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Resumen: El término fake news parece omnipresente en la reflexión actual sobre el estado del periodismo y la circulación de información; sin embargo, su formulación es reciente y aún hay un amplio margen para profundizar en su definición. Nuestro interés recae principalmente sobre las fake news lanzadas contra instituciones científicas a fin de desacreditarlas, lo cual tiene claras implicaciones políticas que condicionan el accionar del campo científico por encima de su pretendida autonomía. En Argentina, una manifestación de este fenómeno aconteció en diciembre de 2016, cuando, a raíz de las protestas de investigadores ante la aplicación de políticas de ajuste y recorte presupuestario implementadas por el gobierno nacional, sitios web alternativos atacaron a los trabajadores de CONICET cuestionando algunos temas de investigación en ciencias sociales. La discusión se extendió a las redes sociales y fue retomada por los medios tradicionales de mayor circulación. El objetivo de este trabajo es esbozar una tipología de fake news centrándonos en aquellas que se
Resumo:
“Fake news” seems to be an ubiquitous term in the current debate regarding the state of journalism and the flow of information. However, its conceptual formulation is recent and there is still a broad spectrum to delve into more precise definitions. Our interest lies in fake news aimed at discrediting scientific institutions, which has clear political implications that condition the actions of the scientific field above and beyond its alleged autonomy. In Argentina, a phenomenon of this kind took place in December 2016, when, in response to researchers’ protests against budget cuts and austerity policies implemented by the national government, alternative information websites attacked CONICET staff by questioning some of their research topics in the social sciences. The debate spread throughout social media and was picked up by some of the most relevant newspapers in the country. Therefore, the aim of this paper is to suggest a typology of fake news, focusing on those related to science and its institutions, and analyze the deployment of fake news against CONICET in the press.
O termo fake news parece onipresente na atual reflexão sobre o estado do jornalismo e a circulação da informação; no
entanto, sua formulação é recente e ainda há uma ampla margem para aprofundar sua definição. Nosso interesse recai principalmente nas fake news divulgadas contra as instituições científicas para desacreditá-las, o que tem implicações políticas claras que condicionam as ações do campo científico acima de sua autonomia pretendida. Na Argentina, uma manifestação desse fenômeno ocorreu em dezembro de 2016, quando, após protestos de pesquisadores contra a aplicação de políticas de ajuste e de cortes no orçamento implementadas pelo governo nacional, sites alternativos atacaram os trabalhadores do CONICET, questionando alguns tópicos de pesquisa em ciências sociais. A discussão se espalhou para as redes sociais e foi retomada pela mídia tradicional com maior circulação. Portanto, o objetivo deste trabalho é delinear uma tipologia de fake news com foco naquelas que estão vinculadas à ciência e suas instituições e analisar esse envio de fake news contra o CONICET.
Abstract: “Fake news” seems to be an ubiquitous term in the current debate regarding the state of journalism and the flow of information. However, its conceptual formulation is recent and there is still a broad spectrum to delve into more precise definitions. Our interest lies in fake news aimed at discrediting scientific institutions, which has clear political implications that condition the actions of the scientific field above and beyond its alleged autonomy. In Argentina, a phenomenon of this kind took place in December 2016, when, in response to researchers’ protests against budget cuts and austerity policies implemented by the national government, alternative information websites attacked CONICET staff by questioning some of their research topics in the social sciences. The debate spread throughout social media and was picked up by some of the most relevant newspapers in the country. Therefore, the aim of this paper is to suggest a typology of fake news, focusing on those related to science and its institutions, and analyze the deployment of fake news against CONICET in the press.
Keywords: donde Donald Trump fue electo ante Hillary Clinto, fake news, post-truth, CONICET, scientific legitimacy, discourse, press.
Introducción
En 2016, la palabra en lengua inglesa post-truth fue elegida como la “palabra del año” por el prestigioso Diccionario Oxford, de la universidad británica homónima. Dos acontecimientos de calibre internacional se combinaron ese año para dar lugar a un marcado aumento en su uso: la campaña y las elecciones presidenciales en Estados Unidos, donde Donald Trump fue electo ante Hillary Clinton, y el referéndum celebrado en el Reino Unido para decidir acerca de su salida o permanencia en la Unión Europea, con la primera opción resultando triunfadora por un escaso margen. El término fue entonces definido por Oxford como un adjetivo que denota circunstancias en que los hechos objetivos son menos influyentes que las emociones y creencias personales en formar la opinión pública. En la justificación e historización de la palabra hay una observación muy interesante: el prefijo post no se usa en este caso para referir a un tiempo posterior a una determinada situación o evento (como sí ocurre en palabras como “posguerra” o “post partido”), sino a un orden en el cual el concepto en cuestión se torna irrelevante (Oxford University Press, 2016). Por ejemplo, siguiendo esta lógica, todos los “post-ismos” en filosofía no denotan una escuela de pensamiento que se identifica meramente por haber surgido con posterioridad cronológica a otra, sino que el post concibe, del estado de cosas pasado como obsoleto y superado, un orden de pensamiento caduco contra el que se reacciona.
Desde entonces, otra palabra “de moda” asociada a post-truth ha sido el anglicismo fake news (en español, “noticias falsas”). Murolo (2019) considera a la posverdad como una precondición que posibilita la recepción y la creencia en las fake news acerca de determinado tema.. Aquí consideramos que ambos fenómenos están imbricados en una suerte de relación de cocreación: la posverdad puede pensarse como el orden discursivo que habilita la existencia de las fake news y, al mismo tiempo, estas son vertebradoras de ese orden posverdadero. Hoy en día, la expresión fake news parece omnipresente en la reflexión actual sobre el estado del periodismo y la producción, circulación, y apropiación de información; sin embargo, como concepto su formulación es reciente y aún hay un amplio margen para profundizar en su definición. Si bien las “noticias falsas” no son nada nuevo en el ecosistema mediático, y especialmente en las prácticas discursivas políticas, nos interesa discutir el cambio cualitativo y cuantitativo que experimentan en esta época marcada por la presencia de tecnologías de comunicación que habilitan patrones de interacción particulares, y analizar su manifestación en diferentes campos del espacio social.
Partiendo de estas definiciones e integrando una perspectiva bajtiniana, las especificidades discursivas de los diferentes ámbitos de la praxis humana generarían tipos de fake news con características particulares. En este trabajo, esbozaremos una tipología de fake news centrándonos en aquellas que se vinculan con la ciencia y sus instituciones. Por un lado, encontramos las que llamaremos expositivas. Estas distribuyen creencias sin fundamentos científicos, presentándolas como conocimiento comprobado (movimiento antivacunas, terraplanismo, por nombrar solo los ejemplos más salientes). Por otro lado, están las fake news que denominaremos argumentativas. Desde nuestra perspectiva, son aquellas que se diseminan con una expresa intencionalidad política de desprestigio de oponentes o adversarios, que también se han usado específicamente contra instituciones científicas.
Estas dos categorías en la práctica se solapan y se retroalimentan: ambas abrevan y profundizan la crisis de confianza en la ciencia como institución. El descrédito del conocimiento científico repercute en un descrédito de las instituciones que lo producen y viceversa, con lo que se puede observar un resquebrajamiento del tradicional contrato social para la ciencia.
