y en ellos han desempeñado un papel central las juventudes indígenas profesionistas (Nava, 2021).

En síntesis, desde la comunalidad se observa una constante: pensarse a sí mismos como pueblos dinámicos, con transformaciones en el tiempo, que a la vez conservan y reproducen lo que es propio, sin olvidar el pasado ni la memoria. No son grupos sociales atados al pasado, arcaicos o estáticos -tampoco siguen una linealidad desarrollista al estilo occidental- como muchos discursos gubernamentales y académicos hacen pensar, de ahí la importancia de comprender y analizar el papel de la agencia de las juventudes indígenas profesionistas en el dinamismo comunitario.

Metodología

Con una orientación cualitativa, el aparato metodológico consistió en analizar las experiencias de educación superior y profesionales en torno a las prácticas de agencia de 13 jóvenes profesionistas pertenecientes a pueblos originarios de Oaxaca. Eran nueve mujeres y cuatro hombres, en un rango de edad de entre 22 y 35 años.1 Pertenecían a seis grupos étnicos -chatino, mixe mixteco, tacuate, zapoteco y zoque- y 10 hablaban su lengua indígena. Se llevaron a cabo entrevistas semiestructuradas, las cuales fueron grabadas, transcritas y posteriormente codificadas y analizadas a través del software Atlas.ti para el análisis cualitativo. A fin de salvaguardar la identidad de las personas entrevistadas se recurrió al uso de nombres ficticios. De forma complementaria, se hizo observación participante en actividades de las organizaciones académicas, comunitarias, de la sociedad civil y gubernamentales donde se desempeñaban algunos de las y los jóvenes entrevistados. Asimismo, asumiendo una perspectiva colaborativa, se llevó a cabo una retroalimentación con los entrevistados sobre lo escrito en este trabajo.

En cuanto a las universidades donde cursaron sus estudios superiores, no se estableció un perfil predeterminado de cada una de ellas a fin de explorar las posibles similitudes y diferencias en la configuración de los procesos de agencia según cada experiencia universitaria. Algunos jóvenes estudiaron en universidades con un perfil comunitario -el Centro de Estudios para el Desarrollo Rural (CESDER), el Instituto Superior Intercultural Ayuuk (ISIA) y la Universidad del Cempoaltépetl (UNICEM)-, y otros en universidades convencionales -el Instituto Tecnológico de Oaxaca (ITO), el Instituto Tecnológico del Valle de Oaxaca (ITVO), la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO), la Universidad Autónoma Chapingo (UACH), la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS) y la Universidad de la Sierra Juárez (UNSIJ)-.

Las experiencias de trabajo de los jóvenes fueron igualmente diversas, pues algunos transitaron por el autoempleo en empresas familiares -tiendas de abarrotes o de artesanías- o crearon proyectos propios -agroecología comunitaria, comunicación comunitaria, medicina tradicional, organizaciones culturales o juveniles, textiles- junto con otros jóvenes o familiares, casi siempre de carácter autogestivo. Otros habían sido empleados en bancos, empresas, gobiernos municipales, hotelería y OSC -ambientales, de comunicación comunitaria, étnicas, derechos de las mujeres-, o trabajaron en proyectos académicos o gubernamentales enfocados en la agricultura -agroecología y especies nativas-, en radios comunitarias y en tiendas de artesanías.

Es también importante mencionar que casi todos poseían saberes campesinos o de oficios -agricultura de milpa, albañilería, carpintería, confección textil, medicina tradicional- que sus padres les habían transmitido y que, en ciertos casos, orientaron la elección de sus opciones educativas y profesionales. Respecto a los cargos comunitarios, algunos los habían ejercido, a otros los habían llamado, pero no aceptaron, y otros no habían sido convocados porque ya no residían en su comunidad. Esta diversidad de experiencias educativas y profesionales da cuenta de la heterogeneidad de las juventudes indígenas y, por ello, de la necesidad de considerarlas y comprenderlas como parte de su universo de vida.

Comprender y ser parte de la comunidad.
Las posibilidades de agencia

Las opciones de agencia desde lo propio en los pueblos indígenas de Oaxaca se encuentran ligadas a dos premisas: entender la comunidad y ser parte de ella. Lo primero supone comprender las prácticas, normas y principios comunitarios, es decir, adoptar un razonamiento comunal, mientras que ser parte de la comunidad es, además de un proceso de autoadscripción, una condición que pasa por el reconocimiento de la comunidad. Por supuesto, existen otras formas de agencia que inciden en las comunidades indígenas, pero se diferencian en que no emanan de estas lógicas comunitarias.2

Como se mencionó antes, la praxis comunitaria es la forma de entender la comunidad de manera cotidiana, y se podría decir que existen formas muy intensas y completas de vivir lo comunitario en contextos locales.3 Martina, quien al ser entrevistada ejercía un cargo, resaltó la riqueza que para ella implicó vivir lo comunitario cotidianamente desde su niñez; mencionó que factores como que sus padres hubieran dado servicio comunitario -su padre alcanzó los escalafones más altos-, su ingreso en la infancia a la escuela de música y posteriormente a una banda musical, su aprendizaje de trabajo en la tierra con sus abuelos y su madre, así como su experiencia universitaria con perspectiva comunitaria, le habían moldeado un entendimiento de la comunidad complejo que oscilaba entre narrativas de respeto, preservación y resignificación, pero también de crítica, todo ello derivado de su profunda comprensión interna. A partir de sus vivencias, ubicó la familia como una institución primordial que impulsa la socialización en el mundo comunitario.

La educación universitaria con perspectiva comunitaria es otro eslabón que lleva a consolidar el ser y razonamiento comunal. Las universidades que asumen esta perspectiva se caracterizan por recrear la praxis comunitaria y por otorgar una importancia vital a una vinculación comunitaria estrecha y sostenida. La celebración de asambleas y tequios universitarios con la comunidad o la participación en las fiestas son parte de los aprendizajes vivenciales de lo comunitario. Además, lo experiencial se complementa con aprendizajes circunscritos a lo propio, sea la identidad, la memoria, la historia o las realidades y necesidades del presente en torno a la lengua, el territorio o el desarrollo local.

