Monográfico
El futuro de la evaluación en la educación superior
The future of assessment in Higher Education
El futuro de la evaluación en la educación superior
RELIEVE. Revista Electrónica de Investigación y Evaluación Educativa, vol. 26, núm. 1, 2020
Universidad de Granada
Recepción: 06 Mayo 2020
Aprobación: 03 Junio 2020
Publicación: 22 Junio 2020
Resumen: El reto pendiente de la evaluación en educación superior, aunque también en otros niveles, sigue siendo su vinculación efectiva con el aprendizaje de los estudiantes. A través de la evaluación se puede y debe conseguir un aprendizaje estratégico del estudiantado. Esta aportación surge a partir del intento de dar respuesta al interrogante sobre cuál sería el futuro de la evaluación en la educación superior, presentándose la misma bajo la forma de un texto elaborado de forma colaborativa entre todos los autores que la firman. Se ofrece así una reflexión conjunta de diversos autores de diferentes contextos y regiones sobre tres aspectos esenciales. En primer lugar, se resalta la necesidad de reflexión y un cambio en la evaluación basado en las tendencias actuales que están demostrando su oportunidad y validez. Un segundo aspecto se centra en el valor de la tecnología en los cambios que se están produciendo en la evaluación, pero siempre que se adapte a sus principios y, por lo tanto, no implique una vuelta al siglo pasado bajo el dominio de modelos hoy ampliamente superados. Interrelacionar evaluación y aprendizaje junto a la utilización de tecnologías que mejoran la evaluación implica, finalmente, rediseñar las prácticas evaluativas incorporando propuestas desde los ámbitos de la justicia social y la evaluación sostenible, el diseño de tareas de evaluación auténticas, propiciar retroalimentación de los procesos y fomentar la participación del estudiantado. En definitiva, colaborar en la formación del juicio evaluativo del estudiantado para conseguir ciudadanos libres, socialmente responsables y justos.
Palabras clave: Evaluación, Evaluación como aprendizaje, Evaluación sostenible, Tareas de evaluación, retroalimentación, Participación, Medios de evaluación, Tecnologías que mejoran la evaluación, Educación superior..
Abstract: The pending challenge of assessment in higher education, although also at other educational levels, continues to be its effective link with student learning. Students' strategic learning could and should be achieved by the assessment. This paper arises from the attempt to answer the question about what would be the future of assessment in higher education and it is presented under the form of a collaborative text that was elaborated by all the authors who sign it. This contribution offers a joint reflection by various authors from different contexts and regions on three essential aspects. First, the need for reflection and a change in assessment based on current trends that are demonstrating their timeliness and validity is highlighted. A second issue focuses on the value of technology for the changes that are taking place on assessment, but as long as it adapts to its principles and, therefore, does not imply a return to the last century under the dominance of models today widely overcome. Together with the use of technology-enhanced assessment, the interrelationship between assessment and learning implies to redesign assessment practices, to incorporate proposals from the fields of social justice and sustainable assessment, the design of authentic assessment tasks, to promote feedback and encourage students’ participation. In brief, to collaborate to develop the students' evaluative judgment in order to achieve free, socially responsible and fair citizens.
Keywords: Assessment, Assessment as learning, Sustainable assessment, Assessment tasks, Feedback, Participation, Assessment tools, Technology enhanced assessment, Higher education..
Consideramos la educación, y en concreto por su amplio alcance, la educación superior, como el motor de cambio y transformación hacia una sociedad más justa, responsable, equitativa y para todos. Así mismo, partimos de la concepción de que el centro de la educación lo debe constituir el aprendizaje, en este sentido el éxito de la educación superior no debería medirse por la calidad de la enseñanza ofrecida por los centros, departamentos, cursos o profesorado, sino por la calidad del aprendizaje del estudiantado. Hasta ahora ha sido más común, y también más fácil, hablar de la enseñanza, e incluso del aprendizaje relegando a un plano secundario o, al menos, con menor poder de cambio a la evaluación. Pero, ¿qué debe significar en los próximos años evaluar en la educación superior?, ¿qué retos se plantean?, ¿a dónde se debe dirigir la investigación e innovación en evaluación?, ¿cómo puede colaborar la evaluación en el desarrollo de una ciudadanía responsable?
Estos interrogantes implican repensar la evaluación desde nuevos enfoques y perspectivas, considerar críticamente los aspectos técnicos y tecnológicos y modificar, desde una perspectiva crítica y creativa, las actuales prácticas evaluativas.