Nuestro interés recae principalmente sobre las fake news argumentativas lanzadas contra instituciones científicas a fin de desacreditarlas, lo cual tiene claras implicaciones políticas y efectos perniciosos en los frágiles sistemas científicotecnológicos de áreas periféricas o semiperiféricas. Las instituciones científicas latinoamericanas, continuamente atadas a los vaivenes políticos que pendulan desde el apoyo activo y financiación estatal a la indiferencia o, en el peor de los casos, políticas abiertamente regresivas por parte de los gobiernos, son particularmente sensibles al embate de este tipo de fake news. En estas se evidencia la trama de intereses políticos, económicos y simbólicos que condicionan el accionar del campo científico por encima de su pretendida autonomía.
En Argentina, una manifestación reciente de este fenómeno aconteció en diciembre de 2016, cuando, a raíz de las protestas de investigadores de diversas instituciones científicas del país ante la aplicación de políticas de ajuste y recorte presupuestario al sector implementadas por el gobierno nacional, sitios web alternativos atacaron a los trabajadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Particularmente, el área de ciencias sociales fue objeto de la mayor parte de las críticas, que cuestionaban las temáticas de investigación de investigadores y becarios en términos de su utilidad y relevancia. La discusión se extendió a las redes sociales, en especial Twitter, y fue retomada por los medios gráficos tradicionales de mayor circulación en el país. Por lo tanto, el objetivo de este trabajo es analizar el despliegue de fake news contra CONICET a partir de las categorías que proponemos.
La metodología empleada para este estudio de caso consistió en el relevamiento de todos los artículos publicados entre el 1 y el 31 de diciembre de 2016 en las versiones web de Clarín, La Nación y Página 12, etiquetados con la palabra clave “CONICET”, y la posterior aplicación de una grilla de análisis. Un total de 84 artículos fueron codificados y escrutados en función de su medio de publicación, fecha, sección donde fue publicado, si lleva la firma de un autor particular o no, volanta, título, bajada, extensión, el uso o no de recursos multimedia (y, en caso afirmativo, el tipo de recursos), las fuentes consultadas y el número de comentarios de lectores en respuesta a la nota.2.
A tal fin, el artículo se divide en tres grandes secciones. En el primer apartado presentamos y desarrollamos nuestra propuesta de clasificación de fake news cuando tratan específicamente de la ciencia, su práctica y sus instituciones. En el segundo apartado describimos el contexto de diciembre 2016 en Argentina alrededor del conflicto laboral en CONICET, y la cobertura de los acontecimientos a medida que se iban sucediendo por parte de medios masivos de comunicación de circulación nacional.3 Nos centramos luego en realizar un análisis de discurso más específico sobre aquellas notas periodísticas que refieren a la controversia generada en redes acerca de los temas de investigación de becarios e investigadores de CONICET. Finalmente, en la discusión y las conclusiones sintetizamos los puntos principales del artículo y terminamos con algunas reflexiones abiertas acerca de los desafíos que plantea la cercana relación entre las narrativas de posverdad, las fake news y las ciencias.
1. Fake news sobre la ciencia: una propuesta de categorización
Como plantea Castelfranchi (2019), la discusión, la libre circulación de ideas y el disenso son fundamentales para el desenvolvimiento sano de la democracia y de la ciencia. El problema aparece cuando se construyen mentiras deliberadamente, o cuando el objetivo es destruir el debate, deslegitimando al adversario y a la ciencia misma. Esta afirmación es útil para avanzar hacia una caracterización más precisa de las fake news porque destaca las distintas dimensiones interrelacionadas en que estas operan. Por un lado, difundir contenidos sin fundamento o evidencia y sostener su validez en contraposición a aserciones que sí resultan de procesos de validación racional. Por otro, el desprestigio de las posiciones y discursos que no coinciden con una postura política o creencia que se busca difundir. En palabras de Calvo y Aruguete, “la propagación de fake news no guarda relación con la falsedad de una proposición ni se vincula a la dimensión noticiosa de un contenido. La propagación de información falsa, por el contrario, es un ejercicio del poder político cuyo objetivo es dañar al oponente y energizar al militante propio” (2020: 41-42).
Las fake news con estas características responden a la categoría de fabricated news que Tandoc et al. (2018) reseñan como una de las acepciones posibles de fake news encontradas en la literatura especializada. La intención es presentar información sin un sustento en la realidad objetiva o el conocimiento racional, en un contrato de lectura que encubre la falsedad y la presenta como una verdad fehaciente (al contrario, por ejemplo, de la parodia o la sátira, que puede imitar rasgos genéricos de las noticias reales, pero en el marco de un contrato que evidencia su naturaleza ficcional). Sin embargo, es preciso avanzar en la distinción porque fabricated news es una categoría aún amplia para describir la diversidad de fake news que pueden enmarcarse en ella.
En un ejercicio analítico podríamos distinguir dos tipos de fake news en relación con estas dimensiones. Ambas se pueden desplegar en los polos dominantes de las secuencias textuales: la exposición y la argumentación. O, en palabras de Angenot (2010), los dos grandes modos de la puesta en discurso. El primer tipo de fake news expone un relato alternativo sobre la realidad, es decir: una narración; su intencionalidad política e ideológica no es evidente, aunque un análisis exhaustivo puede revelar un trasfondo de ideas y posiciones. Por otro lado, el segundo tipo presenta información falsa o descontextualizada para mermar la legitimidad de un adversario, mientras apuntala la propia posición. Incluso si no se presentan argumentos racionales contra las ideas con las que se antagoniza, el ejercicio de desacreditar la palabra de un adversario para invalidar sus razones es parte de los recursos dialécticos de cualquier confrontación retórica. Por supuesto, aquí la intencionalidad política e ideológica es fácil de discernir: lo que se busca es provocar una reacción, generar un evento político, modificar la agenda de los temas en debate.
Las fake news pueden responder a estas intenciones o modalidades, que llamamos respectivamente expositivas y argumentativas. Sin embargo, no son mutuamente excluyentes y están intrínsecamente relacionadas. Sostener una determinada narrativa con pretensiones de verosimilitud connota un descrédito a la autoridad o legitimidad de quien sostiene lo contrario, incluso si no hay una agresión explícita. Por ejemplo, las noticias sobre las investigaciones que estudian las causas no antrópicas del calentamiento global socavan la autoridad de los científicos que afirman que la acción humana sí incide directamente en las alteraciones del clima. A la inversa, presentar información para desprestigiar a un adversario se apoya en un relato alternativo de la realidad. El caso que abordamos en este trabajo es un buen ejemplo: deslegitimar la producción científica realizada en instituciones de investigación estatales se sostiene en un relato alternativo que versa sobre la “ciencia infructuosa”, es decir: sin resultados efectivos que justifiquen la inversión que se realiza en ella.