En estas universidades la vinculación comunitaria es una práctica esencial que permite tanto mantener lazos, como adquirir capacidades de agencia concordantes con lo comunitario.4 Esto significa que permiten incidir en la comunidad desde la normatividad interna, o bien conformar otras y nuevas prácticas de agencia que tienen su base en la comprensión de lo comunal. Como práctica educativa central, la vinculación comunitaria acompaña desde un inicio la experiencia universitaria, donde la constancia y el compromiso son factores que permiten paulatinamente una relación dinámica, de confianza y de empatía entre los jóvenes y sus comunidades.

En el proceso, para generar agencias los jóvenes se apropian de herramientas metodológicas que han sido pensadas dentro y fuera de las comunidades, pero que tienen en común principios de colaboración, diálogo y respeto con la comunidad, por lo que están lejos de verticalismos, conocimientos descontextualizados e imposiciones. Los jóvenes entrevistados revelaron cómo aprendieron esa diversidad de caminos actorales. Para algunos, los diagnósticos y cartografías comunitarios eran la herramienta fundamental para conocer las problemáticas o asuntos de interés para la comunidad, mientras que otros destacaron las metodologías propias, como la ayuujk, un tipo de investigación colaborativa que se guía por el sentir comunal. Para otros fue significativo incidir en procesos organizativos dirigidos a generar cohesión social, para luego alentar la acción social comunitaria, a partir de recursos como el teatro del oprimido, programas de radio, colectivos juveniles o huertos educativos agroecológicos. Finalmente, otros se remitieron más a la incidencia en el plano familiar, que igualmente se basaba en lo experiencial, como la vuelta a la producción de maíces nativos sin agroquímicos, y hubo quienes reforzaron los hábitos de comunicarse en lengua indígena entre su grupo familiar.

A mí me gustaba mucho todo eso. Como hay un espacio de práctica [en la universidad], me gustaba mucho ir y sembrar, por ejemplo. En ese tiempo, desde mi comunidad, mi abuelo siembra chical, el jicaltextle, es una calabaza, pues, pero pues no se come, es especial para tortillas […] yo llevé semillas y siembro semillas en el ISIA, y cosecho grandes chicales […] Como teníamos un vivero, luego nos organizamos para ir a los tequios ¿no? Y mucho se puede como decir de manera… ¿cómo se llama?, romántico. Pues es que el tequio es encuentro. Mucha gente no lo ve así, pero realmente, yo puedo contar de esas experiencias cuando nos organizábamos entre los jóvenes, mujeres y hombres, ¡no pues, vamos! Como con esa motivación de querer aportar, de no solamente el trabajar […] yo me divertí mucho estando en los tequios, aparte de sacar la chamba, y de esa manera contribuíamos (Ernesto, 31 años, funcionario municipal, licenciado en Administración y Desarrollo Sustentable por el ISIA).

Como deja ver la experiencia de Ernesto, al final la praxis y la vinculación comunitaria, en tanto elementos vitales del proceso formativo en la experiencia universitaria, redundan en un conocimiento certero de lo comunal, en entender y sentirse parte de esa cosmovisión.

Asimismo, es de resaltar que esas interacciones cotidianas en la vida de la comunidad contribuyen al proceso en ciernes de reconocimiento de los jóvenes como actores legítimos en la comunidad, esto porque su agencia nace de propuestas educativas articuladas a los sentires y necesidades propios. Como resultado, en muchas comunidades comienzan a darse nuevas dinámicas que contemplan la inclusión de la perspectiva juvenil en la acción social, y en ellas se observan procesos de renovación y de adaptación comunitaria continua, en los que el cambio y el dinamismo permiten dar continuidad a sus formas de vida, en diálogo con procesos y contextos contemporáneos.

Este reconocimiento se ve reflejado en la creación y adecuación de espacios sociales para jóvenes. Torneos de basquetbol, bandas de música integradas solo por mujeres, encuentros de fortalecimiento lingüístico, programas de radio conducidos por jóvenes o talleres y clubes -de música, escritura, textiles, cine, radio- en los centros culturales comunitarios son iniciativas que surgen de ese intercambio intergeneracional, en las que se incentiva la integración de los jóvenes de nuevas generaciones que son interpelados por lo comunitario y, en paralelo, por lo que viene de afuera. Joaquín, por ejemplo, relató cómo se debatió entre su deseo de vivir otras experiencias -consumo, materialismo, vida urbana- incitado por su padre, que emigró a Estados Unidos, y los esfuerzos de la radio y del centro cultural comunitario por abrir espacios para los jóvenes.

[Debíamos] presentar un tapete con todo lo que hemos aprendido. En ese entonces, mi abuelo ya había fallecido hace nueve años, pero me acordaba de todo lo que me había contado […] en la búsqueda de qué voy a hacer, vi ese video que mi maestro me había mandado para saber un poco más del significado de lo que hacemos aquí, en el pueblo […] Automáticamente me recordó lo que mi abuelo me contaba, entonces dije, me gusta para plasmarlo. Pero como no tenía mucha experiencia en plasmar cosas, en una reunión con mis compañeros del taller les presenté mi idea y me ayudaron a estructurarlo bien, nos ayudábamos mutuamente todos (Joaquín, 22 años, artista textil y empleado bancario, licenciado en Gestión Cultural y Desarrollo Sustentable por la UABJO).

Joaquín registró ese taller como un evento de gran trascendencia en su vida. Tras estudiar en escuelas fuera de la comunidad para «ver más allá» y «no quedarse solo en el pueblo», a sugerencia de su padre, el taller fue una experiencia que fortaleció su pertenencia y lo invitó a permanecer en su comunidad.

En ese sentido, es necesario subrayar la relevancia para el aprendizaje de lo comunitario que tienen espacios formativos de ese tipo en los contextos propios. Su importancia radica en que son también experiencias que contribuyen a que los jóvenes construyan su ser comunal en diálogo con su propia mirada juvenil, al tiempo que son un recurso para retener a los que se encuentra en una encrucijada entre irse -curiosos por conocer el consumismo, el materialismo o lo moderno- o permanecer en la comunidad. De hecho, esas actividades cobran trascendencia cuando los entornos educativos formales a los que acceden los jóvenes se reducen a la educación convencional, donde lo comunitario tiende a desdibujarse, como le sucedió a Joaquín.