Repensar la evaluación
Si a finales del siglo pasado el interés estuvo centrado en la dimensión técnica de los procesos de evaluación (validez y fiabilidad), progresivamente hemos asistido a un desarrollo conceptual sobre la evaluación a través del cual se han generado nuevas formas de conceptualizar y comprender la evaluación en la educación superior. Enfoques como la evaluación para el aprendizaje (Sambell et al., 2013), la evaluación orientada al aprendizaje (Carless, 2015) o la evaluación como aprendizaje (Dann 2014; Earl 2013) han aportado una nueva visión sobre la evaluación que está cristalizando en un replanteamiento del papel y la naturaleza de la evaluación en la educación superior. Sobre esta importante base conceptual nuevos enfoques, interrelacionados, contribuyen al cambio necesario en la evaluación.
Desde la evaluación sostenible (Boud y Soler, 2016) se enfatiza la necesidad de que la evaluación contribuya al aprendizaje del estudiantado más allá de los reducidos límites espacio-temporales de un curso o asignatura concreta. Se trata de ofrecer a los estudiantes oportunidades, y la preparación necesaria, para que sean capaces de satisfacer autónomamente sus necesidades de aprendizaje en el futuro y desarrollar su juicio evaluativo (Boud et al., 2018), es decir, su capacidad para emitir juicios sobre su propio trabajo y el de los demás.
La evaluación como aprendizaje y empoderamiento (Rodríguez-Gómez & Ibarra-Sáiz, 2015) destaca, entre otros aspectos, el carácter colaborativo de la evaluación a través de la participación del estudiantado en la toma de decisiones en todas y cada una de las fases y etapas del proceso de evaluación, desde el diseño inicial hasta la calificación final. En definitiva, se trata de que el estudiante, tanto individual como grupalmente, valore su propio trabajo, se cuestione las prácticas evaluativas al uso y ofrezca alternativas diferentes a las que se proponen.
La evaluación, analizada desde el prisma crítico de la justicia social, nos conduce a la necesidad de comprenderla como una práctica social que se desarrolla en un escenario plagado de múltiples contradicciones y tensiones en el que es preciso repensar conceptos básicos como la confianza, la honestidad, la responsabilidad, el perdón y la capacidad de respuesta (McArthur, 2018). Situarse en esta perspectiva, como ha destacado esta autora, invoca la idea de desafiar las prácticas aceptadas y de buscar alternativas y posibilidades de hacer las cosas de manera diferente, y ello exige prepararse para la incomodidad, la incertidumbre y el peligro de cuestionar las prácticas convencionales, pero también disfrutar del beneficio de colaborar por una sociedad más justa.
La evaluación sólo será útil en la medida que resulte relevante para el estudiantado, los políticos, líderes y gestores institucionales, profesorado, académicos y sociedad en general. Será preciso establecer procesos de colaboración en los que participen los diferentes grupos de interés (asociaciones profesionales, agentes sociales, agencias de acreditación, etc.) para identificar y definir lo que, a la luz de estos nuevos enfoques, realmente es significativo en la evaluación favoreciendo el tránsito de una evaluación considerada desde una perspectiva individual liderada por los académicos, a una evaluación colaborativa y compartida entre los diferentes agentes educativos.
La tecnología al servicio de la evaluación y el aprendizaje
Se ha destacado el uso de la tecnología para conseguir una evaluación eficiente y consistente, pero se ha prestado poca atención a su utilización para repensar las relaciones entre aprendizaje y evaluación y el papel que puede desempeñar la tecnología para apoyar estos cambios (Timmis et al., 2016). Cada vez es más factible que los sistemas de aprendizaje se diseñen de manera eficiente y se garantice que el estudiantado complete los programas sabiendo y haciendo lo que se le exige. Sin embargo, se hace necesario desarrollar nuevas herramientas que reflejen los principios pedagógicos innovadores, tecnologías que apoyen métodos de evaluación más democráticos, equitativos, creativos y socialmente justos.
Los estudiantes tendrán que enfrentarse con problemas nuevos y desafiantes que, de hecho, no pueden enseñarse porque aún nadie se ha enfrentado a ellos. En este contexto la tecnología deberá incorporar modalidades colaborativas y participativas de evaluación; proporcionar al estudiantado oportunidades para tomar decisiones en contextos de incertidumbre; ofrecer alternativas de evaluación que les permita evidenciar sus logros de manera creativa y novedosa; desarrollar habilidades y capacidades que les prepare para la empleabilidad y la ciudadanía (Brown, 2015); favorecer el desarrollo de su juicio evaluativo (Boud et al., 2018) y potenciar así la autorregulación y el aprendizaje a lo largo de la vida.