En el caso de las fake news que llamamos expositivas, que solo difunden información falsa, no es tan reñida la relación con los discursos tradicionalmente asociados con la verdad. Al relatar hechos alternativos es común que estas fake news apelen a rasgos genéricos del discurso periodístico y científico. Una idea que se desprende del artículo de Tandoc et al. (2018) es que una característica de las fake news (aquellas que no incurren en la sátira y la parodia) radica en que construyen verosimilitud mediante la réplica de los rasgos genéricos que dominan en los enunciados de los medios masivos. Con la intención de generar desinformación sobre contendientes políticos u obtener dinero con información falsa, se redactan noticias y editan videos que se apropian del estilo gráfico y retórico de las piezas de información de los medios tradicionales. Los autores consideran que así las fake news logran ocultarse bajo una pátina de legitimidad y dotarse de cierta credibilidad. Además de imitar la apariencia de noticias reales, las fake news falsean su presencia, circulación y relevancia mediante la construcción de redes de sitios y perfiles personales falsos (Tandoc et al., 2018).
Este tipo de procedimientos se pueden reconocer en otras corrientes de desinformación o información alternativa. Es común que los defensores de pseudociencias utilicen procedimientos de inducción y experimentación (inválidos) para presentar evidencia a favor de sus interpretaciones de la realidad (los más sofisticados, por lo menos). Por ejemplo, se emplea el léxico y los recursos de despersonalización característico de los enunciados científicos. Aquí el contenido del mensaje falaz contradice las formulaciones de la ciencia tradicional, pero a la vez se valida usando sus mismos métodos y recursos genéricos (parasita su credibilidad). Se ataca la legitimidad de la ciencia planteando “otra ciencia” alternativa, revestida de atributos superficiales de cientificidad, autoproclamada “independiente”. Además, la supuesta equivalencia de saberes que habilita el ecosistema digital, sin ninguna jerarquía aparente entre las voces que se pronuncian, les permite discutir en pie de igualdad con el conocimiento científico acreditado.
Difundir información falsa y deslegitimar a un otro son acciones cargadas de una intencionalidad que parece determinar diferentes tipologías de fake news. Tener presente esta distinción habilita un análisis más exhaustivo y, por ende, el reconocimiento de diferentes apropiaciones del discurso científico y periodístico que derivan de relaciones contradictorias con las instituciones que los producen. En particular, la segunda modalidad de fake news, que denominamos argumentativas, no solo engloba a las acciones de desprestigio a oponentes políticos e ideológicos, sino que, en una de sus variantes, ataca a las mismas instituciones y los mismos discursos que históricamente se legitiman como productoras y difusoras de conocimiento e información válida y objetiva. Entre ellas destacan las instituciones científicas y los medios masivos de comunicación, dos instituciones que en el transcurso de la modernidad se erigieron como salvaguarda del saber axiológicamente neutro y la verdad objetiva. Constituyen, por lo tanto, una suerte de falacia ad hominem, por medio de la cual las afirmaciones del otro se invalidan por el solo hecho de provenir de determinado emisor. Si, como se mencionó, la posverdad refiere al estado de incerteza o irrelevancia de las grandes verdades, y por extensión de las instituciones que las producen y reproducen, podemos afirmar que este tipo de fake news es la que guarda una relación más directa con esta situación de incertidumbre.
Las audiencias, que tienen un papel protagónico en la configuración de la posverdad, desbordan la estrechez esquemática de este modelo expositivo/argumentativo. Ellas completan el sentido de las fake news y de esta manera reconocen la carga argumentativa que puede haber en las fabricated fake news expositivas, y a la inversa, el relato que subyace en toda fabricated fake news que argumenta a favor de una posición y deslegitima a un adversario. Recordemos que todo texto es incompleto y exige la cooperación de un destinatario que actualice los sentidos connotados mediante inferencias (Eco, 1993). En términos de la teoría de los discursos sociales, el sentido es parte de una semiosis, “una red de significado infinita” (Verón, 1993). Esto conduce a concluir que esta categorización de las fabricated fake news no puede desentenderse de las gramáticas de producción y de reconocimiento de sentido, es decir: para comprenderlas cabalmente se debe describir el contexto en que se producen y los efectos que generan en los destinatarios. En la infraestructura digital ese efecto se traduce en viralización e intercambio horizontal de información, la circulación de sentidos se acelera y la masividad de receptores contribuye a la construcción del texto. Es preciso recordar que la comunicación en redes sociales se da mediante secuencias de interacción indirectas, asincrónicas, y en donde no todos los agentes son humanos: los algoritmos también inciden en la producción, distribución y recepción de mensajes, especialmente de mensajes políticos (Blommaert, 2020).
Dicha dinámica, propia de las redes, importa una cierta indeterminación o impredecibilidad, inherente por cierto a todo proceso de recepción y construcción de sentidos a partir de un mensaje dado, pero exacerbada con las actuales posibilidades tecnológicas. Al estudiar las audiencias de noticias (tanto falsas como verídicas) dentro del ambiente de la web se debe considerar como audiencia a aquellos seleccionados como destinatarios de la comunicación y que responden a ella, involucrándose de tal forma en un intercambio afectivo, pero también a quienes, sin haber sido considerados destinatarios meta, responden a esa comunicación de todas formas (Kalpokas, 2019). Por otro lado, esta clasificación se sostiene en parte sobre la noción de género discursivo. Pero si se deben considerar los contextos de producción y reconocimiento de las fake news, no es posible atender solo a los rasgos formales del texto en un análisis que emplee estas categorías. Es necesario, en consecuencia, atender a las situaciones generales y específicas de comunicación (Charaudeau, 2012) que condicionan los aspectos genéricos de las fabricated fake news.
2. Fake news argumentativas y desprestigio del CONICET
Insistimos en que, desde nuestra perspectiva analítica, las fake news no constituyen mensajes aislados, sino que se anclan en discusiones más profundas, en cuya construcción y mantenimiento los medios masivos siguen siendo actores clave. Es decir, los medios contribuyen a crear y reproducir determinadas representaciones sociales, de las cuales las fake news se alimentan y en donde anidan. A la vez, lo que sucede en Internet adquiere otra dimensión y se dota de otra legitimidad cuando es recuperado por los medios. Pero, al mismo tiempo, la potencia de las conversaciones que acontecen en línea se revela en toda su materialidad al ser capaces de imponerse como agenda casi obligada para los medios tradicionales por el mero hecho de que se esté hablando de un tema. Incluso, Calvo y Aruguete (2020) sugieren que la popularidad de un tema en línea ya constituye un criterio de noticiabilidad en sí mismo. Desde la sociolingüística, Blommaert (2020) plantea que no solo el contenido debe ser central en el análisis de discurso, sino todo el sistema de comunicación y la forma en que forja nuevas condiciones de producción, circulación y recepción de discursos, así como los nuevos recursos disponibles para actores sociales que traman novedosas relaciones entre ellos. Por lo tanto, para entender el fenómeno de las fake news argumentativas contra la ciencia se torna necesario reconstruir el contexto mediático donde se insertan, porque este actúa como trasfondo de lo tratado en medios alternativos.