Por otro lado, identificamos que también las OSC juegan un papel importante en la formación de los jóvenes indígenas como agentes comunitarios, pues muchas de ellas son escuela y lugar de trabajo para ellos y ellas. En los relatos en los que los jóvenes narraron sus experiencias, concibieron el hecho de articularse con una OSC como una experiencia adicional de aprendizaje y reflexión sobre lo comunitario, de adquisición de capacidades de agencia y, al mismo tiempo, como una plataforma para iniciar trayectos de incidencia comunitaria que percibían como eficaces, en tanto muchas de las organizaciones en Oaxaca han trazado lazos de colaboración con los pueblos indígenas desde hace ya algunas décadas.5

De hecho, muchas OSC están articuladas estrechamente con el nacimiento y desarrollo de las propuestas educativas comunitarias, por lo que las colaboraciones son recurrentes. Entonces, un contexto colaborativo y sostenido entre las comunidades, las OSC indígenas y no indígenas y las universidades con perspectiva comunitaria ha propiciado la consolidación de un espacio formativo, así como de ejercicio profesional, para los jóvenes indígenas.

Es sobresaliente cómo la participación en las OSC es una opción factible no solo para jóvenes que han estudiado en una universidad con enfoque comunitario, sino también para quienes han cursado sus estudios superiores en universidades convencionales, lo que recuerda que en los contextos universitarios cabe la posibilidad de socializar con actores organizados de diversa índole. Una de las entrevistadas, egresada de una universidad convencional, consideró que los aprendizajes para entender e incidir en la comunidad los obtuvo principalmente a raíz de su participación en organizaciones durante sus estudios universitarios, mientras que mencionó que, si bien rescató los aprendizajes que obtuvo en las aulas, en ellos se ignoraban los contextos y saberes indígenas.

El estilo juvenil de comunalizar: asamblea, cargo y colectivo para resignificar las relaciones de género

Los jóvenes indígenas profesionistas son actores legítimos en sus comunidades en tanto comprenden y respetan los mecanismos de participación comunitaria a partir de haber cultivado su razonamiento y ser comunal. Aunque en el actuar y el razonar haya ideas nuevas y diferentes, la agencia juvenil que comunaliza es una práctica que los pueblos vienen reconociendo en tanto se tiene la experiencia de que retribuye para fortalecer lo comunitario. Es decir, se trata de una agencia que se origina dentro de los parámetros del ser comunal.

Un proceso que ilustra el comunalizar juvenil es el relacionado con la equidad de género, un tema que ha sido uno de los más complicados de abordar, si no imposible, en las comunidades (González, 2016: 220). De hecho, Aquino (2013: 15) considera que, así como en muchas sociedades, entre ellas las indígenas, la complementariedad es más una abstracción que una realidad, en la práctica los roles de género asignados encubren una serie de desigualdades y, con ello, la opresión de las mujeres indígenas. Sin embargo, ha de plantearse que muchas veces las mujeres indígenas que pretenden transformaciones han recurrido a una revisión crítica de sus cosmovisiones para repensar y potenciar procesos de cambio sobre género (Tapia, 2018). Es decir, se acude a lo propio y no a lo ajeno, de forma tal que haya mayor eco y pertinencia entre sus congéneres en estos propósitos.

Entre las juventudes femeninas indígenas contemporáneas, sobre todo a raíz de su acceso a niveles de escolaridad más elevados y a ejercer mayor autonomía económica, es cada vez mayor su cuestionamiento a prácticas desiguales entre géneros (Bermúdez, 2013). En el ámbito oaxaqueño, la movilización y concatenación de diversos movimientos de mujeres en Oaxaca -feministas, indígenas, de obreras- ha permitido fortalecer estas luchas y hacerlas parte de los procesos de transformación social (Castellanos y Bailón, 2022) Así, las mujeres indígenas profesionistas han enfocado parte de sus luchas en la demanda de un ejercicio pleno de derechos específicos para su género, así como de un acceso equitativo al resto de derechos, dentro y fuera de sus comunidades, al tiempo que luchan contra la violencia de género.6

En esta investigación las iniciativas de agencia juvenil sobre género que lograron favorecer procesos de transformación comunitaria tuvieron en común la comprensión profunda de la comunidad, del ser y la razón comunal, junto con la aplicación de estrategias y herramientas de incidencia concordantes con lo comunitario. Ambas condicionantes estaban presentes entre jóvenes que habían estudiado en universidades con perspectiva comunitaria y quienes tenían experiencias formativas complementarias en las OSC, o bien que se habían formado en universidades convencionales y paralelamente se insertaron en una OSC.

Por otra parte, los contextos que permitieron la incorporación de estas agencias juveniles se caracterizaban por mantener una vida comunitaria activa, donde las prácticas, instituciones y normativas colectivas se encontraban muy presentes y la participación de sus ciudadanos era igualmente muy significativa. Asimismo, quizá por la viveza de esta praxis no se registraban conflictividades graves u otras problemáticas que vulneraran el proceder dentro de las lógicas internas. Entonces, se podría argumentar que la fortaleza de lo comunitario es también un aliciente para alcanzar los cometidos de las agencias juveniles.

En el caso de Lucía, ella recibió una beca del Fondo Guadalupe Musalem de GESMujer para estudiar la preparatoria.7 Paralelamente a sus estudios, en esa OSC feminista recibió formación complementaria con perspectiva de género y de incidencia con miras a generar procesos de cambio.8 Esta formación le permitió no desapegarse de su entorno, pues inicialmente pensaba no regresar a su comunidad, que consideraba «atrasada» y envuelta en problemas como el machismo, y le llevó a reflexiones profundas sobre su rol en su comunidad como joven chatina y próxima educadora.

Dos elementos que Lucía identificó como claves para que sus propuestas tuvieran eco fueron su participación constante a través de los canales establecidos por la comunidad y la integración de las personas en las iniciativas. Estos son rasgos que permiten reproducir la vida comunitaria y, a la vez, producir cambios sustanciales que se adecúan al espíritu de la colectividad sin contradecir su orden normativo.