Rediseñar la práctica evaluativa
Aunque la práctica evaluativa ha demostrado una gran resistencia al cambio es preciso considerar algunos aspectos referidos a la calidad de los medios e instrumentos de evaluación y de las tareas de evaluación, de forma que el proceso sea técnicamente convincente. Además, será necesario plantear cuestiones referidas a la sostenibilidad de la propia evaluación, a su viabilidad, a su eficiencia y su mantenimiento a lo largo del tiempo con un coste personal y profesional razonable y adecuado.
Ya existe un movimiento internacional bien establecido que reclama tareas de evaluación más auténticas desafíos reales y contextualizados que el estudiantado enfrentará en el mundo cuando finalice la educación superior (Ashford-Rowe et al., 2014; Boud & Soler, 2016; Dann, 2014; McArthur, 2018). Esta es una tendencia que se acelerará y se convertirá en la norma para que las tareas de evaluación se vean y se sientan como actividades emprendidas en el mundo real. Así mismo, será preciso que las tareas de evaluación se aproximen a los escenarios profesionales, de manera que los estudiantes aprendan lo que es significativo para ellos mismos y para el mundo social y profesional al que están ingresando. El progresivo desarrollo y uso de la realidad virtual o las simulaciones por ordenador facilitarán la autenticidad de las tareas.
La investigación educativa ha identificado la importancia crucial de la retroalimentación (feedback) y su carácter de mediación para contribuir al aprendizaje (Ibarra-Sáiz et al., 2020). Previamente se ha prestado atención a aspectos como la velocidad, el nivel de detalle, la claridad, la estructura o la relevancia de la información aportada, pero es preciso reorientar la atención hacia el significado que tiene la retroalimentación para el estudiante y la interacción entre el estudiante y quienes ofrecen la retroalimentación (profesorado, compañeros, tutores), cambiando del carácter unidireccional (de profesor a estudiante) a una comunicación colaborativa con múltiples canales a través de los cuales profesorado y estudiantes interactúan y dialogan entre todos con la clara intencionalidad de aprender (Nicol et al., 2014; Rowe, 2017).
En definitiva, como ha destacado Boud (2019), cualquier actividad de evaluación que no sirva para desarrollar de una manera más efectiva la capacidad del estudiantado para valorar su propio trabajo y el de los demás, es decir, su juicio evaluativo, no puede considerarse como una evaluación sostenible. Esto implica practicar la evaluación como un acto para conformar y educar el juicio evaluativo de los aprendices, y no para tomar decisiones unilaterales sobre ellos. ¿Cómo va a aprender de una forma eficaz el estudiante si no es capaz de valorar la calidad de su propio trabajo? Si los estudiantes no pueden colaborar y ayudarse entre ellos para valorar la calidad de sus trabajos, ¿cómo van a poder trabajar eficazmente en equipo?
Esta reflexión se ha centrado en la evaluación de los aprendizajes (nivel micro), pero lógicamente estos retos implican repensar y modificar, también, tanto la evaluación institucional como la evaluación de programas (nivel meso). Si bien el cambio de la práctica evaluativa en estos dos niveles es necesario, también es imprescindible que existan políticas y voluntades a nivel macro, que promocionen la transformación de la evaluación sobre la base de la sostenibilidad y la justicia social de forma que no se hipoteque el desarrollo integral de la ciudadanía.
Referencias
Ashford-Rowe, K., Herrington, J., & Brown, C. (2014). Establishing the critical elements that determine authentic assessment. Assessment & Evaluation in Higher Education, 39(2), 205–222. https://doi.org/10.1080/02602938.2013.819566
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Sambell, K., McDowell, L., & Montgomery, C. (2013). Assessment for Learning in Higher Education. Routledge. https://doi.org/10.4324/9780203818268
Timmis, S., Broadfoot, P., Sutherland, R., & Oldfield, A. (2016). Rethinking assessment in a digital age: opportunities, challenges and risks. British Educational Research Journal, 42(3), 454–476. https://doi.org/10.1002/berj.3215
Notas de autor
marisol.ibarra@uca.es
Información adicional
Cómo referenciar este artículo: Ibarra-Sáiz, M.S., Rodríguez-Gómez, G., Boud, D., Rotsaert, T., Brown, S., Salinas-Salazar, M.L., & Rodríguez-Gómez, H.M. (2020). El futuro de la evaluación en la educación superior. RELIEVE, 26(1), art. M1. http://doi.org/10.7203/relieve.26.1.17323
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