La reducción de los ingresos a la Carrera de Investigador Científico (CIC) de CONICET en la convocatoria 2016, cuando las plazas para incorporar investigadores pasaron a ser solo 385 en comparación con las 943 ofrecidas en 2015, puede considerarse el primer hecho altamente conflictivo entre el sector científico argentino y la gestión presidencial de Mauricio Macri. En efecto, durante diciembre de 2016, las protestas de estudiantes, becarios e investigadores se sucedieron con frecuencia (el punto más álgido sería la toma pacífica del Polo Científico Tecnológico ubicado en Ciudad Autónoma de Buenos Aires y de Centros Científico Tecnológicos en todo el país) y llegaron a ocupar un lugar relevante en la agenda pública debido a la considerable atención brindada por los medios masivos de comunicación y las estrategias de comunicación pública de la ciencia impulsadas por algunos sectores de la comunidad científica (Céspedes y Chiavassa Ferreyra, 2020). Como mencionamos anteriormente, lo que podría haber sido un mero conflicto laboral o sectorial se enturbió con la irrupción de noticias surgidas en sitios web, replicadas en redes sociales, y finalmente recuperadas por los medios. En estas se cuestionaban y hasta ridiculizaban ciertos temas de investigación de becarios e investigadores, especialmente del área de las ciencias sociales y humanidades, exhibiendo títulos de proyectos y artículos publicados en revistas académicas y presentándolos como irrelevantes. La discusión y las acusaciones cruzadas finalmente llegaron a los medios, donde se replicaron comentarios provenientes de redes sociales como “noticia”.
Precisamente, en el próximo punto caracterizamos la cobertura realizada por los tres periódicos nacionales de mayor tirada, tradición y capacidad de fijar agenda: Clarín, La Nación y Página 12. Estos medios tuvieron diferentes líneas editoriales en torno a la gestión dirigida por Mauricio Macri. El primero y el segundo se posicionaron como medios favorables y cercanos al oficialismo, mientras que el tercero fue una de sus principales voces críticas. Como veremos, exhiben similitudes y diferencias en su tratamiento de la temática. En el punto 2.2. realizamos un análisis más específico en torno a los artículos particulares que levantaron la controversia suscitada en redes sociales y sitios web informativos alternativos.
2.1. Contexto mediático alrededor del conflicto laboral en CONICET (diciembre de 2016)
Para empezar, laFigura 1 muestra la cantidad de artículos publicados por cada uno durante el mes considerado.
Esta primera cuantificación nos ofrece un panorama de cómo se distribuyó la presencia del tema en los tres medios considerados. En la primera semana de diciembre se observa una concentración de artículos en torno a la publicación del presupuesto nacional 2017 y el anuncio de la reducción de vacantes para CIC. Los tres medios coinciden en tomar como principales fuentes las declaraciones cruzadas entre la socióloga Dora Barrancos, por entonces integrante del directorio de CONICET, y de Lino Barañao y Alejandro Cecatto, ministro de ciencia, tecnología e innovación productiva y presidente del CONICET, respectivamente. En este primer momento, que podríamos denominar de anticipación del conflicto, se da el pico de mayor cantidad de artículos publicados en un mismo día por parte de Página 12 (cinco), el 6 de diciembre.
Entre los días 13 y 16 encontramos un segundo agrupamiento de publicaciones encabezadas por Página 12 y con una escasa presencia de Clarín y La Nación. Estos días corresponden a protestas en la vía pública y la primera ocupación del hall del MINCYT por parte de estudiantes, docentes e investigadores.
La mayor cantidad de artículos publicados aparece en un tercer grupo, del 19 al 24 de diciembre, cuando los científicos en protesta vuelven a tomar el MINCYT, esta vez por tiempo indefinido, hasta tanto su reclamo tuviera respuesta de las autoridades. Aquí, tanto Clarín como La Nación alcanzan sus picos de artículos publicados en un mismo día: cinco el 20 de diciembre para el primero, seis el 23 de diciembre para el segundo. Precisamente el 23 de diciembre puede considerarse el día de resolución (temporaria) del conflicto: los científicos reunidos en asamblea aceptan la propuesta del Ministerio y levantan la ocupación del edificio. El 24 de diciembre, Lino Barañao ratifica su continuidad a la cabeza del MINCYT.
Finalmente, encontramos un cuarto grupo de publicaciones, que identificamos como de seguimiento o reflexión sobre lo sucedido. Mientras que Clarín no realiza publicaciones después del día 24, y La Nación solo publica dos artículos más, Página 12 continúa tratando la temática con cinco nuevas notas hasta el 29 de diciembre.
En total, la distribución de la cobertura de Clarín parece concentrarse en los tres momentos salientes del conflicto: el anuncio, las primeras movilizaciones (en menor medida), y la toma del ministerio, negociación y resolución. Los 23 artículos publicados por este medio aparecieron a lo largo de nueve días del mes. Por otra parte, La Nación presenta una cobertura más balanceada: si bien el total de artículos publicados, 25, no es mucho mayor que el de Clarín, estos se publican durante 14 días diferentes, con lo cual el tema permanece presente durante más tiempo en la agenda del medio. Página 12 exhibe otro perfil. Es el medio que más publica al respecto y que más mantiene la temática vigente, con un total de 37 artículos distribuidos en 18 días del mes. Asimismo, es el medio que más profusamente cubre los anuncios que anticipaban el conflicto y las protestas que acontecieron antes del momento de mayor tensión.
Todos estos artículos fueron publicados en diferentes secciones de los medios analizados. Como podemos ver en laTabla 1, Clarín y La Nación ubican los artículos referidos al conflicto en CONICET en secciones tradicionales de los medios gráficos como son “Sociedad”, “Política” y “Opinión”. Página 12 presenta una diversidad de secciones algo mayor, pero a la vez mayor concentración de sus artículos en la sección “El País”. Solo dos se ubican dentro de una sección destinada a la ciencia, y otros dos en la sección “Universidad”. Dentro del contrato de lectura propuesto por este medio, la sección “Contratapa” corresponde a ensayos o notas de opinión. La nota incluida en Rosario12 trata sobre la toma del CCT Rosario por becarios e investigadores de dicha ciudad.
En cuanto a la autoría, la Tabla 2 muestra los artículos firmados en relación a aquellos no firmados.
Como vemos, Página 12 presenta la mayor cantidad neta de artículos firmados. Ciertas firmas se repiten, especialmente entre el 15 y el 23 de diciembre, lo que hace pensar que, al sostenerse y profundizarse el conflicto, el medio asignó a determinados periodistas para imbuirse en la temática y seguir su desarrollo de cerca (aunque no fueran especialistas en periodismo científico). Página 12 es también el medio que más convoca a columnistas externos para artículos de opinión, en su mayoría, investigadores del CONICET y docentes-investigadores de universidades nacionales de diversos campos disciplinares (sociología económica, antropología, nanotecnología, biología marina, física, educación). Es decir, brinda un espacio para que la parte percibida como afectada exprese su voz y su mirada.