En referencia al primer elemento, un aspecto a destacar es que, mientras Lucía estudiaba en la universidad, así como durante el lapso que trabajó para GESMujer en Oaxaca de Juárez, regresaba a su pueblo cada vez que tenía la oportunidad y llevaba a cabo en ella algunas actividades relacionadas con su propósito de incidencia. Asimismo, Lucía también relató su participación en las asambleas comunitarias, donde exponía sus ideas y puntos de vista con perspectiva de género. Inicialmente, ello generaba cierto cuestionamiento y el rechazo de algunas personas, algo que le hacía dudar sobre continuar su labor como defensora de los derechos de las mujeres; la veían con extrañeza, pues había estudiado fuera, formaba parte de una organización también externa y, además, era joven. Aunque Lucía tenía la posibilidad de participar en los mecanismos deliberativos, su experiencia exhibió que en la práctica la voz de una joven mujer que cuestionaba ciertas prácticas o problemáticas, aunque fuera dentro de la normativa comunitaria, todavía no era bien visto.

Sin embargo, fue precisamente su participación y comprensión de los códigos y las formas de la colectividad, además de que llevó a cabo acciones que los habitantes le solicitaban -intermediación en trámites gubernamentales, consulares o de interpretación lingüística-, lo que le permitió paulatinamente consolidar la anuencia comunitaria para su agencia.

[…] si tú le enseñas a la comunidad que las cosas pueden ser colectivas, pues el colectivo es el que te respalda y creo que eso es un poquito la apuesta. […] es algo que se diferencia de lo que pudiéramos hacer quienes somos de comunidad a quienes no son, nuestra visión más colectiva, porque sí atraviesa el hecho de que yo sea chatina, sí atraviesa el hecho de que aquí hay asamblea, sí atraviesa de que todavía hay aquí estas cosas del tequio, el que yo en mi quehacer pues no lo quiera hacer sola, sino que siempre piense que hay una familia, siempre piense que hay una comunidad, siempre piense que hay más gente. Entonces, solamente en la medida que se mira algo así, pues también el colectivo se va a querer involucrar, a decir yo también quiero hacer eso, enséñame (Lucía, 32 años, educadora y comunicadora comunitaria, licenciada en Educación por la UABJO).

Contando con el reconocimiento de la gente, Lucía realizó una serie de acciones con miras a generar cambios graduales en los roles y prácticas de género de su comunidad involucrando a distintos miembros de la misma. Uno de sus enfoques se dirigió hacia la juventud, por lo que creó un colectivo, inicialmente compuesto por mujeres jóvenes y luego también por hombres, para impulsar acciones reivindicativas de la lengua, el territorio y la cultura chatina, cruzadas transversalmente con la perspectiva de género.

Mediante la organización juvenil, Lucía incentivó la comunalización de la agencia de sus pares mediante una práctica de socialización en la que incentivó la horizontalidad y se extinguían las jerarquías, es decir, en la que jóvenes, mujeres y hombres, participaban por igual. Se trataba de jóvenes chatinos que residían en la comunidad, otros que estudiaban en la universidad en Oaxaca de Juárez y otros que habían migrado a Estados Unidos. Realizaban sus reuniones principalmente en lengua chatina -uno de sus propósitos era fortalecer su uso cotidiano tanto entre jóvenes como en la comunidad-, así como las transmisiones y producciones en radio y medios digitales -audiovisuales, podcast, Facebook- que difundían entre la población. Trataban múltiples temáticas relevantes para ellos como jóvenes, o bien referentes a asuntos de la comunidad, como derechos de los jóvenes, equidad de género, identidad, migración, territorio y medio ambiente.

Como muestra de los cambios que permiten esta agencia en los jóvenes, durante el trabajo de campo se acudió a un evento conmemorativo del Día Internacional de la Lengua Materna en una universidad convencional. En dicha actividad participó una estudiante perteneciente al colectivo, que se destacó por articular una posición política mediante la cual exigía al Estado que cumpliera el marco jurídico que respalda las lenguas indígenas de México y que garantizara, entre otros factores, educación con pertinencia lingüística y cultural para los pueblos originarios. Otros jóvenes hablaron de sus experiencias universitarias como hablantes de una lengua indígena, aunque no estructuraron ni analizaron su discurso más allá de su experiencia. La participación de esta joven da cuenta de esa formación paralela a la experiencia educativa formal que sucede a partir de los aprendizajes y reflexiones que intercambian en el colectivo juvenil. Al hacer comunidad entre ellos y ellas, y en el mismo colectivo, las jóvenes se empoderan como mujeres y contribuyen a que se cumplan los derechos de las personas chatinas y de los jóvenes en múltiples espacios, sea en la universidad, en la comunidad o ante el Estado.

En su comunidad, cada año Lucía organizaba, junto con el colectivo de jóvenes, el Día del Padre con apoyo de las autoridades y el patrocinio de algunos comerciantes. En los festejos se realizaban actividades lúdicas para tratar de concientizar sobre la equidad de género; por ejemplo, se llevaba a cabo un concurso para que tanto hombres como mujeres hicieran tortillas o trenzaran a sus hijas. Las acciones de este tipo, si bien generan risas, también contribuyen a producir cambios paulatinos en las formas de pensar, como señaló Lucía. Festejar a los padres fue una estrategia ideada por ella, pues pensaba que para cambiar el pensamiento de los hombres era imprescindible «ganárselos», convertirlos en aliados y no en enemigos. Además, su agencia muestra que su lucha por la equidad de género está marcada por lo comunitario, es decir, ella consideraba que el tema no era solo asunto de mujeres, sino también de hombres.

La agencia en su conjunto resulta en un proceso de comunalización desde la mirada juvenil que afirma lo propio -identidad, lengua, territorio, cultura- entre los jóvenes y su comunidad, y con ello cohesiona los lazos internos, al tiempo que se transforman las dinámicas de socialización porque se generan nuevos espacios socializantes que se orientan hacia prácticas más equitativas entre mujeres y hombres bajo la lógica de la praxis y de ser comunales.

