Dossier-La mirada iberoamericana
Introducción
Los estudios CTS no pueden ser enfocados del mismo modo que cualquier otro estudio en el cual el objeto analizado es (relativamente) ajeno al propio sujeto analizador. Por la propia reflexividad inherente a los propios estudios es necesario que, si bien no de forma sistemática, pero sí periódica, las personas que investigan en dicha área pongan las cartas sobre la mesa y exploren los entresijos que acompañaron sus investigaciones. A modo de (pseudo) autoetnografía, sin mayor valor que el de identificar las fuerzas y los valores que el propio investigador ha advertido a lo largo de su camino, pero que nunca son explicitadas en los textos y materiales académicos que justifican su actividad laboral. Por ello, me propongo explorar sucintamente ideas que han acompañado mis lecturas, investigaciones, y reflexiones en el ámbito CTS, que se iniciaron hace más de 20 años con mi proyecto de tesis doctoral.
Los estudios CTS en el área de la filosofía la ciencia
En tanto que joven investigador y ferviente entusiasta de los estudios CTS, todavía recuerdo con sorpresa, algo atenuada por el paso del tiempo, mi primer encuentro con un catedrático de filosofía que pertenecía a mi área, a saber: la de lógica, metodología y filosofía de la ciencia. Tras preguntarme por el contenido y objetivos de la tesis, aquel hombrecillo me miró sorprendido siguiendo mis emocionadas explicaciones sobre el análisis de controversias científicas, el papel de la sociedad civil, los nuevos retos epistemológicos… Hasta que, al finalizar, sentenció: “¿Y eso es filosofía?”. Primera semana de doctorado, recogiendo casi los primeros artículos que sacaba de una sala de fotocopias. Y con la sensación de que estaba en tierra de nadie. Pero no me preocupó, porque siempre me he movido por mi curiosidad, no la de los demás.
Es más, en mi primer fallida oposición a profesor titular, otro catedrático afín al primero, y que era el presidente del tribunal, tuvo incluso la desfachatez de decirme públicamente (durante el propio transcurso de las oposiciones) que no entendía cómo es que me dedicaba a un campo de investigación yermo y sin valor alguno. A sabiendas que, en mi posición, una respuesta como la que era necesaria me habría expulsado de las oposiciones. Pero en esta triquiñuela no caí, que hubo varias.
Por ello, clarificar una cosa: los estudios CTS estaban muy mal vistos hace pocas décadas, por considerarse débiles, infectados de sociología y tendientes al relativismo epistemológico. Aunque nada de esto era verdad. Los talibanes de la filosofía defendían dogmas antiguos y se ponían nerviosos en cuanto nos aproximábamos a la ciencia real, porque implicaba cuestionar muchas cosas dadas estructuralmente por ciertas. Pero no todo es trigo limpio, en los propios estudios CTS.
Los estudios CTS: ¿una propedéutica epistemológica sin sujeto?
Al continuar en las investigaciones interdisciplinares, que han implicado acercarme en múltiples ocasiones a los propios científicos tecnólogos, ciudadanos y numerosos grupos de agentes sociales, he visto que es una rareza hacer estudios CTS con los propios agentes estudiados. Es decir, que en muchas ocasiones vienen a ser una continuación de los estudios clásicos en filosofía de la ciencia, pero simplemente cambiando el objeto de estudio. Cuando, en realidad, los estudios CTS son una revolución dentro del propio trabajo académico: no se pueden limitar a captar unas relaciones entre agentes, sino que implican un posicionamiento en la valoración de tales interacciones, las cuales no se ciñen únicamente a lo epistemológico (como en el caso de la aparición inesperada y fulgurante de la ciencia ciudadana), sino también a lo ético-normativo, político, económico y social.
Ello no implica renunciar ni un ápice a la profesionalidad y coherencia de los estudios, antes más bien nos obliga a ser plenamente objetivo mostrando cómo los campos de agentes dominan el cambio científico. Pongamos como caso paradigmático una disciplina científica de gran actualidad, tras la pandemia mundial, y en relación al SARS-CoV-2: la epidemiología. Si bien partió en sus inicios de un estudio transdisciplinar que aunaba disciplinas como la estadística, la medicina o la sociología, pronto se descubrió que los mecanismos causales de la enfermedad y la salud implicaban incluir un mayor número de variables, y que la medicina de la salud pública no podía ser ajena a la política, los valores sociales y culturales o la variabilidad en el diseño epistémico.