Porcentualmente, La Nación supera con amplitud a Página 12 en artículos con firma. No es un dato menor que, a diciembre de 2016, este medio era el único de los tres considerados que contaba con una periodista especializada en ciencias, Nora Bär, de amplia y reconocida trayectoria. En efecto, la mitad de los artículos firmados en La Nación corresponden a su pluma, incluido uno de los segmentos audiovisuales LN+, donde se la entrevista en calidad de analista experta. La mayoría de las notas de Bär se incluyen en la sección “Sociedad”, aunque también realiza una columna de opinión.
La extensión de los artículos fue otra de las dimensiones analizadas. Como se observa en la Tabla 3, La Nación presenta los artículos en promedio más extensos, si nos atenemos a la cantidad de párrafos. Asimismo, la moda de 12 párrafos indica que la mayor cantidad de artículos dentro de la serie considerada registra esa extensión, es decir: 12 párrafos es la extensión más frecuente. Página 12 y Clarín presentan extensiones promedio similares entre sí y modas idénticas. Sin embargo, al observar los textos según su extensión en caracteres (sin espacios), el panorama cambia. Con este criterio, Página 12 se erige como el medio que, en promedio, publica artículos más extensos. Los valores promedio de La Nación y Clarín son menores y más cercanos entre ellos. Hay que tener en cuenta, de todas formas, que La Nación presenta valores extremos: este medio publicó tanto el artículo más extenso (11.122 caracteres sin espacios) como los más escuetos (de 300 a 900 caracteres). Estos últimos corresponden en su mayoría a aquellas entradas donde el contenido periodístico principal se ofrece en formato audiovisual, y el texto es un breve acompañamiento al video inserto, o a las pequeñas notas meramente informativas incluidas dentro de la sección o columna “Síntesis”, que recoge dos o tres noticias cortas sin relación temática entre ellas. Página 12 también publica noticias de escasa extensión en caracteres, donde básicamente se brindan datos de las movilizaciones o protestas programadas.
De todas formas, estas cifras permiten inferir los perfiles de publicación de cada medio. Página 12 publica los textos de menor cantidad de párrafos, pero de mayor densidad, los más compactos, mientras que Clarín redacta artículos de similar extensión en párrafos, pero con mucho menor peso léxico. En una posición intermedia se ubica La Nación, que exhibe artículos divididos en numerosos párrafos, con un promedio muy superior a los otros dos periódicos en este aspecto, pero precisamente esos párrafos se revelan más ligeros en función del total de caracteres promedio por artículo.
En cuanto a la inserción de recursos multimedia dentro de los artículos, Página 12 emerge como el medio que más uso hace de estas posibilidades, tal como se observa en la Tabla 4. El recurso más usado en los tres periódicos son las fotografías de las movilizaciones y protestas, así como de algunos entrevistados o funcionarios de alto perfil público cuyas declaraciones se toman en los textos (por ejemplo, los ya mencionados Barrancos, Barañao y Cecatto, pero también el jefe y el vicejefe de gabinete del macrismo, Marcos Peña y Mario Quintana, y el neurocientífico Facundo Manes). En los tres medios las imágenes son tanto de producción propia como también extraídas de agencias de noticias, principalmente Télam y DyN.
Cabe destacar que La Nación y Página 12 recurren a un rango mayor de recursos multimedia que Clarín. Ambos insertan videos: en el caso de La Nación, tres de producción propia enmarcados en el informativo web LN+, mientras que Página 12 vincula a un video propio y a uno realizado por distintos científicos contra el ajuste y publicado en el canal de YouTube El País Digital. Página 12 también utiliza gráficos para mostrar la suba y la abrupta caída en los ingresos a CIC y la cantidad de investigadores en I+D por millón de habitantes en Argentina, comparada con otros países. Por otro lado, si bien no es un recurso muy explotado, tanto Página 12 como La Nación publican en alguna ocasión caricaturas, collages o ilustraciones artísticas. Finalmente, y este será el tema en el que profundizaremos a continuación, Clarín y La Nación reproducen mensajes publicados en la red social Twitter, tanto de usuarios comunes como personas públicas (por ejemplo, el ex decano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, Jorge Aliaga, o la ex presidenta Cristina Fernández), no así Página 12.
2.2. La “controversia” en redes y en los medios
“Las 20 peores ‘investigaciones científicas’ del CONICET”. Contundente y lapidario, este artículo presentaba, a modo de ranking, capturas de pantalla extraídas del sitio web oficial de CONICET donde se mostraban diversos títulos de artículos, proyectos de tesis, y presentaciones en eventos científicos de becarios doctorales, posdoctorales, e investigadores (en la mayoría de los casos, expuestos con nombre y apellido, e incluso lugar de trabajo). Aparecido en el sitio web La Internet Online, el artículo se viralizó rápidamente en diferentes plataformas de discusión online (por ejemplo, foros como Taringa o Reddit, y numerosos blogs personales).
Es difícil establecer con certeza cuándo comenzó a circular, ya que el sitio donde se habría publicado la entrada original ya no existe; sin embargo, la mayoría de las re-publicaciones y compartidas inician el 21 de diciembre. Ese mismo día el término “CONICET” fue el segundo trending topic de la Argentina en Twitter, mientras que el hashtag #CONICETInvestiga (usado irónicamente) y #Ciencia también se convirtieron en tendencia. #DefendamosLaCiencia también apareció en la lista de los temas más mencionados del día, pero muy lejos en relevancia (Trendinalia Argentina, 2016). Los mecanismos de productividad propios de las redes sociales hicieron que a esa lista inicial de 20 investigaciones fueran sumándose más y más, nuevos títulos de artículos o temas de investigación que eran encontrados por los usuarios, y que eran igualmente exhibidos como paradigma de “ciencia inútil” y gasto público superfluo.
El 22 de diciembre, Clarín fue el primero de los medios analizados en hacerse eco del tema, titulando “Recorte en el Conicet: polémica por las investigaciones de Star Wars, Anteojito y El Rey León”. La elección del título no es inocente: el periódico de mayor circulación del país está optando por jerarquizar a nivel titulación tres de los temas de investigación tomados como estandarte para el ataque al CONICET, y, posiblemente, algunos de los temas que más se alejan de las representaciones sociales compartidas por la mayoría de la sociedad acerca de lo que constituye un objeto de estudio y una disciplina científica legítimos. Se trata de un artículo con poco texto (apenas cuatro párrafos, y por debajo del promedio de Clarín en extensión en caracteres), encabezado por una imagen de la toma del MINCYT, y donde se insertan 16 tweetscontextualizados como, por un lado, aquellos que criticaban sin tapujos al CONICET y, por otro, aquellos “que rescataron el trabajo que hacen investigadores y becarios del Conicet en otras áreas” (Clarín, 2016, las cursivas son nuestras).