El reconocimiento comunitario por estas acciones se plasmó en que posteriormente convocaron a Lucía para que ejerciera un cargo. Ella decidió asumir la responsabilidad aun cuando en ese momento estaba por tener a su hijo y laboraba en una OSC donde desempeñaba una labor con mujeres, lo cual le ayudaba a realizarse profesionalmente, además de que le proveía una situación económica estable. Su decisión permite rastrear un razonamiento desde lo comunal, cuando se antepone lo colectivo a proyectos situados en la individualidad, como el desarrollo profesional en el caso de Lucía. Ella tomó la decisión de aceptar el cargo con incertidumbre y miedo, pues le acarrearía complicaciones financieras, además, con un recién nacido.

Lucía percibió el cargo como un proceso de aprendizaje: «entender todo lo que hay que hacer para que la comunidad funcione», comentó. Pero a la vez consideraba que era una oportunidad para demostrar que las mujeres «pueden» y, también, que podía dar ejemplo para otras mujeres de su comunidad. Así como lo hizo en el colectivo juvenil, Lucía visualizó su papel como una oportunidad para comunalizar el sistema de cargos, con una óptica centrada en la equidad de género. Solo ella y otra mujer asumieron cargos, una empresa nada fácil frente a una treintena de hombres poco relacionados con el tema de equidad de género -ellas eran la segunda generación de mujeres que asumía cargos en su comunidad-. Sin embargo, Lucía tenía experiencia de trabajo en las OSC, donde las herramientas y la metodología de incidencia que aprendió, junto con las redes y alianzas que había tejido con otras personas que podían retroalimentar su trabajo en el cargo, le permitieron avanzar en el proceso.

Así, los tres años durante los que Lucía ejerció su cargo le implicaron muchos retos, en los que tuvo que desafiar a hombres y tomar roles asignados a ellos como: hacer valer su autoridad ante su equipo, conformado por varones; negarse a ejercer el tradicional rol de cocinar y limpiar que desempeñaban las mujeres en cargos; aguantar bromas machistas, y hasta posicionarse ante las autoridades para castigar casos de violencia de género que las mujeres de la comunidad se atrevían a denunciar, pero que eran minimizados por sus compañeros. En este último caso, con su actuación pudo lograr sentar precedentes para generar confianza entre las mujeres a fin de que denunciaran dichos actos.

Afortunadamente, a pesar de las complejidades del proceso, el reconocimiento del que gozaba Lucía y la incidencia que previamente habían realizado ella y los jóvenes del colectivo como agentes en la comunidad posibilitaron avances en la apertura y sensibilización hacia el tema de la equidad de género en el sistema de cargos. Como los cambios no son inmediatos, sino graduales y lentos, Lucía consideraba que apenas había sentado las bases para caminar hacia una estructura comunitaria en la que mujeres y hombres participaran por igual.

Un proceso distinto, pero con igual propósito, fue el que experimentó Antonio en la región del Istmo. En esa zona las problemáticas se relacionaban con la creciente intromisión de empresas generadoras de energía eólica y, con ello, con el surgimiento de disputas entre los pobladores por la presencia de aerogeneradores. En la OSC en la que participaba Antonio se impulsaba la cohesión comunitaria, con lo que se pretendía el diálogo y evitar las fracturas que se generaban cuando había desacuerdos en esos escenarios. Asimismo, la OSC había establecido la equidad de género como eje transversal en sus acciones en comunidad, así como entre los miembros de la OSC, como una condición necesaria para lograr una «construcción social justa y equitativa», señaló Antonio.

Su proceso formativo había tenido lugar en el accionar en red de organizaciones eclesiales y civiles inspiradas en la teología de la liberación, el zapatismo indígena, la comunalidad y el pensamiento de pedagogos como Paulo Freire, marcos en los que se considera prioritaria la transformación social desde el interior, por lo que se valora como algo vital la formación de las y los jóvenes de las comunidades para que posteriormente desempeñen el rol de agentes sociales. Así, Antonio se forjó en un estrecho trabajo colaborativo con las comunidades; de hecho, él planteó que su principal motivación para estudiar en la universidad fue conocer y aprender más sobre herramientas y metodologías para incidir de forma pertinente en esos entornos. Posteriormente, en su actividad profesional se volcó enteramente en ello, de tal modo que se asumía como un referente en la comunidad sobre la puesta en práctica de procesos educativos alternativos, así como sobre el cuidado y la defensa del territorio, rol que el colectivo le reconocía.

Las múltiples posibilidades de agencia mencionadas se han visto facilitadas por el contexto colaborativo de décadas entre las comunidades y las OSC.9 De hecho, la importancia que se daba a lo juvenil en la comunidad de Antonio se debía a que una de las OSC en la que había participado desde que era niño había promovido espacios de socialización y de agencia para las y los jóvenes desde tiempo atrás. Sin embargo, también es importante hacer notar que esos espacios estaban mediados por las diferencias de género; por ejemplo, en el proceso de reconocimiento de la agencia de Antonio no se perciben las dificultades y los obstáculos por los que atravesó Lucía para que su agencia juvenil y de género fuera aceptada. Precisamente debido a problemáticas como esta la OSC en la que trabajaba Antonio identificó las desigualdades de género como tema prioritario.

Antonio se concentró principalmente en la incidencia comunitaria con jóvenes. Mientras estudiaba en la universidad, participó en la creación de un colectivo juvenil en su comunidad formado por jóvenes que participaban en OSC y otros a los que invitaban. Juntos organizaban clubes de cine, hacían producciones en la radio y participaban en proyectos de las OSC. A quienes se integraban al colectivo, se les «contagiaba» el espíritu para hacer labor por su comunidad o para que se decidieran por estudiar en alguna universidad con esta perspectiva.10 Así, Antonio vivió un proceso de comunalización mutua, entre jóvenes, que a su vez lo replicaban con las propuestas de agencia que construían para el colectivo social.