En consecuencia, los estudios CTS contienen una cierta paradoja: como en uno de los cuadros imposibles (pero reales) de Escher, el mundo observado y el observador se comunican de forma continuada. Por lo tanto, el estudio se orienta hacia una interpretación del mundo en el que el sujeto está claramente identificado. Sin necesidad de simular una neutralidad en los valores subyacentes, ni trampeando la propia práctica científica con diferenciaciones taxativas falsas sobre lo empírico-observacional y lo normativo. El sujeto de estudio participa en la propedéutica (necesaria e ineludible) de los propios estudios CTS. Y de ello argumentaré en el propio apartado.
La ciencia real como valor supremo… pero sin el sujeto
Los estudios CTS, a diferencia de otros tipos de aproximaciones a la práctica de la generación de conocimiento, deben posicionarse en los debates, puesto que no hay una mirada neutra acerca de los valores. El propio estudio se puede sesgar fácilmente si se pretende defender una neutralidad en el análisis, lo cual es imposible. La selección de las variables participantes en el estudio, así como su evaluación en su conjunto, nunca está libre de la perspectiva. Ello no implica una epistemología sesgada o un subjetivismo banal, puesto que los estudios CTS bien desarrollados deben demostrar la coherencia y competencia de las variables en juego.
A pesar de lo expuesto, esto todavía podría aplicarse a un número reducido de personas que desarrollan los estudios CTS, lo cual es un defecto. En realidad, mi crítica apunta a una segunda incoherencia: a la exclusión real de los agentes descritos por los estudios CTS en su propio desarrollo y debate. Viene a ser una versión de la célebre frase francesa del despotismo ilustrado: “Tout pour le peuple, rien par le peuple”, que tiene su más destacada versión en la carta de renuncia forzada al trono del rey borbón Carlos IV a su hijo Fernando VII, del 2 de mayo de 1808, donde le alecciona: “Todo debe hacerse para el pueblo, y nada por él”. En ningún momento afirmo que todos los estudios CTS adolecen de tal problema, sino más bien que la mayoría son meros estudios académicos sin intención de impacto social o de extensión epistémica hacia los agentes implicados. Es decir, que en cierto modo se descuida la verdadera naturaleza de los estudios CTS: no solo iluminar y dar voz a los agentes participantes en un proceso científico, sino también compartir con la propia sociedad en su conjunto los resultados obtenidos.
Y no me refiero a publicar en abierto, puesto que es una chapuza actual que solo agrava las diferencias económicas entre el personal investigador: para publicar en abierto, se requieren altos costes, puesto que los canales de difusión continúan siendo empresas privadas muy competitivas y agresivas, en lo que concierne a los rendimientos económicos. La inequidad como moneda de cambio académico. Y yo admito que soy de los que tienen un presupuesto generoso para tales menesteres.
Un buen estudio CTS debería partir de los agentes y al mismo tiempo debería también incorporar mecanismos para que los agentes implicados recibieran la información y se permitieran adoptar medidas en relación con el propio cambio en sus prácticas.
A modo de autocrítica, debo reconocer que yo tampoco lo he hecho, centrado en una larga y costosísima carrera personal por el afianzamiento laboral (en unas condiciones laborales duras), que ha acabado por implicar una obsesión por las publicaciones y los índices de impacto. Es el famoso publish or perish, el mayor azote y amenaza del conocimiento, que se ha visto capitalizado y sometido a los rigores de una (i)lógica del mercado del conocimiento.