La bajada de la nota reza: “Mientras sigue la toma, en las redes se armó un fuerte contrapunto por los temas de trabajo de científicos becados”. El uso del adjetivo “becados” para referir a “científicos” puede inducir a confusión a un lector no interiorizado de las categorías laborales en CONICET. En efecto, una de las reivindicaciones históricas (y hasta ahora no concretadas) de becarios y becarias, tanto doctorales como posdoctorales, es el reconocimiento de su condición formal de trabajadores de la ciencia. La propia institución solo reconoce como trabajadores en relación de dependencia a aquellos que obtuvieron el ingreso a CIC. Asimismo, en el texto se hace referencia a la “fuerte polémica en las redes sociales al conocerse algunos de los temas de los proyectos de investigación” (Clarín, 2016, las cursivas son nuestras). Postular que esos temas se conocieron a raíz de las publicaciones en redes sociales resulta una falacia, ya que de ningún modo se trataba de información clasificada u oculta que de repente se revelara a la opinión pública, sino que los datos académicos de todo el personal de CONICET son de acceso público y se encuentran permanentemente actualizados en el sitio web del organismo. A la vez, en Argentina, la Ley Nacional 26.899 (2013) estipula que toda producción científicotecnológica financiada total o parcialmente con fondos públicos debe ser depositada en repositorios digitales institucionales de acceso abierto, tanto en sus datos primarios de investigación como en sus productos finales (artículos de revistas, trabajos, reportes, o tesis académicas, entre otros). Por lo tanto, esta información que Clarín enmarca como previamente desconocida ya era de acceso público al momento del conflicto. Lo cual, por supuesto, no significa que efectivamente haya sido conocida por la mayoría de quienes replicaron los cuestionamientos al CONICET. Por el contrario, la veloz reacción de condena puede ser un indicador del desconocimiento acerca de los mecanismos internos de funcionamiento del campo científico y, en particular, la lógica institucional del CONICET. En esta línea, estudios de opinión realizados por Polino y Castelfranchi confirman que, si bien las sociedades latinoamericanas apoyan al desarrollo de la ciencia en sí, “en líneas generales lo hace con una distancia considerable respecto al sistema científico-tecnológico [...] Todas las encuestas realizadas hasta la fecha ratifican que los latinoamericanos tienen un bajo nivel de conocimiento sobre las instituciones científicas y tecnológicas de sus respectivos países” (2019: 120).
Este artículo es, para Clarín, el más comentado en el período analizado: tuvo 1215 réplicas de lectores del periódico. Como se observa en laFigura 2, la nota genera un pico de participación que rápidamente declina (debe considerarse, no obstante, que Clarín no publica más sobre el tema luego del 24 de diciembre).
Por su parte, La Nación muestra un tratamiento más tangencial del tema. El 21 de diciembre se publica en este medio el artículo “Mundo Conicet: la polémica por los recortes de fondos y las críticas hacia el organismo colmaron Twitter”.4. Ya desde el título, el ángulo es diferente. Si Clarín menciona el recorte en el CONICET como el marco donde se desata la “polémica por las investigaciones de Star Wars, Anteojito y El Rey León”, La Nación coloca el eje de la “polémica” en los recortes de fondos y no en los temas de investigación o publicaciones de investigadores. Asimismo, este título sitúa en el terreno de Twitter a la discusión que se describirá en el artículo.
La construcción “Mundo Conicet” merece cierta consideración. Este pequeño sintagma basta para colocar al CONICET en una esfera separada del resto del espacio social; el CONICET constituye su propio mundo, al que solo acceden unos pocos elegidos, y cuyas fronteras se resquebrajan debido a, precisamente, “la polémica” desatada por la reducción en los recursos asignados a ese “mundo”, pero también por la inédita intromisión de opiniones externas a él. La bajada dice: “Los testimonios a favor y en contra de la reducción del ingreso a la carrera científica no tardaron en circular en las redes sociales; hoy se cumple el tercer día de la toma”. Es decir, mientras que Clarín expone en el título los temas de investigación Star Wars, Anteojito y El Rey León, La Nación asume una postura mucho más moderada y no menciona ese punto ni en los paratextos ni en el cuerpo del artículo, sino que presenta los tweets “a favor y en contra” del recorte presupuestario, la toma del MINCYT, y la reducción en los cupos de la CIC. Al igual que Clarín, este texto presenta una extensión menor al promedio ya que el foco está puesto en la inserción de estos tweets. En cierto sentido, La Nación establece una diferencia cualitativa entre estas posiciones, ya que identifica a una de las parcialidades con quienes se volcaron a Twitter para brindar “explicaciones sobre por qué es ‘gravísimo’ lo que sucede”, denotando cierta voluntad dialógica y reflexiva, y a la otra con “muchos usuarios que aprovecharon para criticar el ‘mundo Conicet’”, lo que permite inferir un cierto oportunismo en quienes emitieron críticas hacia el organismo durante un período conflictivo.
El tema vuelve a mencionarse en un artículo del 23 de diciembre publicado en La Nación, firmado por la periodista especializada en ciencias Nora Bär, y titulado “Pese a las negociaciones, sigue trabado el conflicto por el recorte de ingresos al Conicet”. Luego de describir las hasta el momento infructuosas negociaciones entre agrupaciones que nucleaban a los becarios e investigadores afectados y dos gerentes del CONICET, el “debate en Twitter” recién se menciona luego de un intertítulo, en el séptimo párrafo. Allí se observa nuevamente el contrapunto que La Nación construye alrededor de las opiniones en defensa y en contra del organismo científico.
“Los recortes recibieron un rechazo generalizado de todos los sectores de la comunidad científica y fueron centro de un debate en Twitter. Mientras algunos se horrorizaban de que los científicos del Conicet usaran ‘impuestos para investigar sobre las letras de Arjona’, la revista Barcelona anticipaba su nuevo número diciendo que ‘hay un plan oficial para reemplazar el Conicet por un call center de tuiteros sin pensamiento crítico ni de ningún tipo’” (Bär, 23 de diciembre de 2016).
En este fragmento se presenta la voz de la comunidad científica como unánime ante la reducción presupuestaria y de personal. Por otro lado, el repetido argumento de que las temáticas de investigación expuestas en redes sociales eran un malgasto de recursos públicos se contrapone a una cita de la revista Barcelona, una publicación argentina de humor político que correspondería a la categoría de parodia de Tandoc et al. (2018).5. Así, los tweets virales contra el CONICET se colocan al mismo nivel de una publicación humorística que cuestiona, precisamente, el origen de esos comentarios y la genuinidad de los usuarios que los expresaban. En la misma línea, el artículo recupera a continuación las declaraciones del entonces decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, el investigador y docente especializado en políticas de medios masivos y derecho a la comunicación Glenn Postolski, quien:
“… salió al cruce de las acusaciones diciendo en un comunicado que ‘el Conicet, por el desempeño y reconocimiento académico a nivel internacional de sus investigadores, se encuentra entre los organismos más prestigiosos del mundo’. El decano también acusó al Gobierno de gastar ‘160 millones de pesos para sostener dos equipos de más de 70 personas dedicadas a sus cuentas de Facebook, Twitter, Instagram y Snapchat, pero no hay dinero para ciencia y tecnología’” (Bär, 23 de diciembre de 2016).