Actualmente, la agencia juvenil sobre género en la que participa Antonio se ha concentrado en trabajar con adolescentes de preparatoria, y a través de la investigación acción participativa (IAP) han identificado que el acoso y la violencia sexual son problemáticas latentes en las escuelas. Desde las herramientas de comunicación comunitaria que promueve la OSC, se propone a los chicos y chicas trabajar sobre estas problemáticas a través de música, teatro, radio o video, y generar contenidos para dialogar y concientizar sobre estos temas, para que se posicionen y hablen de ellos en la escuela. Por su parte, Antonio hace énfasis en que no se busca la confrontación con quienes ejercen violencias, sino una solución y reflexión conjunta. Se trata de una propuesta de acción colectiva entre jóvenes y para jóvenes que cuenta con el respaldo de comunitario. De nuevo, es necesario recalcar cómo el trabajo colaborativo de larga data entre comunidades y OSC permite la apertura de ambas instancias para trabajar temas sensibles y a veces «tabú», como género y sexualidad.

La agencia que no puede avanzar

Bajo ciertas condicionantes y contextos, los procesos de agencia juvenil no siempre pueden prosperar. En las agencias analizadas, las dificultades se encontraron en las formas en que se llevaba a cabo la agencia, en tanto resultaban incompatibles con las dinámicas participativas que regían en la comunidad, al tiempo que condiciones adversas en el contexto coyuntural impedían llevarlas a cabo.

En relación con la primera dificultad, las restricciones para participar se relacionaban con que los jóvenes desconocían los mecanismos y ritos de paso que regían la participación comunitaria. En este sentido, una vez que regresaban a su lugar de origen tenían intenciones de incidir sin antes haberse insertado en las dinámicas participativas y sin haber obtenido la anuencia comunitaria, que generalmente se da a partir de una participación sostenida en asamblea, cargos y tequios, así como por el reconocimiento del trabajo realizado para la colectividad. Se trata de una problemática al parecer recurrente que ha sido documentada por Jiménez Díaz (2018), quien analizó procesos de participación juvenil comunitaria.

El desconocimiento de las formas participativas se relaciona con la formación educativa. El haber estudiado en una universidad convencional que les aportaba poco con relación a su pertenencia indígena y no incentivaba la vinculación comunitaria, sumado a la carencia de aprendizajes sobre herramientas de agencia pertinentes, derivaba en una formación débil en su relación con lo comunitario.

A ello se podría sumar que, aunque en las universidades convencionales donde estudiaron algunos entrevistados había colectivos juveniles indígenas o grupos dedicados a la incidencia comunitaria, por diversas razones algunos jóvenes no se involucraban por motivos como falta de disponibilidad por la necesidad de trabajar y estudiar al mismo tiempo, desinterés, desarraigo identitario, entre otras causas. Es decir, si bien había la posibilidad de socializar en esos grupos, como fue el caso de otros jóvenes mencionados anteriormente, la participación obedece a las circunstancias particulares de cada estudiante.

Por otro lado, las condiciones adversas en la comunidad fueron señaladas por los jóvenes como obstáculos que impedían o desincentivaban la agencia.11 En otros trabajos se ha documentado que la existencia de cacicazgos regionales, el paternalismo del Estado, conflictos internos o el desarraigo son razones recurrentes que dificultan la agencia juvenil indígena (Bermúdez, 2019: 105-106; Navarro, 2020). En el caso particular de la agencia con perspectiva de género, la resistencia al cambio social en un contexto de dominación masculina, junto con la debilidad de la capacidad de agencia de los jóvenes, conformaban contextos poco propicios para generar algún proceso transformativo. Además de lo anterior, otra debilidad residía en que las agencias de los jóvenes no estaban respaldadas por procesos de transformación social previos, como sí sucedía en los contextos de trabajo colaborativo que señalamos en los casos favorables a la agencia.

La experiencia de Mejy refleja estas problemáticas. Desde que estudió la preparatoria vivió fuera de su comunidad, aunque regresaba de manera constante para visitar a su familia. Sus estudios superiores en una universidad convencional en Sinaloa le hubieran generado un probable desarraigo identitario -para obtener una beca debió hacer una tesis sobre un tema alejado de su interés y desapegado de su pertenencia indígena-, de no ser por su marcada disposición por regresar a su comunidad y también porque había forjado una fuerte identidad mixteca a través, por ejemplo, de los saberes sobre medicina y herbolaria tradicional que sus abuelos y su madre le transmitieron. En parte, esos saberes la llevaron a realizar estudios de posgrado en la UACH que, aunque es una institución convencional, cuenta con una importante presencia de estudiantes indígenas y algunos programas de estudio enriquecidos por los saberes campesinos de los pueblos originarios.

Como parte de sus estudios de doctorado Mejy diseñó un proyecto para revalorizar la medicina tradicional y la herbolaria entre las mujeres de su comunidad. Pensado desde la perspectiva de la comunalidad y mediante herramientas de investigación participativa, implementó talleres, creó un herbario con los nombres de las plantas en mixteco y español a partir de los saberes de las personas y a través de tequios participó en la construcción de un jardín de plantas medicinales y un ñi’i (temazcal). Al inicio hubo una importante participación, pero con el paso del tiempo solo continuaron un par de mujeres de su familia. Posteriormente intentó involucrar a jóvenes en el proyecto, con similares resultados.

Las problemáticas de las comunidades son algunas de las condiciones que imposibilitan la operación de las agencias. En este sentido, Mejy señaló que en su comunidad primaban los cacicazgos y que quienes accedían a los cargos principales tendían a buscar el lucro personal y estaban lejos de guiarse por el compromiso del colectivo. Estas condiciones desalentaban la participación comunitaria en cualquier sentido. Aunado a ello, el machismo operaba como mecanismo de control que limitaba la participación de las mujeres a actividades del entorno doméstico, es decir, la igualdad participativa en la vida comunitaria era limitada. En tal sentido, que ellas colaboraran en un proyecto con pretensiones de autonomía y empoderamiento femenino se percibía como una amenaza para los hombres.

En contraste con otros contextos donde la praxis comunitaria favorece la participación y la aceptación de nuevas formas de comunalizar, en la dinámica que se presentaba en el contexto de Mejy, donde el tejido social era endeble, resultaba poco propicio que ella pudiera poner en práctica una agencia que, aunque también se regía por lógicas comunitarias, implicaba trastocar los poderes masculinos que habían sido tergiversados por el caciquismo político; por ende, no era de esperarse que ella fuera recibida con beneplácito.12

Aunado a ello, las ideas y los comportamientos de Mejy eran vistos con suspicacia aún entre las mujeres, esto porque haberse ido a estudiar sola desde muy joven, ser independiente, vivir en unión libre, no ser católica o promover el uso del ñi’i entre las mujeres eran prácticas que rompían con la estructura tradicional de los roles de género asignados. Así, una agencia nueva, femenina y juvenil, si bien recurría a herramientas de incidencia afines e incluso emulaba la lógica comunitaria, hacía dudar a los pobladores de estos roles emancipatorios todavía en ciernes para las mujeres mixtecas.