Reflexiones sobre CTS durante la pasada pandemia
La reciente pandemia mundial causada por el virus SARS-CoV-2 ha supuesto un punto de inflexión en muchos aspectos, y pienso como académico, si bien su poder de transformación real está todavía por verse. Han sido numerosas las alteraciones causadas en la vida académica y social, aunque me interesa remarcar algunas. Para empezar, la inutilidad de la academia para dar una respuesta compleja CTS a las demandas sociales y políticas. Si bien es cierto que las personas expertas en epidemiología han tenido su momento de gloria, los expertos en el ámbito CTS han sido prácticamente ninguneados. Hablo con conocimiento: soy investigador principal de un proyecto sobre innovación en biomedicina, participo como investigador en un grupo de calidad SGR sobre epidemiología, teniendo numerosas publicaciones sobre esta área (concretamente, en lo relativo a causalidad, estadística y epidemiología), y formo parte de un proyecto europeo sobre ciencia ciudadana y privacidad de datos. Con todo, no hemos sido reclamados por la sociedad. Nuestras aportaciones especiales durante la pandemia han sido el resultado de nuestra necesidad de aportar una voz experta y crítica, más que el resultado de una búsqueda hacia nosotros. De nuevo, se muestra la incapacidad de la academia (en la que me incluyo sin reparos) para formar parte del tejido vivo de lo social. Nuestros estudios son consumidos por otros académicos, si bien muchos de los trabajos aspiran a establecer una reflexión crítica y a modificar las practicas sociocientíficas. En segundo lugar, la irrelevancia de los estudios humanísticos en los mecanismos de regulación científica, que en este caso eran de alta complejidad y con numerosísimas implicaciones sociales, muchas por descubrir o por lo menos controvertidas. Tampoco los académicos en estudios CTS han sido reclamados como consultores.
Doblemente ignorados por la sociedad y los gestores de lo científico, los académicos hemos visto cómo nuestro papel, a pesar de cierta presencia en redes de comunicación, es nulo. O lo es, pero en el ceñidísimo ámbito de lo meramente académico. Es cierto que determinados estudios se deben a la lógica interna de la propia disciplina, aunque, al mismo tiempo, el conocimiento solo existe como tal cuando es transversalmente distribuido. Las ideas relevantes son las que atraviesan disciplinas, geografías e incluso tiempos distintos. Se podría argumentar en mi contra diciendo que tal vez sea este mi problema, el de un académico sin impacto real, lo cual podría aceptar sin mayores reparos. Pero es que un análisis general nos muestra el mismo patrón. Tan solo se escaparon de este círculo vicioso las estrellas mediáticas, muchas de ellas sin ninguna experiencia en epidemiología ni filosofía de la medicina, pero con discursos prediseñados que aplicaron en tiempo récord, mediante la publicación de libros y otros medios. Creo que estos estudios, pobres, sesgados y sin potencial alguno, han perjudicado más que beneficiado a la comunidad académica filosófica.
No hemos sabido participar, pero tampoco nos han dejado. No hemos podido explicar, perdiendo una oportunidad única para ampliar la versión de la tecnociencia como un proceso complejo con múltiples agentes participando de ella.
Algunas conclusiones finales
A modo de conclusión, me permitiré unas últimas reflexiones. En primer lugar, admitir que no todo está perdido y que en algunos aspectos los estudios CTS han ido teniendo su impacto social. Pensemos por ejemplo en cómo los estudios de género hasta hace unos años ocupaban un espectro marginal de las conferencias (y de la sociedad) y ahora han tomado incluso las calles. En segundo lugar, insistir en que los estudios CTS deberían ser un instrumento para debatir transversalmente aspectos fundamentales de nuestras sociedades, por lo que deberían partir de necesidades reales de los agentes implicados y ser diseñados no solo para ofrecer respuestas, sino también para que éstas tornaran de nuevo a los agentes participantes. En tercer lugar, es necesario abrir las mentes de los académicos implicados, de modo que lo natural sea entender la investigación como una colaboración inter y transdisciplinar. En cuarto lugar, es necesario pensar en el hecho que dispone de herramientas baratas y de alcance universal: las redes sociales. La comunicación de las investigaciones no se debe ceñir a entornos académicos, ni que sean de libre acceso, puesto que la riqueza y variabilidad de los agentes participantes no puede o no sabe beber de esta única fuente. Por ello, es necesario repensar los modos mediante los cuales ofrecemos nuestros resultados, adaptándonos a entornos mucho más dinámicos, multimodales y complejos. Y que nuestra pasión por conocer es yerma sin la pasión por la transformación.
Cómo citar este artículo
Vallverdú, J. (2022). Toda la ciencia para la sociedad, pero sin la sociedad. Revista Iberoamericana de Ciencia, Tecnología y Sociedad —CTS, 17(50), 95-99. Recuperado de: [inserte URL]