Que Bär recupere las palabras del decano de Sociales de la UBA resulta significativo, ya que eran estas disciplinas las que se encontraban bajo las críticas de las redes sociales: estudios culturales, sociología, semiótica, historia sociocultural, estudios de género, entre otras. La cita esgrime un contraargumento frecuentemente empleado por los defensores de la ciencia: el CONICET y sus investigadores gozan de un alto grado de prestigio a nivel internacional. Por lo tanto, la acusación de irrelevancia de sus estudios no sería válida, ya que constituyen temas que en efecto se estudian no solo en Argentina, sino en diversos países, entre los que puede asumirse se cuentan los grandes centros tradicionales de producción de conocimiento académico.
Página 12 presenta un comportamiento distinto respecto de estas fake news viralizadas. No hay mención del asunto durante el pico de popularidad del tema. Recién el 24 de diciembre, cuando la propuesta de extender las becas de quienes habían sido recomendados pero no aceptados para su ingreso a CONICET ya había sido acordada, Página 12 publica el artículo “La inteligencia”, firmado por Luis Bruschtein.6 El artículo es el más extenso de todos los publicados por Página 12 y denuncia la relación entre la negación del pensamiento crítico, el “periodismo amarillista” y la campaña de fake news argumentativas en contra de la investigación científica. Esta es descrita como una operación orquestada por el oficialismo a fin de generar el clima discursivo apropiado para proceder a la reducción del CONICET (y, por extensión, de toda la actividad científico-tecnológica en Argentina, uno de los logros emblemáticos de las gestiones kirchneristas) en un marco de relativo consenso social. Como mencionamos anteriormente, ninguna decisión política puede darse en un vacío discursivo, y el razonamiento de Bruschtein parece ir en esta línea: para el autor, la difusión de fake news argumentativas a través de redes y luego de medios tradicionales buscaba “lograr que la gente visualice a la investigación científica como una actividad de chantas, arribistas y corruptos (...) atacar a la inteligencia o provocar que la sociedad la repudie y rechace”. Si, como desarrollamos en los apartados anteriores, las fake news abrevan de representaciones sociales preexistentes, esta nota identifica precisamente a esas formaciones de sentido común como el objetivo de la campaña de desprestigio al CONICET: “… incorporar al sentido común dominante la idea de que la ciencia en Argentina es un negocio corrupto de algunos kirchneristas”.
El artículo nombra explícitamente a Clarín como el medio encargado de ampliar estas noticias y proveer de legitimidad a las representaciones de la actividad científica que transmiten, de publicarlas “para dar entidad a toda la basura circulante” y así lograr instalar el tema. Los agentes involucrados, para Bruschtein, además del gobierno nacional y los medios afines, son “los conformistas, aunque en este caso se podría decir también a los ingenuos o a los malintencionados, a los reaccionarios y conservadores”. Es decir: de esta forma caracteriza a las audiencias que formaron parte del intercambio comunicativo y que asumieron como cierta la narrativa propuesta por estas fake news.
Discusión
La difusión de fake news argumentativas contra el CONICET desnudó algunas representaciones sociales fuertemente arraigadas acerca de las ciencias: cierta impronta positivista en tomar a las ciencias naturales o exactas como el paradigma de cientificidad, su identificación con “la verdadera ciencia”, y el descreimiento en los aportes académicos de las ciencias sociales, así como el cuestionamiento a su estatus de ciencia, su relevancia, métodos y resultados. Este ensañamiento parcial con las ciencias sociales (las exactas y naturales quedaron excluidas de la crítica) nos permite pensar que lo que estaba en entredicho no era aquella ciencia idealizada que puebla las representaciones colectivas. Si atendemos a los relevamientos de percepción social de la ciencia en América Latina (Polino y Castelfranchi, 2019), esta sigue siendo valorada. Pero sí ha perdido su lugar de árbitro en las discusiones sobre los hechos, una tendencia que se confirma con la proliferación de fake news enmarcadas en diferentes narrativas de posverdad en las últimas décadas. Es decir, la ciencia no perdió prestigio, sino que, en la medida en que sus instituciones pueden ser blanco de una campaña de fake news argumentativas, podemos decir que sí perdió cierta autoridad social.
Por supuesto, esa imagen de la ciencia que conserva su estatus es abstracta y en la estructura de representaciones sociales no se asocia con la materialidad de sus instituciones, sus métodos y las condiciones en que se desempeñan sus trabajadores. Esa posibilidad de escindir una representación de la ciencia (con sus valores asociados de progreso, desarrollo y bienestar social) de la materialidad de sus prácticas puede ser una de las razones para compatibilizar la contradicción de posturas que reconocen su relevancia, pero condenan los reclamos laborales y manifestaciones de sus trabajadores. Además, siguiendo ese hilo de razonamiento, se puede atacar las instituciones científicas porque estarían contaminadas de personas (los militantes político-partidarios) que deterioran la verdadera idea de ciencia y malgastan recursos estatales en investigaciones ideológicamente motivadas que no reportarían beneficios a la sociedad (como sí lo haría una ciencia ideológicamente neutra). Acaso la perspectiva de Roqueplo (1983) acerca de la imposibilidad de comunicar cabalmente la dimensión del hacer de la práctica científica permita dar cuenta en parte de esta disociación. Si alrededor de las ciencias exactas o naturales hay una suerte de imaginario colectivo de lo que es el trabajo del científico (el espacio del laboratorio, la materialidad de algunos objetos-fetiche como el telescopio o el microscopio, a pesar de que no se condiga con la realidad), en las ciencias sociales esto no ocurre. Ese vacío de representaciones o de experiencia acerca de lo que implica el trabajo de un cientista social puede haber sido un factor para que las fake news argumentativas analizadas en este artículo fueran rápidamente aceptadas. Esta hipótesis coincide con algunas de las conclusiones de Calvo y Aruguete, quienes plantean que: “Cuanto menor es la evidencia, mayor es la probabilidad de que las especulaciones que utilizamos creen eventos en lugar de completar las piezas perdidas. Dado que los sesgos que tenemos se utilizan para completar la información, los vacíos informativos no son informativamente neutros” (2020: 28).
Precisamente, otro factor en juego son los sesgos cognitivos implicados en la recepción de información. Si bien no profundizaremos aquí en esta temática, ampliamente explorada por la psicología social y la economía comportamental, vale la pena mencionar el sesgo de generalización evidente en este caso. Se trata de la extensión (errónea) de los rasgos asociados a un caso de mucha saliencia perceptiva o emocional al total de la población. Este atajo cognitivo (Calvo y Aruguete, 2020) explica la rápida extrapolación de las características atribuidas a apenas una veintena de investigaciones del CONICET a todo el organismo. Es decir: la constante repetición de “Star Wars, Anteojito y El Rey León” (los temas que provocaban una reacción emocional más intensa, en este caso, de rechazo) derivó en la generalización de las valoraciones atribuidas a esas temáticas (irrelevantes, superfluas, risibles, no científicas, políticamente orientadas) a toda la actividad científica de una institución de más de 10.000 investigadores y una cantidad similar de becarios doctorales y posdoctorales. El sesgo de generalización, entonces, habilita el salto entre “Las veinte peores investigaciones del CONICET” a “todo el CONICET”. Por lo tanto, quienes sostenían que todo el CONICET está integrado exclusivamente por militantes políticos-partidarios del área de las ciencias sociales no iban a ser convencidos de lo contrario mediante la exhibición de estadísticas que muestran que los investigadores de ciencias sociales y humanidades son solo un cuarto de una institución donde la mayor parte del personal científico se dedica al área de ciencias biológicas y de la salud. Quienes identificaban el ingreso a cualquier organismo estatal durante las tres gestiones kirchneristas con la discrecionalidad a cambio de favores políticos no cambiarían de opinión con la descripción de las rigurosas etapas de evaluación que implica el otorgamiento de una beca CONICET, el ingreso a CIC, o la publicación de un artículo en una revista académica con referato. En palabras de Latour (citado en Bassets, 2019), recuperando la noción de mundos paralelos y enfrentados, “quienes están en contra [de la vacunación] no serán convencidos con un nuevo artículo en The Lancet”.