Lo anterior se acrecentaba con un proceso de desarraigo comunitario, pues poco a poco la gente estaba dejando de recurrir a la medicina tradicional, la partería o incluso la lengua mixteca. Por el contrario, el consumo material y la migración a las ciudades y a Estados Unidos se convirtieron en las aspiraciones más comunes de los jóvenes de la comunidad, mientras que la vida campesina era poco atractiva como forma de sustento -dos de los hermanos de Mejy habían migrado a Estados Unidos y la animaban para que también se fuera-.13Finalmente, habría que agregar el hecho de que no existían procesos de agencia juvenil previos o de otra índole que facilitaran los intentos de incidencia que Mejy pretendía.

Ante la imposibilidad de llevar a cabo el proyecto en su comunidad, Mejy decidió continuar desarrollando sus ideas en una ciudad de la región donde se incorporó a un proyecto comunitario agroecológico y de economía social dedicado a fortalecer la cultura mixteca desde múltiples miradas, en el que las jóvenes tenían un papel protagónico. En el marco de ese proyecto ella promovía la medicina herbolaria, pero también encontró un espacio en el que las mujeres se reunían para platicar, beber pulque y organizar actividades para empoderarse a sí mismas y a otras mujeres indígenas.

Consideraciones finales

Al cabo de algunas décadas, los esfuerzos de comunidades, intelectuales y pensadores indígenas, así como de organizaciones sociales en Oaxaca, por construir una educación propia y pensada desde adentro, parecen plasmarse en el trabajo comunalizante de las primeras generaciones de jóvenes indígenas profesionistas que se han formado bajo estos anhelos.

Si anteriormente estaba muy vigente la paradoja de los profesionistas indígenas que regresaban a sus comunidades para fungir como intermediarios del Estado, caciques culturales o nuevos caciques políticos con visiones ajenas e intereses distantes al del colectivo (Santana, 2018: 117), o bien se olvidaban de su comunidad a partir del desarraigo provocado por la escolarización, en la actualidad, comienza a ser una realidad palpable que las y los jóvenes indígenas profesionistas formados desde una educación comunitaria propia, o que encuentran actores y espacios para aprender desde lo propio -como las OSC-, muestren un ejercicio profesional comprometido con los propósitos de sus comunidades.

Desde estas experiencias formativas, las juventudes indígenas son más propensas a un razonamiento comunal que les permite actuar privilegiando el bien común y no desde su individualidad o desde razonamientos ajenos a la realidad indígena. Así, su capacidad de agencia tiene mayor alcance, en gran medida debido a que compaginan sus formas y prácticas de agencia con las normas, prácticas y espíritu de las dinámicas del colectivo. Son agencias que transforman la comunidad desde lo propio, que comunalizan los espacios desde la comprensión cabal de lo propio.

Muestra de estas concordancias son el interés y el beneplácito de las comunidades por abrir espacios donde los jóvenes se formen, socialicen y ejerzan sus profesiones, como en los casos que aquí hemos descrito. También, ejemplo de ello es el hecho de que las y los jóvenes se posicionen satisfactoriamente en sus comunidades para dirigir procesos profundos de transformación social, como es el horizonte de alcanzar la equidad de género. Es decir, muchas comunidades han dado su reconocimiento a las y los jóvenes profesionistas como actores y han depositado en ellos la confianza para actuar, a sabiendas de que se busca el bien común, bajo un entendimiento diferente y también crítico, pero en el que se comparte el ser y el razonamiento comunal, es decir, se actúa a partir de las bases que definen y sostienen la vida comunitaria.

No ha de olvidarse que para la agencia juvenil indígena parecen ser determinantes los contextos favorables que surgen de la articulación entre actores que pugnan por hacer realidad la autonomía de los pueblos originarios para determinar su porvenir. De hecho, habría que pensar a las juventudes indígenas profesionistas formadas desde la perspectiva comunitaria como actores emergentes que se han sumado a este tejido actoral. Asimismo, se refuerza la relevancia de esas articulaciones cuando su efectividad contrasta con las dificultades para sortear obstáculos en contextos adversos, cuando las y los jóvenes actúan en solitario sin el acompañamiento o alianzas en este entramado de actores que favorecen lo comunitario.

Respecto a la agencia sobre género, las jóvenes indígenas profesionistas evocan otro proceso emergente. El mayor acceso de las mujeres a la educación superior, sobre todo si se trata de una educación que contemple la vida comunitaria, se ve reflejado en su posicionamiento como actoras que adoptan un papel transformador en sus comunidades. Y si bien todavía las dificultades y los obstáculos complican su agencia, los procesos de cambio liderados por ellas comienzan a rendir frutos, como por ejemplo a través de la creación de redes femeninas donde antes no existían, de su escalamiento a cargos o del ejercicio de roles que rompen con estructuras patriarcales. Por otro lado, la participación de sus compañeros varones permite verificar que las transformaciones que promueven estas juventudes contemplan una visión comunal en la que se trata que todos los miembros participen por igual, mujeres y hombres, en un plano de horizontalidad.

Estos procesos también dan cuenta de cómo mediante la agencia comunalizante se abren posibilidades de cambio social aún en los temas que pueden considerarse más complejos, como los que atañen a las dinámicas de género. Las comunidades reconocen y dialogan con sus juventudes y paulatinamente han ido ganando reconocimiento y alcance, si bien cuando son mujeres las que agencian encuentran dificultades. Al mismo tiempo, ello da cuenta de la capacidad de cambio y adaptación que los pueblos originarios han adoptado como forma para persistir a lo largo del tiempo, lo cual es parte fundamental de lo que evoca la comunalidad, es decir, el cambio como un elemento clave en la permanencia como pueblos indígenas.

Finalmente, cabe decir que la agencia de las y los jóvenes indígenas profesionistas que actúan desde una visión comunitaria es una realidad sustancial que ha de ser considerada en sus justas dimensiones, dado que ellos y ellas son actores emergentes cada vez más presentes y notorios en el devenir de los pueblos originarios, en tanto contribuyen a asegurar la reproducción social y a conducir procesos de transformación colectiva dentro de las lógicas comunitarias.

Supplementary material
Agradecimientos

Se agradece el acompañamiento de la doctora Yolanda Jiménez Naranjo para realizar este artículo, así como el apoyo brindado por el Programa de Estancias Posdoctorales por México del Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt).

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Notes
Notes
1 En un inicio, el rango de edad propuesto era de entre 20 y 30 años, sin embargo, se contempló en un formato flexible a sabiendas de que existen múltiples experiencias universitarias, no todas lineales ni siempre iniciadas inmediatamente después de finalizado el bachillerato. Llama la atención que los entrevistados mayores de 30 años se asumieron en la condición etaria juvenil, lo cual consolida la perspectiva de que lo juvenil es una categoría social contextual y no fija. Esta autoadscripción se puede entender como parte de los procesos de resignificación identitaria que llevan a cabo los jóvenes indígenas, en los que interpelan los roles y condiciones asignados por sus comunidades.
2 Navarro (2020), por ejemplo, hace una diferenciación entre agenciamientos internos, originados desde las formas de actuar y pensar de la comunidad, y externos, que se generan a partir de prácticas gestadas, por ejemplo, desde el Estado, las OSC o las Iglesias.
3 Otros relatos expresan las problemáticas que resquebrajan la vida comunitaria. La migración a la ciudad o a Estados Unidos, los conflictos políticos o el desinterés de algunos pobladores por participar en la vida comunitaria se mencionan como obstáculos para ejercer las prácticas comunitarias.
4 De hecho, en las instituciones educativas comunitarias la agencia es uno de los principales propósitos formativos y se espera que, una vez terminados los estudios, los egresados incidan en sus comunidades o regiones de origen. En el ISIA y la UNICEM, por ejemplo, la agencia se relaciona ampliamente con el fortalecimiento de la membresía étnica, en tanto el CESDER enfatiza una formación vinculada a la transformación social mediante la acción social, política y productiva (González, 2016; Velasco, 2016).
5 En el contexto regional oaxaqueño se ha identificado que en la ciudad de Oaxaca de Juárez se aglutinan y articulan numerosas OSC, tanto indígenas como no indígenas, que han sido formadas por, o cuentan con una participación importante de, indígenas profesionistas (González, 2016). Asimismo, es destacable la mancuerna entre comunidades y órdenes religiosas en algunas regiones de Oaxaca, que articulan propuestas educativas y de transformación social.
6 Desgraciadamente, en los últimos años Oaxaca ha sufrido una grave crisis de violencia contra las mujeres. El estado ocupa uno de los primeros lugares en feminicidios a nivel nacional y las estadísticas arrojan que las muertes violentas de mujeres se han mantenido constantes a lo largo de los años (GESMujer, 2023). Sin embargo, el estado también ha sobresalido por la aprobación de leyes encaminadas a mejorar la condición de las mujeres, como la que incentiva la paridad de género en los sistemas normativos, o bien la ley que legaliza y despenaliza el aborto.
7 En la actualidad, el Fondo Guadalupe Musalem ya no forma parte del GESMujer.
8 En otras experiencias educativas hemos documentado que las jóvenes estudiantes indígenas se acercan al pensamiento feminista durante su paso por la universidad a través de colectivos u OSC y no por asignaturas u acciones institucionales de las universidades (Ramos, 2021).
9 Con relación al trabajo de las organizaciones eclesiásticas guiadas por la teología de la liberación, Giraldo (2022: 128-29) destaca que su fortaleza se debe en gran medida a la persistencia a lo largo de los años. En el caso de la sierra Norte de Puebla, Velasco (2016) considera que los procesos de transformación social no se entenderían sin el trabajo que desde hacía más de 40 años llevaba a cabo el CESDER a través de su proyecto educativo. Entonces, se podría plantear que las colaboraciones entre comunidades y OSC contribuyen a crear un contexto mucho más favorable para la agencia social de las juventudes en sus territorios, aunque también los procesos requieren de tiempo para florecer.
10 En los relatos de Antonio se encuentran referencias a otros compañeros que también se fueron a estudiar a universidades con perspectiva comunitaria y habían regresado a trabajar a la comunidad. Estos jóvenes se relacionaban en el plano social y profesional mediante proyectos y colaboraciones. Por ejemplo, Antonio fue invitado a participar con un proyecto de huertos educativos a través de una compañera que ocupaba un cargo en el ayuntamiento. Otros entrevistados también han tejido redes de profesionales en las que se comparte el enfoque comunitario, lo que da cuenta de la fortaleza y la persistencia como proceso y patrón social entre estos jóvenes indígenas profesionistas.
11 Durante el trabajo de campo para esta investigación envié a algunos jóvenes entrevistados la convocatoria de una organización internacional que se dedicaba a realizar proyectos comunitarios de fortalecimiento identitario. Julia, que tenía formación como comunicadora en una universidad con perspectiva comunitaria, quiso enviar su propuesta. Uno de los requisitos de la convocatoria consistía en tener el respaldo de alguna autoridad comunitaria, sin embargo, la comunidad de Julia estaba envuelta en un conflicto político, problema que impidió su participación.
12 La región Mixteca en la que habita Mejy se ha visto envuelta en las últimas décadas en diversas problemáticas asociadas con la corrupción. Conflictos territoriales, tala clandestina de bosques o tráfico de drogas han tenido como consecuencia muertes, pueblos incendiados y desplazamientos forzados.
13 La Mixteca es una de las regiones con mayor intensidad de migración internacional en Oaxaca (CONAPO, 2020).
14 Cómo citar este artículo: Ramos Arcos, Víctor Hugo. (2024). El estilo juvenil de comunalizar: agencia de jóvenes indígenas profesionistas de Oaxaca. Revista Pueblos y Fronteras Digital, 19, pp. 1-29, doi: https://doi.org/10.22201/cimsur.18704115e.2024.v19.733
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