En cuanto a las discusiones acerca de la naturaleza de las fake news, consideramos que son un fenómeno imbricado en una relación de mutua retroalimentación con las narrativas de nicho, de menor escala, basadas en verdades por afiliación y que funcionan con la potencia de los grandes metarrelatos de antaño para sus adherentes, características de la posverdad (Kalpokas, 2019). Ni la posverdad ni las fake news pueden entenderse fuera de la dimensión política. En definitiva, “la posverdad no es tanto la afirmación de que la verdad no existe, sino la de que los hechos están subordinados a nuestro punto de vista político” (McIntyre, 2018: 41). Al mismo tiempo, sostenemos que se puede adherir a las fundadas críticas realizadas por el constructivismo, el posmodernismo, y los paradigmas hermenéutico-comprensivistas a la noción unívoca e incuestionable de “verdad” de la Modernidad y, a la vez, exigir que, en el debate público sobre la democracia, sus instituciones y la elaboración de políticas públicas se maneje información lo más certera, verídica, verificada y confiable posible.
A nivel comunicacional, y a la inversa de lo que se planteaba tradicionalmente en los estudios y diagnósticos de comunicación de la ciencia (el acceso al conocimiento científico podía contribuir a disipar ciertas representaciones sociales arraigadas y erróneas), hoy la pregunta pasa por dilucidar cómo las representaciones y preconceptos que diferentes públicos comparten constituyen una condición de posibilidad de acceso al conocimiento, o un filtro para su aceptación o rechazo. Como sostiene Blommaert (2020), estas son tendencias irracionales pero que cumplen la función epistémica de organizar modos de construcción de conocimiento, argumentación y persuasión tan efectivamente (o incluso más, añadiríamos) como las prácticas racionales y factuales. Como los agentes propensos a producir y reproducir fake news están motivados por razones políticas, ideológicas, y emocionales que no están regidas por los principios de la razón, es loable pero insuficiente la estrategia tradicional de presentar datos corroborados y fundamentados para anular su impacto. Cabe destacar que ninguno de los medios analizados asumió el rol de contraponer datos certeros a las fake news reportadas. Clarín y La Nación simplemente las expusieron, dándoles más o menos entidad y relevancia, mientras que la réplica de Página 12 apuntó precisamente a las bases e intereses político-ideológicos involucrados, pero no a desmontar la narrativa falaz con datos reales acerca del CONICET.
Conclusiones
En este artículo hemos propuesto una caracterización de fake news que tratan con contenido científico. Las que denominamos expositivas son aquellas que diseminan cuerpos de conocimiento no verificado, no sustentado en evidencia, o basado en razonamientos falaces (los casos más salientes serían el movimiento antivacunas y el terraplanismo). Por otro lado, las fake news que caracterizamos como argumentativas son aquellas que se construyen con la intención de deslegitimar a la ciencia misma y, particularmente, a sus instituciones, lo cual conlleva claras consecuencias políticas de especial impacto en regiones donde los sistemas científico-tecnológicos libran una continua lucha para garantizar su subsistencia.
El caso analizado expone cabalmente este aspecto de las fake news argumentativas. En medio de un conflicto laboral entre la principal institución de investigación de Argentina, el CONICET, y una administración nacional que al poco tiempo de haber asumido comenzó a implementar medidas de corte neoliberal clásico, respondiendo a un modelo de país en el que la soberanía científico-tecnológica no era una prioridad, se propagaron por sitios web alternativos y redes sociales listados de investigaciones en ciencias sociales cuya “irrelevancia” justificaba en cierto modo el achicamiento del organismo que las sustentaba. La rápida viralización de estas fake news recibió un espaldarazo importante al ser retomadas por los medios tradicionales. Sin dudas, la reproducción de los tweets y la descripción de los intercambios en redes permitió a estas fake news ampliar su audiencia a quienes no acostumbran consumir noticias a través de redes sociales, además de adquirir una entidad de suceso legítimamente noticiable. De los tres medios analizados, Clarín es el que dedicó un espacio más significativo y de mayor importancia a la temática, dedicando un artículo a mostrar los mensajes más llamativos sin contraponer otras fuentes. La Nación la enmarcó como un debate desatado en redes sociales, y, si bien también replicó tweets, limitó su tratamiento a algunos comentarios dentro de dos artículos que seguían el proceso de protesta y negociación por los ingresos a CONICET. Página 12 directamente no reportó el tema durante el momento más álgido, pero días después publicó un artículo sumamente crítico de toda la situación.
Para finalizar, esperamos que este estudio exploratorio contribuya a fortalecer la reflexión sobre el lugar de la comunicación pública de la ciencia y la tecnología (CPCT) en relación a la posverdad y las fake news. En este sentido, sería interesante pensar el papel de la CPCT frente a la doble operación de reivindicación que demandan los dos tipos de fake news que hemos postulado en este trabajo. Por un lado, posicionar el conocimiento consensuado y validado por expertos en un lugar epistémico diferente a las narrativas difundidas por las fake news expositivas, presentar información fidedigna basada en conocimiento fundamentado. Y, por otro, acaso más difícil, ayudar a que las instituciones científicas resistan el embate políticamente intencionado de las fake news argumentativas, revalorizando la práctica científica como forma válida y confiable de construcción de conocimiento. “La posverdad no se combate con inyecciones de ‘verdades’ o ‘información real’, porque el problema es la confianza” (Castelfranchi y Fazio, 2020: 154).
Podemos decir, entonces, que una CPCT que esté dispuesta a enfrentar las fake news necesariamente debe asumir una voluntad política para disputar los sentidos de los grupos que se solazan con la propagación de narrativas posverdaderas y apuntar a deconstruir las representaciones sociales que constituyen el terreno donde prosperan las fake news. “Para que la comunicación de la ciencia resulte funcional al empoderamiento de la ciudadanía tecnocientífica necesita una comunicación de la ciencia política, y de una ciencia que sepa encontrar su lugar de confianza sin despolitizarse cuando se encuentra con controversias y enfrentamientos políticos” (Castelfranchi y Fazio, 2020: 153).
Si en épocas de información producida à la carte y mensajes dirigidos a nichos el lazo social se rompe y el diálogo se obtura, pues pequeño gran desafío le toca a la CPCT, que, como ya se ha dicho en repetidas ocasiones, no solo comunica ciencia.
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Notas